EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

 

1

 

Prólogo.

    1Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, 2Conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, 4para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido.

 

1. NACIMIENTO E INFANCIA DE JUAN BAUTISTA Y DE JESÚS.

Anunciación de San Juan Bautista.

    5Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba Isabel. 6Los dos eran justos ante Dios y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; 7no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.

    8Sucedió que, al ejercer él su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, 9le cayó en suerte, según la costumbre del sacerdocio, entrar en el templo del Señor para ofrecer el incienso; 10y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso. 11Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12Y Zacarías se inquietó al verlo y le invadió el temor. 13Pero el ángel le dijo:

-No temas Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan. 14Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán con su nacimiento, 15porque será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre 16y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; 17e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto.

    18Entonces Zacarías le dijo al ángel:

-¿Cómo podré yo estar seguro de esto? Porque ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada.

    19Y el ángel le respondió:

-Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. 20Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.

    21El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que se demorase en el Templo. 22Cuando salió no podía hablarles y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. Él intentaba explicarse por señas y permanecía mudo.

    23Y cuando se cumplieron los días de su ministerio, se marchó a su casa. 24Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: 25Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres.

Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios.

    26En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María.

    28Y entró donde ella estaba y le dijo:

-Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo.

    29 Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué podía significar este saludo. 30 Y el ángel le dijo:

-No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33 reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin.

    34 María le dijo al ángel:

-¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?

    35 Respondió el ángel y le dijo:

-El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios. 36 Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que llamaban estéril está ya en el sexto mes, 37 porque para Dios no hay nada imposible.

    38 Dijo entonces María:

-He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

    Y el ángel se retiró de su presencia.

Visitación de María a Isabel.

    39 Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; 42 y exclamando en voz alta dijo:

-Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. 43 ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? 44 Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; 45 y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.

El Cántico de María: Magníficat.

    46María exclamó:

-Proclama mi alma las grandezas del Señor,

47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador:

porque ha puesto los ojos

en la humildad de su esclava;

48por eso desde ahora me llamarán bienaventurada

todas las generaciones.

49Porque ha hecho en mí cosas grandes

el Todopoderoso,

cuyo nombre es santo;

50su misericordia se derrama de generación

en generación

sobre los que le temen.

51Manifestó el poder de su brazo,

dispersó a los soberbios de corazón.

52Derribó de su trono a los poderosos

y ensalzó a los humildes.

53Colmó de bienes a los hambrientos

y a los ricos los despidió vacíos.

54Protegió a Israel su siervo

recordando su misericordia,

55como había prometido a nuestros padres,

Abrahán y su descendencia para siempre.

    56María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Nacimiento y circuncisión de San Juan Bautista.

    57Entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. 58Y sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella. 59El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. 60Pero su madre dijo:

-De ninguna manera, sino que se llamará Juan.

    61Y le dijeron:

-No hay nadie en tu familia que tenga este nombre.

    62Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se llamase. 63Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo cual llenó a todos de admiración. 64En aquel momento recobró al habla, se soltó su lengua y hablaba bendiciendo a Dios.65Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; 66y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo:

-¿Que va a ser, entonces, este niño?

Porque la mano del señor estaba con él.

El Cántico de Zacarías: Benedictus

    67Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

68-Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

69y ha suscitado para nosotros el poder salvador

en la casa de David su siervo,

70como lo había anunciado desde antiguo

por boca de sus santos profetas;

71para salvarnos de nuestros enemigos

y de la mano de cuantos nos odian:

72ejerciendo su misericordia con nuestros padres,

y acordándose de su santa alianza,

73y del juramento que hizo a Abrahán,

nuestro padre,

74para concedernos

que, libres de la mano de los enemigos,

le sirvamos sin temor,

75con santidad y justicia en su presencia

todos los días de nuestra vida.

76Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

77enseñando a su pueblo la salvación

para el perdón de sus pecados;

78Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,

el Sol naciente nos visitará desde lo alto,

79para iluminar a los que yacen en tinieblas

y en sombra de muerte,

y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

    80Mientras tanto el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel.

 

2

Nacimiento de Jesús.

    1En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. 2Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. 3Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. 4José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, 5para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. 6Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto, 7y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.

Adoración de los pastores.

    8Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. 9De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. 10El ángel les dijo:

-No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: 11hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; 12y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.

