BIBLIA
SaMun


A) Crítica bíblica.

B) Cronología bíblica.

C) Geografía bíblica.

D) Historia bíblica


A) CRÍTICA BÍBLICA

La Biblia contiene el mensaje de Dios a la humanidad, pero este mensaje adopta la forma de toda una literatura que, si bien inspirada por Dios, está no obstante compuesta a la ordinaria manera humana. Se escribió hace dos o tres mil años, por personas y para personas que vivían en condiciones históricas, sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas muy distintas de las nuestras. Si bien los autores poseían sus propios recursos personales de fantasía y de inteligencia, su lenguaje, psicología, punto de vista e intención, sin embargo estaban también sujetos a las ideas y corrientes de pensamiento, como también a las formas y modos literarios de composición de su época. La sociedad a que pertenecían estaba en constante evolución, profundamente influida por la cultura y la mentalidad de las diferentes sociedades con que estaban en contacto: esto aparece más y más claramente a medida que vamos conociendo mejor sus literaturas, gracias a los descubrimientos arqueológicos.

Añádase a esto que los textos bíblicos originales se perdieron hace ya mucho tiempo, y actualmente sólo nos quedan copias, algunas hechas sólo unos pocos siglos después del original y otras hasta veinte siglos posteriores a él; estas copias han estado además expuestas a todos los azares que acompañaron la transmisión de cualquier otro documento antiguo. Todo esto debe tomarse en consideración antes de poder comprender debidamente el mensaje divino de la B., formulado y transmitido en forma tan humana. Tal es el objetivo de la crítica bíblica.

1. Crítica textual. Éste es el primer paso: se trata de restablecer, en cuanto sea posible, el texto original. Las diferentes copias que se conservan contienen numerosas variantes, debidas a inevitables errores de los escribas (adiciones, omisiones, permutaciones de letras por razón de la antigua escritura hebrea y aramea, haplografía, dittografía, homoiotéleuton, homoiarcton) y a alteraciones tendenciosas (para armonizar textos paralelos, facilitar lecturas difíciles, corregir lo que parecía haberse corrompido o lo que no estaba de acuerdo con los puntos de vista doctrinales, u otros, del copista; y por la misma razón se producen también omisiones). Hay que evaluar las diferentes lecciones; hay que compararlas con variantes contenidas en traducciones tempranas basadas con frecuencia en textos más antiguos y a veces mejores, que se han perdido, o halladas en citas de antiguos escritores judíos o cristianos de los primeros tiempos. Así es como tratamos de obtener una edición crítica standard del texto original de la Escritura.

Las mejores ediciones completas actualmente asequibles son: del AT, R. KITTEL, Biblia Hebraica (Leipzig 1905-6, Stuttgart "1962); de los LXX, H.B. Swete (Cambridge 18871894), y A. Rahlfs (Stuttgart 1935, '1962); y del NT, E.F. Westcott-F.J.A. Hort (Cambridge 1881), Ed Nestle (Stuttgart 1898, 211963), H.J. Vogels (Düsseldorf 1920, 41955), y A. Merk (Roma 1933, 81957).

Estas ediciones deben mejorarse a la luz de los descubrimientos e investigaciones recientes. Los rollos del mar Muerto (-> Qumrán) hallados entre 1947 y 1956, han proporcionado gran número de manuscritos hebreos, en su mayoría muy fragmentarios, de todos los libros de la B. hebrea, excepto Ester, que datan desde fines del s. iti a.C. al 68 d.C.; por tanto algunos de ellos son diez siglos más antiguos que los manuscritos conocidos hasta ahora. En general corresponden al texto masorético normal de la edición de Kittel, pero presentan algunas lecciones divergentes en conformidad con los LXX o con el Pentateuco samaritano, o con los dos, mostrando así el valor de ambos. Los rollos han proporcionado también fragmentos del texto hebreo del Eclesiástico, fragmentos hebreos y arameos de Tobías, unos pocos textos fragmentarios griegos y quizá algunos otros textos no publicados todavía. La mayor parte del Eclesiástico hebreo y otros fragmentos de manuscritos bíblicos se habían descubierto en la guenizá de una sinagoga de El Cairo (1896-98); estos textos todavía no han sido publicados todos ni estudiados debidamente. Todo este material debe tomarse en consideración para preparar una edición crítica cada vez más completa del AT. Pero una edición perfecta no será posible en tanto no se hayan editado también críticamente los LXX, todas las antiguas versiones y traducciones, y las obras de autores como Filón, Josefo y los escritores cristianos primitivos. Aquí mencionaremos las dos grandes ediciones críticas de los LXX en curso de publicación: A.E. Brooke-N. McLean-H.St.J. Thacqueray (Cambridge 1906ss), y la de la Academia de Gotinga (Stuttgart 1926ss), la segunda de las cuales tiene un aparato crítico más extenso; como también las ediciones críticas de la Vetus Latina (Friburgo de Br., 1949ss) y de la Vulgata (Roma 1926ss).

