La Moral... una Respuesta de Amor
Teología Moral Fundamental: Naturaleza y Método

Enfoque

Antes de adentrarnos en la materia, conviene que aclaremos qué entendemos por Teología Moral Fundamental. No sólo porque es siempre que se dialoga conveniente entenderse desde el inicio, sino porque el proceso de renovación (a veces revolución) del estudio de la moral que ha tenido lugar desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, impone una reflexión sobre la naturaleza y el método propios de esta disciplina.

Naturalmente, no pretendo sentar cátedra ni cerrar la amplia discusión que sobre este punto se ha dado en estos años. Todavía hoy hay opiniones divergentes en mayor o menor grado. Más aún, cabe optar legítimamente por explicaciones y enfoques diversos. A nosotros nos basta aquí presentar una visión que sea válida, coherente y, de ser posible, también clara. Lo que nos interesa es, simplemente, enfocar el resto de nuestros trabajos a lo largo del curso.

La visión de la naturaleza y método de una determinada disciplina deberá responder de algún modo a lo que su mismo nombre indica. Si no es así, significa que o el título es incorrecto, o todo el tratado está mal planteado. Vamos, pues, a partir de un análisis de las tres palabras que componen el nombre de este manual: nuestros esfuerzos a lo largo del curso tendrán que consistir en un análisis de lo “moral”, hecho desde la “teología”, y desde un enfoque “fundamental” [1].

Vista así la naturaleza del tratado, podremos hacer algunas anotaciones sobre el método, a partir de la consideración de la petición hecha por el Concilio (OT 16) y del doble dinamismo propio de la reflexión teológica: teología positiva y teología especulativa [2].

1. Naturaleza de la Teología Moral Fundamental

a) Moral
Nos fijamos en primer lugar en el objeto propio de nuestros estudios, indicado en el título con la palabra moral. Este sería, en términos escolásticos, el “objeto material” del tratado.

Pero ¿qué es la moral, lo moral, la moralidad? ¿Qué relación tiene con la ética, lo ético?

Como es sabido, la palabra “ética” proviene del griego, y significa costumbre o hábito. La ética consistiría, pues, en el estudio de las costumbres o comportamientos de un grupo humano o en general de los hombres. Pero hay otro vocablo griego, que también está en el origen de nuestra palabra: que, además de costumbre, significa también morada o lugar habitual; talante o modo de ser, pensar o sentir; moral o moralidad. Cuando Aristóteles escribe la Ética a Nicómaco se refiere sobre todo a este último significado. De este modo comprendemos que la ética no consiste simplemente en la descripción de los comportamientos, sino que se esfuerza por analizar el talante, carácter, modo de ser y actuar del ser humano, para comprender lo que es bueno o malo, precisamente en cuanto propio del ser humano. No se queda, pues, solamente en el dato externo, en los comportamientos visibles, sino que trata de adentrarse en los caracteres propios de la persona, en su morada interior. Y no se queda tampoco en una descripción de sus actos o de su modo de ser, sino que trata de ofrecer una guía para el comportamiento humano. En este sentido, podemos decir que la ética, contrariamente a la sociología o la etología, no es una ciencia “descriptiva”, sino normativa.

El término “moral” viene a ser el equivalente latino (“mos”) de los dos vocablos griegos apenas recordados: indica así las costumbres, pero también el modo de ser y la moralidad de la persona.

Así pues, la ética o moral, se refiere al modo de ser, de vivir, de actuar de los individuos y los grupos, que da lugar a una serie de de hábitos y costumbres; y se refiere también al estudio sistemático de todo ello.

Como sucede con muchos de los conceptos más preñados de significado y más usados en el lenguaje ordinario, sen entrecruzan aquí una compleja serie de acepciones con matices diversos. Será oportuno considerar brevemente algunas expresiones relacionadas, sin pretender agotarlas todas.

