HISTORIA, TEOLOGÍA DE LA
SaMun

 

I. El problema

1. Historia

Historia es una categoría fundamental de la revelación bíblica. En efecto, la revelación no sólo descubre la historia sino que además la funda. A la absoluta gratuidad de la revelación corresponde su contingencia y positividad histórica. Como la revelación es un acontecimiento libre, que no puede derivarse de otra cosa, funda una auténtica novedad histórica y promete un futuro. Esta nueva situación salvífica exige del hombre conversión y decisión de fe; y así la revelación ha conducido también al conocimiento de la historicidad interna del hombre. Gracias a esta condición histórica y contingente, la revelación del AT y del NT se distingue fundamentalmente de las religiones extracristianas con carácter de epifanía, en las cuales la revelación es entendida tan sólo como hierofanía del eterno fundamento de la realidad, y la historia es concebida como el círculo del eterno retorno de lo que en sí permanece siempre igual. En la revelación bíblica la historia no es un momento del cosmos, sino que el cosmos es un momento de la historia. Con esto todo pensamiento meramente natural, cosmológico y metafísico se rompe a favor de un universal pensamiento histórico orientado hacia el futuro. Cf. en particular -> revelación, -> escatología, -> profetas [en Antiguo Testamento], -> apocalíptca, ->esperanza, -> historia e historicidad, historia de la -> salvación).

Elementos de una t. de la h. se encuentran ya en los -> apologistas, que defienden la unión entre creación y alianza (Ireneo) contra la -> gnosis, y contra los judíos y paganos resaltan la continuidad y pedagogía de la acción salvífica de Dios (Justino, Clemente de Alejandría). Orígenes, partiendo de la idea del Logos, esbozó una visión universal de la historia. Mientras que Eusebio y Orosio defendieron una teología del reino relacionada con la pax romana, Agustín resaltó (De civitate Dei) la ambivalencia del poder político. En gran parte la edad media entendió nuevamente a Agustín y la teocracia veterotestamentaria en un sentido intrahistórico.

Junto a una dirección especulativa, en la escolástica hubo gérmenes de una teología hístóricosalvífica (Otto de Freising, Ruperto de Deutz, Petrus Comestor, Esteban Langton, etc.). En Alejandro de Hales, Buenaventura y Tomás de Aquino se encuentran importantes atisbos de t. de la h., que, sin embargo, en gran parte están envueltos en categorías metafísicas y cosmológicas.

En la patrística y en la escolástica más que de una t. de la h. en el sentido actual se trata de una teología de la historia de la salvación. La actual t. de la h. sólo se hizo posible por el hecho de que la historia general se emancipó del esquema histórico-salvifico (Vico, Voltaire) y una vez que la historia se convirtió en problema también en el terreno filosófico.

Contribuyó a esto: primeramente una secularización dentro de la teología misma por no cumplirse la esperanza de una próxima parusía y por el pensamiento de Joaquín de Fiore; además un retorno a motivos extracristianos (gnosis, cábala, esquema de decadencia y restauración en J.J. Rousseau, romanticismo) el derrumbamiento del edificio del mundo tal como éste era concebido en la antigüedad y la edad media (Copérnico); y la manipulación e historización del mundo en virtud de las modernas ciencias naturales y de la técnica. Mientras que para la Escritura la historia es un momento de la revelación, en ese período la revelación se convirtió frecuentemente en un momento de la historia y la historia en cuanto tal fue entendida como revelación (Herder, Lessing, Schelling, Hegel).

La t. de la h. debe acrisolarse en el diálogo con los modernos programas, utopías de la historia de la salvación, la t. de la h. es el marco para una visión teológica de las realidades terrestres.

Dentro de la teología católica se enfrentan actualmente una t. de la h. más optimista, orientada hacia la encarnación (P. Teilhard de Chardin, G. Thils), y una t. de la h. más crítica, orientada hacia la escatología (L. Bouyer) o hacia una teología de la cruz. La mayor parte de los teólogos se esfuerzan por una síntesis adecuada (H. y K. Rahner, J. Daniélou, Y. Congar, H.U. v. Balthasar).

