3-1 - COMPLOT, UNCIÓN Y TRAICIÓN
Mc/14/01-11
Mt/26/17-35 Lc/22/07-34
Jn/13/01-38
Preparación
La indicación cronológica de Mc al principio del relato de la pasión, sitúa este
acontecimiento de Jesús ateniéndose al calendario litúrgico hebreo.
PAS/JUDIA:La Pascua (pesak, de la raíz Psk, que alude a la acción de "saltar" y
de
"cojear") era originariamente una fiesta preisraelita de pastores. Se celebraba
a comienzos
de la primavera, en el plenilunio, y marcaba también el punto de partida de la
migración
estacional (trashumancia). Tenía la finalidad de propiciar la fecundidad de los
rebaños y de
alejar las potencias maléficas. Se caracterizaba por una cierta prisa porque los
pastores
debían salir con sus rebaños a la mañana siguiente.
La fe israelita se sirvió más tarde de esa antigua fiesta de nómadas para
incluir en ella el
recuerdo (zikkaron) del acto salvífico de Yahvé librando a su pueblo de la
esclavitud de
Egipto. De ese modo una fiesta de la naturaleza se transformó en una fiesta
histórica (no
hay que olvidar que para Israel, historia es siempre historia de salvación).
Era la fiesta por excelencia y solamente podía celebrarse en Jerusalén.
La tarde del 14 de Nisán se sacrificaba el cordero que se consumía después en el
banquete pascual que comenzaba la tarde del mismo día (esta tarde era ya día 15
de Nisán
según el cómputo hebreo porque el día comienza después de la puesta de sol).
FIESTA-JUDIA/ACIMOS ACIMOS/FT-JUDIA La fiesta de los ázimos, de origen agrícola,
marcaba el comienzo de la siega de la cebada y tenía el carácter de ofrenda de
las primicias
a Yahvé.
Los "massot", ázimos, panes sin levadura, llamados también "panes de la miseria"
o de la
aflicción, se comían durante los siete días de la fiesta.
Más tarde los ázimos que, como es obvio, no tenían fecha fija al estar ligados a
la
recolección de los campos, se unieron a la pascua constituyendo su prolongación
hasta
formar una única fiesta. como también subraya Mc, que finalizaba el 21 de Nisán.
"Andaba buscando cómo podrían apoderarse de él con engaño y darle muerte" (v.1).
La
decisión de hacerlo morir, sin embargo, había sido tomada hacía ya tiempo (3,6).
El
problema está sólo en "cómo" llevar a cabo el plan. Está por medio la multitud
que puede
constituir un obstáculo.
"Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo" (v.2). Se discute si
la frase
quiere decir antes o después de la fiesta. Me parece que su significado es más
sencillo: no
en medio del pueblo en fiesta.
De todos modos este miedo a un tumulto de la gente se revela carente de
fundamento. Al
contrario, la gente se pondrá contra Jesús. De esta forma se demuestra que la
característica
de la masa es la imprevisibilidad.
De cualquier modo, un término domina el relato: "preparar".
Los jefes se preparan para echar mano a Jesús.
Judas se prepara para traicionarlo.
La mujer "prepara" anticipadamente el cuerpo de Jesús para la sepultura.
Cristo ordena los preparativos para el banquete pascual.
La paradoja está en que mientras los judíos piensan celebrar su pascua
excluyendo a
Jesús, él se manifiesta como liberador, como quien lleva a cabo la salvación
precisamente
al ser eliminado.
Excluido de la pascua judía, Cristo inaugura la nueva pascua.
El es el cordero cuya sangre nos libera de nuestros pecados restableciendo
nuestra
alianza con Dios. Y el acontecimiento decisivo se celebra con el pan que Jesús
nos deja
para partirlo en su memoria.
El odio y la traición son el marco
Ante todo hay que destacar la ubicación del episodio. Con su típico método de
engarce,
lo inserta Mc entre el complot de los jefes y su acuerdo con el traidor.
La técnica utilizada sirve para subrayar una determinada afinidad o, como en
este caso,
para evidenciar el contraste odio-amor, traición-fidelidad, ceguera-previsión,
avaricia-
generosidad, incomprensión-intuición.
"El relato de Betania sirve para explicar que también ahora, antes de la pascua,
actúa
algo distinto del odio, del engaño y de la traición y sirve igualmente para
comprender el
amor generoso de Jesús incluso al ir hacia la cruz".
Pero hay también otra indicación esencial: el odio y la traición constituyen
solamente el
marco, siendo marginales respecto al cuadro de fondo que es el amor. El amor
está
realmente en el centro, es la realidad más sólida que destruye los cálculos
mezquinos y las
hostilidades de que se halla rodeado.
La escena se desarrolla en Betania, un poblado que dista poco más de tres
kilómetros
de Jerusalén atravesando la cara oriental del monte de los olivos y que
constituye el refugio
nocturno de Jesús que parece tener miedo a la oscuridad de Jerusalén.
El episodio cuyo protagonista es la mujer subraya también el contraste: la luz
viene de
esta oscura aldea y no de la que debería ser la "ciudad de la luz".
El único nombre es el de Simón, el dueño de la casa, que había estado leproso (o
mejor
que había tenido una enfermedad de la piel y probablemente había sido curado por
Jesús),
pero no es el centro de atención. La parte más importante del relato corresponde
a la mujer
que rompe con el papel tradicional de servir a la mesa y se introduce en aquella
reunión de
hombres con una acción que escandaliza. (También en Mt es anónima la mujer. En
cambio
Lc narra un episodio -en casa de un tal Simón fariseo- cuyo protagonista es una
"pecadora"
(/Lc/07/36-50) en un contexto totalmente distinto. Jn introduce en escena a
María, hermana
de Marta y de Lázaro. Una tradición tardía, debido a una confusión con el
evangelio de Lc,
llegará a identificar a esa María con la Magdalena. Es evidente que el texto de
Mc es el
más antiguo).
El nardo era un perfume muy apreciado que solamente los ricos podían permitirse.
Se
extraía de las raíces de una planta de la India. Su perfume, que se evapora
rápidamente, se
conservaba normalmente en frascos de alabastro o, más frecuentemente, de ónice.
No se precisa quiénes estaban "indignados" por el "despilfarro". (En Mt son los
discípulos
quienes desaprueban el comportamiento de la mujer. El evangelio de Lc atribuye
la
murmuración al dueño de la casa. y Jn pone la desaprobación en boca de Judas
tachándolo también como ladrón). De todos modos vuelve el tema de la
incomprensión que
sirve de telón de fondo a todo el evangelio de Mc. La incomprensión frente a la
persona y a
la misión de Jesús se traduce a una incomprensión para con las personas que le
manifiestan amor y veneración.
La incomprensión que consiste en aplicar al gesto "gratuito" de la mujer un
criterio de
valoración puramente económico, rígidamente práctico.
DENARIO Trescientos denarios equivalían, más o menos, al salario anual de un
jornalero. Con trescientos denarios se podía asegurar el pan a quinientas
personas durante
una semana.
Los que se indignan, e incluso se irritan, contra la mujer no comprenden que la
presencia
de Jesús constituye una situación excepcional ante la que están de más los
principios
racionales y los habituales criterios de comportamiento.
Tres interpretaciones
Mediante su respuesta, Jesús aprueba incondicionalmente la acción de la mujer
("ha
hecho una buena obra conmigo"); que podríamos traducir de alguna forma: ("ha
hecho una
cosa muy hermosa"), desvela su significado que trasciende la intención de quien
la ha
realizado (v.8), llama la atención a los que la critican (v.6) y dice que este
gesto se
recordará en todos los lugares donde se predique el evangelio, que rebasará los
confines
de Galilea para llegar a todo el mundo (v.9).
"Porque pobres tendréis siempre con vosotros" (v.7) es una cita del Deuteronomio
(15,
11): "nunca faltarán pobres en este país".
No ha de entenderse esto -a veces se ha hecho- como afirmación de la pobreza
como un
factor imposible de eliminar, como algo querido incluso por Dios. Por el
contrario, me
parece que Jesús, al aludir a una realidad histórica innegable, asigna a la
comunidad
cristiana una tarea concreta que consiste en un compromiso constante para
erradicar este
mal.
Puede decirse que el episodio se interpreta de tres formas distintas: dos
manifiestas (los
"murmuradores" y Jesús) y otra tácita (la mujer).
1. Quienes denuncian el despilfarro poseen una visión más bien estrecha de las
cosas.
Son incapaces de superar una mezquina contabilidad (aunque enmascarada con
precauciones caritativas), sin llegar a captar el valor de la persona de Jesús y
de su
presencia.
2. La mujer anónima, con su "buena" obra, quiere manifestar su honor y estima,
además
de su amor, a Jesús. y reconoce en Jesús al verdadero pobre. En este momento,
Cristo es
el pobre por excelencia: rechazado por la gente importante, abandonado por la
multitud,
traicionado por un amigo, incomprendido por los discípulos, víctima de la
soledad, sin
seguidores, sin poder, sin resultados, sin apoyos.
San Pablo dirá: "Conocéis bien la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el
cual
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza"
(2Co/08/09).
3. Jesús da un paso más. La mujer llega a ver lo que los demás no pueden ver.
Pero su
visión es todavía limitada. La mirada de Jesús llega a dar una interpretación
profética del
gesto que trasciende la propia intención de la mujer. "Se ha anticipado a
embalsamar mi
cuerpo para la sepultura" (v.8).
Enterrar a los muertos constituía una de las obras buenas (o de misericordia) en
el
Judaísmo. Por consiguiente el gesto de la mujer se encuadraría dentro de esta
categoría y
respondería perfectamente a la preocupación caritativa de los que desaprobaban
su
actitud.
Pero Jesús ve "más lejos" en otro sentido. Precisamente cuando su obra parece
"bloqueada" y destinada a terminar en el "fracaso", anuncia la difusión del
evangelio en
todo el mundo. El relato de la pasión constituirá el centro de la proclamación
evangélica y
en él habrá sitio para esta mujer anónima.
Por ello puede decirse que este episodio subraya, sobre todo, el contraste entre
una
perspectiva "a corto plazo" y la capacidad para ver más lejos. Frente a la
realidad
desconcertante de la cruz corre el cristiano un riesgo esencial de
escandalizarse si no sabe
ir "más allá".
La perspectiva de la fe es la única que posibilita la superación del muro del
escándalo.
Con una fe sin profecía (entendida como capacidad para ver lejos) pueden decirse
también cosas justas, sensatas y hacer cuentas exactas, pero no se comprende.
Una visión parcial puede constituir el más grosero error. Las cuentas más
exactas, pero
limitadas a un sólo aspecto de la realidad, conducen a un resultado equivocado.
El creyente tiene una única forma de ver bien: ver desde distintos ángulos.
El testimonio pasa a las mujeres El episodio de la unción en Betania sirve a Mc
para
introducir en su relato la presencia de las mujeres en calidad de testigos.
Para asegurar la continuidad del hecho -y, en especial, del drama que va a
desarrollarse-
resulta indispensable la presencia de testigos. Y, en el momento en que pierden
valor los
testigos elegidos por él y en que sus discípulos están a punto de abandonarlo,
se asegura,
mediante las mujeres, la continuidad del testimonio.
La primera de ellas, esta mujer anónima. Después intervendrán otras mujeres como
testigos de su muerte (15, 40), de su sepultura (15, 47) y, finalmente, de la
tumba vacía (16,
1). Y de todas estas mujeres no se dice ni una sola palabra. Son testigos con la
enseña del
silencio.
No se rompe el hilo entre las tinieblas y la luz porque está sostenido por la
presencia
conjunta y silenciosa de las mujeres.
Son ellas quienes aseguran la ligazón entre la muerte y la resurreción de Jesús.
Después de la resurreción, una vez pasada la borrasca, retomarán el hilo los
apóstoles.
"Entregado" Los dos versículos finales (10-11) empalman con los dos iniciales
(1-2)
constituyendo un marco oscuro que pone aun más de relieve la belleza del gesto
de la
mujer.
El proyecto de los enemigos puede realizarse gracias al ofrecimiento de Judas.
"Uno de
los doce" es quien hace posible la realización del plan para eliminar a Jesús.
Mc se muestra muy prudente frente al traidor. No nos explica los pasos de su
abominable
acción.
¿Por qué lo hizo? ¿Acaso porque Jesús ha decepcionado las esperanzas del
movimiento
revolucionario zelota del que Judas había sido simpatizante? ¿O simplemente por
no
compartir la línea mesiánica de humillación y debilidad seguida por el Maestro?
¿O para
meterlo en una situación sin salida que lo "obligara" de una vez a emplear esa
fuerza que
hasta el momento se había negado a emplear? Ninguna de estas hipótesis encuentra
un
mínimo apoyo en el descarnado relato de Mc que una vez más nos refiere la "cosa"
sin
explicarnos su por qué.
Ni siquiera puede acudirse a la avaricia de Judas ya que no es él quien pide
dinero sino
que son los jefes quienes prometen dárselo como premio.
Todavía más, no se precisa en qué ha consistido exactamente la traición.
La acción de Judas se expresa mediante el verbo "entregar". Se trata de una
palabra
clave que aparecerá repetidamente en la pasión. El verbo "entregar" marcará por
diez
veces las etapas del drama.
Jesús es entregado, pasando de mano en mano.
Y el primer "paso" se da mediante las manos de un amigo.
Esta es, por tanto, la introducción de la pasión de Mc.
"La hostilidad del mundo decide matar al Mesías Jesús. Lo entregará la traición
de uno
de sus discípulos íntimos. Pero, aun rodeado de hostilidad y traición, es
conocido por el
amor y amado con prodigalidad como el pobre que hace a todos ricos. El evangelio
repetirá
continuamente que Jesús defiende de todo ataque el amor por él" (H. Schlier, La
passione
secondo Marco, Jaca Bookk 1978, p. 23).
PROVOCACIONES
1. "Ella ha echado todo lo que tenía " (/Mc/12/44).
"Ella ha hecho lo que podía", o mejor: "Ella ha hecho lo que tenía" (14, 8).
Jesús lee y
hace resaltar la importancia del don tanto de la viuda como de la mujer de
Betania.
Ambos gestos tienen un substrato común que constituye su grandeza y belleza: el
don
total.
En este último caso la totalidad se expresa mediante la acción de romper el
recipiente.
El "despilfarro" no está solamente en el perfume derramado sino también en el
frasco roto
que ya no podrá utilizarse para otro o para otros.
Parece que a Jesús no le gustan las concesiones parciales, medidas, sino el don
sin
retorno, absoluto y exclusivo.
Tratándose de él, sólo el exceso puede representar la medida justa.
2. Este episodio quita toda consistencia a la contraposición entre el amor a
Cristo y a la
preocupación por los pobres.
Lo que se "despilfarra" por Jesús no se quita a los pobres. Al contrario, yo
diría que los
pobres pueden contar precisamente con lo que se ofrece de forma "exagerada" a
Cristo.
Los pobres y Jesús están en la misma dirección.
Un amor absoluto al Señor se traduce necesariamente en atención al prójimo y a
los
pobres, es decir, en atención al mismo Cristo que se identifica con ellos.
La contemplación y la oración solamente pueden llevarnos hacia el prójimo.
Los necesitados que "habrá siempre en el país" tienen todo que ganar de la
gratuidad y
locura de los que admiten perder su propia vida y no de los prudentes cálculos
de los que
administran sin riesgo su propia existencia y la de otros.
De los primeros recibirán siempre todo. De los otros, a lo sumo, las migajas.
El compromiso social puede brotar únicamente de una teología de la gratuidad.
La alternativa no está entre la adhesión a Cristo y el compromiso de
solidaridad, entre
contemplación y lucha contra la miseria y la injusticia, sino entre una vida
entregada,
gastada y la simple donación de las cosas.
Cristo exige la donación total. Pero no es un acaparador. Se apresura a
restituir, a los
pobres, individuos que se han convertido en "don", a locos incapaces de
cálculos.
Los verdaderos amigos de los necesitados han sido siempre hombres
"irracionales",
dispuestos a todos los excesos.
3. Pero el episodio hace desaparecer otra oposición artificial, la existente
entre lo
superfluo y lo necesario.
En determinadas circustancias, incluso lo superfluo puede resultar
indispensable.
A veces un pobre puede necesitar más una flor que un plato de menestra, una
sonrisa
más que una limosna, un poco de nuestro tiempo más que nuestra ayuda.
Un pobre exige dignidad más que compasión.
Una caridad descuidada, burocrática, que se limite al deber, a lo estrictamente
necesario,
es lo opuesto al amor.
En Caná la Virgen de dio cuenta de que faltaba no lo necesario, sino lo
superfluo, no el
pan sino el vino. E intervino para remediar este vacío intolerable. (Jn 2,
1-11).
No es posible amar sin un poco de fantasía.
No se trata únicamente de responder a las esperanzas.
La tarea más urgente puede consistir en "sorprender", es decir, en producir lo
inesperado, lo imprevisible.
4. "Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura".
Hay cosas que solamente pueden hacerse de forma anticipada.
Hay ocasiones y citas a las que solamente se llega a tiempo cuando se acude
antes de la
hora fijada.
Las mujeres llegarán al sepulcro en el momento justo. Pero será demasiado tarde
para
derramar sus aromas sobre el cuerpo de Jesús. Menos mal que alguien pensó en
ello
estando vivo...
El cristiano no es quien llega en el momento exacto cuando el reloj de la
historia da las
horas. Es quien tiene la pretensión de "despertar a la aurora" (/Sal/059/09).
Es verdad que el cristiano es también uno que espera (o sea, que tiende hacia).
Pero vive su espera activamente, "previniendo". Precisamente lo contrario de
estar
esperando.
5. En el relato todos hablan. Todos tienen algo que decir o que replicar.
Todos menos ella, que se limita a actuar. Que se contenta con obrar en silencio.
Ella ha puesto la acción y Jesús la ha comentado.
Ella puso la materia, Jesús las palabras.
Una especie de sacramento.
Nosotros, en cambio, demasiadas veces ponemos las palabras y nada más que las
palabras. Las palabras en lugar de Jesús. Y olvidamos "la materia" que depende
de
nosotros. Explicamos aquello... que no existe. Interpretamos lo que somos
incapaces de
producir.
Por eso nuestros signos se vuelven "insignificantes". Y sobre todo, ineficaces.
6. La mujer no habla. Deja que los otros interpreten lo que hace.
Sólo Jesús es quien lee exactamente la intención de la mujer, mientras los demás
están
preocupados y ocupados en pedirle cuentas.
Antes se insistía en la rectitud de intención. Toda acción iba precedida y
avalada por la
buena intención que la cualificaba y la hacía meritoria.
Se me plantea una pregunta: ¿No equivale en ciertos casos la intención a una
mentalidad calculadora y utilitarista? ¿No es como si se quisiera recordar a
Dios que se
hace algo por él y que lleve cuenta exacta de todo, tomando nota puntual de las
provisiones
que se le envían? ¿No es más gratuito -y liberador- actuar como la mujer del
relato de Mc
en la línea del amor sin preocuparse de nada más, dejando que el Señor descubra
o
incluso invente la intención no expresada? Más que de buenas intenciones,
necesitamos
dar un sentido a nuestras acciones. Y éste puede proceder exclusivamente del
amor.
Habiendo amor, la intención es superflua ya que es absorbida por él. O la vida
cristiana
se guía por el amor y se inserta en un dinamismo de amor o no hay "recta
intención" que la
salve. ¿Acaso se preocupa una madre de la buena intención ("por mis hijos") en
lo que
hace, en los sacrificios que realiza? Dejemos la intención a Dios. Entre otras
cosas,
estamos seguros que él "entiende" perfectamente.
7. "En su memoria". Se trata de recordar la acción realizada por esta mujer sin
nombre.
Es evidente que nosotros debemos recordarla.
Y no olvidar jamás que precisamente ella, la abusiva, la que no tiene derecho,
la
derrochadora, ha hecho también algo por nosotros, en lugar nuestro.
Siempre hay alguien que suple nuestros olvidos y que pone remedio a nuestros
descuidos. Al final nuestras cuentas nos salen gracias a ciertos "errores", que
hemos
condenado un poco precipitadamente.
Después de haber "murmurado" y juzgado, acordémonos al menos de dar gracias a
aquella que afortunadamente no ha sabido hacerse nuestros cálculos y no se ha
adaptado
a nuestros esquemas. y aprendamos a ser algo menos exactos y un poco más capaces
de
captar, de intuir.
Si consiguiéramos romper la preciosa vasija de nuestra razonabilidad y de
nuestra
seguridad de estar en lo justo, se comenzaría a notar en torno nuestro un
insólito perfume
de evangelio. Y genuino.
8. El evangelio, aparte de otras cosas, es el libro que nos transmite el
recuerdo de las
personas que no cuentan, de los gestos "equivocados" según la lógica de los que
piensan
con precisión, de las historias insignificantes, de las realidades
despreciables.
El evangelio conserva lo que parece no merecer atención, lo que se quería que se
perdiese.
Me atrevería a decir que el evangelio es un libro unido a los olvidos, a los
olvidados.
Del mismo modo que sus caminos no son nuestros caminos y que sus pensamientos no
son nuestros pensamientos, tampoco la memoria de Dios es la memoria de los
hombres. Se
diría que la memoria de Dios son los olvidos de los hombres.
Siempre que realizamos una acción en respuesta al amor de Cristo, también
nosotros nos
convertimos en un fragmento del evangelio de Dios.
9. "Ha hecho una buena obra conmigo".
Aparece de esta forma una última contraposición: la existente entre lo bello y
lo bueno.
"Kalon ergon" puede traducirse tanto por acción buena como acción bella.