Aristóteles, S. Tomás y otros muchos, utilizaron la referencia al término “bien”, “lo bueno”, contrapuesto a “mal”, “lo malo”. Y así nos referimos frecuentemente a la dimensión moral en el lenguaje coloquial: “ha actuado bien”, “fue un acto bueno”, “es una buena persona”. Bueno/malo puede ser aplicado a un acto, a una actitud, a una persona, a un grupo...

Otro término interesante en el lenguaje común es el de “moralidad”. Entre sus diversas acepciones podemos destacar las siguientes. Moralidad como conformidad con los principios y preceptos morales; como cualidad de las acciones humanas que las hace buenas o malas; moralidad también como la dimensión o estructura moral de la persona.

En sentido negativo, se suele hablar de “in-moral” o “in-moralidad”. Se oye frecuentemente decir que “fulano es un inmoral”, o que “creo que ese acto es inmoral”, o que “hacer eso es una inmoralidad”, etc .. En todos esos casos, nos referimos a actos, actitudes, individuos... que son vistos como negativos, contrarios al bien, es decir “malos”. Pero no en relación con un bien físico, económico, social... sino en otro orden diverso: el orden del bien de la persona en cuanto persona .

b) Teología

La reflexión sobre la moral que vamos a emprender no se habrá de reducir a consideraciones de tipo psicológico, social o filosófico. Todos esos elementos pueden entrar como ayudas para comprender mejor el fenómeno de la moralidad. Pero a nosotros nos interesa aquí hacer un estudio de carácter teológico.

Teología significa, en sentido estricto, esfuerzo de comprensión del misterio de Dios a la luz de su propia revelación al hombre. Pero significa también el análisis de cualquier realidad en su relación con Dios. Si antes decía que la moralidad constituye nuestro “objeto material”, ahora podemos especificar su “objeto formal” precisamente constituido por la dimensión teológica de nuestro estudio.

Dios se ha revelado a sí mismo, y ha revelado también su plan de salvación para el hombre. El “quiere que todos los hombres se salven” (1 Tm 2,4). Ahora bien, esa salvación no consiste en adquirir una serie de conocimientos, ni se realiza únicamente en el paso a la vida eterna. La salvación revelada y ofrecida por Dios pasa también a través del vivir, del actuar de cada hombre.

La teología moral habrá de ocuparse por lo tanto de la vida de la persona humana en su relación con Dios y con los demás, a la luz de la revelación de su plan de salvación para el hombre.

Nuestra teología, naturalmente, es “cristiana”. Y esto significa que nosotros sabemos que la revelación y la salvación ofrecida por Dios tiene un nombre: Jesucristo.. En Cristo, Verbo de Dios encarnado, el cristiano encuentra la verdad que ilumina genuinamente su entendimiento para discernir entre el bien y el mal; en El, Hijo de Dios hecho hombre, encuentra el camino para guiar su propia vida por la senda recta que lleva hacia al Padre, y por ello mismo hacia la realidad más auténtica de su propio ser; en El, Redentor del hombre, participa de la misma vida divina, que vivifica todo su humano vivir y alcanza su plenitud en la vida eterna.

Nuestra teología es también “católica”. Es decir, hecha y vivida en comunión con la Iglesia Católica, en sintonía con su doctrina, tanto dogmática como moral. Esa participación en la comunión de la Iglesia constituye el sustrato mismo de la teología, como su “humus”; así como su iluminación y garantía de autenticidad.

c) Fundamental

El estudio de teología moral que nos disponemos a realizar no habrá de consistir en el análisis de los diversos y complejos problemas morales que aparecen aquí y allá en la vida de la persona o de la sociedad. Dejamos esa tarea a la “teología moral especial”, con sus diversas ramificaciones. A nosotros nos corresponde poner los fundamentos.

Se solía denominar a esta disciplina con el título de “teología moral general”. Pero parece mejor el término en uso actualmente. Hay que evitar desde el inicio la impresión de que nos tengamos que quedar en “generalidades”, en consideraciones vagas y poco relacionadas con la vida real. Al contrario, lo que vamos a considerar en nuestro estudio constituye el fundamento mismo de toda nuestra vida moral y la base sobre la cual se podrá luego construir el edificio estructurado de la reflexión moral especial (en el campo de la moral sexual, de los problemas relacionados con el respeto de la vida, de los problemas sociales, etc.).

