CIENCIA, TEORÍA DE LA
SaMun


La reflexión sobre la -> ciencia pertenece desde siempre a la filosofía. Por primera vez en la edad moderna, principalmente desde Kant, de un análisis lógico de la c. se espera información sobre la peculiaridad del conocimiento humano. Esto es lo que Kant formula bajo la pregunta por la posibilidad de juicios sintéticos a priori. Según Kant, tales juicios son la base imprescindible de las afirmaciones generales de la c. matemática. Por su éxito, su justificación está fuera de duda. Más tarde, en la reflexión acerca de la c., se presentaron sobre todo las siguientes
tendencias:

Una dirección que sigue la línea de la filosofía transcendental, investiga las condiciones apriorísticas de las c. Fichte ve la filosofía como «doctrina de la c.» o como «c. sobre la c.». La filosofía pregunta: «¿Cómo es posible el contenido y la forma de una c., es decir, cómo es posible ella misma como c.?» Según Trendelenburg todas las c. llevan «en su objeto presupuestos metafísicos y en su método presupuestos lógicos... La cuestión de qué legitimación tienen los presupuestos y de cómo se da una tal unificación (de objeto y método) exige una t. de la c., la cual puede llamarse lógica en sentido amplio». En este sentido, según K. Rahner, «la cuestión de la t. de la c. siempre es también la pregunta por la naturaleza auténtica de la c. como una actuación humana». Esta tendencia en la t. de la c. es tomada en consideración sobre todo por la metafísica del conocimiento.

Una dirección que se orienta más por las concretas c. particulares, se dedica al análisis lógico de las c. Bolzano todavía concibe la t. de la c. en una forma muy general y la describe como «el conjunto de todas aquellas reglas según las cuales debemos proceder en la tarea de la división de todo el dominio de la verdad en ciencias particulares y en la exposición de las mismas en manuales propíos». Pero pronto el interés se concentra ante todo en las cuestiones que se plantean por la investigación de las bases de la matemática y de la física. Están en primer plano, no consideraciones generales de tipo filosófico, sino investigaciones detalladas de conceptos y teorías particulares. La historia de la c. ofrece para ello valioso material de investigación. Tales investigaciones en general son consideradas actualmente como t. de la c. Referimos a continuación algunos puntos de vista que han sido elaborados a este respecto y que tienen importancia también para la filosofía y la teología.

Frente a una orientación unilateral de la t. de la c. de cara a las c. naturales, la escuela neokantiana de Baden y Guillermo Dilthey pusieron de relieve la peculiaridad de las c. del espíritu (--> ciencia, -> historia). Para la filosofía y la teología esto adquirió importancia sobre todo por el círculo de problemas de la -> hermenéutica.

1. Base axiomática

Las investigaciones sobre los fundamentos preguntan dónde se apoyan el sentido y el valor de las afirmaciones científicas. Puesto que el valor de las afirmaciones, en cuanto se deriva de otras afirmaciones, es investigado por la lógica, aquí se requiere en primer lugar un análisis lógico. Para ello se echa mano actualmente de los medios de la lógica moderna.

a) Axiomas. Si en una serie de enunciados hay algunos que se derivan de otros, cabe ordenarlos por el orden de deducción. Los enunciados no deducidos pero que sirven de base para deducciones, se llaman principios o axiomas. Los «elementos de la geometría» de Euclides son un ejemplo clásico de esa construcción axiomática de una c. De igual modo pueden investigarse también los conceptos que aparecen en una c. analizando cuáles de ellos se definen por otros. Así se llega a los conceptos fundamentales.

