SEGUNDA PARTE

MINISTERIO CAMINO DE JERUSALÉN

 

VI. ENSEÑANZA SOBRE LA VIDA CRISTIANA

 

Jesús predice su Pasión y su Gloria. La ley de la renuncia cristiana.

 

31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar después de tres días.

32 Hablaba de esto claramente. Pedro, toándolo aparte, se puso a reprenderle. 33 Pero él se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo:

-¡Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

34 Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo:

-Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. 35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.

36 Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? 37 Pues ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? 38 Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles.

 

9

 

1 Y les decía:

-En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios que ha llegado con poder.

 

La Trasfiguración.

 

2 Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo, a ellos solos aparte, a un monte alto y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron deslumbrantes y muy blancos; tanto, que ningún batanero en la tierra puede dejarlos así de blancos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 5 Pedro, tomando la palabra, le dice a Jesús:

-Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

6 Pues no sabía lo que decía, porque estaban llenos de temor. 7 Entonces se formó una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube:

-Éste es mi Hijo, el amado: escuchadle.

8 Y luego, mirando a su alrededor, ya no vieron a nadie: sólo a Jesús con ellos.

9 Mientras bajaban del monte les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de resucitar de entre los muertos. 11 Y le hacían esta pregunta:

-¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?

12 Él les respondió:

-Elías vendrá primero y restablecerá todas las cosas. Pero ¿cómo es que está escrito del Hijo del Hombre que padecerá mucho y será despreciado? 13 Sin embargo, yo os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que querían, según está escrito de él.

 

Curación del muchacho lunático.

 

14 Al llegar junto a los discípulos vieron una gran muchedumbre que les rodeaba, y unos escribas que discutían con ellos. 15 Nada más verle, todo el pueblo se quedó sorprendido, acudían corriendo a saludarle. 16 Y él les preguntó:

-¿Qué estabais discutiendo entre vosotros?

17 A lo que respondió uno de la muchedumbre:

-Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; 18 y en cualquier sitio que se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espumarajos y rechinar los dientes y lo deja rígido. Pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.

19 Él les contestó:

-¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo.

20 Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo retorcerse al niño, que cayendo a tierra se revolcaba echando espumarajos. 21 Entonces preguntó al padre:

-¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?

Le contestó:

-Desde muy pequeño; 22 y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua, para acabar con él. Pero si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.

23 Y Jesús le dijo:

-¿Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree!

24 Enseguida el padre del niño exclamó:

-¡Creo, Señor; ayuda mi incredulidad!

25 Al ver Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu impuro diciéndole:

-¡Espíritu mudo y sordo: yo te lo mando, sal de él y ya no vuelvas a entrar en él!

26 Y gritando y agitándole violentamente salió: Y quedó como muerto, de manera que muchos decían:

-Ha muerto.

27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y se mantuvo en pie.

28 Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas:

-¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?

29 -Esta raza -les dijo- no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración.

 

Segundo anuncio de la Pasión.

 

30 Salieron de allí y atravesaron Galilea. Y no quería que nadie lo supiese, 31 porque iba instruyendo a sus discípulos. Y les decía:

-El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días.

32 Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle.

 

Humildad y caridad de los discípulos.

 

33 Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó:

-¿De qué hablabais por el camino?

34 Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. 35 Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo:

-Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y servidor de todos.

36 Y acercó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

37 -El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.

38 Juan le dijo:

-Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros.

39 Jesús contestó:

-No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: 40 el que no está contra nosotros, con nosotros está. 41 Y cualquiera que os de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.

42 Y el que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ajustaran al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y fuera arrojado al mar. 43 Y si tu mano te escandaliza, córtatela. Más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos acabar en el infierno, en el fuego inextinguible. (44) 45 Y si tu pie te escandaliza, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la Vida que con los dos pies ser arrojado al infierno. (46) 47 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno, 48 donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. 49 Porque todos serán salados con fuego. 50 La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros sal y tened paz unos con otros.

 

VII. HACIA JUDEA Y JERUSALÉN.

 

10

 

Indisolubilidad del matrimonio.

