25 - JESÚS MOTIVO DE ESCÁNDALO PARA SUS PAISANOS
Mc/06/01-06   Mt/13/53-58   Lc/04/16-30
J/ESCANDALO

Un asombro por motivos diversos
La primera etapa del ministerio de Jesús se terminaba con la decisión de los fariseos de
eliminarlo (3, 6).
También la segunda etapa, que ya ha tenido un momento crítico cuando la familia ha ido a
hacerse cargo de él porque estaba «fuera de sí», y que se caracterizó sobre todo por la
jornada de las parábolas y por la jornada de los milagros, se concluye con un rechazo: los
compatriotas de Nazaret desconocen a Jesús (6, 1-6).
El episodio adquiere toda su gravedad también, porque sucede inmediatamente después
de un milagro de resurrección.
No se nombra a Nazaret explícitamente. De todos modos la palabra patria indica, no tanto
el lugar de nacimiento, cuanto el de permanencia prolongada, comenzando desde los años
de la infancia.
Admitido que la casa de Jairo estuviese en Cafarnaún, la distancia recorrida debería ser
de unos cuarenta kilómetros.
La presencia de los discípulos no es casual. Cuando se encuentren frente al fracaso,
deberán recordar lo que ocurrió a Jesús en su propio pueblo y el trato que recibió de los
«suyos».
«Vino a su casa, y los suyos no le recibieron» (Jn 1, 11).
El incidente se abre y se cierra bajo la enseña del asombro.
Los nazaretanos, desde el principio, oyendo a Jesús enseñar en su sinagoga, quedan
maravillados de su doctrina (v. 2).
Al final Jesús «se maravilló de su falta de fe» (v. 6).
La maravilla podía ser el sentimiento que los introducía en la comprensión del misterio.
Pero la han sofocado inmediatamente, como sintiendo vergüenza de haber ido demasiado
lejos... Y en su lugar ha entrado el escándalo (v. 3).
El estupor de Jesús, por el contrario, expresa una especie de duda a... creer en tanta
incredulidad, a ver una tan obstinada ceguera, a admitir una cerrazón tan mezquina y por
esos motivos «familiares». Y contiene, quizás, también una cierta contrariedad unida al
disgusto.
Notemos que el estupor, normalmente, es el sentimiento al que están aferrados los
testigos ante los prodigios hechos por Cristo, y que desemboca, casi siempre, en alabanza
a Dios.
Aquí es Jesús quien está cogido por el estupor ante aquel milagro al revés, representado
por la incredulidad.
Examinando la postura de los habitantes de Nazaret debemos destacar todavía dos cosas:

-Intuyen la explicación exacta y no son capaces de sacar las consecuencias.
-Hacen la pregunta justa, pero dan una respuesta precipitada.
Frente a la sabiduría de aquel paisano suyo, que no había frecuentado las escuelas de
los rabinos, y frente a los milagros de los que habían oído hablar (dada la cercanía a
Cafarnaún), se dejan escapar inconscientemente la explicación: «...le ha sido dada» (v. 2).

La verdad está precisamente en ese dada. Pero sería necesario partir de ahí; ellos, sin
embargo, rozan apenas la verdad y se vuelven atrás.
"¿De dónde le viene esto?" (v. 2). Luego admiten «esto». Reconocen encontrarse frente
a algo excepcional. Si se hubiesen atenido a esta pregunta, si se hubiesen puesto a buscar
el «dónde», habrían llegado lejos. Pero han preferido permanecer atrapados (¡el escándalo
es una trampa!) en su pequeño pueblo.

«¿No es éste?...» (v. 3).
Por tanto se habían planteado la pregunta fundamental, precisamente aquella en torno a
la cual gira todo el evangelio de Mc.
Sólo que van a buscar la respuesta excesivamente cerca, y muy de prisa.
Dice con mucha agudeza E. Schweizer: «la reacción justa, pertinente, es una
interrogación, la interrogación oportuna se refiere a la persona de Jesús. Pero el problema
no queda abierto, sino que encuentra una respuesta prematura en el encasillamiento de
Jesús dentro de categorías conocidas».
Es el equívoco de siempre. La prisa de «cerrar» los problemas fastidiosos con lo que ya
se sabe, en vez de dejarlos abiertos en una postura de búsqueda y de sufrida espera hacia
aquello que aún no se conoce.
Se tiene necesidad de tapar deprisa las corrientes que se abren en nuestro espíritu, a lo
mejor recurriendo a materiales que tenemos al alcance de la mano y que aseguran un
cierre definitivo. Así se liquidan los problemas en vez de resolverlos.
Se habla de disponibilidad, pero en realidad se está «dispuesto» solamente a colocar lo
inesperado en categorías preexistentes.
La crisis de rechazo, en ciertos casos, denuncia la incompatibilidad de la «programación»
en base a nuestras exigencias, no en base a las exigencias de la verdad.
En términos evangélicos, la instalación es lo opuesto al deseo.
El encasillamiento cierra, asegura (¿qué se puede esperar de esa gente? ¿qué puede
salir de esa familia? Todos sabemos qué tipo es...). Mientras el deseo mantiene abierta la
herida y se la deja hurgar por una pregunta fastidiosa.
Así pues, los habitantes de Nazaret se plantean la pregunta exacta, pero se dan prisa
para buscar la respuesta en una dirección equivocada (la familia de Jesús).
INCREDULIDA/RAIZ: «La raíz de la incredulidad es precisamente este incapacidad de
acoger la manifestación de Dios en lo cotidiano» (R. Fabris). Añadiría: la incapacidad de
reconocer a Dios cuando se pone el vestido de todos los días.
Tengamos presente esto. No ocasiona escándalo el hecho de que Jesús haya ejercido la
profesión de carpintero, que era bastante honorable (1). Entre otras cosas, muchos rabinos
ejercían un oficio. La actividad manual no era en absoluto deshonrosa. Los artesanos,
especialmente, gozaban de la más alta consideración.
No. El escándalo deriva del hecho de que Jesús no coincidía con sus imágenes, no
entraba en sus esquemas en lo que se refiere a Dios. Y después estaba la «mancha» de
una familia insignificante. Y pongamos también una discreta dosis de envidia. Y, sobre todo,
el hecho de que ya habían decidido que no había nada que esperar en aquella dirección...


«Y sólo en su tierra carece un profeta de prestigio» (v. 4).
Jesús se refiere a un proverbio popular. Bultmann cita este dicho antiguo: «un profeta no
es acogido en su patria, y un médico no consigue curaciones entre personas conocidas».
Lo ha encontrado en un papiro.
Lagrange insinúa que Jesús parece haberse olvidado de que poco antes (quizás un par
de días antes) fue rechazado también por los gerasenos (y consiguientemente no sólo en la
propia tierra), y se adentra en justificaciones sutiles. Quizás se le escapa que Jesús habla
de «desprecio» (o, más exactamente, de «no ser honrado»).
Los gerasenos, en el fondo, le han rendido honor a Jesús y a su grandeza, precisamente
manteniéndolo a distancia.
Estos le temían. Aquellos no lo toman en consideración.
Para los gerasenos se trata de un profeta que molesta.
Para los nazarenos se trata de un ser insignificante.
«Y no pudo hacer allí ningún milagro...» (v. 5).
Observa V. Taylor: «este pasaje es una de las afirmaciones más libres de los evangelios,
porque recuerda algo que Jesús no logró hacer. Lucas no lo ha conservado. Y Mateo lo ha
recompuesto...».
El motivo es obvio: por su falta de fe.
Pero es necesario estar atentos: no hay nada que hacer con un elemento psicológico,
por lo que si falta la confianza por parte del enfermo, la acción del médico se frustra y las
curas resultan ineficaces.
Es otra cosa: «al margen de un contexto de fe, el milagro resultaría vacío de significado y
no se podría ni siquiera hablar de milagro» (J. Delorme).
Los milagros, en efecto, no son gestos espectaculares destinados a impresionar a la
gente y a forzar la adhesión en relación con Jesús. El milagro es siempre una respuesta a
la fe, se puede «leer» solamente a la luz de la fe, y constituye una llamada a la fe (una
llamada dirigida al corazón).

«A excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos» (v. 5).
La limitación no es suya. Es el límite que le impone la desconfianza de su paisanos.
No es que en Nazaret no haya «logrado» hacer milagros.
Es que en aquella gente la fe no fue «lograda».

"Y recorría los pueblos del contorno, enseñando..." (v. 6).
Según Mc esta fue la última vez que Jesús enseñó en una sinagoga. De ahora en
adelante el evangelio se anunciará siempre al aire libre.

«Y se maravilló de su falta de fe» (v. 6).
Y nosotros, lectores, nos vemos obligados a reflexionar, con Jesús, acerca de este
inquietante enigma. Que puede afectarnos también a nosotros, no sólo a los paisanos de
Jesús.
El rechazo de los nazaretanos, en efecto, es símbolo y preludio de un rechazo mucho
más vasto. Quizás también el mío.

Nota acerca de «el hijo de María» y sus hermanos
Mc usa la expresión "el hijo de María" (v. 3). El hecho es sorprendente, porque contrasta
con el uso hebreo que no designa nunca un hombre con el nombre de la madre, aun
cuando el padre haya muerto (como puede ser el caso de José).
«Cuando un semita recuerda sólo a la madre de un hombre y no al padre, intenta
ofenderlo, como un hombre insignificante, sin pasado ni porvenir» (G. Nolli).
En boca de los nazaretanos, pues, podía sonar como un insulto.
Y si no es así, y la expresión es de Mc, podría constituir un testimonio indirecto de la
concepción virginal de Jesús (es significativo, entre otras cosas, «que los hermanos» de
Jesús no se indiquen nunca expresamente como hijos de María).
La hipótesis no se puede excluir.
Pero de todos modos se sostiene que Mc ha escrito «el hijo del carpintero» y que algún
amanuense lo ha modificado por «el carpintero, el hijo de María...».
Sin embargo la expresión no aparece en ninguna otra parte del nuevo testamento.
Más dura, por el contrario, es desde la antigüedad la discusión acerca de los hermanos
de Jesús.
Se han marcado sobre todo tres posiciones:
-Según algunos (Elvidio -380 d.C-, Tertuliano, Joviniano, etc.), se deben entender
hermanos de sangre.
-Otros los consideran hijos de un matrimonio precedente de José (Epifanio -382-,
Orígenes, Eusebio, Ambrosio, Clemente y Cirilo de Alejandría, Hilario, etc.).
-Jerónimo -383- traduce «hermanos» por «primos» y sostiene que serían los hijos de
María- una hermana de la Virgen- mujer de Cleofás.
Es necesario tener presente que en el lenguaje hebreo y en el arameo el término
hermano tiene un significado bastante amplio que puede abarcar a los primos, parientes en
general e incluso a los compatriotas.
Pero Mc escribe en griego y en esa lengua existe un término específico para indicar los
primos.
¿Por qué, entonces, usa adelphos, hermanos?
La hipótesis más plausible es que se trata de un título honorífico adoptado por la iglesia
primitiva para indicar «los parientes masculinos de Jesús, que constituían un grupo con
personalidad propia junto a los apóstoles (Hech 1, 14; I Cor 9, 5) y gozaban de una altísima
estima» (J. Blinzler). Se habría preferido, pues, traducir a la letra «los hermanos de Jesús»,
como eran llamados sus primos en la iglesia aramea.
Acerca de los pasajes evangélicos (Mt 1, 25, Lc 2, 7) que normalmente se citan para
sostener la interpretación opuesta -verdaderos hermanos de sangre- nos detendremos con
ocasión de la «lectura» de esas páginas.
Será sólo oportuno recordar que este asunto divide netamente todavía hoy la exégesis
católica de la protestante.
Todos los exegetas católicos concuerdan en afirmar que los hermanos del Señor son
parientes en segundo grado (primos).
Todos los protestantes, por el contrario, sostienen que se trata de hijos de María y José.

Existen después otros que se refugian en un argumento de «conveniencia doctrinal». Es
típica, en esta línea, la posición de V. Taylor:
"El hecho de que Jesús tuviese hermanos y hermanas subraya la realidad y perfección
de la encarnación". Personalmente, al ser hijo único, tendría motivo para considerarse
ofendido, porque según el ilustre estudioso no sería un hombre «completo».
Nota aún J. Blinzler: «Lo que determina claramente la postura de los estudios
protestantes es la convicción profundamente radicada de que la tesis católica no es el fruto
de una investigación sin prejuicios acerca de los documentos históricos, sino de la doctrina
de la virginidad perpetua de María, que todo católico está obligado a creer». El autor, en su
importante estudio, pretende precisamente deshacer este prejuicio, con un análisis histórico
y linguístico muy aquilatado.
Sin adentrarme más en la cuestión, quisiera sólo recordar que en los relatos de la
infancia referidos en los evangelios de Mt y Lc, Jesús es presentado como hijo único de
María.
Y, en relación al problema planteado por Mc, cito la conclusión del estudio de J. Blinzler:

«Los así llamados hermanos y hermanas de Jesús eran sus primos y primas. Para Simón
y Judas, su parentesco con Jesús venía por su padre Cleofás, que era hermano de san
José y como él un descendiente de David; el nombre de su madre no es conocido.
«La madre de los hermanos del Señor, Santiago y José, era una María, distinta de la
madre del Señor; ella (o su marido) estaba emparentada con la familia de Jesús, pero no se
puede saber de qué parentesco se trataba...
«...Como puede deducirse del silencio de los evangelios acerca de José después de
Lucas 2, el padre putativo de Jesús murió pronto. Después de su muerte, la Virgen con su
hijo se habría unido a la familia de su (¿o de sus?) parientes más próximos. Los hijos de
esta familia (¿de estas familias?), crecidos al mismo tiempo que Jesús, fueron llamados por
la gente sus hermanos y hermanas, porque no había en arameo ningún otro término
conciso para nombrarlos.
«La iglesia primitiva ha recuperado el término, y lo ha mantenido también en griego, para
honrar así a los parientes del Señor, que mientras tanto se habían convertido en miembros
eminentes de la iglesia; y porque se trataba de un medio óptimo para distinguirles clara y
cómodamente de otros muchos homónimos que existían en la iglesia primitiva"


PROVOCACIONES

1. Dios crea siempre dificultades.
Algunos no creen, porque no lo ven.
Otros -como en este caso- porque lo ven.
La invisibilidad puede ser un obstáculo para unos, la visibilidad impedimento para otros.
Hay quien no acepta a un Dios demasiado «diverso» y lo quisieran más al alcance de la
mano, controlable .
Y los que lo rechazan porque sería «como ellos», lo conocen incluso demasiado bien.
Y él, obstinado, esperando que la ceguera de los hombres se cure, en vez de desclavar
aquellos párpados, cerrados, con algún relámpago espectacular.
Decidido a continuar tendiendo la mano como un mendigo, en vez de abatir la puerta.
Y su única reacción es el estupor frente a tanta incredulidad.
Queda mal cuerpo, es verdad. No porque lo echen fuera, sino porque ellos están tan mal
allá dentro.
Jesús ¿no has entendido aún que los hombres prefieren renunciar a Dios antes que a la
imagen que se han fabricado de Dios?

