SEGUNDA PARTE

MINISTERIO CAMINO DE JERUSALÉN

 

VIII.- HACIA JUDEA Y JERUSALÉN

 

Jesús predice su Pasión y su Gloria. La ley de la renuncia cristiana.

 

21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.

22 Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo:

-¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso.

23 Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo:

-¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.

24 Entonces les dijo Jesús a sus discípulos:

-Si alguno quiere venir  detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.

26 Porque, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el Hijo del Hombre va a venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28 En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino.

 

17

 

La transfiguración

 

1 Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. 2 Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. 4 Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:

-Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

5 Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:

-Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.

6 Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. 7 Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:

-Levantaos y no tengáis miedo.

8 Al alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús.

9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:

-No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.

10 Sus discípulos le preguntaron:

-¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero?

11 Él les respondió:

-Elías ciertamente vendrá y restablecerá todas las cosas. 12 Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos.

13 Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

 

Curación del muchacho lunático.

 

14 Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre, se puso de rodillas 15 y le suplicó:

-Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. 16 Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar.

17 Jesús contestó

-¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo aquí.

18 Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento.

19 Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron:

-¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?

20 -Por vuestra poca fe -les dijo-. Porque os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible (21)

 

Segundo anuncio de la Pasión. Tributo al Templo.

 

22 Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús:

-El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, 23 y lo matarán, pero al tercer día resucitará.

Y se pusieron muy tristes.

24 Al llegar a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron:

-¿No va a pagar vuestro Maestro el tributo?

25 -Sí -respondió.

Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo:

-¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraños?

26 Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús:

-Luego los hijos están exentos; 27 pero para no escandalizarlos, vete al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estáter; lo tomas y lo das por mí y por ti.

 

IX.- DISCURSO SOBRE LA VIDA EN LA IGLESIA

 

18

 

Los pequeños y el Reino. El escándalo. La oveja perdida.

 

1 En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

-¿Quién piensas que es el mayor en el Reino de los Cielos?

2 Entonces llamó a un niño, lo puso en medio de ellos 3 y dijo:

-En verdad os digo: Si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. 4 Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; 5 y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mi recibe. 6 Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y lo hundieran en el fondo del mar. 7 ¡Ay del mundo por los escándalos!  Es inevitable que vengan los escándalos. Sin embargo, ¡ay del hombre por cuya culpa se produce el escándalo! 8 Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrara en la Vida manco o cojo, que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno. 9 Y si tu ojo te escandaliza, arráncatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar tuerto en la Vida, que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno.

10 Guardaos de despreciar a uno de estos pequeñuelos, porque os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. (11)

12 ¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ella, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte y saldrá a buscar la que se le había perdido? 13 Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. 14 Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

 

Corrección fraterna. Poderes de los Apóstoles.

 

15 Si tu hermano peca contra ti, vete y corrígelo a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16 Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. 17 Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano.

18 Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

19 Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. 20 Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 

Perdón de las ofensas. Parábola del siervo despiadado.

 

21 Entonces, se acercó Pedro a preguntarle:

-Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peque contra mi? ¿Hasta siete?

22 Jesús le respondió:

-No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23 Por eso el Reino de los Cielos viene a ser como un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. 24 Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. 25 Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y que así pagase. 26 Entonces el siervo, se echó a sus pies y le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. 27 El señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. 28 Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: Págame lo que me debes. 29 Su compañero se echó a sus pies y se puso a rogarle: Ten paciencia conmigo y te pagaré. 30 Pero él no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. 32 Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. 33 ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? 34 Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. 35 Del mismo modo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

 

19

 

Matrimonio y virginidad

 

1 Cuando terminó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. 2 Y le siguieron grandes multitudes, y allí les curó. 3 Se acercaron entonces a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle:

-¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?

4 Él respondió:

-¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, 5 y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? 6 De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

7 Ellos le replicaros:

-¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla?

8 Él les respondió:

-Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así. 9 Sin embargo, yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer -a no ser por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.

10 Le dicen los discípulos:

-Si esa es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse.

11 -No todos son capaces de entender esta doctrina -les respondió él-, sino aquellos a los que se le ha concedido. 12 En efecto, hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; también hay eunucos que han quedado así por obra de los hombres; y los hay que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda.