 

1 Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán, y de nuevo se congregó ante él la multitud. Y, como era también su costumbre, se puso a enseñarles. 2 Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban, para tentarle, si le es lícito al marido repudiar a su mujer. 3 Él les respondió:

-¿Qué os mandó Moisés?

4 -Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla -dijeron ellos.

5 Pero Jesús les dijo:

-Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. 6 Pero en el principio de la creación los hizo hombre y mujer. 7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, 8 y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

10 Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto.

11 Y les dijo:

-Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; 12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

 

Jesús bendice a los niños.

 

13 Le presentaban unos niños para que los tomara en sus brazos; pero los discípulos les reñían. 14 Al verlo Jesús se enfadó y les dijo:

-Dejad que los niños vengan conmigo, y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. 15 En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.

16 Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.

 

El joven rico. Pobreza y entrega cristianas.

 

17 Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado ante él, le preguntó:

-Maestro bueno, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?

18 Jesús le dijo:

-¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo: Dios 19 Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.

20 -Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia -respondió él.

21 Y Jesús fijó en él su mirada y quedó prendado de él. Y le dijo:

-Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.

22 Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, porque tenía muchas posesiones.

23 Jesús, mirando a su alrededor, les dijo a sus discípulos:

-¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!

24 Los discípulos se quedaron impresionados por sus palabras. Y hablándoles de nuevo, dijo:

-Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.

26 Y ellos se quedaron aún más asombrados diciéndose unos a otros:

-Entonces, ¿quién puede salvarse?

27 Jesús, con la mirada fija en ellos, les dijo:

-Para los hombres es imposible, pero para Dios no; porque para Dios todo es posible.

28 Comenzó Pedro a decirle:

-Ya vez que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

29 Jesús respondió:

-En verdad os digo que o hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, 30 que no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. 31 Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.

 

Tercer anuncio de la Pasión.

 

32 Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y ellos estaban sorprendidos: los que le seguían tenían miedo. Tomó de nuevo consigo a los doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:

33 -Mirad, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muete y lo entregarán a los gentiles; 34 se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero después de tres días resucitará.

 

Petición de los hijos de Zebedeo.

 

35 Entonces se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole:

-Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.

36 Él les dijo:

-¿Qué queréis que os haga?

37 Y ellos le contestaron:

-Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.

38 Y Jesús les dijo:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado?

39 -Podemos -le dijeron ellos.

Jesús les dijo:

-Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; 40 pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.

41 Al oís esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. 42 Entonces Jesús les llamó y les dijo:

-Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las oprimen, y los poderosos las avasallan. 43 No tiene que ser así entre vosotros; al contrario: quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. 45 porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.

 

Curación del ciego Bartimeo.

 

46 Llegan a Jericó. Y cuando salía él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna. 47 Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos:

-¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de  mí!!

48 Y muchos le reprendían para que se callara. Pero el gritaba mucho más:

-¡Hijo de David, ten piedad de mí!

49 Se paró Jesús y dijo:

-Llamadle.

Llamaron al ciego diciéndole:

-¡Ánimo!, levántate, te llama.

50 Él, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. 51 Jesús le preguntó:

-¿Qué quieres que te haga?

-Rabboni, que vea -le respondió el ciego.

52 Entonces Jesús le dijo:

-Anda, tu fe te ha salvado.

Y al instante recobró la vista. Y le seguía por el camino.

 

 

TERCERA PARTE

MINISTERIO EN JERUSALÉN

 

VIII. PURIFICACIÓN DEL TEMPLO Y CONTROVERSIAS.

 

11

 

Entrada del Mesías en la Ciudad Santa.

 

1 Al acercarse a Jerusalén, a Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos 2 y les dijo:

-Id a la aldea que tenéis enfrente y nada más entrar en ella encontraréis un borrico atado, en el que todavía no ha montado nadie; desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, respondedle: El Señor lo necesita y enseguida lo devolverá aquí.

4 Se marcharon y encontraron un borrico atado junto a una puerta, fuera, en un cruce de caminos, y lo desataron. 5 Algunos de los que estaban allí les decían:

-¿Qué hacéis desatando el borrico?

