ESCRITURA
SaMun

 

II. Nuevo Testamento

1. Significación del nombre

La expresión NT designa los 27 escritos llamados canónicos que hacia finales del siglo ii quedaron unificados en una colección (evangelios y cartas apostólicas: cf. -> sinópticos, evangelio de --> Juan, --> Hechos de los apóstoles, cartas de ->Pablo, carta de ->Santiago, -> epístolas de -> Pedro, epístola de ->judas, ->Apocalipsis de Juan). La expresión «Nuevo Testamento» tiene su origen en Jer 31, 31 (citado directamente en Heb 8, 8) y es usada en el NT por la tradición de Pablo y de Lucas al hablar del cáliz en el relato sobre la última cena (1 Cor 11, 25; Lc 22, 20); aparece además en 2 Cor 3, 6; Heb 9, 15; 12, 24. Y también hallamos por primera vez en Pablo el concepto parejo palaia diazeke (2 Cor 3, 14). En todo caso palaia diazeke es el nuevo orden de salvación fundado por la muerte de Jesús o por la misión del Espíritu (2 Cor 3, 6), en contraposición al procedente de Moisés. En el NT el concepto de diazeke coincide en gran parte con el significado de la palabra hebrea berit (en el sentido teológico: la ->alianza concedida por Dios). Mientras que diazeke en el ámbito helenístico sólo raramente (Aristófanes, Dinarco) significa «disposición» y las más de las veces tiene el sentido de «testamento», ese término en los LXX y en el NT tomó al significado más amplio de berit (excepto Gál 3, 15.17), en el sentido de «orden de salvación». La traducción del vocablo mediante novum testamentum (por primera vez en Tertuliano) vuelve a reducir el sentido de diazeke al de «última disposición» (lo mismo que en el título de algunos escritos apócrifos, como el Test XII y el Testamento de nuestro Señor Jesucristo). La denominación «Nuevo Testamento» como título de libro es una abreviación de enlaces en genitivo, en los cuales se habla primero de escritos «del Nuevo Testamento»; y luego la expresión se independiza. Así, hacia el año 180 Melitón de Sardes redactó una lista de libros tes palaias diazeke. Sobre el año 192, en las palabras o tes tou euanggelion kaines diazeques logos y en la expresión de Tertuliano «totum instrumentum utriusque testamenti», estaba ya preparada la designación de esta colección de escritos como «Nuevo Testamento»; pero todavía Eusebio (Hist. Eccl. v 16, 3) habla del «evangelio de la nueva alianza». La expresión se hizo, pues, usual cuando los escritos de la nueva alianza fueron yuxtapuestos a los de la antigua - llamados ya «Antiguo Testamento» - y se les atribuyó igual rango.

Jesús y los autores neotestamentarios por e graphé habían entendido sólo el AT. Ahora bien, los escritos neotestamentarios no fueron primariamente el canon interpretativo del AT, sino que surgieron como testimonios del mensaje escatológico de salvación, cuyo contenido no se podía ni pretendía deducir del AT, sino que fue experimentado por primera vez en el tiempo que había hecho su irrupción con Jesús. Por eso el AT es para Jesús y, después de la experiencia de la resurrección, para la comunidad: lo procedente de la época de salvación que entretanto ya ha pasado, lo imperfecto en comparación con lo nuevo, que constituye otro jalón de la historia de salvación y, como tal, tiene un contenido superior al de la antigua época. El AT comienza a convertirse en un problema a resolver para la comunidad cuando los judíos, ahora «incrédulos», argumentan contra los cristianos basándose en su Escritura. Con ello se inició la lucha por la legitimación secundaria, frente a los judíos, del mensaje de Cristo, lo cual obligó a los cristianos a dar una positiva y consecuente interpretación cristiana de todo el AT. El principio de todo eso lo constituye la afirmación de que la pasión y la resurrección de Jesús acontecieron «según las Escrituras». De esta afirmación positiva saldrá aquella otra negativa de que los judíos no entienden las Escrituras, cosa que después, en un paso ulterior, es demostrado con relación a lugares particulares. Así Mateo en sus citas usa el esquema profético y deuteronómico «cumplimiento-promesa», el cual en Mt 5, 17 es aplicado a la interpretación de la ley por parte de Jesús. Por tanto, mientras que originalmente la vida y la doctrina de Jesús habían sido considerados dentro del horizonte de la -+ apocalíptica, como consumación de la historia de salvación del pueblo judío, desde ese momento se convierten en principio exegético para interpretar el AT. A este respecto el esquema promesa-cumplimiento pronto es sustituido en gran parte por el método alegórico (Bern). Pero, en principio, la prueba de Escritura tiene una función secundaria y en parte antijudía, pues, en realidad, la autoridad de los escritos neotestamentarios se debe primariamente al hecho de que pasó a ellos la autoridad escatológica del Kyrios o de los apóstoles. En 2 Clem se cita por primera vez un lugar neotestamentario como «Escritura».

