Cielo nuevo y Tierra nueva
Esperanza de un pueblo que sufre
El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura 3
Carlos Mesters oc
SEPTIMO CAPITULO
"A PESAR TUYO, MAÑANA HA DE SER OTRO DIA"
SEGUNDO ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO
(Apocalipsis 12 - 22)
En el primer itinerario, Juan nos llevó al interior del cielo, lejos de la
tierra. En el segundo, él comienza mirando el cielo (12,1), pero luego
desciende y se queda en la tierra junto al pueblo que lucha y sufre
(12,2). Y, al fin, el mismo cielo baja a la tierra (21,2), que será para
siempre "la morada de Dios con los hombres" (21,3).
El primer itinerario describía el nuevo éxodo: Dios liberando a su
pueblo. El segundo describe el juicio de Dios: Dios condenando a los
opresores del pueblo. Es un juicio diferente, presente dentro de la
historia, oculto en los acontecimientos. Juan va a quitar el velo para
que el pueblo pueda comprender. El juicio tiene tres etapas:
1. El pasado (12,1-17): del año 33 hasta el año 95.
2. El presente (13,1 - 14,5): la época de la persecución de
Domiciano (año 95).
3. El futuro (14,6 - 22,21): las cosas que van a suceder después del
año 95, hasta el fin.
Nosotros también vamos a asistir al juicio, llevando con nosotros
nuestro recuerdo, la historia de nuestro pueblo y la situación de
nuestro país y de nuestras comunidades. Así, a la luz del juicio de
Dios, se podrán iluminar también para nosotros los acontecimientos de
nuestro caminar.
EL PASADO:
LA LUCHA ENTRE LA MUJER EMBARAZADA
Y EL DRAGON DE FUEGO (12,1-17)
1. Dios toma partido a favor de la vida amenazada (12,1-6)
Comienza el itinerario. La primera visión es de lucha. En un lado,
una mujer embarazada que grita con dolores de parto (12,1-2). En el
otro lado, un dragón de fuego, la "antigua serpiente" (12,3-4). Esta
lucha fue anunciada en el paraíso terrenal. Allá se profetizó: la victoria
será de la mujer y de su descendencia; la serpiente tendrá la cabeza
aplastada (Gén 3,15).
La mujer que grita con dolores de parto (12,2) es Eva, la primera
mujer. Es la humanidad, todos nosotros, en cuanto luchamos por
defender la vida contra la amenaza constante de muerte. Es el pueblo
de Dios que lucha para que nazca la vida nueva. ¡Es María, la Madre
de Jesús!
El dragón es la "antigua serpiente, el diablo, Satanás" (12,9). Es el
poder del mal y de la muerte. El se coloca delante de la mujer para
devorar al niño tan pronto nazca (12,4). Lucha desigual. Esta es la
situación de la humanidad hasta hoy. La vida ya nace amenazada por
la muerte. La vida pierde ante la muerte.
Dios toma partido. Defiende al niño (12,5), defiende a la mujer
(12,6). El niño nace y es arrebatado al lado de Dios (12,5). El niño es
Jesús. El nace, vive, muere, resucita, sube al cielo y recibe de Dios el
poder para "regir sobre las naciones con mano de hierro" (12,5). La
mujer también es liberada de la amenaza del dragón y huye al desierto
(12,6). Es el pueblo de Dios que sale de Egipto al desierto. ¡Es la
Iglesia que acaba de nacer!
¡Dios venció al dragón! La resurrección de Jesús es el nuevo
comienzo. La lucha entre la mujer y el dragón ya está decidida. La
historia que sigue después es sólo la consecuencia de la victoria ya
alcanzada. En su segundo itinerario, Juan va a levantar el velo. Va a
ayudar al pueblo a ver la victoria de Dios presente en los
acontecimientos del camino.