6 Ellos les respondieron como Jesús les había dicho, y se lo permitieron. 7 Entonces llevaron el borrico a Jesús, echaron encima sus mantos, y se montó sobre él. 8 Muchos extendieron sus mantos en el camino, otros el ramaje que cortaban de los campos. 9 Los que iban delante y los que seguían detrás gritaban:

-¡Hosanna!

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

10 ¡Bendito el Reino que viene,

el de nuestro padre David!

¡Hosanna en las alturas!

11 Y entró en Jerusalén en el Templo; y después de observar todo atentamente, como ya era hora tardía, salió para Betania con los doce.

 

Maldición de la higuera y expulsión de los mercaderes del Templo.

 

12 Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. 13 Viendo de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, pero cuando llegó no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. 14 Y la increpó:

-Que nunca jamás coma nadie fruto de ti.

Y sus discípulos lo estaban escuchando.

15 Llegaron a Jerusalén. Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. 16 Y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. 17 Y les ensañaba diciendo:

-¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las naciones? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en una cueva de ladrones.

18 Lo oyeron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y buscaban el modo de acabar con él; pues lo temían, ya que toda la muchedumbre quedaba admirada de su enseñanza.

19 Y al atardecer salieron de la ciudad.

20 Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado de raíz. 21 Y acordándose Pedro, le dijo:

-Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Jesús les contestó:

-Tened fe en Dios. 23 En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Arráncate y échate al mar, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. 24 Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá. 25 Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestros pecados. (26)

 

Potestad de Jesús.

 

27 Llegaron de nuevo a Jerusalén. Y mientras paseaban por el Templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le dijeron:

-¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿O quién te ha dado tal potestad para hacerlas?

29 Jesús les contestó:

-Os voy a hacer una pregunta. Respondedme, y os diré con qué potestad hago estas cosas: 30 el bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.

31 Y deliberaban entre sí: Si decimos que del cielo, replicará: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 32 Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. 33 Y respondieron:

-No lo sabemos.

Entonces Jesús les dijo:

-Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.

 

12

 

Parábola de los viñadores homicidas.

 

1 Y comenzó a hablarles con parábolas:

-Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, excavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos de allí. 2 A su debido momento envió un siervo a los labradores, para recibir de éstos los frutos de la viña. 3 Pero ellos, lo agarraron, lo golpearon y lo despacharon con las manos vacías. 4 De nuevo les envió otro siervo, y a éste le hirieron en la cabeza y lo ultrajaron. 5 Y envió otro y lo mataron; y a otros muchos, de los cuales a unos los herían y a otros los mataban. 6 Todavía le quedaba uno, su hijo amado; y lo envió por último a ellos, pensando: A mi hijo lo respetarán. 7 Pero aquellos labradores se dijeron: Éste es el heredero. Vamos, lo mataremos y será nuestra la heredad. 8 Y lo agarraron, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará, pues, el amo de la viña? Vendrá, exterminará a los labradores y entregará la viña a otros. 10 ¿No habéis leído esta escritura:

La piedra que rechazaron los constructores,

ésta ha llegado a ser piedra angular.

11 Es el Señor quien ha hecho esto,

y es admirable a nuestros ojos?

12 Entonces querían prenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud: comprendieron que había dicho aquella parábola por ellos. Y dejándole, se fueron.

 

El Tributo al César.

 

13 Le enviaron a algunos de los fariseos y de los herodianos para atraparle en alguna palabra. 14 Acercándose, le dijeron:

-Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar por nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad. ¿Es lícito dar tributo al César, o no? ¿Pagamos o no pagamos?

15 Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo:

-¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea.

16 Ellos se lo trajeron.

Y les dijo:

-¿De quién es esta imagen y esta inscripción?

-Del César -le contestaron ellos.

17Jesús les dijo:

-Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Y se admiraban de él.

 

La resurrección de los muertos.

 

18 Después se le acercan unos saduceos -que niegan la resurrección- y comenzaron a preguntarle:

19 -Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muere el hermano de alguien y deja mujer pero no deja hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. 20 Eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin dejar descendencia. 21 Lo mismo el segundo: la tomó por mujer y murió sin dejar descendencia. De igual manera el tercero. 22 Los siete no dejaron descendencia. Después de todos murió también la mujer. 23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será esposa?, porque los siete la tuvieron por esposa.

