ANFILOQUIO DE ICONIO


ANFILOQUIO DE ICONIO, que murió después del 394, era primo de Gregorio de Nacianzo y amigo de los tres Padres Capadocios. Estudió en Antioquía, practicó la abogacía en Constantinopla, y en el 373 fue hecho obispo de Iconio; luchó contra el arrianismo y contra diferentes sectas derivadas del maniqueísmo. Se conservan algunas de sus obras: unas homilías sobre fiestas litúrgicas y una obra en verso, en la que se incluye una relación de los libros inspirados.

Sermón de Navidad (de atribución dudosa)

Alabanzas a la Virgen:

Deudores por tanto y siervos fieles como somos del Señor, presentemos al Verbo de Dios y también a la Virgen el obsequio de nuestra palabra; confesémosles. No nos retraiga la pequeñez de nuestra ofrenda; resignados con los escasos bienes de nuestra naturaleza, adoremos alegres las excelencias del Señor. No consienten estos misterios ser expresados con las galas de la humana elocuencia; tan sólo hablamos de ellos para que a todos nos ilustre la luz esplendorosa de sus divinos recuerdos. Siempre es vergonzoso ser vencido por los enemigos; confesar empero que esto supera toda humana comprensión, es y será nuestra mayor gloria. Cantémosla, pues, santamente, disponiéndonos con alegría a celebrar, glorificar y engrandecer estos sacramentos incomprensibles e inefables y, empezando por la salutación celeste del ángel San Gabriel, digamos: Ave gratia plena, Dominus tecum. Repitamos esta síntesis del ángel, diciendo: Salve, alegría suspirada de los hombres; salve, gloria de la Iglesia; salve, hermoso rostro resplandeciente por divinos fulgores; salve, venerabilísimo monumento; salve, saludable y espiritual vellocino de oro; salve, vestida de luz, madre del Sol sin ocaso; salve, madre incorrupta de santidad; salve, resplandeciente fuente de aguas vivas; salve, sí, nueva madre, prodigio de un nuevo nacimiento; salve, libro nuevo de Isaías, lleno de nuevas revelaciones; fieles testigos tuyos son los ángeles y los hombres. Dios te salve, alabastro de ungüento de santificación; Dios te salve, oh Virgen, que compraste a buen precio el denario de la virginidad; salve, imagen que encierras a tu propio artífice; Dios te salve, Virgen, que con tu humanidad enamoraste a Dios y estrechaste en tu seno al que los cielos inmensos no pueden contener.

(Huber 1, 401-402)