    13De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:

14Gloria a Dios en las alturas

y paz en la tierra

a los hombres en los que Él se complace.

    15Cuando los ángeles les dejaron, marchándose hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros:

-Vayamos a Belén para ver esto que ha ocurrido y que el Señor nos ha manifestado.

    16Yvinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. 17Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. 18Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. 19María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

    20Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho.

Circuncisión de Jesús.

    21Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Purificación de María y Presentación del Niño.

    22Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, 23como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor; 24y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.

Profecía del anciano Simeón.

    25Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. 26Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. 27Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, 28lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:

29-Ahora, Señor, puedes dejar a  tu siervo

irse en paz,

según tu palabra:

30 porque mis ojos han visto

tu salvación,

31la que has preparado

ante la faz de todos lo pueblos:

32luz para iluminar a los gentiles

y gloria de tu pueblo Israel.

    33Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él.

   34Simeón los bendijo y le dijo a María, su madre:

-Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción 35-y a tu misma alma la traspasará una espada-, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

La profetisa Ana.

   36Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada 37y había permanecido viuda hasta los ochenta  cuatro años, sin apartarse del templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. 38Y llegando en aquel mismo momento, alababa a Dios y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Infancia de Jesús.

   39Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

El Niño en el Templo.

   41Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta, como era su costumbre. 43Pasados aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo advirtiesen sus padres. 44Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, 45y al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en su busca. 46Y al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. 47Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y sus respuestas.

    48Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre:

-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos.

    49Y él les dijo:

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?

    50Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Vida oculta de Jesús en Nazaret.

   51Bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.

 

3

II. PREPARACIÓN DEL MINISTERIO DE JESÚS.

Predicación de San Juan Bautista.

   1El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Jedea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Itures y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2bajoel sumo sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. 3Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, 4tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

Voz del que clama en el desierto:

Preparad el camino del Señor,

haced rectas sus sendas.

5Todo valle será rellenado,

y todo monte y colina allanados;

los caminos torcidos serán rectos,

y los caminos escarpados serán llanos.

6Y todo hombre verá la salvación de Dios.

    7Y decía a las muchedumbres que acudían para que les bautizara:

-Raza de víboras, ¡quién os ha enseñado a huir de la ira que va a venir? 8Dad, por tanto, frutos dignos de penitencia, y no empecéis a decir entre vosotros: Tenemos por padre a Abrahán. Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijo de Abrahán. 9 Además, ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.

   10Las muchedumbres le preguntaban:

-Entonces, ¡qué debemos hacer?

   11Él les contestaba:

-El que tiene dos túnicas, que le de al que no tiene; y el que tiene alimentos, que haga lo mismo.

    12Llegaron también unos publicanos para bautizarse y le dijeron:

-Maestro, ¡qué debemos hacer?

    13Y él les contestó:

-No exijáis más de lo que se os ha señalado.

    14Asimismo le preguntaban los soldados:

-Y nosotros ¡qué tenemos que hacer?

    Y les dijo:

-No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis con falsedad, y contentaos con vuestras pagas.

   15Como el pueblo estaba expectante y todos se preguntaban en su interior si acaso Juan no sería el Cristo, 16Juan salió al paso diciéndoles a todos:

-Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatarle la correa de las sandalias: él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. 17Él tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la paja con un fuego que no se apaga.

   18Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.

Prisión de San Juan Bautista

    19Pero el tetrarca Herodes, al ser reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las maldades que había cometido Herodes, 20añadió esta otra a las demás: metió a Juan en la cárcel.

Bautismo de Jesús.

    21Se estaba bautizando todo el pueblo. Y cuado Jesús fue bautizado, mientras estaba en oración, se abrió el cielo 22y bajó el espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo:

-Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido.

Genealogía de Jesús.

   23Tenía Jesús al comenzar unos treinta años, y era, según se pensaba, hijo de José, hijo de Helí, 24hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Jannaí, hijo de José, 25hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de Nangaí, 26hijo de Maaz, hijo de Matatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo de Jodá, 27hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, 28hijo de Melquí, hijo de Addí, hijo de Cosán, hijo de Elmadán, hijo de Er, 29hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorín, hijo de Matat, hijo de Leví, 30hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquín, 31hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mttatá, hijo de Natán, hijo de David, 32hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naasón, 33hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá, 34hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abrahán, hijo de Taré, hijo de Nacor, 35hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, 36hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 37hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jaret, hijo de Maleel, hijo de Cainán, 38hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

 

4

Ayuno y tentaciones de Jesús.