24 Y Jesús les contestó:

-¿No estáis equivocados precisamente por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? 25 Cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán ni ella ni ellos, sino que serán como los ángeles en el cielo. 26 Y sobre que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, cómo le habló Dios diciendo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.

 

El primer mandamiento.

 

28 Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que les había respondido, le pregunto:

-¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

29 Jesús respondió:

-El primero es: Escucha, Israel, el Señor dios nuestro es el único Señor; 30 y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.

32 Y le dijo el escriba:

-¡Bien, Maestro! Con verdad has dicho que Dios es uno sólo y no hay otro fuera de Él; 33 y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

34 Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo:

-No estás lejos del Reino de Dios.

Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas.

 

Divinidad del Mesías.

 

35 Y tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el Templo:

-¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 El mismo David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha,

hasta que ponga a tus enemigos

bajo tus pies.

37 El mismo David le llama Señor. Entonces, ¿cómo va a ser hijo suyo?

Y una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.

 

Censuras a los escribas.

 

38 Y en su enseñanza, decía:

-Cuidado con los escribas, a los que les gusta pasear vestidos con largas túnicas y que los saluden en las plazas; 39 los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. 40 Devoran las casas las casas de las viudas y fingen largas oraciones. Éstos recibirán una condena más severa.

 

La ofrenda de la viuda.

 

41 Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. 42 Y al llegar una viuda pobre, echó dos monedas pequeñas, que hacen la cuarta parte del as. 43 Llamando a sus discípulos, les dijo:

-En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que han echado en el gazofilacio, 44 pues todos han echado algo de lo que les sobra; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su sustento.

 

IX. DISCURSO ESCATOLÓGICO.

 

13

 

Anuncio de la destrucción del Templo.

 

1 Al salir del Templo le dice uno de sus discípulos:

-Maestro, mira qué piedras y qué edificios.

2 Jesús le responde:

-¿Ves estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida.

 

Comienzo de las tribulaciones. Persecuciones por causa del Evangelio.

 

3 Y estando Jesús sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del Templo, le preguntaron a solas Pedro, Santiago Juan y Andrés:

4 -Dinos cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que todo esto está a punto de llegar a su fin.

5 Entonces comenzó Jesús a decirles:

-Mirad que no os engañe nadie. 6 Vendrán en mi nombre muchos diciendo: Yo soy; y a muchos los seducirán. 7 Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os inquietéis; porque es necesario que ocurra, pero todavía no es el fin. 8 Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre. Esto será el comienzo de los dolores.

9 Vosotros estad alerta: os entregarán a los tribunales, y seréis azotados en las sinagogas, y compareceréis por causa mía ante los gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos. 10 Pero es necesario que antes sea predicado el Evangelio a todos los pueblos. 11 Y cuando os conduzcan para entregaros, no os preocupéis por lo que debéis decir; más bien tenéis que decir lo que en aquel momento se os comunique. Pues no sois vosotros los que vais a halar, sino el Espíritu Santo. 12 Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. 13 Y os odiarán todos a causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

 

La gran tribulación

 

14 Cuando veáis la abominación de la desolación erigida donde no debe -quien lea, entienda- , entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; 15 quien esté en el terrado, que no baje ni entre a tomar nada de su casa; 16 y quien esté en el campo, que no vuelva atrás para tomar su manto. 17 ¡Ay de las que estén en cintas y de las que estén criando esos días! 18 Rogad para que no ocurra en invierno: 19 habrá en aquellos días una tribulación, como no la hubo igual desde el principio de la creación que hizo Dios hasta ahora, ni la habrá. 20 Y de no acortar el Señor esos días, no se salvará nadie; sin embargo, ha acortado los días en atención a los elegidos, que él se eligió.

21 Entonces, si alguien os dijese: Mira, aquí está el Cristo, o mira, allí está, no os lo creáis. 22 Surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, si fuera posible, a los elegidos. 23 Vosotros estad aleta; todo os lo he predicho.

 

 

La venida del Hijo del Hombre.

 

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, 25 y las estrellas caerán del cielo, y las potestades de los cielos se conmoverán. 26 Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes con gran poder y gloria. 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá a los elegidos desde los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

 

Certeza del fin: la lección de la higuera.