2. Distintos géneros de escritos

En el NT los distintos géneros literarios de algún modo dependen del móvil teológico en el respectivo escrito. Una creación nueva de Marcos es el género «evangelio», como colección de tradiciones sobre el Jesús terreno, reelaboradas desde el punto de vista de una teología posterior a pascua. Todo el acervo teológico de una comunidad es configurado con ayuda de datos biográficos para describir la predicación de Jesús. Por la inclusión de las historias de la infancia, Mateo y Lucas amplían considerablemente este esbozo y lo convierten ya en una especie de vida de Jesús. Mientras que todo el saber teológico de Mc está anclado en el tiempo prepascual, Mt distingue ya entre el tiempo de Jesús en Israel antes de su muerte y la misión de los doce a los gentiles después de pascua (Mt 28). Con ello el género evangelio queda esencialmente modificado, pues, en principio, ahora puede abarcar también encuentros y palabras de Jesús posteriores a pascua. Lc lleva adelante esta tendencia continuando en los Hechos la historia de Jesús como historia del evangelio entre judíos y paganos. La doble obra literaria de Lc es expresión de la concepción teológica que ve en Jesús el centro de los tiempos. Juan, a semejanza de Marcos, interpola el tiempo posterior a pascua entre la predicación prepascual, a base, evidentemente, de una amplia reflexión teológica. Por la anteposición del prólogo el género «evangelio», experimenta una nueva modificación.

Pero, mientras que en todos los evangelios se conserva todavía la forma del transcurso histórico, las teologías expresadas en la parte epistolar del NT son ampliamente independientes, por su contenido, de las noticias históricas sobre Jesús. Por el carácter distinto de estas teologías, parece imposible que, p. ej., Pablo hubiera querido o podido escribir un evangelio. Pablo manifiesta sus pensamientos, orientados totalmente hacia el Kyrios resucitado, en epístolas a comunidades (p. ej., Gál), en epístolas más doctrinales (Rom), en cartas abiertas (Col) y en cartas privadas (Flm). Estas distinciones también tienen validez con relación a otras cartas neotestamentarias: Heb puede considerarse como epístola, Ef, 1 y 2 Pe y Jud son «cartas abiertas», 1 Jn y otras tienen forma de sermón; y las epístolas pastorales, aunque están dirigidas a personas particulares, sin embargo tienen forma de cartas a comunidades. Un género que ya existía anteriormente en el judaísmo tardío halló su traducción cristiana en el Apocalipsis.

La medida de la independencia literaria de los autores es diversa. En los cuatro evangelios se deben presuponer necesariamente fuentes escritas (Mc para Mt y Lc; las fuentes llamadas semeia para Jn); también en él Ap y en las epístolas pastorales las materias tomadas de alguna fuente abundan más (himno litúrgico en 1 Tim 3, 16; Ap 12) que en las cartas de Pablo (1 Cor 15, 3s; 11). El problema de la pseudoepigrafía hay que decidirlo separadamente en relación con cada escrito. En principio, se debe contar necesariamente con la posibilidad de que bajo el nombre de apóstoles se hayan transmitido escritos que proceden solamente de una tradición en que ha influido un determinado apóstol (cf. los evangelios ->apócrifos de Pedro, de Santiago y de Tomás).