    1Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, 2donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada en estos días, y al final sintió hambre. 3Entonces le dijo el diablo:

-Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

    4Y Jesús le respondió:

-Escrito está:

No sólo de pan vivirá el hombre.

   5Después el diablo lo llevo a un lugar elevado y le mostró todos los reinos de la superficie de la tierra en un instante 6y le dijo:

-Te daré todo este poder y su gloria, porque me han sido entregados y los doy a quien quiero. 7Por tanto, si me adoras, todo será tuyo.

   8Y Jesús le respondió:

-Escrito está:

Adorarás al Señor tu Dios

y solamente a él darás culto.

   9Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo 10y le dijo:

-Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abajo, porque escrito está:

Dará órdenes a sus ángeles sobre ti

para que te protejan

11y te lleven en sus manos,

no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.

   12Y Jesús le respondió:

-Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios

   13Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno.

 

PRIMERA PARTE

MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

 

III. COMIENZO DEL MINISTERIO DE JESÚS.

 

    14Entonces, por impulso del Espíritu, volvió Jesús a Galilea y se extendió su fama por toda la región. 15Y enseñaba en sus sinagogas y era honrado por todos.

Predicación en Nazaret.

   16Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado y se levantó pare leer. 17Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito:

18El Espíritu del Señor está sobre mí,

por lo cual me ha ungido

para evangelizar a los pobres,

me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos

y devolver la vista a los ciegos,

para poner en libertad a los oprimidos

19y para promulgar el año de gracia del Señor.

   20Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. 21Y comenzó a decirles:

-Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír.

   22Todos daban testimonio en favor de él y se maravillaban de las palabras de gracia que procedían de su boca, y decían:

-¿No es éste el hijo de José?

    23Entonces les dijo:

-Sin duda me aplicaréis aquel proverbio: Médico, cúrate a ti mismo. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu tierra.

    24Y añadió:

-En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su tierra. 25Os digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempos de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; 26y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, más que Naamán el Sirio.

   28Al oír estas cosas, todo en la sinagoga se llenaron de ira 29y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. 30Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Jesús en la sinagoga de Cafarnaún.

   31Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y el sábado se puso a enseñarles. 32Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque su palabra iba acompañada de potestad.

   33Se encontraba en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro, que gritó con gran voz:

34-¡Déjanos!, ¿qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios!

   35Y Jesús le conminó:

-¡Cállate, y sal de él!

   Entonces el demonio, arrojándolo al suelo, allí en medio, salió de él, sin hacerle daño alguno. 36Y todos se llenaron de estupor y se decían unos a otros:

-¿Qué palabra es ésta, que con potestad y fuerza manda a los espíritus impuros y salen?

   37Y se divulgaba su fama por todos los lugares de la región.

Curación de la suegra de San Pedro.

   38Saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta, y le rogaron por ella. 39E inclinándose hacia ella, conminó a la fiebre, y la fiebre desapareció. Y al instante, ella se levantó y se puso a servirles.

Otras curaciones.

   40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se los traían. Y él, poniendo las manos sobre cada uno, los curaba. 41De muchos salían demonios gritando y diciendo:

-¡Tú eres el Hijo de Dios

   Y él, increpándoles, no les dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo.

Predicación en otras ciudades de Judea.

   42Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar solitario, y la multitud le buscaba. Llegaron hasta él, e intentaban retenerlo para que no se alejara de ellos. 43Pero él les dijo:

-Es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado.

   44E iba predicando por las sinagogas de Judea.

 

5

Pesca milagrosa y vocación de los primeros discípulos.

   1Estaba Jesús junto al lago de Genesaret y la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. 2Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. 3Entonces, subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y, sentado, enseñaba a la multitud desde la barca.

   4Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:

-Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca.

   5Simón le contestó:

-Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero sobre tu palabra echaré las redes.

    6Lo hicieron y recogieron gran cantidad de peces. Tantos, que las redes se rompían. 7Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. 8Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:

-Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.

   9Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían pescado. 10Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón:

-No temas; desde ahora serán hombres los que pescarás.

   11Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.