2. Y pensar que él no ha ido a Nazaret para encontrarse con sus familiares. Los otros son
quienes se los han hecho encontrar. Con el fin de ponerlo en un aprieto, para no tenerse
que preocupar de él.
Es una astucia practicada todavía hoy por ciertas personas religiosas.
Te ponen delante algo (un articulo del código, una idea, una batalla que combatir en su
nombre), que tendría que ver con Jesús. Pero a él no te lo dejan ver en absoluto.
Jesús es presentado siempre a través del album de familia, o a través de las «cosas que
le importan».
Y, sin embargo, es él quien me importa.
Todos dispuestos a darme explicaciones acerca de él.
Y resulta que él es la explicación.

3. El incidente de Nazaret puede pasarnos a todos.
Diría -por experiencia- que hemos de considerarlo normal.
Aquella iniciativa, aquella propuesta, aquel libro...
Y caes en la cuenta de que te encuentras cerrada precisamente aquella puerta que
estabas seguro de encontrar abierta de par en par.
Allí donde era lícito esperarse coraje, participación, descubres indiferencia o incluso
hostilidad.
Contabas con una mano fraterna. Y tropiezas con la desconfianza, el cálculo.
Amigo, he probado varias veces lo que tú pruebas en esas circunstancias. Así pues,
puedo hablar sin echarte un sermón.
Las lamentaciones están fuera de lugar.
Es inútil estar atormentándose con los «por qué» y desgranar la serie de los «no es
justo».
No, amigo. No es justo.
Pero es buena señal.
Esa es la señal, indiscutible, de que las cosas van bien.
La incomprensión, la torpeza, la mezquindad de esas personas valen para aclararte a ti
mismo las cosas.
El fracaso en tu casa es garantía de fecundidad en otra parte.
No te digo que sea el precio a pagar. Es algo mejor.
Es la seguridad. Seguridad de que aquello es válido.
Agradece a los «tuyos» que te rechazan. En el fondo te regalan el billete para ir a otra
parte.
Quedarse en Nazaret puede ser hermoso desde un punto de vista afectivo. Pero te
empobrece. Y. sobre todo, empobrece a aquellos que están más lejos.
Amigo, no te quedes lloriqueando ante esa puerta cerrada.
Date la vuelta, y mira el mundo «abierto» ante ti.
Responde a la mezquindad de cierta gente... ocupándote de otra cosa.
El hecho de sentirse en el exilio, extraño en tu propia casa, es desagradable, no lo niego.
Pero te ofrece la posibilidad de sentirte en tu casa en todas partes.
Pon el corazón en paz. No te reclamarán atrás. Aunque hayas hecho milagros en otra
parte. No esperes aquella señal que no llegará nunca.
Camina hacia adelante por tu camino. Encontrarás tantas personas que no te esperan,
no te conocen, pero con las que es posible celebrar, sin complicaciones, el rito del
encuentro.
Y que no te venga a la cabeza decir que éstas te «pagan con creces» la afrenta de
Nazaret.
En Nazaret nadie te ha hecho una afrenta.
No te han tomado en serio, eso es todo.
Y tu deberías, por tanto, sentirte ligero.

4. Se comete una gran injusticia con los "pocos" sanados de Nazaret. Algún comentarista
dice: nada excepcional. Y parece leer, entre líneas, que por una cierta lógica del relato
hubiera sido mejor que no hubiera habido ni siquiera esos. Posiciones claras, en suma.
Pero aquí se juega expeditamente con la piel de los otros.
Esos milagros -aunque «limitados» en el número- están entre los más importantes del
evangelio, porque afectan a personas que se rebelaron contra la hostilidad y desconfianza
general.
La mayor parte de los nazaretanos tenía todas las de ganar «cerrando» aquel asunto.
Alguno, sin embargo, pensó que tenía todas las de ganar teniendo abiertas las propias
llagas ante Jesús, el carpintero.
Y tuvieron razón estos últimos.
Estos han tenido el mérito de dejar hablar (a los paisanos-teólogos) y de dejar hacer (a
Jesús).
Existe la inteligencia que pretende llegar hasta él.
Pero, quizás, se llega más seguro a través de las propias desgracias.
En el primer caso se puede explicar, discutir.
En el segundo, se tiene la posibilidad de contar.
Los habitantes de Nazaret ante la pregunta «¿quién es éste?» han respondido muy de
prisa.
Pocos han sabido esperar. Justo el tiempo preciso para ser curados...


CONFRONTACIONES

El verdadero antropomorfismo
El antropomorfismo no consiste tanto en el representarse a Dios como si fuese un
hombre, cuanto más bien en representarse a Dios sirviéndose de un concepto de divinidad
que el hombre puede fabricarse (J. Pohier, Quand je dis Dieu, Paris 1975).

Han preferido conservar el ídolo
Se han fabricado una imagen de Dios, y si Dios se manifiesta como ellos lo quieren, bien.
De otro modo, lo rechazan... Su Dios era un ídolo y han preferido conservar el ídolo (F.
Chalet).

El mendigo
Dios es aún el pobre que va sin ruido por la hierba del mundo, el menesteroso
continuamente rechazado, siempre ahí.
¿Cómo ha sido posible que haya sido agitado como una bandera, atado a las
demostraciones, precisamente él, el mendigo?
El prefiere esconderse bajo los puentes, con el desaliento de los sin-techo, en medio de
todos los riesgos y de las mujeres de la vida.
Sólo los que comparten, de verdad, el pan y las penas de los hombres, tienen la
posibilidad de reconocerlo, aunque no sepan llamarlo por su nombre (J. Sulivan,
Consolation de la nuit, Paris 1975).
(·PRONZATO-3/1.Págs. 282-292)
..................
1) Justino mártir sostiene que Jesús fabricaba yugos y arados de madera. Hilario habla, por el contrario, de
"herrero". Tekton (del que viene arquitecto), de todos modos, designa un obrero que trabaja tanto la madera
como la piedra y los metales. Quizás también alguien que construye casas.


26 - MISION DE LOS DOCE
Mc/06/07-13   Mt/10/01-42   Lc/09/01-06   Lc/10/01-06
MISION/ENVIO

No ha dado el manual de los misioneros
Galilea es la cuna del evangelio. En este terreno fecundo, existe un solo grumo de
esterilidad: el pueblo de Jesús.
Pero el rechazo de Nazaret no bloquea la misión. Jesús recorre los pueblos del contorno.

Y ahora relanza la misión también a través de los discípulos.
Acaso en el díctico Nazaret-misión de los doce se puede destacar la típica contraposición
entre parentela carnal y parentela espiritual.
Como la lección se había desarrollado siguiendo un esquema simplicísimo (llamada-
respuesta), así el envío a misionar se articula según un proyecto muy sobrio:
-Envío y consignas (v. 7).
-Instrucciones para los misioneros en relación al equipamiento y al comportamiento en las
casas y en los poblados (8-11).
-Predicación y milagros (12-13).

1. El envío a misionar era ya contemplado en el momento de la «creación» de los doce (3,
14-15). «Instituyó doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder
de expulsar los demonios».
Habían estado con él «itinerante» durante todo aquel período, habían escuchado sus
enseñanzas en parábolas, presenciado sus milagros. Ahora se pasa a la segunda fase del
programa. El papel del apóstol comporta, por definición (apóstol-enviado, misionero), la
misión.
«Los apóstoles son los auxiliares de Jesús. La misión que están a punto de emprender no
es un simple ejercicio preparatorio. Estos son asociados a la obra personal del Maestro» (A.
Loisy).
Es una etapa fundamental en la formación de los discípulos. Deben aprender a hacer algo
por su cuenta, aunque no a título personal (el mensaje y el poder es algo que les viene
dado).
"Comenzó a enviarlos de dos en dos" (v. 7). Se trata de empezar.
"De dos en dos" según el uso hebreo y para que exista un testimonio válido según la ley.
Y también para ayudarse mutuamente.
«El servicio, para Jesús, es siempre servicio en la comunidad y no puede nunca prestarse
sin el prójimo. El trabajo en grupo, al menos de dos personas, es el signo de esto» (E.
Schweizer).
Hay que destacar que faltan algunas precisiones que nosotros consideramos esenciales:
dónde tienen que ir, qué temas deben tratar en la predicación, qué hacer exactamente,
cuánto tiempo debe durar la misión.
Nada de todo esto. Sólo «una vez más es subrayada la autoridad: predicar no significa
impartir una instrucción teórica, sino dirigir un anuncio en el que se concreta el poder de
Dios y todas las fuerzas hostiles son atacadas» (E. Schweizer).

2. Acerca del equipamiento se advierte enseguida que Mc se muestra menos riguroso, y
concede aquello que los otros sinópticos prohiben (bastón y sandalias). Se dan diversas
explicaciones (1), Pero me parece exacta la observación de R. Fabris: «No se trata del
manual del misionero, de lo que está permitido llevar o comprar o vestir; son tan poco
importantes cada una de las prescripciones, que los tres evangelios sinópticos refieren
prescripciones diversas y contradictorias.
Cristo se niega a ofrecer ciertas listas, no se adentra en la casuística de la pobreza.
Subraya más bien la exigencia de ligereza, libertad, disponibilidad de cara a la misión.
Los apóstoles no deben buscar otros apoyos al margen del mandato de Cristo.
Podemos decir también: los doce deben ir provistos abundantemente de... falta de
seguridades. «Enviados que quieran estar seguros por todas partes no son dignos de
consideración», como precisa E. Schweizer. Enviados que confíen en que su equipamiento
es completo más que en la fuerza del mensaje que se les ha confiado, pierden credibilidad".

En las «instrucciones» se subrayan, sobre todo, tres aspectos:
-duración de la hospitalidad,
-dificultades,
-juicio.
La hospitalidad era considerada en el mundo hebreo como un hecho normal. No tenía
nada que ver con el parasitismo, sino que indicaba una relación de recíproca dependencia.

La duración, más bien, era una cuestión que apasionaba mucho a los rabinos.
Había quien decía que el huésped debía permanecer incluso después de que el amo
hubiera pegado a la mujer.
Quien sostenía que el rabino se podía quedar a pesar de que el amo le hubiera llevado
sus cosas.
Y quien colocaba el límite todavía más lejos: sólo cuando el huésped hubiera sido
pegado, debía considerar el hecho como señal de marcha. Es difícil imaginar, en este caso,
qué habría pasado después, en el sentido de que el interesado estuviese aún en
disposicion de entender...
La Didajé concederá dos días al máximo. Después de esto, estaríamos ante un falso
profeta.
En el v. 10 se puede captar también una advertencia contra la estabilidad y la búsqueda
de mayores comodidades.
Pero lo que más llama la atención es la insistencia en la no-hospitalidad. Mc se detiene
mucho en el rechazo. Esto supone -como dice J. Delorme -que la comunidad de Mc sabe
bien qué quiere decir todo esto, y lo sabe por experiencia directa.
La actividad misionera encuentra necesariamente muchas dificultades y oposiciones. Es
necesario estar dispuestos a vivir la misión en condiciones no favorables. Hay que contar
con el rechazo, a priori. «Al discípulo se le ha confiado un quehacer, pero no se le ha
garantizado el éxito", dice B. Maggioni. Y el mismo estudioso no duda en definir este
aspecto como atmósfera dramática de la misión.
«Misionero no es alguien que va a hacer publicidad de un producto que tiene
probabilidades de ser vendido si sale bueno. Es alguien que va a combatir contra los
adversarios. Y no se está seguro de ser bien acogido, aunque el producto sea bueno. La
misión encuentra siempre una oposición» (J. Delorme).
«Si algún lugar no os recibe y no os escucha, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la
planta de vuestros pies en testimonio contra ellos» (v.11).
El gesto de sacudirse el polvo de los pies era practicado por los hebreos cuando volvían
a la patria desde un territorio pagano. Cualquier tierra que no fuese Israel era considerada
impura, y consigulentemente era necesario desembarazarse de toda suciedad contraída en
aquellas zonas que no practicaban las reglas de purificación.
En este sentido, no se debe considerar como una maldición, sino como un gesto
simbólico, para indicar que el mensaje ha sido transmitido pero no recibido. Más que una
condena es un "testimonio" del rechazo. Una señal "para ellos" (¡no contra ellos!) que les
obligue a tomar nota de lo que han hecho, de la gravedad de su comportamiento, de la
«seriedad» de la situación en que se encuentran.
Explica G. Nolli: «No es una maldición, sino un gesto que degrada a aquellos hebreos a
nivel de paganos, y al mismo tiempo los invita a reflexionar sobre su conducta,
exhortándolos al arrepentimiento".
Y precisa aún mejor E. Schweizer: «Está implícita la conciencia de que el "no" a la
predicación no puede ser tan minimizado que nadie se dé ya cuenta de lo que pasa con su
rechazo. En toda predicacion hecha con poder se cumple también un juicio".