3. Los métodos de investigación

Los métodos científicos para la investigación del NT deben usarse según un orden determinado (cf. también crítica de los evangelios). La crítica textual, a base de una comparación de los -> manuscritos, tiene la misión de descubrir los más importantes tipos fundamentales de transmisión de un texto (el texto original apenas puede alcanzarse plenamente), de decidir sobre el valor de cada variante y de hacer a veces ciertas conjeturas. El siguiente estadio es la crítica literaria, o sea, la investigación de un texto (o de todo un libro) en cuanto a su unidad literaria, tomando como base la observación de discrepancias relativas a la gramática, al estilo o al contenido en sentido amplio, o de simples repeticiones (p. ej., después de «y les dice» en Mc 2, 25, en el versículo 27 se repite «y les dijo», sin que aparezca que Jesús haya sido interrumpido) y duplicados del texto. Así el texto se descompone en los elementos que fueron empleados para su construcción literaria (técnica de la exposición). A la crítica literaria sigue la fijación de las «unidades más pequeñas», es decir, de determinados giros, que comparados con otros textos se evidencian como fórmulas (medios auxiliares: concordancias). El paso siguiente sirve para poner de relieve las formas literarias (p. ej., disputa, diálogo doctrinal, himno). Si se compara el desarrollo de una forma a través de distintos textos, se habla de historia de las ->formas. Una forma según donde sea empleada, tiene distintos «puestos en la vida». Así la forma de disputa tiene su sede originaria en la discusión de Jesús con los fariseos y su sede posterior en la general polémica antijudía de la comunidad. Los -+ géneros literarios (p. ej., narración) y la historia de los géneros en general no son distinguidos suficientemente de la forma literaria, y no pueden definirse con facilidad. Normalmente un género contiene varias formas y, además, está determinado esencialmente por una función sociológica más fija, y por eso su contenido se halla delimitado con más claridad. Así el evangelio constituye un género que está ligado a una manera biográfica de exposición, y no es apropiado para el desarrollo de un contenido meramente doctrinal. El puesto en la vida es sobre todo la liturgia de la comunidad. Una comparación con Lucas desde el punto de vista de la historia de los géneros muestra que él se aproxima a un género ajeno al NT, al de la biografía. Hay que tener en cuenta cómo las formas y los géneros no pueden aplicarse desde fuera a una determinada literatura (p. ej., el concepto de «leyenda» y de «fábula» está tomado de un ámbito cultural totalmente distinto y por eso no es apto para calificar los textos bíblicos), y cómo el uso de métodos nada tiene que ver con la pregunta por la historicidad de lo expuesto, pues se trata solamente de técnicas literarias. Para la ilustración del «contenido» de un texto pueden exponerse la historia del concepto y la historia del motivo, con ayuda del método de la historia de la religión y de la historia de la tradición. Por otro lado, la historia de la tradición se refiere también a estadios primitivos de la transmisión de un texto y así, complementada con el enfoque de la historia de la redacción, sirve para poner de relieve los estratos en el texto y sus respectivas teologías. La historia de la redacción pregunta en qué medida la tradición recibida por un autor ha sido transformada según su propio «sistema», el cual representa otra tradición. La finalidad del método histórico-crítico es así el poner de relieve la teología de cada autor, y su reconstrucción y penetración intelectual.

Es ya asunto distinto la investigación de la historia de la interpretación de un texto (en la liturgia, en los padres de la Iglesia, en los exegetas de las distintas confesiones). Llevado a una situación diferente, el texto presenta un matiz nuevo en cada caso. El exegeta sólo investiga la historia de la tradición de un texto hasta el punto final de su fijación literaria.

4. El problema de la unidad teológica

Sólo en forma esquemática y abreviada podemos hablar aquí de la pluralidad de teologías en el NT. Y con ello no se pone en duda que, en el primer origen y último fin de esas teologías, late una unidad sobre la cual la teología sistemática basa justamente su reflexión.

El NT mismo no es una unidad teológica. Esta diversidad no solamente afecta a las teologías desarrolladas tal como aparecen ahora, sino también a las tradiciones que laten tras ellas. Así, p. ej., ya Pablo unifica dos derivaciones distintas del concepto central «nueva alianza»: según 2 Cor ésta consiste en la ley pneumática de los corazones; según 1 Cor (caudal recibido), ella consiste en la purificación por la sangre de Jesús. Otro ejemplo típico es la pregunta relativa al acto por el que se transmite el bien salvífico, el -->Espíritu Santo: según Mc 1, 8 y Act 1, 2 por el bautismo escatológico del Espíritu; según Mateo y Pablo por el bautismo cristiano de agua; según el Evangelio de Lucas y el libro de los Hechos por la imposición de manos a partir de pentecostés. Sobre el terreno de tradiciones diversas, entre las cuales cabe distinguir una sinóptica de tipo judeocristiano, otra del judaísmo helenista y otra del cristianismo gentil, se configuraron distintas teologías.