 

28 Aprended de la higuera esta parábola: cuando sus ramas están ya tiernas y brotan las hojas, sabéis que está cerca el verano. 29 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que es inminente, que está a las puertas. 30 En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no  pasarán.

 

Tiempo de la segunda venida de Cristo.

 

32 Pero nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. 33 Estad atentos, velad: porque no sabéis cuándo será el momento. 34 Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. 35 Por eso: velad, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; 36 no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, a todos los digo: ¡velad!

 

 

X. PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS.

 

14

 

Conspiración de los sacerdotes y escribas.

 

1 Dos días después era la Pascua y los Ázimos. Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo apoderarse de él con engaño y darle muerte, 2 pues decían:

-Que no sea durante la fiesta, para que no se produzca un alboroto del pueblo.

 

Unción en Betania y traición de Judas.

 

3 Se encontraban en Betania en la casa de Simón el leproso, y, mientras estaba recostado a la mesa, vino una mujer que llevaba un frasco de alabastro con perfume de nardo puro, de mucho precio. Y rompiendo el frasco, se lo derramó por la cabeza. 4 Algunos de los que estaban allí, indignados, se decían:

-¿Para que se ha hecho este despilfarro de perfume? 5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y darlo  a los pobres -y la reprendían.

6 Pero Jesús dijo:

-Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra conmigo, 7 porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, y podéis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no siempre me tenéis. 8 Ha hecho cuanto estaba en su mano: se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. 9 En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio, en todo el mundo, también lo que ella ha hecho se contará en memoria suya.

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo. 11 Éstos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo podría entregárselo en una ocasión propicia.

 

Preparación de la Última Cena y anuncio de la traición de Judas.

 

12 El primer día de los Ázimos, cuando sacrificaban el cordero pascual, le dicen sus discípulos:

-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

13 Entonces envía dos de sus discípulos, y les dice:

-Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle, 14 y allí donde entre decidle al dueño de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde tengo la sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? 15 Y él os mostrará una habitación en el piso de arriba, grande, ya lista y dispuesta. Preparádnosla allí.

16 Y marcharon los discípulos, llegaron a la ciudad, lo encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua.

17 Al anochecer, llega con los doce. 18 Y cuando estaban a la mesa cenando, Jesús dijo:

-En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: el que come conmigo.

19 Comenzaron a entristecerse, y a decirle cada uno:

-¿Acaso soy yo?

20 Pero él les dijo:

-Uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. 21 Ciertamente que el Hijo del Hombre se va, según está escrito sobre él; pero ¡ay de aquel hombre por quién es entregado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

 

Institución de la Sagrada Eucaristía.

 

22 Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:

-Tomad, esto es mi cuerpo.

23 Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. 24 Y les dijo:

-Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos. 25 En verdad os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios.

 

Predicción del abandono de sus discípulos.

 

26 Después de recitar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. 27 Y les dijo Jesús:

-Todos os escandalizaréis, porque está escrito:

Heriré al pastor

y se dispersarán las ovejas.

28 Pero, después de que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

29 Pedro le dijo:

-Aunque todos se escandalicen, yo no.

30 Jesús le responde:

-En verdad te digo que tú hoy, esta misma noche, antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres.

31 Pero él insistió:

-Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.

Lo mismo decían todos.

 

Oración y agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní.

 

32 Llegan a un lugar llamado Getsemaní. Y les dice a sus discípulos:

-Sentaos aquí, mientras hago oración.

33 Y se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a afligirse y a sentir angustia. 34 Y les dice:

-Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.

35 Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora. 36 Decía:

-¿Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

37 Vuelve y los encuentra dormidos, y le dice a Pedro:

-Simón, ¿duermes? ¿No has sido capaz de velar una hora? 38 Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.

39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.

40 Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. 41 Vuelve por tercera vez y les dice:

-¿Aún podéis dormir y descansar...? Se acabó; llegó la hora. Mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 42 Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.

 

Prendimiento de Jesús.

 

43 Todavía estaba hablando, cuando de repente llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un tropel de gente con espadas y palos, enviados por los príncipes de los sacerdotes, por los escribas y por los ancianos. 44 El que lo entregó les había dado esta señal: Al que yo bese, ése es; prendedlo y llevadlo bien custodiado. 45 Y nada más llegar se acercó y le dijo:

-Rabbí -y le besó.