 

Jesús bendice a los niños

 

13 Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. 14 Ante esto, Jesús dijo:

-Dejad a los niños y no les impidáis que vengan conmigo, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos.

15 Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.

 

El joven rico. Pobreza y entrega cristinas.

 

16 Y se le acercó uno, y le dijo:

-Maestro, ¿qué obra buena debo hacer para alcanzar la vida eterna?

17 Él le respondió:

-¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno sólo es el bueno. Pero si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos.

18 -¿Cuáles? -le preguntó.

Jesús le respondió:

-No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, 19 honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

20 -Todo esto lo he guardado -le dijo el joven-. ¿Qué me falta aún?

21 Jesús le respondió:

-Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme.

22 Al oír el joven estas palabras se marchó triste, porque tenía muchas posesiones.

23 Jesús les dijo entonces a sus discípulos:

-En verdad os digo: difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. 24 Es más, os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.

25 Cuando oyeron esto sus discípulos, se quedaron muy asombrados y decían:

-Entonces, ¿quién puede salvarse?

26 Jesús, con la mirada fija en ellos, les dijo:

-Para el hombre esto es imposible; para Dios, sin embargo, todo es posible.

27 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo:

-Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué recompensa tendremos?

28 Jesús les respondió:

-En verdad os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, vosotros, los que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. 30 Porque muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.

 

20

 

Parábola de los obreros de la viña.

 

1 El Reino de los Cielos es como un hombre, dueño de una propiedad, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. 2 Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió también hacia la hora tercia y vio a otros que estaban en la plaza parados, 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo. 5 Ellos marcharon. De nuevo salió hacia la hora sexta y de nona e hizo lo mismo. 6 Hacia la hora undécima volvió a salir y todavía encontró a otros parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí todo el día ociosos? 7 Le contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a mi viña. 8 A la caída de la tarde le dijo el amo de la viña a su administrador: Llama a los obreros y dales el jornal, empezando por los últimos hasta llegar a los primeros. 9 Vinieron los de la hora undécima y percibieron un denario cada uno. 10 Y cuando legaron los primeros pensaron que cobrarían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno. 11 Al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el dueño: 12 A estos últimos que han trabajado sólo una hora los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor. 13 Él le respondió a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. 15 ¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno? 16 Así los últimos serán primeros y los primeros últimos.

 

Tercer anuncio de la Pasión

 

17 Cuando subía Jesús camino de Jerusalén tomó aparte a sus doce discípulos y les dijo:

18 -Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, le condenarán a muerte, 19 y le entregarán a los gentiles para burlarse de él y azotarlo y crucificarlo, pero al tercer día resucitará.

 

Petición de la madre de los hijos de Zebedeo

 

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró ante él para hacerle una petición. 21 Él le preguntó:

-¿Qué quieres?

Ella le dijo:

-Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

22 Jesús respondió:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?

-Podemos -le dijeron.

23 Él añadió:

-Beberéis mi cáliz; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes está dispuesto por mi Padre.

24 Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. 25 Pero Jesús les llamó y les dijo:

-Sabéis que los que gobiernan las naciones las oprimen y los poderosos las avasallan. 26 No tiene que ser así entre vosotros; al contrario: quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, que sea vuestro servidor; 27 y quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. 28 De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos.

 

Curación de los ciegos de Jericó

 

29 Al salir de Jericó le seguía una gran multitud. 30 En esto, dos ciegos sentados al lado del camino, en cuanto oyeron que pasaba Jesús, se pusieron a gritar:

-¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!

31 La multitud les respondía para que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte diciendo:

-¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!

32 Jesús se paró, los llamó y les dijo:

-¿Qué queréis que os haga?

33 -Señor, que se abran nuestros ojos -le respondieron.

34 Jesús, compadecido, les tocó los ojos y al instante recobraron la vista y le siguieron.

 

 

TERCERA PARTE

MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

 

X. PURIFICACIÓN DEL TEMPLO Y CONTROVERSIAS.

 

21

 

Entrada del Mesías en la Ciudad Santa.

 

1 Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, 2 diciéndoles:

-Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. 3 Si alguien os dice algo, le responderéis que el señor los necesita y que enseguida los devolverá.

4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta:

5 Decid a la hija de Sión:

Mira, tu Rey viene hacia ti

con mansedumbre, sentado sobre un asna,

sobre un borrico, hijo de animal de carga.