Las distintas teologías del NT se dividen en tres grupos fundamentales: teología de Pablo (surgida entre los años 35 y 60 d.C.), teología sinóptica (del año 70 al 90 d.C.) y teología de ->Juan (hacia el año 100; cf. también: -> teología bíblica ii). Heb es un esbozo de tipo peculiar. Pero en todas estas modalidades fundamentalmente distintas el punto de partida común de la sistemática teológica es la muerte y resurrección de Jesús. Mientras que Mc retrocede desde ahí hasta la vida de Jesús, matizándola según su propia interpretación de esos sucesos (procedimiento que culmina en Juan), la literatura epistolar del NT y el Apocalipsis desarrollan el significado teológico de dichos sucesos sin preocuparse del material biográfico. Sólo en tres lugares invoca Pablo una palabra de Jesús, y en Sant 5, 12 aparece como exhortación de Santiago lo que en Mt (5, 33ss) era palabra de Jesús (una tradición común del judaísmo tardío sobre la prohibición de jurar es transmitida en Mt como palabra de Jesús, en Santiago como palabra de este apóstol y en Hen[eslav] como palabra de Dios o de Henoc). Pablo enseña por la autoridad de su condición de apóstol (que él fundamenta en el señor glorificado), mientras que en los sinópticos toda doctrina sólo puede proceder inmediatamente de Jesús mismo. Es además común a los tres tipos fundamentales que hemos mencionado el hecho de que los bienes salvíficos de la comunidad consisten en la posesión del Espíritu, que es la decisiva e innegable realidad nueva y el vínculo de unión entre un pasado cada vez más remoto (la vida, muerte y resurrección de Jesús) y un futuro todavía invisible. Evidentemente esta concepción sobre el Espíritu como bien salvífico está relacionada con diversas perspectivas acerca de la manera como el próximo -->reino de Dios se halla ya presente o es todavía futuro. Mientras que en el mensaje de Jesús el reino de Dios que está llegando es el acontecimiento salvífico central del futuro, después de la ->resurrección se considera que en principio la salvación se ha dado ya con la persona de Jesús. Sin duda Jesús en su propia posesión del Espíritu vio ya la irrupción del reino de Dios; y aquí tenemos también un germen prepascual de la cristología. Pero el peligro de las teologías posteriores a pascua en parte consistía en centrar unilateralmente la historia en la resurrección de Jesús, con pérdida de la perspectiva escatológica; los gnósticos sucumbieron ante este peligro (cf. p. ej., 2 Tim 2, 18). Frente a tales grupos Pablo acentúa la vinculación de la salvación, por una parte, a la existencia histórica de Jesús y a su muerte, y, por otro lado, al juicio, que todavía tiene un carácter futuro. Mc soluciona el problema del siguiente modo: El Espíritu ha sido infundido ya en Jesús y se muestra también en la operación de los doce; pero hasta el final no se comunicará a todos (Mc 1, 8). Según Act 2, este final fundamentalmente ya ha hecho su irrupción con la infusión del Espíritu en pentecostés. La pregunta por la legitimación de un tiempo intermedio tan prolongado antes del final, en la teología que sigue a Mc se hace cada vez más apremiante como el problema del así llamado retraso de la parusía. Le y Jn ven el tiempo de la Iglesia como el planeado y necesario período de salvación. Según Jn este tiempo es el del Paráclito, que esclarece y consuma las palabras de Jesús. Pero ya en Pablo la presencia del Espíritu en la comunidad no es distinguida de la presencia del Señor glorificado. Así el problema del tiempo intermedio y el de la función de la comunidad reciben una solución positiva independientemente del reino de Dios: con relación al reino de Dios la comunidad no se caracteriza solamente por el «todavía no» en lo referente a la universalidad, sino también por el hecho de que ya se ha producido en ella el retorno del Señor en virtud de la posesión del Espíritu, la cual coincide con los límites de la comunidad.

