ENTELEQUIA

El concepto de e.( entelejeia) fue introducido en la filosofía por Aristóteles (--> aristotelismo i), que lo usa en diversos sentidos, aunque relacionados entre sí.

Nosotros entendemos por e. una tendencia esencialmente inmanente a un ser material por la que él está ordenado a un determinado fin (télos), p. ej., a su propia perfección individual o a la de su propia especie. El principio de e. muchas veces es llamado también principio de finalidad o teleología causalidad).

La pregunta de si hay una finalidad inmanente en el mundo físico es muy discutida. Aristóteles y la mayoría de los filósofos medievales y de los pertenecientes a la escolástica posterior suponen que todo ser material, sea orgánico o inorgánico, está determinado por la e. Pero posteriormente, en general, se ha rechazado la teoría de una finalidad inmanente en lo inorgánico, sobre todo porque en las ciencias físicas, tan desarrolladas, la idea de la causalidad final no desempeña ningún papel. En biología reina menos uniformidad. Los mecanicistas consideran al organismo vivo como una máquina complicada, y creen que él está sometido a las mismas leyes que lo inorgánico. Luego se ha querido extender también al hombre este punto de vista. Por otra parte los vitalistas defienden que el organismo tiene su propio principio de vida, el cual lo distingue esencialmente de la máquina y lo capacita para acciones auténticamente encaminadas a un fin. Actualmente la mayoría de los biólogos presuponen - por lo menos como hipótesis de trabajo - que toda actividad vital puede deducirse de las leyes físicas y químicas. La doctrina católica no admite que los actos «humanos» puedan estar plenamente determinados por leyes físicas, pero no toma una postura directa con relación a la vida no humana. En este campo los recientes progresos de la bioquímica hacen menos imposible que antes una explicación exclusivamente fisicoquímica; lo cual afecta también en muchos aspectos al proceso vital del hombre.

Con ello se alzan dudas frente a la estricta distinción tradicional entre procesos orgánicos, que están dirigidos por la e., e inorgánicos, que no lo están (con todo, esta pregunta no se identifica con la cuestión de una diferencia en general; y, quizá, incluso cabría hablar de dos formas esencialmente distintas de e.). Normalmente, o bien se admite una e. en todos los estadios del ser, o bien se rechaza para todos los estadios, exceptuando el humano. La primera parte de esta alternativa fue defendida con suma decisión por Teilhard de Chardin. Según él, todo el mundo corporal en su núcleo esencial está ordenado a la consumación de un único plan divino. Por eso lo inorgánico, en virtud de su naturaleza, tiende al nacimiento de órganos vivos; los organismos sencillos tienden a una evolución hasta el estadio humano; y el hombre a su vez está encaminado hacia una unidad social de tipo suprapersonal cada vez más estrecha con los demás hombres. Esta tendencia, que a causa de la --> encarnación está elevada al orden -> sobrenatural, se consuma finalmente por la unión del hombre con Dios en el cuerpo místico de Cristo (-> evolución, --> hominización). Todavía se halla en marcha la discusión de este esbozo.

Independientemente del resultado de tal discusión, hay que distinguir entre la e. verificable en las ciencias particulares, y el plano de la problemática trascendental, donde e. significa la ordenación, la referencia del espíritu, en el conocer y querer, a la realidad (-> ser, -> verdad, -> bien). Si ya en el primer plano la alternativa entre e. o no e. no puede decidirse por la ostensión de la causalidad física eficiente (aunque no queden allí lagunas), pues finalidad y causalidad (eficiente) no se excluyen mutuamente, sino que se complementan (por más que una ciencia particular haya de reducirse a un momento por razones de método), el segundo plano se substrae explícitamente a esta alternativa, pues él late ya en toda discusión del problema y la hace posible de antemano.

John Russell