2. Crítica literaria. El objetivo de esta crítica es el de formarse la debida idea acerca de la composición literaria de los diferentes libros de la B. Una lectura atenta de la mayoría de ellos revelará no pocas discrepancias: desigualdades en la estructura, conexiones o transiciones defectuosas entre frases y perícopas, diferencias de vocabulario, lengua y estilo, diferencias en ideas y situaciones religiosas, cultuales, éticas, jurídicas o culturales, discrepancias históricas y cronológicas, duplicados, textos paralelos, y hasta francas contradicciones. Tales libros debieron ser compuestos a base de diferentes textos que anteriormente existían por separado. Con la ayuda de la abundante literatura que hoy conocemos del próximo Oriente antiguo, los investigadores han tratado de averiguar los distintos componentes que integran cada libro sagrado (p. ej., fuentes escritas o tradiciones orales), así como delimitar la parte que se ha de atribuir a los autores, compiladores y editores para determinar así el carácter, el objetivo y el período de los escritores y de los diferentes estratos del material, y, finalmente, identificar y analizar las formas o géneros literarios de éste.

Por lo que se refiere al AT, hay que distinguir ciertos tipos elementales de otros más cuidados de poesía: cantos primitivos, y literatura sapiencial, profética y sacerdotal; y también cabe descubrir allí diferentes especies de leyes, así como diversas clases de narración: mito, leyenda (ambos en un determinado sentido), epopeya, fábula, narraciones etiológicas, cuentos literarios, midrasím, cuentos populares, relatos históricos.

En cuanto al NT, los investigadores distinguen: logia, o dichos sapienciales, escatológicos y apocalípticos; prescripciones legales y disciplinarias; dichos en primera persona; parábolas, alegorías y narraciones (apotegmas, ejemplos, narraciones de milagros); prosa rítmica (himnos, bendiciones, doxologías, acciones de gracias); pasajes autobiográficos; fórmulas epistolares, retóricas, etc.

El estudio de las formas literarias ha hecho grandes progresos desde la introducción de la crítica formal o del método de la historia de las --> formas. Éste pone todo su empeño en identificar la naturaleza, intención, aplicación y significación de las unidades literarias fundamentales, en descubrir su «puesto en la vida» del pueblo antes de su fijación escrita. Usado primeramente por H. Gunkel (p. ej., en el «comentario al Génesis», 1901), luego fue aplicado por investigadores del AT, como H. Gressmann, J. Hempel, A. Alt y G. von Rad para descubrir las leyes de la formación del AT; y pronto quedó complementado con el método histórico de la tradición (M. Noth), que trata de penetrar en la historia preliteraria de dichas unidades fundamentales, para estudiar exactamente su nacimiento, sentido y fin en la fase de la tradición meramente oral. La gran importancia de la tradición oral ha sido subrayada también por estudiosos escandinavos (I. Engnell, G. Widengren, H. Riesenfeld).