2. El dragón es expulsado del cielo y baja a la tierra (12,7-12)
De acuerdo con el pensamiento de aquel tiempo, Satanás, el
dragón, era el "acusador de los hermanos" (12,10), la mano dura. El
vivía junto a Dios para informarle sobre los pecados y las flaquezas de
los hombres (Job. 1,6-12; 2,3-7). Pero Jesús venció y expió los
pecados (Col. 2,13-15). La fe en Jesús y la entrega de la propia vida
son más fuertes que el pecado que nos acusa (12,11). Por eso, no hay
más necesidad de un dedo acusador. El dragón pierde su empleo. Ya
no hay más lugar para él en el cielo (12,8). ¡Afuera con él! Y, en una
gran batalla conducida por el arcángel Miguel (12,7), el dragón es
expulsado del cielo (12,9). "¡Ay de ustedes, tierras y mares, porque el
diablo ha bajado a ustedes, temblando de furor al saber que sus días
están contados!" (12,12). Estamos en el inicio de la Iglesia. ¡El
comienzo de las persecuciones!
3. Comienza la persecución a la Iglesia (12,13-17)
Aunque está ya derrotado, el dragón no desiste. ¡Quiere venganza!
Vamos a perseguir a la mujer que dio a luz a aquel niño (12,13). Esto
es, va a perseguir a la Iglesia. Pero Dios protege a la Iglesia. Como en
el Exodo (Ex 19,4; Deut. 32,11), ella recibe "alas de águila" y vuela al
desierto (12,14). El dragón vomita un río detrás de la mujer para
matarla (12,15). Es el río del Imperio Romano. El Imperio Romano es el
vómito de Satanás. Pero la tierra se abre y traga al río (12,16). La
naturaleza y la historia se tragan al imperio y defienden al pueblo
perseguido.
El dragón no desiste y lanza un nuevo ataque. Comienza a hacer la
guerra contra el resto de los descendientes de la mujer (12,17). Aquí
estamos llegando al año 95. Es la época de Domiciano. En una nueva
tentativa por destruir a la Iglesia, Domiciano comenzó a perseguir al
pueblo de las comunidades que "observan los mandamientos de Dios y
mantienen el testimonio de Jesús" (12,17).
Aquí termina la primera etapa del itinerario, que nos enseña lo
siguiente:
a) La persecución de las comunidades es parte de un lucha mayor
entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal.
b) El dragón que estimula la persecución es un derrotado. Fue
derrotado por Jesús (12,4-5), por el arcángel Miguel (12,7-8), por los
que creen en Jesús (12,11), y por la propia tierra (12,16).
c) La persecución ya es un signo de la victoria de Jesús sobre el
dragón.
d) La persecución no consigue vencer al conjunto de las
comunidades, la Iglesia, que tiene la protección de Dios.
e) La persecución de Domiciano es señal de miedo y de debilidad
(12,12.17). Su poder está limitado en el tiempo (12,6.14). ¡Está en
camino de recibir su quinta derrota!
EL PRESENTE:
LOS DOS BANDOS EN LUCHA,
LA BESTIA Y EL CORDERO (13,1-14,5)
La lucha entre la mujer y el dragón continúa. El dragón se encarna
en la bestia, símbolo del Imperio Romano (13,1-18). La descendencia
de la mujer se encarna en Jesús, el Cordero, y en el grupo de los
144,000 marcados con la señal de Dios (14,1-5; 7,3-8). En la primera
parte, Juan habló de la persecución, pero no del perseguidor. Ahora él
va a hablar del perseguidor. Va a dar una opinión más clara sobre la
política del Imperio Romano.
1. El Imperio Romano: la bestia que combate a las comunidades
(13,1-18)
Juan está en la playa y ve una bestia que sube del mar (13,1). El
mar es símbolo de poder del mal. Es un bestia terrible. Parece una
pantera, tiene pies de oso y boca de león (13,2). Tiene diez cuernos
(13,1). Señal de mucho poder. Tiene siete cabezas (13,1). Son siete
reyes emperadores (17,9-10). A esta bestia, el dragón le entrega todo
su poder. Así, de acuerdo a Juan, el poder del Imperio Romano no
viene de Dios, sino de Satanás (13,2.4).
La bestia hace todo para aumentar su poder sobre el pueblo. Una
de sus cabezas tiene una herida mortal, pero se curó (13,3.12.14).
Esto es, de acuerdo a la creencia del pueblo, Nerón habría vuelto a
vivir en Domiciano. A causa de esto, la tierra entera se quedó
admirada y comenzó a adorar a la bestia (13,3-4). "¿Quién puede
luchar contra la bestia?" (13, 4).
El poder de la bestia es un poder insolente (13,5): ataca a Dios con
blasfemias (13,6), persigue al pueblo de las comunidades (13,7) y
tiene pretensiones de ser dios y dueño del mundo entero, con todos
sus habitantes (13,7-8).