46 Entonces le echaron mano y lo apresaron.

47 Pero uno de los que le rodeaban, desenvainando la espada, hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja. 48 En respuesta Jesús les dijo:

-¿Como entra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? 49 Todos los días estaba entre vosotros en el Templo enseñando, y no me prendisteis. Pero que se cumplan las Escrituras.

50 Entonces, lo abandonaron y huyeron todos. 51 Y un joven, que se cubría el cuerpo tan sólo con una sábana, le seguía. Y lo agarraron. 52Pero él soltando la sábana, se escapó desnudo

 

Interrogatorio ante los príncipes de los sacerdotes.

 

53 Condujeron a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 Pedro le siguió desde lejos hasta el interior del palacio del sumo sacerdote y se sentó con los sirvientes para calentarse junto a la lumbre.

55 Los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín buscaban contra Jesús un testimonio para darle muerte, y no lo encontraban. 56 Porque muchos atestiguaban en falso contra él, pero los testimonios no coincidían. 57 Y levantándose algunos atestiguaban en falso contra él, diciendo:

58 -Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré éste Templo, hecho por mano del hombre, y en tres días edificaré otro no hecho por mano de hombre.

59 Y ni aún así coincidía su testimonio. 60 Entonces el sumo sacerdote se puso de pie en el centro y le preguntó a Jesús:

-¿No respondes nada a lo que éstos testifican contra ti?

61 Pero él permanecía en silencio y nada respondió. De nuevo el sumo sacerdote le preguntaba y le decía:

-¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?

62 -Yo soy -respondió Jesús-, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.

63 El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dijo:

-¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64 Acabáis de pír la blasfemia. ¿Qué os parece?

Todos ellos sentenciaron que era reo de muerte.

65 Y algunos empezaron a escupirle, a taparle la cara, a golpearle y a decirle:

-Profetiza- y los criado le recibieron a bofetadas.

 

Las negaciones de San Pedro.

 

66 Cuando Pedro se encontraba abajo en el atrio, llegó una de las criadas del sumo sacerdote 67 y, al ver a Pedro que se estaba calentando, le miró y le dijo:

-Tú también estabas con Jesús, ese Nazareno.

68 Pero él lo negó:

-Ni le conozco, ni sé de qué me hablas.

Y salió fuera, al vestíbulo de la casa, y cantó un gallo. 69 Y al verle la criada empezó a decirles otra vez a os que estaban alrededor:

-Éste es de los suyos.

70 Pero él lo volvía a negar.

Un poco después, los que estaban allí le decían a Pedro:

-Desde luego eres de ellos, porque también tú eres galileo.

71 Pero él comenzó a lanzar imprecaciones y a jurar:

-¡No conozco a ese hombre del que habláis!

72 Y al momento cantó un gallo por segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres. Y rompió a llorar.

 

15

 

Jesús ante Pilato.

 

1 Y de mañana, enseguida, se reunieron en consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y los escribas y todo el Sanedrín y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. 2 Y le preguntó Pilato:

-¿Eres tú el Rey de los Judíos?

-Tú lo dices -le respondió él.

3 Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Entonces Pilato volvió a preguntarle:

-¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.

5 Pero Jesús ya no respondió nada, de modo que Pilato estaba admirado.

6 En el día de la fiesta acostumbraba a conceder la libertad de uno de los presos, el que pidieran. 7 Había uno que se llamaba Barrabás, apresado con otros sediciosos, que en una revuelta había cometido un homicidio. 8 Subió la gente y comenzó a pedirle lo que les solía conceder. 9 Pilato les respondió diciendo:

-¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? 10 -pues sabía que los príncipes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia.

11 Pero los príncipes de los sacerdotes incitaron a la gente, para que mejor les soltara a Barrabás. 12 Pilato de nuevo les pregunta:

-¿Y entonces qué queréis que haga con el Rey de los Judíos?

13 Ellos volvieron a gritar:

-¡Crucifícalo!