Surge la sospecha de que si los cristianos se preocuparan más por hacer "algo
bello" no
faltaría nunca en el mundo "algo bueno".
Exactamente como en los días de la creación.
(·PRONZATO-3/3.Págs. 16-25)
3-2
- PREPARATIVOS PARA LA CENA PASCUAL.
DENUNCIA DEL TRAIDOR.
INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.
PREDICCIÓN DE LA NEGACIÓN DE PEDRO
Mc/14/12-31 Mt/26/17-35 Lc/22/07-34
/Jn/13/01-38
Una pascua completamente nueva
El pasaje consta de una introducción dedicada a los preparativos de la pascua
(12-16). A
continuación el núcleo central del relato está flanqueado por dos anuncios
proféticos: la
denuncia de la traición de Judas (18-21) y la revelación de la dispersión de los
apóstoles y
de la negación de Pedro (26-31).
Una de las características propias de la introducción, bastante diferente de lo
demás, está
en que se nombran cuatro veces los discípulos, pero después llega Jesús con los
doce
(v.17).
El dato cronológico "el primer día de los ázimos" corresponde con toda
probabilidad al
calendario greco-romano para el cual el día comienza por la mañana, mientras que
para el
calendario judío se iniciaba con la puesta del sol. Por consiguiente, según el
calendario
hebreo hubiera sido más correcto decir "el primer día de los ázimos". Más
significativo es el
segundo dato: "cuando se sacrificaba el cordero pascual". CORDERO/PASCUAL
Efectivamente, el cordero pascual se preparaba el día de la vigilia. Este día,
el día 14 de
Nisán, tenía lugar también la llamada "bedikah" que consistía en la búsqueda por
el padre
de familia, con la ayuda de un farol, de todos los restos de pan fermentado que
pudiera
haber en cualquier rincón de la casa, ya que debían desaparecer completamente.
De todos modos los preparativos se hacían con mucha probabilidad la mañana del
jueves.
PAS/FECHA.
Muy distinto es el problema de la fecha de la pascua.
Para los sinópticos, Jesús celebra la pascua con sus amigos al comienzo del 15
de Nisán
y, por tanto, muere el mismo día de la fiesta, es decir, el mismo 15 de Nisán.
Sin embargo, Jn sitúa la muerte de Jesús el día ante de la pascua, 14 de Nisán,
a las tres
de la tarde, en el preciso momento en que se degüellan en el templo los corderos
pascuales
(siendo evidente el paralelismo que el cuarto evangelio quiere subrayar: que
Jesús es el
verdadero cordero pascual).
Por lo que al día se refiere no hay duda: tanto para Jn como para los sinópticos
se trata
de un viernes. Pero, al desconocerse el año, es imposible saber si ese viernes
fue el mismo
día de la fiesta o la víspera.
La fecha de Jn parece la más fiable porque, entre otras cosas, no parece
probable que el
día importante de la fiesta se convoque el tribunal, se condene a Jesús, un
hombre vaya a
trabajar al campo y se ejecute una sentencia capital.
Se han formulado distintas hipótesis para conciliar las divergencias. Algunos
sostienen
que Jesús, habría seguido el calendario esenio. La comunidad de Qumram disponía
efectivamente de un calendario propio de las fiestas que hacía coincidir siempre
la pascua
en miércoles. En este caso la cena habría tenido lugar el martes y quedaría un
amplio
espacio de tiempo para el proceso.
Pero el problema de la fecha de la pascua queda abierto.
No debe olvidarse que Mc, como los restantes sinópticos, además de indicar que
la
muerte de Jesús representa la plenitud y la universalización de la pascua
hebrea, resalta el
aspecto de ruptura radical, adquiriendo de esta forma la fiesta un significado
completamente nuevo.
El envío de los dos discípulos guarda una estrecha relación con la escena de la
preparación de la entrada en Jerusalén (11, 1-6).
La fiesta con su consiguiente banquete sólo podía celebrarse dentro de las
murallas de la
ciudad. Todos los habitantes de Jerusalén, de acuerdo con sus posibilidades se
creían en
el deber de dar hospedaje a los peregrinos para el banquete pascual. Entre otras
cosas,
solamente podía prepararse un cordero por cada grupo (haburah) y no debía sobrar
nada.
Cada reunión (haburah) debía constar de un mínimo de diez personas, aunque podía
ser
mucho más numerosa, con tal que todos los integrantes pudieran comer un bocado
de
cordero no inferior al tamaño de una aceituna.
Jesús se dirige a un amigo. La señal para reconocerlo será un hombre que lleva
un
cántaro de agua, escena más bien frecuente aunque en este pasaje se habla de un
cántaro
y no de un odre de cuero, que era más corriente.
Tampoco puede excluirse que Jesús hubiera llegado ya a un acuerdo con el
propietario.
Aunque la petición se limita a un sencillo cuarto destinado a huéspedes
desconocidos o a
la servidumbre, al Maestro se le da una sala grande en el piso de arriba,
arreglada con
divanes y alfombras.
CENA-PASCUAL: Los preparativos comprendían, como es lógico, todo lo necesario
para
la cena pascual: el cordero asado a la brasa, panes sin levadura, vino, agua
salada o
vinagre, lechuga, hierbas amargas (perifollo o perejil silvestre), salsa, las
escudillas con la
mermelada roja de fruta (relacionada, según parece, con el color de los
ladrillos que tenían
que hacer los judíos durante su esclavitud en Egipto) y las lámparas.
Todo el pasaje tiene el objetivo de precisar que Jesús prepara su pascua, como
insistiremos a continuación. Una pascua que se inserta en la hebrea pero que
cobra un
significado y un contenido totalmente diverso.
De hecho el cordero, que constituye el centro de la cena, no aparece por ningún
lado.
Además, el hecho de que Jesús ordene los preparativos hace pensar que lo que va
a
suceder no es algo imprevisto, que el Maestro se ve obligado a soportar; al
contrario se
trata de algo previsto y conscientemente aceptado.
Jesús se manifiesta como señor de los acontecimientos. "No son los
acontecimientos los
que dominan a Jesús, sino que es él quien va a su encuentro" (Hermann).
El traidor JUDAS/TRAIDOR
Jesús celebra el banquete pascual en compañía de los doce. Pero entre sus
íntimos hay
un traidor.
El Maestro lo descubre públicamente, aunque sin decir su nombre: "uno que come
conmigo" (v.18), y a continuación: "uno que moja conmigo en el plato" (v.20).
Es evidente la alusión al salmo 40 (v.10), oración de un enfermo abandonado por
los
suyos: "Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que comía mi pan, levanta
contra mí
su calcañar".
Llama la atención la reacción de los apóstoles: "¿Acaso soy yo?".
Cada uno de ellos, aunque de momento no se siente culpable de traición, no
excluye su
posibilidad en el futuro.
Jesús (v.21) continúa su discurso distinguiendo un doble camino: el suyo
personal, de
acuerdo con la voluntad del Padre, y el de aquel que lo "entregará". Y es que,
aunque la
muerte del hijo del hombre entra en los planes de Dios, ello no disminuye en
absoluto la
terrible responsabilidad del traidor.
Es la segunda vez que resuena el "ay" en el evangelio de Mc (cf.13, 17).
Más que una maldición, es un grito de dolor, con un matiz de advertencia y de
amenaza.
La expresión "¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!" (v.21) se propone
denunciar el torpe comportamiento de Judas, pero no ha de entenderse
necesariamente
como una predicción de su condenación eterna.
No faltan en el judaísmo expresiones de este tipo ("El que las cumple -las
palabras de la
ley-, pero no por sí mismas, sería mejor que no hubiera nacido" Berak, 17a).
Es una expresión que puede asimilarse a las paradojas que se encuentran en las
advertencias contra el escándalo en el mismo evangelio (9, 42 s).
El objetivo fundamental que se propone el evangelista es provocar horror ante la
acción
realizada por el traidor, aludiendo también a que se expone a un severo juicio
de Dios.
Pero está completamente fuera de lugar plantearse el problema del destino eterno
de
Judas.
San Jerónimo afirma que la frase únicamente quiere decir que es preferible morir
a vivir
mal.
A este respecto advierte oportunamente R. Fabris: "No responde ni al plan ni al
estilo del
evangelio entrar en los detalles de la crónica negra espiritual". El juicio
sobre el traidor
representa, más bien, una perentoria invitación dirigida a cada uno de nosotros
para que
reflexionemos acerca de nuestras propias responsabilidades ante Dios en cada una
de
nuestras acciones.
Me parece una cuestión de poca entidad la de si Judas recibió o no el pan
eucarístico.
De hecho el traidor se ha separado ya de la comunión con su Maestro, incluso si
hubiera
comulgado, su gesto no tendría significado alguno, ya que lo desmentía la
situación que
Judas eligió voluntariamente.
La huella litúrgica en el relato de la institución de la eucaristía
El relato de la institución de la eucaristía requiere algunas observaciones
preliminares:
1. Más que un verdadero y propio banquete pascual, se trata de "un marco
pascual".
Todos los preparativos se han hecho como si se tratara de una cena pascual, pero
no se
desarrolla de acuerdo con el rito judío. Faltan los elementos acostumbrados en
estas
ocasiones. No se hace alusión alguna al cordero que ocupa el centro de la
comida. La
atención se centra, en cambio, en los gestos y palabras de Jesús sobre el pan y
el vino. No
se habla de las cuatro copas de vino (símbolos de la liberación que el Éxodo
expresa (6,
6-7) con cuatro palabras) sino de una única copa.
2. Además de la impronta judía, la narración lleva también la huella de las
primeras
comunidades cristianas y, sobre todo, está enmarcada en un contexto litúrgico.
Precisamente por esto no es posible la reconstrucción de la fórmula exacta de
las
palabras de la institución, ya que llegan «mediatizadas» por la tradición
cultual.
Nos hallamos, como es obvio, en el campo de la historia, no del mito, pero sería
absurdo
basarse solamente en la literalidad de las palabras para reconstruir una
síntesis partiendo
exclusivamente de ellas. La comunidad ha conservado y transmitido la narración
eucarística
en la celebración y, por consiguiente, a través del testimonio de su propia
experiencia.
A este respecto apunta oportunamente B. Maggioni: «...Por tanto, palabras del
Señor y
reflexiones comunitarias, recuerdo y meditación. Podríamos decir con mayor
precisión que
los gestos y palabras del Señor nos han sido transmitidas en un contexto
litúrgico y
homilético. Todo esto significa que para las comunidades cristianas el gesto
eucarístico no
se reducía simplemente a algo recibido de la tradición y que había que conservar
y
transmitir con fidelidad, sino que se trataba de un gesto del que extraer un
juicio sobre la
comunidad. Este fue el motivo de incluir el gesto del Señor en un contexto que
hemos
llamado homilético, es decir, en un contexto encaminado a sacar consecuencias
para la
vida».
3. X. L. Dufour añade una tradición testamentaria, la de los discursos de
despedida,
cuando Jesús se despide de sus discípulos, especialmente del discurso de Jn
después de
la cena e, incluso, del pequeño discurso que en Lc sigue a la comida (22,
11-38). Es
preciso tener en cuenta también esta tradición testamentaria para la
reconstrucción de lo
sucedido durante la última cena.
4. A propósito de las palabras de la institución ha de tenerse en cuenta que
para un
semita tenían un significado distinto del que podrían tener para el hombre
moderno. El
concepto de «sustancia» no puede ser el mismo que el actual, que está bajo el
influjo del
progreso de las ciencias naturales. A un hebreo le interesaba más la función y
el destino de
una cosa que su ser en sí misma.
«El verbo ser en esta frase no tiene ciertamente en boca de un israelita el
mismo sentido
que en boca de un hombre de cultura griega. Hay que evitar un error. Para el
griego, el
lenguaje expresa el objeto, el mundo exterior, la realidad objetiva; es un
lenguaje lógico que
expresa con verdad lo que es, lo recorta, lo analiza, lo enumera, lo piensa.
Estos son,
precisamente, los significados del verbo legein. «Hablar» y «pensar» son una
actividad
similar.
«Si se trata de un hebreo, por el contrario, las cosas son muy distintas. El
lenguaje no
expresa el objeto, sino el sujeto, su captación de las cosas, su posición en
medio de ellas,
el dominio que ejerce imponiéndose a ellas. En hebreo, palabra es también
acción,
acontecimiento y el término dabar contiene esta doble acepción. El que habla no
permanece pasivo ante las cosas, sino activo. Su lenguaje no manifiesta lo que
las cosas
son, sino lo que el sujeto hace de ellas, lo que devienen.
«Con el riesgo de una formulación un poco paradójica, me atrevería a decir que,
mientras
el lenguaje del griego es lógico, el del hebreo es escatológico. El hebreo no ve
las cosas
del mundo a través de lo que son, sino por lo que están llamadas a ser; las pone
en
relación a un fin, las inserta en un movimiento, en una historia. Al hablar, el
hebreo se
afirma a sí mismo como actor de un mundo en movimiento, como agente de una
historia que
se está haciendo. Es una imagen de Yahvé que, después de crear el mundo, lo ha
ordenado con su palabra y continúa dirigiéndolo mediante ella. Dabar es
realmente
actividad, potencia, agente histórico, causalidad».
Puede añadirse también que para el hebreo solamente puede conocerse la realidad
de
las cosas elevándolas a su relación con Dios.
Las cosas no se desvelan en sí mismas, sino solamente situándolas en la
intención
divina. Es decir, «las cosas son lo que Dios hace de ellas».
Teniendo en cuenta estas observaciones, cuando Jesús toma el pan en sus manos y
pronuncia aquellas palabras, atribuye al pan una función que deja de ser la de
un simple
alimento físico para asumir la de hacer presente su persona en medio de la
comunidad de
los creyentes. Este cambio de función, querido por Cristo, tiene el poder de
transformar
realmente la «sustancia» del pan.
Me parece que así pueden conciliarse «la temática de la transfinalización con la
terminología y la realidad de la transustanciación, renovando el concepto de
sustancia a
la luz de la idea bíblica de creación. (A. Rizzi).
La celebración pascual es un memorial, es decir, no un simple recuerdo sino la
actualización, mediante el rito y los signos, de un acontecimiento del pasado.
Lo que realiza Jesús es, antes de convertirse en memorial para los cristianos,
anticipación del acontecimiento salvífico que tendrá lugar en la cruz. La cena
de Jesús se
proyecta hacia el futuro, mientras que la judía está referida al pasado.
Eucaristía, gestos y palabras EU/J-GESTOS-PALS
Repasando la narración de Mc puede observarse que Jesús se comporta como jefe
del
grupo que se sienta con él a la mesa.
El evangelista utiliza cinco verbos para descubrir la acción realizada por Jesús
en una de
las tres grandes hogazas que había en la mesa.
El gesto de Jesús podría considerarse como el gesto normal del cabeza de familia
hebreo. Pero la expresión "diciendo" crea una separación radical, por lo que ese
gesto ritual
adquiere un significado completamente nuevo.
"Efectivamente, con esas palabras hace saber a los comensales que han
participado en
algo completamente nuevo e inaudito" (Schnackenburg).
Este es el motivo por el que la expresión nunca podrá separarse de la acción.
Las
palabras aclaran la significación del gesto.
No debemos olvidar que, para un palestino, el término "cuerpo" (v.22) no se
refiere a una
parte de la persona, sino a todo el hombre.
Por lo tanto "cuerpo" quiere significar la presencia de la persona de Cristo
bajo el signo
del pan partido y repartido. Una presencia salvífica que se experimenta durante
la comida.
Pero el gesto de Jesús precisa también el significado de su muerte inminente. Y
eso
mediante el paralelismo con la "sangre que va a ser derramada", con el que se
subraya el
aspecto sacrificial de su muerte.
Podría parafrasearse de este modo: "Esto soy yo que me entrego".
La vida de Jesús es una vida entregada, ofrecida en sacrificio.
De esta forma los discípulos que toman y comen ese pan son asociados a la vida y
destino de Jesús, "toman parte" en él o, lo que es lo mismo, entran en una misma
comunión
con su Maestro.
Sobre todo el v.23 manifiesta claramente que Mc ha insertado sobre un cañamazo
antiguo la narración "cristalizada" en una fórmula eucarística.
Y ello porque las palabras son pronunciadas después de beber todos del cáliz.
Estamos evidentemente, ante una construcción incorrecta.
ALIANZA/SANGRE: De todas formas, es muy importante la expresión "sangre de la
alianza". El nexo es con la alianza sellada en la falda del Sinaí (Ex 24, 4-8).
"Una alianza o un pacto, como el sellado entre Yahvé e Israel, creaba una
comunión de
vida". Los que sellaban una alianza se convertían en cierto modo en un
comunidad. La
sangre era un elemento importante en muchos ritos de alianza, precisamente
porque era un
signo de vida. "La vida de todo cuerpo es su sangre" (Lv 17, 14). Se creía que
el "nefes", o
principio vital, residía en la sangre, era signo de vida y contenía la misma.
Quienes en el
rito de la alianza, mediante una incisión ritual, mezclaban su sangre, pasaban a
ser
simbólicamente consanguíneos.
"El simbolismo del rito sinaítico de la sangre es más sutil. Moisés tomó la
mitad de la
sangre y roció el altar con ella. Significaba que la vida, simbolizada por la
sangre, de alguna
forma se había divinizado: había pasado de la esfera profana a la esfera
sagrada. Sólo
después se rociaba al pueblo con la que había sobrado. El rito así realizado
expresaba el
establecimiento de una comunidad de vida entre Dios y su pueblo y, además, la
recepción
por el pueblo de esta nueva vida procedente de Dios".
Al bendecir el cáliz, Jesús hace una clara referencia al rito del Sinaí, pero
anuncia al
mismo tiempo que con su muerte en la cruz se inaugura -gracias a la sangre
"derramada
por muchos"- una nueva alianza y, en consecuencia, nace una nueva comunidad.
De este modo, al hacer referencia al acontecimiento salvífico central del Éxodo,
Jesús
proclama que ha llegado la hora de la plenitud, del cumplimiento total de las
promesas.
"De ahora en adelante ya no es una sangre simbólica la que una los miembros de
esta
alianza o comunidad renovada, sino la realidad expresada por la sangre
derramada: el amor
fiel hasta la muerte.
Con la invitación a tomar y beber la sangre de la alianza, los discípulos son
realmente
asociados al destino de Jesús y participan en su muerte violenta que, como acto
supremo
de fidelidad y amor, supone el comienzo de un encuentro nuevo entre Dios y los
hombres,
de una nueva comunión entre los mismos hombres" (R. Fabris).
"Derramada por muchos" (v.24). "Muchos equivale a la multitud", es decir, en la
práctica a
"todos". De esta forma se precisa el alcance salvífico universal de la muerte de
Jesús.
Muchos no se opone a pocos, sino a uno. Por lo tanto indica la totalidad.
Es clara en este pasaje la referencia al capítulo 53 del Déutero-Isaías, donde
se habla
del siervo sufriente que carga sobre él las culpas de la multitud y ofrece su
propia vida
incluso por los pecadores que lo rechazan y humillan.
Es necesario igualmente referirlo a un pasaje paralelo de Mc (10, 45): "...dar
su vida
como rescate por muchos".
Por consiguiente, la triple referencia a la alianza, al siervo sufriente de
Yahvé y al pasaje
citado del mismo Mc, indican claramente la trayectoria de la vida de Jesús
puesta bajo el
signo de la comunión y de la solidaridad.
Cristo es solidario con los hombres hasta el fondo, y muere en lugar de los
hombres.
El Cristo que es rechazado, traicionado por nosotros, es el que muere por
nosotros.
"Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día aquel en que
lo beba
de nuevo en el reino de Dios" (v.25).
Una vez más la mirada de Jesús penetra más allá de la muerte hasta llegar al
"tiempo
nuevo". Como si se tratara de dejar claro que su vida pasa por la cruz, pero que
no termina
en ella. Existe un "más allá" de la cruz. La angustia, la melancolía del
presente quedan
superadas por la certeza de la resurrección. La muerte no dirá la última
palabra.
Con esta perspectiva, la cena del Señor sólo puede celebrarse bajo el signo de
la alegría
(Hech 2, 46). Y por lo mismo "la comunidad celebra la cena como una comunión
convivial
que Dios le concede aquí ahora, pero que está totalmente abierta al futuro" (E.Schweizer).
X. L. Dufour hace otra observación importante: "Hay razones para pensar que
Jesús,
frente a la inminencia de su propia muerte, no se ha limitado a afirmar que
participará en el
banquete escatológico con los suyos; ha actuado de forma que pudiera comprender
que,
durante el tiempo de la separación, el grupo de discípulos debía continuar su
existencia
manteniendo una ligazón indisoluble con su persona... Jesús seguirá estando
presente en
la comunidad de los discípulos y, mediante ésta, en la multitud de los hombres.
Finalmente Mc no señala la invitación a renovar esa acción.
Primero viene el don
Dos observaciones finales.
1. B. Maggioni observa acertadamente que la cena representa el culmen, el punto
de
llegada de toda la vida de Jesús. Y también la explicación del significado de
esta existencia
en tanto que "donada", "dada por". Una vida entregada, en beneficio de todos los
hombres.
No estamos, por tanto, ante un gesto aislado, sino ante algo arraigado en el
dinamismo
de toda la aventura humana de Jesús orientada por esta perspectiva concreta:
"ser para".
"Realmente la cena es la revelación de la tensión que ha presidido toda la vida
de Cristo
(una vida como don), es una explicación del misterio de la encarnación y, en
definitiva, una
clave de lectura de la historia de la salvación como historia de comunión... No
basta afirmar
que Cristo está presente en el pan y en el vino: hay que descubrir en ellos la
presencia de
una vida como don y hay que tomar parte en ella.