Martin Dibelius, en el curso de su trabajo sobre las ideas de J. Weiss (expresadas en su artículo Literaturgeschichte des NT en «RGG» 1912), titulado Die Formgeschichte des Evangeliums (1919), introdujo la «crítica formal» en el estudio de los Evangelios (véase crítica de los -> Evangelios). Pronto le siguió Rudolf Bultmann (Die Geschichte der synoptischen Tradition, 1921). Dibelius fue también el primero en extender el método al resto del NT. Se apropiaron el método M. Albertz, K.L. Schmidt, G. Bertram y otros. El movimiento había sido siempre asunto preferentemente alemán, y sus métodos y especialmente sus resultados con relación a los Evangelios fueron recibidos con gran reserva, p. e., en la escuela más conservadora de los exegetas ingleses; véase, sin embargo, V. Taylor (The formation of the Gospel Tradition, 1933) y C.E.D. Moule (The Birth of the NT, 1962). El método estudia sobre todo el puesto de los diversos sermones y formas litúrgicas en la vida de la comunidad primitiva (-> cristianismo primitivo); se propone conocer cómo se entendieron e interpretaron allí y entonces las palabras y acciones de Cristo, y a la vez mostrar cómo y en qué medida este material fue transformado de cara al fin de la composición de los Evangelios. Acerca de la aplicación de la crítica formal al estudio de las epístolas de Pablo podemos remitir a B. Rigaux.

3. La crítica literaria, incluida su evolución hacia la crítica formal y la historia de la tradición, requiere el complemento de la crítica histórica. Ésta investiga el medio histórico en que aparecen las formas literarias, que a su vez sólo puede conocerse mediante un fino análisis de las mismas. Pero con relación a la B. la crítica histórica va mucho más lejos, su meta es examinar con exactitud la esencia, el significado, la intención y el ámbito de validez de la historia bíblica, tal como ésta se presenta en cada libro sagrado, y confrontar esto con todo lo que sabemos acerca de la evolución histórica, la religión y la cultura del próximo Oriente antiguo, al que pertenece la B. Sobre este particular merecen mención las siguientes obras: J. PEDERsEN, Israel, its Lile and Cultura, 192640, y R. DE VAux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1965.

Indudablemente la crítica bíblica ha alcanzado grandes resultados comúnmente aceptados en la actualidad, ampliando además y profundizando notablemente nuestra inteligencia de lo que querían decir los autores sagrados. Determinadas teorías e hipótesis particulares debieron ser abandonadas y corregidas por investigadores posteriores. La exégesis católica deberá por tanto ser prudente en el uso de los nuevos métodos. Podrá usarlos teniendo en cuenta que éstos frecuentemente han sido desarrollados bajo presupuestos filosóficos y teológicos extraños para su mundo intelectual. El uso crítico de estos métodos está también en armonía con la encíclica Divino af flante spiritu (del 30 de septiembre de 1943), la cual pide a los exegetas católicos que agoten todos los recursos de la historia, de la arqueología, de la etnografía, etc., para determinar exactamente las formas literarias usadas en el AT. La reciente instrucción de la -> Comisión Bíblica acerca de la verdad histórica de los Evangelios (del 21 de abril de 1964, AAS 56 [ 1964 ] , 712-718), no sólo invita a los exegetas a extender el método de la crítica histórica al NT, sino que además les aconseja que traten de «descubrir cuáles son los elementos sanos contenidos en el método de la historia de las formas, para aplicarlos rectamente en orden a una más plena inteligencia de los Evangelios».

Petrus Gerard Duncker

 

B) CRONOLOGÍA BÍBLICA

En la Sagrada Escritura, especialmente en el AT, no faltan indicaciones cronológicas, pero es difícil encuadrarlas en un sistema cronológico fijo.

I. Cronología relativa

A ejemplo de lo que se hacía en Egipto y en Babilonia (y Asiria), también en Israel las fechas se indicaban a veces tomando como punto de referencia acontecimientos importantes (Am 1, 1: terremoto, Is 20, ls: toma de Asdod), pero más normalmente guiándose por los años de gobierno de los reyes de Israel y de Judá (Re, Par, profetas preexílicos), así como de Babilonia o Persia (Dan, Ag, Zac, Esr, Neh). Ezequiel indica las fechas con relación a los años de la (primera) deportación judaica; 1 y 2 Mac datan conforme a la era Seléucida (otoño del 312 o primavera del 311 a.C.). En el año 170 de esta era (143-142 a.C.) los judíos hicieron una cronología propia según los años de gobierno del sumo sacerdote Simón (1 Mac 13, 41s). En el modo de contar los años de reinado se distinguen los sistemas de antedatación y de posdatación; en el primero, usado en Egipto hasta la época persa, el tiempo entre la muerte del predecesor y el comienzo del año civil era contado lo mismo como el último año del predecesor que como el primero del sucesor. En la postdatación el período desde la subida al trono hasta el año nuevo era llamado «comienzo del reinados, y el año primero del reinado comenzaba a partir del año nuevo. La posdatación se usaba en Asiria y Babilonia y también en Judá, al menos al final de la monarquía (cf. Jer 26, 1 49, 34) y tal vez desde el principio.