b) Aspecto objetivo y formal de los axiomas. Euclides consideró los axiomas como evidentes. Esto presupone que el sentido de los conceptos (fundamentales) usados en los axiomas es suficientemente conocido y que el valor de éstos queda garantizado por la evidencia. Sin embargo, la confianza en ese elemento intuitivo ha perdido firmeza. Se ha puesto de manifiesto que uno de los axiomas usados por Euclides, a saber, el de las paralelas, es substituible por otros que no pueden conciliarse con él; así surgen sistemas no euclidianos de geometría, que luego son utilizables también en la física. A esto se le da la explicación de que las teorías científicas no reflejan inmediatamente los hechos objetivos, sino que constituyen un esquema ideal y simplificado de los mismos. Y así Hilbert invierte la relación entre concepto y proposición. A diferencia de la consideración objetiva de los axiomas, en el enfoque formal de los mismos no está en primer plano un saber acerca del sentido de los conceptos fundamentales, sino que se hallan en primer término los axiomas a través de los cuales se juzga que quedan implícitamente definidos los conceptos fundamentales. O sea, para ese enfoque, lo más importante está en las relaciones entre los conceptos, expresadas en los axiomas. Por eso el sistema axiomático formal es utilizable allí donde una interpretación de los conceptos fundamentales convierte los axiomas en proposiciones verdaderas. Si esa proposición donde se cumple el axioma se refiere a hechos verificables por la experiencia, entonces se habla de un modelo real.

c) Antinomias y no contradicción. Maneras de deducción que intuitivamente parecen plausibles y que antes eran utilizadas sin reparos por las matemáticas, se han hecho problemáticas. Pues con ellas podían deducirse afirmaciones que se contradecían mutuamente (antinomias). Pero si de un sistema puede deducirse una contradicción, éste pierde su sentido, pues de una contradicción se saca cualquier principio, de manera que ya no cabe distinguir entre principios deducibles y no deducibles. Así se hizo necesario formular exactamente las maneras de deducción y plantear la cuestión de si en un sistema en el que se hace uso de ellas se puede demostrar que él está libre de contradicción. Han sido intentados diversos caminos. Recurriendo a signos aritméticos, de la no contradicción de la aritmética se ha logrado deducir que ciertos sistemas axiomáticos de la geometría no euclidiana están libres de contradicción. Con esta finalidad se dio a los conceptos fundamentales de la geometría una interpretación aritmética donde se cumplen los axiomas. A un modelo así, que es de tipo lógico o matemático, se le llama modelo formal.

Mas para mostrar la no contradicción en la aritmética misma hay que seguir otro camino. Se busca aquí (Lorenzen, Hao Wang) una salida constructiva usando solamente las formas seguras de deducción, con las cuales se substituyen las dudosas. Se presentan como dudosas ante todo las maneras de deducción en las que una totalidad (infinita) de objetos (p. ej., números) es considerada como si se diera de antemano. Esto sucede en ciertas formas de demostrar indirectamente la existencia de algo, donde se presupone que en un grupo de objetos a ninguno de ellos corresponde una determinada propiedad, o también que hay uno -sin necesidad de saber cuál- al que le corresponde esa propiedad. Son igualmente dudosos los enunciados en los que un predicado es afirmado o negado respecto del mismo predicado, o bien enunciados que se refieren a sí mismos. Con la distinción entre «lenguaje objetivo» y «metalenguaje», a través del cual se habla sobre el primero, ciertamente se excluye la referencia de un enunciado a sí mismo, pero a la vez se pone ahí de manifiesto la limitación de todo lenguaje que obedece a normas rigurosas. La dificultad de que para una elaboración estricta de un lenguaje se debe disponer ya de un metalenguaje y, para la elaboración estricta de éste, de un metametalenguaje, etc., Lorenzen intenta superarla desde su punto de vista operativo y replica: Para aprender una lengua, no siempre se debe presuponer otra lengua. Un metalenguaje por el cual nosotros hablamos sobre un lenguaje puede introducirse en el acto de construirlo.

d) A priori. Desde el punto de vista de los axiomas formales, éstos se presentan como convenciones, en las cuales no hay que preguntar por su validez, sino, a lo sumo, por su utilidad. Desde el punto de vista operativo esto queda ulteriormente matizado en el sentido de que, ciertamente se requieren algunas estipulaciones lingüísticas, pero con relación a otros enunciados, que por lo demás son considerados solamente como convenciones, se puede demostrar que están necesariamente unidos con el uso de tales estipulaciones. A ellos pertenecen, según Lorenzen, importantes presupuestos de la lógica, de la aritmética, de la geometría e incluso de la cinemática y de la mecánica. Aquí no se trata de proposiciones empíricas, pues no se basan en la observación, sino de enuncíados que posibilitan la formulación de la observación. Pero tampoco se trata de puras estipulaciones y de deducciones analíticas a partir de ellas. Los enunciados pueden considerarse como reconstrucción de lo que normalmente llamamos juicios sintéticos a priori.