Curación de un leproso:

   12Cuando estaba en una de las ciudades, un hombre cubierto de lepra, al ver a Jesús, se postró en tierra y le suplicó diciendo:

-Señor, si quieres, puedes limpiarme.

   13Y extendiendo Jesús la mano le tocó diciendo:

-Quiero, queda limpio.

   Y al instante desapareció de él la lepra. 14Y él le mandó que no lo dijese a nadie; pero añadió:

-Anda, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curación, como ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.

   15Se extendía su fama cada vez más, y concurrían numerosas muchedumbres para oírle y para ser curados de sus enfermedades. 16Pero él se retiraba a lugares apartados y hacía oración.

Curación de un paralítico.

   17Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. 18Entonces, unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. 19Y como no encontraban por dónde introducirlo a causa del gentío, subieron al terrado, y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla hasta ponerlo en medio, delante de Jesús. 20Al ver Jesús la fe de ellos, dijo:

-Hombre, tus pecados te son perdonados.

   21Entonces los escribas y fariseos empezaron a pensar: ¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

    22Pero conociendo Jesús sus pensamientos, dijo:

-¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? 23¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 24Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados -se dirigió al paralítico-, a ti te digo: levántate, toma tu camilla y marcha a tu casa.

   25Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa glorificando a Dios.

    26El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor decían:

-Hoy hemos visto cosas maravillosas.

La vocación de Mateo.

   27Después de esto, salió y vio a un publicano, llmado Leví, sentado al telonio, y le dijo:

-Sígueme

   28Y, dejadas todas las cosas, se levantó y le siguió.

   29Y Leví preparó en su casa un gran banquete para él. Había un gran número de publicanos y de otros que le acompañaban a la mesa. 30Y los fariseos y sus escribas empezaron a murmurar y a decir a los discípulos de Jesús:

-¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?

   31Y respondiendo Jesús les dijo:

-No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 32No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia.

Cuestión sobre el ayuno.

   33Pero ellos le dijeron:

-¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen  oraciones, y lo mismo los de los fariseos; y en cambio, los tuyos comen y beben?

   34Jesús les respondió:

-¿Acaso podéis hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? 35Ya vendrán los días en que les será arrebatado el esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán.

    36Y les decía también una parábola:

-Nadie pone a un vestido viejo un remiendo cortado de un vestido nuevo, porque entonces, además de romper el nuevo, el remiendo del vestido nuevo no le iría bien al viejo. 37Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; porque entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará, y los odres se perderán. 38El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. 39Y ninguno acostumbrado a beber vino añejo quiere del nuevo, porque dice: El añejo es mejor.

 

6

Cuestión sobre el sábado.

   1Un sábado pasaba él por entre unos sembradores, y sus discípulos arrancaban espigas, las desgranaban con las manos y se las comían. 2Algunos fariseos les dijeron:

-¿Por qué hacéis en sábado lo que no es lícito?

    3Y Jesús les respondió:

-¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvieron hambre él y los que le acompañaban? 4¿Cómo entró en la casa de Dios, tomó los panes de la proposición y comió y dio a los que le acompañaban, a pesar de que sólo a los sacerdotes les es lícito comerlos?

   5Y les decía:

-El Hijo del Hombre es señor del sábado.

Curación del hombre de la mano seca.

   6Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. 7Los escribas y los fariseos le observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. 8Pero él conocía sus pensamientos y le dijo al hombre que tenía la mano seca:

-Levántate y ponte en medio.

    Y se levantó y se puso en medio. 9Entonces Jesús les dijo:

-Yo os pregunto: ¿es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o perderla?

   10Entonces, mirando a todos los que estaban a su alrededor, le dijo al que tenía la mano seca:

-Extiende tu mano.

    Él lo hizo, y su mano quedó curada. 11Ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué harían contra Jesús.

 

IV. MILAGROS Y ACTIVIDAD DE JESÚS EN GALILEA.

 

Elección de los Doce Apóstoles.

   12En aquellos días salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de entre ellos eligió a doce, a los que denominó apóstoles: 14a Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés, a Santiago, a Juan, a Felipe, a Bartolomé, 15a Mateo, a Tomás, a Santiago de Alfeo, a Simón, llamado Zelotes, 16a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor.

El Discurso en el llano.