¿Cómo es que la bestia consigue engañar al mundo entero, y
"dominar la mente" de tanta gente? Ella recibe la ayuda de otra bestia
que tiene la apariencia de cordero, pero que habla como un dragón
(13,11). Son los falsos profetas (16,13; 19,20; 20,10): milagreros,
sabios, sacerdotes, técnicos que colocan su magia, su poder, su
ministerio y su saber al servicio del imperio (13,12).
Estos falsos profetas realizan maravillas (13,13). Imitan al profeta
Elías (1 Re 18,38-39), haciendo descender fuego del cielo, a la vista
de todos (13,13). Realizan grandes proyectos (13,15) que causan la
admiración de todos (13,14). Así seducen a la humanidad entera y
consiguen que todos adoren la imagen de la bestia (13,15). Y no es
sólo eso: dominan la vida del pueblo por el miedo y por el control de la
economía. Quien no apoya al régimen, ¡muere! (13,15). Quien no
tenga la marca o el número de la bestia, no puede vender ni comprar
nada (13,16-17). De esta manera, los falsos profetas, tanto los de
ayer, como los de hoy, engañan al pueblo y mantienen el régimen del
imperio.
Finalmente, Juan da la clave para que la gente entienda en qué
consiste el mayor crimen del imperio. Está expresado en el número de
la bestia, que es el 666 (13,18). Como ya vimos, el número 666 señala
al emperador de Roma y denuncia su pretensión de ser dios y dueño
del mundo: quiso ser 7, pero no pudo. Juan no tiene duda. Para él, el
Imperio Romano no sirve. ¡Es obra de Satanás!
Todo ese es un poder limitado, controlado por Dios. La persecución
sólo va a durar 42 meses (13,5). Es la mitad de siete años. Número
simbólico para indicar la imperfección. Esto es motivo de fe y de
perseverancia para el pueblo perseguido (13,10).
2. Las comunidades: el cordero y su ejército que resisten al imperio
(14,1-5)
Después del imperio, aparecen el Cordero, y los 144,000 marcados
con el nombre de Dios (14,1). Se trata del pueblo de las comunidades
que resiste la persecución del imperio (7,3-8). No hay ni puede haber
nada en común entre los dos campos de lucha. ¡Es puro contraste! Y
Juan acentúa el contraste. Hay una oposición total entre el Cordero, de
un lado (14,1), y la bestia del otro; entre el Monte Sión, Jerusalén
(14,1) y Roma, la sede del imperio; entre los 144,000 marcados con el
nombre de Dios y del Cordero y el mundo de gente marcada con el
número de la bestia; entre el susurro del canto de victoria que alaba
de Dios (14,2-3) y las palabras insolentes y blasfemas contra Dios;
entre la fidelidad que resiste al imperio sin contaminarse (14,4), y la
seducción del imperio que lleva a adorar a la bestia; entre el poder de
Dios dado al Cordero (5,12) y el poder del dragón dado a la bestia
(13,2); entre la verdad que rechaza la mentira del imperio (14,5) y la
mentira del imperio que rechaza la verdad.
No hay un ataque directo de los 144,000 contra el imperio. Su lucha
es de otro tipo. El pueblo de las comunidades sigue al Cordero (14,4).
Resiste y no se contamina con el culto a los falsos dioses: son
vírgenes (14,4). Alimentan su fe y su perseverancia con la certeza de
que Dios, y no el imperio, es el dueño del mundo (13,10). Se organizan
de manera fraterna e igualitaria, como antiguamente las doce tribus
(7,3-8). Observan la ley de los mandamientos de Dios y mantienen el
testimonio de Jesús (12,17).
Es la lucha resistente del pueblo perseguido que, a un largo plazo,
va a derrotar al imperio (17,14). El imperio va a caer por podrido,
derrumbado por las plagas de la historia. Mientras tanto, el pueblo de
las comunidades, por su lucha, prepara el comienzo del nuevo futuro.
Ya desde ahora las comunidades son las primicias para Dios y para el
Cordero (14,4). Son una muestra del futuro que Dios quiere para
todos. Por eso, desde ahora, ellas cantan victoria (14,2-3). Canto
fuerte que llena el mundo con su voz, semejante al estruendo de
muchas aguas (14,2).