2. Método

La teología ha de llevar el diálogo con las modernas filosofías e ideologías de la historia a partir de sus propias fuentes. Por consiguiente debe entender la historia universal desde la historia de la salvación interpretada en la palabra bíblica. Esto hace imposible de antemano la interpretación teológica de los acontecimientos particulares fuera de la historia de la salvación (p. ej., por la coincidencia o combinación de acontecimientos bélicos o naturales, etc., con fiestas eclesiásticas y similares), pues la revelación no nos dice nada sobre estas cosas. Por la misma razón es también imposible una división segura en períodos de la -> historia universal e incluso de la historia de la -> Iglesia.

Por otra parte, en virtud del carisma de la profecía, la Iglesia tiene que orientar su mensaje de cara a cada kairos y así con dominio del tiempo y en conformidad con la historia (y no sólo con las cosas); debe entender los «signos del tiempo» (Mt 16, 4). Esto exige una lógica de conocimiento existencial y kairológico (-> discreción de espíritus), la cual, sin embargo, como no puede reducirse plenamente a un método, ha de realizarse de nuevo en cada momento con obediencia a la cruz y con la audacia del amor.

A diferencia de esta legítima profecía de la historia, la t. de la h., como parte de la teología fundamental, es una reflexión sobre las inmanentes estructuras fundamentales de la historia de la salvación y sus implicaciones teológicas en el campo histórico. Por la permanente vinculación retrospectiva a la revelación mediante la palabra bíblica, se distingue de la filosofía de la historia, que en principio puede considerar la historia de la revelación y su interpretación de la historia como una más entre otras posibles. Del mismo modo que la t. de la h. procede de la fe, así también está referida nuevamente a la fe, la esperanza y la caridad y no sólo al saber.

II. Principales contenidos teológicos

1. El punto de partida está en el misterio originario de la fe cristiana, el cual es la gratuita comunicación escatológica de Dios mismo al hombre y con ello a la historia. Esa comunicación se ha producido de una vez para siempre en Jesucristo y llegará a su manifestación visible en un futuro que realmente está por venir todavía. Esta afirmación sobre el fin de la historia se hace necesariamente en forma velada, pues sabe que la consumación es una acción libre de Dios, cuyo misterio el hombre no puede abarcar con su conocimiento. Ignoran esto tanto la -> apocatástasis como el predestinacionismo.

Pero Dios es el fin de la historia de tal manera que él es asimismo su consumación, pues la asume y afirma «sin mezcla ni separación» (Dz 302). Esto significa que la consumación de la historia no sólo ha de considerarse desde arriba, en el sentido de una unilateral teología de la encarnación, sino también desde abajo, como una maduración en el tiempo. A la aceptación de la historia por parte de Dios en la encarnación, corresponde la aceptación de Dios por parte de Jesucristo mediante la obediencia histórica hasta la cruz y la renuncia a sí mismo en la muerte, que Dios acepta nuevamente por la resurrección y la glorificación. La historia alcanza su plenitud sólo per viam crucis; su plenitud es un misterio pascual, una superación de sí misma hecha posible por la gracia. Pero este éxodo obediente de la historia hacia Dios no es una negación de la misma, sino a la vez una consumación de la existencia histórica, de la autosuperación del hombre. Y así el éxodo de la cruz constituye a la vez una elevación. ,

2. Desarrollo ulterior a través de una teología de la creación. Teológicamente los enunciados sobre la creación no están en primer plano sino que se hallan dentro de las afirmaciones histórico-salvíficas. Tienden a justificar las pretensiones universales y la promesa absoluta de la historia de la salvación. Porque Dios, por su palabra creadora, es señor de todo, él tiene también derecho a esperar la respuesta de la fe dentro de la historia. De este modo la historia aparece como un diálogo entre la oferta divina y la respuesta humana, que consiste en la fe o en negarse a responder. Así la historia reviste carácter de llamada y de decisión. Pero como se funda exclusivamente en la palabra libre de Dios, su contingencia no es expresión de una fatalidad ciega, sino de una providencia histórica, a la que debe agradecer su ser todo lo que es. De este modo la doxología se convierte en el sentido de la historia.