3. En cuanto al contenido de la predicación, es muy simple: la conversión (v. 12). Los
apóstoles proclaman que la gente debe convertirse, esto es, volverse en dirección a Jesús,
orientar la propia vida hacia él. Es todo lo que pueden y deben decir. Por otra parte, Jesús
mismo, en los principios, no había predicado otra cosa (1, 14-15).
Pero lo que Mc pone en plena evidencia es la ligazón entre predicación y señales
(expulsión de demonios, curaciones de enfermos).
El evangelio no se dirige simplemente al alma, al espíritu, a la inteligencia, sino que se
dirige al hombre en su totalidad.
El mensade de Cristo es atestiguado por signos de liberación.
El evangelio camina, se podría decir, por dos vias paralelas: predicación y signos
concretos de poder (echar los demonios, curar).
Eso es, en suma, lo que J. Delorme define justamente la «virulencia del evangelio».


PROVOCACIONES

Se podría apostar.
Helos ahí afanosos discutiendo de sandalias y bastón. Empeñados en conciliar el
radicalismo de Lc y Mt con el permisivismo de Mc.
Y sale de todo. Es verdad, Mt prohibe categóricamente sandalias y bastón. Un momento,
pensándolo bien, Jesús dice: no "los adquiráis". O sea, está prohibido ir a comprar. Pero si
uno los tiene ya, puede muy bien llevarlos consigo. Y, por tanto, Mc también tiene razón.
Y todavía: están prohibidos los zapatos, ¡no las sandalias!
Como se ve, Jesús se ha olvidado de dar el manual del misionero, pero existe quien se
ha preocupado enseguida de editarlo.
Así estamos capacitados para comprender por qué la misión, a veces, padece retrasos.
Hay excesiva gente que se retrasa hablando de la misión.
A fuerza de precisar las condiciones, las preferencias, de señalar tareas específicas,
vencimientos inderogables, diferencia de papeles, contenidos, reglas, elecciones
irrenunciables, se olvida que es necesario también marchar.
Se diría que para cierta gente suena siempre y sólo la hora de redactar los programas de
viaje. Jamás la de la marcha.
Conozco individuos, que a fuerza de hablar de diálogo, se han quedado roncos, y, por
tanto, no pueden obviamente dialogar.
Que han programado el respeto a la persona. Y. debiendo poner a punto esos
programas, no dudan en triturar a las personas (quizás el respeto sea más fácil después de
una oportuna... rarefacción de las personas que hay que respetar).
Quienes producen quintales de documentos sobre la pobreza (y, naturalmente, tienen
necesidad de dinero para todo aquel papel).
Quienes ilustran las perspectivas para el futuro y no se percatan de que, en el presente,
se está haciendo el vacío en torno a ellos. Cuando caigan en la cuenta, no quedará más
que apagar la luz, el futuro se habrá ya... acabado.
Jesús «llama» y "manda".
Por algunos que van, muchos se deciden a estropear el programa de viaje.
Jesús, perdona la impertinencia. Pero, además de no facilitar el manual, quizás te has
olvidado también de precisar que el misionero no es uno que viaja sobre el mapa.

2. Cristo se preocupa, principalmente, de lo que uno no debe llevar consigo, cuando va a
proclamar el evangelio.
Más que sobre el poseer, me parece que el acento, aquí, está puesto sobre el llevar.
En relación a la misión, Jesús no viene a hacer el inventario de nuestro guardarropa.
Exige que llevemos sólo un vestido.
Sin querer forzar las cosas excesivamente, tengo la impresión de que con frecuencia se
invierten estas realidades.
Ciertas instituciones religiosas se muestran intransigentes y radicales en cuanto al
poseer. Pero, en compensación, son generosas en el uso de los medios, se entiende por la
causa del evangelio.
Me parece que el discurso de Jesús va precisamente en la dirección opuesta.
El evangelio no tiene necesidad de medios humanos adecuados y demasiado llamativos.

Debe aparecer que el poder está en el evangelio, no en los medios empleados.
Es la misión la que debe ser pobre.
Un imponente despliegue de medios mortifica, hace desaparecer la evangelización, en
vez de promoverla.
La eficacia del evangelio resulta proporcional, en sentido contrario, a la consistencia de
los medios y a la eficacia de las técnicas empleadas.
Incidencia evangélica y posibilidades humanas caminan en direcciones contrarias, y es
imposible que se hayan encontrado alguna vez.
El evangelio no tiene necesidad de ayudas. Tiene necesidad de... evangelio.
«Cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2 Cor 12, 10).
Pequeñez, pobreza, debilidad son las compañías que se pueden conceder al apóstol.
Otras compañías, aunque convenidas por motivos de seguridad (es más, sobre todo por
motivos de seguridad), resultan peligrosas. No para él. Para el mensaje.
Jesús nos permite todos los vestidos que queramos, todos los medios que podamos
inventar. Con tal de que les dejemos en casa cuando partamos a causa del evangelio.

3. Personalmente sostengo que Jesús quería que los apóstoles llevasen consigo bastón
y sandalias. A causa de un test.
Quería adivinar esto: ¿frente a un animal feroz, o a una serpiente venenosa, encontrados
por el camino, el apóstol habría recurrido al poder de que él (Jesús) le había equipado, o
también habría recurrido instintivamente al bastón y se habría fiado de las sandalias?...

4. Todavía algo más sobre el bastón.
Esto al menos es seguro: se puede excluir que la intención de Jesús se refiriese a su
uso... sobre las espaldas de aquellos que "no reciben" y "no escuchan" (v. 11).
Y, sin embargo, es una tentación que acecha siempre.
El deseo de bastón constantemente al acecho. Y ciertas personas «piadosas»,
escrupulosas en otros campos, aquí ceden con gusto, y sin remordimientos.
El bastón puede ser la fuerza, la constricción, los condicionamientos más sutiles, las
astucias diplomáticas, privilegios, leyes, poder, influencias varias... En suma, todo lo que se
usa para hacer penetrar el evangelio en el hombre y en la sociedad al margen de la vía de
la libertad, del respeto, de la propuesta, de la invitación, del testimonio.
Moisés usó el bastón para golpear la roca y hacer salir el agua (Ex 17, 6).
Pero alguno tiene en el pensamiento un uso más delicado.
Y, sin embargo, debe quedar claro que «las armas de nuestro combate no son carnales,
antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas» (2 Cor 10, 3-4).
El misionero puede usar el bastón para un viaje largo, fatigoso, expuesto a todos los
riesgos y a todos los fracasos. Nunca como atajo para hacer llegar a destino más
fácilmente el mensaje.
El anuncio gozoso es compatible con un itinerario fatigoso, con los tiempos largos.
Pero no va de acuerdo con la facilidad y la impaciencia.
Prefiere el rechazo a la imposición o al engaño.
No es derrotado cuando no es escuchado.
Es derrotado sólo cuando la victoria es «favorecida».

5. Señor, no me ha ocurrido nunca tener que sacudir el polvo de los pies. Por motivos de
pudor.
Lo he llevado a casa. No era justo que fuese en «testimonio contra ellos». Ellos nada
tenían que ver.
Debía ser, más bien, en «testimonio contra mí». Contra mi ineptitud, contra mi
predicación no acompañada de «signos» convincentes, contra mi incapacidad de curar,
contra mi inocuidad.
Con mi evangelio, a lo más, he logrado explicar algo, nunca remover algo. Y tú, sin
embargo, lo sé, querías precisamente esto.
Por eso me he llevado el polvo a casa.
He formado ya con él un montón imponente.
Quizás tiene que crecer todavía. Hasta sepultar completamente mi presunción.
Entonces podré «salir» de nuevo. Fuerte en mi debilidad. Habilitado por mi incapacidad.
Con las garantías ofrecidas por mis yerros en serie. Con las posibilidades aseguradas en
favor de tu mensaje por no servir yo para nada.
Señor, me ronda la sospecha de que ahora, en aquel polvo, se puede sembrar.


CONFRONTACIONES

Si alguno dice: dame dinero...
A cada apóstol que llega a vosotros acogedlo como al Señor. El no permanecerá más
que un día; si hubiese necesidad, un día más..Si permanece durante tres días es un falso
profeta . El apóstol, al despedirse, no acepta nada sino el pan, hasta donde se pare de
nuevo; si pide dinero es un falso profeta...
...Si alguno dice interiormente: dame dinero y otras cosas, no lo escuchéis (Didajé, XI, 4
s).

La misión del discípulo depende de la de Cristo
Para describir la misión de los discípulos Mc usa las mismas palabras que las empleadas
durante todo el evangelio para describir la misión de Jesús: predicaban la conversión,
curaban a los enfermos, echaban a los demonios.
La misión de los discípulos depende de la de Cristo, encuentra en ella el motivo y el
modelo.
Esto supone, por parte del discípulo, una triple conciencia: la conciencia de un origen de
Dios («les mandó»), esto es, de una marcha querida por otro y no decidida por nosotros, de
un proyecto en el que estamos implicados, pero del que no somos los directores; la
conciencia de salir de sí y de ir a otra parte, a puestos nuevos, continuamente de viaje; la
conciencia, finalmente, de poseer un mensaje que ofrecer nuevo y alegre (B. Maggioni, o.
c.).

Cuando un discípulo se hace sedentario
Un discípulo aplastado por el equipaje se hace sedentario, conservador, incapaz de
captar la novedad de Dios y muy hábil para encontrar mil razones de conveniencia para
juzgar irrenunciable la casa en la que se ha instalado y de la que ya no quiere salir
(¡demasiadas maletas que hacer, excesivas seguridades a que renunciar!) (Ibidem).

El evangelio tiene repercusión en el equilibrio humano
Hoy discutimos mucho acerca del «poder» de los ministros. Cosa extraña: el único poder
dado a los ministros, en Mc, es un poder que no ejercitamos, y es de orden carismático: ¡el
de echar demonios!... ...el milagro nos comporta obstáculos...
Se tiene la impresión de que lo que formaba una estupenda unidad en Mc (palabra y
gestos) hoy ha quedado rota: hay especialistas de la predicación y especialistas de los
milagros, con daño tanto para unos como para otros.
Un frenesí de milagros puede resultar decididamente malsano. Pero tenemos que
reconocer, por otra parte, que quizás no estamos suficientemente atentos al hecho de que
la predicación del evangelio ha de tener repercusiones en el equilibrio humano.
Sé muy bien que hemos sustituido la curación de las enfermedades por la voluntad de
instaurar un mundo más justo y más fraterno. Es algo legítimo, sin duda, buscar los signos
del aproximarse del reino de Dios a nuestro mundo en favor de la vida humana. Pero con la
condición de no olvidar la virulencia del evangelio: esto constituye un poder de acción
contra el reino del mal. Mc, como todas las personas de su tiempo, veía a Satanás bajo
rasgos que a nosotros nos parecen míticos. Hemos de proceder a una purificación de las
imágenes, y no podemos tomar, así como están, las expresiones de Mc para definir nuestra
misión. Y, sin embargo, queda siempre algo que no podemos sacrificar en esta concepción
dramática de la misión (J. Delorme, De los evangelios a Jesús, Bilbao 1973). )
(·PRONZATO-3/1.Págs. 296-304)
................
1) G. Nolli dice: "Nos parece que Mc ha querido conservar en los apóstoles un aspecto mas bíblico (bastón y
sandalias, tradicionales), corregido por un pensamiento nuevo (sin pan, ni alforja, ni dinero); Mt y Lc han visto
a los doce según un ideal griego, llevado a efecto por predicadores cínicos, privados verdaderamente de
todo».


27 - MUERTE DE JUAN EL BAUTISTA
Mc/06/14-29   Mt/14/01-12   Lc/09/07-09   Lc/03/19-20
JBTA/MU

Faltando los discípulos, se habla de otra cosa...
Aquí en verdad Mc llena la escena que ha quedado vacía después de la marcha de los
doce.
Nos habríamos esperado que hablase de Jesús. Que nos hubiera presentado una especie
de primer plano con insistencia en los detalles.
Sin embargo, Mc, cuando faltan aquellos que «están con él», no continúa la narración. Y.
encontrándose frente a Jesús solo, se siente extrañamente embarazado e introduce la única
narración de todo su evangelio que no lo ve protagonista directo, sino sólo «pretexto» inicial
para otra historia.
Tenemos así una nueva "inclusión", inserta entre la salida y la vuelta de los apóstoles.
Pero es necesario reconocer que, para ser un artificio, está muy bien logrado, y que todos
los elementos "encajan" perfectamente y concurren a hacerlo plausible.
Así pues, los doce, misionando, hablan y hacen hablar de Jesús de Nazaret. La gente se
pregunta acerca de este personaje y expresa las opiniones más diversas: es Juan el
Bautista que ha resucitado. No. Es Elías (que era esperado por muchos como precursor del
Mesías). Es simplemente un profeta. Hay que hacer notar: nadie entre el pueblo, aun
acercando a Jesús a las grandes figuras proféticas de un pasado más o menos remoto, lo
tiene por Mesías. Su «estilo» estaba excesivamente lejano de las expectativas generales.
Las distintas voces llegan a Herodes. Y también él se pregunta acerca de Jesús.
Entre otras cosas, las diversas opiniones despiertan en su intimidad un complejo de culpa
a causa de aquel nombre, Juan el Bautista, que preferiría no oír más.
Sostengo que el punto de vista de Herodes (v. 16), más que coincidir con la creencia
popular acerca de Juan vivo de nuevo, agigantada en él por la mala conciencia, expresa
más bien el fastidio, la irritación. Algo así como: «Mira que si ahora, después de haberme
desembarazado de este fastidioso predicador, aparece un nuevo profeta para crearme
nuevas complicaciones...».

