Reflexiones sobre Ecclesia de Trinitate
Autor: Jorge Salinas
Capítulo 2: La Trinidad y las personas en
persona(s)
La Trinidad y la presencia de persona(s) en
persona(s)
El título de este artículo me lo ha sugerido H. Muehlen en su conocida obra "El
Espíritu Santo en la Iglesia"(1). A primera vista puede resultar chocante, pero
la Sagrada Escritura está llena de frases en las que se reproduce este sencillo
esquema: alguien (una persona) está en alguien distinto (otra
persona).Especialmente en el Nuevo Testamento esta estructura sintáctica se
encuentra cientos de veces; por ejemplo, "Yo estaré en vosotros", "vosotros
estaréis en Mi", "Yo estaré en el Padre y vosotros en Mí", "El Espíritu Santo en
vosotros", "Yo en Ti y tú en Mí", "vivo en Cristo", "Cristo vive en mí", "ellos
en nosotros", "Dios estaba en Cristo", "El Espíritu Santo que habita en
nosotros", etc. No me parece exagerado afirmar que en el Nuevo Testamento se
contiene la revelación de un universo de personas entre las que se da una mutua
o recíproca interioridad.
El paso de un locativo material a otro espiritual
Muhlen también reflexiona mucho sobre el valor de las preposiciones básicas del
lenguaje bíblico griego: en, ek, dia, pros,...La proposición "en" (traducida al
latín por in) tiene una gran importancia para lo que vamos a tratar más
adelante. Estas partículas proceden como en todas las lenguas de la experiencia
sensible, del mundo de los cuerpos, donde todo ocurre aparentemente dentro de un
espacio. En su sentido más inmediato "en" es una partícula locativa.
Naturalmente que existen muchas más sentidos derivados de este sentido primario.
Además en latín "in" tiene un sentido direccional del que carece el "en" griego.
Cuando Santo Tomás se pregunta si los ángeles ocupan lugar lo niega puesto que
no son cuerpos sino formas separadas subsistentes, pero habla de una presencia
operativa de los ángeles cuando actúan sobre un cuerpo Sin embargo, hay una
cierta hipoteca en este lenguaje fundado y casi reducido a la categoría de las
substancias en primer lugar materiales y de un modo analógico espirituales.
Muhlen califica a este lenguaje de pre-personal y, por tanto, pobre para captar
los matices de los textos bíblicos y patrísticos.
La simple lectura de San Juan y de San Pablo nos descubre un universo de
relaciones profundamente interpersonales en el cual se instala Jesucristo
(evangelio de San Juan) refiriendo su Persona al Padre o al Espíritu Santo (Yo
en el Padre, el Padre en Mí, Tú , Padre, en Mí, Yo en Ti, Me voy , pero viene
Otro, que no hablará de sí sino de lo que ha recibido), pero también situando a
los discípulos en ese mismo entramado de mutua interioridad o de inmanencia
recíproca interpersonal, como puede ser: me voy al Padre, a prepararos una
morada; luego vendré y os tomaré conmigo para que allí donde Yo esté estéis
vosotros también; Yo en el Padre y vosotros en Mi ; el Padre y Yo vendremos y
estableceremos nuestra morada en vosotros ; permaneced en Mí como Yo permanezco
en el Padre; y más variantes de un modo suprasensible de estar y actuar
persona(s) en persona(s).
San Pablo tiene igualmente un repertorio abundante de "instalaciones
interpersonales" como ser, vivir, estar en Cristo; actuar, decir, mandar en el
Espíritu; recíprocamente, Cristo en mí, en nosotros; el Espíritu en mí, en
nosotros; vosotros y yo en el Espíritu o en Cristo;
Se descubre asimismo un a conexión íntima entre unas y otras recíprocas
"inmanencias" que cristalizan en esas formas riquísimas de contenido: Del Padre
el Hijo en el Espíritu, del Padre por el Hijo el Espíritu, Del Padre y el Hijo
el Espíritu, en el Espíritu a través de Cristo al Padre, y más que ahora no
consideraremos.
Hacia una conexión más inmediata con la Sagrada Escritura, con los Padres y los
santos místicos
Siempre ha sido más vivo el lenguaje de los santos que el de los teólogos,
aunque también hay abundancia de grandes teólogos santos. La fe es, ciertamente,
un hecho distinto de la experiencia, pero no está separada de la experiencia.