II. Sincronismos

Sincronismos con la historia del antiguo oriente y con el imperio romano precisan y amplían la cronología bíblica relativa. Los anales asirios nos cuentan que el rey Salmanasar iit en el sexto año de su reinado (853) venció en Karkar a los sirios confederados, y entre ellos al rey Ajab de Israel, y que el mismo Salmanasar en el año 18 de su reinado (841) recibió el tributo del rey Yehú de Israel. El rey Yosías murió en la batalla contra el Faraón Necao (dinastía 26; 2 Re 23, 29; 2 Par 35, 20-24), y según la así llamada «crónica gádico-babilónica> esta batalla se dio en el año 17 de Nabopolasar de Babilonia, por tanto en el 609. La crónica babilónica editada por Wiseman, nos habla de la batalla de Karkemis (Jer 46, 2) y de la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (2 Re 24, 10-12). En el NT, Mt y Lc narran que jesús nació durante el reinado de Herodes; Lc 3, 1 dice que el año 15 de Tiberio comenzó la predicación de Juan Bautista; y según Act 18, 12, cuando Pablo estuvo por primera vez en Corinto, Galión era procónsul de Acaia.

III. Cronología absoluta

Para traducir los datos temporales del antiguo oriente a la cronología cristiana es necesario recurrir a la astronomía. Con tablas astronómicas en la mano podemos determinar el momento de la salida de Sirio en Egipto o de Venus en Babilonia y el tiempo de los eclipses de sol y de luna a los que se hace alusión en los antiguos documentos orientales. De este modo se ha podido calcular que el eclipse solar del año nueve del rey asirio Asurdán iii se produjo el 15 de junio del 763 a.C. Y a base de esta fecha absoluta podemos entre otras cosas traducir la cronología relativa de los asirios a datos utilizables por nosotros. Los sincronismos nos ayudan a proceder en forma parecida con otras fechas orientales y bíblicas.

IV. Cronología particular de los diversos períodos de la historia bíblica

1) Patriarcas: Tanto los usos y costumbres como la arqueología del Négueb parecen indicar el período medio de la época de bronce (2200-1500 = imperio medio en Egipto; coincidiendo con la invasión de los hicsos); y hablando con más precisión, seguramente desde el 1800. La identificación del rey Amrafel, contemporáneo de Abraham (Gén 14, 1), con Hammurabi de Babilonia (1728-1686) es problemática.

2) Salida de Egipto y conquista de la tierra prometida. La situación política del próximo oriente y la arqueología hablan más a favor del s. xiri (dinastía 19) que del s. xv (din. 18), a pesar de 1 Re 6, 1 y Jue 11, 26.

3) Época de los Jueces: debió desarrollarse alrededor de los s. xii y xi; las fechas del libro de los jueces no ofrecen una base segura para una cronología.

4) Monarquía. El comienzo de la construcción del templo en el cuarto año de Salomón (1 Re 6, 1. 37) ofrece un cierto punto de apoyo para la cronología de los principios de la monarquía, pues, según las informaciones de Flavio Josefo (Ap 1, 17, Ant 8, 3, 1), de Justino (s. iii d.C.; Epitome Pompei Trogi 18, 6. 9) y de los mármoles de Paros, la construcción comenzó el año 696 o el 968 (o según otros datos el 959). De ahí se deduce que Salomón reinaría entre el 972 y el 932 aproximadamente (cf. 1 Re 11, 42), y David sobre los años 1012-972 (cf. 1 Re 2, 11).

La división del reino se produciría por el año 932. En los libros de los Reyes y en las Crónicas (Par) hallamos muchos sincronismos entre los reyes de Israel y los de Judá, pero estos escritos presentan muchos problemas no resueltos. En 722 (y 720) cae Samaría y desaparece el reino del Norte. En 701 el rey asirio Senaquerib pone sitio a Jerusalén.