De acuerdo con esto las afirmaciones protológicas (estado original, paraíso) no son enunciados que relaten una visión inmediata, sino una profesión de fe en el plan originario de Dios, que como tal determina la historia desde el principio, y, con ello, en definitiva son enunciados escatológicos. También esas afirmaciones sobre el principio se hacen en una forma misteriosa y velada; no pretenden ser declaraciones a manera de un reportaje, sino que son una «etiología», es decir, indican el horizonte y el fundamento de nuestra actual situación salvífica, y por tanto sólo pueden afirmar acerca del principio aquello que es posible decir desde la actual situación salvífica y de cara a ésta. A la actual situación salvífica pertenece asimismo el poder del pecado, que de hecho determina la historia desde el principio (-> pecado original). El pecado es la negativa al diálogo y a la autosuperación, y con ello constituye una negativa a la auténtica historia; se actualiza en las virtudes y potestades, en la -> muerte, el sufrimiento, la -> concupiscencia, la -> ley. Este conocimiento debe prevenimos frente a un optimismo unilateral acerca de la creación, pero también frente a un pesimismo trágico, pues Dios, en su plan salvífico en Cristo, hacia quien está orientada toda la historia, ha vencido de antemano el pecado.

Las afirmaciones protológicas y escatológicas constituyen el fundamento de la unidad interna de la historia de la humanidad (-> monogenismo). Esta unidad (-> paz) es expectación escatológica, pero se anuncia ya ahora en el signo de la unidad de la Iglesia compuesta de judíos y paganos; lo cual impone al cristiano una obligación especial de cara a la paz en el mundo.

3. La historia tiene su último fundamento en Dios. La eternidad de Dios no significa primariamente la atemporalidad (griega), sino el poderío positivo sobre el tiempo, y la libertad para originar historia y entrar en ella sin sucumbir en su movimiento. Por eso la supratemporalidad de Dios es su presencia en el tiempo y su simultaneidad con éste (omnipresencia). Toda la historia está abarcada por Dios y determinada por él, pero no en virtud de una necesidad panteísta, sino en virtud de una decisión libre. La historia se basa en la cima de una decisión, en el concretissimum universale del plan salvífico divino. Pero éste no nos permite una reconstrucción según una ley objetiva, pues de lo contrario la libertad quedaría convertida en un determinismo teológico de la historia.

El plan histórico de Dios condesciende con la libertad humana, pero sin depender de ella.

Por consiguiente, la relación entre tiempo y eternidad no puede concebirse en forma estática, pues se despliega históricamente. Aun cuando «todo tiempo es inmediato respecto de Dios», sin embargo la historia todavía está en camino hacia el momento en que «Dios será todo en todo» (1 Cor 15, 28). Éste es el fundamento legítimo de un pluralismo intrahistórico en la historia de la salvación, de la humanidad y de las religiones. En el fondo, es una presunción la tentativa del integrismo de llevar a cabo ya ahora (contra el evangelio: Mt 13, 30) la separación entre la cizaña y el trigo y de conseguir así una realización totalitaria del mundo.

III. Temas relacionados con la teología de la historia

1. Tiempo y tiempos: -> tiempo, -> eón.

2. Poderes de la historia: - pecado original, ->muerte, ->concupiscencia, ->ley, -a ley y evangelio, -> ángeles, -> demonios, y también -> Espíritu Santo, -> justicia.

3. Períodos de la historia: historia de la -> Iglesia, historia de la -> salvación, historia de la -> religión, -a derecho natural, -> ley y evangelio, -> Antiguo Testamento, -> Iglesia, ->Nuevo Testamento.

