3 - TENTACIÓN EN EL DESIERTO
Mc/01/12-13   Mt/04/01-11   Lc/04/01-13
 

Las sorpresas del Espíritu
Empiezan las sorpresas del Espíritu, que posándose sobre Cristo, en vez de protegerlo, lo
lanza al desierto.
"Le impulsa al desierto..." (v.12):literalmente lo empuja fuera.
El verbo usado por Mc1 no indica una dulce presión, sino un empujón decidido, casi una
acción violenta. Como resalta Taylor, Mc usa este verbo en las narraciones de la expulsión
de los demonios, cuando habla de la necesidad de sacarse el ojo si es motivo de escándalo
(9,47), con ocasión de la expulsión de los vendedores del templo (11,15) y en la parábola de
los viñadores que echaron fuera de la viña al heredero (12,8).
Podemos añadir: Adán "expulsado" del Edén (Gén 3.24). En este último caso el símbolo
resulta bastante transparente: Jesús, nuevo Adán, afronta el mundo de la lejanía de Dios
atravesado por las potencias del mal, para dirigir el retorno de la humanidad hacia la patria
perdida.
Aquí el desierto no es ya el lugar ideal de los encuentros con Dios, sino el lugar de la
prueba, de la lucha con Satanás con el opositor, el que obstaculiza el proyecto de Dios.
«...Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» (Heb 4, 15).
Pues "...habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados»
(Heb 2, 18).
Mc, a diferencia de Mt y Lc, no precisa el contenido y la forma de las tentaciones. Ni hace
mención del ayuno. En compensación añade el detalle de los «animales salvajes» (chacales,
zorros, lobos, gacelas, y, quizás, panteras, según la opinión de Lagrange).
La tentación parece que duró "cuarenta días", pero no la sitúa al término de los cuarenta
días, como en los otros sinópticos.
Cuarenta es una especie de número sagrado en la Biblia. Indica simbólicamente, el
tiempo de la opresión, de la prueba, de la purificación, del duro camino hacia la salvación.
Recordemos los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la peregrinación de Israel
por el desierto, los cuarenta días de espera de Moisés en el Sinaí (Ex 34, 28), los cuarenta
días concedidos a los habitantes de Nínive para su conversión (Jon 3, 4), los cuarenta días
del camino de Elías por el desierto (I Re 19, 8). Y cuarenta años duró la dominación de los
filisteos sobre Israel (Jue 13, 1).
El verbo «tentar» (v. 13) se usa casi siempre en el sentido de poner a prueba con una
intención hostil.

La tentación dura toda la vida
En cuanto a Mc, sostengo que el dejar la tentación en la indeterminación es intencional.
En realidad, a lo largo de todo el evangelio Cristo sufre la tentación. Durante todo el
desarrollo de su misión, Cristo tiene que afrontar a quien intenta disuadirlo, «separarlo» del
camino emprendido: el del servicio, de la debilidad, de la obscuridad, de la derrota, del
sufrimiento. Siempre habrá alguien que le "sugerirá" otro camino, le invitará a dejarse servir,
a comportarse como amo y no como siervo, le propondrá ser Mesías «de otra manera», le
solicitará para que sea Dios acomodándose a los deseos de los hombres.
Y es significativo que Mc, a diferencia de Mt (4-10) ponga el «¡apártate, Satanás!» no en
este momento, en el desierto, sino mucho más tarde (8, 33). Y el mandato irá dirigido a un
apóstol, es más, al primero de los apóstoles.
TENTACION-CONTINUA: Una curiosa tradición hebrea sostiene que Satanás acusa al
hombre todos los días del año menos uno: el del "gran perdón" (kippur). En efecto,
sumando las letras que forman la palabra ha-satan como si fueran cifras, ¡se obtiene el
numero 364!
Pero no hay duda alguna de que Jesús sale victorioso, en el desierto, allí donde el
pueblo elegido ha flaqueado.
Durante toda su vida, Cristo resistirá a las instigaciones del adversario, de «aquel que
divide», permaneciendo obediente al Padre, y a su voluntad. «No sea lo que yo quiero, sino
lo que quieres tú» (Mc 14, 36).
La fidelidad a la misión recibida es posible gracias a la unión con Dios y a la fuerza del
Espíritu.
Que Cristo haya superado la prueba del desierto Mc más que afirmarlo explícitamente lo
sugiere con las dos imágenes de los «animales salvajes» y de los ángeles que le servían
(v. 13).
Quizás viene a cuento recordar un texto judío: (además, naturalmente, del texto de Is 11,
6 s, donde se describe el reino mesiánico caracterizado por la paz entre los animales
salvajes; cf. también Sal 90. 11-13)
«Si, pues, hacéis el bien, los hombres y los ángeles os bendecirán y Dios será glorificado
gracias a vosotros en medio de las naciones. Y el diablo huirá lejos de vosotros, y los
animales salvajes os temerán, y el Señor os amará, los ángeles se dedicarán con premura
a vosotros» (Testamentum Nephtalim 8, 4).
Algunos ven en las fieras un elemento «indiferente» de la soledad de Jesús en el
desierto. Me parece, sin embargo, que aquí la imagen puede indicar o bien la victoria de
Cristo sobre las potencias del mal, o bien una referencia a Adán que, rodeado de animales,
les había dado un nombre, signo de dominio (Gén 2, 20).
La armonía restablecida con los animales sería signo de la comunión restablecida entre
el hombre y Dios. Y, en suma, la reconciliación entre las creaturas y el creador.
De todos modos «la victoria está ciertamente indicada en el hecho de que los ángeles le
servían. Las potencias celestiales están a disposición de quien ha hecho huir al diablo» (G.
Dehn).