Un enredo embrollado
Pero veamos a cada uno de los protagonistas del caso.
Herodes-Antipas. Mc lo llama rey, pero es un título que no le pertenece. El solamente es
tetrarca (señor de una cuarta parte del territorio) de Galilea y de Perea, regiones que le
habían tocado al morir su padre, Herodes el Grande (que había tenido ese hijo de la cuarta
mujer, la samaritana Malthake).
Parece que, efectivamente, su padre, en el testamento, le había regalado el título de rey.
Pero los romanos se lo negaron resueltamente; y que se conformase con los territorios.
La gente, quizás, lo llamaba así sabiendo que a él le gustaba, y tenía incluso aires de
gran rey. El juramento («te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino» (v. 23)
es un gesto un poco fanfarrón, desde el momento en que, sin el permiso de los romanos, no
podía ceder ni siquiera un palmo de aquel territorio.
Para casarse con la cuñada-sobrina Herodías, había repudiado a la primera mujer, hija
del rey árabe Areta IV, nabateo, que se había refugiado junto a su padre pidiéndole la
venganza contra su ex-marido.
Residía habitualmente en su palacio de Tiberíades, en la orilla occidental del mar de
Galilea. Pero residía también, alguna vez, en la fortaleza de Maqueronte (1), hecha
construir por el padre en las cercanías del Mar Muerto.
En el 39 irá a Roma para obtener finalmente el título de rey. Por toda respuesta Calígula
lo retiene en el exilio bajo sospecha de alta traición.

«Filipo». No se llama así. Se trata de un hermanastro que lleva también el nombre de
Herodes (es hijo de Herodes el Grande y de Marianne II). Quizás Mc ha cometido un error,
justificado porque en aquella familia los nombres se repetían creando graves problemas de
identificación. O, quizás, se llamaba Herodes-Filipo.
Estaba «sin territorio propio», y algunos dicen que residía en Roma. Durante una visita al
hermano tetrarca, éste se enamoró de su mujer y se la quitó...

Herodías. Era una sobrina de Herodes el Grande y tenía el capricho de casarse con los
tíos. En efecto, tanto el primer marido (Herodes-Filipo) como el segundo (Herodes Antipas)
eran hijos como hemos visto del famoso Herodes.

La hija de Herodías, según Flavio Josefo, se llamaba Salomé. Se convertirá en mujer de
Filipo, tetrarca de Iturea y de la Traconitide, éste también hijo de Herodes el Grande.
Como se ve el caso de Juan se inserta en una trama de lazos familiares bastante
complicados, aparte las valoraciones de orden moral. Una mujer se casa con su tío y lo
deja para unirse al cuñado, que es tío también. Se vale de la hija para conseguir del marido
(respectivamente padrino, tío y tío-abuelo de la muchacha) la cabeza del profeta que
denuncia su unión ilegítima. Y, por si fuera poco, esta hija se casará con uno que es, al
mismo tiempo, hermano de su padre y tío de su madre... Para volverse loco.

Un solo rayo de luz en un cuadro macabro
Desde un punto de vista humano, es verdaderamente paradójico que «el más grande
entre los nacidos de mujer» se haya visto mezclado en una turbia aventura tejida de
frivolidad, extorsiones, odios implacables, intrigas amorosas innombrables, embrollos,
sensualidad. Que haya sido víctima de la perversidad de una mujer unida a la debilidad de
un hombre. Que la cabeza del profeta haya sido cortada por un príncipe fanfarrón de un
pequeño estado que, no teniendo nada que perder, no quiere perder las apariencias.
Flavio Josefo -en sus Antigüedades judías- atribuye la ejecución de Juan a razones
políticas. Mc, evidentemente, prefiere dar crédito a la versión popular de este hecho
abominable.
No se puede tampoco excluir que las dos causas (intrigas familiares y razones de estado,
capricho de una mujer y temor de una insurrección) se hayan sobrepuesto.
Llama la atención este solo de danza de una princesa como Salomé. Eran, normalmente,
las prostitutas las que aseguraban un tipo así de exhibición.
Aquí, evidentemente, entra la pérfida dirección de Herodías (hace sospechar, en efecto,
el detalle de que no le haya cogido de sorpresa la pregunta de la hija, sino que ha tenido
inmediatamente lista la elección). La mujer, además, conoce los efectos del vino en el
marido.
Uno de los aspectos que impresionan más en la narración es la ambientación: una fiesta.
Lo que, normalmente, es ocasión de alegría (y, tratándose de un soberano debería ser
marcada por la magnanimidad en relación a los prisioneros), se convierte en el marco de
una ejecución despiadada.
Otro elemento significativo es la contraposición entre espera y rapidez.
«Llegó el día oportuno...» (v. 21). Herodías ha sabido esperar, su odio frío ha resistido
sin prisas. Y cuando se ha presentado la ocasión, no la ha dejado escapar.
No hay tiempo que perder. Desde este momento, la escena se desarrolla según un ritmo
implacable. Parece que se ha puesto en movimiento un mecanismo inexorable. Los
«enseguida» se alternan con la «prisa».
La muchacha vuelve «al punto», «apresuradamente» adonde el rey. Quiere «ahora
mismo» la cabeza del profeta. Herodes «al instante» manda al verdugo a ejecutar la
sentencia.
Se descubre un dinamismo que tiene como punto de partida y de llegada a Herodías. De
la madre, a la muchacha, al rey, al esbirro. Del verdugo, a la muchacha, a la madre. Parece
como si la cabeza de Juan viajara aun antes de ser separada del cuello.
La única nota humana en este cuadro macabro es dada por los discípulos de Juan que
vienen a recoger su cuerpo para darle sepultura (v. 29).
Y, con la alusión a la sepultura, quizás Mc nos orienta hacia otro caso que no se
terminará, sin embargo, en una tumba.
Los discípulos de Juan deben limitarse a preocuparse de la sepultura.
Los de Cristo deberán ambicionar la resurrección del Maestro.
La ligazón entre los dos casos, de todos modos, es bastante evidente: Juan ha sido
precursor de Cristo también en el martirio.
Y los discípulos son invitados a reflexionar en que la misión confiada a ellos puede
desembocar en la persecución.
No es casual que el próximo «sondeo de opinión» acerca de Cristo (8, 27-30), se
concluya con el anuncio de la pasión.
Jesús nunca podrá ser simplemente objeto de curiosidad.


PROVOCACIONES

1. El verdadero drama del Bautista, sin embargo, ha sido otro.
Podemos dar un nombre a su martirio: ser tenido en la oscuridad.
En la oscuridad de la cárcel, no sabe ya qué piensa la gente que antes corría tras él. ¿Se
recuerda aún su enseñanza? ¿Le ha permanecido fiel?
Y sus discípulos ¿qué han hecho?
Y aquel señorón que lo escuchaba con interés, y que continúa comportándose como
antes... Parecía convencido, pero no cambia nada.
Incluso Dios calla. Está ausente.
Hay una fiesta en palacio. Y él ignora que ha sido elegido como número del programa (no
previsto).
Pero hay otro tipo de oscuridad que constituye su tragedia más íntima.
Había dicho, convencido: "es preciso que él crezca y que yo disminuya". (/Jn/03/30).
Contento de colocarse en la última fila, con tal de ver al esperado que sube al palco.
Pensaba que nadie habría podido quitarle al menos esa alegría: ver «crecer» al otro.
Sin embargo, aquél continuaba disminuyendo...
No quería los aplausos. Más que manifestarse abiertamente, parecía que tenía a gala
esconderse.
Juan deja la cabeza sobre la bandeja del verdugo.
Pero debe haber sido más doloroso sentirse arrancar, mortificar aquellos deseos
legítimos. Debe constatar que no le era lícito tener aquella esperanza, que no tenía derecho
a juzgar la conducta y las intenciones de aquel otro.
El decía contentarse con haber visto lo justo. Con haber señalado la presencia del otro.
Pero nada más. El esperado llegaba por un camino imprevisto y estaba recorriendo
caminos que no habían sido contemplados. Su tarea consistía en anticipar el tiempo, pero
equivocando el modo.
Puede ser más fácil aceptar el martirio. La sangre al menos contiene una luz.
Incluso el silencio y la ausencia pueden ser más tolerables.
Pero un Dios que habla de otra manera de como habríamos esperado, que no se
comporta según nuestras previsiones, que no escucha nuestras sugerencias, que no se
acomoda a nuestro ceremonial, mortifica incluso nuestros sacrificios (él renunciaba a
permanecer sobre el pedestal, con tal de que Jesús subiese a él...), esto es de verdad
insoportable.
Viene la duda de que no sea ya Dios.
Defender la causa de un Dios que no acepta nuestras causas, que nos desmiente
sistemáticamente, es lo más difícil.
No es el martirio.
Es la prueba decisiva de la fe.
Sí. Pensándolo bien, alguien había cortado ya la cabeza al amigo del esposo (Jn 3, 29)
antes de que llegase el esbirro.

2. Pero al menos después de morir ha tenido suerte. Que no haya sido Herodes quien se
preocupase de su sepultura.
Pasa también esto, en efecto.
Las «honras fúnebres» de los profetas son reivindicadas normalmente por quien no ha
tenido nada que ver con ellos. O, a lo mejor, ha tenido que ver en el sentido de ignorarlos,
combatirlos, descalificarlos, hacerlos morir.
Se diría que cierta gente es más apta para «reconocer» el cadáver que no a una persona
viva. Ya lo creo, no hay más que mirarles a los ojos.
No, no es el remordimiento. Es el miedo. Como en el caso de Herodes. El recuerdo del
profeta asesinado vale sólo para despertar el miedo de aquel otro que hace hablar de sí en
este momento.
Así se dedican a las conmemoraciones, para no verse obligados a escuchar a los que
hablan ahora.
Se "usan" los profetas de ayer para difamar a los de hoy. Contra los que ya están en
circulación.
Me atrevería a decir que ciertos individuos andan siempre con retraso (al menos) de un
profeta.
Entendámonos. No es que a ellos les interesen los profetas. Aun habida cuenta de los
gastos por las honras fúnebres, el sepulcro y los discursos conmemorativos, un profeta
difunto cuesta siempre menos que uno vivo.
Lo que interesa a cierta gente es la propia tranquilidad.
Y, es cierto, los profetas serían tipos «interesantes» (Herodes escuchaba «con gusto» a
Juan el Bautista), incluso simpáticos si no fuesen tan exagerados (hasta hacerse
fastidiosos). Pero este vicio, se sabe muy bien, lo pierden en la tumba.
Tienen la pésima costumbre de preocuparse de tus cosas.
¡Bah!, un poco de paciencia. Llega siempre el «día oportuno». Con la sepultura,
finalmente, tienes tú la posibilidad de ocuparte de ellos.
La venganza más odiosa no es la de Herodías.
Al menos ha reconocido que el profeta tenía razón. No ha pretendido que bendijese su
unión ilegítima. Lo ha eliminado porque no podía soportarlo, entorpecía su camino.
La verdadera venganza es la hipocresía. O sea, el intento de hacerse dar la razón por el
profeta.

3. No nos escandalicemos. Herodes Antipas, el fanfarrón sensual, era capaz de
renuncias.
Para llenar sus jornadas vacías se había interesado incluso por los discursos de Juan.
Después, durante un banquete, ha encontrado algo mejor, un motivo mayor de interés. Y,
para pagárselo, se ha privado -aunque fuera de mala gana- del primero. También él habrá
pensado que no se puede tener todo en la vida. Territorio y título de rey. Pecados y
confesor de familia. Remordimiento e irreflexión. Barril lleno y mujer borracha (con la
variante de que, aquí, el marido era el borracho).
Los predicadores deben ponerse muy en guardia sobre todo frente a aquellos individuos
que los elogian, les cubren de admiración, les encuentran interesantes, dicen que "no les
pierden ni una palabra".
El peligro viene precisamente en esa dirección.
Los que «no pierden ni una palabra», son los mismos que no están dispuestos a perder
ni siquiera una mala costumbre, un centímetro de porquería. «Usted me hace sentir que
estoy en pecado». Pero no restituyen ni una peseta.
Pueden incluso llegar a demostrar seriedad. Alguno admite nada menos que está en
«crisis». No nos dejemos impresionar. Son crisis que no llevan nunca a poner en crisis los
negocios y las mentalidades.
Todo continúa como antes. Con la ventaja de tener al predicador en familia (así no hay
peligro de que vaya a gritar en medio de la plaza tus cosas). Sí, profeta en familia significa
profeta en la cárcel de familia, en espera de pasar a la tumba de familia.
La categoría de interesantes puede ser la prisión de la palabra.
Es necesaria mucha vigilancia y lucidez por parte de quien anuncia la palabra. Puede
encontrar, por el camino, oyentes que confunden la exigencia de la conversión con el «con
gusto» de la diversión, de la curiosidad, y de la distracción.
En ese caso, no hay por qué sorprenderse de que, cuando vislumbra una diversión más
interesante, se pase a ésta olvidando al profeta en la prisión, o, peor, sirviéndose de él
como mercancía de cambio.
PD/CURIOSIDAD: Cuando la palabra se hace objeto de curiosidad no es necesario
escandalizarse si después se degrada a producto de mercado, «ligada» a las leyes de la
publicidad, a las exigencias de la concurrencia, de la moda, de los gustos del público.
La peor aventura que puede tocar a un profeta no es que alguien le corte la cabeza. Sino
que alguno se la arregle, se la perfume, le corte la barba, para dejarlo presentable.
El profeta está en su puesto en la prisión, no en una mesa preparada para gente
importante.
La oscuridad de la celda es menos peligrosa que las luces del escenario.


