EPISCOPALISMO
SaMun

I. Concepto

Por e. ha de entenderse ia doctrina según la cual el poder supremo de la Iglesia reside en la asamblea de los obispos, ya dispersa, ya reunida en -> concilio, y no exclusivamente en el --> papa (asistido por la -->curia romana). En el transcurso de los tiempos esta corriente de pensamiento ha adoptado formas muy diversas, algunas de ellas inaceptables.

II. Fundamentos de esta doctrina

El e. tiene sus fundamentos doctrinales en los más antiguos documentos de la vida de la Iglesia, y en el Nuevo Testamento mismo. De hecho, Cristo instituyó el colegio apostólico, cuyos sucesores son los obispos; sobre este fundamento está edificada la Iglesia (Ef 2, 20; Ap 21, 14). Pedro no está fuera del colegio; es uno de los «doce» y constituye su cabeza; por lo cual él recibe promesas especiales, y esto a título personal, por lo menos en el sentido de que no los recibe de los otros -->apóstoles, sino de Cristo mismo, que lo designa como piedra sobre la que está edificada su Iglesia. La autoridad del colegio apostólico no se opone, pues, a la de Pedro, sino que está fortalecida y garantizada por ésta. En Pedro como punto central encuentra el colegio la cohesión y la dirección. Los escritos de los padres apostólicos nos dan a conocer el ejercicio de la autoridad de los obispos, sucesores de los apóstoles. Según esos escritos el obispo no está «aislado», su influjo no se reduce estrictamente al territorio que le ha sido confiado. Su mirada debe dirigirse al bien común de toda la Iglesia, y esta responsabilidad toma forma en múltiples vínculos de comunión con los otros obispos. No pocos textos de Ignacio antioqueno y otros posteriores de Cipriano, Agustín, etc., han sido citados en este sentido por los teóricos del epicospalismo.

III. Historia

A pesar de la acción de los papas reformadores en el siglo XI y del reconocimiento unánime del poder supremo y universal del sumo pontífice, la edad media conserva no pocas corrientes episcopalistas, y de hecho no logra elaborar una síntesis coherente, en la que el poder del papa y el de los obispos se sitúen armoniosamente en el lugar que les corresponde. Con el pontificado de --> Aviñón, el -> cisma occidental y los conflictos con Felipe el Hermoso y Luis de Baviera, se fomenta el desarrollo de una teoría en la que se defiende la superioridad del concilio sobre el papa (--> conciliarismo). Se siente vivamente la necesidad de una reforma en la cabeza y en los miembros para retornar al antiguo derecho de la Iglesia y a la pureza primitiva. Los concilios de Pisa, de Constanza y de Basilea, los concordatos de Constanza (1418) y de los príncipes (1447 ), la pragmática sanción de Bourges (1438), etc., formaban poco a poco la documentación que luego invocarán los partidarios del e.: cf. Juan de París, Marsilio de Padua, Guillermo de Ockam, Gerson, Pedro d'Ailly, etc.

Fue sobre todo el ->galicanismo el que propagó las ideas episcopalistas. Los teólogos galicanos, sin poner realmente en duda el primado pontificio, insistieron -contra los excesos mismos de los ultramontanosen el episcopado de derecho divino y afirmaron a veces la superioridad del concilio sobre el papa, con la consecuente subordinación de éste a los cánones eclesiásticos. Las opiniones eran múltiples, desde la oposición muy moderada de Almain Tournély, Pedro de Marca y Bossuet, hasta la francamente heterodoxa de Richer.

En Alemania las corrientes episcopalistas se manifestaron sobre todo después del concilio de Trento y de la paz de Westfalia. El concilio, aunque reforzó en primer lugar la posición del papa, sin embargo también afirmó el origen divino del episcopado, sin precisar las relaciones entre el papado, el episcopado y el concilio. Aquí hay que citar a J.K. Barthel y a sus discípulos, G. Zallwein, Ph. A. Schmidt, Martin Gerbert. En el siglo xviri el representante más extremo del e. fue Febronius. En el siglo xix son los alemanes los que vuelven a descubrir, más allá del aspecto sociológico, tan caro a los ultramontanos (J. de Maistre, Rohrbacher, Guéranger, etc.), el aspecto sacramental de la Iglesia, en cuanto comunidad de vida con Cristo y el Espíritu Santo a través de los sacramentos. Ellos afirman, como lo hizo ya Bossuet, que no se puede partir de la analogía con las sociedades humanas para esclarecer la naturaleza de la Iglesia, y que aquí no basta la idea de autoridad. Esto lleva a descubrir nuevamente el misterio del episcopado y de su unidad. El principal artífice de esta renovación es J.A. Máhler.

En vísperas del concilio Vaticano i se produjo un nuevo despertar del e., promovido sobre todo por H.-L.-C. Maret y G. Darboy. El concilio confirmó algunas de sus ideas: origen divino del episcopado, límites de la infalibilidad del papa, -> jurisdicción ordinaria e inmediata de los obispos, como los auténticos pastores de su grey.

En el Vaticano II se hizo explícito en forma nueva el momento ortodoxo del e., y a la vez se produjo una delimitación frente a sus formas heterodoxas, mediante la afirmación de que por derecho divino el oficio apostólico se continúa en el colegio episcopal, que es superior a cada obispo en particular. «Es propio de los obispos el admitir por medio del sacramento del orden, nuevos elegidos en el cuerpo episcopal» (Vaticano ii, Lumen gentium, n .o 21). Este colegio está estructurado según la voluntad fundacional del Señor mismo. El centro y la cabeza es el obispo de Roma, que administra el oficio de Pedro. De esta manera en la Iglesia están unidos entre sí el elemento del primado personal y el sinodal. Esto se pone de manifiesto particularmente en la unidad del sujeto (colegial) de la suprema potestad docente y pastoral en la Iglesia, la cual es ejercida, o bien en forma colegial, o bien solamente por el papa como cabeza del colegio, aun cuando él la ejerza en un acto no colegial (-> magisterio eclesiástico, > concilio).

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Joseph Lécuyer