2. Base experimental

a) Verificabilidad empírica. El progreso de la física hacia la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica fue posibilitado por el hecho de que se sometieron a crítica algunos conceptos, p. ej., el de simultaneidad, el de la correspondencia entre magnitudes físicas y partículas subatómicas. La crítica consistió en el hecho de que el investigador no se contentó con el sentido de estos conceptos, tenido intuitivamente por evidente, sino que preguntó cómo es posible comprobar qué conceptos puedan afirmarse o negarse. Esta cuestión trajo consigo una modificación y una precisión del sentido de dichos conceptos. Con ello fue posible abordar problemas anteriormente no resueltos. Esta observación y el hecho de que en la c. se trata de enunciados comprobables, hacen obvia la exigencia de que la determinación del sentido de una proposición científica y de los conceptos usados en ella deba depender del método de comprobación o verificación de tales proposiciones. El análisis de los fundamentos de la validez de una c. tiene por tanto una importancia básica para determinar el sentido de los enunciados científicos.

b) Conceptos teóricos. Una aplicación rigurosa del principio de verificación trajo consigo dificultades. Los enunciados generales de las leyes en principio no son totalmente verificables. Según Popper, para su comprobación se exige solamente, que ellos posibiliten predicciones exactas (relevancia prognóstica) y que, con ello, por lo menos en principio pueda concebirse la posibilidad de que, al no cumplirse lo predicho, quede demostrada su inexactitud (falsificabilidad) . También topó con dificultades el intento de definir las nociones de las ciencias naturales mediante conceptos basados en la observación. Los conceptos de propiedad («elástico», «conductor eléctrico», «soluble en agua») tienen que introducirse, según Carnap, a base de postulados de significación, los cuales no determinan totalmente el sentido pleno de estos conceptos a partir de afirmaciones empíricamente comprobables, sino que sólo indican algunas condiciones del uso justificado o no uso de los mismos. Esto condujo a la interpretación de las teorías científicas experimentables que frecuentemente recibe el nombre de esquema doble de las teorías. Lo cual significa que una teoría abarca conceptos tanto empíricos como teóricos. La teoría abarca un lenguaje de observación, en el cual hay conceptos empíricos y se formulan enunciados que son directamente comprobables por la observación. Pero la teoría contiene también un lenguaje teórico, con conceptos cuyo sentido inicialmente queda fijado en forma axiomática. Por esto se necesitan además reglas de correspondencia, las cuales establecen la unión entre estos dos lenguajes, de manera que de la teoría puedan deducirse proposiciones experimentalmente comprobables.

c) La estructura lógica de una explicación científica de lo empírico está en que la proposición en la cual se formula el dato que ha de explicarse, pueda deducirse lógicamente de las leyes enunciadas en la teoría, una vez conocidas las condiciones concretas que caracterizan el caso. Desde este punto hay un parecido entre explicación y predicación.

Frente a una concepción demasiado simplista del esquema doble de las teorías se han resaltado los siguientes puntos de vista: Respecto al lenguaje de observación, es cierto que él mismo no depende de elementos teóricos sacados de teorías en concurrencia mutua, los cuales queden comprobados o descubiertos como falsos por el recurso a la observación. Sin embargo, Feyeramend y Sellars llaman la atención sobre el hecho de que no puede deducirse de ahí que el lenguaje de observación no contenga en absoluto ningún elemento teórico. Con relación al lenguaje teórico hay que tener en cuenta cómo no todo lo que en él se fija axiomáticamente es estipulación arbitraria. Hay que distinguir entre: a) Convenciones lingüísticas; b) enunciados necesariamente unidos con ellas; c) enunciados donde toma cuerpo el contenido científico de la teoría.