CONFRONTACIONES

La lógica del rechazo
En el centro del escrito de Mc domina el interrogante acerca de la identidad de Jesús:
¿Quién es Jesús para los parientes, los paisanos, los jerarcas religiosos, para la autoridad
política y para la gente?
Cada grupo intentará dar una respuesta a esta pregunta con un esquema prefabricado y
familiar.
Es la defensa instintiva contra lo imprevisible y lo extraordinario que rompe los esquemas
y los estereotipos culturales.
Pero si lo nuevo y lo desconcertante no se deja integrar en el sistema que tutela los
privilegios, se convierte en una amenaza y en un peligro que debe ser eliminado. Es la
lógica del rechazo que se hace violencia en manos del poder. Juan Bautista es una víctima
de esta lógica. Con su muerte violenta, es un signo premonitor de la suerte que espera
también a Jesús de Nazaret. Este puede ser el motivo de por qué Mc da un espacio tan
amplio a la narración de la muerte de Juan (R. Fabris, o. c.).

Qué utilidad procura la verdad
VERDAD/COMPROMISO
Sé pagar donde, como, cuando queráis, porque las ideas valen no por lo que rinden, sino
por lo que cuestan (Card. Bevilacqua).

...Ellos sólo quieren verdades tranquilizadoras. Pero la verdad no tranquiliza a nadie: ella
compromete (G. Bernanos).

A la verdad se llega con un obsequio total y con una indiferencia absoluta, en
compensación de cualquier ventaja que pueda ofrecer la vida.
Quien busca la verdad debe estar dispuesto a sacrificar todo por la verdad (M. K.
Gandhi).

Cuándo tenía razón la cabeza de Juan
La cabeza de Juan Bautista tenía más razón sobre la bandeja que cuando estaba
adosada a su cuello (P. Mazzolari).

Las credenciales del profeta
Profeta es aquel que pone en el platillo de la balanza no el peso de las palabras, sino el
peso de la vida (Anónimo).

La vocación del profeta se acredita cuando un individuo se olvida de sí mismo para dejar
hablar sólo al amor provocado en la humildad (P. Talec).
...................
1) Flavio Josefo pone aquí la ejecución del Bautista. Pero es más probable que aconteciese en Tiberíades. En
Maqueronte, de todos modos, se había refugiado la mujer de Herodes Antipas, cuando había sospechado de
la infidelidad de su marido.
(·PRONZATO-3/1.Págs. 306-314)


28 - VUELTA DE LOS APÓSTOLES:
PRIMERA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES:
Mc/06/30-44   Lc/09/10   Lc/10/17-20   Mt/14/13-21  Lc/09/10-17   Jn/06/01-13
MIGRO/PANES:

El reposo de los misioneros
Cuando vuelven, los doce se han convertido en «apóstoles». Es la única vez que Mc les
llama así. Un título (misioneros-enviados) justificado por su actividad que, entre otras cosas,
ha creado un movimiento notable de multitud, que no da visos de cesar.
Jesús apremia a los discípulos, en un cierto sentido, concediéndoles descanso en un
lugar apartado. La frase es bastante significativa: «Venid también vosotros aparte, a un
lugar solitario, para descansar un poco» (v. 31).
En efecto, la gente acude de todas partes, crea ruido, y a los apóstoles «no les quedaba
tiempo ni para comer» (una fórmula tradicional los estudiosos hablan de
«estereotipo»-usada por Mc. (cf. 3, 20).
La marcha imprevista no engaña a la multitud. El intento de esconderse fracasa. La
trampa no prospera.
Así, cuando el grupo desembarca, ¡ya están allí algunos que les han precedido a pie!
La cosa, al menos a primera vista, parece un poco extraña. Pero, si se trata de la zona
nor-occidental del lago, podría explicarse por el hecho -documentable- de que en ciertas
épocas el Jordán, precisamente en la desembocadura, presenta una franja seca que
permite atravesarle sin ni siquiera quitarse las sandalias.
A este detalle, podríamos añadir también el viento contrario que retarda la barca, y
entonces el fenómeno no es tan misterioso.
De todos modos, en toda la «sección de los panes», los datos geográficos dados por Mc,
más que explicar, crean una serie embrollada de dificultades. Por lo que es difícil seguir los
movimientos exactos de Jesús y de los que «están con él».
Es mucho mejor captar el significado de los sucesos, que empeñarse en reconstruirlos en
su desarrollo exacto.
Así, el reposo de los discípulos, más que ambientado en un determinado lugar, es
colocado junto a una persona. Es la vuelta a la fuente. La posibilidad de reencontrarse con
él, gozar de su intimidad, escucharlo, ser puestos aparte de sus proyectos.
Junto a Jesús, el discípulo recupera fuerzas, se reanima, aprende, y está de nuevo listo
para ponerse al servicio de los demás.
Con todo, en este caso, el reposo consistirá esencialmente en preocuparse de la multitud,
que no puede admitir que se la margine.
Aquí se transparenta el pensamiento de Mc: «Los misioneros no pueden desentenderse
de la multitud, deben hacer siempre algo por ella» (J. Delorme).
Esta vez su reposo consistirá... en hacer reposar a los otros, en compartir concretamente
la compasión y la solicitud amorosa de Jesús por su pueblo.

La sección del pan
La etapa que se desarrolla del 6,30 al 8,26 es llamada, comúnmente, «sección del pan»,
porque el pan es la nota dominante en torno al cual se orquesta toda la narración que
culmina en los dos relatos de la multiplicación (6, 34-44; 8, 1-10).
Veremos, a continuación, en qué modelos se apoya Mc.
Pero desde ahora podemos centrarnos en algunos temas:
- El pastor (y, de rechazo, el cabeza-mesiánico del nuevo pueblo de Dios, conducido a
través del desierto).
- El reposo.
- El alimento.

El tema del pastor es el dominante. Aunque no es anunciado explícitamente, todo
concurre a hacer destacar aquella imagen, a hacer mirar en aquella dirección.
Además del recuerdo del Éxodo (15, 13) es evidente la referencia al salmo 23:
«El Señor es mi pastor,
nada me falta.
Por prados de fresca hierba me apacienta;
hacia las aguas de reposo me conduce,
y conforta mi alma.
Me guía por senderos de justicia...
...tú preparas ante mí una mesa...».

Punto de partida es la compasión, la piedad hacia esa multitud «porque eran como
ovejas que no tienen pastor» (v. 34).
La solicitud de pastor-jefe hacia su grey se manifiesta asegurando:
-la enseñanza
-la comida

Los dos elementos, sin embargo, constituyen el alimento del pueblo de Dios.
Cristo no alimenta a la multitud sólo con pan sino también con su palabra que es
alimento.
Es más: la palabra es capaz de reunir, de «hacer» un pueblo.
Antes aún de ser reunidos por la exigencia del alimento, estos individuos son reunidos
por la exigencia de la escucha de la palabra.
Pero aquí, la figura del pastor asume un trato inédito. En la tradición del antiguo
testamento, en efecto, el pastor asegura a la grey el descanso, el pasto, pero no desarrolla
ninguna actividad de enseñanza.
Jesús, por el contrario, alimenta a su pueblo con la doctrina.
Respecto al género literario, Bultmann habla de una «narración de milagro» pura y
simple.
Pero otros estudiosos, habiendo adivinado la intención del evangelista de anunciar un
mensaje particular, prefieren hablar de «historia milagrosa kerigmática». Entonces, ¿cuál es
la intención catequética de Mc?
Es doble:
1. Presentar a Jesús como el pastor que reúne, instruye y nutre al nuevo pueblo.
2. Definir la tarea de los apóstoles como aquellos que están asociados al ministerio de
Jesús (después de haber sido formados por él, se convierten en intermediarios entre él y la
multitud).
Alguien ha pretendido reducir el episodio a una escena de poca monta y simbólica en
clave de solidaridad popular.
Pero dice V. Taylor: «La opinión según la cual el episodio fue la expresión idílica de una
buena camaradería es simplista, y no logra explicar la modalidad de la narración y su
conservación».
Y R. Fabris, al contestar a esta explicación que vacía de sentido el relato, reduciéndole a
una simple experiencia de camaradería, observa: «...El gesto inicial de Jesús que distribuye
el pan y los peces habría abierto camino a una cadena de generosidad tal que haría
superar con creces las provisiones para toda la multitud. Brevemente, un picnic al aire libre
bien logrado y gracias al clima de fraternidad y entusiasmo creado por Jesús.
«Aunque es imposible reconstruir el episodio en sus detalles históricos, no se puede
negar seriamente la intención de Mc de narrar un milagro. Es claro también que el milagro
para el evangelista no es simplemente un truco de circo para sacar, de una pequeña
provisión privada, panes y peces para cinco mil personas.
«Por eso, ya desde el principio, esto es, a los ojos de los testigos, el gesto prodigioso de
Jesús aparece en clave religiosa. Es la actualización del banquete mesiánico prometido
para los últimos tiempos, y así éste revela la identidad profunda de Jesús.
«Esta interpretación se acentuará de un modo explícito cuando el episodio sea insertado
en la catequesis eucarística. A este nivel el pan prodigioso, partido y distribuido en el
desierto, se convertirá en signo anunciador del banquete eucarístico.
«En el centro de estas dos interpretaciones destaca la de Cristo pastor, que se preocupa
amorosamente del pueblo».

El que no permite que falte el alimento
Hemos visto ya que la localización del hecho es ardua.
Según algunos, la barca habría simplemente costeado la orilla, y por tanto estaríamos
aún en el lado occidental del lago.
Según otros, se debería hablar de verdadera travesía y propiamente dicha, y el lugar
podría localizarse en los espacios herbosos de la parte de Betsaida Julia, donde
precisamente coloca Lc la escena.
Más allá de la localización geográfica, es importante averiguar otro tipo de localización en
la persona de Jesús.
«Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos» (v. 34).
La «compasión» del pastor es el verdadero lugar en el que se ambienta el milagro.
Viene a la memoria, sobre todo, un texto del antiguo testamento (1):
«¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!... No habéis fortalecido las
ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida. No habéis
tornado a la descarriada ni buscado a la perdida. Sino que las habéis dominado con
violencia y dureza. Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en
presa de todas las bestias del campo, andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todas
partes, por los montes y por los altos collados... sin que nadie se ocupe de él... Dice el
Señor Yahvé: aquí estoy yo contra los pastores. Reclamaré mi rebaño de sus manos y les
quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos...
Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él... las recobraré de todos los lugares donde
se habían dispersado en día de nubes y brumas... Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las
llevaré a reposar... Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará,
mi siervo David... Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del
hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones... Vosotras, ovejas mías, sois el
rebaño que yo apaciento y yo soy vuestro Dios» (Ez 34, 2-31).