   17Bajando con ellos, se detuvo en un lugar llano. Y había una multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea y de Jerusalén y del litoral de Tiro y Sidón, 18que vinieron a oírle y a ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados. 19Toda la multitud intentaba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Las Bienaventuranzas e imprecaciones.

   20Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, comenzó a decir:

-Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

21Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22Bienaventurados cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. 23Alegraos en aquel día y regocijaros, porque vuestra recompensa será grande en el cielo; pues de este modo se comportaban sus padre con los profetas.

   24Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

25¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre!

¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!

26¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo se comportaban sus padres con los falsos profetas!

Amor a los enemigos.

   27Pero a vosotros que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; 28bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os calumnian. 29Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite el manto no le niegues tampoco la túnica. 30Da a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.

   31Como queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo de igual manera con ellos. 32Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes les aman. 33Y si hacéis el bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores hacen lo mismo. 34Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.

    35Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y con los malos. 36Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. 37No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; 38dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una gran medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida con que midáis se os medirá.

Rectitud de corazón.

   39Les dijo también una parábola:

-¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

40No está el discípulo por encima del maestro; todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro.

   41¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? 42¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que saque la mota que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.

   43Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé buen fruto. 44Pues cada árbol se conoce por su fruto; no se recogen higos de los espinos, ni se vendimian uvas del zarzal. 45El hombre bueno dl buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca.

   46¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? 47Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, os diré a quien se parece. 48Se parece a un hombre que, al edificar una casa, cavó muy hondo y puso los cimientos sobre la roca. Al venir una inundación, el río rompió contra aquella casa, y no pudo derribarla porque estaba bien edificada.

   49El que oye y no pone en práctica se parece a un hombre que edificó su casa sobre la tierra sin cimientos; rompió contra ella el río y enseguida se derrumbó, y fue tremenda la ruina de aquella casa.

7

La fe del centurión.

    1Cuando terminó de decir todas estas palabras al pueblo que le escuchaba, entró en Cafarnaún. 2Había allí un centurión que tenía un siervo enfermo, a punto de morir, a quien estimaba mucho. 3Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de lo judíos para rogarle que viniera a curar a su siervo. 4Ellos, al llegar donde Jesús, le rogaban encarecidamente diciendo:

-Merece que hagas esto, 5porque aprecia a nuestro pueblo y él mismo nos ha construido la sinagoga.

   6Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos pare decirle:

-Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, 7por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de ir a tu encuentro. Pero dilo de palabra y mi criado quedará sano. 8Pues también yo soy un hombre sometido a disciplina y tengo soldados a mis órdenes. Le digo a uno: Vete, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

   9Al oír esto, Jesús se admiró de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo:

-Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.

   10Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo.

Resurrección del hijo de la viuda de Naín.

   11Después, marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12Al acercarse a la puerta de la ciudad, resultó que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda. Y la acompañaba  una gran muchedumbre de la ciudad. 13El Señor la vio y se compadeció de ella. Y le dijo:

-No llores.

   14Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo:

-Muchacho, a ti te digo, levántate.

   15Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar. Y se lo entregó a su madre. 16Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo.

   17Esta opinión sobre él se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas.

Embajada de San Juan Bautista.

   18Informaron a Juan sus discípulos de todas estas cosas. 19Y Juan llamó a  dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle:

-¿Eres tú el que va a venir o esperamos a otro?

   20Cuando aquellos hombres se presentaron ante él le dijeron:

-Juan el Bautista nos ha enviado a ti a preguntarte: ¿Eres tú el que va a venir o esperamos a otro?.

   21En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus y dio la vista a muchos ciegos. 22Y les respondió:

-Id y anunciadle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. 23Y bienaventurado el que no se escandalice de mí.

   24Cuando los enviados de Juan se marcharon, se puso a hablar de Juan a la multitud:

-¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con finos ropajes? Daos cuenta de que los que visten con lujo y viven entre placeres están en palacios de reyes. 26Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os lo aseguro, y más que un profeta.

   27Éste es de quien está escrito:

Mira que envío a mi mensajero delante de ti,

para que vaya preparándote el camino.

    28Os digo que entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan; pero el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.

29Y todo el pueblo -incluso los publicanos- le escuchó y reconoció la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. 30Pero los fariseos y los doctores de la Ley rechazaron el plan de Dios sobre ellos al no querer ser bautizados por él.