Aquí termina la segunda etapa del itinerario. Termina la descripción
de la situación en que se encontraba la humanidad en el momento en
que Juan estaba escribiendo el Apocalipsis. La impresión que queda
es la misma que quedó al final de la primera etapa: es una lucha
desigual, como era desigual la lucha entre la mujer y el dragón. Es el
mundo entero que se organiza para derrotar al pueblo de las
comunidades. Pero Dios ya pronunció la sentencia de condenación
contra el dragón y contra la Bestia. ¡La sentencia va a ser ejecutada
ahora!
EL FUTURO:
JUICIO Y CONDENACION
DE LA BESTIA Y DEL DRAGON (14,6 - 20,15)
Juan continúa descubriendo el itinerario del camino. Describió el
pasado (12,1-17) y el presente (13,1-14,15). Ahora, quita el velo del
futuro. Comienza a describir cómo va a ser el final de la lucha que
comenzó allí, en el paraíso terrenal. Es la parte más difícil del
Apocalipsis. Vamos a dar sólo una ayuda que permita descubrir la
punta de la madeja y el meollo de la cuestión.
Aparecen tres ángeles y anuncian lo que va a suceder. El primero
anuncia la llegada del día del juicio (14,6-7). El segundo anuncia la
caída de Babilonia (14,8) (Babilonia es Roma, la capital del imperio). El
tercer ángel anuncia la derrota final de todos lo adoradores de la
bestia (14,9-11). ¡La condenación del imperio ya está decretada! La
certeza de la victoria da fuerzas al pueblo de las comunidades para
continuar resistiendo (14,12-13).
Los tres anuncios nos dan los tres pasos de esta tercera etapa del
imperio.
- La llegada del día del juicio va a ser descrita del 14,14 hasta
14,20.
- La caída de Babilonia va a ser descrita ampliamente, del 15,1
hasta el 19,10.
- La derrota final va a ser descrita con muchas imágenes, del 19,11
hasta el 20,15.
1. La llegada del día del juicio (14,14-20)
Aparece el Juez de la historia, el Hijo del Hombre, sentado en un
trono de nubes (14,14). Es Jesús, el Mesías, de la forma que fue
anunciado por el profeta Daniel (Dan 7,13). El tiene una hoz afilada en
la mano (14,14). Un ángel grita: "Usa tu hoz, y cosecha, pues llega la
hora de cosechar" (14,15). ¡Comenzó la cosecha! (14,16).
Inmediatamente después, en otra visión otro ángel grita: "Lanza tu
afilada hoz y cosecha los racimos en la viña de la tierra, porque ya
están maduros!" (14,18). Comenzaron a recoger y a pisar las uvas
(14,19-20).
Levantar la cosecha y pisar las uvas maduras son imágenes del
juicio final. ¡Comenzó el juicio! Comenzó la condenación de aquellos
que estaban persiguiendo al pueblo de Dios. El juicio y la condenación
consisten en la lenta destrucción de Babilonia.
2. La caída de Babilonia (15,1 - 19,10)
Aparecen siete ángeles, con siete plagas (15,1). Son las siete
plagas que van a destruir poco a poco a la "gran ciudad", Babilonia
(16,19). Al mismo tiempo, aparece el pueblo que aguantó la
persecución del imperio y venció a la bestia (15,2). Está de pie sobre
un mar de vidrio (15,2). Como el pueblo del Exodo, después de la
travesía del Mar Rojo (Ex 15,1-21), ellos cantan el cántico de Moisés y
del Cordero (15,3; 14,3). Y en el canto celebran el juicio de Dios que
acaba de comenzar (15,3-4).
Enseguida, las plagas van cayendo, una después de otra: úlceras
malignas (16,2), el mar transformado en sangre (16,3), las fuentes
transformadas en sangre (16,4), calor que abrasa y quema (16,9),
tinieblas (16,10), los ríos se secan (16,12) y finalmente, un terremoto
que destruye la ciudad de Roma (16,19).
Son las plagas de la historia, interpretadas por Juan como juicio de
Dios y celebradas en el cielo en solemne liturgia (16,5-7). Las plagas
no consiguen la conversión de los que adoran a la bestia (16,9-11).