Mientras Jesús enseña (primera expresión de su compasión por la multitud), los
discípulos se muestran preocupados por lo avanzado de la hora. Se le acercan y le
advierten que conviene despedir a la gente. «Le decían...» (v. 35). El tiempo usado indica
una observación repetida varias veces, porque parece que el Maestro no se da por
enterado. Al principio, quizás, recurren a señas, después hablan explícitamente.
Todo el comportamiento de los discípulos está marcado por el realismo y revela al mismo
tiempo que se sienten responsables de las cosas materiales.
Está cayendo la tarde, y es la hora de la segunda comida para los hebreos (la más
abundante, a base de pan, fruta, algún plato caliente, agua. La carne y el vino sólo
aparecían en la mesa con ocasión de las fiestas).
El «denario» (v. 37) es una moneda de plata y constituye la paga diaria de un obrero (Mt
20, 2). Según la mishná, la ración diaria de pan para una persona costaba la duodécima
parte de un denario.
Por tanto, aquí, tratándose de una sola comida, tendríamos 4.800 medias raciones. Los
cálculos de los discípulos son bastante exactos...
La respuesta de los discípulos aparece de nuevo bastante brusca.
Indica, inequívocamente, que ellos no tienen aquel dinero.
Nota E. Schweizer: «La orden es dada a los discípulos sin duda porque pone en
evidencia su incomprensión. La fe se realiza sólo en la acción, y así su incomprensión se
manifiesta en un encargo concreto».
Los panes de entonces eran una especie de hogazas -hechas con harina de cebada o de
centeno cocidas en una plancha candente o en el horno. Tenían pocos centímetros de
espesor y tenían la forma y la medida de un plato (de hecho, podían servir también de
plato).
El pan no se cortaba nunca con cuchillo, sino que se partía con las manos para ser
distribuido después a los comensales.
Jesús aparece aquí como el señor hospitalario, amo de casa, incluso en el gesto de la
bendición. La fórmula usada para la bendición de la mesa era así: «Bendito seas tú, Señor
Dios nuestro, rey del mundo que de la tierra haces crecer el pan».
Sin embargo el gesto de levantar los ojos al cielo (v. 41), en el judaísmo, no pertenecía al
contexto de la bendición de la mesa (al contrario: en la bendición de la copa del vino, había
que tener los ojos fijos sobre ella), pero a veces acompañaba las oraciones de la
invocación.
Es bastante evidente que Mc utiliza, para describir esta escena, las palabras y los gestos
que usa en la institución de la Eucaristía (14, 22).
Nota V. Taylor: «Marcos plasmó el vocabulario de este pasaje en conformidad con el de
la cena, con la convicción de que en cierto sentido la comunión convival en el desierto era
una anticipación de la Eucaristía. Esto no debe llevar a pensar en creaciones imaginarias.
Al contrario, es probable que los hechos concretos insertos en la perspectiva de la
narración adquieran un significado más rico».
Se trata, en suma, de algo anacrónico, pero totalmente legitimo en una perspectiva
teológica. Un acontecimiento posterior proyecta su luz y hace descubrir el significado de un
hecho precedente, que es acogido así en su aspecto anticipador.
En cuanto al pez, no olvidemos que nos encontramos en los alrededores del lago, y por
tanto debía ser una comida bastante común (pez salado o asado).
Pero echemos de nuevo un paso atrás. Es necesario que paremos también nuestra
atención sobre la colocación en la mesa; después de haber hablado del alimento.
«Entonces les mandó que se acomodasen todos por grupos sobre la verde hierba» (v.
39).
«Grupos» se traduciría literalmente por «acicates». Dice J. Nolli: "La diversidad de los
vestidos variopintos, característicos de la gente oriental, trae a la fantasía cálida de Mc (o
de Pedro) los acicates florecidos de un jardín".
Sin embargo Nisin afirma: «esto puede recordar la manera con que los alumnos se
agrupan en torno al rabí "en racimos, como cepas de una viña" (Jer. Berach. 4, 1). Así, la
escena de la muchedumbre sentada en grupos valdrá para comprender la asimilación del
pan con la palabra».
La hierba verde recuerda quizás "la hierba fresca" del salmo 23. Puede indicar o el lugar
caracterizado por el verde y la frescura, o el tiempo primaveral (en torno a la pascua). Y
puede entenderse también como referencia a los tiempos mesiánicos cuando el desierto se
convertirá en un jardín y será fértil (Is 35 y 60).

«Y se acomodaron por grupos de cien y cincuenta» (v. 40).
Es difícil imaginar que los discípulos lograsen dividir a la gente de esta manera. Pero lo
que no hicieron los discípulos por falta de tiempo, lo han hecho ciertos comentaristas,
quienes han sido capaces de acomodar aquella multitud en rectángulos perfectos: cien
personas en el lado más ancho, cincuenta en el más estrecho. Pero tal colocación, muy
bonita a la vista, tiene el único inconveniente de lograrse sobre... el papel.
Más que otra cosa se deben entender grupos ordenados de modo que se facilitara la
distribución. El hecho recuerda, probablemente, la organización del pueblo en el desierto
(Ex 18, 21-25, Núm 31, 14; Dt 1, 15). Y, sobre todo, constituye la antítesis del v. 34
(«ovejas que no tienen pastor»). Jesús forma de una masa dispersa, a la desbandada, un
pueblo «reunido» en torno al pastor.
Queda el hecho de que, multiplicando las dos cifras (cien y cincuenta se obtiene
exactamente el número de comensales: ¡cinco mil!).
El milagro es indicado con la expresión «partió los panes y los daba a los discípulos» (v.
41). El imperfecto ("daba") indica un acto continuado. Jesús siempre tiene otro pan que
ofrecer, y los discípulos se limitan a «pasarlo» a la multitud.
G. Nolli destaca la contraposición entre «partió» (un gesto hecho una sola vez, como se
hacía al comienzo de la comida) y «daba» («el imperfecto sigue a Jesús en su continuo
distribuir a los discípulos los panes que se multiplican en sus manos»).
Los canastos de los trozos sobrantes son, quizás no por casualidad, doce: el mismo
número de los apóstoles (2).
EU/PAN: También el detalle de las sobras tiene su importancia. Lagrange lo atribuye
simplemente al proverbial respeto de los orientales hacia el pan. Pero quizás hay algo más.
«EI tema de las sobras es importante. Significa que el alimento distribuido es inagotable.
Aún se pueden alimentar otros de él, es necesario recoger los restos porque otros tienen
hambre. Esa indicación de los doce canastos, al final, constituye la prueba de que la
multiplicación se concibe como símbolo de algo que se repite constantemente, de un
alimento que es necesario poner a disposición de otros. La mesa del Señor nunca es una
mesa cerrada, está abierta a todo. Y precisamente los doce son los encargados de esto»
(J. Delorme).
Finalmente: «cinco mil», según Lc y Mt, se debe considerar como una cifra aproximada.
La idea de fondo -expresada tanto por el número de los «saciados», como por los
canastos «llenos de sobras»- es de todos modos la idea de la abundancia.

Los modelos
En el intento de encontrar los paralelos de este relato van a rebuscar en las «colecciones
de milagros» (aretalogías) típicas del mundo antiguo, especialmente de la literatura griega y
romana.
Las Biografías de grandes hombres, profetas, taumaturgos, magos, filósofos itinerantes,
excitan la curiosidad.
Sobre todo la Vida de Apolonio de Triana, mago y filósofo polariza la atención y
desencadena polémicas.
No es este el lugar, ciertamente, para examinar toda esta problemática. Bastará subrayar
cómo en las varias literaturas se pueden indudablemente encontrar paralelos. Pero éstos
se colocan, simplemente, a nivel de esquema literario narrativo. Se trata de semejanza de
forma (y a veces también de contenido), sin que constituyan argumentos para probar
absolutamente que el nuevo testamento dependa directamente de estas narraciones.
En la literatura rabínica existe un episodio que tiene alguna relación con el de la
multiplicación de los panes. La mujer del rabí Hanina Ven Dosa cada sábado, sin falta,
encendía el horno. No tenía nada que meter en él para cocer, pretendía únicamente
esconder a la gente su extrema pobreza. En cierta ocasión, una vecina de casa, más
indiscreta que las demás, no pudo resistir su curiosidad y, con la excusa de comprobar el
fundamento de las propias sospechas, se coló de rondón para inspeccionar. Quedó
aterrorizada al constatar que el horno estaba repleto de panes y la artesa colmada de
harina. El «milagro» se atribuía a los méritos del piadoso rabino. De todos modos, esta
simpática anécdota no pasaba de ser considerada como una leyenda edificante.
Existe una narración según la cual Buda, una vez, con un pan consiguió dar de comer a
500 monjes, y todavía sobró bastante. Pero es más probable que el episodio dependa de la
narración evangélica.

¿Puede Dios preparar una mesa en el desierto?
La gran mayoría de los exegetas, por el contrario, admite que sobre todo dos textos del
antiguo testamento han influido en la redacción de los relatos de la multiplicación de los
panes:
-El don del maná y de las codornices durante el Éxodo (Ex 16; Núm 11).
-La multiplicación de los panes hecha por el profeta Eliseo, que dio de comer a cien
personas con veinte panes de cebada y grano fresco en espiga (2 Re 4, 42-44).
Los relatos mosaicos presentan semejanzas notables.
El maná (el «pan» que no es producido por la tierra, sino por el cielo) se puede asemejar
fácilmente al pan multiplicado por Jesús. Codornices y peces indican el companage (carne
y carne del mar). Veremos, entre otras cosas, comentando la segunda multiplicación, cómo
existe también una interesante simbología propia de los peces.
Otros elementos: en los dos casos el lugar es el desierto. Por otra parte el milagro es
provocado por el temor que el pueblo tiene de pasar hambre.
Pero lo que más llama la atención son las dudas manifestadas en los dos casos: los
discípulos de Jesús ven que es imposible encontrar alimentos suficientes en un lugar
desértico.
Las dudas del pueblo en el desierto del Éxodo son constatadas, además de por la
tradición oral, por el Sal 77 sobre todo:
«Hablaron contra Dios diciendo: "¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto?"» (v.
19).
A Jesús, especialmente en las comunidades judías del helenismo, se le ha considerado
siempre como el nuevo Moisés.
Este paralelismo Moisés-Jesús encuentra una expresión famosa en el axioma rabínico:
«Como el primer liberador, así el último».
En el judaísmo, en tiempos de Jesús, estaba viva la espera del nuevo Moisés, o sea del
Profeta-Mesías que conduciría al pueblo de Israel en el Éxodo escatológico a través del
desierto y lo saciaría como pastor misericordioso, en buenos pastos, repitiendo el milagro
del man¦.

Pero la narración, que tiene como protagonista a Eliseo, presenta todavía rasgos más
sorprendentes.
«Vino un hombre de Baal-Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes
de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo: "Dáselo a la gente para que coman". Su
servidor dijo "¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?". El dijo: "Dáselo a la gente para que
coman, porque así dice Yahvé: comerán y sobrará". Se lo dio, comieron y dejaron de sobra,
según la palabra de Yahvé» (2 Re 4, 42-44).
Podemos trazar el siguiente cuadro:

Milagro de Eliseo Milagro de Jesús

-Eliseo está junto a sus discípulos -Jesús está con sus discípulos.

-El alimento es llevado a Eli- -El alimento llega a Jesús a
seo por un hombre de Baal- través de los discípulos (si-
Salisa. nópticos) o de un muchacho (en Jn)
-El alimento consiste en -Cinco panes (de cebada, se-
veinte panes de cebada y gún Jn) y companage (dos peces)
companage (grano fresco en espiga).

-Eliseo manda al criado dar -Jesús manda a los discípulos
de comer a la gente. dar de comer a la gente.

-Objeción por parte del criado -Objeciones por parte de los
(en relación a la desproporción discípulos (de uno solo, An-
entre provisiones y comensales). drés, en Jn).

-Eliseo ignora la objeción y ordena -Jesús ignora la objeción y manda
distribuir el alimento. acomodar a los comensales.

-Eliseo invoca la ayuda de Dios -Jesús invoca la ayuda de Dios.
(con el gesto de levantar los ojos
al cielo).

-El criado distribuye el alimento. -Los discípulos proceden a la
distribución del alimento.

-No hay descripción de cómo -No se dice cómo sucede el milagro.
sucede el milagro.

-La multitud come y dejaron -La multitud come, se sacia, y
de sobra. se recogen las sobras.

-Ninguna reacción por parte de los -No se registra la reacción de la
presentes frente al milagro. gente (solamente en Jn 6, 14).

Comenta Heising: «Como demuestra este parangón, no existe dependencia alguna
pasiva, si bien las diferencias advertidas en los textos confirman la opinión de que el
milagro de Eliseo ha servido como modelo para el relato de la multiplicación, al menos en la
fase prerredaccional. En los dos textos aparece el mismo género literario" (3).
Las diferencias más visibles están en las cifras. Cien personas hambrientas con veinte
panes y un poco de companage por parte de Eliseo; cinco mil hombres con cinco panes y
dos peces por parte de Jesús. En el primer caso la relación es de uno por cinco. En el
milagro de Jesús uno por mil. La medida en la que Jesús es superior a otros profetas, no se
puede, sin embargo, calibrar por estas proporciones expresadas en cifras. Se tiene la
impresión de que los números empleados quieren indicar simplemente la plenitud, la
perfección realizada por Jesús.
Para terminar, precisemos todavía la intención de fondo de esta historia milagrosa
"kerigmática":
«La intención es proponer un mensaje teológico: con el milagro de la multiplicación Jesús
se presenta como el nuevo Moisés del tiempo final, cuya venida era esperada en el
judaísmo. Como profeta semejante a Moisés, él anuncia a Israel en un nuevo Éxodo la
palabra de Dios, la nueva Thorá. Como el buen pastor, alimenta milagrosamente con el
esperado alimento del tiempo final al pueblo que ha acampado: pan y carne (proveniente
del mar). Con esto se repite el milagro del maná. Desde el momento en que Jesús supera
de una manera absoluta la multiplicación de Eliseo, aparece consiguientemente más grande
que todos los profetas del antiguo testamento; en él, efectivamente, está la plenitud del
Espíritu divino» (A. Heising).

Nosotros, por otra parte, estamos autorizados para pasar con el pensamiento de esta
mesa a aquella otra mesa de la palabra y el pan. Jesús, entonces, ya no dirá: «Dadles
vosotros de comer». Se dará a sí mismo como alimento.


PROVOCACIONES

1. Había urdido una treta para sustraerse al acaparamiento de la multitud. La barca era lo
más a propósito para llevar a cabo la estratagema.
Pero el plan fracasó. No sabemos exactamente por qué.
«Al desembarcar, vio la multitud...». Quedó impresionado y... «tuvo compasión de la
gente».
Nos esperaríamos el enojo, incluso la irritación por la proyectada y necesaria «jornada de
desierto», que así fracasaba.
Sin embargo prevalece la misericordia.
El milagro comienza por ahí.
(Dificultad para entender que encontramos a los demás donde ellos están y no dónde
nosotros quisiéramos. Que en el programa de los encuentros la casualidad tiene un puesto
privilegiado. Que el dar empieza dejándonos robar el tiempo...).