Reproches contra la incredulidad.

   31Así pues, ¿con quién voy a comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? 32Se parecen a los niños sentados en la plaza y que se gritan unos a otros aquellos que dice:

Hemos tocado para vosotros la flauta

y no habéis bailado;

hemos cantado lamentaciones

y no habéis llorado.

   33Porque viene Juan Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: Tiene un demonio. 34Viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Fijaos: un hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores.

   35Pero la sabiduría queda acreditada por todos sus hijos.

El perdón de la mujer pecadora.

   36Uno de los fariseos le rogaba que comiera con él; y entrando en casa del fariseo se recostó a la mesa. 37Y entonces una mujer pecadora que había en la ciudad, al enterarse de que estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume, 38y por detrás se puso a sus pies llorando; y comenzó a bañarle los pies con sus lágrimas, y los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfuma.

   39Al ver esto el fariseo que le había invitado, se decía: Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es una pecadora.

   40Jesús tomó la palabra y le dijo:

-Simón, tengo que decirte una cosa.

   Y él contestó:

-Maestro, di.

   41-Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otros cincuenta. 42Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?

43-Supongo que aquel al que perdonó más -contestó Simón.

   Entonces Jesús le dijo:

-Has juzgado con rectitud.

   44Y vuelto hacia la mujer, le dijo a Simón:

-¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella en cambio me ha bañado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con los cabellos. 45No me diste el beso. Pero ella, desde que entró no ha dejado de besar mis pies. 46No has ungido mi cabeza con aceite. Ella en cambio ha ungido mis pies con perfume. 47Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Aquel a quien menos se perdona menos ama.

    48Entonces le dijo a ella:

-Tus pecados quedan perdonados

   49Y los convidados empezaron a decir entre sí:

-¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?

   50Él le dijo a la mujer:

-Tu fe te ha salvado; vete en paz.

 

8

Las santas mujeres.

   1Sucedió, después, que él pasaba por ciudades y aldeas predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios. Le acompañaban los doce 2y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.

Parábola del sembrador. Sentido de las parábolas.

   4Reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a él, dijo esta parábola:

5-Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al echar la semilla, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo. 6Parte cayó sobre piedras, y cuando nació se secó por falta de humedad. 7Otra parte cayó en medio de las espinas, y habiendo crecido con ella las espinas la ahogaron. 8Y otra cayó en la tierra buena, y cuando nació dio fruto al ciento por uno.

   Dicho esto, exclamó:

-El que tenga oídos para oír, que oiga.

   9Entonces sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. 10Él les dijo:

-A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios, pero a los demás, sólo a través de parábolas,

de modo que viendo no vean

y oyendo no entiendan.

   11El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios. 12Los que están junto al camino son aquellos que han oído; pero viene luego el diablo y se lleva la palabra de su corazón, no sea que creyendo se salven. 13Los que están sobre piedras son aquellos que, cuando oyen, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; éstos creen durante algún tiempo, pero a la horade la tentación se vuelven atrás. 14Lo que cayó entre espinos son los que oyeron, pero en su caminar se ahogan a causa de las preocupaciones, riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto. 15Y lo que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la perseverancia.

Parábola de la lámpara.

   16Nadie que ha encendido una lámpara la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero para los que entran vean la luz. 17Porque nada hay escondido que no acabe por saberse; ni secreto que no acabe por conocerse y hacerse público. 18Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se le dará; y al que no tiene incluso lo que piensa tener se le quitará.

El verdadero parentesco de Jesús.

   19Vinieron a verle su madre y sus hermanos, y no podían acercarse a él a causa de la muchedumbre. 20Y le avisaron:

-Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.

   21Él, en respuesta, les dijo:

-Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la cumplen.

La tempestad calmada.

   22Un día, subió él a una barca con sus discípulos y les dijo:

-Crucemos a la otra orilla del lago.

   Y partieron. 23Mientras ellos navegaban, se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago, de modo que se llenaban de agua y corrían peligro. 24Se le acercaron pare despertarle diciendo:

-¡Maestro, Maestro, que perecemos!

   Puesto en pie, increpó al viento y a las olas, que cesaron; y sobrevino la calma. 25Entonces les dijo:

-¿Dónde está vuestra fe?