6 Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. 7 Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y él se montó encima. 8 Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. 9 Las multitudes que iban delante de él y las que seguían detrás gritaban diciendo:

Hosanna al Hijo de David!

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Hosanna en las alturas!

10 Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad y se preguntaban:

-¿Quién es éste?

11 -Éste es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea -decía la multitud.

 

Jesús en el Templo

 

12 Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, 13 mientras les decía:

-Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis convirtiendo en una cueva de ladrones.

14 Mientras estaba en el Templo, se acercaron a él ciegos y cojos y los curó.

15 Los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que hacía y a los niños que aclamaban en el Templo y decían: Hosanna al Hijo de David, se indignaros 16 y le dijeron:

-¿Oyes lo que dicen éstos?

-Sí -les respondió Jesús-. ¿No habéis leído nunca: De la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza?

17 Y los dejó, salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí pasó la noche.

 

Maldición de la higuera.

 

18 Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre. 19 Viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró en ella nada más que hojas. Y le dijo:

-Que nunca jamás brote de ti fruto alguno.

Y al instante se secó la higuera. 20 Al ver esto los discípulos se maravillaron y dijeron:

¿Cómo tan de repente se ha secado la higuera?

21  Jesús les dijo:

-En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que incluso si le decís a este monte: Arráncate y échate al mar, se hará. 22 Y todo cuanto pidáis con fe en la oración lo recibiréis.

 

Potestad de Jesús.

 

23 Llegó al Templo, y mientras estaba enseñando se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le preguntaron:

-¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado tal potestad?

24 Jesús les respondió:

-También yo os voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, entonces yo os diré con qué potestad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?

Ellos deliberaban entre sí: Si decimos que del cielo, nos replicará: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26 Si decimos que de los hombres, tememos a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondieron a Jesús:

-No lo sabemos.

Entonces él les dijo:

-Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

 

Parábola de los dos hijos.

 

28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. 29 Pero él le contestó: No quiero. Sin embargo se arrepintió después y fue. 30 Se dirigió entonces al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: Voy, señor; pero no fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?

-El primero -dijeron ellos.

Jesús prosiguió:

-En verdad os digo que los publicanos y las meretrices van a estar por delante de vosotros en el Reino de Dios. 32 Porque vino Juan a vosotros con un camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto os arrepentisteis después para poder creerle.

 

Parábola de los viñadores homicidas.

 

33 Escuchad otra parábola:

-Había un hombre, dueño de una propiedad, que plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. 34 Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. 35 Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. 36 De nuevo envió a otros siervos, más numerosos que los primeros, pero les hicieron lo mismo. 37 Por último les envió a su hijo, pensando: A mi hijo lo respetarán. 38 Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero. Vamos, lo mataremos y nos quedaremos con su heredad. 39 Y lo agarraron, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando venga el amo de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

41 Le contestaron:

-A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.

42 Jesús les dijo:

-¿Acaso no habéis leído en las Escrituras:

La piedra que rechazaron los constructores,

ésta ha llegado a ser la piedra angular.

Es el Señor quien ha hecho esto

y es admirable a nuestros ojos?

43 Por esto os digo que se os quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que rinda sus frutos. 44 Y quien caiga sobre esta piedra se despedazará, y al que le caiga encima lo aplastará.

45 Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.

46 Y aunque querían prenderlo, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como profeta.

 

22

 

Parábola de los invitados a las bodas.

 

1 Jesús les habló de nuevo con parábolas y dijo:

2 -El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo, 3 y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. 4 Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y mis reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. 5 Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon: quien a su campo, quien a su negocio. 6 Los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y los mataron. 7 El rey se encolerizó, y envió a sus tropas a acabar con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. 8 Luego les dijo a sus siervos: Las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. 9 Así que marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis. 10 Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. 11 Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; 12 y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero él se calló. 13 Entonces el rey les dijo a los servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí habrá llanto y rechinar de dientes. 14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.

 

El tributo al César.

 

15 Entonces los fariseos se retiraron y se pusieron de acuerdo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. 16 Y le enviaron a sus discípulos, con los herodianos, a que le preguntaran:

-Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar por nadie, pues no haces acepción de personas. 17 Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?