Incluso en los casos de mayor frialdad emotiva. Pedro se dirigió a cristianos
que no compartieron su experiencia vital junto a Cristo histórico con estas
palabras: "En lo cual os regocijáis, bien que ahora por breve tiempo, afligidos
con diferentes pruebas, para que los quilates de vuestra fe, mucho más preciosos
que los del oro perecedero, pero que es aquilatado por el fuego, sean hallados
dignos de alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; al cual, sin
haberle visto, amáis; en el cual, ahora, sin verle, pero creyendo, os regocijáis
con gozo inenarrable y rebosante de gloria, alcanzando la meta de vuestra fe, la
salud de las almas"(2).
Esa misma experiencia la han tenido todos los santos de todos los tiempos;
algunos han sabido expresarlo en páginas que son verdaderos lugares teológicos.
En una de las más bellas páginas del Catecismo se lee: "La gracia, siendo de
orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por
la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras
para deducir de ellos que estamos justificados y salvados. Sin embargo, según
las palabras del Señor: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7,20), la
consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los
santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos
incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de
confianza"(3).
En casi todos los escritos íntimos de grandes Santos el universo de su oración y
contemplación no es situable en un espacio euclídeo. La rigidez del espacio y
del tiempo parecen desaparecer : la simultaneidad entre acontecimientos
distintos y distantes en el tiempo y en el espacio parece natural en un universo
que reposa y se da en Cristo y en el Espíritu Santo (4).
En las páginas de todos los místicos hay una vivencia de cercanía, más aún, de
presencia inmediata de Jesús en sus distintos Misterios, de Dios Padre, del
Santo Espíritu. Sorprende la soltura y facilidad con que emplean , sin demasiada
reflexión, un lenguaje casi idéntico al de la Sagrada Escritura al referirse a
las Personas Divinas, en el que se advierte por igual la Unidad de Dios y la
Trinitaria Alteridad de la Personas; en ese entramado de inmanencia recíproca
los Santos se ven incluidos y allí tienen su cielo interior.
La mediación permanente de la Humanidad de Cristo
Ante la Humanidad Santísima de Cristo se advierte en todos los Santos una
cercanía interior patente. Quizá más en estos últimos siglos. Los Santos Padres
de los siglos IV y V estuvieron muy centrados en la formulación completa del
dogma trinitario. Era prioritario el establecimiento teológico de la divinidad
del Verbo y de la divinidad del Paráclito. Anteriormente se había ganado la
batalla antignóstica y la consistencia de la verdadera humanidad del Verbo hecho
carne. Pero el carácter mediador permanente de la Humanidad de Cristo es objeto
de atención con especial fuerza en el siglo XIII. También a partir de ese siglo
en la Iglesia latina adquiere un enorme relieve la presencia verdadera, real y
substancial de Cristo bajo las especies sacramentales eucarísticas. Hay una
conexión muy directa entre la verdad de la Encarnación y el culto especial al
Sacramento reservado fuera de la Misa. Este proceso no se ha registrado, en
cambio, en la Iglesia Oriental.
Hay quienes señalan que la atención creciente de la Humanidad Santísima de
Cristo se aceleró después de la reforma luterana.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús con todas sus implicaciones teológicas y
espirituales va en esa misma dirección. Como también acontece con las nuevas
dimensiones que adquiere en tiempos más recientes la mariología y el
redescubrimiento teológico y espiritual de San José. Todo parece apuntar en la
Iglesia Católica hacia un cristocentrismo fuerte en el que la verdadera
condición humana de Cristo pasa a un primer plano.
El Concilio Vaticano II resitúa este planteamiento centrándolo en la Trinidad y
en la antropología. Cristo, Verbo Encarnado revela al hombre el propio hombre
(5). En Cristo se manifiesta la faz del Padre y también el rostro genuino del
hombre
La perichoresis o circumincessio intratrinitaria, raíz de toda comunión
De un modo pleno sólo se da este tipo de presencia de Personas en Personas en el
seno de la Santísima Trinidad. El Padre está todo en el Hijo y en el Espíritu.
El Hijo está todo en el Padre y en el Espíritu. El Espíritu está todo en el
Padre y el Hijo. Dios es su misterio más profundo una comunión perfecta de
Personas.
En el libro oficial del Comité para el Jubileo del año 2000 se describe así la
mutua autodonación de las personas divinas:"La vida interior de Dios es en su
intercambio infinito en el interior de Dios, una auto-donación continua entre
Padre e Hijo en el Espíritu Santo. El Padre da toda su divinidad al Hijo, y éste
restituye la misma divinidad al Padre. En este intercambio recíproco no hay
temor de perderse, ni necesidad de recurrir a la violencia para superar el mal;
el don puede ser, y es, sin reserva, como el intercambio" (6).