Por el contrario. Animados por el espíritu del dragón, de la bestia y del
falso profeta (16,13), los reyes del mundo entero se organiza para
hacer la guerra contra Dios (16,14.16). En vez de conversión, las
plagas provocaron la blasfemia contra Dios (16,9.11.21).
La gran Prostituta
Del capítulo 17,1 hasta el 19,10, sigue una nueva visión de Babilonia
y de su caída. Juan recibe una invitación: "¡Ven! Voy a mostrarte el
juicio de la gran prostituta" (17,1). El ve una mujer ricamente ataviada
(17,3-4). Su nombre es: "Babilonia, la Grande, madre de las prostitutas
y de los abominables ídolos de todo el mundo" (17,5). Ella estaba
borracha, no de vino, sino de la sangre de los mártires (17,6). Ella
lleva al mundo entero a embriagarse con el vino de su prostitución
(17,1). Viendo a la mujer, Juan se quedó admirando (17,6). Un ángel
explica el misterio de la mujer (17,2) y deja bien claro que se trata de la
ciudad de Roma, capital del imperio (17,9). Al final, él concluye: "Esa
mujer que has visto, es la Ciudad Grande, la que reina sobre los reyes
del mundo entero!" (17,18).
En seguida, del capítulo 18,1 hasta el 19,10, siguen cuatro cánticos.
El primero anuncia la caída de Babilonia (18,2-3). El segundo pide
venganza contra el mal que Babilonia hizo (18,-8). El tercero es un
lamento dramatizado sobre la caída de Babilonia (18,9-24). El cuarto
es una celebración participada de la victoria del juicio de Dios sobre la
gran prostituta (19,1-8). En los tres primeros cánticos, Juan muestra
cómo la causa de toda la maldad de Babilonia fue su deseo de lujo y
su acumulación planificada y organizada (18,3.7.9-20,23). Por eso ella
se volvió "la morada de los demonios" (18,2).
Después del juicio a la gran prostituta, "llegó el tiempo de las bodas
nupciales del Cordero" (19,7). Su esposa, el pueblo de Dios, ya está
lista (19,7). Ya se distribuyeron las invitaciones para la fiesta (19,9).
Pero antes de esa fiesta final, viene la derrota total de los adoradores
de la bestia.
3. La derrota final
del dragón, de la bestia y de sus adoradores (19,11 - 20,15)
Aquí comienza la parte más difícil de todo el Apocalipsis. Son
visiones oscuras, cuyos detalles no tienen interpretación precisa. No
pueden ser tomados al pie de la letra, palabra por palabra. Son
símbolos. Pero el sentido general del conjunto queda claro. Juan
quiere enseñar que, al final, el mal será totalmente derrotado. La
victoria será del bien y de la justicia.
A. La primera derrota (19,11-21)
Aparece un caballo blanco (19,11). Su jinete tiene varios nombres:
"Fiel y Verdadero" (19,11), "Palabra de Dios" (19,13), "Rey de reyes y
Señor de señores" (19,16). ¡Es Cristo Jesús! Acompañado de los
ejércitos celestes (19,14), él viene a "juzgar y combatir con justicia"
(19,11). Mientras los reyes de la tierra, liderados por la bestia, se
preparan para el combate final (19,19; 16,13-16), un ángel llama a los
buitres: "Vengan a devorar al soldado y a su caballo, a hombres libres
y esclavos, pequeños y grandes" (19,18). El ejército de los reyes es
derrotado. La bestia y el falso profeta son capturados y arrojados vivos
al lago de fuego (19,20). Los otros adoradores de la bestia, están ya
muertos todos por la espada que sale de la boca del gran caballero
(19,21).
B. El reino de mil años (20,1-6)
Un ángel baja del cielo y agarra al dragón, "la antigua serpiente, el
diablo, Satanás" (20,1). El dragón es esposado y arrojado al gran
abismo, donde se quedará durante mil años (20,2-3). En seguida,
sucede la "primera resurrección" (20,5-6). La primera resurrección es
la de los que dieron testimonio de Jesús y resistieron contra la bestia
(20,4). Su testimonio dejó semilla y resucitó en la Iglesia, que ahora
crece y se esparce por el mundo entero. Esto va a durar mil años
(20,4). Los otros muertos no participan de esta primera resurrección
(20,5), porque la vida de ésos no valió para nada y no dejó semilla en
la tierra de la vida del pueblo. Los mil años indican el tiempo que va
desde el fin de la persecución del imperio hasta el fin del mundo. Es el
tiempo completo señalado por Dios. No puede ser tomado al pie de la
letra. Pues con relación al fin del mundo, nadie sabe nada. Sólo el
Padre (Mc 13,32; Hch 1,7).