18 Conociendo Jesús su malicia, respondió:

-¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Enseñadme la moneda del tributo.

Y ellos le mostraron un denario.

20 Él les dijo:

-¿De quién es esta imagen y esta inscripción?

21 -Del César -contestaron.

Entonces les dijo:

-Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

22 Al oírlo se quedaron admirados, lo dejaron y se fueron.

 

La resurrección de los muertos.

 

23 Aquel mismo día se le acercaron unos saduceos -que niegan la resurrección- y le preguntaron:

24 -Maestro, Moisés dijo: Si alguien muere sin tener hijos, su hermano se casará con la mujer y dará descendencia a su hermano. 25 Pues bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y falleció, y, al no tener descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26 Lo mismo sucedió con el segundo y con el tercero, hasta el séptimo. 27 Después de todos ellos, murió la mujer. 28 Entonces, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será esposa?, porque la tuvieron todos.

29 Jesús les respondió:

-Estáis equivocados por no entender las Escrituras ni el poder de Dios: 30 porque en la resurrección no se casarán ni ellas ni ellos, sino que serán en el cielo como los ángeles. 31 Y sobre la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os dejó dicho Dios: 32 Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos sino de vivos.

33 Y la muchedumbre, al oírlo, quedaba admirada de su enseñanza.

 

El primer mandamiento.

 

34 Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, 35 y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle:

36 -Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

37 Él le respondió:

-Amará al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Éste es el mayor y el primer mandamiento. 39 El segundo es como éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.

 

Divinidad del Mesías.

 

41 Estaban reunidos unos fariseos y Jesús les preguntó:

42 -¿Qué pensáis del Mesías? ¿De quién es hijo?

-De David -le respondieron.

43 Él les dice:

-¿Entonces, cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor al decir:

44 Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha,

hasta que ponga a tus enemigos

bajo tus pies?

45 Por lo tanto, si David le llama Señor, ¿cómo va a ser hijo suyo?

46 Y nadie podía responderle una palabra; y desde aquel día ninguno se atrevió a hacerle ya más preguntas.

 

23

 

Censuras a escribas y fariseos.

 

1 Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos 2 diciendo:

-En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. 3 Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen pero no hacen. 4 Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con uno de sus dedos quieren moverlas. 5 Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. 6 Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas 7 y que les saluden en las plazas, y que las gentes les llamen rabbí. 8 Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar rabbí, porque sólo uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. 9 No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial. 10 Tampoco os dejéis llamar doctores, porque vuestro doctor es uno sólo: Cristo. 11 Que el mayor entre vosotros sea vuestro servidor. 12 El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que quieren entrar. (14)

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, en cuanto lo conseguís, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros!

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Jurar por el Templo, queda obligado! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica el oro? 18 Y: Jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? 20 Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él. 21 Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. 22 Y quien ha jurado por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley; la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que hacer esto sin abandonar lo otro. 24 ¡Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de rapiña y de inmundicia! 26 Fariseo ciego, limpia lo primero lo de dentro de la copa, para que llegue a estar limpio también lo de fuera.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre! 28 Así también vosotros por fuera os mostráis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis las tumbas de los profetas y adornáis los sepulcros de los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas! 31 Así pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. 32 Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres.

33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación del infierno? 34 Por eso, mirad: os voy a enviar profetas, sabios y escribas; a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar. 36 En verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación.

 

Queja contra Jerusalén

 

37 ¡Jerusalén, Jerusalén! que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. 38 Mirad, vuestra casa se os va a quedar desierta. 39 Así pues, os aseguro que ya no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.

 

24

 

XI. DISCURSO ESCATOLÓGICO Y PARÁBOLAS

 

Anuncio de la destrucción del Templo.

 

1 Salió Jesús del Templo y, cuando se alejaba, sus discípulos se le acercaron para que se fijara en las construcciones del Templo. 2 Pero él les dijo:

-¿Veis todo esto? En verdad os digo que bo quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.

 

Comienzo de las tribulaciones. Persecuciones por causa del Evangelio.

 

3 Estando él sentado en el Monte de los Olivos, se le acercaron sus discípulos a solas y le preguntaron:

-Dinos cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de tu venida y del final del mundo.