Moral fundamental no solamente en cuanto que hay que estudiar los fundamentos, los conceptos y realidades base de la vida moral y de la realidad moral del cristiano. Es fundamental también en el sentido de que en ella hay que “fundar” la reflexión moral misma: sus fuentes, su validez y legitimidad, su sentido más profundo, anclado en Dios. En este sentido, por ejemplo, no bastará con recurrir a la Escritura o el Magisterio para iluminar ciertos temas, sino que habrá que fundar críticamente el recurso a esas instancias como fuentes aptas para la reflexión moral.

Moral fundamental, finalmente, en cuanto que lo que se pretende en el curso no es simplemente dar unos cuantos principios generales que luego habrían de ser aplicados al pie de la letra en las diversas circunstancias. Emergerán, sí, algunos principios importantes; pero lo más importante será aprender a juzgar moralmente el actuar humano a la luz de la razón y de la fe, para poder guiar nuestra vida personal e iluminar a los demás en su camino.


2. El método de la Teología Moral Fundamental

a) La búsqueda del método

En toda ciencia la cuestión del método tiene una importancia determinante. También la Teología Moral, en cuanto saber sistemático requiere una dilucidación sobre su propia metodología.

Podemos decir, haciendo una generalización simplificadora, que hasta el Concilio Vaticano II la Teología Moral había seguido predominantemente el método “casuístico". Las causas de la configuración de ese método arrancan del Concilio de Trento. La renovación impulsada por ese evento, impulsó la recepción del sacramento de la penitencia y la formación de los aspirantes al sacerdocio en los seminarios. De ese modo, comenzaron a aparecer manuales de moral destinados a la preparación de los seminaristas, especialmente en vistas de su ministerio como confesores. La necesidad de principios y normas claras y simplificadas llevó a la formulación de casos morales cuya resolución consistía fundamentalmente en el esfuerzo por distinguir los diversos tipos de pecados y resolver dudas de conciencia. El ideal de claridad y certeza que el despertar de las ciencias naturales y las matemáticas difundió en el siglo dieciocho, acentuó la búsqueda de principios y normas siempre claros y universales. Todo esto llevó a la configuración de una Teología Moral poco relacionada con la promoción del desarrollo positivo de la vida cristiana y poco atenta a la dimensión personal de la moralidad. De hecho, el enfoque dado a la consideración de los casos, solía tener connotaciones "legales", muy ligadas al derecho canónico.

Desde mediados del siglo diecinueve se dio un paulatino cambio de perspectiva, en el que se fue acentuando cada vez más el carácter propiamente cristiano, evangélico, espiritual, de la reflexión y de la vida moral. Ese lento movimiento se vino acelerando a mitad de nuestro siglo, hasta desembocar de algún modo en la celebración del Concilio Vaticano II. Aunque el Concilio no emanó ningún documento específicamente dedicado a la moral en general (como estaba previsto en un inicio), el nuevo enfoque de la moral permeó muchos de sus documentos, especialmente la constitución sobre “la Iglesia en el mundo de hoy”, Gaudium et Spes.. A partir del Concilio, pues, se ha originado un proceso profundamente renovador de la Teología Moral y de su metodología. Naturalmente, ha habido intentos muy variados y de muy diverso valor. Ese movimiento de búsqueda sigue vivo hoy día; y no podemos decir que se ha configurado ya un método perfecto y definitivo. En realidad no se podrá dar nunca por terminada esa búsqueda.

No nos interesa aquí llegar al establecimiento del método, como si debiera existir sólo uno. En un manual de apoyo como el presente, lo que hace falta es trazar las líneas metodológicas fundamentales que guiarán nuestro estudio. Naturalmente, de ese modo se ofrece también al estudiante algunas pistas para su propia reflexión sobre el método y para la eventual elaboración, en un futuro, de un propio método de Teología Moral.

b) Nuestro método de Teología Moral Fundamental

El punto de partida de nuestro método será cuanto pidió el Vaticano Il al hablar de la renovación de la enseñanza de la moral:
“Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad” (OT, 16).