C. La segunda derrota y el juicio final (20,7-15)
Después de los mil años, el dragón se soltó (20,7). Pero es sólo por
poco tiempo (20,3). Andando por el mundo, él seduce a las naciones
(20,8). Ellas se organizan para hacer guerra contra el pueblo de Dios
(20,8). Llegan a cercar "el campamento de los santos y la ciudad
amada" (20,9). Nuevamente la lucha es desigual. Es el último intento
de la serpiente contra la descendencia de la mujer. Y, nuevamente,
Dios interviene a favor de la mujer, a favor de su pueblo. Un fuego baja
del cielo y devora a todos (20,9). Y finalmente entonces, el dragón es
tomado preso y arrojado en el lago de fuego, donde ya se hallaban la
bestia y el falso profeta (20,10). Y allá se quedarán, por los siglos de
los siglos (20,10).
Enseguida, Juan ve el trono blanco de Dios (20,11). Es el trono del
Juez. La muerte es obligada a devolver a todos los que por ella fueron
engullidos en el correr de la historia (20,13). Todos son juzgados, cada
uno conforme a sus obras (20,12.13). Terminado el juicio, la propia
muerte ya vencida, es arrojada al lago de fuego (20,14). Y junto con
ella van todos los que no estaban inscriptos en el libro de la vida
(20,15). Es "la segunda muerte" (20,14). ¡La muerte de la propia
muerte! ¡Al final sólo va a quedar la vida, y vida en abundancia! (Jn.
10,10). ¡Todo está listo para la fiesta final!
LA FIESTA FINAL DEL CAMINO (21,1 - 22,5)
"Vi entonces un nuevo cielo y una nueva tierra" (21,1). El futuro que
brota al final del camino surge como una nueva creación. Surge como
don de Dios y como fruto de la lucha del pueblo perseguido que
procuró ser fiel. El itinerario del nuevo éxodo (4,11) encuentra aquí la
libertad. El itinerario del juicio (12,20) encuentra aquí la justicia. Y los
rasgos del rostro de Dios que todos buscaban durante la caminata,
brillan ahora con todo su esplendor. El velo es quitado completamente!
Aparece el rostro de Dios cara a cara, ¡estampado en un mundo
transformado!
Un rostro no se comenta. Un rostro se mira y se contempla. Sobre
todo, ¡cuando es el de la persona amada! El comentario puede incluso
echar a perder la belleza de la poesía y del amor. Lo mejor es mirar.
Mirar y contemplar el futuro que Dios preparó para los que lo aman (1
Cor 2,9). Este futuro alimenta la fe, la esperanza y el amor. Alimenta en
nosotros la lucha y la resistencia contra el imperio que, hasta hoy,
quiere tragarse a las comunidades que se organizan en
fraternidades.
Siente puntos para ayudar a meditar el futuro que Dios ofrece
El futuro que Dios ofrece está en gestación en lo recóndito de la
historia. Su semilla está en el pasado del pueblo. Una primera muestra
del futuro ya aparece en la lucha del pueblo perseguido que resiste al
imperio y se organiza de manera fraterna. ¿Cómo será el futuro,
después de terminada la lucha? Nadie lo sabe. Nadie sabe lo que Dios
preparó para aquellos que le aman (1 Cor 2,9). Pero Juan intenta
adivinar a partir de las cosas que Dios ya realizó en el pasado y a
partir de lo que él mismo ve realizado en las comunidades. Juan intenta
imaginar el futuro a partir de la semilla y de la muestra. El, por así
decirlo, agarra siete "diapositivas" del pasado, coloca la lámpara de la
fe detrás y las proyecta en la tela del futuro. Y así nos ofrece la visión
de la fiesta final del camino (21,1 - 22,5).
1. El futuro que Dios ofrece es una nueva creación
¡Un nuevo cielo y una nueva tierra! (21,1). El mar, símbolo del poder
del mal, ya no existe (21,1). En la primera creación, Dios inicio su
trabajo creando la luz (Gén. 1,3). Pero quedó la noche. Quedó la
oscuridad (Gén 1,5). Aquí en la nueva creación del futuro, la luz vence.
