SAN JUAN DE BÍCLARO

SAN JUAN DE BÍCLARO, que murió el 621, había nacido en Scalabi (Santarem), de familia visigoda; estuvo muchos años en Constantinopla, donde estudió, y a su vuelta fue desterrado a Barcelona. Fue después abad de Bíclaro, monasterio de localización desconocida, y luego obispo de Gerona durante los últimos treinta años de su vida. Escribió una Regla para sus monjes de Bíclaro; del resto de sus obras nos ha llegado sólo una, la Crónica, que, aunque muy breve, es de gran importancia para la historia del período.


Crónica

Publicada en el estudio de Jumo CAMPOS, Juan de Bíclaro, obispo de Gerona, su vida y su obra, Madrid, CSIC, 1960.

El tercer concilio de Toledo:

En el año octavo del emperador Mauricio, que es el año cuarto del rey Recaredo.

Por precepto del príncipe Recaredo fue congregado en la ciudad de Toledo el santo sínodo de los obispos de toda Hispania, Galia y Galicia; el número de los obispos fue de setenta y dos. En este sínodo, en orden a su conversión y a la de todos los sacerdotes y del pueblo godo, estuvo presente el rey cristianísimo Recaredo, quien entregó a los obispos el tomo con la profesión, escrita de su mano y todas las cosas que corresponden a la profesión de la fe ortodoxa; el santo sínodo de los obispos, reconociendo el contenido de este tomo, ordenó ponerlo junto con los documentos canónicos. El peso de los asuntos del sínodo recayó sobre San Leandro, obispo de la Iglesia hispalense, y sobre el bienaventurado Eutropio, abad del monasterio servitano.

El mencionado rey Recaredo, como hemos dicho, estuvo presente en el santo concilio, imitando en nuestros tiempos al antiguo príncipe Constantino el Grande que había honrado el santo sínodo de Nicea con su presencia, y también a Marciano, emperador cristianísimo, a cuyas instancias se habían firmado los decretos del sínodo de Calcedonia. Ya que si en la ciudad de Nicea comenzó y mereció ser condenada la herejía arriana, aunque sin ser desarraigada; y si en Calcedonia fueron condenados Nestorio y Eutiques, junto con su protector Dióscoro, y también sus herejías; en el presente santo sínodo de Toledo, después de un largo tiempo de matanzas de católicos y de estragos entre los inocentes, con la insistencia del mencionado príncipe Recaredo, rey, la perfidia de Arrio ha sido completamente desarraigada para que no vuelva a brotar, y se ha dado la paz católica a las Iglesias.

Esta nefasta herejía, según lo que está escrito: De la casa del Señor saldrá la prueba, creció en Alejandría a causa del presbítero Arrio, y fue detectada por San Alejandro, obispo de aquella misma ciudad. Arrio y su doctrina fueron condenados en el sínodo de Nicea, por el juicio de trescientos dieciocho obispos, en el año vigésimo del emperador Constantino; pero después esta herejía no sólo contaminó las partes de oriente y de occidente, sino que con su perfidia sedujo también las del mediodía, las del septentrión, y aun a las mismas islas. Por tanto, desde el año vigésimo del emperador Constantino, príncipe, en cuyo tiempo comenzó la herejía arriana, hasta el año octavo de Mauricio, príncipe de los romanos, que es el cuarto año del reinado de Recaredo, van doscientos ochenta años, durante los cuales la Iglesia Católica sufrió la infección de esta herejía; pero, con la ayuda del Señor, venció, porque está fundada sobre roca.

(Traducción hecha sobre o.c., 97-99)

MOLINÉ