Obsérvese entonces cómo el texto habla de sangre bebida, compartida. De la
comunión
primera (la de Dios con nosotros) brota la segunda (entre nosotros): el camino
de Cristo
(una vida como don) define el seguimiento".
2. El relato de la eucaristía se encuentra en un contexto en el que todos hacen
algo por
Jesús (la mujer de Betania) o contra él (Judas, los soldados, los que lo envían
a la
muerte).
Aquí, por el contrario, Jesús es quien actúa, quien toma la iniciativa. Y la
misma
"anticipación" en la eucaristía de la inminente pasión y muerte indica que Jesús
no sufre
pasivamente estos trágicos acontecimientos. Su carácter de inevitabilidad es
superado por
el don que Cristo hace de sí mismo. Su muerte no se inserta en un destino ciego
sino que,
por así decirlo, es anticipada por la ofrenda, injertada en un dinamismo de
amor.
En el fondo, los hombres podrán tomar su vida sólo porque él ha tomado la
decisión de
"darla".
"El don precede a toda voluntad de captura" (J. Cardonnel).
Por lo tanto, los "preparativos" que Jesús mandó hacer para la cena pascual han
de
interpretarse muy por encima del sentido literal e inmediato: la nueva pascua no
ha sido
"hecha" por las manos de los hombres sino que responde a una precisa intención
de Dios.
El seguimiento es gracia
Entre el cenáculo y Getsemaní Mc introduce algunos dichos proféticos acerca del
comportamiento de los discípulos, especialmente de Pedro.
"...Cantados los himnos" (v.26): se trata de la segunda parte del Halled (Sal
113-118) que
se cantaban al final del banquete pascual. Jesús se dirige hacia el monte de los
Olivos
atravesando el torrente Cedrón.
Remontándose a un texto de Zacarías (13, 7) sintetiza la pasión en la imagen del
pastor
herido y de las ovejas dispersas.
La referencia a la Escritura no justifica en absoluto el comportamiento
"escandaloso" de
los discípulos. Su culpa permanece. El abandono por parte de los "suyos" tiene
aquí el
objetivo de simbolizar la distancia abismal que separa a Dios de los hombres.
Pero por encima de la fragilidad, de la cobardía y de la defección de los
apóstoles se
dibuja la promesa del Señor: "...después de mi resurreción, iré delante de
vosotros a
Galilea" (v.28).
La promesa de Cristo supera el desmoronamiento de los hombres.
De la misma forma que en el triple anuncio de la pasión, también ahora se pone
el acento
en la realidad de la resurreción.
El pastor no decepciona. Y reunirá a su rebaño desperdigado por esta prueba.
Puede decirse: de la dispersión a la reunificación. De la huida al seguimiento.
"La defección de los discípulos y la muerte de Jesús, en la que también ellos
tienen su
parte de responsabilidad, no significa el fin del seguimiento sino que, más
bien, marca su
verdadero comienzo" (E. Schweizer).
Ha de hacerse notar la referencia a Galilea. Allí ha comenzado todo.
Y todo ha de volver a comenzar allí.
Es ahora, como ya había sucedido con motivo de la profecía de la pasión, cuando
Pedro
entra en juego para quedarse al margen del anuncio de Jesús, como si sus
palabras
solamente tuvieran que ver con otros pero no con él.
Pedro quiere considerarse una excepción.
Pero su seguridad se hace pedazos ante la revelación de una triple traición.
Llama la
atención el implacable martilleo de las palabras de Jesús que golpean el orgullo
de Pedro:
"yo te aseguro... que tú... hoy..." (v.30).
El que se considera más fuerte que los demás, distinto de ellos, será el que más
bajo
caiga.
Solamente Mc nos refiere que el gallo canta dos veces. Es posible que el primer
canto
debiera constituir una primera advertencia para Pedro.
De todas formas todos los demás comparten la actitud de Pedro, ya que no dudan
en
afirmar su disponibilidad al martirio.
Todo el pasaje pone en guardia a la comunidad de creyentes contra el peligro de
presunción basado en las propias fuerzas y en la fortaleza de la propia fe. Lo
único que
salva es la promesa de Jesús.
"Mc ha subrayado ya (8, 31; 34 s; 9,31.35 s; 10,33 s39.52) la interdependencia
entre el
sufrimiento de Jesús y el seguimiento del discípulo; ahora (14, 22-31) hace ver
que ésta
solamente es posible como un don de la gracia, porque Jesús nos precede" (E.Schweizer).
PROVOCACIONES
1. Cuando Jesús anuncia la traición de uno de los doce, cada uno de ellos se
siente
obligado a preguntar: -¿Acaso soy yo? Ante una acusación inquietante como ésta,
me
parece muy auténtica la actitud de no desviar la palabra hacia los demás sino de
permitir
que nos golpee, que se abra camino hacia la consciencia, de permitir que nos
juzgue y nos
cuestione.
Este es, en el fondo, el camino de la salvación: que cuando se oiga hablar de un
culpable, no se dirija la vista hacia un vecino, sino que cada uno se mire en el
espejo.
A veces puede manifestarse también la fidelidad reconociéndonos capaces de
cualquier
traición.
2. Completamente contraria es la actitud de los discípulos, después de la cena,
frente al
anuncio del escándalo del que serán víctimas.
En este caso la palabra de Jesús va a chocar con un blindaje de seguridad. De
Pedro y
de todos los demás.
Quizás fuera necesario también este revés de la moneda.
Sólo de este modo podremos comprender que la mirada se dirige a nuestro interior
y no
para descubrir nuestra fuerza y valor, sino para evaluar nuestra miseria,
nuestra fragilidad y
nuestra incapacidad para permanecer fieles en el tiempo de la prueba, de forma
que
podamos mirar después con esperanza hacia el único que puede evitar el
desmoronamiento.
Sólo cuando permitamos que la palabra resquebraje nuestra seguridad y abra una
herida
en nuestra presunción, podremos sentirnos seguros.
¿Cuándo aprenderemos por fin, que la fidelidad es fidelidad de Dios y no nuestra
fidelidad? ¿Nos daremos cuenta algún día de que solamente podremos evitar la
traición y la
apostasía cuando consigamos sustituir el atrevido "yo no" con el más realista
"¿acaso soy
yo?".
El vacilante "acaso" vale más que todas las más firmes certezas.
Porque obliga a Dios a mantenerlo.
3. Teniendo en cuenta lo que va a suceder en la pasión, la expresión "esto es mi
cuerpo"
podría completarse de esta forma: "este es mi cuerpo entregado, golpeado, hecho
objeto de
burlas y ultrajes". Comulgar con ese "cuerpo" significa recibir todo lo que ese
"cuerpo" ha
padecido.
Es verdad que también es un "cuerpo" glorioso. Glorioso porque la resurrección
va a
demostrar la victoria del amor sobre la traición, la violencia y los insultos.
Para la comunidad cristiana, comulgar con ese "cuerpo " significará siempre
asimilar el
poder de su amor y su capacidad de perdón.
4. Todo el complicado asunto de la pasión, en el que misteriosamente se
entrecruzan el
plan de Dios y las decisiones de los hombres está muy bien condensado en esta
frase de
Radersmakers: "Jesús se da y el hombre lo traiciona".
Tan sólo hay que precisar que el don es anterior a la traición.
Judas llega inevitablemente con retraso. Y aquí está su verdadero drama.
Cuando hace su oferta a los enemigos de Jesús no se da cuenta de que el mismo
interesado se le había anticipado "ofreciéndose" a todos los hombres.
Se dará cuenta en la última cena.
En esta ocasión Jesús, más que descubrir al traidor, se limitará a decir que la
"entrega"
podrá hacerse sólo porque el don está dispuesto a ello.
La maldad de los hombres nunca logrará anticiparse a la misericordia de Dios.
La única vez que Judas logre llegar primero, sin retraso, será cuando vaya a
ahorcarse.
Podemos decir que su final está determinado por la prisa.
Pero surge la duda de si, incluso esta vez, no ha sido anticipado...
5. ¿Es realmente verdad que los apóstoles no estuvieron en el Calvario?
Siguiendo la
lógica de la eucaristía, deberíamos concluir que no.
Efectivamente, al participar en la cena convivial del Señor, la comunidad ha
quedado
asociada a su destino, hecha partícipe de los acontecimientos de la pasión e
implicada en
la muerte de Cristo, cuya anticipación y explicación es la eucaristía.
En este sentido "comulgar" equivale a ser condenados y llevados a la muerte con
Cristo.
Cuando se recibe la eucaristía se hace imposible la fuga.
La participación en el banquete eucarístico lleva consigo un compromiso concreto
de
estar presentes dondequiera que el hombre sufra.
Es verdad que hay cristianos que comulgan y que luego se muestran "ausentes". Su
ausencia sin embargo, no es más que la consecuencia de una ausencia anterior o,
mejor,
consecuencia del rechazo de una presencia.
Aceptan la presencia del Maestro sentado a la mesa. Pero no quieren comulgar con
su
presencia dinámica. Pues el Maestro se levanta y sale fuera. Afronta la
oscuridad.
Y ellos siguen allí en la absurda pretensión de comulgar con una ausencia. La
eucaristía
no es "estar con él". Es "dejarse llevar". No es "tener". Es "darse".
Hay algo peor que no creer en la presencia real.
Y es creer en una presencia real "tranquilizadora" que no nos lleve a "perder"
nuestra
vida
6. Es inútil discutir por qué motivo Mc hace cantar dos veces al gallo.
Podría cantar cien, mil veces. Porque si no le ha bastado a Pedro la advertencia
de la
palabra de Cristo, no iba a ser el gallo el que lo pusiera en guardia.
Pero quizás, el canto del gallo cumple una función de "memoria" más que de
advertencia.
No. No se trata de recordar que él lo había previsto.
Basta acordarnos de él. Hacer memoria de su misericordia y perdón.
Sólo entonces podrá despuntar para nosotros la aurora de la conversión.
Cristo tiene razón, pero no por haberlo dicho.
Sino porque se hace el encontradizo con quien ha afirmado no conocerlo.
7. Pedro, también yo quiero darte la razón.
Yo hubiera dicho también "lo mismo" que tus compañeros.
No me cuesta reconocerme en tu descaro ocultador del miedo.
Me resultaría fácil sentirte detrás en tus afirmaciones perentorias.
¿Por qué permitir que el Maestro anticipe derrotas sin sentirnos en la
obligación de
profetizar nuestras infalibles victorias? Que él anuncie por tres veces un
itinerario de
humillación, debilidad y muerte es algo que nada tiene que ver con nosotros.
Somos los primeros de la clase y queremos proclamar el triunfo sin andar ese
camino.
Pedro, uno mi seguridad a la tuya.
¡Caramba, no somos como los demás! Voy contigo, Pedro.
Siento necesidad de estar contigo.
Sé que me llevarás por un camino en cuyo final no se nos premiará nuestra
fidelidad,
pero caeremos en la cuenta de haber perdido, afortunadamente, nuestra seguridad
inicial.
Lo que será un gran éxito.
Entonces, y sólo entonces, ambos podremos llegar a ser "roca".
Pedro, espérame.
Quiero acompañarte.
Y no por lo que dices tener.
Sino por lo que "tendremos" que perder por el camino.
CONFRONTACIONES
Una comunidad de pecadores
Jesús no se hace ilusiones sobre la realidad de la iglesia a la que confía el
signo de la
eucaristía. Es una comunidad de pecadores que también tendrá necesidad del
perdón de
los pecados y del don que graciosamente desciende de la cruz de Cristo "muerto
por
nuestros pecados" (1 Cor 15, 3).
La eucaristía es, por tanto, el lugar donde la comunidad cristiana se reconoce
tal cual es:
una comunión de pecadores, pero de unos pecadores que saben también dónde
encontrar
el perdón, porque precisamente en la eucaristía el Cristo que murió por nosotros
se nos da
como aquél en quien gratuitamente encontramos el perdón (D.Attinger, Eucaristía
ed
esistenza nel nuovo testamento: Servitium [4, julio-agosto 1979[).
Creo que un hombre...
Creo que un hombre, anunciado por gestos proféticos, ha existido y vivido sin
guardarse
nada para sí, sin retener nada como capital privado.
Creo que no había nada en este hombre que no estuviera destinado a todos.
Este hombre carecía de todo instinto de propiedad, de toda codicia de
conservación...
Por eso, cuando le llegó la muerte, no encontró de qué apropiarse, porque ya
todo había
sido donado.
¡La muerte ha sido burlada! Muerte, seré tu muerte. Muerte, ¡seré tu victoria!
Por
consiguiente si durante nuestra existencia damos todo, si no conservamos la
propiedad de
nada, si lanzamos todo lo que tenemos y todo lo que somos al circuito del
intercambio, de la
participación y de la comunión, también nosotros nos burlaremos de la muerte
(J.Cardonnel, Dio é morto in Gesú Cristo, Torino 1969).
¡Qué pesado eres, Señor!
La eucaristía es Cristo invadiendo nuestra vida y poniéndonos ante un tremendo y
difícil
compromiso. Si se pensara así, nadie diría al dirigirse a la iglesia: "Qué
bonito, qué alegría,
qué consuelo, qué paz". Sino: "¡Qué lío, vaya lío! ¡En qué lío me has metido!
¡Vaya peso,
vaya peso!".
Estando en el noviciado tenía un compañero muy seráfico (¡dichoso él!) que me
preguntaba continuamente: «¿Qué dices tú al Señor?». Sinceramente, me fastidiaba
porque no sabía qué responderle. ¿Que qué decía al Señor?
-Y tú ¿que le dices?
-Ah, ¡cuánto te amo!
-Pues ¿sabes lo que yo le digo? ¿Quieres que te diga la verdad? ¡Qué pesado
eres,
Señor! ¡Qué pesado! ¡Qué pesado! (A. Paoli, Conversazioni a Fortín Olmos, 1970).
La última cena vuelve a crear el paraíso
"Dios es amor" (Jn 4,8). Y el primer don del amor fue la vida.
Esta era esencialmente una comunión. Para poder vivir, el hombre tenía que
alimentarse,
comer y beber, comulgar con todo el mundo.
El mundo era, por tanto, el amor convertido en alimento, en cuerpo del hombre.
Por ser viviente, es decir, por estar en comunión con el mundo, el hombre debía
estar en
comunión con Dios, hacer de Dios el fin y la sustancia de su propia vida.
Comulgar con el mundo recibido de Dios significaba realmente comulgar con Dios.
El hombre recibía su propio alimento de Dios y, al transformarlo en su propio
cuerpo y en
su propia vida, ofrecía el mundo entero a Dios, lo transformaba en vida en Dios
y con
Dios.
El amor de Dios había dado la vida al hombre; el amor del hombre a Dios
transformaba
esta vida en comunión con Dios.
Era el paraíso.
En él la vida era verdaderamente eucarística.
Mediante el hombre y su amor a Dios toda la creación tenía que santificarse y
transformarse en sacramento universal de la presencia divina siendo el hombre el
sacerdote de este sacramento.
Pero el hombre perdió esta vida eucarística por el pecado. Y la perdió porque
dejó de ver
el mundo como medio de comunión con Dios y su propia vida como eucaristía, como
adoración y alabanza... Se amó a sí mismo y amó al mundo por sí mismo. Se
convirtió en
centro y fin de su propia vida. Se imaginó que el hambre y la sed, esto es, el
estado de
dependencia de su propia vida en relación con el mundo, podían ser satisfechas
por el
mundo mismo mediante el alimento en cuanto tal.
Pero si al mundo y al alimento se les quita su primitivo sentido de sacramentos,
es decir,
de medios de comunión con Dios o, con otras palabras, si Dios deja de estar en
ellos, ya no
pueden dar la vida ni satisfacer ningún hambre ya que no poseen en sí mismos la
vida.
Al amarlos por sí mismos, el hombre ha separado su propio amor del único objeto
de todo
amor, de toda hambre, de todo deseo... Y ha muerto.
Porque la muerte es la encarnación de la "descomposición" inevitable de la vida
separada de su única fuente y de lo que le otorga su significado.
El hombre encontró la muerte donde esperaba hallar la vida.
Su vida devino comunión con la muerte porque en lugar de transformar el mundo en
comunión con Dios por la fe, el amor y la adoración, se somete totalmente a él,
dejando de
ser su sacerdote para convertirse en su esclavo.
Y, por este pecado del hombre, el mundo entero se ha convertido en un cementerio
en el
que todos los pueblos, condenados a muerte, comulgan con la muerte "postrados en
paraje
de sombras de muerte" (Mt 4 4, 16).
El hombre ha sido un traidor, pero Dios ha permanecido fiel.
Una nueva obra divina estaba a punto de comenzar, la obra de la redención y de
la
salvación. Se realizaría en Cristo, el Hijo de Dios, que para volver al hombre a
su belleza
primitiva y devolver el carácter de comunión con Dios a su vida, se hizo hombre,
asumió la
naturaleza humana con su hambre y con su sed, con sus deseos y su amor a la
vida.
En él la vida se ha revelado, donado, aceptado y realizado como una eucaristía
perfecta,
como una perfecta y total comunión con Dios.
Cristo ha rechazado la tentación básica del hombre, "vivir sólo de pan", y ha
revelado que
el verdadero alimento y la auténtica vida del hombre está en Dios y en su reino.
Y esta vida eucarística plena, rebosante de Dios y, por tanto, divina e inmortal
es donada
por Dios a todos los que aceptan creer en él, es decir, a aquéllos cuya vida
encuentra en él
todo su sentido y su contenido propio.
Este es el riquísimo significado de la última cena.
Cristo se ofrece como verdadero alimento del hombre, porque la vida que se
manifiesta
en él es la verdadera vida.
De esta forma el movimiento de amor que comienza en el paraíso con el mandato
divino
"tomad y comed..." (porque alimentarse es la vida del hombre) alcanza su
plenitud con el
"tomad y comed" de Cristo (porque Dios es la vida del hombre ).
La última cena recrea el paraíso de delicias, restaura la vida en cuanto
eucaristía y
comunión (A. Schmemann-O. Clement, Le mystére pascal, Spiritualité Orientale, n.
16,
Abbaye de Bellefontaine, 1975).
Mártir de la comunión
No cabe duda que el primer "mártir de la fraternidad", el ser más comprometido
en la
transformación de las relaciones humanas y el más perenne y exclusivamente
entregado a
"crear comunión" es Cristo Jesús.
Nosotros no podemos decir que "tenemos los mismos sentimientos de Cristo Jesús"
si no
participamos de sus ansias de comunión.
El cristiano que quiera hacer honor a su nombre, "mártir de la comunión", como
su Señor,
debería distinguirse por ser un hombre que no considera "suyo" lo que le
pertenece, por ser
un pobre que no considera su enriquecimiento económico como motivación de su
vida, sino
su capacidad de comunión, que no busca un progreso individual, esto es, un
sobresalir
elitista sobre los demás, sino un avance progresivo en el amor y la amistad, una
capacidad
de comunión siempre creciente.
...Esta pasión por la comunión, esta ansia eucarística le cuesta cara al hombre
ya que
supone una permanente derrota del egoísmo personal y un duro actuar contra
corriente, ya
que es un hecho totalmente normal la existencia de grupos que piensan que les
favorecen
las relaciones sociales tal como son y se resisten por todos los medios a
cambiarlas.
Grupos que con este fin utilizan todos los medios a su alcance para crear y
mantener una
barrera de violencia. El mismo Jesús se estrella contra esa barrera. Pero, al
resucitar, la ha
destrozado haciendo que su victoria garantice el éxito a todos los que lo imiten
(A.Paoli,
"Pane e vino" terra, Torino 1979).
(·PRONZATO-3/3.Págs. 28-45)
3-3
- EN GETSEMANÍ: LUCHA, SOLEDAD Y ORACIÓN.
PRENDIMIENTO DE JESÚS Y FUGA DE LOS DISCÍPULOS
Mc/14/32-52
Mt/26/36-56 Lc/22/40-53
Jn/18/02-11
¿Un relato sin testigos?
Se plantea el problema de la historicidad del pasaje. Efectivamente, surge la
cuestión del
valor de los testigos. Podemos preguntarnos: si los apóstoles estaban
profundamente
dormidos ¿cómo iban a ser testigos oculares del suceso? ¿O hay que pensar que su
sueño
era tan ligero que les permitió captar al menos algunas palabras de Jesús?
Algunos especialistas han negado de plano la historicidad del relato.
Dibelius lo considera una construcción literaria realizada con material
procedente del
antiguo testamento. Bultmann lo elimina considerándolo «un relato completamente
legendario». Goguel habla de «narración alegórica».
Más equilibrada resulta la posición de R. Schnackenburg: «...Se lanzó la
hipótesis de que
Mc había fundido a la vez dos narraciones anteriores. Pero también puede
explicarse de
otro modo este singular y no siempre escurridizo relato. Por ejemplo, por la
acumulación de
nuevos motivos y por la necesidad de darles un orden racional. Estas cuestiones
de crítica
literaria tienen para nosotros menos importancia que el caer en la cuenta de que
no
estamos ante una narración de testigos oculares.
Quedan, por tanto, al margen los intentos de otro tiempo para explicar de qué
forma pudo
la comunidad tener conocimiento de las palabras con que Jesús oró.
Los narradores más antiguos no se preguntaron si los discípulos dormidos (y
especialmente Pedro) pudieron afinar el oído y captar alguna palabra de Jesús.
Se conocía
su angustia mortal y también su intimidad con el Padre y sobre esta base pudo
configurarse
la oración pronunciada por él en su angustia. En su conjunto, la narración pudo
también
enriquecerse más tarde con elementos nuevos y, así elaborada, ser situada antes
del
prendimiento de Jesús».