La perichóresis es una realidad divina, conocida por la fe y máxima expresión de
Dios como Comunión, como Vida personal, como Amor. El Damasceno la describía
así: "La permanencia y la morada de una de las tres Personas en la otra
significa que son inseparables, que no han de separarse, que tienen entre sí una
compenetración sin mezcla. No se funden y se mezclan entre sí, sino que se
conjugan mutuamente. Es decir, el Hijo está en el Padre y en el Espíritu, y el
Espíritu está en el Padre y en el Hijo, y el Padre está en el Hijo y en el
Espíritu, sin que tenga lugar una fusión, o una mezcla, o una confusión. El
movimiento es uno e idéntico, ya que el impulso y el movimiento de las tres
Personas es único, algo que no se puede advertir en la naturaleza creada"(7).
San Buenaventura utiliza el término de circumincessio para referirse a esta
doctrina mantenida siempre en la Iglesia: "solamente en Dios se da la más alta
unidad con distinción, de manera que es posible esta distinción sin mezcla y
esta unidad sin separación"(8).
La noción de perichoresis o de circumincessio es clave en la teología
trinitaria. La identidad de cada Persona con la única sustancia divina es
conjugada con la irreducible alteridad de cada divina Persona. Esta Comunión
única se da en una plenitud de Vida y Amor. Las procesiones divinas son la misma
vida divina, eterna, inagotable, inefable.
La Trinidad es participada en la criatura por las misiones
La gracia habitual o gracia santificante es una participación de la naturaleza
divina en el alma del justificado. Por la gracia el cristiano es dios por
participación. Esa realidad sobrenatural es recibida en la sustancia del alma.
La persona creada sigue siendo la misma persona pero se ha divinizado. Esta
divinización accidental no convierte, por tanto, a la persona humana en una
Persona divina. El tratado sobre la Gracia está muy desarrollado y es de
posesión y uso no polémico en la teología católica. Pero, en cambio, está menos
desarrollado y aceptado comúnmente el tratado sobre el estatuto sobrenatural de
la persona cristiana en relación con las tres Divinas Personas. Se relaciona más
fácilmente la naturaleza humana con la naturaleza divina, pero menos esta
relación de la persona con las Divinas personas. Sin embargo hay un cuerpo de
doctrina espléndido en Santo Tomás quien siempre consideró el estado del hombre
justificado como una nueva morada de Dios: signum est sanctitas hominum, qui ex
divina inhabitatione sanctificantur (9).
El Magisterio del Papa especialmente en estos tres años anteriores al Jubileo
del año 2.000 es un despliegue en todas las direcciones de la riqueza contenida
en la Sagrada Escritura, en los Padres y también en Santo Tomás acerca de la
misión conjunta, mutuamente implicada, distinta e inseparable del Hijo y del
Espíritu Santo a la criatura racional. En palabras del propio Pontífice, "la
Trinidad es el viático para llegar al Gran Jubileo del año 2.000".
Destinatario principal de la doble Misión es la Santísima Humanidad de Cristo,
la cual carece de subsistencia propia. Fue creada y simultáneamente se instaló
en Ella el Verbo como hipóstasis y el Espíritu Santo como Unción (10). En otra
parte de este trabajo se tratará con más detalle y con toda la veneración y
adoración posibles esta Obra divina, la más grande de todas las obras divinas.
Desde Cristo glorificado (desde, en sentido de origen o causa, no en el sentido
de secuencia temporal), recibimos todos "gracia sobre gracia". La donación de
Dios al hombre encuentra su plenitud en Cristo Verbo Encarnado y a través de Él
Dios se nos da. De un modo consecuente como decimos que toda gracia es gracia de
Cristo podemos decir que la missio coniuncta Filii et Spiritus Sancti se
continúa, se hace permanente y universal, desde la Humanidad Santísima de Cristo
y tiene como destinatarios a todos los hombres, al menos como destinatarios
virtualmente posibles puesto que la voluntad salvífica de Dios es universal.