La noche, la oscuridad, ya no existen más (21,25;22,5). Jesús, el
Cordero, es la lámpara que lo ilumina todo (21,23). De las cosas
antiguas nada quedó. Todo se fue (21,1.4). Y Dios proclama. "Sí,
¡hago nuevas todas las cosas!" (21,5).
2. El futuro que Dios ofrece es un nuevo paraíso terrenal
En el primer paraíso había un río que lo regaba todo y daba
fertilidad a la tierra (Gén 2,10-14). En el nuevo paraíso, la fuente del
río es el trono de Dios (22,1). Sus aguas riegan la tierra y hacen
crecer los árboles de la vida en todo lugar (22,2). Los árboles de la
vida dan su fruto doce veces por año y hasta sus hojas curan a las
naciones (22,2). Todo esto es una imagen para decir que la muerte
fue vencida. ¡Ahora sólo existe la vida, vida en abundancia y para
todos! Hasta las heridas que quedaron por la dureza del camino y de
las persecuciones, van a ser sanadas (22,2). La maldición que entró
en el primer paraíso (Gén. 3,14-19) desapareció (22,3). No habrá más
muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor (21,4). Dios enjuga las lágrimas que
aún quedan (21,4). El da de beber de la fuente de agua de la vida
(21,5).
3. El futuro que Dios ofrece es una nueva alianza
Como antiguamente, después de la salida de Egipto, también ahora
Dios viene a morar con su pueblo (21,3). Extiende sobre él su tienda
(21,3) y pronuncia las palabras de la alianza. El dice al pueblo: "Yo
seré su Dios y ustedes serán mi pueblo" (21,3). Y dice también a cada
uno en particular: "Yo seré tu Dios y tú serás mi hijo" (21,7). Así, Dios
hace la alianza con el pueblo entero, y con cada uno en particular. ¡Es
la perfecta armonía del pueblo entre sí y del pueblo con Dios; del
individuo con la comunidad y de la comunidad con el individuo! Nadie
se pierde ni en el anonimato de la casa del pueblo, ni en el
individualismo de una fe que sólo piensa en sí mismo.
4. El futuro que Dios ofrece es una nueva organización de las doce
tribus
La organización fraterna e igualitaria del pueblo comenzó en el
desierto, después de la salida de Egipto. Fue retomada por el pueblo
de las comunidades en oposición al imperio. Y aquí, en el futuro que
ofrece Dios, ella aparece plenamente, después que el imperio fue
derrotado por las plagas de la historia y por el juicio de Dios. El
número doce aparece en todas partes. Es la marca registrada de la
nueva creación: doce puertas (21,12); doce ángeles (21,12); doce
tribus (21,12); doce cimientos (21,14); doce apóstoles (21,14); doce
mil estadios (medida de longitud: 21,16); doce veces doce codos
(21,17); doce tipos de piedras preciosas (21,19-20); doce perlas
(21,21); y doce cosechas anuales del árbol de la vida (22,2). Es la
organización perfecta del pueblo, simbolizada en la perfección de la
Ciudad Santa. En medio de este pueblo fiel, ya no hay infidelidad, ni
pereza, ni corrupción, ni asesinato, ni impureza, ni magia, ni culto a los
falsos dioses, ni mentira (21,8). ¡Todo esto fue derrotado! La fidelidad
venció por la observancia de los mandamientos de Dios (12,17).
5. El futuro que Dios ofrece es una nueva Ciudad Santa, Jerusalén
Ella baja del cielo, del lado de Dios (21,2;21,10), engalanada con
piedras preciosas de todos los tipos (21,19-20). En ella todo es
perfecto: el largo, lo ancho, lo alto (21,15-16), las murallas, las
puertas, el material usado (21,15.17-18), los cimientos (21,14.19). Su
plaza principal es de oro puro, como vidrio transparente (21,21). Cada
tribu contribuye con su riqueza, sin perderse en el conjunto. Sus
puertas están siempre abiertas (21,25). Las riquezas de las naciones
son llevadas a su interior (21,25). No hay peligro de robo porque en
ella no existe más nada impuro o mentiroso (21,27). Todo está al
servicio de la vida. La Ciudad Santa es la luz de las naciones (21,24).