El 16 de marzo del 597 los babilonios toman por primera vez la ciudad de Jerusalén; a mediados del 586 la conquistan de nuevo y destruyen el templo, y a continuación se produce el exilio babilónico.

5) Exilio babilónico: del 597 ó 586 al 536.

6) Período persa: entre el 539 y el 331; el decreto de Ciro en el 538 permite el regreso; la primera caravana regresa en el año 536; reconstrucción del templo entre el 520 y el 515; Nehemías en Jerusalén el año 445; Esdras en Jerusalén el año 458 o el 398.

7) Período helenístico: 331-166. Los judíos están bajo el dominio de los Ptolomeos hasta el 200 y bajo el de los Seléucidas hasta el año 166.

8) Época de los Macabeos y Hasmoneos: 166-63. Judas Macabeo del 166 al 161, Jonatán del 161 al 142, Simón del 142 al 135, Juan Hircano 1 del 35 al 104. En el año 63 Pompeyo toma la ciudad de Jerusalén.

9) Período romano: del 63 a.C. hasta el 70 d.C. Herodes el Grande reina entre el 40 y el 4 a.C.; Arquelao es etnarca desde el 4 a.C. hasta el 6 d.C.; Poncio Pilato actúa como procurador de Judea del 26 al 36; el año 70 se produce la destrucción de Jerusalén por Tito.

10) Cronología de la vida de Jesús:

a) Nacimiento: Según Mt 2, 1 y Lc 1, 5. 26 -> Jesucristo nació durante el reinado de Herodes el Grande; como éste murió en la primavera del año 750 de la fundación de Roma, o sea, el año 4 a.C., la fecha más probable del nacimiento de Jesús es el año 7, o el 6, o el 5 a.C. (cf. Lc 2, ls; 3, 23).

b) Comienzo de la vida pública. Según Lc 3, 1 Juan Bautista empezó a predicar el año 15 de Tiberio, año que a juicio de los antiguos historiadores y cronógrafos corresponde al 28 ó 29 d.C., pues Augusto murió el 19 de agosto del 14. Pero la fecha de Lc 3, 1 podría estar basada en la cronología oriental y entonces el año primero de Tiberio equivaldría a las pocas semanas que mediaron entre la muerte de Augusto y el siguiente año nuevo (1 de oct. del 14); y el segundo año sería el que transcurrió entre el 1 de oct. del 14 y el 30 de sep. del 15; con lo cual el año 15 concidiría con el 27-28 d.C. Según esto, Jesús habría iniciado su actividad pública en los primeros meses (antes de Pascua, cf. Jn 2, 13) del año 29 ó 28. Ésta última fecha parece concordar mejor con Jn 2, 20 (46 años de duración de la construcción del templo).

c) Duración de la vida pública. Juan menciona tres pascuas (2, 13. 23; 6, 4; 11, 55, 12, 1 13, 1) en la vida pública de jesús; por tanto ésta duró 2 años y algunos meses (la fiesta mencionada en Jn 5, 1, o bien es la misma que la de 6, 4, o bien es pentecostés; en Jn 4, 35 probablemente se trata de un modo de decir refranesco; y por eso no es necesario admitir que la actividad pública de Jesús duró 3 años). Los sinópticos sólo mencionan la última Pascua de jesús, pero Lc 13, 1-5 parece suponer una Pascua anterior.

d) Fecha de la muerte. Si Jesús comenzó su vida pública los primeros meses del 29 o (según la cronología siria) del 28 y actuó algo más de dos años, en consecuencia, murió por el mes de abril del 31 o del 30. Él murió el viernes antes de pascua (Jn 19, 31). Ahora bien, por cálculos astronómicos se ha intentado determinar en qué años el día 14 ó 15 del mes Nisán cayó en viernes; y, teniendo en cuenta todos los datos, se ha llegado a la conclusión de que la muerte de jesús aconteció el 7 de abril del 30 o el 3 de abril del 33. Por lo que se dijo antes sobre la fecha del comienzo de la vida pública, el 7 de abril del 30 parece la fecha más probable de la muerte de jesús. Recientemente, apoyándose en Didascalía y en otros testimonios, se ha defendido que las estaciones de la pasión de Jesús ocuparon tres días: desde el martes por la noche hasta el viernes por la tarde.