   Ellos llenos de temor, se asombraron y se decían unos a otros:

-¿Quién es éste que manda a los vientos y al agua, y le obedecen?

El endemoniado de Gerasa.

   26Navegaron hasta la región de los gerasenos, que está al otro lado, enfrente de Galilea. 27Y cuando saltó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad endemoniado; desde hacía mucho tiempo no llevaba ropa, i habitaba en casas sino en los sepulcros. 28Al ver a Jesús, cayó ante él gritando y dijo con gran voz:

-¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes.

   29Pues Jesús mandaba al espíritu impuro que saliera de aquel hombre; porque muchas veces se apoderaba de él, y aunque le sujetaban con cadenas y le ponían grillos para custodiarle, rotas las ataduras, era impulsado por el demonio al desierto.

   30Jesús le preguntó:

-¿Cuál es tu nombre?

   Él le dijo:

-Legión -porque habían entrado en él muchos demonios.

   31Y le suplicaban que no les ordenase ir al abismo.

   32Había por allí una gran piara de cerdos que estaban paciendo en el monte; y le suplicaron que les permitiese entrar en ellos. Y se lo permitió. 33Los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos; y la piara se lanzó corriendo por la pendiente hacia el lago y se ahogó. 34Al ver los porqueros lo ocurrido, huyeron, y lo contaron por la ciudad y por los campos. 35Salieron a ver lo que había pasado, llegaron hasta Jesús, y encontraron al hombre del que habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su sano juicio, y les entró miedo. 36Los que lo habían presenciado les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. 37Y toda la gente de la región de los gerasenos le pidió que se alejara de ellos, porque estaban sobrecogidos de temor. Él subió a la barca y se volvió. 38El hombre de quien habían salido los demonios le pedía quedarse con él; pero lo despidió diciendo:

   39-Vuelve a tu casa y cuenta las grandes cosas que Dios ha hecho contigo.

   Y se marchó proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.

Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroísa.

   40Al volver Jesús le recibió la muchedumbre, porque todos estaban esperándole. 41Entonces llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y se postró a los pies de Jesús suplicándole que entrase en su casa, 42porque tenía una hija única de unos doce años que se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud le apretujaba. 43Y una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años y que había gastado toda su hacienda en médicos sin que ninguno hubiese podido curarla, 44se acercó por detrás, le tocó el borde del manto y al instante cesó el flujo de sangre. 45Entonces dijo Jesús:

-¿Quién es el que me ha tocado?

   Al negarlo todos, dijo Pedro:

-Maestro, la muchedumbre te aprieta y te empuja.

   46Pero Jesús dijo:

-Alguien me ha tocado, porque yo me he dado cuenta de que una fuerza ha salido de mí.

   47Viendo la mujer que aquello no había quedado oculto, se acercó temblando, se postró ante él y declaró delante de todo el pueblo la causa por la que le había tocado, y cómo al instante había quedado curada. 48Él entonces le dijo:

-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

    49Todavía estaba él hablando, cuando vino uno de la casa del jefe de la sinagoga diciendo:

-Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.

   50Al oírlo Jesús, le respondió:

-No temas, tan sólo ten fe y se salvará.

   51Cuando llegó a la casa, no permitió que nadie entrara con él, excepto Pedro, Juan y Santiago, y el padre y la madre de la niña. 52Todos lloraban y se lamentaban por ella. Pero él dijo:

-No lloréis; no ha muerte, sino que duerme.

   53Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. 54Él, tomándola de la mano, dijo en voz alta:

-Niña, levántate.

   55Volvió a ella su espíritu y al instante se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer. 56Y sus padres quedaron asombrados; pero él les ordenó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.

 

V. VIAJE DE JESÚS CON SUS APÓSTOLES.

 

9

 

Misión de los Apóstoles.

   1Convocó a los doce y les dio poder y potestad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. 2Los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. 3Y les dijo:

-No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. 4En cualquier casa que entréis, quedaos allí hasta que de allí os vayáis. 5Y si nadie os acoge, al salir de aquella ciudad, sacudiros el polvo de los pies en testimonio contra ellos.

   6Se marcharon y pasaban por las aldeas evangelizando y curando por todas partes.

Opinión de Herodes sobre Jesús.