Mediante la Humanidad glorificada de Cristo el Padre nos da a su Hijo en el
Espíritu Santo y, junto con su Hijo, nos da el Espíritu. Las mismas procesiones
eternas (generación y espiración) que son como la respiración de la vida divina
, originan la presencia concedida como don de las Personas del Hijo y del
Espíritu en el alma. La persona humana agraciada no es engendrada ni espirada
(sigue siendo una criatura) pero sí que el Hijo es engendrado en ella y el
Espíritu Santo espirado en ella. La criatura agraciada es introducida en la
perichoresis trinitaria de la divinas Personas. ¿Se puede llamar a ese misterio
participación en la criatura de Santísima Trinidad, o la Trinidad participada en
la criatura? El Papa usa ese modo de hablar, por ejemplo: "Con la constante
promoción del amor fraterno en la forma de vida común, la vida consagrada pone
de manifiesto que la participación en la comunión trinitaria puede transformar
las relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad" (Exh. Ap. Vita
consecrata, n. 41).
El Papa se refiere con frecuencia a esa participación en la vida trinitaria,
real por la vida de la gracia (11), a través de la liturgia y, de un modo muy
especial por la Eucaristía (12). El Papa nos recuerda las enseñanzas de los
Padres acerca de esa participación de la persona en la vida trinitaria (13).
Hay ciertamente una imagen de la Trinidad en la misma constitución intelectual
de la persona humana; si en toda criatura existe un vestigio o huella de la
Santísima Trinidad, con más claridad aparece esa imagen en la criatura que
corona la creación sensible. Conocemos la asimilación que San Agustín hizo de la
memoria, la inteligencia y el amor a al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (14).
Pero cuando se habla de participación de la Trinidad en el hombre se habla de un
nivel sobrenatural, que excede la condición de criatura, aún cuando responde
dicho nivel a las aspiraciones más profundas del ser humano (15).
La fecundidad teológica de la doctrina de la participación
Cuando hablamos en términos de participación tenemos en la mente un sistema
profundo de pensamiento que viene de Platón a través de Proclo, que es asumido
por Santo Tomás y convertido en una poderosa herramienta intelectual para la
ratio theologica. Siempre, por tanto, hay implícito un Uno Superior, una forma
separada que es participada, un Esse Subsistens que es participado en el esse
creado. Para ilustrar el misterio de la gracia divina no es un problema hablar
de "participación de la naturaleza divina", pero cuando se trata de una Triada
de Relaciones Subsistentes, de una Comunión perfecta de Personas, entonces, hay
que acomodar y analizar el lenguaje de la participación para no dar un salto
lógico en el vacío.
F. Ocáriz viene desarrollando desde hace tiempo una terminología de cuño tomista
bien sólida. El cristiano participa por la gracia de la Filiación Subsistente
(es decir, del Verbo) y es constituido por ello hijo de Dios (Padre) en el Hijo.
Decir que por el bautismo somos hijos de Dios en el Hijo por la acción del
Espíritu Santo es expresión normal y cada vez más frecuente en el Magisterio de
la Iglesia.
Santo Tomás dice que por la fe "de alguna manera" Verbum concipitur in mente.
También afirma que la caridad es cierta participatio Spiritus Sancti in corde.
La Sagrada Escritura dice más: nos habla de una inhabitación del Espíritu Santo
en el cristiano, hecho "templo del Espíritu", pneumatóforos. También nos enseña
que nadie puede decir "Jesús, el Señor" si no es en el Espíritu Santo, es decir,
que la fe la implanta en nuestro corazón el Paráclito y el núcleo de la fe es
reconocer en Jesús al Cristo, al Kyrios, La fe es la entrada para que Cristo
habite en nuestros corazones. Cristo es el Verbo Encarnado porque la Unción unge
a la Humanidad Santísima de Cristo, no al Verbo. El Verbo no es ungido por el
Espíritu. Eso no sería verdad. Sí podemos decir que el Verbo es engendrado por
el Padre en el Espíritu en el sentido de que es engendrado por el Padre Spirans
Amorem. Lo dice expresamente Santo Tomás: " et ideo hoc quod dicitur esse
Spiritus Sanctus amor Patris in Filium, non pertinet ad generationem, sed ad
Spiritus Sancti processionem" (16). En la Trinidad nada hay antes ni después;
podemos confesar la simultaneidad eterna de ambas procesiones. El Padre es Pater
amans; su amor in Filium es simultáneo a su generación del Hijo. El Padre
engendra al Hijo espirando Amor al propio Hijo. Por su parte el Hijo es Filius
amans, que es engendrado espirando Amor hacia su Padre. Ya tendremos ocasión más
delante de comprobar esa simultaneidad entre la doble misión del Hijo y el
Espíritu. Es posible decir que el Padre envía al Hijo en el Espíritu y que el
Padre envía al Espíritu en el Hijo, aunque también la Escritura nos muestra, en
muchas ocasiones, una precedencia de la misión del Hijo sobre la del Espíritu y,
en otras ocasiones, una precedencia de la misión del Espíritu respecto a la del
Hijo.