11) Tiempo apostólico. Pablo. El rey Herodes Agripa 1 murió en el verano del 44; por tanto el mismo año se produjo el martirio de Santiago el Mayor y la prisión de Pedro (Act 12, 1-23). Según la «inscripción de Delfos», Galión fue procónsul de Acaya el año 51-52 o el 52 o el 52-53 y, consecuentemente, Pablo estuvo en Corinto por los años 51-52 (cf. Act 18, 1. 11-18). Según esto el Apóstol inició su segundo viaje apostólico en el otoño del 49 o del 50, y el concilio de Jerusalén se celebró en el verano u otoño del 49 o del 50. La conversión de Pablo cae entre el 33 y el 36 (cf. Gál 1, 18 2, 1; 2 Cor 11, 32). La prisión en Jerusalén y Cesarea se data en el 57 o 58; y como fecha del viaje a Roma, se señala el tiempo entre el otoño (Act 27, 9) del 59 o del 60 y la primavera (Act 28, 11) del 60 o del 61. La prisión en Roma duró hasta el 62 ó 63; y la segunda prisión romana y el martirio (junto con Pedro) se produjeron el año 66 a el 67.

Balduino Kipper

 

C) GEOGRAFÍA BIBLICA

I. Situación greográfica

1. Vista de conjunto.

Situado al oeste del desierto sirioarábigo, el país bíblico abarca la mayor parte del estado de Israel (menos el desierto del sur) y del reino de Jordania (menos el desierto del este). Así delimitado, se extiende entre los grados 31 y 34 de latitud sobre una extensión de 300 km.

Su relieve va en declive de oeste a este y muestra cuatro zonas. a) La montaña de Transjordania, entre los 600 y 1247 m. de altura, con 30 km, de anchura, y prolongada hacia el sur hasta el mar Rojo. b) La depresión del Jordán, de 10 a 30 km. de anchura, 212 m. bajo el nivel del mar en Tiberíades y 392 m. en el mar Muerto. c) La región alta de Palestina, con una altura de 200 a 1208 metros y una anchura de 40 a 50 km. Está cortada en dos por las llanuras de Esdrelón y Bet-$an, que separan Galilea y Samaría.

Allí lindan los montes de Samaría y de Judea, que se extienden hasta la baja llanura de Beer-Seba, en el límite del desierto. d) La llanura costera, de 15 a 20 km. de anchura, cortada en dos por el promontorio del Carmelo.

2. Comunicaciones

Aunque el relieve bastante suave apenas ofrece grandes obstáculos a las vías de comunicación local; sin embargo, las grandes líneas de tráfico están centradas en un espacio relativamente pequeño.

La vía principal es la que sigue la llanura costera y conduce hacia Egipto a través del Sinaí, sirviendo para el transporte de las mercancías traídas por vía marítima. La conocida ruta de Meguiddó conduce a través del Carmelo a la llanura de Esdrelón. De allí se puede seguir la ruta costera del Líbano o girar al nordeste para alcanzar la parte del valle del Jordán y Siria. Viniendo de Arabia, por el sur del desierto, las vías conducen hacia Gaza, que está junto al mar, y por las zonas desiertas del oeste llevan a Damasco.

Los montes de Palestina están más bien contorneados que atravesados por estas rutas; lo cual no implica un aislamiento. Esta zona alta era suficientemente rica para desarrollar el comercio y el tráfico; y ahí tenemos una de las razones por las cuales los reinos que en tiempos tuvieron allí su sede jugaron un papel en la historia política de la antigüedad.