4 Jesús les respondió:

-Mirad que no os engañe nadie; 5 porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos los seducirán. 6 Vais a oír hablar de guerras y de rumores de guerras. Mirad, no os inquietéis, porque es necesario que ocurra, pero todavía no es el fin. 7 Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diversos lugares. 8 Todo esto será el comienzo de los dolores.

9 Entonces os entregarán al tormento, os matarán y todas las gentes os odiarán a causa de mi nombre. 10 Y se escandalizarán muchos, se traicionarán mutuamente y se odiarán unos a otros. 11 Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. 12 Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos. 13 Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. 14 Y se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo en testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin.

 

La gran tribulación.

 

15 Por eso, cuando veáis la abominación de la desolación, que predijo el profeta Daniel, erigida en el lugar santo -quien lea, entienda-, 16 entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; 17 quien esté en el terrado, que no baje a tomar nada de su casa; 18 y quien esté en el campo, que no vuelva atrás para tomar su manto. 19 ¡Ay de las que estén en cinta y de las que estén criando esos días! 20 Rogad para que vuestra huida no ocurra ni en invierno ni en sábado.

21 Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22 Y de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán.

23 Entonces, si alguien os dijese: Mirad, el Cristo está aquí o allí, no os lo creáis. 24 Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. 25 Mirad que os lo he predicho. 26 Y si os dijeran que está en el desierto, no vayáis; o que está en un lugar oculto, no os lo creáis. 27 De la misma manera que el relámpago sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. 28 Dondequiera que esté el cadáver allí se reunirán los buitres.

 

La venida del Hijo del Hombre.

 

29 Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor, y las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se conmoverán. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. 31 Y enviará a sus ángeles que, con trompeta clamorosa, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos, de un extremo a otro de los cielos.

 

Certeza del fin: la lección de la higuera.

 

32 Aprended de la higuera esta parábola: cuando sus ramas están ya tiernas y brotan las hojas, sabéis que está cerca el verano. 33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que es inminente, que está a las puertas. 34 En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

 

Tiempos de la segunda venida de Cristo.

 

36 Pero nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. 37 Lo mismo que en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. 38 Pues, como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, 39 y arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. 40 Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. 41 Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada.

 

Necesidad de la vigilancia. Parábola del siervo fiel.

 

42 Por eso: velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. 43 Sabed esto: si el dueño de la casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que se horadase su casa. 44 Por tanto, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre.

45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el amo puso al frente de la servidumbre, para darles el alimento a la hora debida? 46 Dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre obrando así. 47 En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 48 Pero si ese siervo fuese malo y dijera en sus adentros: Mi amo tarda, 49 y comenzase a golpear a sus compañeros y a comer y a beber con los borrachos, 50 llegará el amo de aquel siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, 51 lo castigará duramente y le dará el pago de los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

 

25

 

Parábola de las vírgenes necias y prudentes.

 

1 Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; 3 pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; 4 las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. 5 Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. 6 A media noche se oyó una voz: ¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro! 7 Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. 8 Y las necias les dijeron a las prudentes: Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan. 9 Pero las prudentes les respondieron: Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotros y nosotras. 10 Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. 11 Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12 Pero él les respondió: En verdad os digo que no os conozco. 13 Por eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora.

 

Parábola de los talentos.

 

14 Porque es como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. 15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó. 16 El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. 17 Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. 18 Pero el que había recibido uno fue, hizo un agujero en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. 20 Cuando se presentó el que había recibido los cinco talentos, entregó otros cinco diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; mira, he ganado otros cinco talentos. 21 Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor. 22 Se presentó también el que había recibido los dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me entregaste; mira, he ganado otros dos talentos. 23 Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor. 24 Cuando llegó por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 Por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. 26 Su amo le respondió: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y que recojo donde no he esparcido; 27 por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mío con los intereses. 28 Por lo tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez.

29 Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. 30 En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes.

 

El juicio final.

 

31 Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, 32 y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, 33 y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. 34 Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: 35 porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; 36 estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. 37 Entonces le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer o sediento y te dimos de beber?; 38 ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos?, 39 o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? 40 Y el Rey, en respuesta, les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos mas pequeños, a mí me lo hicisteis. 41 Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: 42 porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; 43 era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. 44 Entonces le replicarán también ellos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos? 45 Entonces les responderá: En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. 46 Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.