   7El tetrarca Herodes oyó todo lo que ocurría y estaba perplejo, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, 8otros que Elías había aparecido, otros que había resucitado alguno de los antiguos profetas. 9Y dijo Herodes:

-A Juan lo he decapitado yo, ¿quién es, entonces, éste del que oigo tales cosas?

   Y deseaba verlo.

Regreso de los Apóstoles. Multiplicación de los panes.

   10Cuando volvieron los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho; y, tomándolos consigo, se retiró aparte hacia una ciudad llamada Betsaida. 11Cuando la gente se dio cuenta, le siguió. Y les acogió y les hablaba del Reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad.

   12Empezaba a declinar el día, y se acercaron los doce para decirle:

-Despide a la muchedumbre, para que se vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a buscar albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto.

   13Él les dijo:

-Dadles vosotros de comer.

   Pero ellos dijeron:

-No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este gentío 14-había unos cinco mil hombres.

   Entonces les dijo a sus discípulos:

-Hacedles sentar en grupos de cincuenta.

   15Así lo hicieron, y acomodaron a todos.

   16Tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo y pronunció la bendición sobre ellos, los partió y empezó a dárselos a sus discípulos, para que los distribuyeran entre la muchedumbre. 17Comieron hasta que todos quedaron satisfechos. Y de los trozos que sobraron, ellos recogieron doce cestos.

Confesión de San Pedro.

   18Cuando estaba haciendo oración a solas, y se encontraban con él los discípulos, les preguntó:

-¿Quién dicen las gentes que soy yo?

   19Ellos respondieron:

-Juan el Bautista. Pero hay quienes dicen que Elías, y otros que ha resucitado uno de los antiguos profetas.

   20Pero él les dijo:

-Y vosotros ¿quién decís que spy yo?

   Respondió Pedro:

-El Cristo de Dios.

   21Pero les amonestó y les ordenó que no dijeran esto a nadie.

Jesús predice su Pasión y su Gloria. Necesidad de la abnegación para seguir a Jesús.

   22Y añadió que el Hijo del Hombre debía padecer mucho y ser rechazado por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.

   23Y les decía a todos:

-Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga. 24Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará.

   25Porque ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero si se destruye a sí mismo o se pierde? 26Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y en la de los santos ángeles. 27Os aseguro de verdad que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios.

La Transfiguración.

   28Unos ocho días después de estas palabras, se llevó con él a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a un monte para orar. 29Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y muy brillante. 30En esto, dos hombres comenzaron a hablar con él: eran Moisés y Elías 31que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que iba a cumplirse en Jerusalén. 32Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado. 33Cuando éstos se apartaron de él, le dijo Pedro a Jesús:

-Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías -pero no sabía lo que decía.

   34Mientras así hablaba, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. 35Y se oyó una voz desde la nube que decía:

-Éste es mi Hijo, el elegido: escuchadle.

   36Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto.

Curación del muchacho lunático.

   37Sucedió al día siguiente que, al bajar ellos del monte, le salió al encuentro una gran muchedumbre. 38Y en medio de ella un hombre clamó diciendo:

-Maestro, te ruego que veas a mi hijo, porque es el único que tengo: 39un espíritu se apodera de él, y enseguida grita, le hace retorcerse entre espumarajos y a duras penas se aparta de él, dejándolo maltrecho. 40Y les he rogado a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido.

   41Jesús contestó:

-¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros y soportaros? Trae aquí a tu hijo.

   42Y al acercarse, el demonio lo revolcó por el suelo y le hizo retorcerse. Entonces Jesús increpó al espíritu impuro y curó al niño, devolviéndolo a su padre. 43Todos quedaron asombrados de la grandeza de dios.

Segundo anuncio de la Pasión.

   Y estando todos admirados por cuantas cosas hacía, les dijo a sus discípulos:

44-Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

   45Pero ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro, que no lo comprendían; y temían preguntarle sobre este asunto.

Humildad y tolerancia.

   46Les vino al pensamiento cuál de ellos sería el mayor. 47Pero Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, acercó a un niño, lo puso a su lado 48y les dijo:

-El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado: pues el menor entre todos vosotros, ése es el mayor.

   49Entonces dijo Juan:

-Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros.

   50Y Jesús le dijo:

-No se lo prohibáis, pues el que no está contra vosotros con vosotros está.