Sea como fuere, el relato no es una pura y simple invención 1.
En la iglesia primitiva debía conservarse un recuerdo muy vivo de la agonía
experimentada por Jesús la víspera de la pasión y de la lucha sostenida por él
para no
romper en esta hora decisiva el vínculo que lo unía al Padre y que hasta
entonces había
presidido toda su historia terrena.
De él se habla con realismo y sin concesión alguna a la piedad, en un pasaje de
la carta a
los Hebreos: «El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y
súplicas con
poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte...» (5, 7).
Características de Marcos
Mc y Mt parecen seguir un esquema común (dos grupos distintos de discípulos,
triple
oración y triple vuelta a los discípulos). Lc presenta un relato más corto y no
alude a la
angustia ni al horror sentidos por Jesús.
Las características del relato de Mc (cuyo texto representa la forma más antigua
de la
tradición) pueden concretarse como sigue:
1. Repeticiones y reiteraciones. Por ejemplo, la turbación mortal de Jesús
primero se
expresa indirectamente (v. 33) y posteriormente de forma directa (v. 34). Lo
mismo sucede
con la oración: primero hay una referencia indirecta (v. 35) refiriéndola
después
directamente (v. 36).
2. Dos tradiciones. X. L. Dufour descubre en el texto de Mc el cruce y la fusión
de dos
fuentes. La primera (denominada cristológica) centrada en el motivo de la hora.
Y la
segunda (parenética o exhortativa) centrada en la oración frente a la tentación
2.
3. Por una vez no se limita Mc a referir los hechos con su estilo austero, sino
que nos
revela los sentimientos íntimos de Jesús ante la prueba decisiva y nos hace
«asistir a un
conflicto entre su voluntad y la del Padre» (X. L. Dufour). No duda Mc en poner
de relieve la
«debilidad» de Jesús, su miedo ante la inminencia del sufrimiento y de la
muerte.
4. El evangelista vuelve a retomar aquí su tema preferido: la incomprensión y
ceguera de
los apóstoles expresadas sobre todo por el sueño. Los doce no han llegado
todavía a
comprender que la gloria pasa por el camino de la cruz. No es casualidad que el
episodio
de la transfiguración, que hubiera debido abrirles los ojos en este tema,
tuviera como
espectadores a los mismos tres apóstoles que, en Getsemaní, son el signo más
claro de
esta ceguera. Entre otras cosas, resulta interesante yuxtaponer Mc 9, 6 y Mc 14,
40 por
tratarse de una expresión casi igual aplicada en ambos casos a Pedro, Santiago y
Juan.
De cualquier modo, como observa A. Feuillet, "Getsemaní representa el culmen de
la
ceguera" de los discípulos.
Mc vuelve a proponernos una vez más la imagen de un Mesías glorioso y sufriente
al
mismo tiempo. Como justamente hace notar también A. Feuillet la página de
Getsemaní
ha de leerse en paralelismo con el gran discurso escatológico del capítulo 13.
El que
aparecerá como juez definitivo es el mismo Jesús que ahora ha de beber el cáliz
de la
condena y del castigo como un culpable (quiero decir el cáliz destinado al mundo
culpable).
Juez-condenado: dos imágenes reflejadas en la misma persona.
Es significativo, a este propósito, que las invitaciones a la vigilancia
insistan en las
mismas expresiones utilizadas en la parábola que cierra el discurso escatológico
para
prepararse al juicio final.
Todavía más: en la escena de la agonía Mc habla, en sentido absoluto, de la
hora. Y no
puede no pensarse en la hora del juicio de la que se habla en Mc 13, 32.
Finalmente R. H. Lighfoot subraya otro paralelismo marginal, pero igual- mente
interesante. Y es en relación con la parábola del dueño de la casa que vuelve
por la noche
(/Mc/13/33-37). El "dueño de la casa puede regresar al atardecer (opse), o a
media noche
(mesonuktron), o al canto del gallo (alektrophônias), o de madrugada (prôi)".
Parecen los
grandes momentos cronológicos de la pasión: al atardecer Jesús instituye la
eucaristía, de
noche tiene lugar la oración de la agonía y el prendimiento, el canto del gallo
es la hora del
proceso y por la mañana se dicta la sentencia de muerte (como contrapunto, la
actitud poco
vigilante de los doce: por la tarde, uno traiciona al Maestro; por la noche
duermen; al canto
del gallo tiene lugar la negación de Pedro y por la mañana los discípulos están
totalmente
ausentes).
La relación con los discípulos
Todo el relato se articula en torno a la figura de Jesús en relación con dos
polos: los
discípulos y el Padre.
El personaje central es Jesús.
Sólo él habla, sólo él toma la iniciativa.
Del «espacio» que ocupa en Getsemaní, como hace notar X. L. Dufour en su
sugestiva
lectura sincrónica del relato de Mc 15 parten dos líneas, una horizontal y otra
vertical.
Sigamos el esquema propuesto por el estudioso francés.
1. Unión/separación
También aquí, como Mc casi siempre indica, el Maestro llega con sus discípulos.
Pero a continuación el grupo se divide en dos subgrupos.
El primero se queda a la entrada de la finca.
El segundo, el de los tres preferidos, penetra más adentro con él.
Pero también se aleja de éste.
Una vez tras otra Jesús volverá a él y se alejará de nuevo. Por tres veces.
Por consiguiente, estamos ante una relación que puede definirse como de
unión-separación.
«Este movimiento de reunión y separación es interrumpido por confidencias y
oraciones,
exhortaciones y reproches» (X. L. Dufour).
2. Irse/quedarse
Jesús está siempre en movimiento, se desplaza continuamente. Mientras tanto los
discípulos se quedan inmóviles como petrificados en su posición inicial.
Estamos, por tanto, ante otra relación de oposición: irse/quedarse.
Solamente se invierten las posiciones al llegar el traidor con los soldados.
Jesús se
queda firme, mientras los apóstoles se mueven para huir.
En todo caso Jesús aparece como quien se obstina en permanecer unido a los
discípulos
y a la voluntad del Padre (su movimiento es, por tanto, precisamente lo
contrario a la
separación), mientras los apóstoles manifiestan una marcada tendencia a la
separación.
3. Velar/dormir
Es la tercera relación de oposición entre Jesús y sus discípulos.
El Maestro pide a los "suyos" que permanezcan en comunión con él en la
vigilancia.
Pero ellos duermen.
Ocupan el espacio reservado para ellos ("quedaos aquí") no para la vigilancia,
sino para
el sueño.
De este modo Jesús está separado de los apóstoles más por su ausencia espiritual
que
por la distancia espacial.
El sueño denuncia la desunión de los discípulos con el Maestro.
Jesús por el contrario, vela y ora. Esta es la razón de que su actitud se sitúe
en la
perspectiva de la unión.
4. Orar/caer en la tentación
También los apóstoles deberían orar como hace Jesús y no limitarse a velar "para
no
caer en la tentación".
Si no oran, terminarán por sucumbir al poder de la tentación.
Entre Dios y el hombre se abre inevitablemente una distancia. Con la oración se
supera
esta distancia, porque se entra en relación con Dios.
Si falta la oración, la relación se rompe, el alejamiento se hace inevitable, y
el hombre se
encuentra solo en ese vacío. Por eso, la distancia es el terreno de la
tentación.
Sin oración el discípulo "cae en la tentación", esto es, afronta en soledad una
situación y
cae sin remedio.
La relación con el Padre
La relación de Jesús con el Padre contrasta con la anterior. Está bajo el signo
de la
comunión, no de la separación. Puede expresarse de la forma siguiente:
1. Cáliz/oración
Es clara la oposición entre las dos voluntades. El cáliz simboliza la voluntad
del Padre.
"Jesús encuentra al Padre a través del cáliz que se le ofrece y que quisiera ver
pasar lejos
de él: el cáliz es el rostro que toma el Padre invisible. La oposición
desaparecerá con la
sumisión de Jesús" (X. L. Dufour).
2. Cáliz/turbación
La presencia del cáliz suscita una tristeza mortal, horror y náusea en Jesús. Mc
expresa
el estado de ánimo de Jesús con dos verbos ciertamente poco idílicos:
- Ekthambestai, que subraya la sorpresa y casi la incredulidad, una especie de
"desorientación". Algo así como "estar fuera de sí". Una especie de éxtasis de
signo
contrario.
- El otro verbo es ademonein, que expresa el disgusto. Pero por encima de los
verbos
usados está la realidad. "Esta es la hora del espanto de Jesús" (X. L. Dufour).
3. De pie/por tierra
La oposición está aquí en relación con la posición de los cuerpos. Vemos la
sumisión, la
adoración junto a la debilidad humana (en tierra, caer en tierra); y la
disponibilidad (de pie).
Sin embargo la posición "de pie" puede ser también un signo y un anticipo de la
resurreción.
4. Palabra/silencio
Es la última oposición. Jesús manifiesta su propio espanto, pero el Padre calla.
Nadie responde a Jesús. Ni el Padre, ni siquiera los discípulos ("¿Ni una hora
has podido
velar?". -"Y ellos no sabían qué contestarle").
Ni siquiera los enemigos que vinieron a detenerlo poco después respondieron a su
pregunta.
En todo el episodio de Getsemaní domina la palabra de Jesús y sólo ella (si
excluimos la
de "Rabbí" pronunciada por el traidor).
A su alrededor y "arriba" reina un total silencio.
Conclusión
Cito la página que X. L. Dufour pone al final de su "lectura sincrónica" del
texto de Mc:
"A partir de las dos relaciones fundamentales que hemos encontrado, es posible
la
elaboración de la estructura que ha determinado los relatos actuales.
Como punto de partida se encuentra el cáliz que se presenta como el rostro del
Padre y
que suscita turbación en Jesús. Esta turbación le impulsa a separarse de sus
discípulos,
aunque sin perder el contacto con ellos.
La no aceptación por el Padre de la pregunta que Jesús le hace, forma cuerpo con
el
silencio y no-presencia de los discípulos que se entregan al sueño.
El relato está dominado por una estructura en la que se entrecruzan la relación
horizontal
Jesús/discípulos con la vertical Jesús/Padre. El punto final de este cruce es el
lugar en que
Jesús cae o deja caer su rostro. Es el término de la caída en tierra del grano
de semilla
que, al decir de Juan, precede la subida hacia la gloria. Para los sinópticos, a
la caída en
tierra se opone el "levantaos" final que simboliza a la vez la muerte y la
futura resurrección.
Ambas relaciones se entrecruzan e incluso se superponen o, mejor, como ya hemos
dicho, la primera es reflejo y signo de la segunda. De esta forma la muerte que
planea en el
horizonte asume un doble aspecto.
En la primera dimensión, la muerte es la aceptación de la voluntad del Padre con
una fe
desnuda, en el silencio de Dios, sin otra respuesta que el cáliz, un cáliz
siempre presentado
por el Padre. Por ello la prueba suprema se halla mediatizada por la afirmación
"heroica" de
que Dios está allí, en el momento mismo en que parece abandonar a su propio Hijo
a los
que quieren "entregarlo", traicionarlo. Aunque el hombre fiel afirme hasta el
final al Dios
viviente, la muerte sigue siendo separación de Dios, al menos aparentemente.
Esta apariencia adquiere importancia en la separación real de los discípulos y,
a través
de ellos, de la comunidad de los hombres: ésta es la segunda dimensión de la
muerte.
El sueño, la no-lucha, la no-vigilancia de los discípulos simboliza la negativa
del Padre a
alejar el cáliz que en este momento significa el fracaso aparente del proyecto
de Jesús.
Jesús había querido fundar una comunidad de discípulos; apenas acababa de
reunirla
con ocasión de la última cena. Y he aquí que se desintegra en el momento en que
llega la
muerte con aquel que "entrega", el traidor. Jesús ha de aceptar que su propia
desaparición
conlleve la dispersión de la comunidad. No es él el unificador definitivo. Sólo
Dios podrá
asegurar la comunión entre los hombres. En una palabra, Jesús tiene que aceptar
esta
realidad: que no ha sido capaz de instaurar el reino de Dios en la tierra.
Referencias
En el texto de Mc pueden encontrarse algunas referencias al antiguo y al nuevo
testamento.
1. Algunos grandes personajes llamados a presentarse ante el Señor, abandonaron
a sus
propios compañeros. Abrahán a sus servidores (Gén 22, 5) y Moisés a los ancianos
(Ex 24,
14).
2. En algunos salmos se presenta la figura del justo perseguido, que pasa por el
sufrimiento más atroz y afronta la angustia mortal que le hace proferir el más
dolorido grito.
¡Y yo que decía en mi inquietud:
«Estoy dejado de tus ojos».
Mas tú oías la voz de mis plegarias
cuando clamaba a ti (Sal 30, 23).
Presta oído a mi grito,
no te hagas sordo a mis lágrimas (Sal 38, 13).
Entumecido, molido totalmente,
me hace rugir la convulsión del corazón...
Mis amigos y compañeros se apartan de mi llaga,
mis allegados a distancia se quedan (Sal 37, 9.12).
Es evidente la intención del evangelista, al referir las palabras de Jesús en
Getsemani o
en cualquier otro lugar de la pasión, de insertar su destino en la perspectiva
del justo
perseguido y exaltado. Más aún esta figura alcanza su cumplimiento precisamente
en
Jesús. Jesús lleva hasta el límite la experiencia del justo.
3. En particular la exclamación «mi alma está triste hasta el punto de morir»
(v. 34)
recalca la del salmo 41, 6:
¿Por qué, alma mía, desfalleces
y te agitas por mí?
4. En el episodio de la petición de Santiago y Juan (Mc 10, 35-45) aparecía una
clara
alusión al «cáliz» de la pasión.
5. En otra ocasión Jesús se alejó de sus discípulos para orar al Padre en la
soledad (Mc
1, 35-39). Entonces era en las primerísimas horas de la mañana y se trataba
prácticamente
de la inauguración de la predicación del reino. Ahora nos encontramos en plena
noche,
antes de verse envuelto en las tinieblas de la pasión. "Entonces oraba al
amanecer
pidiendo luz en su camino; ahora ora en la profundidad de la noche para tener
fuerza
suficiente para concluirlo" (R.Schnackenburg).
Algunos temas
Además de las características de que ya hemos hablado anteriormente y que
constituyen
la peculiaridad del relato de Mc, pueden profundizarse todavía algunos temas
sobre los que
se centra la narración.
1. La soledad de Jesús J/SOLEDAD SOLEDAD/J
El camino de Jesús en la pasión es un adentramiento en la soledad. Esa soledad
que
tocará su más profundo fondo en la cruz, cuando Cristo se sienta también
abandonado por
el Padre. La soledad es una dimensión fundamental de la realidad de la cruz.
En Getsemaní, la soledad está sobre todo en relación con los que tendrían que
estar
junto a él y que poco antes habían jurado que no lo abandonarían.
Jesús se encuentra solo en el momento de su detención, cuando se encuentra
rodeado
de enemigos, mientras huyen sus discípulos.
Jesús es "dejado" solo. En el fondo también los apóstoles son traidores en
cuanto que
"entregan" a Jesús a la soledad, incluso antes que a los enemigos.
2. La novedad del miedo MIEDO/J J/MIEDO
"Y comenzó a sentir pavor y angustia" (v. 33). Hay en Mc otro caso en el que el
verbo
comenzar no se limita a indicar el punto de partida de una acción cualquiera que
puede
repetirse en otras circunstancias, sino que se entiende en el sentido fuerte de
un cambio
decisivo: después de la confesión de Cesarea de Filipos inaugura Jesús una nueva
etapa
de su pedagogía con los apóstoles (Mc 8, 31).
Efectivamente, comienza entonces a enseñar con decisión que el camino del hijo
del
hombre pasa por el sufrimiento, la humillación y la muerte.
Nos encontramos ante un nuevo punto de partida. Una tercera fase en la enseñanza
de
Jesús. Y es algo inesperado. Getsemaní, en efecto, nos presenta a un Maestro que
parece
haber perdido su firmeza anterior, que es presa de la indecisión, y que comienza
a "sentir
pavor y angustia" frente a la perspectiva de su inminente pasión.
Como si nos indicara que quien afronta la lucha no es un héroe, sino un hombre
revestido de la debilidad de la carne.
La pasión comienza con el miedo. Y esta es la novedad.
3.Tentación
Para entender con exactitud qué es la tentación, es necesario relacionarla con
la oración,
como ya se ha dicho anteriormente.
La tentación (peirasmos) no es el escándalo (tropiezo, lazo, trampa), ni
siquiera de forma
genérica, la incitación al mal.
Se trata de una potencia en acción. Una potencia actuante con la intención
precisa de
romper, de separar.
Basta leer el relato de las tentaciones de Jesús en Mt y Lc para darse cuenta de
esta
realidad: el tentador trata de separar a Jesús del proyecto del Padre, es decir,
del camino
de un Mesías sufriente para hacerle emprender un camino de facilidad, de éxito y
de
poder.
Mc, que no nos ha transmitido el contenido de las tentaciones de Jesús en el
desierto al
comienzo de la misión, sitúa aquí, en la hora decisiva, la tentación que resume
todas las
demás: separarse del cáliz amargo, oponer su propia voluntad a la voluntad del
Padre.
Jesús no cae en la tentación porque ora.
No es casualidad que en el episodio de Getsemaní
haya dos expresiones que repiten dos peticiones del Padrenuestro: "...lo que
quieras tú"
("hágase tu voluntad" Mt 6, 10); "...orad para que no caigáis en tentación" ("y
no nos dejes
caer en tentación...", /Mt/06/13).
La oración es el único medio para hacer la voluntad del Padre y para evitar
"caer" en
tentación, esto es, en la separación de la voluntad de Dios.
4. "Entrega": esto es, del don a los hombres (eucaristía) al abandono a los
hombres (detención) ENTREGA/EU
Considerando a la vez el relato de la institución de la eucaristía y la escena
de
Getsemaní, pueden distinguirse tres momentos interdependientes del don que Jesús
hace
de sí mismo.
- Se da a los hombres en la eucaristía.
- Se abandona en manos del Padre en la oración de la agonía.
- Se abandona a los hombres para ser arrestado.
Estamos ante el paso de la iniciativa del don a la pasividad del abandono.
Desde el momento del arresto, Jesús pasa de mano en mano como una cosa. Judas lo
"entrega" a sus enemigos, éstos lo "entregan" a Pilato que, a su vez, lo
"entrega" a la
muerte.
Pero todo esto depende de una aceptación voluntaria que se sitúa en el mismo
centro del
episodio de Getsemaní:"¡Abba, Padre!... lo que quieras tú".
Puede igualmente resaltarse la soberana libertad de Cristo en las distintas
situaciones,
en la
- fidelidad a la alianza (14, 24),
- fidelidad al Padre (14, 36).
- fidelidad a las Escrituras (14, 49).
De cualquier forma toda la atención se centra en la persona y en la actitud de
Jesús
(palabra y acción).
Al darse en la eucaristía, Cristo se manifiesta como pastor de su pueblo, al que
alimenta
con el pan de su cuerpo y por el que derrama su propia sangre.
En la oración de Getsemaní Jesús se comporta como Hijo de Dios.
Se dirige al Padre con el vocablo familiar "Abba". Y por medio de su sumisión
expresa su
propia relación filial.
Se considera aún Maestro de Israel, pero eliminando toda imagen de poder. En
este
momento que ha llegado su hora, se deja arrestar como un malhechor, antes de ser
crucificado entre malhechores.
5. "Tomad"
Este es un verbo que se repite insistentemente. Y resulta espontáneo ponerlo en
paralelismo con lo realizado por Jesús durante la última cena.
"Tomad, esto es mi cuerpo" (14, 22).
Dirigiéndose a Getsemaní "toma consigo a Pedro, Santiago y Juan" (14, 13), pero
éstos
hacen patente su incapacidad para estar con él. Y entonces son los enemigos
quienes
vienen a "tomarlo". "Habéis venido a prenderme con espadas y palos..." (14, 48).
6. Getsemaní, revelación secreta
La narración de la agonía puede considerarse la parte secreta de la pasión. A
continuación comenzará la fase pública (detención y proceso).
La agonía se convierte de esta forma en una especie de epifanía, revelación
secreta,
reservada a los tres apóstoles privilegiados.
Y remite necesariamente a la transfiguración.
No es posible comprender el significado de los acontecimientos exteriores sin
captar este
aspecto secreto del drama, esta cara invisible de la pasión. Aquí está escondido
el secreto
de todo lo que va a suceder.
7. Tres momentos y un único dinamismo de donación
El mismo P. M. Beernaert, ya citado, hace este significativo paralelismo:
Cena Agonía Detención
Y, al atardecer, llega Van a una propiedad lla- Se presenta Judas, uno
él con los doce (v. 17). mada Getsemaní (v. 32). de los doce, acompañado
de un grupo... (v. 43).
Tomó pan, lo partió, «No sea lo que yo quiero, «¿Como contra un saltea-
se lo dio y dijo: sino lo que quieras tú...» dor habéis salido a
«Tomad...»(v. 22). (v. 36). prenderme con espadas y
palos?» (v. 48).
«Todos os vais a es- Y los encuentra dormi- Y abandonándole, huyeron
candalizar» (v. 27). dos... todos (v. 50).
Los encontró dormidos
(v. 37.40).
Agonía
Precisamos ahora algunas cosas repasando el texto.
"Mi alma está triste hasta el punto de morir" (v.34).
Existen distintas explicaciones de esta expresión.
Algunos siguiendo a la Vulgata, la interpretan en sentido temporal: hasta la
muerte. Esta
tristeza desaparecerá únicamente con la muerte.
Otros lo hacen en sentido comparativo: se trata de una tristeza comparable a la
que
puede sentirse en el instante de la muerte.