 

XII. PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS.

 

26

 

Último anuncio de la Pasión y conspiración contra Jesús.

 

1 Cuando terminó Jesús todos estos discursos, les dijo a sus discípulos:

2 -Sabéis que dentro de dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para que lo crucifiquen.

3 Entonces se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás, 4 y acordaron apoderar se de Jesús con engaño y darle muerte. 5 Pero decían:

-Que no sea durante la fiesta, para que no se produzca alboroto entre el pueblo.

 

Unción en Betania y traición de Judas Iscariote.

 

6 Se encontraba Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7 cuando se acercó a él una mujer que llevaba un frasco de alabastro con perfume de gran valor y, mientras estaba recostado a la mesa, se lo derramó por la cabeza. 8 Al ver esto, los discípulos se indignaron y dijeron:

-¿A qué viene este despilfarro? 9 Se podía haber vendido por mucho dinero y darlo a los pobres.

10 Pero Jesús, que se dio cuenta, les dijo:

-¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo, 11 porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. 12 Al derramar ella sobre mi cuerpo este perfume, lo ha hecho para preparar mi sepultura. 13 En verdad os digo: donde quiera que se predique este Evangelio, en todo el mundo, también lo que ella ha hecho se contará en memoria suya.

14 Entonces, uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes 15 a decirles:

-¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue?

Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. 16 Desde entonces buscaba la ocasión propicia para entregárselo.

 

Preparación de la Última Cena y anuncio de la traición de Judas.

 

17 El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron:

-¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

18 Jesús respondió:

-Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; voy a celebrar n tu casa la Pascua con mis discípulos.

19 Los discípulos lo hicieron tal como les había mandado Jesús, y prepararon la Pascua.

20 Al anochecer se sentó a la mesa con los doce. 21 Y cuando estaban cenando, dijo:

-En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22 Y, muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno:

-¿Acaso soy yo, Señor?

23 Pero él respondió:

-El que moja la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. 24 Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito sobre él; pero ¡ay de aquel hombre por el que es entregado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

25 Tomando la palabra Judas, el que iba a entregarlo, dijo:

-¿Acaso soy yo, Rabbí?

-Tu lo has dicho -le respondió.

 

Institución de la Sagrada Eucaristía.

 

26 Mientras cenaban, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a sus discípulos y dijo:

-Tomad y comed, esto es mi cuerpo.

27 Y tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo:

-Bebed todos de él; 28 porque ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. 29 Os aseguro que desde ahora no beberé de ese fruto de la vid hasta aquel día que lo beba con vosotros de nuevo, en el Reino de mi Padre.

 

Predicción del abandono de sus discípulos.

 

30 Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. 31 Entonces les dijo Jesús:

-Todos vosotros os escandalizaréis esta noche por mi causa, pues escrito está:

Heriré al pastor

y se dispersarán las ovejas del rebaño.

32 Pero, después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

33 Pedro le respondió:

-Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré.

34 Jesús le replicó:

-En verdad te digo que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.

35 Pedro contestó:

-Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.

Todos los discípulos dijeron lo mismo.

 

Oración y agonía de Jesús en el huerto.

 

36 Entonces llega Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y les dice a los discípulos:

-Sentaos aquí mientras me voy allí a orar.

37 Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. 38 Entonces les dice:

-Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo.

39 Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo:

-Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú.

40 Vuelve junto a sus discípulos y los encuentra dormidos; entonces le dice a Pedro:

-¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? 41 Velad i orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.

42 De nuevo se apartó, por segunda vez, y oró diciendo:

-Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.

43 Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. 44 Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. 45 Finalmente, va junto a sus discípulos y les dice:

-Ya podéis dormir y descansar... Mirad, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 46 Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.

 

Prendimiento de Jesús

 

47 Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un gran tropel de gente con espadas y palos, enviados por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos del pueblo. 48 El que le entregó les había dado esta señal: Al que yo bese, ése es: prendedlo. 49 Y enseguida se acercó a Jesús y le dijo:

-Salve, Rabbí -y le besó.

50 Pero Jesús le dijo:

-Amigo, ¡haz lo que has venido a hacer!

Entonces, se acercaron, echaron mano a Jesús y lo apresaron.