La diversidad de las teologías neotestamentarias tiene su origen, no sólo en la interpretación distinta del mensaje sobre el fin próximo, sino también en la diversa interpretación de la persona de Jesús y, junto con eso, en la concepción diferente que cada comunidad tiene de sí misma. Las cristologías quedan expresadas en una serie de títulos que en cada caso sólo designan un aspecto del contenido y que, en buena parte a causa de su prehistoria, no admiten una interpretación precisa. De origen prepascual son los títulos: rabbi, maestro, profeta, hijo de David, rey de los judíos; en boca de Jesús mismo aparece el título «Hijo del hombre» (pero solamente en tercera persona). El título más importante para el desarrollo posterior es «Hijo de Dios». Otros nombres son: siervo de Dios, Mesías, Kyrios, Cristo, redentor, el santo y el justo, cordero de Dios, sumo sacerdote.

Los títulos que las comunidades se dan a sí mismas están orientados a la relación de los discípulos con el rabbi Jesús antes de Pascua, como el concepto µathetai (discípulos), o establecen una analogía entre la comunidad e Israel, así, p. ej., los santos (Pablo, Act), los pequeños, los pobres (en el ámbito judeocristiano), los elegidos, los llamados, xristianoi, «ecclesia», hermanos y hermanas, pueblo de Dios, domésticos y amigos de Dios, extranjeros, nazareos, galileos. Sorprende el que el título de carácter personal en plural (santos, etc.) prevalezca sobre los conceptos singulares colectivos (ecclesia, pueblo).

Se interpreta diversamente en las distintas teologías sobre todo la muerte de Jesús. Los sinópticos sólo germinalmente desarrollan la importancia de la muerte de Jesús para la salvación de los cristianos; únicamente la fórmula «por muchos» en Mc 10, 45 y 14, 24 insinúa una función representativa de su muerte. Prevalece la interpretación del justo paciente. La muerte y la resurrección de Jesús todavía no son consideradas como una misma acción salvífica. En la cuestión de la salvación el acento principal recae sobre la resurrección. Juan en general evita los términos que indican «pasión», e interpreta la muerte de Jesús como glorificación y partida necesaria para la misión del Espíritu. Atenúa lo escandaloso de la muerte de Jesús en la cruz mediante circunlocuciones teológicas, entre las cuales se hallan expresiones «amar», «poner la vida» y «cordero de Dios», título indicador de dignidad tomado del AT (Is 53). Fue principalmente Pablo el que concibió la muerte de Jesús como decisiva condición previa para hacer posible la salvación: Por su muerte Jesús ha cargado con el poder del pecado, que desde Adán pesaba sobre la humanidad, y ha llevado la maldición de todos. Sin duda también aquí la muerte tiene la función de eliminar la maldición y la amartía. También en Pablo la posesión positiva de la salvación está ligada a la posesión del Espíritu, comunicada por la resurrección y la presencia del Señor glorificado. Bajo este aspecto la esfera de la sarx queda reprimida solamente en virtud de la esfera del Pneuma. Frente a la teología paulina el peculiar pensamiento fundamental de la epístola a los Hebreos es: que la muerte de cruz fue para Jesús una acción de sumo sacerdote, pues por esta muerte él pudo ganar la sangre en virtud de la cual le fue posible entrar en el santuario celestial y purificar la conciencia de los creyentes (Heb 9, 11-14). El Apocalipsis considera igualmente la sangre de Cristo como lo más importante en la muerte de Jesús, pues con ella son purificados los cristianos y es vencido su acusador; y, por otra parte, también la glorificación es concebida como victoria.