14 Pilato les decía:

-¿Y qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban más fuerte:

-¡Crucifícalo!

15 Pilato, queriendo contentar a la muchedumbre, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

 

Coronación de espinas.

 

16 Los soldados lo condujeron dentro del patio, es decir, el pretorio, y convocaron a toda la cohorte. 17 Lo vistieron de púrpura y le pusieron una corona de espinas que habían trenzado. 18 Y comenzaron a saludarle:

-Salve, Rey de los Judíos.

19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían e hincando las rodillas se postraban ante él. 20 Después de reírse de él, le despojaron de la púrpura y le colocaron sus vestiduras. Entonces lo sacaron para crucificarlo.

 

Crucifixión y muerte de Jesús.

 

21 Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que le llevara la cruz. 22 Y le condujeron al lugar del Gólgota, que significa lugar de la Calavera. 23 Y le daban a beber vino con mirra, pero él no lo aceptó.

24 Y le crucificaron y se repartieron sus ropas echando suertes sobre ellas para ver qué se llevaba cada uno. 25 Era la hora tercia cuando lo crucificaron. 26 Y tenía escrita la inscripción con la causa de su condena: El Rey de los Judíos. 27 También crucificaron con él a dos ladrones. uno a su derecha y otro a su izquierda. (28)

29 Los que pasaban le injuriaban, moviendo la cabeza y diciendo:

-¡Eh! Tú que destruyes el Templo y lo edificas de nuevo en tres días, 30 sálvate a ti mismo, bajando de la cruz.

31 Del mismo modo, los príncipes de los sacerdotes se burlaban entre ellos a una con los escribas y decían:

-Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. 32 Que el Cristo, el Rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos.

Incluso los que estaban crucificados con él le insultaban.

33 Y cuando llegó la hora sexta, toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona. 34 Y a la hora nona exclamó Jesús con fuerte voz:

_Eloí, Eloí, ¿lemá sabacthaní? -que significa Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

35 Y algunos de los que estaban cerca, al oírlo, decían:

-Mirad, llama a Elías.

36 Uno corrió a empapar una esponja con vinagre, la sujetó a una caña y se lo daba a beber mientras decía:

-Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo.

37 Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.

38 Y el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo.

39 El centurión, que estaba enfrente de él, al ver cómo había expirado, dijo:

-En verdad este hombre era Hijo de Dios.

40 Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre las que estaban María Magdalena y María -la madre de Santiago el Menor y de José- y Salomé, 41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

 

Jesús es sepultado.

 

42 Y ya al atardecer, puesto que era la Parasceve -es decir, el día anterior al sábado-, 43 vino José de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios, y con audacia llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando la centurión, le preguntó si efectivamente había muerto. 45 Informado por el centurión, entregó el cuerpo muerto a José. 46 Entonces éste, después de comprar una sábana, lo descolgó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que esta excavado en una roca e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 María Magdalena y María la de José observaban dónde lo colocaban.

 

16

 

Resurrección de Jesús. El sepulcro vacío.

 

1 Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. 2 Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegaron al sepulcro cuando ya estaba saliendo el sol. 3 Y se decían unas a otras:

-¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?

4 Y al mirar vieron que la piedra había sido removida, a pesar de que era muy grande. 5 Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron muy asustadas. 6 Él les dice:

-No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. 7 Pero marchaos y decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo.

8 Y ellas salieron y huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas.

 

Aparición a María Magdalena.

 

9 Después de resucitar al amanecer del primer día de la semana, se apareció en primer lugar a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. 10 Ella fue a anunciarlo a los que habían estado con él, que se encontraban tristes y llorosos. 11 Pero ellos, al oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron.

 

Aparición a dos discípulos.

 

12 Después de esto se apareció, bajo distinta figura, a dos de ellos que iban de camino a una aldea; 13 también ellos regresaron y lo comunicaron a los demás, pero tampoco les creyeron.

 

Aparición a los Once. Misión de los Apóstoles.

 

14 Por último, se apareció a los once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado. 15 Y les dijo:

-Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. 17 A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, 18 agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados.

 

Ascensión del Señor

 

19 El Señor, Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

 

Predicación de los Apóstoles.

 

20 Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.