51 De pronto, uno de los que estaban con Jesús se llevó la mano a la espada, la desenvainó, e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja. 52 Entonces le dijo Jesús:

-Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que recurren a la espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? 54 Entonces, ¿cómo se van a cumplir las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?

55 En aquel momento le dijo Jesús a la gente:

-¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me prendisteis.

56 Todo esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras de los Profetas.

Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

 

Interrogatorio ante los príncipes de los sacerdotes.

 

57 Los que habían prendido a Jesús le condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. 58 Pedro, por su parte, le seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote; y, una vez dentro, se sentó con los sirvientes para ver el desenlace. 59 Los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; 60 pero no lo encontraron a pesar de los muchos falsos testigos presentados. Por último, se presentaron dos 61 que declararon:

-Éste ha dicho: Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de nuevo en tres días.

62 Y el sumo sacerdote se puso en pie para decirle:

-¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos testifican contra ti?

63 Pero Jesús permanecía en silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo:

-Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.

64 -Tú lo has dicho -le respondió Jesús. Además os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.

65 Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:

-¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo veis, acabáis de oír la blasfemia. 66 ¿Qué os parece?

-Es reo de muerte -respondieron ellos.

67 Entonces comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas. Los que le abofeteaban 68 decían:

-Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te ha pegado?

 

Las negaciones de Pedro.

 

69 Pedro estaba sentado fuera, en al atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo:

-Tú también estabas con Jesús el Galileo.

70 Pero él lo negó delante de todos:

-No sé de que hablas.

71 Al salir al portal le vio otra, y les dijo a los que había allí:

-Éste estaba con Jesús el Nazareno.

72 De nuevo lo negó con juramento:

-No conozco a ese hombre.

73 Un poco después se acercaron los que estaban allí y le dijeron a Pedro:

-Desde luego tú también eres de ellos, porque tu acento lo manifiesta.

74 Entonces empezó a imprecar y a jurar:

-¡No conozco a ese hombre!

Y al momento cantó un gallo. 75 Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y salió afuera y lloró amargamente.

 

27

 

Conducen a Jesús ante Pilato.

 

1 Al llegar el amanecer, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se pusieron de acuerdo contra Jesús para darle muerte. 2 Y atándolo, lo llevaron y lo entregaron al procurador Pilato.

 

Desesperación y muerte de Judas.

 

3 Entonces Judas, el que le entregó, al ver que había sido condenado, movido por el remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos.

4 -He pecado entregando sangre inocente -dijo.

-¿A nosotros qué nos importa? Tú verás -dijeron ellos.

5 Y, después de arrojar las monedas de plata en el Templo, fue y se ahorcó. 6 Los príncipes de los sacerdotes recogieron las monedas de plata y dijeron:

-No es lícito echarlas al tesoro del Templo, porque son precio de sangre.

7 Y, después de ponerse de acuerdo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de peregrinos; 8 por lo cual ese campo se ha llamado hoy, Campo de sangre. 9 Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en que fue valorado aquel a quien tasaron los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.

 

Juicio de Jesús ante Pilato

 

11 Hicieron comparecer a Jesús ante el procurador. El procurador le interrogó:

-¿Eres tú el Rey de los Judíos?

-Tú lo dices -contestó Jesús.

12 Y aunque le acusaban los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. 13 Entonces le dijo Pilato:

-¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti?

14 Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador quedó muy admirado.

15 En el día de la fiesta, el gobernador tenía costumbre de conceder a la gente la libertad de uno de los presos, el que quisieran. 16 Había por aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. 17 Así es que cuando ellos se reunieron, les dijo Pilato:

-¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? 18 -pues sabía que le habían entregado por envidia.

19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:

-No te mezcles en el asunto de ese justo; porque hoy en sueños he sufrido mucho por su causa.

20 Pero los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidiese a Barrabás e hiciese morir a Jesús. 21 El procurador les preguntó:

-¿A quién de los dos queréis que os suelte?

-A Barrabás -respondieron ellos.

22 Pilato les dijo:

-¿Y entonces qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?

Todos contestaron:

-¡Que lo crucifiquen!

23 Les preguntó:

-¿Y qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban más fuerte:

-¡Que lo crucifiquen!