Aparte de estas diferencias doctrinales entre los autores, no hay que olvidar cómo los escritos neotestamentarios son tanto testimonios de la historia global del cristianismo primitivo como productos teológicos de sus autores particulares. Se da ahí un proceso de desarrollo que no sólo afecta a lo doctrinal, sino también a la constitución, a la liturgia y a la ética de las comunidades. Una mente dogmática no se admirará por las diferencias neotestamentarias en la interpretación de la salvación iniciada con Jesús, pues las teologías particulares en medio de la temporalidad y diversidad, dan testimonio de la revelación en Jesucristo, la cual de suyo es única, pero antes de la manifestación definitiva de la gloria se presenta necesariamente de manera multiforme. Según esto la tradición eclesiástica podría tener la misión de unificar de algún modo estas teologías, preparando así la unidad de la revelación final. Sin duda ese procedimiento de la tradición en lo referente a la dirección del movimiento difiere de la acción del exegeta, pues éste, al exponer las peculiaridades de las teologías, aunque reconoce la validez de la unidad creada por dicho procedimiento, sin embargo, muestra su carácter transitorio con relación al eskhaton. Ambos movimientos se complementan, puesto que la Iglesia, hasta que llegue el final ansiado, tiene que volver siempre la mirada hacia sus orígenes.

5. La historia de la interpretación

Todo uso de un escrito es ya una determinada interpretación. Los escritos del NT en primer lugar fueron usados (y son usados todavía) en la liturgia, donde quedan interpretados por su unión con otros textos. Una interpretación parecida se dio ya en la colección de los diversos escritos para constituir el -> canon, pues con ello se presuponía que estos escritos son de origen apostólico y no contienen herejías (gnósticas), de modo que pudieron ser aceptados por la Iglesia católica (canon Muratori); y se presuponía también que en esencia su contenido es idéntico. Luego fue especialmente la teología sistemática la que se apropió esta interpretación del NT, incluyendo también el AT. Una manera muy determinada de interpretación se da igualmente en la amplia historia del texto del NT, puesto que aquí se han realizado interpretaciones de mayor o menor importancia mediante modificaciones del texto mismo. En conjunto de manuscritos actualmente conocidos comprende 76 papiros, 250 códices unciales, 2595 minúsculos y 1909 leccionarios. Una especial exposición exegética del NT se ha realizado bajo la forma de traducción, de paráfrasis, de glosas, de escolios, de cadenas, de comentarios y apostillas. Una investigación propiamente científica del texto, cuyo fin no sea su utilización, sino la cuestión de la opinión del autor mismo, prácticamente se da desde Richard Simon (1693). Sus estímulos fueron recogidos en la época siguiente principalmente por autores protestantes, en primer lugar por J.S. Semler y J.D. Michaelis. El comienzo del siglo xix estuvo dominado por la tendencia crítica de Tubinga, sobre todo bajo la guía de F.C. Baur, y por la explicación mítica de D.F. Strauss. Las corrientes más importantes de la exégesis protestante de nuestro siglo son la «escatología consecuente» (J. Weiss, A. Schweitzer), la escuela histórica de la religión (Bousset), la escuela de la historia de las formas (Dibelius, Bultmann), y el retorno a la interpretación teológica en el programa de -> desmitización de R. Bultmann.

La exégesis católica floreció en el humanismo del siglo xvi; Richard Simon y la problemática planteada en la época de la ilustración tuvieron que quedar sin eficacia. Desde principios de nuestro siglo empieza a renacer la --> exégesis católica, particularmente con J.-M. Lagrange. Se han realizado trabajos especialmente importantes con relación a la historia del texto, a la historia de las traducciones y a la arqueología. La investigación crítica de los textos mismos ha sido estimulada sobre todo por la encíclica Divino of Plante Spiritu, de Pío xii (1943), y por la Constitución sobre la revelación del concilio Vaticano II.

BIBLIOGRAFIA: E. Kdsemann, Begründet der ntl. Kanon die Einheit der Kirche?: EvTheol 11 (1951-52) 13-21; M. Dibelius, Die Formgeschichte des Evangeliums (T 31959); R. Bultmann, Die Geschichte der synoptischen Tradition (Go 51961); Wikenhauser E; Bultmann; R. Schnackenburg, Neutestamentliche Theologie (Mn 1963); F. Hahn, Christologische Hoheitstitel. Ihre Gescbichte im frühen Christentum (Go 1963); K. Koch, Was ist Formgeschichte? (Neukirchen 1964); W. G. Kümmel, Einleitung in das Neue Testament (Hei 141965); H. Ristow - K. Matthiae (dir.), Der historische Jesus und der kerygmatische Christus (B 1960); J. Schreiner, Forma y propósito del NT. Introducción a su problemática (Herder Ba 1972).

Klaus Berger