EL Concilio pide, pues, que se dé un enfoque positivo a la Teología Moral, la cual habrá de consistir, no en la exposición de unos preceptos y normas o en ofrecer un instrumento para discernir los diversos tipos y grados de pecados... Se tratará, más bien, de explicar la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo.

En nuestro estudio subrayaremos por tanto la visión de la vida moral como respuesta a una vocación. Será ese el eje y el enfoque de todo el tratado. Veremos cómo, efectivamente, la vida moral de la persona humana (y no sólo de los “fieles”) consiste en el fondo en una respuesta a la llamada que Dios le hace a través de su misma realidad creatural y a través del don de la redención que se hace presente de manera eminente en la vida de la Iglesia.

La vocación, según el texto de OT, es vocación en Cristo. La persona de Cristo será central en nuestra reflexión moral. En Jesucristo veremos la norma suprema de la moralidad, así como la inspiración de fondo y la principal motivación para vivir en plenitud la propia dimensión moral, cuya meta última es, precisamente, la vida eterna en Cristo.

Pero esa vida moral, respuesta a la vocación divina en Cristo, implica obligación de producir frutos para la vida del mundo en la caridad. No es una moral individualista ni intimista. La vida moral del cristiano ha de incidir en la configuración de un mundo cada vez mejor, más humano, más concorde con el plan de Dios.

EL texto conciliar habla de exposición científica, la cual debe ser más nutrida de la Sagrada Escritura. No bastará, por lo tanto, hacer unas cuantas consideraciones piadosas, ni analizar “casos” de moral a la luz de algunos principios previamente asumidos. No será tampoco suficiente entremezclar más o menos caóticamente una serie de intuiciones o de reflexiones morales; ni coser una detrás de otra las opiniones o sentencias de algunos autores... La ciencia requiere una elaboración sistemática, una fundación apropiada, un iter o camino (cfr. el origen de la palabra “mét-odo”) ordenado, orientado en función de un núcleo unificador. En nuestro caso, ese núcleo será la realidad de la vida moral como respuesta a una vocación divina..

Aquí se trata de una “ciencia teológica”. Convendrá, pues, aplicar el binomio ya “clásico” en las diversas disciplinas teológicas: Teología Positiva y Teología Especulativa.

Habrá que iluminar primero los diversos temas desde el análisis de la Revelación. Sobre todo en algunos, de ellos la Sagrada Escritura no solo servirá de nutrición, sino que engendrará desde el inicio nuestra reflexión moral. Junto con la Escritura, como requiere la correcta ciencia teológica, habrá que considerar las aportaciones de la Tradición de la Iglesia, y tener en cuenta la orientaciones de su Magisterio .

La especulación habrá de tomar en cuenta esos elementos, pero habrá de servirse de la razón, no solamente como instrumento de análisis e interpretación de esas primeras “fuentes”, sino también como “fuente” de reflexión moral ella misma. Efectivamente, la ciencia moral, que estudia la realidad de la persona humana, sus actos y actitudes, sus condicionamientos y su misma realización como persona, la razón humana aporta una luz propia (don del mismo Dador de la luz de la Revelación), sobre todo con la contribución de la filosofía y con la ayuda de las llamadas ciencias humanas (como la psicología, la sociología, etc.).

Lecturas complementarias

CEC 50-114; 131-133; 1691-1729; 2052-2063; 2083-2087; 2090, 2093
VS 2, 8, 12, 15, 25-30, 83, 85, 109-117
EV 53-57, 60-62, 65-66
OT 16
DV 6-10, 17, 24-26
GS 10, 22, 45

Autoevaluación

1. ¿De dónde proviene la palabra “ética” y cuál es su significado etimológico?
2. ¿En qué coinciden y en qué difieren un estudio de la moral desde la sociología y otro desde la teología?
3. ¿Por qué la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio son “fuentes” de la teología moral? ¿Por qué también es “fuente” (secundaria) la razón?