4. Modelos para la t. de la h. Los más conocidos son el del círculo para el pensamiento histórico griego y el de la línea para el bíblico. Sin embargo, ambos modelos son insuficientes y confusos. El círculo puede expresar lo no histórico, lo que carece de sentido y de meta (Orígenes, Agustín), pero también la salida de Dios y el retorno a él (Tomás de Aquino). La línea es apta para representar la orientación y continuidad escatológica hacia una meta, pero no para indicar la discontinuidad del pecado y de la cruz. El modelo del punto expresa contingencia y decisión, pero no el momento de la extensión; el movimiento pendular significa el motivo apocalíptico-antagónico, pero tiene el peligro de una falsa interpretación dualista; la espiral explica el momento de la continuidad y la superación, pero no muestra el carácter de decisión; la imagen de los círculos que se extienden concéntricamente en el agua une algunos de estos elementos (punto, línea de movimiento, extensión, círculo), pero carece del momento dialogístico; al triple estadio dialéctico le falta la libertad. Así, pues, lo mejor es renunciar a todos estos modelos, porque desfiguran tanto como explican.

El modelo más acertado desde el punto de vista teológico es el pensamiento tipológicosacramental de la Escritura y de la teología patrística: cada uno de los acontecimientos, lo mismo que la historia universal y la de la salvación en su conjunto, se relacionan entre sí como actualización y anticipación. De aquí resultan tres leyes fundamentales para la consideración teológica de la historia: a) ley de la continuidad, en y a pesar de la discontinuidad del pecado y de la cruz en virtud de la fidelidad divina; b) ley de lo nuevo que supera lo anterior de cara al futuro. El antitipo es siempre mayor que el tipo; lo último no es tan sólo una restauración de lo primero, sino su transformación pascual; c) la ley de lo particular y lo universal. El individuo llamado es siempre representante y solidario de toda la humanidad. La historia no se puede dividir simplemente en historia de salvación y de condenación; en la salvación y en la condenación la humanidad está como un todo ante Dios.

5. Actitudes fundamentales. De esta triple ley de derivar tres grupos de actitudes cristianas fundamentales con relación a la historia: a) Fe: por la salvífica acción escatológica ha llegado definitivamente a la historia el poder victorioso de Dios, redimiendo precisamente lo fragmentario y el fracaso en la muerte, y resurrección de Cristo. La historia en principio no puede ser absurda, irracional, esquizofrénica. Las actitudes cristianas fundamentales no son el temor y el escepticismo, sino la calma, el ánimo, el humor, la vigilancia; b) Esperanza, que significa un comprometerse arriesgado con lo nuevo de cada tiempo, en lugar de un tradicionalismo lleno de temor y carente de fe; pero también paciencia y capacidad de esperar. Como confianza en Dios se opone a un mesianismo fanático, revolucionario, y a un ingenuo optimismo en torno al progreso. c) Amor y solidaridad, que implican una colaboración responsable en la humanización y en la paz del mundo, así como un testimonio representativo en la palabra, la vida y el sufriemiento (-> humanismo, - socialismo, -> comunismo).

IV. Algunas cuestiones concretas

1. Concepción histórica del mundo: - mundo, -> naturaleza, -> historia e historicidad.

2. Configuración histórica del mundo: -a trabajo, -> cultura, -> ciencia, -> técnica, -> sociología, -> política.

3. Futuro intrahistórico: - > progreso, carácter absoluto del -> cristianismo.

 

BIBLIOGRAFIA: OBRAS GENERALES: R. Aubert, Discussions récentes autour de la Théologie de l'Histoire: Collectanea Mechliensia (1948) 129-149; L. Malevez, La vision chrétienne de l'Histoire, II. Dans la théologie catholique: NRTh 71 (1949) 244264; idem, Deux théologies catholiques de l'Histoire: Bijdragen 10 (1949) 225-240; G. Thils, La théologie de l'Histoire. Note bibliographique: EThL 26 (1950) 87-95; M. Flick -Z. Alzeghy, Teologia della storia: Gr 35 (1954) 256-298; J. David, Theologie der irdischen Wirklichkeiten: FThH 560-567.