En sentido final: mi alma está tan triste que deseo morirme.
O en sentido causal: mi ser está abatido por una tristeza tan grande que me
provoca la
muerte.
Me parece que la mejor lectura es la última y que, por tanto, la mejor
traducción sería la
que hemos ofrecido "que me hace morir". En el fondo se trata de un superlativo:
es una
tristeza en grado máximo, algo tan intenso que provoca la muerte.
San Ambrosio lo explica así: "Estaba triste no por su pasión, sino por nuestra
dispersión".
"¡Abba, Padre!" (v.36). El término "Padre" dirigido a Dios no es demasiado
frecuente en el
Antiguo Testamento.
En el judaísmo postbíblico algunas veces se considera a Dios también como Padre
de
cada uno, pero raramente se le invoca de este modo.
El vocablo arameo "abba" es tomado del lenguaje familiar y equivale a nuestro
"papá".
Pero, de todos modos, ningún judío se ha atrevido en ningún momento a servirse
de este
vocablo para invocar a Dios. De ahí que la expresión que se pone en boca de
Jesús sea
única en su género. Mc es el único evangelista que la recoge.
Por ello, como indica A. Feuillet, su significación es notable, tanto desde el
punto de vista
histórico (ninguna comunidad cristiana procedente del judaísmo se habría
atrevido a atribuir
a Jesús esta forma de dirigirse a Dios, encontrándonos ante una de las
expresiones que los
escrituristas definen como "ipsissima vox Jesu", es decir, ante una palabra tal
como salió de
la boca de Cristo), como desde el punto de vista teológico: Jesús manifiesta
tener
conciencia de ser Hijo de Dios en sentido estricto.
El término "velar" (v. 34.37.38), gregorein, en el lenguaje bíblico sobrepasa el
sentido
literal de renunciar al sueño durante la noche. Es importante señalar el motivo
por el que se
vela.
Parece muy difícil suponer que Jesús haya ordenado a los tres apóstoles vigilar
como
centinelas para detectar posibles presencias sospechosas en Getsemaní (en todo
caso
podría haberse confiado esta misión al grupo de los ocho dejados en la entrada
de la
finca).
Con frecuencia la biblia recomienda una vigilancia que consiste en estar atentos
a la
presencia de Dios que está siempre a punto de venir, que está siempre a la
puerta. Este es,
por lo demás, el mensaje de bastantes parábolas evangélicas.
Así dice A. Feuillet: "Los textos del nuevo testamento, que llaman a la
vigilancia, se dividen en dos grupos principales: es necesario velar en la
espera y en la
esperanza de la venida del Señor para estar preparados para cuando se presente;
pero
también hay que velar para hacer frente a los grandes peligros que amenazan la
existencia
cristiana" .
En el caso de Getsemaní no hay que entender el verbo velar en clave "defensiva",
como
ya hemos dicho, ni siquiera en clave afectiva (confortar a Jesús), sino en
sentido religioso:
permanecer en comunión con él para resistir la tentación del diablo.
Lagrange interpreta el ir y venir de Jesús como una expresión típica de las
personas
abatidas por la tristeza "que no pueden quedarse quietas en el mismo sitio". Me
parece
pobre la interpretación. Quizás se subraya la obstinación de Jesús por volver a
anudar la
relación en vías de romperse, por impedir la dispersión.
Los apóstoles no se separarían de él si él se separase de la voluntad del Padre
que le
ofrece el cáliz de la pasión.
Pero Jesús, de la misma forma que no acepta separarse del Padre, hace todos los
intentos posibles para lograr también la sumisión de los apóstoles al proyecto
divino. Creo
que éste es el más profundo significado de su triple alejarse y volver.
"El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (v.38).
No se trata de contraponer la parte superior (espiritual) del hombre a su parte
inferior (la
debilidad de la naturaleza humana).
Ni siquiera puede aplicarse la antítesis paulina entre carne y espíritu y sus
respectivas
leyes.
No se entiende aquí la carne en el sentido peyorativo de sede de las pasiones y
de los
instintos que llevan al pecado. Porque en este caso debería decirse que la carne
es
cualquier cosa menos débil. Al contrario, es decididamente fuerte.
El vocablo carne se refiere más bien al hombre que se cierra en sí mismo,
separándose
de Dios.
Espíritu sería, por el contrario, el hombre abierto a Dios.
Quizás habría que relacionar este pasaje con Jn 6,63: "El Espíritu es el que da
vida; la
carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida".
A este respecto comenta E.Schweizer: "No se trata en absoluto de una oposición
en el
interior del hombre. "Espíritu" se refiere siempre a Dios y a su mundo: "carne"
se refiere al
hombre con sus posibilidades psíquicas y espirituales y a su mundo. Por eso la
contraposición más frecuente a "carne" es Dios mismo, su palabra, su gracia, su
elección...
Por consiguiente a la debilidad del hombre no se contrapone su fuerza
espiritual, sino la
de Dios que continuamente se la está dando de nuevo".
Cuando Jesús vuelve por tercera vez a los tres apóstoles ya no les recrimina.
Sino que
les dice: "ahora ya podéis dormir y descansar..." (v. 41).
Hay quienes interpretan esta frase como una orden. Otros como una amarga
constatación. Algunos como un ruego. Quizás sea preferible la primera
interpretación
aunque puede entreverse en sus palabras un indicio de ironía.
Bien, la separación se ha consumado. El maestro ya no tiene poder alguno sobre
sus
discípulos, que no han sabido aprovechar la última oportunidad que se les ha
dado. Ahora
ya pueden dormir si quieren.
De todos modos la afirmación central sigue siendo ésta: "El hijo del hombre va a
ser
entregado en manos de los pecadores". Esta expresión constituye una especie de
síntesis
entre la figura del hijo del hombre de Daniel y la del siervo de Yahvé de Isaías
53.
Prendimiento
"Una multitud con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los
escribas y
de los ancianos". Siempre van unidas estas tres categorías de personas. La
multitud
desempeña un papel instrumental. Existe una alianza -y, en consecuencia, una
responsabilidad común- entre todos los que detentan el poder (religioso,
cultural-teológico,
civil) encaminada a eliminar a Jesús el "perturbador".
"Uno de los presentes, sacando la espada..." (v. 47). Mc no especifica quién fue
este
"impulsivo". De todas formas, su gesto más que un intento (inoportuno además de
inútil) de
defensa parece querer sellar una acción vergonzosa, castigar una ofensa
intolerable. Se
trata de un golpe de espada "que produce al siervo del sumo sacerdote una señal
duradera
de vergüenza" (Lohmeyer).
O, quizás, quiera Mc recalcar una vez más el tema de la incomprensión de los
discípulos
con esta alusión a la violencia en oposición a la desarmada debilidad querida
por Jesús.
Entre otras cosas, el evangelista emplea el diminutivo de oreja.
Hay que entenderlo, por lo tanto, referido al lóbulo de la oreja.
La dramática escena no termina con la huida de los discípulos sino con el
sorprendente y
hasta grotesco episodio del desconocido que trata de seguir a Jesús, pero que en
cuanto le
echan las manos encima para detenerlo también a él, abandona la sábana en que
estaba
envuelto y huye desnudo.
¿Quien es ese extraño individuo? Una tradición afirma que el mismo Marcos. Debe
tratarse ciertamente de alguien que vive en la finca o cerca de ella. De otro
modo no
andaría de noche vestido -o desvestido- de esta forma.
Pero es probable que el episodio revista un aspecto simbólico que trasciende la
curiosidad de averiguar la identidad del personaje.
Mc emplea dos términos "reveladores": neaniskon (joven) y sindona (sábana).
Volveremos a encontrarlos en el relato del sepulcro y de la resurrección.
No hay que excluir que en la hora de las tinieblas, cuando todo parece acabado,
Mc
introduzca un rayo de luz que venga de la resurrección. Como si quisiera
asegurar que no
se acaba todo con la detención.
Alguien se escapará de las garras de los enemigos y de la muerte dejando
solamente
tras de sí una sábana inservible.
PROVOCACIONES
1.Hay en Getsemaní una doble soledad.: J/SOLEDAD SOLEDAD/J
Una querida por Jesús que se separa del grupito de sus tres amigos, yéndose algo
más
adelante (micron).
La otra, querida por los discípulos.
La primera, necesaria.
Culpable la segunda.
Los tres apóstoles deben permanecer a cierta distancia. Como si se quisiera
decir que,
ante el sufrimiento del hombre, existe un umbral que no puede ser traspasado ni
por el más
íntimo amigo. Ese micron, aun siendo mínimo, es algo enorme. Cuando la tristeza
llega a
cierta profundidad, se está necesariamente solo.
Nadie, aun con la mejor intención, puede adentrarse hasta allí.
Ni debe hacerlo. Es preciso que se conforme con mantenerse a una respetuosa
distancia
sin invadir ese espacio.
Se puede y se tiene obligación de participar. Pero sin la pretensión de
entrometerse, de
"profanar" el espacio del otro.
No hay nadie que pueda captar (en el sentido literal de captar, recibir, acoger)
totalmente
el dolor de un hombre.
Pero existe también una distancia culpable. La de la ausencia cuando "llega la
hora".
Entre invasión y ausencia: estas son las fronteras extremas que delimitan el
espacio que
ha de ocupar la comunión con el dolor del otro.
2. Al final del discurso escatológico, Jesús invita a la vigilancia, porque el
hijo del hombre
puede llegar "de improviso". Un estudioso ve en la escena de Getsemaní una
"parusía
anticipada".
"...Viene y los encuentra dormidos".
"Volvió otra vez y los encontró dormidos".
"Viene por tercera vez y les dice: ahora ya podéis dormir".
Parusía anticipada o, más sencillamente, una especie de ensayo general de "aquel
día".
No puede decirse que haya tenido éxito.
Los apóstoles, que deberían ser capaces de "velar" hasta el fin del mundo, no
logran
permanecer ni siquiera una hora despiertos.
Y no es que Cristo haya llegado de improviso; aun estando advertidos, los tres
amigos se
dejan "coger in fraganti" en el sueño.
Y Jesús va hacia la muerte con una sensación de fracaso.
Por mucho que él acorte los tiempos, nuestro sueño logra siempre salirse con la
suya, la
espera.
3. "Simón, ¿duermes?..."
Si al menos hubiera esbozado una respuesta... Algo así como: "Señor, no puedo
más, ten
paciencia. Acepta mi pesadez como participación en tu drama. Solamente logro
estar cerca
de ti con el sueño...".
Quizás le hubiera gustado a Jesús al menos esta debilidad.
Puede ser que no pretendiese una prueba de fuerza.
Probablemente se habría conformado con una prueba de debilidad aunque
reconocida,
admitida, ofrecida.
Pero nada. Ni una palabra.
Silencio y sueño juntos para expresar la más fría "extraneidad".
4. "Simón, ¿duermes?..."
Surge la duda de si Pedro interpretó la frase como una aprobación benévola, como
una
expresión de ternura de Jesús para él.
Si quisiéramos ser crueles con él, podríamos decir que Simón tenía necesidad
urgente de
descansar después de la enorme fatiga de sus protestas de fidelidad perpetua y
para estar
preparado pocas horas más tarde para no conocer al Maestro...
En realidad, la negación comienza en Getsemaní. Ya aquí Pedro demuestra
claramente
no conocer al Maestro. A partir de este momento pierde de vista al Maestro.
Durante el proceso, su no-conocimiento tendrá lugar ante extraños.
Aquí, en presencia del interesado. ¡Hala! Un momento de sueño y Jesús se
convierte en
alguien con quien nada se tiene que ver.
De esta forma el canto del gallo no sirve para despertarnos sino para
recordarnos que no
deberíamos haber dormido.
La culpa no la tiene el sueño.
Pero sí el dormirse.
5. "Simón, ¿duermes)..."
Ya no lo llama Pedro, sino por su antiguo nombre.
Ha desaparecido el hombre-piedra.
No soy quién para afirmarlo. Pero tengo la impresión de que nos encontramos ante
un
mero recuerdo personal.
Debe de haber quedado dolorosamente impreso en la memoria de Pedro el momento en
que Jesús se dirigió a él con el nombre equivocado.
Que, en esta ocasión, resultó ser luego el auténtico...
6."¡Levantaos!"
El Maestro está de pie. Dispuesto a afrontar la prueba, pero también a
"anticipar" el
glorioso "levantarse" de la resurrección.
También los apóstoles son invitados a levantarse.
Pero cuando por fin logran hacerlo, he aquí que no están dispuestos a acompañar
al
Maestro ni a anunciar la victoria sobre la muerte, sino solamente a huir.
El estar de pie de Jesús indica su voluntad de "perder la vida".
El de los apóstoles, su intención de ponerse a salvo.
Podemos realizar todos los gestos necesarios de la mejor manera.
Pero no basta la posición del cuerpo. Al contrario, en ocasiones puede
significar
precisamente lo contrario de lo que debiera expresar.
No se puede engañar con los "signos".
Los mismos signos nos condenan.
7. Judas procura llevarse al Maestro "con una buena escolta".
Pero no es por maldad. Sino como medida preventiva. Por su propia incolumidad.
Judas teme por sí mismo.
Tiene miedo de encontrarse con él en cualquier parte. De verse obligado a
mirarle a los
ojos.
Ni siquiera es capaz de soportar la idea de poder encontrarse cara a cara con
aquel a
quien ha "entregado" con un beso "afectuoso".
La "buena escolta" tiene finalidad de hacer inofensivo no a un delincuente
especialmente
peligroso, sino a un inocente capaz de cualquier gesto.
En el fondo, Judas no podría sentirse seguro si supiese que su Maestro se
encuentra en
libertad. Pues sería capaz de salir a su encuentro ofreciéndole el perdón sin
condiciones.
8. "Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el templo, y no me
detuvisteis".
Jesús no acusa a sus enemigos por haber tardado tanto. Sino por no haber actuado
con
valentía. Por haber recurrido a complots y maniobras oscuras en lugar de a una
acción de
guerra abierta.
El quiere posturas claras.
O a favor o en contra. Con tal que sea a cara descubierta.
Tanto los apóstoles que primero duermen y luego huyen, como los enemigos que
recurren a una trampa para detenerlo son igualmente culpables de ambigüedad.
Estar con él y sin embargo estar lejos de él. Esto es tan grave como estar
contra él y
tener miedo de dar la cara.
El pecado de unos y de otros está en esconderse. -¿Dónde estás, Adán? Este es el
autentico pecado. Esconderse, no dejarse encontrar.
Se puede luchar contra Dios. No nos condena por ello.
Pero lo que nos califica ante él es la negativa a tomar postura, esperar que
alguien lo
"entregue" sin ni siquiera tener que preocuparnos por reconocerlo, pretender
"tenerlo en
nuestras manos" sin ajustar las cuentas con él.
9. Hemos insistido en la soledad de Jesús. Pero lo sucedido en Getsemaní nos
obliga
también a tomar nota de la soledad de los discípulos.
Desde el preciso momento en que "se separan" del Maestro (primero con el sueño y
después con la huida) son ellos los que realmente quedan solos.
Porque, en el fondo, la soledad consiste en negarse a andar el mismo camino de
Jesús.
10. El hombre de la sábana es el último discípulo. Un discípulo fallido. Un
iluso que creyó
poder seguir a Cristo confiando en su valentía personal, envuelto en la sábana
de su propia
fuerza.
Unos pasos y la sábana se queda sin dueño.
No es que haya llegado tarde. El ladrón llegará después de él y sin embargo
llegó a
tiempo.
Lo que pasa es que no pidió al Señor la gracia de seguirlo. Creyó
equivocadamente que
el seguimiento era una decisión personal, un asunto privado, que dependía de él
y no del
detenido.
Ahora tendrá que esperar.
Como don, si quiere, se le devolverá la sábana.
Dentro de poco la tumba estará vacía.
Volverá a tener su sábana, pero no será ya la suya.
Solamente entonces tendrá la seguridad de no haberla perdido por el camino.
Solamente cuando se está revestido de la fuerza de Cristo resucitado, el
seguimiento
deja de terminar en fuga.
La sábana que pensamos llevar con nosotros se pierde o nos la quitan sin
remedio.
Sólo la recibida como don pasa a ser realmente nuestra, intocable.
Seguimiento no es llevar algo consigo.
Si acaso, es perder algo.
Y dejarse llevar por alguien.
CONFRONTACIONES
El hombre vence cuando se somete a la voluntad de Dios
Se ha querido a veces, y no sin motivo, yuxtaponer la escena de Getsemaní a la
misteriosa lucha de Jacob con Dios de /Gn/32/23-33.
JACOB/LUCHA De un tiempo a esta parte Jacob se encontraba angustiado y ahora, en
plena noche, se encuentra solo.
Por más que haya sido objeto de las más consoladoras promesas divinas, ahora va
a
chocar continuamente contra renovadas dificultades: ¿es que Dios lo ha
rechazado? "En
esta noche de soledad, escribe el historiador G. Ricciotti, Jacob estuvo
oprimido por todos
estos pensamientos y su sensación de presión llegó hasta el punto de parecerle
una
verdadera agonía".
Existe una relación entre su prueba y la de Jesús. Que puede describirse así:
haciendo
uso de su propia libertad, puede el hombre en ocasiones entablar una lucha con
Dios,
como en el caso de Jacob y como en el caso de Jesús cuando en el huerto de los
Olivos
implora a su Padre.
Pero este combate debe terminar siempre con la sumisión del hombre a Dios y, por
consiguiente, con la victoria de Dios.
Lo cual, por otro lado, constituye realmente la verdadera victoria del hombre.
Y esto es lo que sucede con Jacob que lleva consigo el destino del pueblo
elegido: Dios
triunfa sobre él porque lo hiere en el muslo y lo bendice y, sobre todo, porque
cambia su
nombre por el de Israel, lo que significa apoderarse de su personalidad para
cambiarla.
Pero también Jacob resulta vencedor. A partir de entonces se apreciará en él un
"cambio
sorprendente: Jacob era el realizador complejo e inquieto; Israel será el
triunfador firme y
benévolo".
Lo mismo sucedió en Getsemaní. Es cierto que triunfó la voluntad del Padre. Pero
también Jesús, representante de toda la humanidad, consiguió triunfar
entregándose
libremente a esa voluntad. Y del mismo modo triunfan los hombres cuando usan de
su
libertad para entregarse a Dios" (A. Feuillet, L'agonie de Gethsémani, Gabalda).
Después del beso pueden apoderarse de él
La traición de Judas se consuma con un beso o abrazo de amistad, el saludo
característico del discípulo a su Maestro... En la capilla de los Scrovegni,
Giotto consigue
representar admirablemente este abrazo en contraposición al abrazo de la
Magdalena que
se encuentra en la pared opuesta.
El abrazo de Judas, envuelto en un hosco cielo partido por armas en movimiento,
está
representado como la sombra del manto oscuro que envuelve a Jesús, se apodera de
él y
lo aplasta, haciéndolo desaparecer.
En cambio, el abrazo de la Magdalena en un ambiente de aire luminoso mañanero
perdiéndose en el horizonte, se abre y se tiende hacia Jesús sin que sepa
claramente si
surge de sus manos abiertas o si se dirige a ellas, mientras están tendidas
hacia él que
parece rehuirlas para llevarla a las alturas hacia su persona tan blanca como un
alba
misteriosa.
El primer abrazo simboliza la violencia de la posesión que ahoga la vida. El
segundo, la
donación del amor que la hace germinar. Después de este beso, Jesús pasa a ser
un
prisionero. Se apoderan de él. Desde este instante su poderoso cuerpo queda
reducido a la
impotencia. Mientras antes operaba prodigios y era el sujeto de todas las
acciones, ahora,
en fuerza de la «posesión» y manipulado por sus enemigos, se convertirá en un
cuerpo
pasivo que ya nada realizará: sufrirá la pasión de todos los que ejercen la
«posesión» (Una
comunità legge il vangelo di Marco II, Bologna 1978).
La primera herida
A Judas no le será suficiente señalar con la mano a Jesús o distinguirlo por los
rasgos de
su cara o los colores de su manto...
...Es posible que, una vez junto al Maestro, se diera cuenta Judas de no poder
justificar
esa estúpida e ilógica cercanía sin concluirla con un beso...
...Esta boca que lo roza constituye el inicio real de la pasión de su cuerpo: es
la primera
brutalidad física. Ia primera herida (L. Santucci, Volete andarvene anche voi?,
1969).
La dirección contraria
«Cristo Jesús... aun siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo...» (Flp 2, 5-7).
A esta capacidad del Señor para abrirse al don de sí mismo corresponde el hombre
con
una sorprendente riqueza de actitudes contrarias. El vocabulario está lleno de
expresiones
significativas de nuestra capacidad de tomar y poseer. Sólo en la letra «a» nos
encontramos con: agarrar, acaparar, atrapar, arramblar, asir, aferrar,
apropiarse, arrogarse,
arrebatar...
La actitud contraria de Jesús lo expone al rechazo. Ya en Nazaret tratan de
desembarazarse de él despeñándolo desde el monte, pero esa vez consigue pasar
entre
ellos en dirección opuesta, que precisamente es... Ia suya: «pasando por medio
de ellos, se
marchó» (Lc 4, 30).
En el huerto, sin embargo, esta dirección contraria le es interrumpida: lo
detienen, lo
«arrestan». En el pasaje todos ponen un enorme interés en ser sí mismos y
mostrarse
como tales en la captura del Señor. Los que no intervienen directamente, huyen.
Y el único
que intenta hacerles frente, lo hace desafortunadamente.