3. Clima y agricultura

En Palestina domina el clima mediterráneo con sus fenómenos usuales, pero también con la diferencia de que allí es más cálido y seco que en Europa; los veranos son pobres en precipitaciones, y rara vez hiela ni aun en las montañas. También aquí pueden distinguirse cuatro zonas:

a) La llanura baja (costa y Esdrelón) en estado natural era frecuentemente pantanosa y estaba recubierta de arena; era, pues, malsana y poco fértil. Grandes trabajos han permitido introducir en ella todos los cultivos de Europa, incluso la remolacha, y fomentar la ganadería intensiva de bovinos, al mismo tiempo que se ha perfeccionado el cultivo de agrios, algodón y plátanos. Se pueden emplear toda clase de máquinas, las comunicaciones son fáciles y se establecen industrias. La llanura se presta, pues, al desarrollo de la civilización moderna.

b) La parte montañosa, de 200 a 1000 m., es generalmente rocosa, pero sana, y está bien regada por la lluvia (500-800 mm. al año). En ella se dan los mismos cultivos que en las regiones análogas de Europa: cereales, olivo, viña, árboles frutales, y el mismo ganado menor. Pero sólo algunos valles o pequeñas llanuras altas pueden llamarse fértiles según criterios modernos. Esta zona estaba muy poblada hace cien años; actualmente se despoblaría si el turismo y la vecindad de centros industriales no le dieran vida. No es, por tanto, extraño que la Palestina montañosa, casi toda en zona árabe, presente a menudo un aspecto arcaico.

c) Montes altos con bosques sólo se dan en la alta Galilea, en Transjordania y en Judea. Los restos de bosques antiguos, cuya importancia económica es muy escasa, sólo con gran esfuerzo pueden conservarse o repoblarse.

d) Región típica de Palestina es el valle del Jordán. Éste tiene un clima desértico, pero numerosas fuentes han llevado a la formación de oasis donde crecen plantas tropicales, en especial plataneros y palmeras. E1 desierto, por lo demás, se extiende a uno y otro borde del valle hasta unos 600 m. de altitud y con una anchura de 25 Km. En él sólo es posible la ganadería nómada de ovejas, asnos y camellos. Es como una avanzada de la Arabia interior en medio de los montes mediterráneos.

II. Tierra Santa y pueblo escogido

Dato primero de la conciencia de Israel es que Canaán es el único trozo de la tierra en que el hombre puede tributar a Dios un culto que le agrade. Sólo allí levantaron los patriarcas sus altares, allí fue edificado el templo; y en las sinagogas todavía hoy se sigue orando volviéndose en esa dirección. Pero a nosotros una palabra de jesús nos advierte que nuestra piedad para con la Tierra Santa debe estar desprendida de todo legalismo (Jn 4, 21-23). No obstante, para el AT y el NT Palestina es siempre la tierra santa, pues ha sido el escenario de las acciones salvíficas de Dios, el país del pueblo de la alianza, el testigo de la historia entre Yahveh y su pueblo.

Aquí chocaron entre sí las grandes culturas paganas, y el desierto próximo fue el lugar de la vocación de los profetas.

1. Testigo de la historia sagrada

Más de la mitad de los lugares importantes del AT han sido identificados con suficiente certeza; casi todos los del NT lo han sido igualmente. Ya desde la antigüedad se procuró localizar exactamente el sitio de los acontecimientos de la historia sagrada (cf. Jos 4, 9; 7, 26, etc. ). Las comunidades judías y las cristianas, así como la práctica ininterrumpida de las peregrinaciones conservaron viva la tradición. Escritores eclesiásticos como Eusebio de Cesarea y jerónimo reunieron en los s. iv y v abundante material sacado de fuentes fidedignas, fijando así la tradición talmudista acerca de los lugares. La investigación histórica de los siglos xix y xx volvió sus ojos hacia Palestina. Muchos nombres y restos de antiguas ciudades bíblicas fueron descubiertos nuevamente. Citemos a los investigadores más importantes: los norteamericanos Robinson y Albright, los ingleses Conder y Warren, los franceses Clermont-Ganneau y Abel y los alemanes Dalman y Alt.

Desde la perspectiva actual resulta difícil comprender la frase bíblica: «un país donde manan leche y miel» (Éx 3, 8 et passim). Cuando la B. hable así - y a veces con gran elocuencia (Dt 8, 7-10; 11, 11-15)-, su descripción no concuerda con las impresiones que el viajero actual saca de Palestina. Pero la historia muestra que en esta zona hubo una vida económica, cultural y religiosa sumamente floreciente hasta final del s. xvi aproximadamente. La variedad de productos agrícolas permitía a la población del levante una forma de vida sana y equilibrada. Y si actualmente la pobreza es manifiesta, ésta nunca toma formas denigrantes. La tierra cultivable es explotada a fondo. En la mayoría de los pueblos se cultivan casi todas las clases de productos agrícolas.