LEXICOS: Catholicisme V 779-782; EKL 1 15381542; RGG3 11 1473-1496 1496 ss.; LThK2 IV 777780 780-783 783-791 793-799; HThG 1 491-497.

TEOLOGIA BÍBLICA: G. Delling, Das Zeitverständnis des NT (Ga 1940); W. G. Kümmel, Kirchenbegriff und Geschichtsbewußtsein in der Urgemeinde und bei Jesus (Z 1943); M. Noth, Geschichte und Gotteswort im AT: Noth, Gesammelte Studien zum AT (Mn 1957) 230-247; idem, Das Geschichtsverständnis der atl. Apokalyptik: ibid. 248-273; J. Daniélou, El misterio de la historia (Dinor S Seb 1957); G. v. Rad, Theologie des AT, 2 vols. (Mn 1957-60); J. Daniélou, The New Testament and the Theology of History: TU 73 (1959) 25-34; Th. Boman, Das hebräische Denken im Vergleich mit dem griechischen (Gö 31959) 104-133; A. Weiser, Glaube und Geschichte im AT (Gö 1961) 99 -181; K. Galling, Das Rätsel der Zeit: ZThK 58 (1961) 1-15; 0. Cullmann, Cristo y el tiempo (Estela Ba 1968); F. Mußner, Die Geschichtstheologie des Epheserbriefes: Analecta Biblica 17-18 (1963) II 59-63; H. Schlier, Jesus Christus und die Geschichte nach der Offenbarung des Johannes: H. Schlier, Besinnung auf das NT. Exegetische Aufsätze und Vorträge (Fr 1964) 358-373; 0. Cullmann, Heil als Geschichte. Heilsgeschichtliche Existenz im NT (T 1965).

INVESTIGACIONES HISTÓRIcAS: H. Scholz, Glaube und Unglaube in der Weltgeschichte. Ein Kommentar zu Augustins de civitate Dei (L 1911); E. Scharl, Recapitulatio mundi. Der Rekapitulationsbegriff des hl. Irenäus und seine Anwendung auf die Körperwelt (Fr 1941); W. Kamlah, Christentum und Geschichtlichkeit (St 21951); K. Löwith, Weltgeschichte und Heilsgeschehen (St 41953); A. Dempf, Sacrum Imperium (Darmstadt 1954); C. Hinrichs, Ranke und die Geschichstheologie der Goethezeit (Gö 1954); E. Wolf, Heilsgeschichte im Geschichtsbewußtsein und im geschichtlichen Ablauf des europäischen MA: Christentum und Geschichte (D 1955) 34-48; P. Meinhold, Die reformatorische Geschichtsschau: ibid. 49-64; J. Daniélou, Comble du mal et eschatologie chez Grégoire de Nysse: Glaube und Geschichte (homenaje a J. Lortz) (Baden-Baden 1958); 0. Rousseau, La Typologie Augustinienne de L'Hexaéméron et la Théologie du Temps: ibid. 47-58; M.-D. Chenu, Histoire et allégorie au douziéme siécle: ibid. 59-71; J. Ratzinger, Die Geschichtstheologie des hl. Bonaventura (Mn - Z 1959); J. R. Geiselmann, Die katholische Tübinger Schule. Ihre theologische Eigenart (Fr 1964) 280368; E. Gössmann, Metaphysik und Heilsgeschichte. Eine theologische Untersuchung der Summa Halensis (Mn 1964); K. Löwith, Von Hegel zu Nietzsche (St 51964); M. Seckler, Das Heil in der Geschichte. Geschichtstheologisches Denken bei Thomas von Aquin (Mn 1964); W. Kasper, Das Absolute in der Geschichte. Philosophie und Theologie der Geschichte in der Spätphilosophie Schelling (Mz 1965).