En toda la acción, que termina precisamente con la captura de Jesús, los
posesivos
personajes de la narración, incluso el que intenta liberarlo con la espada, son
en realidad
poseídos. Su símbolo está en el beso de Judas, poseído por el demonio. Jesús es
la única
persona libre... Sus brazos están encadenados. El que aquí habla es un
prisionero, un
hombre cada vez más asediado y rodeado. Ya no podrá aferrarse a nada; y todavía
será
clavado en la cruz... Contemplando estas manos atadas, su voluntaria incapacidad
de
tomar y de abrazar, aumenta en nosotros el conocimiento de su ser divino y libre
en radical
oposición con nuestro ser (Una comunità legge il vangelo.... O. c.).
(·PRONZATO-3/3.Págs. 48-69)
..................
1. Sigo sustancialmente la posición de X.
L. Dufour en Face à la mort: Jesus et Paul. París 1979, 116 s.
2. Lucas se limita a la segunda parte (parenética), mientras Juan se refiere
exclusivamente a la primera (cris-
tológica). Marcos y Mateo han unido ambas tradiciones aunque con notables
diferencias desde el punto de
vista literario.
3-4
- PROCESO ANTE EL SANEDRIN.
CONFESIÓN DE JESÚS Y NEGACIÓN DE PEDRO
Mc/14/53-72
Mt/26/54-71 Jn/18/12-27
Muchos interrogantes
Normalmente, al llegar aquí, los comentaristas más autorizados se cruzan de
brazos y
advierten que el proceso de Jesús, especialmente ante el sanedrín, plantea un
cúmulo de
dificultades de todo tipo (histórico, judicial, teológico y político) y provoca
acendradas
discusiones entre los especialistas sin que hasta el momento se haya llegado a
conclusiones
seguras ni siquiera sobre los puntos más importantes.
Partamos, por tanto, de las dificultades y dudas que de ellas se derivan. Dado
el carácter
de esta obra, nos limitaremos a esbozarlas.
-Parece improbable la convocatoria nocturna del sanedrín. Como en otras partes
las
sesiones del tribunal tienen lugar durante el día. Además, ¿cómo se explica, si
se tiene en
cuenta lo imprevisto de la convocatoria, que en plena noche se obtuviera el
pleno de 71
personas?
-De acuerdo con el procedimiento procesual normal, una sentencia de muerte sólo
podía
dictarse después de un mínimo de dos días de debate y, en todo caso, nunca de
noche.
-Existen evidentes divergencias entre los sinópticos. Mc y Mt hablan de una
sesión
procesual nocturna «doblada» por una nueva reunión situada en la mañana. Lc sin
embargo, solamente constata una sesión de mañana ante el sanedrín. Y durante la
noche
sitúa exclusivamente la negación de Pedro y las burlas de los soldados.
-Una duda importante: ¿Es realmente seguro que las autoridades judías
defendieran
solamente el derecho a formular una petición de condena capital, reservando
siempre a los
romanos su ejecución?
La duda no es de poca entidad. Porque en el caso de que los judíos también
hubieran
podido proceder a la ejecución, toda la responsabilidad de la muerte de Jesús
recaería en
los romanos.
-Todo el asunto da la impresión de apresuramiento. Entre otras cosas porque
algunas
fuentes históricas presentan a Pilato como un tipo duro, obstinado, no demasiado
flexible y
difícilmente influenciable. ¿Cómo se explica entonces que cediera tan
rápidamente a las
presiones de las clases dirigentes judías?
-Una duda básica más: el sumo sacerdote califica de blasfemia una declaración de
Jesús
sobre su propia mesianidad que, de suyo, no sonaba a blasfema en el judaísmo y,
en
cualquier caso, ciertamente no merecedora de muerte. ¿Cuál fue en realidad el
delito por el
que Jesús fue condenado?
-Para terminar, ¿cómo puede relatarse una sesión sin la presencia de testigos
oculares?
(Y me parece que ésta es la dificultad menos consistente, porque olvida la
presencia de
hombres como José de Arimatea y Nicodemo. Y olvida igualmente el hecho de que en
una
sesión de decenas de personas los secretos tienen una irresistible tendencia a
salir
fuera...).
No es una crónica judicial
Después de haber esbozado los distintos problemas, tratemos de penetrar en los
propósitos de Mc.
Se impone una precisión de fondo.
Mc no hace una crónica judicial (pero tampoco se limita, como pretenden algunos
especialistas modernos, a un mero «despacho de agencia»). No sería el terreno
más
adecuado para quien quisiese reconstruir el preciso desarrollo del proceso en
sus diversas
fases. Para una investigación de este género Juan estaría en disposición, por
ejemplo, de
ofrecer más y mejores cosas.
Leyendo a Mc no se nos informa de cómo se han desarrollado las cosas, pero
captamos
el mensaje y el significado escondidos en el proceso judicial de Jesús.
Una vez más tiene una perspectiva teológica (o cristológica para mayor
exactitud) y
catequética. El relato del proceso tiene ya un matiz kerigmático.
En él podemos detectar tres elementos esenciales:
1. Todo se centra en torno a la pregunta del sumo sacerdote: "¿Eres tú el
Cristo, el Hijo
del Bendito? (o sea, de Dios)".
Por encima del significado que esta expresión pudiera tener para un judío, la
pregunta
retoma el tema de todo el evangelio de Mc, un tema declarado desde el principio:
"Comienzo del Evangelio de Jesucristo Hijo de Dios" (1, 1).
En boca del sumo sacerdote la pregunta tenía un simple significado mesiánico. Mc
la
utiliza, sin embargo, para expresar la filiación divina de Cristo, entendida al
estilo cristiano.
O sea que como hace notar P. Lamarche, hay que insistir más en el sentido que
esta
expresión tenía al escribir Mc que en el que le daba el sumo sacerdote.
Ahora bien, para los lectores cristianos, "el apelativo Hijo del Bendito, esto
es, Hijo de
Dios, sobrepasa el concepto mesiánico judío y remite a la realidad profunda de
Jesús, a su
relación exclusiva con Dios" (R. Fabris).
Con otras palabras, la pregunta incita a la comunidad cristiana, que está en
trance de
persecución, a pronunciar la profesión de su propia fe en Cristo, enviado de
Dios, Hijo de
Dios, Señor del mundo y de la comunidad.
En ningún otro pasaje, como en éste, el relato de Mc más que historia en sentido
estricto,
es kerigma, anuncio.
2. Este propósito es aún más evidente si se tiene en cuenta el particular método
con que
el evangelista lleva adelante al mismo tiempo el hilo de las dos historias: la
de Cristo y la de
Pedro. Ambos, Maestro y discípulo, sufren un interrogatorio. Y su comportamiento
es
radicalmente distinto. Cristo reconoce abiertamente su propia identidad. Pedro
declara no
tener nada que ver con el Maestro.
De este modo se sitúa a la comunidad frente al dilema de escoger entre la
profesión
valiente de fe, sin concesiones, y la infidelidad, entre salvar su propia vida
renegando de
Cristo y perder su propia vida por Cristo y por su evangelio.
3. El mensaje incluye esta anotación nada marginal: la suerte de Jesús ya se ha
decidido
anticipadamente, antes del proceso, convirtiéndose éste en un montaje para
salvar las
apariencias.
O sea, Jesús ha padecido una injusticia colosal por parte de quienes tenían la
pretensión
de juzgarlo. Es el justo inocente enviado a la muerte por la ceguera de los
hombres. Su
muerte no ha sido decidida después de un examen objetivo de los hechos, sino que
es fruto
de una prejuzgada actitud hostil para con él. Su muerte no es producto de
razones
motivadas sino de las pasiones de sus enemigos.
En el nudo de los problemas
No es el momento de ponernos a discutir ahora cada uno de los problemas
indicados al
principio.
Por ello voy a limitarme a algunas observaciones sin pretender, por supuesto,
solucionar
cuestiones más bien complicadas.
1. Todo ha sido preparado. Y, al menos en parte, esto justifica el precipitarse
de los
acontecimientos. Desde el momento en que Judas ofreció la posibilidad de echar
mano a
Jesús sin suscitar demasiadas sospechas, las autoridades judías no quieren dejar
escapar
esta oportunidad "favorable" y tratan de quemar etapas para evitar
complicaciones a su
plan.
Por este motivo puede considerarse plausible la convocatoria nocturna de los
miembros
del sanedrín en la casa del sumo sacerdote, si se acepta un acuerdo con Judas
sobre la
hora de la "entrega".
Tampoco cabe excluir la existencia de negociaciones previas con Pilato, a quien
se
habría "preparado" a conciencia, exagerando especialmente el peligro para el
orden público
que Jesús representaba.
2. No se dice que la praxis procesal seguida haya sido la codificada por los
fariseos.
Había también una legislación saducea con notables divergencias.
De todos modos, la garantía de los derechos del acusado no era ciertamente lo
que
preocupaba (de hecho no se escucha a los testigos de la defensa), sino dar una
apariencia
legal al proceso.
Por esta razón la sesión matinal del sanedrín podría incluso no constituir una
repetición,
sino servir al objetivo de guardar las formas.
Siendo así, por la noche habría tenido lugar una instrucción informal (que
encuentra en
Juan su equivalente en el interrogatorio de Anás).
Por la mañana, con una apariencia de legalidad, se hace la formulación precisa
de la
acusación y se lleva a cabo la devolución del imputado a la autoridad romana
"competente".
3. Si los judíos hubiesen ejecutado la sentencia y en base al cargo normalmente
imputado por ellos (blasfemia), Jesús tendría que haber sido lapidado.
Pero es probable que los jefes prefirieran que los romanos se hicieran cargo del
asunto
con el fin de que se impusiera al Maestro la crucifixión, considerada una pena
particularmente infamante y, en consecuencia, capaz de desacreditarlo
definitivamente con
la gente.
De este modo Jesús habría aparecido más como un delincuente común que como un
hereje.
De todas formas, resulta inútil repartir y "sopesar" con exactitud las
responsabilidades de
las diversas partes.
La muerte de Jesús nos compromete a todos.
Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad.
"...Pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública
infamia"
(Heb 6,6).
4. En cuanto al cargo de acusación creo que, independientemente de la expresión
utilizada, Jesús fue condenado, no por una sola declaración o pretensión, sino
por el
conjunto de sus palabras y gestos.
Su actitud ante la ley, el culto y el templo fueron los principales
determinantes de su
condena.
Jesús tenía la pretensión de poner otra autoridad. Sus comportamientos y su
enseñanza
constituían una constante amenaza para el "sistema religioso" existente, para
las
costumbres codificadas.
Por eso el "sistema" lo consideró un "blasfemo" y decidió eliminarlo.
Pero para romper la obstinación de Pilato había que dejar al margen el aspecto
religioso
del asunto y centrar todo exclusivamente en el factor "peligrosidad" para el
orden público de
alguien que se tiene por Mesías.
En esto los jefes judíos demostraron una gran habilidad. Su complot fue casi
perfecto.
El Sanedrín
Examinemos ahora más detalladamente el texto.
La reunión tiene lugar "ante el sumo sacerdote" a quien Mc no nombra y que debe
ser el
que entonces desempeñaba el cargo (Caifás). Es probable que la reunión tenga
lugar no
en la sede del tribunal, aneja al templo, ya que es de noche y está cerrado el
templo, sino
en la residencia del sumo sacerdote.
"Se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas" (v.53).
Se trata del sanedrín, la máxima asamblea legislativa y judicial de Israel, el
guía de la
nación en la práctica.
Recordemos las tres clases que lo componen.
Jefes de los sacerdotes: son la nobleza religiosa. A esta clase pertenecían el
sumo
sacerdote en ejercicio (que podía ser sustituido o destituido por el rey o por
el gobernador
romano), los ex-sumos sacerdotes que conservaban el título con otros muchos
privilegios y,
finalmente, los miembros de las grandes familias sacerdotales.
Los ancianos: son la aristocracia laica, formada esencialmente por ricos
propietarios
terratenientes.
Los escribas. El nombre indica simplemente gente que sabe escribir. Pero en
realidad
son laicos, con frecuencia de extracción social modesta, expertos en la ley y
teólogos. Son
los "doctores" que tantas disputas entablaron con Jesús.
Los falsos testimonios
El sanedrín busca pruebas que justifiquen una condena que en realidad hace mucho
que
ha sido dictada.
Para ello se necesitan falsos testimonios. La orquestación del proceso
manifiesta en este
punto un fallo manifiesto, claramente debido a la prisa. Para garantizar la
validez de un
cargo se necesitan al menos dos declaraciones concordantes. Sin embargo los
testigos
comparecientes se contradicen.
Trascendiendo el dato literal, es posible que Mc quiera insinuar que cuando se
está
contra la verdad resulta difícil ponerse de acuerdo y surgen las
contradicciones. No se
puede estar contra Jesús y decir al mismo tiempo la verdad. Testificar contra él
equivale a
ser testigos falsos.
Se decide por fin centrar las acusaciones en un punto concreto.
El tema del templo ha sido siempre un tema candente. Porque era el símbolo de
todo el
poder religioso y en torno a él se movían intereses de muy diversa índole.
Jeremías lo pasó muy mal cuando se atrevió a profetizar contra el templo. Estuvo
a punto
de costarle la vida, siendo salvado a duras penas por algunos amigos suyos
influyentes
(cap 6). Menos fortuna que él tuvo un cierto Urías de Kiriat-Iearim que había
proferido
idénticas amenazas pero que disponía de menos protectores que su predecesor. Por
eso
se puso a salvo estableciéndose en Egipto. Pero fue sacado de allí y llevado
ante el rey
Yoyaquim, quien lo acuchilló (Jr 26, 20-30).
Esteban también será acusado de ultrajar al templo (Hch 6, 13):
"Este hombre no para de hablar en contra del lugar santo y de la ley; pues le
hemos oído
decir que ese Jesús, el nazareno, destruiría este lugar y cambiaría las
costumbres que
Moisés nos ha transmitido".
Es verdad que Jesús había predicho la destrucción del templo, pero no había
afirmado
que lo destruiría él. Por eso es falso el testimonio de los testigos.
Había hablado más bien de un templo reconstruido en tres días (un tiempo
cortísimo) no
por manos de hombre, es decir, de un templo distinto, espiritual: su cuerpo
resucitado del
que brotará la vida. Y nuevo santuario sería igualmente la nueva comunidad
construida
sobre la piedra angular rechazada por los hombres (Observa P. Benoit: "Jesús...
quiere
decir que habrá un nuevo culto, una nueva era religiosa... Este punto de vista
para con el
templo encuentra eco en los contemporáneos de Jesús. Algunos sectores judíos más
evolucionados y espirituales soñaban con un futuro religioso mejor: esperaban el
día en
que desaparecieran el templo y la presente tosquedad del culto para dejar sitio,
en la era
escatológica, a un templo nuevo, celeste y espiritual. Se rebelaban contra el
sacerdocio de
Jerusalén escandalizados por el escaso espíritu religioso de las grandes
familias que
dirigían el culto y que ni siquiera pertenecían a la auténtica descendencia de
Aarón. Estos
sacerdotes puritanos, fervorosos y un poco sectarios se habían refugiado en el
desierto
abandonando el templo que juzgaban maldito. En sus escritos afirman que su
comunidad es
el verdadero santuario, el "Santo de los Santos", el templo viviente y
espiritual").
Parece, sin embargo, que se va dejando al margen el tema del templo. Dice P.
Lamarche:
"La declaración (la acusación relacionada con el templo) no tiene ningún influjo
en la
evolución del proceso. ¿Qué ha inducido a Mc a relatar este episodio a primera
vista inútil
en una narración tan sucinta como esta de la pasión? Cabe la sospecha de que lo
haya
hecho por razones teológicas.
En un momento tan trascendental como éste nos encontramos con el anillo de una
cadena que tiene que ver con el templo. Este tema, preparado por la purificación
del templo
y por el anuncio de su destrucción, volverá a aparecer, principalmente con
ocasión de la
muerte de Cristo, en las burlas de los presentes y en la mención del velo.
Estudiando este último pasaje podremos descubrir la relación que Mc ha querido
establecer entre el templo y el cuerpo de Cristo.
Constatamos aquí, por lo menos, la imagen de la destrucción del templo como
expresión
simbólica del fin de una alianza y como representación de la muerte de Cristo.
La
reconstrucción de un nuevo templo, no realizada por mano de hombre, nos remite,
en
cambio, a la resurrección de Cristo, principio de un mundo nuevo y fundamento de
una
nueva alianza que transforma las relaciones entre Dios y el hombre. He aquí el
telón de
fondo para el relato del proceso y de los insultos" .
La pregunta fundamental
El sumo sacerdote interviene para tomar personalmente las riendas del debate que
están
en peligro de romperse.
De las múltiples acusaciones se pasa a la acusación principal sobre la postura
de Jesús
frente al templo, para llegar de este modo a la pregunta fundamental sobre la
identidad del
imputado.
El proceso se simplifica y toma una dirección precisa. Fuera verdadera o falsa
la
intención de Jesús de destruir el templo, lo cierto es que tenía el proyecto de
construir otro
nuevo.
Pero, bueno, ¿quién eres? ¿quién te crees? "¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios
Bendito?"
(v. 61).
Ya hemos indicado que en el judaísmo el Mesías no tenía necesariamente
prerrogativas
divinas y mucho menos se le consideraba hijo de Dios en sentido estricto.
Jesús que hasta ese momento ha estado callado, toma ahora la palabra para
afirmar
expresamente: "Sí, soy yo" (v. 62).
Mientras en el relato de Mt encontramos una respuesta evasiva ("tú lo dices"),
aquí
estamos ante una afirmación categórica.
Llama la atención que Jesús proclame su propia identidad, precisamente en el
evangelio
del secreto mesiánico.
En realidad ahora, en el punto más bajo de la parábola del "anonadamiento", en
el cenit
de la debilidad y del fracaso, han desaparecido los peligros de equívoco sobre
el sentido de
su misión.
Y, a continuación, Jesús remite al futuro: "Y veréis...". Su poder se
manifestará en el
futuro cuando el hijo del hombre sea entronizado a la derecha del poder y venga
"entre las
nubes del cielo" (en Mc 13, 6 encontramos "sobre las nubes").
En el fondo Jesús precisa por última vez: Yo soy, pero no como os lo imagináis.
Y cita
dos textos: el salmo 109 ("Oráculo del Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha")
y una
expresión de Daniel 7, 13 ("aparecer sobre las nubes del cielo").
No es la primera vez que Jesús cita estos textos. El primero ya lo había usado
en su
última discusión con los escribas (Mc 12,36); y el segundo en el discurso
escatológico (Mc
13, 26).
En el segundo texto puede discutirse si la visión se refiere al hijo del hombre
que "sube
sobre las nubes" -como peldaños- para la entronización, para recibir de Dios el
poder, o si
"baja" hacia los hombres, en la parusía, para juzgarles. Es posible que Jesús
entendiese
ambos significados a la vez (exaltación por la resurrección, pero también
alusión a la
parusía).
¿Por qué blasfemó Jesús?
El sumo sacerdote se rasga las vestiduras y dice: "¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Habéis oído la blasfemia. Qué os parece?" (v. 63).
El gesto de rasgarse las vestiduras expresa indignación y horror.
Hay quien dice que en la túnica había ya un corte preparado para poderla volver
fácilmente a coser... Sea como fuere, lo cierto es que el sumo sacerdote grita
escandalizado por la blasfemia.
Pero ahora se plantea la pregunta: ¿dónde está aquí la blasfemia? Parece que en
el
judaísmo no era delito declararse mesías. A este respecto disponemos de
significativos
ejemplos. Bástenos citar los nombres de Judas, Atronge, Teudas, Bar Kosba,
individuos
todos que tuvieron un grupo de seguidores y cuyas empresas
mesiánico-revolucionarias
fracasaron miserable- mente, pero a los que nunca se acusó de blasfemos. A lo
sumo se
les consideró desequilibrados. Pero nada más.
P. Lamarche resume del siguiente modo las posturas de distintos investigadores:
"Algunos quieren descubrir la "blasfemia" en la oposición existente entre la
pretensión
mesiánica de Jesús y su desesperada situación. ¿Cómo puede proclamarse enviado
del
cielo un encadenado, un abandonado, un amenazado de muerte sin tomar el pelo a
Dios?
Para otros autores la respuesta de Jesús no comportaría blasfemia alguna: la
indignación
del sumo sacerdote sería solamente una comedia encaminada a mover al sanedrín a
condenar al acusado. A partir de idénticas premisas, es decir, de la
imposibilidad de
encontrar nada de blasfemo en la declaración de Jesús, otros críticos han sido
inducidos a
poner en duda la autenticidad de esta palabra".
El problema sigue abierto.
Es posible que el sumo sacerdote y el sanedrín hayan "leído" la afirmación de
Jesús en
clave de apropiación de prerrogativas divinas.
En realidad el salmo 109 (110) habla del rey davídico sentado a la derecha del
poder en
cuanto ejerce en la tierra el poder que Dios detenta en los cielos. Con otras
palabras: el
trono terreno del Mesías "representa" solamente el trono celestial de Dios. En
cambio,
Jesús parece atribuirse un trono celeste. (Cf. el reciente estudio de M.
Gourgues, A la
droite de Dieu. Résurrection de Jésus et actualisation du psaume 110:1, dans le
nouveau
testament, 978,143 s. He aquí su interesante conclusión: "El judaísmo no
considera
blasfema la pretensión de ser el Mesías. De la misma forma, aplicar a un hombre
la
invitación del salmo no planteaba ningún problema, porque el sentarse a la
derecha de Dios
era entendido como un sentarse terreno. Pero todo cambia desde el momento en que
se
adivina en él un sentarse celeste.