6. El futuro que Dios ofrece es un pueblo renovado, bello como una
novia.
La ciudad del imperio era una prostituta. La ciudad de Dios, una
novia. Linda, toda embellecida para su marido (21,2). Su esposo es el
Cordero (21,9). Ella es la Hija de Sión, imagen del pueblo de Dios. Es
la mujer que luchó contra la muerte y contra el dragón. Aquí, en el
futuro de Dios, la lucha terminó. La serpiente ya no molesta más; está
en el lago de fuego para siempre. La novia, el pueblo, se prepara para
la unión definitiva con Dios, para su casamiento con el Cordero
(19,7,9; 21,9). Es la fiesta final del camino.
7. El futuro que Dios ofrece es él mismo
Dios presente en medio de nosotros. El cielo bajó a la tierra (21,2),
ya transformada para siempre en la morada de Dios (21,2). Dios es la
fuente de la vida (21,6; 22,1). Es el Principio y el Fin de todo (21,5).
Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador, será nuestro Dios para
siempre (21,3). En el futuro que Dios ofrece, no habrá más necesidad
de sol, ni de luna, ni de lámpara alguna (21,23; 22,5). Dios será el sol.
Su gloria ilumina a su pueblo (21,23), y brillará sobre él (22,5). Dios es
luz, Dios es Padre (21,7). Y todos, para siempre, contemplarán su
rostro (22,4).
Si, frente a este futuro que el amor de Dios prepara para su puesto y
con su pueblo que lucha y resiste, la gente dice: "Feliz el que hace
caso de las palabras proféticas de este libro" (22,7); participará de la
fiesta final del camino y estará sentado en el banquete nupcial del
Cordero (19,9).
RECOMENDACIONES FINALES (22,6-21)
Juan terminó su libro. Fue muy valiente. Tuvo el coraje de interpretar
los acontecimientos de aquel tiempo a la luz de su fe. ¡Y para ello, él
necesitó de mucho valor! Pues, ¿quiénes eran los cristianos? Eran un
grupito sin expresión, perseguido, perdido en un imperio inmenso. ¿Y
dónde saco Juan la valentía para desafiar así a los poderosos de
aquel tiempo? La sacó sobre todo de la certeza de su fe en que Dios
estaba con el pueblo perseguido. De la certeza de que Dios es Yavé,
Dios con nosotros, Dios liberador.
Al final, él da algunas recomendaciones (22,6-21). El sabe que su
libro va a encontrar resistencia. No todos van a estar de acuerdo con
su opinión sobre la política del Imperio Romano. El sabe que su libro
va a encontrar interpretaciones muy variadas y hasta contradictorias.
Para prevenir todo esto, y para orientar al lector, da algunas
recomendaciones y algunos consejos finales.
Yo también concluyo este pequeño libro, hecho sin mucha
pretensión. Es fruto de mucha lectura y estudio, de muchas
conversaciones y búsquedas, de mucha oración. Procuré ser fiel a
Dios, a la fe de la Iglesia, al sentido del texto y a la realidad que hoy
vivimos. No sé si lo conseguí. Pero si el pueblo sufrido de nuestras
comunidades encuentra aquí algún aliento y algún motivo de fe y de
esperanza para continuar su camino y su lucha contra el imperio,
entonces creo que la interpretación que hice corresponde a lo que
Dios espera y pide de mí.
REVELACION DEL FUTURO (Adelino A. Cordeiro, campesino)
Vamos a ver el futuro en el Apocalipsis de San Juan.
Dice que los justos irán a formar parte de una Nueva Creación,
donde no habrá más llanto, muerte, ni maldición.
Será un paraíso terrenal, con una perfecta organización.
Habrá una Nueva Alianza, con Jerusalén,
Bella como una novia, que recibe el parabién.
Es el Dios que es, que era y que hoy todavía viene.
El Dragón y la Bestia, ningún poder más tienen.
No habrá más tristeza, dolor, ni sufrimiento.
Todas las cosas pasadas quedarán en el aburrimiento.
No existirá más el envidioso. Terminará el celoso.
Para los malvados, el futuro será de mucho tormento.
La Ciudad es muy linda, de acuerdo con el escritor.
Todos serán hermanos y Dios el Padre protector.
Tendremos vida abundante con la Paz del Señor.
Vale la pena luchar mucho, para hacerme merecedor.