Jesús asocia su presencia en nosotros a la presencia del Padre. Las tres divinas
Personas establecen su morada en el alma fiel. Eso es doctrina común,
abundantemente comentada en estos años previos al Jubileo del año 2.000.
Se puede analizar por separado la relación de una persona humana agraciada por
Dios con respecto cada una de las divinas Personas. Y a través de cada una de
esas divinas Personas con las otras Dos . Pero antes de seguir recordemos unas
palabras del Papa: "Quien no ve la imagen de Dios en el hombre y no ve todos los
rostros humanos iluminados por el rostro mismo de Cristo, a quien cada uno en
acto, o virtualmente, pertenece, no tiene ya nada de cristiano" (Audiencia
general, 19.10.1985). Es lenguaje antiguo describir al cristiano como un
teóforos, un cristóforos y un pneumatóforos que sabe ver y tratar a los demás
cristianos como otros teóforoi, cristóforoi y pneumatóforoi.
Decía Kierkegaard que "llegar a ser cristiano significa llegar a ser
contemporáneo de Cristo. En relación con el absoluto no existe, en efecto, más
que un solo tiempo: el presente; para quien no es contemporáneo con el absoluto
el absoluto no existe. Y como quiera que Cristo es el absoluto, sólo cabe
respecto a Él una sola situación: la contemporaneidad"(17).
Como resumen de estas ideas, podemos decir que la participación en la vida
intratrinitaria a través de la Humanidad de Cristo con la fuerza del Espíritu
Santo, instala a cada cristiano en un universo espiritual, más allá de este
tiempo y este espacio. Lo propio de ese universo es la comunión con el Dios Uno
y Trino, y como consecuencia, con los bienaventurados del Cielo y las almas del
Purgatorio; de un modo más imperfecto con los demás cristianos de la tierra.
Este universo espiritual no es fruto de la fantasía ni de la imaginación sino
que está urdido, tramado y conexionado por el Espíritu Santo. Se trata de un
universo de persona(s) presente(s) en persona(s).
Jorge Salinas - Madrid, 1.03.01
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1- Heribert Mühlen: El espíritu Santo en la Iglesia, Secretariado Trinitario,
Salamanca, 1998, 2ª ed.
2- 1 Ped 1, 6-9.
3- CCE n. 225. Como colorario sigue el Catecismo en este punto: Una de las más
bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de santa Juana
de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: "Interrogada si
sabía que estaba en gracia de Dios, responde: «si no lo estoy, que Dios me
quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera conservar en ella»".
4- Es importante esta afirmación de un maestro de espíritus bien experimentado:"
¿Ascética? ¿Mística? No me preocupa. Sea lo que fuere, ascética o mística, ¿qué
importa?: es merced de Dios. Si tú procuras meditar, el Señor no te negará su
asistencia. Fe y hechos de fe: hechos, porque el Señor -lo has comprobado desde
el principio, y te lo subrayé a su tiempo- es cada día más exigente. Eso es ya
contemplación y es unión; ésta ha de ser la vida de muchos cristianos, cada uno
yendo adelante por su propia vía espiritual -son infinitas-, en medio de los
afanes del mundo, aunque ni siquiera hayan caído en la cuenta. (Beato Josemaría:
Amigos de Dios, n.308).
5- Cf. Const. Gaudium et spes, 38
6- Dios Padre misericordioso, p. 39
7- San Juan Damasceno: De fide orthodoxa, I, 14
8- San Buenaventura: In Sent., I, d. 19, p. I, q. 4.
9- Compendium theologiae, lib2 cap8
10- La misión del Espíritu Santo a Cristo (es decir a su Santísima Humanidad) es
tema frecuente en Santo Tomás: contra, missio Spiritus Sancti est ipsa datio sed
Spiritus Sanctus datus est Christo, ut dicitur in joan. 3, 34: non ad mensuram
dat DeusSspiritum, ergo ad eum fit missio.( I Sententiarum ds15,q5 ,ar1d,ag3).