Y entonces se hace completamente comprensible que el pretendiente a una realidad
así
sea tachado de blasfemo. Otro pasaje de los sinópticos precisa el sentido de la
acusación:
en Mt 9, 3 Jesús es igualmente acusado de blasfemia... por atribuirse un poder
(perdonar
los pecados) que pertenece exclusivamente a Dios...
Ahora bien, si Jesús manifiesta su pretensión de que debe realizarse realmente
en él ese
sentarse a la derecha de Dios del salmo 110, 1 en el sentido de un sentarse
celeste, se
atribuye ni más ni menos que una prerrogativa de Dios y profiere, por tanto, una
blasfemia.
Reinar en el cielo es propio de Dios. Es inadmisible afirmar que alguien más
pueda gozar
de este privilegio. Nadie, ni siquiera el mesías, debería ser igual a Dios...".
Por si fuera poco, al aludir al hijo del hombre que viene entre las nubes,
Cristo invierte la
situación actual: de acusado se convertirá en juez de sus propios jueces. Y esto
les
resultaba intolerable y ofensivo.
La blasfemia no está, por consiguiente, en declarar "yo soy Hijo de Dios" (una
afirmación
sobre la que podía discutirse), sino en la pretensión de ejercer poderes
divinos. Una
pretensión tanto más absurda cuanto que Jesús se encuentra en una situación
desesperada (en la que, en su mentalidad, no puede gozar en absoluto del poder
de Dios)
y se ha mostrado amigo de los pecadores y misericordioso con ellos hasta llegar
a sentarse
a su mesa.
Jesús es un blasfemo porque todo su comportamiento de presunto enviado de Dios
está
en contradicción con la imagen que los jefes religiosos tienen de Dios. "Esta
imagen de un
Dios misericordioso hasta la debilidad constituye para ellos algo de blasfemo"
(P.
Lamarche).
"Todos juzgaron que era reo de muerte" (v. 64). No estamos todavía ante una
verdadera
y auténtica sentencia. Esta se dictará por la mañana.
Todos los miembros del sanedrín están de acuerdo en pedir la muerte del Rabbí de
Nazaret.
Silencio y palabra
A lo largo de todo el interrogatorio, la actitud de Jesús oscila entre el
silencio y la
palabra.
Jesús calla ante las falsas acusaciones. No responde a los falsos testimonios.
"¿No respondes nada?"... Pero él seguía callado y no respondía nada (v. 60-61).
Este silencio deja entrever ya un resquicio de su identidad: "...No abrió la
boca. Como un
cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan
está muda,
tampoco él abrió la boca" (/Is/53/07).
San Pedro dirá: "... el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al
padecer, no
amenazaba, sino que se ponía en manos de aquel que juzga con justicia" (1 P 2,
23).
H. Schlier comenta de esta forma: "En el silencio frente a la falsa acusación se
manifiesta
la obediencia de su amor, obediencia que carga también con la mentira de los
hombres
para llevarla en su lugar.
Jesús no discute. A las acusaciones, incluso a las falsas acusaciones, responde
con el
silencio. Y su callar es elocuente. Dice que aquí sufre el siervo de Dios".
No es el suyo el silencio de la protesta, sino el del amor.
No es el silencio de la amargura y del resentimiento, sino un silencio oblativo,
sacrificial.
En el fondo, Jesús ha venido para cargar sobre sí la acusación.
Pero por encima del silencio, está también la palabra reveladora de su
identidad,
inmediatamente después de la pregunta expresa del sumo sacerdote.
Continúa H. Schlier: "Lo que según Mc 1,11 manifestó sobre él la voz del cielo:
"Tú eres
mi Hijo muy amado; en ti me complazco", es retomado ahora por Jesús en su
impotencia,
cuando todo parece contradecirlo, y lo confiesa ante sus jueces... El pobre
misionero,
desposeído de todo poder y entregado a sus jueces que ya han decidido la
sentencia en su
corazón, afirma ser el hijo del hombre, señor y juez" .
Sirviéndose también de la palabra, Jesús retoma el tema del "siervo de Dios" que
"prosperará, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera.
Así como se asombraron de él muchos -pues tan desfigurado tenía el aspecto que
no
parecía hombre ni su apariencia era humana- otro tanto se admirarán muchas
naciones;
ante él cerrarán los reyes la boca..." (Is 52, 13-14).
El mensaje para la comunidad cristiana es claro: Jesús es el Señor precisamente
cuanto
todo parece indicar lo contrario.
El "poderoso" es el que se entrega inerme en manos de sus enemigos, el que no se
defiende ante los jueces y calla ante las acusaciones.
Y el que, cuando habla, otorga a sus adversarios el motivo jurídico para
condenarlo a
muerte.
El silencio y la palabra forman parte del testimonio cristiano.
La verdad lleva al Calvario y a la resurrección.
Los ultrajes
"Y algunos se pusieron a escupirle..." (v. 65).
Una escena brevísima, pero rebosante de significado.
Las mismas personas que decretaron la muerte de Jesús se prestan a un
espectáculo
vulgar y malvado más bien propio de la soldadesca.
Más tarde se unirán los siervos.
Según Mc son, por consiguiente, los jefes, personas respetables, quienes escupen
a
Jesús.
Hemos de tomar inmediatamente nota de esta conclusión: aquellos irreprochables
jueces,
después de haber guardado las apariencias legales durante el proceso, dejan
ahora paso
libre a sus auténticos sentimientos para con Jesús. Lo que demuestra que el
juicio anterior
no había sido totalmente imparcial sino fruto de prejuicios y odio.
A las bofetadas y los golpes (probablemente golpes con la mano y luego con los
puños)
viene a añadirse un desagradable juego: se le vendan a Jesús los ojos. Y a
continuación se
le pide que adivine, que haga de profeta.
¿Que adivine qué? Mc se olvida de decirlo.
Pero probablemente: ¿quién te ha pegado? Existen muchas interpretaciones de este
episodio. Pero parece importante que se capte el significado funda- mental de la
escena: el
Cristo mofado es el profeta por excelencia, el que habla en nombre de Dios. El
Cristo con la
venda en los ojos es el que desvela el rostro del Padre.
"De esta forma el Jesús golpeado, maltratado, que se deja abofetear, es la
imagen
perfecta del Padre. Y esta revelación en acto es la que ilumina con luz nueva
las relaciones
entre Dios y el hombre, y anuncia y posibilita la salvación. Y esta revelación
es tan
desconcertante que no hay que escandalizarse si, después de diecinueve siglos de
cristianismo, se encuentra enterrada y escondida bajo el suntuoso revestimiento
de una
enseñanza sobre Dios más filosófica, moral y religiosa que auténticamente
cristiana".
El discípulo también bajo proceso PEDRO/PASION-J:
Paralelamente al proceso de Jesús se desarrolla el del discípulo, si bien con
modalidades
y consecuencias distintas.
El episodio es sin duda histórico. Resulta difícil imaginar que la iglesia haya
podido
inventar un hecho tan "escabroso", cuyo protagonista es un personaje de relieve
y muy
respetado. A no ser que la primitiva comunidad cristiana tuviera marcadas
tendencias
autolesivas, naturalmente... O que se impusiera un fuerte partido antipetrino
(lo que debería
probarse). Entre otras cosas, Mc es un fiel discípulo de Pedro y no habría
recogido una
calumnia de este género, si de calumnia se hubiera tratado.
En realidad Pedro, que se ha recobrado del sueño y ha recuperado algo de la
osadía de
su temperamento generoso, acaso recordando sus tan seguras promesas de
fidelidad,
intenta no perder de vista al maestro, aunque manteniéndose a una prudente
distancia de
los guardias para evitar complicaciones.
Pero el mismo fuego que dentro del patio le sirve para calentarse, sirve también
a una
criada para observarlo con atención.
Y así comienza un molesto interrogatorio que Pedro trata de evitar fingiendo
primero
estar en las nubes ("ni le reconozco ni sé de qué me hablas") (v. 68) y
alejándose después
hacia el atrio exterior del patio, desde donde puede seguir el desarrollo de los
hechos sin
comprometerse demasiado.
Pero la criada es tan implacable en su investigación y denuncia que encuentra
incluso la
confirmación de los presentes, que no tienen duda alguna sobre la procedencia de
Pedro
(aunque no se nos concreten los indicios por los que conocen que es de Galilea,
quizás por
el vestido).
Estamos ante una triple negación de Pedro. La última acompañada de juramento.
La expresión "imprecar" significa "maldecir" (a alguien o a sí mismos). En
realidad Pedro
llega a decir: "Que Dios me maldiga si conozco a este hombre".
"Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez" (v. 72). Algunos manuscritos no
recogen el primer canto del gallo.
Entonces Pedro se acuerda de la palabra de Jesús que había predicho su caída, su
negativa a dejarse mezclar en el asunto de su Maestro.
"Y rompió a llorar" (v. 73). Como ya hemos advertido, el primer verbo es
susceptible de
diversas traducciones. Teofilacto propone la siguiente: "habiéndose cubierto la
cabeza...
lloró". Por tanto, se habría tapado la cara con el manto o con un velo. Como si
quisiera
significar su vergüenza.
Igualmente significativa es la traducción que se ajusta al sentido literal de
"lanzarse de
cabeza a hacer algo". O sea, en ese momento, Pedro explota en sollozos. Es lo
más
urgente que tiene que hacer.
Creo que el significado del episodio para la comunidad cristiana, que no ha
podido dejar
de recogerlo, tiene tres aspectos:
1. Cualquiera puede pedir a un discípulo cuentas de su fe. Y el cristiano debe
responder
y dar testimonio incluso ante la persona más insignificante, y no solamente en
las grandes
ocasiones y en los ambientes más cualificados.
2. La comunidad no puede considerarse inmune, "garantizada" de caídas y
compromisos
desde el momento en que hasta el jefe ha capitulado de una forma tan poco
gloriosa.
El reconocimiento humilde de la propia debilidad vale más que todas las
altisonantes
declaraciones de valor y fidelidad.
3. "Cuando Dios espera el testimonio de un discípulo, la negativa a darlo se
convierte en
culpa" (E. Schweizer). Y lo único que puede hacerse es llorar, no justificarse.
PROVOCACIONES
1."Pedro lo siguió de lejos".
Ha comenzado ya la negación; más aún, se ha consumado.
"Seguir" y "de lejos" son dos términos antitéticos e irreconciliables cuando se
trata del
Maestro.
Más que seguir, se abre una distancia.
Más que estar detrás, se toman las distancias.
Dentro de poco, en el interrogatorio realizado por la petulante criada alrededor
del fuego,
Pedro dejará exteriorizar el alejamiento que ya ha tomado cuerpo dentro de su
alma. Seguir
a Cristo "de lejos" tomando las debidas precauciones, equivale a no reconocerlo.
Traición no es sólo darle la espalda. Puede ser también la pretensión de
engañarse a sí
mismos y a los demás con una fidelidad externa que intentar evitar tanto
perderlo de vista
como comprometerse por él.
De hecho, Pedro no quiere problemas: ni por parte de Cristo, ni por parte de sus
enemigos. Algo imposible.
2. Judas ha entregado al Maestro en manos de sus enemigos (he aquí la traición).
Pero
Pedro y sus compañeros en fuga se lo han dejado.
3. "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia".
Tratándose de Cristo es inútil preocuparse por encontrar testigos falsos. Bastan
sus
palabras para condenarlo. Lo que dice ahora, en este preciso instante.
No es necesario atribuirle quién sabe qué culpas.
La auténtica e imperdonable culpa no está en lo que hagamos decir sino en lo que
él
verdaderamente dice.
El evangelio es el más grande cargo contra él.
No puede ser más que culpable.
Culpable porque, a la luz de lo que ha dicho y de lo que dice ahora y aquí, nos
sentimos
culpables.
4. Es realmente impresionante el cuadro que presenta Mc.
Esos individuos mesurados que siguen el procedimiento e interrogan, juzgan, se
escandalizan y condenan, son los mismos que se entregan sin control a un vulgar
juego de
cuartel contra el imputado.
No se trata de dos momentos, de dos actitudes distintas. Como si una vez dejada
la
severa toga del juez, determinados hombres puedan abandonarse a los más
estúpidos
instintos.
Mc nos da a entender que se trata de la misma postura de fondo.
La postura del desprecio.
Los insultos, los esputos y las bofetadas se enmascaran bajo el envoltorio de la
severa
aplicación de la ley y del reglamento, bajo la cobertura de la preocupación por
la gloria de
Dios.
Algunas veces se topa con individuos que juzgan todo y a todos.
Nada ni nadie está a cubierto de sus implacables condenas.
Pero te das cuenta, primero con estupor y luego con desagrado, que bajo palabras
y
razonamientos irreprochables, se esconde algo sospechoso, algo deshonesto.
Y son injustos precisamente por tener razón.
Porque se sirven de la ley para ocultar el desprecio que sienten por el otro.
Solamente puede estarse de parte de la ley si no se está contra nadie.
5. "Adivina".
Necesitamos que tengas la venda bien apretada en tu cara.
Por eso te la hemos puesto.
Es nuestra obra de piedad. Para con nosotros mismos, no para el condenado.
Queremos poder seguir con nuestro malvado juego sin tenernos que encontrar con
tu
mirada.
Necesitamos anestesia para hacer el mal.
Esa venda, entre otras cosas dice mucho de nuestro coraje.
Nos da seguridad.
Así estamos seguros de que no ves de dónde viene el golpe.
Y no nos damos cuenta de que tú deberías ver.
No se trata de "adivinar" al culpable.
Si no de saber a quién vas a conceder tu perdón.
6. Bien pensado, es verdad que Pedro ha sido sincero al jurar: "¡Yo no conozco a
ese
hombre de que me habláis!".
En realidad al Cristo humillado, rechazado, condenado, llevado hacia la muerte
nunca lo
ha conocido, nunca ha querido reconocerlo.
Jamás ha compartido la elección de ese camino.
El aceptaba otro Jesús.
Con éste no ha estado nunca de acuerdo.
Estaba dispuesto a seguir al Jesús de los milagros, de las curaciones, de las
revelaciones excepcionales, pero no a este hombre que se esconde, que no se
defiende,
que se deja procesar y burlar.
¡Vale ya! Demasiado fácil cebarse en Pedro.
Pero yo obro peor que él.
Aun negando a su Maestro, Pedro por lo menos ha sido sincero, incluso honesto.
Yo puedo afirmar solemnemente que conozco a este hombre (¡como no me complico la
vida con ello!). Y, sin embargo, doy un testimonio falso.
Porque no acepto su camino.
La falsedad más colosal, la más grande impostura es ésta: afirmar que estás de
parte de
Cristo y no tener nada que ver con él.
Es decir, reconocerlo pero guardarse bien de parecerse a él.
7. "Y rompió a llorar".
Lo contrario a la debilidad no es la fuerza sino el reconocimiento de la culpa.
Lo contrario a la cobardía no es el valor sino el llanto que deja entrever, por
encima del
ilimitado horizonte de la propia miseria, la posibilidad del perdón.
CONFRONTACIONES
La iglesia no se apoya en hombres de piedra
El jefe de los apóstoles ha vivido esta hora oscura, el hombre de piedra ¡ha
estado tan
débil y tan blando! Pero entonces se sabía que los apóstoles no eran ni santos
ni héroes
sino solamente servidores, enviados, solamente pecadores justificados,
semejantes a todos
los demás hombres. Se sabía que la iglesia no está fundada sobre hombres de
piedra o
sobre héroes, sino solamente sobre Cristo, y que la caída y el pecado de los
hombres de
Dios lo que hacen es poner en evidencia el poder de la gracia (G. Dehn, Il
Figlio di Dio,
1950).
No basta con matarlo; hay que mandarlo al infierno
Ahora que Jesús está en prisión, ¿qué hacer con él? Lo primero que se le
ocurriría a un
bandido sería asesinarlo y arrojar a un pozo su cadáver.
Pero los enemigos de Jesús no eran bandidos. Eran la élite intelectual, social,
religiosa y
política de Israel, eran ese tipo de gente que abarrota las academias, los clubs
mundanos,
las tribunas oficiales en todas las manifestaciones importantes, los salones, en
fin, gente
cuya invitación a cenar en la ciudad se consideraría un honor. Todavía más, eran
hombres
demasiado inteligentes y avezados a sopesar todas las posibles consecuencias de
cada
uno de sus actos.
Habían logrado echar mano a Jesús. Bien. Pero ahora no había que contentarse con
matarlo; había que mandarlo al infierno. No les bastaba con desembarazarse de
Jesús:
sobre todo había que marcarlo con una infamia ante los ojos de todo el mundo y
no con una
infamia cualquiera sino, en una nación teocrática y religiosa como Israel, con
la infamia
sagrada y ritual (R.-L. Bruckberger, La storia di Gesù Cristo, 1967).
Este hombre a quien desconocemos
Jesús es "este hombre" a quien desconocemos, a quien nunca llegaremos del todo a
comprender, a quien sentimos miedo de aprender a "conocer".
"Este hombre" es realmente el Hijo de Dios.
Descubrir esta verdad, como Pedro, en las lágrimas del arrepentimiento, al final
de
nuestra noche de compromisos y defecciones, o en la fatiga, al término de
nuestra jornada
de mentiras y crímenes, significa confiarse al amor misericordioso del Señor.
No sabemos lo que pedimos cuando le rogamos poderlo seguir; no sabemos lo que
hacemos cuando lo clavamos en la cruz. Y esta incomprensión abre en nosotros un
espacio
a la revelación de Dios. La voz de Jesús, convirtiéndose en la nuestra, es más
fuerte que la
nuestra; la declaración del Mesías ante el sanedrín se había transformado en
negación en
boca de Pedro, porque se empeñaba en repetirla con sus propias fuerzas; la larga
agonía
del crucificado se transforma en un grito de fe en los labios del centurión,
porque consiente
verse involucrado personalmente en ella. Del mismo modo la buena noticia ha de
proclamarse a todas las gentes, pero nosotros deberíamos limitarnos a repetir
sus palabras:
"No seréis vosotros quienes habléis, sino el Espíritu Santo".
Jesús será siempre el objeto de nuestra negación, pero también de nuestra fe
perdonada. Esta es la poco confortadora, pero envidiable situación del
cristiano: que se
encuentra entre la crisis de la fe que nos hace rechazar el seguimiento por
demasiado duro,
y el grito de la fe que nos lleva al compromiso por encima de nuestras fuerzas
(J.
Radermakers, Il evangelo di Gesù secondo Marco, Bologna 1974).
(·PRONZATO-3/3.Págs. 72-88)
3-5
- JESÚS ANTE PILATO:
INTERROGATORIO, CONDENA E INSULTOS
Mc/15/01-20
Mt/27/01-02 Mt/27/11-31
Lc/23/01-06 Lc/23/13-25
J/PILATO
La entrega a Pilato
Después del proceso judío -"legalizado" por la sesión matinal del sanedrín- he
aquí el
proceso romano.
Y en él persiste una pregunta central: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Durante el traslado desde el sanedrín al palacio del procurador se ha cambiado
el cargo
acusatorio.
Pues la clase dirigente no podía sostener frente al funcionario romano la
acusación de la
apropiación por Jesús del título del hijo del hombre.
Pilato no debía tener mucha familiaridad con las Escrituras y, en particular,
con el libro de
Daniel y era poco probable que le picara la curiosidad de dedicarse a su
lectura.
Era evidente que el procurador romano no iba a meterse en disputas religiosas.
He aquí que el hijo del hombre llega entonces a Pilato como "rey de los judíos"
o,
implícitamente, como un sedicioso, como alguien capaz de provocar desórdenes e
incluso
insurrecciones populares. "Rey de los judíos" pudiera ser quizás la traducción
inexacta, pero
comprensible para Pilato, del título de "Mesías" (Cristo).
En otras palabras: los jefes de los sacerdotes habían intuido perfecta- mente
que a Pilato
únicamente podría interesarle el aspecto político del asunto. De hecho, así fue.
En el relato de Mc hay dos polos: "rey de los judíos" y "jefes de los
sacerdotes". Ambas
expresiones se repiten cuatro veces.
Pilato se da cuenta de lo que se oculta tras el asunto de que debe ocuparse: la
envidia (v.
10). Y esa hay que atribuirla a los sumos sacerdotes, no a la gente.
Quizás tenga razón Bruckberger al definir el segundo proceso como un proceso "de
cara
a la galería".
En realidad Jesús es condenado dos veces por distintos motivos.
El primer proceso ha sido un asunto interno de Israel.
El segundo refleja las preocupaciones de un funcionario de Roma.
De todas formas, tanto desde un ángulo religioso como desde un ángulo político,
Jesús es
eliminado porque constituye un motivo de preocupación para los "responsables".
Es un
perturbador.
El relato puede dividirse en cinco partes:
- entrega a Pilato (v. 1)
- interrogatorio (2-5)
- trueque con Barrabás y liberación de éste (6-15)
- condena a muerte de Jesús (v. 15)
- burlas de los soldados (16-20).
Aunque incurriendo en alguna inexactitud, P, Benoit hace notar el gran mérito de
Mc en
hacernos captar con su tiempo "esencial" los principales momentos del drama.
Así el tema del "rey de los judíos" se desarrolla ahora de forma coherente
dentro de su
paradoja. A Jesús se le acusa de esto. Y al final, después de la condena, se le
coronó y se
le conceden honores reales, aunque sea de burla. Es decir, sólo burlescamente
Jesús es
reconocido rey.
Un cierto embarazo en la respuesta de Jesús
Desde el punto de vista literario, Mc incurre en algunos fallos.
Por ejemplo la pregunta del v. 2 ("¿Eres tú el rey de los judíos?") sería más
lógica
después del v.5, o sea, después que Pilato ha escuchado las acusaciones y no
antes. Pues
no puede haberse inventado él ese delito, sino que debe habérselo oído a los que
acusan
al prisionero.