El cuidado de la víña y de los árboles frutales en general exige una habilidad especial, y requiere además que el agricultor se interese por una explotación del suelo a largo plazo. Los sociólogos familiarizados con la situación del Oriente han observado cómo el cultivador de fruta goza de un prestigio social mucho mayor que un cultivador de cereales en las estepas del interior del país. Podemos suponer que la situación sería semejante en el tiempo bíblico.

Israel no era ni un país abierto a todas las innovaciones, como Siria, ni una región extraordinariamente fértil, como Egipto, cuya riqueza contribuyó al nacimiento de la idolatría. Era sencillamente una tierra que ofrecía los presupuestos naturales para el singular puesto religioso de un pueblo.

2. Escenario de contiendas políticas y religiosas

No era fácil gozar en paz de este país. Lo mismo que hoy día, Palestina estaba en el camino del comercio y de la guerra entre Egipto y Mesopotamia, y estaba también abierta a las influencias marítimas. Por estas tres direcciones podían venir grandes civilizaciones idolátricas. No hay mejor medio para darse cuenta de ello que visitar, guía en mano, las colecciones egipcias y orientales de nuestros museos.

Fue menester una guerra casi sin respiro para defender la independencia política y religiosa de la nación frente 'a esas influencias. Finalmente, la empresa nacional de Israel fracasó y Jerusalén fue tomada el año 587 a.C. Pero perduró con éxito la empresa religiosa, un «residuo pequeño» permaneció fiel al Dios único y pudo restaurar el pueblo santo. Israel vio caer los ídolos de Egipto, de Asur y de Babilonia; lo cual no pudo menos de confirmarlo en su fe. Cuando una nueva civilización idolátrica, la de los griegos, irrumpió en oriente, esta fe pudo resistir a su influjo.

De liberación en liberación, parece que Israel aprendió que la libertad no es gaje de la naturaleza, sino don de Dios. El «Dios grande y bondadoso» de las religiones mediterráneas, se dio así a conocer a Israel como el Dios que libera y quiere la libertad de los hombres (cf. Lev 25, 39-42 et passim, --> Antiguo Testamento; -> alianza; -> historia bíblica [a continuación]).

3. El desierto como escuela de los profetas

Palestina experimentó cómo los influjos extraños en su territorio se trituraban mutuamente. Fenicia, en cambio, los asimiló todos. Esto se pone de manifiesto en los hallazgos arqueológicos. Dos países, semejantes en muchos puntos, reaccionaron en forma tan diversa. ¿Pudiera ello explicarse, por lo menos en parte, por las peculiaridades de la Tierra Santa? Parece que la B. lo insinúa al indicarnos que muchos de los profetas vivieron durante largo tiempo en el desierto: Moisés, Elías, Juan Bautista, Jesús, Pablo de Tarso.

Pero el desierto no produjo el -> monoteísmo, como se ha dicho a veces; todo lo que se sabe de sus antiguos habitantes y de los árabes antes del -> islam prueba lo contrario (cf. Gén 31, 13-35; 35, 2-4). Sí es, empero, cierto que la vida en el desierto simplifica y concentra el pensamiento, a par que endurece el cuerpo. Nada mejor para ahondar en la fe en el Dios único. Adentrarse en el desierto era apartarse de los santuarios idolátricos, erigidos «sobre toda colina y bajo todo árbol verde» (Dt 12, 2, cf. Os 2, 16; Jer 15, 15-20, etc.). Sin embargo, para la B. el desierto es también tierra sin bendición (Gén 2, 5) e incluso maldita (Jer 4, 26s), que puede convertirse en lugar de tentación y de hecho lo fue repetidamente durante la peregrinación a través de él (Éx 14, lls). De todos modos la B. recuerda el período del desierto sobre todo como el tiempo de la gracia extraordinaria, del cumplimiento de las promesas divinas. Esta valoración explica también la vida beduina de los recabitas (2 Re 10, 15s), con el propósito de conservar pura la religión de Yahveh.

Michel Du Buit