d) Teoría y realidad. Generalmente, además de la interpretación delimitada por las reglas de correspondencia, a las expresiones del lenguaje teórico se les da otra interpretación que presta atención al valor de los axiomas. Se habla entonces de un modelo de esta teoría. El carácter de conocimiento teórico de tales modelos es valorado en diversas formas. Antes se tenía por imprescindible un modelo mecánico y se creía que con él quedaba adecuadamente captada la realidad física (interpretación objetiva de una teoría). La dificultad en encontrar modelos mecánicos y la posibilidad de aducir distintos modelos, llevaron a que se considerara a éstos como simples ayudas para la representación, sin ningún valor cognoscitivo que rebase lo expresado en el formalismo de la teoría (interpretación formal: la teoría es sólo un medio de exposición de lo observable). Sigue un camino medio la interpretación objetiva limitada, la cual considera los modelos como exposición análoga de la realidad captada en la teoría, sin que del modelo puedan sacarse inmediatamente consecuencias para la realidad, si éstas no se desprenden de la teoría misma.

3. Aplicaciones

En la aplicación de la t. de la c. a la filosofía y a la teología hay que tener en cuenta la diferencia entre el carácter peculiar de estas disciplinas y el de las ciencias experimentales. En general se ha acentuado excesivamente la diferencia, de modo que, por desgracia, hay pocas investigaciones sobre las semejanzas. Por eso hemos de limitarnos a algunas indicaciones.

a) Explicación metafísica. Mientras que en las ciencias experimentales se desarrollan teorías que son suficientes para derivar de ellas lo que ha de explicarse, y así tales teorías permiten hacer prognósticos, la -> metafísica busca las condiciones necesarias de lo fáctico. Su función no es prognosticar, sino integrar. Esta ciencia debe mostrar explícitamente cómo una determinada concepción (o visión del mundo) interpreta unitariamente todo aquello con lo que el hombre tiene que relacionarse en su vida, y así puede ofrecer una orientación para una configuración de la vida llena de sentido. Una comprobación de los enunciados relativos a una visión del mundo, importante también para determinar el sentido de tales enunciados, se produce verificando la autenticidad de su función integrante. Así, p. ej., no puede excluirse de antemano un ámbito de la experiencia humana. Como, por tanto, la verificación debe estar abierta a la totalidad de la experiencia humana, la comprobación de enunciados relativos a una visión del mundo es menos intersubjetiva que en las ciencias experimentales. La tarea de la metafísica está, pues, no en ofrecer una visión concreta del mundo, sino en mostrar las condiciones necesarias para las concepciones con una función integrante. En las concepciones filosóficas aparecidas en la historia hay que distinguir entre su sentido fundado y necesario para la integración, por un lado, y su modelo de representación históricamente condicionado, por otro lado.

b) Teología como teoría. Si preguntamos por la semejanza de la -->teología con el doble esquema de la teoría, cabe formularla en los siguientes términos: al lenguaje de observación corresponde el lenguaje religioso, en el cual quedan expresadas las bases de la inteligencia de la fe. La teología procura alcanzar una intelección y para ello, mediante su peculiar lenguaje teórico, elabora una interdependencia que debe ser de tal índole, que la concepción de la fe formulada en ella se acredite por su confrontación con los enunciados religiosos básicos. Así la distinción entre teología positiva y especulativa correspondería a la distinción entre física experimental y teórica. Hay un positivismo de la revelación que interpreta la teología como mera sistematización formal de los enunciados contenidos en las fuentes de la revelación. El cometido de la filosofía en la teología consiste en el desarrollo de lo necesariamente implicado en determinados planteamientos de las cuestiones y estipulaciones lingüísticas. Y sobre todo cae bajo su cometido todo lo relativo a una explicación metafísica. Pero eso lleva consigo la vinculación a todo el campo de la experiencia humana y a otras concepciones del mundo. Esta vinculación ha de tenerse en cuenta al determinar explícitamente el sentido de las fórmulas teológicas. Además, no ha de pasar desapercibido el elemento teórico en el lenguaje de observación. Esto hace comprensible la importancia de una --> hermenéutica de las fuentes de la revelación.

Otto Muck