Igualmente sorprende bastante el "de nuevo" del v.1, ya que nada se dice de que
antes
ya haya pedido el pueblo a grandes gritos la crucifixión.
Se sabe que Pilato fue gobernador de Judea desde el 26 al 36 después de Cristo.
Era poco bien visto por los judíos, y no sólo por ser la personificación del
poder romano,
sino por sus hechos decididamente impopulares e incluso provocadores. Como
cuando
cogió del tesoro el dinero necesario para la construcción de un acueducto,
provocando una
sublevación ahogada en sangre por el procurador. En Lc 13, 1 se recuerda otra
intervención brutal y sacrílega suya.
Su carrera se verá truncada por un infortunio, debido probablemente a exceso de
celo. Al
pasarse en su crueldad con los samaritanos, intervino Vitelio, legado imperial
de Siria, para
destituirlo y enviarlo a Roma.
Desde este momento se le pierde de vista.
Su nombre aparece en los Anales de Tácito (XV, 44) relacionado con la ejecución
de
Jesús.
Se le atribuye un escrito apócrifo titulado "Carta de Pilato" dirigida a
Claudio. En la Edad
Media circulará igualmente su presunta "Correspondencia con Tiberio".
Del relato de Mc se extrae la conclusión de un hombre ambiguo, mediocre,
indeciso y
oportunista, cuyo lema podría ser "pocas historias" y cuyo programa puede
resumirse en su
preocupación fundamental por "no tener problemas".
El procurador romano residía habitualmente en Cesárea, una localidad balnearia
que se
asoma al Mediterráneo. Subía a Jerusalén, probablemente sin excesivo entusiasmo,
en las
grandes festividades judías para garantizar el orden público y prevenir
revueltas
populares.
Ni siquiera se precisa el lugar del interrogatorio. Con toda probabilidad en la
torre
Antonia, la fortaleza que dominaba la explanada del templo desde la esquina
noroeste y en
la que estaban ubicadas la guarnición romana y la cárcel judicial. P. Benoit se
inclina, en
cambio, por el viejo palacio de Herodes, situado al oeste de la ciudad, como
sede del
Pretorio del que habla el Evangelio.
"¿Eres tú el rey de los judíos?" (v.2).
En realidad nadie podía ser rey de los judíos. En efecto, el título permitido
por los
ocupantes era el de "tetrarca". Pero los romanos toleraban que el pueblo
continuara
llamando "rey" al tetrarca que había jurado fidelidad al emperador y que era
poco más que
un personaje decorativo.
Esta vez la respuesta de Jesús no es tan clara como la dada al sumo sacerdote.
Se limita
a afirmar: "tú lo dices". Que puede ser lo mismo que: "como tú quieras".
Se tiene la impresión de un cierto embarazo. Jesús se da cuenta de que, con ese
término, Pilato entiende algo distinto a lo que entiende él.
Por ello no puede dejar de responder, pero usa una expresión que subraya cómo
juez y
acusado se están moviendo en dos lineas diversas e irreconciliables.
Anota justamente Schweizer: "Toda la sección se preocupa exclusivamente por el
inerme
silencio de Jesús frente a todas las preguntas de Pilato, a todas las sutiles
declaraciones
de culpabilidad promovidas por los jefes de la política religiosa y a todo el
ruido del
populacho. De este modo se proclama la consciente y voluntaria pasión de Jesús".
La gracia para Barrabás
Al llegar aquí hay un intermedio en el relato del interrogatorio.
Pilato propone al pueblo, que ha subido a pedir la concesión anual de gracia
para un
prisionero político, la liberación del "rey de los judíos".
Pero la multitud, instigada por los sumos sacerdotes, pide la libertad del
terrorista
Barrabás y la crucifixión de Jesús.
La costumbre de la amnistía pascual se basaría en el recuerdo de la liberación
de la
esclavitud de Egipto (y supondría el reconocimiento implícito de la tiranía de
Roma sobre
los judíos), pero ningún documento histórico romano ni judío lo confirma.
Lagrange discute si se trata de la "abolitio", previa a la condena, o de "indulgentia"
que es
una verdadera gracia. En el caso de Jesús estaríamos claramente ante la abolitio
por no
haberse pronunciado todavía condena alguna.
Transcribo a continuación dos opiniones opuestas sobre la historicidad del
episodio.
E. Schweizer: "Es muy improbable la existencia de la costumbre de poner todos
los años
en libertad a un detenido... Desde un punto de vista histórico el relato
difícilmente es exacto
incluso en los detalles. El ofrecimiento de liberar un detenido (v. 9) antes de
haberse
dictado la sentencia o hasta antes de haberse planteado el problema de su
culpabilidad, es
una bofetada al procedimiento procesual romano.
Más verosímil y admisible es un caso aislado de gracia, narrado para
contraponerlo a la
condena de Jesús haciéndola aparecer todavía más dura e incluso quizás para
indicar el
carácter sustitutivo de la pasión de Jesús: el homicida queda en libertad,
mientras el Hijo de
Dios carga con la pena".
R.Schnackenburg: "...Habrá que cuidarse de emitir juicios apodícticos en este
terreno.
Pilato, frío calculador y hábil político, ante la persistente y obstinada
resistencia de los
judíos, podía muy bien haber tomado la decisión de sacrificar a la voluntad
popular un
judío, que al fin y al cabo había sido acusado de sedición. En este aserto
merece en cierto
modo credibilidad el relato de Jn para el que Pilato había sido objeto de una
presión política
(Jn 19, 12s)".
Creo que la posición de este último lleva al reconocimiento de la historicidad
del episodio
que Barrabás protagoniza sin llegar a probar, sin embargo, la costumbre anual de
la
amnistía. Se trataría a lo sumo de una iniciativa personal de Pilato dentro de
sus poderes
facultativos. Y punto.
Personalmente me limito a dos observaciones:
1. La circustancia de la amnistía pascual podría deducirse del hecho de que
tanto Pilato
como los miembros del sanedrín hayan tenido la misma idea, si bien con distinto
fin y por
diferentes motivos.
El procurador veía en ella una escapatoria para sustraerse a la desagradable
función de
juez.
Los jefes de los sacerdotes, previendo la jugada de Pilato que habría condenado
al
fracaso todo su plan, instigaron a la multitud a pedir la acostumbrada gracia,
pero
anticipándose a hacer circular el nombre de Barrabás para evitar que el
gobernador se les
adelantara y los pusiera ante un hecho consumado: la liberación del "rey de los
judíos".
2. La contra-posición Barrabás-Jesús puede también justificarse en el sentido
siguiente:
aquel "hijo de padre desconocido" era un símbolo de la resistencia al ocupante
romano,
mientras que Jesús habría defraudado las aspiraciones nacionalistas de su gente.
El inocente condenado
De Barrabás nada se sabe si exceptuamos lo que dice el evangelio.
Su nombre puede significar "hijo del Maestro" (Bar-Rabba) o "hijo del Padre" (Bar-Abba).
Y en este sentido también Jesús sería "Barrabás".
Pero es posible que la segunda etimología a que nos referimos deba entenderse en
el
sentido del "hijo del padre", es decir, hijo de padre desconocido para referirse
a un
desbandado, un "estúpido".
De todos modos es el terrorista quien consigue la amnistía en lugar del "rey de
los
judíos"' La gente (pero no generalicemos: trata de la gente de Jerusalén, muy
distinta de la
de Galilea; y, además, de una parte de ella, maniatada y dirigida por los
jerarcas religiosos)
pide a grandes gritos la crucifixión de Jesús. Es la primera vez que aparece en
el evangelio
la hostilidad de la gente para con Jesús. Al contrario, hasta ahora la simpatía
popular era
un elemento que obligaba a los jefes a ser prudentes en la realización de su
plan.
Pilato tergiversa, discute, negocia, se toma tiempo pero, al final, capitula
ante la
multitud.
Y esto sorprende bastante si es verdad que se trataba de un tipo poco
impresionable y
capaz de acciones provocadoras. Pero quizás el procurador romano quería hacerse
perdonar algunas cosas por los judíos. Y ha querido saldar cuentas de este modo.
Pero no sin haber antes emitido, a su manera, un veredicto de inocencia sobre
Jesús:
"Pero ¿qué mal ha hecho?" (v. 14). No es una declaración explícita de inocencia,
es sólo
una pregunta, pero es lo más que cabe esperar, dadas las circustancias, de un
individuo
como Pilato preocupado de tener en cuenta tantas cosas. Del mismo modo su
"extrañeza"
ante el silencio del imputado (v. 5) constituía en el fondo una especie de
homenaje a la
dignidad de Jesús.
"...Después de azotarle" (v. 15). Mc se contenta con esta rapidísima alusión a
la
flagelación. Este atroz castigo constituía, paradójicamente, un acto de piedad
para con los
condenados. Como la muerte por crucifixión era desgarradoramente larga, los
desgraciados
condenados a ella eran flagelados con anterioridad hasta perder sangre para
debilitarlos y
hacerlos... menos resistentes a la muerte que de esta forma llegaba más
rápidamente y
que, en algunos casos, sobrevenía incluso en el transcurso de este prólogo
cruel.
Al final Pilato da la impresión de tener prisa. Prisa de "cerrar" este caso, que
al principio
había intentado eludir. Hecha contra sus deseos la elección entre Jesús y
Barrabás, quiere
terminar cuanto antes con este desagradable asunto. Y su prisa coincide con la
de los
judíos, que quieren celebrar tranquilamente "su" pascua después de haber
terminado con el
"perturbador". Evidentemente, a Pilato la pascua no le importa nada. Es un gaje
propio de
su oficio. Ni mayor ni menor que ese "gaje" del que ha tenido que ocuparse bien
a pesar
suyo.
Las burlas de los soldados
J/ESCARNIOS
Al final del proceso romano, Mc sitúa la escena de las burlas de los soldados.
Es
evidente su paralelismo con el episodio de los insultos con que concluye el
proceso judío.
P. Benoit defiende con numerosas razones que el lugar más lógico de este
episodio estaría
no antes y no después de la flagelación. Se trataría de una diversión de los
soldados
romanos para matar su aburrimiento durante la larga negociación del procurador
con las
autoridades y la multitud judía.
Su protagonista debe ser la escolta militar que había acompañado a Pilato desde
Cesarea, de la que formaban también parte algunos auxiliares de Siria, famosos
por su odio
hacia los judíos. Esto explica su encarnizamiento en la burla contra el "rey de
los judíos".
Jesús es despojado de sus vestidos y lo cubren con un capote militar de púrpura
roto y le
ponen en la cabeza una corona trenzada de espinas (hay en Palestina espinas de
más de
un dedo de largas). Y representan una parodia de los honores reales. Una especie
de
ceremonia burlesca de la aclamación ("¡Ave Caesar imperator!") y de la
consagración del
rey.
Todo esto acompañado de salivazos y golpes en la cabeza con la caña (que
probablemente ha rechazado el condenado como cetro) e interrumpido por burlonas
genuflexiones.
Jesús no reacciona. No hace nada. Deja que hagan con él lo que quieran. Se
convierte
en una especie de juguete en manos de los hombres.
Dice R. Schnackemburg: "Desde la antigüedad conocemos no pocas escenas parecidas
de disfraz, tanto en casos aislados como en costumbres tradicionales. Filón de
Alejandría
cuenta cómo, con motivo de la entrada de Agripa en la capital de Egipto, un
pobre tonto
llamado Carabás fue coronado con una diadema de papel y, envuelto en una manta,
le
pusieron una caña en la mano. Después se hizo una parodia de una audiencia
solemne, y
todo para mofarse del rey de los judíos...
...Durante la fiesta de Sakia, los persas tenían la costumbre de conceder a un
delincuente vestido de rey hacer lo que quisiera, para terminar después
azotándolo y
ahorcándolo.
Pero todos los intentos realizados para relacionar la burla hecha a Jesús con
esas
costumbres son las derivaciones de una investigación, que ve en todo substratos
místicos o
supersticiosos. Naturalmente no hay nada que impida un parangón con la historia
de
Carabás, pero no puede aducirse como explicación de la burla sufrida por Jesús
sirviéndose de la asonancia de ese nombre con el de Barrabás.
·Atanasio-SAN recogerá el significado de este episodio en el estupendo texto
siguiente:
"Se le condena a muerte como hombre y ahora que va a morir se le adora como
Dios. Se le
reduce a la infranada y luego se le proclama rey. Le despojan de sus vestidos de
pobre
para ponerle la púrpura. Desconocen quién es al que están llenando de insultos y
burlas y,
sin embargo, lo llaman profeta. Y mientras se ríen de él, mientras le golpean,
le otorgan el
trofeo del vencedor: la clámide de púrpura, la corona de espinas, el cetro de
caña. En
verdad que hacían todo esto en plan de burla y, sin embargo, él no hacía más que
aceptar
lo que se le debía".
Finalmente una cita de un autor moderno: "Lo que los evangelistas ponen de
relieve es,
por una parte, la inocencia de Jesús y, por otra, la imposibilidad concreta por
parte de los
hombres de saber quién es en realidad. Al fin se le detiene, se le condena y se
le ajusticia
porque es en verdad el mesías de Dios, el mesías sufriente y no la imagen que de
él se
habían hecho los hombres" (J. ·Radermakers).
PROVOCACIONES
1. Casi todos los títulos son como éste: «Jesús ante Pilato».
Pero para Pilato es distinto.
Está cara a cara con Jesús, pero también con los jefes judíos, con la
vociferante multitud
y, al menos mentalmente, con sus superiores de Roma.
Con toda esta gente tiene que hacer cuentas. Y es natural que sea el detenido el
que
sufra las consecuencias. Hay quienes cuentan más que él.
Cuando no se tiene el valor de permanecer cara a cara solo con el inocente, sino
que se
mira de reojo en otras direcciones, se toman las mismas decisiones de Pilato,
unas
decisiones para «contentar», y no fruto de la coherencia y de la convicción.
2. Comprendo a Pilato. No quería saber nada de ese detenido. De hecho propuso su
liberación antes incluso de juzgarlo. Lo que quería era quitárselo de encima lo
antes
posible. Se lo habían "entregado".
Pero no tenía intención alguna de quedárselo.
Pero lo que Pilato pretendía era encontrar una escapatoria.
Eliminar una presencia inquietante sin verse obligado a pronunciarse sobre ella.
No lo logró. Se lo impidieron.
Se le obligó a elegir. No entre Jesús y Barrabás (pues esa elección la han hecho
los
otros). Sino entre Jesús y tantísimas otras cosas: la multitud, las autoridades
locales, su
propia popularidad, su carrera, sus problemas.
Siempre pasa lo mismo con Jesús. Sería fácil acogerlo o rechazarlo sin ocuparse
demasiado de él. Aceptarlo o eliminarlo sin tener que escoger.
Pero Jesús se presenta siempre como alternativa de alguien o de algo.
El sí a él ha de salir de un no a otros o a otra cosa.
Solamente se escucha su voz haciendo callar otros ruidos.
La cuestión fundamental no es si Jesús es inocente o no. Sino si estamos
dispuestos a
dejarnos implicar personalmente.
No se trata de liberarse de él. Sino de definirnos claramente.
Jesús quiere convertirse en problema, interrogante y decisión para nosotros. No
se
resigna a obtener un certificado de buena conducta ("¿qué mal ha hecho?").
Mejor encadenado que libre sin habernos fastidiado el sueño y la digestión.
Mejor juguete de la soldadesca que insignificante.
El Cristo escarnecido posee una trágica grandeza.
Cristo "respetado", mantenido a distancia, inocuo. He aquí la verdadera y
sacrílega
burla.
Démosle también el visado obligatorio de salida del territorio de nuestra
existencia. Pero
al menos tengamos la honradez de explicarle los motivos por los que le
consideramos
"indeseable". Y, después quizás por la tarde, cuando estemos solos,
expliquémonos a
nosotros mismos las cosas y los valores "deseables".
3. "Les soltó a Barrabás y les entregó a Jesús".
Me impresionan estos dos "les" del relato de Mc.
Es la revancha de Pilato. Su generosidad.
Le piden uno y les entrega dos. Al prisionero libre y al inocente encadenado.
Dos regalos
a la vez.
Tanto Barrabás como Jesús les pertenecen. Les tocan. Les han de recibir a los
dos.
Pero hay uno de más.
Escoger contra Jesús, posponerlo a cualquier cosa, significa conseguir lo que
habíamos
elegido. Pero nos encontramos entre las manos también a aquel que hemos
rechazado. En
espera de ser eliminado.
Todo comienza desde este instante.
El instante de la ejecución.
4. No sé por qué nos impresiona tanto el episodio de Barrabás, por qué nos
lamentamos
tanto de este cambio.
Claro, no nos hemos dado cuenta de que Barrabás somos nosotros.
Cada uno de nosotros somos el criminal que ha salvado su vida a cambio de la
muerte de
Cristo.
El trueque no ha salido de Pilato, sino de Dios.
Y la elección no ha procedido de la gente, sino del mismo prisionero.
El se declaró culpable por nosotros. El, el inocente, ha cargado con la culpa
destinada a
nosotros.
En este momento obtuvimos la concesión de la gracia pascual.
En ese momento cada uno de nosotros ha pasado a ser literalmente Barrabás, hijo
del
Padre.
5. Se dice la "burla" de los soldados.
Pero la auténtica burla consiste en ver a hombres de iglesia, a personas
religiosas,
aceptar y tomar en serio honores mundanos.
Y todo lo justifican con la gloria de Dios.
Olvidan que la gloria del Padre se sitúa en el hondón del anonadamiento del
Hijo.
Olvidan que Dios es glorificado por el Cristo vilipendiado, escarnecido,
escupido,
golpeado, tomado a burla como rey.
6. Y han conseguido de este modo lo que querían.
Los jefes la condena del rey de los judíos, la gente a Barrabás, Judas los
denarios, el
sueño los discípulos, la diversión los soldados.
Pero también el Padre ha conseguido su objetivo: la obediencia de su Hijo.
El, en cambio, ha obtenido todo lo que querían los otros.
Este su recibir, este su interminable padecer, este su aceptar voluntariamente
todo, es su
modo de dar en la pasión.
CONFRONTACIONES
Poncio Pilato
El día 14 del mes primaveral de Nisán, por la mañana temprano, envuelto en un
manto
blanco forrado de rojo, con un típico andar de caballero, entró el procurador de
Judea
Poncio Pilato en el pórtico situado entre las dos alas del palacio de Herodes el
Grande...
...Sobre el pavimento de mosaico cerca de la fuente estaba ya preparado el
sillón, se
sentó sin mirar a nadie y extendió la mano. Respetuosamente el secretario
depositó en ella
un pergamino. Sin poder reprimir un gesto de dolor, dio una rápida ojeada al
escrito y
devolvió el pergamino al secretario...
...Traed al acusado.
Desde el rellano del jardín, dos legionarios llevaron rápidamente al balcón del
soportal y
detuvieron delante del sillón del procurador a un hombre que aparentaba unos
veintisiete
años. Vestía un viejo y deteriorado manto azul. Su cabeza estaba cubierta por
una venda
blanca con una correa alrededor de la frente y las manos atadas detrás de las
espaldas.
Debajo del ojo izquierdo el hombre tenía un gran cardenal y en el extremo de los
labios una
escoriación con un poco de sangre coagulado. El hombre miraba al procurador con
una
curiosidad llena de inquietud (M. Bulgakov, El Maestro y Margarita Madrid 1968).
Sugerencia a un pintor
Apenas era de día cuando aquel gentío ocupó las cercanías del pretorio. He dicho
cercanías, porque aquella increíble gente mezclaba las prescripciones legales
con
cualquier cosa, incluso con sus pasiones y sus odios. Aceptaban al procurador
romano
como juez de un hijo de Israel y la prueba está en que le llevaron a Jesús a su
presencia,
pero por nada del mundo habrían puesto sus pies dentro de un pretorio pagano
para no
mancharse la víspera de la pascua. A este extremo habían llegado. En las
observancias
religiosas hay una cierta lógica que, desviándola de su verdadero fin, conduce
directamente
al fariseísmo. Ni siquiera pasa por la cabeza de los enemigos de Jesús la idea
de que al
pedir el derramamiento de la sangre de un inocente, se están manchando con un
delito
mayor que el de sobrepasar una determinada línea imaginaria.
Sin embargo empujan a Jesús hasta el pretorio aunque fuera como ellos un
«súbdito de
la ley». En este espacio sacralizado, entre el juez y sus acusadores, Jesús está
solo,
intocable. Es curioso que ningún pintor nunca haya intentado retratar esta
multitud de
acusadores encerrados entre la muchedumbre pero, al mismo tiempo, aunque no
hubiera
ningún obstáculo real, inmóvil sobre esta línea de demarcación de la pureza
legal (R. L.
Bruckberger, La historia de Jesucristo, Barcelona 1966).
La auténtica burla
Durante algún tiempo la burla ha consistido en ver a Jesús, hombre de dulzura y
de
perdón, traicionado, burlado, asesinado. En la actualidad la burla se sitúa
precisamente en
la vertiente opuesta, al menos para aquellos cuya fe no es lo suficientemente
fuerte como
para superar las adversidades. Está, por ejemplo, en ver cómo hombres santos, a
los que
desde una profunda actitud de fe reconocemos como vicarios de Jesús, están
enredados
en los nudos de la historia y continúan jugando a ser hombres de estado, en ver
a hombres
píos y mundanos intrigar por vanidades en medio de la aprobación o de la
indiferencia poco
menos que de todos. Y todo esto después de haberse proclamado discípulos (J.
Sullivan,
Verità sellnaggia, Torino 1979).
(·PRONZATO-3/3.Págs. 90-101)