OBRAS SISTEMÁTIcAS: J. Bernhart, Der Sinn der Geschichte (Fr 1931); Barth KD 1/2 11/2 111/2; Th. Haecker, Der Christ und die Geschichte (L 1935); 0. Bauhofer, Das Geheimnis der Zeiten (Mn 1935); H. Thielicke, Geschichte und Existenz (Gü 1935, 21964); A. Schütz, Gott in der Geschichte (Sa 1936), tr. cast.: Dios en la historia (Studium Ma); Ph. Dessauer, Der Anfang und das Ende (L 1939); A. Delp, Der Mensch und die Geschichte (Colmar 1940); idem, Weltgeschichte und Heilsgeschichte: StdZ 138 (1941) 245-254; R. G. Collingwood, The Idea of History (0 1946);,E. Rosenstock-Huessy, The Christian Future or the Modern Mind Outrun (NY 1946); H. Rahner, Grundzüge katholischer Geschichtstheologie: StdZ 140 (1947) 408-427; G. Krüger, Die Geschichte im Denken der Gegenwart (F 1947); L. Bouyer, Christianisme et eschatologie: Vie intellectueIle 16 (1948) 6-36; K. Thieme, Gott und Geschichte (Fr 1948); E.-C. Rast, The Christian Understanding of History (Lo 1948); R. Niebuhr, Faith and History (NY 1949); F. Delekat, Der gegenwärtige Christus (St 1949); H. Butterfield, Christianity and History (Lo 1949), tr. cast.: Cristianismo e historia (C Lohlé B Aires); N. Berdjajew, Sentido de la historia (Araluce Ba 1965); G. Ebeling, Die Bedeutung der der historisch-kritischen Methode: ZThK 47 (1950) 1-46; E. Castelli, I presupposti di una teologia della storia (Mi 1952); F. Gogarten, Verhängnis und Hoffnung der Neuzeit (St 1953); G. Ebeling, Die Geschichtlichkeit der Kirche und ihrer Verkündigung als theologisches Problem (Sammlung gemeinverständlicher Vorträge 207-208) (T 1954); G. Thils, Theologie der irdischen Wirklichkeit (Sa 1955), tr. cast.: Teología de las realidades terrenas 2 vols. (Desclée B Aires); F. Gogarten, Der Mensch zwischen Gott und Welt (St 31956); J. Daniélou, Essai sur le mystére de l'histoire (P 1953); R. Spaemann, Weltgeschichte und Heilsglaube: Hochland 50 (1957-1958) 297-311; R. Bullmann, Geschichte und Eschatologie (T 1958); H. U. v. Balthasar. Teología de la historia (Guad Ma 21964); W. Pannenberg, Heilsgeschehen und Geschichte: KuD 5 (1959) 218-237; P. Teilhard de Chardin, El fenómeno humano (Taurus Ma 1963); W. Pannenberg (dir.), Offenbarung als Geschichte (Gö 1961); Rahner V 115-134 135-156; P. Teilhard de Chardin, El porvenir del hombre (Taurus Ma 1962); H. U. v. Balthasar, Das Ganze im Fragment. Aspekte der Geschichtstheologie (Ei 1963); P. Schütz, Freiheit - Hoffnung - Prophetie (Gesammelte Werke III) (H 1963); P. Tillich, Der Widerstreit von Raum und Zeit (Gesammelte Werke VI) (St 1963); J. Moltmann, Theologie der Hoffnung (Mn 1964); W. Kasper, Grundlinien einer Theologie der Geschichte: ThQ 144 (1964) 129-169; G. Ebeling, Zeit und Wort: Zeit und Geschichte. Dankesgabe an R. Bultmann, bajo la dir. de E. Dinkler (T 1964) 341356; G. Gloege, Heilsgeschehen und Welt 1 (Gö 1965); J. Mouroux, El misterio del tiempo (Estela Ba 1965); G. Saurer, Zukunft und Verheißung (Z - St 1965).

Walter Kasper