2. La expresión «dadle vosotros de comer» (v. 37), en griego es fonéticamente cercana al
v. 31 «venid también vosotros aparte...» (4).
La soledad, con Jesús, jamás puede convertirse en aislamiento, sino que se traduce en
solidaridad, en comunión.
Nos aparta para aprender la «praxis de las manos», o sea las manos abiertas al don, y
no para recibir y menos para comprar.
La relación con Dios, si es auténtica, no nos hace sólo «más espirituales». Nos hace
«más humanos».
Cristo nos lleva consigo, a condición de ser «devueltos» en medio de los otros.
En la jornada del desierto nos pone al corriente de sus cosas.
Y caemos en la cuenta de que son las cosas de los hombres.

3. No es que los apóstoles tengan muchas cosas que proponer. «Despídelos para que
vayan». »¿Vamos nosotros a comprar?».
Despedir, comprar...
O sea, no podemos hacer nada.
Su realismo es, simplemente, la resignación frente a lo imposible.
A todo esto se contrapone la palabra de Cristo que manda: «dad».
También yo estoy siempre dispuesto a sugerir a Jesús que deje pasar, que no hay nada
que hacer, que es mejor no insistir.
El hecho es que yo no quiero «ver» lo poco que tengo en el bolsillo.
Tengo bien apretado el último céntimo, calculo que aquella provisión apenas si llega para
mí. O sea, rechazo lo posible.
Por eso no llego nunca a lo imposible.
No acepto la lógica según la cual el don produce abundancia.
No estoy de acuerdo con el método de producción de Cristo, quien se empeña en
producir pan no con harina sino con amor (A. Zarri).
No quiero entender que el milagro comienza ofreciendo a Jesús lo que no basta ni
siquiera para mí.
También yo, como los apóstoles, tengo que aprender que el milagro no se compra con
doscientos denarios. El milagro se compra con el último céntimo. Tirado.
El punto de partida hacia lo imposible no es lo que tenemos. Sino lo que hemos dado.
Al final también habrá «sobras». Con tal de que, ya desde el principio, no nos salgan las
cuentas.
Con Cristo las multiplicaciones se logran sólo condividiendo.

4. "Adelante, ved..." (v. 38).
Estamos mirando, Señor.
Pero se necesita un poco de tiempo para ciertas operaciones. Son cálculos un poco
complicados.
Sí, se puede hacer este experimento. Dejando caer una moneda de un dólar al segundo,
durante cinco mil años, se obtiene el total de los gastos consumidos para armamentos de
un año en el mundo...
Más aún. Sería suficiente el 10% de los gastos militares de todos los países del mundo
para resolver los más grandes problemas del subdesarrollo.
Y otro cálculo. Con el costo de un portaaviones se podrían comprar tres millones de
toneladas de grano, o sea alimentar a cuatrocientos mil hombres.
Con el precio de un bombardero se podrían construir treinta escuelas de veinte aulas
cada una.
Estos son nuestros cálculos, Señor.
Tenemos provisiones en abundancia, pero no sabemos distribuirlas con un mínimo de
decencia, no digo de justicia.
Tenemos provisiones inmensas. Pero sirven para destruir.
No sabemos transformar las bombas en pan.
Nuestro sueño no es el de hacer florecer el desierto, sino el de transformar la tierra en un
desierto.
Tenemos en el pensamiento otra disposición «por grupos» todavía más grandes que los
tuyos, ciertamente más ordenados, y sobre todo rígidos. A lo mejor con la hierba verde
encima.
Hemos consultado, Señor, nuestro libro de cuentas. Y nos da vergüenza ir a contarte (v.
39).
El milagro no es posible esta vez. Ten paciencia. Demasiadas cosas hay que llevar allí.
Y después, para decirlo en pocas palabras, no tenemos gana alguna de ese milagro. No
nos interesa.
A propósito. ¿Te encargas tú, Señor, de «mandar» a esa gente que se vaya?... Sabes,
es que tenemos necesidad de ese espacio de hierba verde.
El milagro siempre lo puedes hacer en otra parte. En otra ocasión.


CONFRONTACIONES

Solos con Jesús
Para estar con Jesús el apóstol debe encontrar aparte un espacio silencioso. Así como
Cristo, enviado del Padre, encuentra en el estar con él la significación profunda de su ser
de enviado, los apóstoles, en el estar con Cristo, encontrarán su misionalidad.
Soledad de Cristo en el Padre y del enviado en Cristo. Esta no sólo no se opone al ir al
encuentro de los hermanos, sino que constituye el secreto de esta misión.
Como, en el silencio del Padre, Cristo reencuentra los ecos de la eternidad para
retransmitirlos continuamente sobre las ondas del tiempo, así, en el silencio de Cristo, el
apóstol da a la historia el valor que la libera de su destino de muerte.
La silenciosa permanencia en Cristo lleva al apóstol al fondo solitario del mundo, donde
comparte con el Hijo del hombre el camino del hombre (Una comunità legge il vangelo di
Marco, o.

La condición que impone
¿Habéis notado la disposición que Jesús exige, antes de realizar ese milagro, la orden
que da, la condición que impone?
Ante todo, les ha pedido un acto de confianza, un gesto de abandono, de entrega en sus
manos: les ha dicho lo siguiente: "¡Sentáos!".
Entendámoslo bien: les ha pedido, naturalmente, lo que más les costaba en aquellas
circunstancias.
Mientras estaban de pie, no dependían más que de ellos mismos: Conservaban al menos
la posibilidad de ir a buscar con qué comer ellos mismos... Podían marcharse.
Pero apenas hubiesen tomado asiento, habrían renunciado a toda posibilidad de
bastarse a sí mismos, de poder tirar adelante por sí mismos; no tendrían más remedio que
entregarse a él, confiarse a él...
Yo creo que muchos dudarían. Les pedía precisamente lo que menos ganas tenían de
darle; se sentían agitados, inquietos, atormentados por el hambre, y él les pedía que se
tranquilizasen, que se sentasen, que se entregasen a él, que tuviesen confianza en él.
Al obedecer, ponían la vida en sus manos...
Y dudaron por algún tiempo. Su exigencia total les mordía el corazón, luchaba en su
interior con la inquietud, con el miedo, con el orgullo. ¿Iban a fiarse de él? ¿iban a creer
que era capaz de alimentarlos?...
En fin, algunos, en un inmenso acto de fe, se sentaron con los ojos cerrados...
Luego, les fueron siguiendo los demás...
En medio de la gente se veían grandes grupos que oscilaban, que se movían, se
decidían, se abandonaban. Y entonces hubo un momento extraordinario, un momento
milagroso en el que los cinco mil se sentaron, todos juntos...
Y cuando el pan comenzó a circular entre sus manos, cuando cada uno se quedaba con
todo el que quería, y vieron que todavía sobraba, me parece a mí que nadie se extrañaría.
El verdadero milagro se había realizado anteriormente. El verdadero milagro ya había
tenido lugar. El mayor milagro lo había hecho Jesús con ellos mismos: era el milagro de su
fe y de su amor (·Evely-L, La cosa empezó en Galilea... Ciclo A, Salamanca 2.1978,
162-164).
(·PRONZATO-3/1.Págs. 316-330)
......................
1) Y también Núm 27. 15-21. "No es difícil subrayar los relatos y las alusiones. Jesús es otra forma del
nombre Josué ("Yhavé salva"). Josué introducirá al pueblo en la tierra prometida y Jesús en los tiempos
prometidos... Jesús es el verdadero pastor, el que será herido en los días de la pasión, según la profecía de
Zacarías" (A. Nisin).
2) En la segunda multiplicación serán siete, quizás haciendo referencia a los siete diáconos, nombrados para
la atención de la comunidad (cf. Hech 6, 2-3).
3) De todos modos, el relato de Mc es mucho más vivaz, más rico en detalles, colorido. El otro es seco, casi
incoloro.
4) Dote autois umeis phagein (v. 37): Deute umeis autoi (v. 31).


29 - JESÚS CAMINA SOBRE LAS AGUAS
DESEMBARCO Y CURACIONES EN GENESARET
Mc/06/45-56   Mt/14/22-36   Jn/06/16-21
J/CAMINA-AGUAS

La dificultad para caminar sobre las aguas
«Este episodio es extraño, oscuro, incomprensible, y hasta se siente la tentación de
llamarlo inquietante» (G. Dhen).
Y entonces se pretende entenderlo «liberándolo», primero, de su realidad histórica. No
sería sino una fábula inventada por algún cantador ambulante. O también una «piadosa
leyenda». O una historia simbólica. A elegir.
Alguno, menos malicioso, habla de «acontecimiento natural releído en clave milagrosa».
En resumidas cuentas: Cristo ha caminado por la carretera, como todo el mundo. Pero, poco
a poco, como la cosa parecía tan banal, no era noticia, los que han «releído» el episodio,
han tenido la feliz ocurrencia de presentar un paseo sobre las aguas, así, por el gusto de lo
desacostumbrado y para llamar la atención.
Otros, después, echan la culpa a los discípulos. Quienes eran cortos de vista (la diagnosis
de Jesús será aún más cruel: ceguera). Y así, engañados también por la medio oscuridad, y,
por si fuera poco, desconcertados por el cansancio, han descubierto a lo lejos a Jesús que
caminaba por la orilla (o, a lo más, se mojaba los pies en la espuma de la ribera) y han
creído que era una marcha triunfal sobre las aguas.
Hay también quien insinúa que se trata de una aparición del resucitado, caída aquí por un
descuido de composición.
«Al lector moderno lo que dificulta es el caminar sobre las aguas» (V. Taylor). Creo que
no sólo para el lector moderno... El mismo Pedro, que era un hombre más bien chapado a la
antigua, consideraba la cosa no excesivamente fácil.
En sustancia, Jesús habría caminado sobre las aguas gracias a un milagro provocado por
«intereses homiléticos y doctrinales» alimentados por la fantasía. Exigencias publicitarias,
hablando vulgarmente.
Un estudioso, a propósito de la observación «no habían entendido lo de los panes» (v.
52), explica: «el asunto de los panes -según nuestra impresión- fue realmente un poco
distinto y menos extraordinario de lo que quiere hacer creer el relato tradicional». Una
manera bastante desenvuelta para «catalogar» dos milagros de un plumazo.
Mc, por su parte, no se preocupa de lo que ofrece dificultades a los hombres de todo
tiempo. El sabe que lo que ofrece dificultades a los hombres, no las ofrece a Dios. Y. por
eso, cuenta tranquilamente el camino (¡no la marcha triunfal!) de Jesús sobre el mar.

Alejamiento-cercanía
«Inmediatamente obligó a sus discípulos...» (v. 45).
Las razones de la brusca despedida nos las facilita quizá Jn (cap. 6) cuando refiere que,
después de la multiplicación de los panes, la gente quería tomar a Jesús por la fuerza para
hacerle rey. Probablemente se había concertado también un entendimiento tácito entre la
gente y los apóstoles, cuyas concepciones mesiánicas iban bastante de acuerdo.
Entonces Jesús corta por lo sano. Provee él, que no padece ciertas sugestiones, a
despedir a la gente. Los apóstoles deben salir disparados hacia Betsaida («casa de la
pesca»), que se encuentra casi en la desembocadura del Jordán, por la parte izquierda, al
nordeste del lago.
Para una vez que Mc nos facilita una indicación precisa del lugar las cosas resultan
complicadas a más no poder. En efecto, ellos parten para alcanzar la orilla oriental y,
después de la travesía, desembarcan en Genesaret, ¡en la orilla occidental! Bueno, ellos se
han fatigado durante la noche por aquel maldito viento, y es justo que los comentaristas se
fatiguen un poco remando con sus doctas plumas.
Para Jesús, de todos modos, no existen problemas de geografía, sino deseo de soledad
y de oración. Por eso, se separa de ellos (v. 46), esto es, tanto de los discípulos como de la
gente.
«Al atardecer estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra» (v. 47). Más que una
indicación geográfica, «en medio del mar» quiere subrayar la soledad de los discípulos,
quienes se sienten lejanos del Maestro, que quedó en tierra firme.
Lagrange dice que Jesús podía seguir desde la montaña -especialmente con la ayuda de
la luna- el caminar dificultoso de la barca, obstaculizada por el viento. Pero creo que vería
desde la oración. La oración representa un «punto de observación» privilegiado. La oración
permite ver a quien se encuentra en dificultades, y es el punto de partida más seguro para
acudir en socorro de los necesitados.
«Hacia la última parte de la noche...» (v. 48). Mc sigue la numeración romana, que dividía
la noche en cuatro «vigilias» (los hebreos en tres). Serían, pues, más de las tres de la
mañana (entre las tres y las seis).