11- "Al mismo tiempo -y sobre todo- esta vida significa "la consagración en la
verdad" (cf. Jn 17, 17), en la cual se revela plenamente la perspectiva de la
unión con Dios, de la vida en Dios. Así es como nuestra vida humana "está oculta
con Cristo en Dios" de forma sacramental y a la vez real. Al sacramento
corresponde la viva realidad de la gracia santificante, que penetra nuestra vida
humana mediante la participación en la vida trinitaria de Dios." (Juan Pablo II:
Carta Redemptoris Mater, con ocasión del Año Mariano , 22-V-1982, n.3)
12- La participación en la vida trinitaria se realiza a través de la liturgia y,
de modo especial, la Eucaristía misterio de comunión con el cuerpo glorificado
de Cristo, semilla de inmortalidad.13 En la divinización y sobre todo en los
sacramentos la teología oriental atribuye un papel muy particular al Espíritu
Santo: por el poder del Espíritu que habita en el hombre la deificación comienza
ya en la tierra, la criatura es transfigurada y se inaugura el reino de Dios.
(Juan Pablo II: Carta Orientale Lumen, 6).
13- ¿Qué relación hay entre la vida de la persona y su participación en la vida
trinitaria? Responde san Agustín: "Nuestro corazón está inquieto hasta que no
descanse en ti"20. Este "corazón inquieto" indica que no hay contradicción entre
una y otra finalidad, sino más bien una relación, una coordinación y unidad
profunda. Por su misma genealogía, la persona, creada a imagen y semejanza de
Dios, participando precisamente en su vida, existe "por sí misma" y se realiza.
El contenido de esta realización es la plenitud de vida en Dios, de la que habla
Cristo (cf. Jn. 6, 37-40), quien nos ha redimido previamente para introducirnos
en ella (cf. Mc. 10, 45).(Juan Pablo II: Carta a las Familias, n.9).
14- Él habló, sin duda alguna, con amplitud y magníficamente en su gran obra
sobre La Trinidad y en sus discursos sobre el misterio trinitario, trazando el
camino a la teología posterior. Insistió al mismo tiempo en la igualdad y en la
distinción de las Personas divinas, ilustrándolas con la doctrina de las
relaciones: Dios "es todo lo que tiene, excepto las relaciones, en virtud de las
cuales cada persona se refiere a la otra" . Desarrolló la teología sobre el
Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, pero "principaliter" del
Padre, porque "de toda la divinidad, o mejor, de la deidad el principio es el
Padre" ; y Él ha dado al Hijo el espirar al Espíritu Santo , que procede como
Amor y por lo tanto no es engendrado . Luego, para responder a los "gárrulos
raciocinadores" , propuso la explicación "psicológica", de la Trinidad buscando
su imagen en la memoria, en la inteligencia y en el amor del hombre, estudiando
con ello al mismo tiempo el más augusto misterio de la fe y la más alta
naturaleza del creado, cual es el espíritu humano. (Juan Pablo II: Carta
Agustiunum Hipponenesem, n. 3).
15- Al hombre, por lo tanto, no se le entiende si no es en relación a Dios.
Agustín ha ilustrado con vena inagotable esta gran verdad cuando estudiaba las
relaciones entre el hombre y Dios, y lo ha expuesto en las fórmulas más variadas
y eficaces. Él ve al hombre como una tensión hacia Dios. Son célebres estas
palabras suyas: "Nos hiciste para Ti y nuestro corazón no descansará hasta
reposar en Ti" . Lo ve como capacidad de ser elevado hasta la visión inmediata
de Dios: el ser finito que alcanza al Infinito. El hombre, escribe él en su obra
sobre La Trinidad, es imagen de Dios, en cuanto es capaz de Dios y puede ser
partícipe de Él" . Esta capacidad "impresa inmortalmente en la naturaleza
inmortal del alma racional" es la señal de su grandeza suprema: "en cuanto es
capaz y puede ser partícipe de la naturaleza suprema, el hombre es una gran
naturaleza" . Lo ve también como un ser indigente de Dios, en cuanto necesitado
de la felicidad, que no puede encontrar sino en Dios. "La naturaleza humana fue
creada en grandeza tan excelsa, que, dado que es mudable, sólo adhiriéndose al
bien inmutable, que es el Sumo Dios, puede conseguir la felicidad, y no puede
colmar su indigencia sin ser feliz, pero para colmarla no basta nada que no sea
Dios" 101(Juan Pablo II: Carta Agustinum Hipponensem, n.2).
16- SANTO TOMAS: I Sent., dist.X, q.1, a.2, 2um
17- S. Kierkegaard, Esercizio del Cristianesimo, in Opere, Firenze 1974, p.
724).