24 Al ver Pilato que no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo:

-Soy inocente de esta sangre; vosotros veréis.

25 Y todo el pueblo gritó:

-¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!

26 Así que les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, se lo entregó para que fuera crucificado.

 

Coronación de espinas.

 

27 Entonces los soldados del procurador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron e torno a él a toda la cohorte. 28 Le desnudaron, le cubrieron con una túnica roja, 29 y le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y en la mano derecha una caña. Se arrodillaron ante él y se burlaban diciendo:

-Salve, Rey de los Judíos.

30 Le escupían, y le quitaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de reírse de él, le despojaron de la túnica, le colocaron sus vestidos y lo llevaron a crucificar.

 

Crucifixión y muerte de Jesús.

 

32 Cuando salían encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y le forzaron a que le llevara la cruz. 33 Llegaron al lugar llamado Gólgota, es decir, lugar de la Calavera. 34 Y le dieron a beber vino mezclado con hiel; y lo probó pero no quiso beber. 35 Después de crucificarlo, se repartieron sus ropas echando suertes. 36 Y allí, sentados, le custodiaban. 37 Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: Éste es Jesús, el Rey de los Judíos. 38 Luego fueron crucificados con él dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Los que pasaban le injuriaban moviendo la cabeza 40 y diciendo:

-Tú que destruyes el Templo y en tres días lo edificas de nuevo, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.

41 Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban a una con los escribas y ancianos, y decían:

42 -Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. 43 Confió en Dios, que le salve ahora si  le quiere de verdad, porque dijo: Soy Hijo de Dios.

44 Incluso los ladrones que habían sido crucificados con él le insultaban de la misma manera.

45 Toda la tierra se cubrió de tinieblas desde la hora sexta hasta la hora nona. 46 Hacia la hora nona Jesús clamó con fuerte voz:

-Elí, Elí, ¿lemá sabacthaní? -es decir, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

47 Algunos de los allí presentes, al oírlo, decían:

-Éste llama a Elías.

48 E inmediatamente uno de ellos corrió, tomó una esponja, la empapó en vinagre, la sujetó en una caña y se la dio a beber. 49 Los demás decían:

-¡Déjalo! Vamos a ver si viene Elías a salvarle.

50 Pero Jesús, dando de nuevo una fuerte voz, entregó el espíritu.

51 Y en esto el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo y la tierra tembló y las piedras se partieron; 52 se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, resucitaron. 53 Y saliendo de los sepulcros, después de que él resucitara, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.

54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dijeron:

-En verdad éste era Hijo de Dios.

55 Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, las que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.

 

Jesús es sepultado

 

57 Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús. 58 Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, entonces, ordenó que se lo entregaran. 59 Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en su sepulcro, que era nuevo y que había mandado excavar en la roca. Hizo rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro y se marchó. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.

62 Al día siguiente de la Paresceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato 63 y le dijeron:

-Señor, nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. 64 Manda, por eso, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no vaya a ser que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos, y sea la última impostura peor que la primera.

65 Pilato les respondió:

-Ahí tenéis la guardia; id a custodiarlo como os parezca bien.

66 Ellos se fueron a asegurar el sepulcro sellando la piedra y poniendo la guardia.

 

28

 

El Señor resucita y se aparece a las mujeres.

 

1 Pasado el sábado, al alborear el día siguiente, marcharon María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2 Y de pronto se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4 Los guardias temblaron de miedo ante él y se quedaron como muertos. 5 El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres:

-Vosotras no tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. 7 Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho.

8 Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9 De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo:

-No tengáis miedo; id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.

 

Soborno a los soldados.

 

11 Mientras ellas se iban, algunos de los guardias fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo o sucedido. 12 Se reunieron con los ancianos, se pusieron de acuerdo y dieron una buena suma de dinero a los soldados 13 diciéndoles:

-Tenéis que decir: Sus discípulos han venido de noche y lo robaron mientras nosotros estábamos dormidos. 14 Y en el caso de que ésto llegue a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y nos encargaremos de vuestra seguridad.

15 Ellos aceptaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy.

 

Aparición en Galilea y mandato apostólico universal.

 

16 Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17 Y en cuanto le vieron le adoraron; pero otros dudaron. 18 Y Jesús se acercó y les dijo:

-Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo; 20 y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.