Una frase misteriosa
«Y quería pasarles de largo...» La última línea del v. 48 ha hecho escribir centenares de
páginas y ha incomodado a los estudiosos más cualificados.
También a nivel de traducción, las divergencias son notables. Sin embargo, aun teniendo
en cuenta los matices, el significado literal no puede alejarse de esto: «pasar junto a»,
«más allá» de alguien, sin pararse, sin prestarles atención.
Por tanto: «y quería pasarles de largo». O también: «quería pasar junto a ellos».
Pero ¿cómo interpretar el gesto de Jesús?
Las soluciones propuestas son numerosas. Hago mención sólo de las más aceptables.
-Algunos sostienen que se trata de una impresión subjetiva de los discípulos. Los cuales
atribuyen a Jesús la intención de pasarles de largo.
-Otros dicen que Jesús quería poner a prueba la fe de los apóstoles. Estaríamos, pues,
frente a un elemento característico de pedagogía de la fe.
-Pero algún otro afirma que el hecho de caminar sobre el mar era del todo natural para
Jesús. Pero no quería que fuese un espectáculo destinado a los ojos humanos. Esta vez
Cristo intentaba llegar antes que los suyos a la orilla opuesta, y quizás darles una sorpresa.
Y habría seguido adelante sin ocuparse de ellos, si no hubiera sido reclamado por las
dificultades con las que luchaban.
-Y otros nos hacen ver una intención deliberada de Jesús para no mezclarse en los
pequeños contratiempos de los discípulos. Algo parecido a cuando seguía durmiendo en la
barca apoyado en un cabezal, mientras la tempestad arreciaba (4, 38). En suma, una
especie de suprema indiferencia puesta de manifiesto frente a las vicisitudes humanas, y
que no merecían que él «se abajase» por esas cosas. Sólo porque les ve aterrorizados, al
fin se digna tranquilizarles y darse a conocer.
-Hay alguno que coloca esta frase en el contexto del secreto mesiánico, típico de Mc. A
Jesús le gusta revelarse y, al mismo tiempo, esconderse. Manifestarse y esconderse (1).
-Finalmente hay estudiosos que meten el «paso» de Jesús en un cuadro de teofanías. El
verbo «pasar de largo», o «pasar junto a» se usa con frecuencia, en el antiguo testamento,
para indicar el «paso» de Dios en las teofanías, y subrayar el carácter inasible y
trascendente de la divinidad (2).
El episodio de Moisés puede ser iluminador a este respecto:
«...Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad... Tú te colocarás sobre la peña. Y al
pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que
yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no
se puede ver» (Ex 33, 19-23).
Es verdad que aquí aparece cómo la «manifestación» de Cristo (que puede asimilarse a
la transfiguración) es intencionada, querida por él, no exigida por los apóstoles.
Todas las hipótesis a las que hemos aludido tienen válidos elementos probatorios, y
también puntos débiles. El enigma permanece. Personalmente me parece que la última
hipótesis es la más convincente.

«Soy-yo» YO-SOY
La aparición de Jesús que se acerca caminando sobre las aguas hace que los discípulos
llenos de miedo, griten ante el fantasma (v. 49).
Las palabras usadas y los sentimientos expresados en este encuentro calcan de un
modo bastante transparente las apariciones del resucitado.
Y es típica luego la expresión: «¡Animo!, que soy yo, no temáis» (v. 50). Haría falta
traducir literalmente «soy yo», palabra peculiar de revelación divina.
«Para Mc, es el ser divino de Jesús que se revela a través de esta narración: mientras
todo invita a creer que el Señor resucitado está ausente, su presencia se manifiesta,
turbadora e inesperada, en medio de las dificultades simbolizadas por el mar y el viento» (J.
Radermakers).
Jesús sube a la barca, cesa el viento, vuelve la calma (es el don de la «paz», traída por
Cristo), pero ellos continúan perturbados interiormente. En efecto, no habían captado el
significado de la multiplicación de los panes (v. 52).
Explica R. Schnackenburg: «Si los discípulos hubieran entendido lo que había sucedido
en aquel lugar desierto, se habrían dado cuenta también de la aparición de Jesús aquella
noche sobre el lago. Aquel que da generosamente la vida es el mismo que vence la muerte.
El que ha socorrido al pueblo en sus necesidades es el mismo que camina sobre las olas.
En el antiguo testamento se consideraba a las profundidades del agua como potencias del
mal... El caminar de Jesús sobre las olas del lago es una revelación de su poder divino; su
acercarse a los discípulos es una promesa de la protección divina y de la salvación. Lo que
él es para el pueblo quiere serlo y en mayor medida para sus discípulos: el salvador y
redentor».
Y G. Nolly: «Los discípulos, lentos para percibir la profundidad de los sucesos, no habían
salido todavía del atontamiento que les había causado la multiplicación de los panes; ésta,
en efecto, había aguijoneado su lentitud de comprensión (semíticamente "dureza de
corazón"), por lo que el segundo hecho extraordinario (Jesús que camina sobre el agua)
llega cuando aún no está asimilado el primero: Y de aquí el terror, propio de quien se
encuentra ante algo que no comprende, pero que ve bien que tiene orígenes superiores.
Mc, poniendo en evidencia la lentitud con que los discípulos llegaron a persuadirse del
poder divino de Jesús, garantiza que ellos no fueron engañados ni por el entusiasmo, ni por
prevenciones, ni por esquemas interiores aceptados y proyectados hacia la realidad
exterior.
«El martillear de los milagros sobre su inteligencia les hacía aún más confusos,
asustados: retenían de los milagros los elementos exteriores, pero no lograban aún llegar
hasta su íntima significación».
COR/DUREZA: Todo esto es llamado "dureza de corazón". Una enfermedad
diagnosticada con el nombre de «esclerocardia». Tendremos ocasión de describirla
comentando Mc 8, 17. Aquí será suficiente indicar que se trata, en realidad, de «ceguera
del espíritu». Una ceguera que no impide ver los acontecimientos, pero sí entender la
verdadera dimensión de los gestos hechos por Jesús, penetrar el significado profundo de lo
que pasa ante sus ojos, sobre todo de sacar las consecuencias respecto a la persona de
Cristo.

Para terminar, notemos que en el relato paralelo de Mateo se pone el acento, sobre todo,
en la barca en peligro, amenazada por la tempestad. Por lo que Jesús es presentado
esencialmente como el que salva, que impide a la barca y a sus ocupantes (¡«timonel» a la
cabeza!) ir a pique. Es un texto de carácter eclesiológico, más que otra cosa. La comunidad
de los creyentes puede contar con el poder del Señor.
Mc -el evangelista de las «epifanías secretas»-, por el contrario, atenúa mucho la
tempestad. Hay solamente una alusión al viento contrario. Un elemento de fastidio y de
cansancio, más que de peligro.
En su relato se pone en evidencia la manifestación teofánica del Señor que «pasa» cerca
de los suyo s, como en las manifestaciones de Dios en el Sinaí.
«Tomado por un fantasma, como en la resurrección, Jesús responde como entonces:
Soy yo. Los doce no comprenden el misterio que se les revela, están fuera de sí, porque
advierten el poder del supraterrestre. El Señor que ve en la noche está presente para
tranquilizar a los suyos.
«...En el caminar sobre las aguas, el Señor manifiesta su trascendencia a los doce, que
poco antes había enviado en misión. O sea, su manifestación caminando sobre las aguas
hay que ponerla en la perspectiva de los panes. Comprender el hecho de los panes,
significa entender el sentido de caminar sobre las aguas; con otras palabras, advertir la
presencia transcendente del Señor. ¿No se podía decir, que Mc, el único que entre los
evangelistas hace esta reflexión, sugiere también "a propósito de los panes", una presencia
transcendente del Señor glorificado? ¡Y los panes son entregados a los doce!» (A. M.
Denis).

¿El Maestro no enseña?
La perícopa se concluye con una panorámica recapituladora acerca de la actividad de
Jesús (cf. 3, 7-12).
El viento ha estropeado probablemente los planes de los apóstoles, obligándoles a
modificar la ruta inicial que preveía la llegada a la parte oriental del lago.
Aquí estamos en Genesaret. «Con el nombre de Genesaret se designa un lugar en la
llanura de Gennesar formada por una fértil faja de tierra larga, unos cinco kilómetros, y que
en aquel tiempo estaba muy poblada. El lago había recibido su denominación de la antigua
ciudad de Gennesaret (en hebreo, Kinnereth); pero entonces en aquel lugar había
solamente una pequeña localidad que la llamaban con el mismo nombre. A poca distancia
surgía la aldea de Magdala, patria de María Magdalena, y mucho más al norte, algo
distante de la llanura, estaba Cafarnaún. Jesús, pues, se encuentra de nuevo en el
territorio donde había desarrollado la mayor parte de su actividad y de cuyo suelo había
surgido, por decirlo de alguna manera, el evangelio. Con esto se expresa al mismo tiempo
una cierta continuidad con su actuar en Galilea.
«Pero casi al mismo tiempo se hace presente, por parte del pueblo de aquella región, una
creciente indiferencia. Dentro de poco Jesús partirá para nuevos viajes hacia regiones más
lejanas (7, 24).
«Los lectores cristianos deben convencerse de que es necesario tocar a Jesús en un
sentido más profundo de cuanto no lo han hecho los galileos; se debe creer en él como en
el Mesías prometido, que reúne al pueblo de Dios y que es verdaderamente el Hijo de
Dios» (R. Schnackenburg).
Apenas desembarca en Genesaret, Jesús es «reconocido». Y el cuadro se recompone
con elementos ya habituales: la gente que acude, los enfermos que piden tocar aunque
sólo sea la orla de su manto (3) con la convicción de poder entrar en contacto con su poder
de curar.
Se diría que es un cuadro más familiar, después de aquel otro, espectacular, de la
multiplicación de los panes y después del misterioso episodio de la noche. Jesús reaparece
con el vestido sencillo de todos los días.
Se advierte que esta vez su relación con la gente se «limita» a las curaciones. Falta la
enseñanza.
Sin embargo, el Maestro que se preocupa de las miserias cotidianas de la gente, que se
deja tocar por los sufrimientos, me parece que constituye ya de suyo una lección
importante.

PROVOCACIONES

1. Han discutido mucho. Pero no han agarrado la primera ligazón: «Viendo que ellos se
fatigaban remando... viene hacia ellos».
Jesús no se ha «cerrado» en la oración. No ha sacralizado el monte. Ha «salido» de su
soledad y ha bajado de las alturas de la contemplación, para venir al encuentro de los que
estaban atribulados.
Antes, la primera vez, eran los discípulos los que habían ido a molestarle, cuando él
había buscado la soledad.
Ahora es él quien interrumpe la oración para ir a buscarlos.
Extraño. Las pocas veces que Mc presenta a Jesús en una actitud contemplativa, habla
siempre de oración interrumpida, por una parte o por otra.
¿Acaso la oración no será cosa de «molestia», un buscarse, una serie de interrupciones
que garantizan la continuidad?

2. A costa de hacer horrorizar a alguien, tengo la impresión de que Jesús, esa vez, se
había distraído en la oración. En efecto, no perdía de vista aquella barca, allá abajo, en
medio del mar.
De esta oración me fío.
Esta es una oración que me hace sentir la seguridad.
(La suya, no la mía, por supuesto...)

3. Para mí está bien que tú quisieras «pasarles de largo». No sé por qué hacen tantas
retóricas al respecto.
También yo conozco, en mi navegación, el viento contrario y malo. Creo incluso ir hacia
adelante a fuerza de viento contrario. Sé lo que quiero decir tener las espaldas rotas por el
cansancio, los ojos quemados a fuerza de penetrar la oscuridad, el hielo de la soledad, el
rostro cortado por las cuchillas de la soledad, las falsas señales, la incertidumbre de la ruta.

Sí, pero me basta que tú «pases». No tengo la pretensión de que te pares.
Me basta un gesto, un rato de luz, un rumor amigo, una señal desde lejos, un signo de
entendimiento...
No, no subas a mi barca. Bogo lentamente, pero debo conseguirlo.
No tengo necesidad de que hagas cesar el viento. Es suficiente que sea quebrado
durante un instante por tu paso.
Los ojos reposarán un momento sobre la estela que has dejado atrás.
Pásame, pues, Jesús. Incluso en silencio.
No sé aún dónde desembarcaré.
Pero tengo la certeza de que llegue por donde llegue, tú estarás allí ya esperándome.


CONFRONTACIONES

Solamente epifanías secretas
Entonces los discípulos no comprendieron aún el sentido de este encuentro nocturno y la
resonancia profunda que tenían las palabras de Jesús. El significado profundo de aquél
«soy yo» sólo fue comprendido por los discípulos después de la resurrección. En las
apariciones de Jesús resucitado se repitió incluso algo parecido: los discípulos
experimentaron que se trataba de aquel mismo Cristo que habían conocido como hombre y
que había sido crucificado, aquel mismo que llevaba aún las llagas y ahora se insinuaba en
medio de ellos llevando en los labios un saludo de paz. Era el Señor aquel que ahora se les
aparecía con su beatificante presencia y con su poder redentor. Fue Jn, en su evangelio, el
que sacó de todo esto la consecuencia última. En Jn, Jesús usa continuamente esa fórmula
reveladora "soy yo" y a ella une sus promesas de salvación: «yo soy la luz del mundo», «yo
soy la resurrección y la vida»; «yo soy el pan de vida»
En Mc este significado profundo está aún escondido; en él sólo hay "epifanías secretas".
El pone de relieve precisamente la incomprensión de los discípulos para explicar con ella el
hecho de que la gloria de Jesús, durante su vida terrena, estaba escondida... (R.
Schnackenburg, El evangelio según san Marcos, Barcelona 3 1980).
(·PRONZATO-3/1.Págs. 332-340)
..............
1) Ejemplos "clamorosos" los encontramos en Mc 1, 43-45 y 7, 24-36
2) Cf. Ex 33, 18-22; I Re 19, 11. También en Job 9, 8 s se habla de Dios que "surcó las crestas del mar"... "Si
pasa junto a mí yo no lo veo, si se desliza, no le advierto».
3) Dice R. Fabris: «La observación de Mc acerca de la orla del manto de Jesús indica quizás que el rabí de
Nazaret, como todos los judíos fieles, llevaba las cuatro franjas coloradas en los bordes del manto,
conforme a la tradición (cf. Núm 15, 38-39; Dt 22, 12; Mt 23, 5). Este detalle de tocar la orla del manto se
comprende bien en el contexto cultural del antiguo oriente y bíblico, donde la orla del vestido es
representativa, simbólica, de la persona entera (I Sam 24, 5-6).