PROVOCACIONES

1. "...El Espíritu lo impulsa...". Me agrada esta acción del Espíritu, inmediatamente
después del bautismo.
Cristo es echado fuera, empujado hacia el desierto para librar un combate.
El Espíritu no mima al creyente, no le asegura un clima «favorable», no pone al
resguardo su fe.
Más que aire acondicionado, es "soplo" que empuja hacia el mundo, donde las potencias
del mal obstaculizan el plan de Dios.
"Echa fuera" de la tibieza de una piedad confortable, de esquemas garantizados que
excluyen cualquier tipo de aventura, de estructuras en las que el funcionamiento ocupa el
puesto de la vida, para precipitarse en el desierto donde se vive el riesgo de la fe y donde
se siente uno abofeteado por los rigores de la vida real.
El Espíritu no protege, hace salir a la intemperie.
No dispensa de las dificultades, sino que nos mete precisamente dentro de ellas.
Después de la inmersión en el agua, el Espíritu nos sumerge en las ambigüedades,
contradicciones, peligros de la existencia cotidiana. Es el bautismo en la humanidad.
Es la participación en las luchas de los hombres.
El mismo Espíritu nos hace hijos de Dios, y hermanos de todos los hombres. Nos une
hacia arriba y hacia abajo.
El desierto -lugar de la prueba, de la lucha, no de la evasión- se convierte así en el punto
de soldadura entre las dos dimensiones, la divina y la humana.
La vida en el Espíritu no produce «almas bellas», sino cristianos que aprenden el oficio
de hombres en medio de los otros hombres.
La vida en el Espíritu no es parada, no es nido, sino camino, itinerario que ha de
inventarse día a día.
Un cristiano que se coloca «al resguardo», no es alguien que se pone al seguro. Es
alguien que se ha escapado a la fuerza del Espíritu, que se ha sustraído a su «soplo».

2. "Estaba entre los animales salvajes y los ángeles le servían...". Hemos dicho que es la
imagen de la armonía reencontrada, de la humanidad reconciliada con Dios.
Pero esta armonía debemos restablecerla antes que nada dentro de nosotros.
Sólo recuperando la fidelidad a nuestra vocación, redescubriendo en ella las líneas
fundamentales coincidentes con el proyecto de Dios, tenemos la posibilidad de poner un
poco de orden también en torno a nosotros.
La paz, pues, como plenitud, unidad reencontrada. Como relación con Dios que, lejos de
empobrecer, enriquece y potencia las relaciones con los hombres.


CONFRONTACIONES

Cuando nos dejamos llevar de la ira, cuando ofendemos a alguien, cuando somos
víctimas de una tristeza mortal, cuando nuestros pensamientos son prisioneros de la carne,
¿todavía creemos que el Espíritu santo permanece en nosotros? ¿Podemos acaso esperar
que el Espíritu santo esté en nosotros cuando odiamos a nuestro hermano o cuando
maquinamos alguna injusticia? Debemos más bien saber que, cuando nos dedicamos a los
buenos pensamientos y a las buenas obras, entonces el Espíritu santo habita en nosotros:
pero cuando, por el contrario, somos prisioneros de un pensamiento malvado, es señal de
que el Espíritu santo nos ha abandonado. Por esta razón se ha escrito a propósito del
Salvador: «Aquél sobre el que veas que el Espíritu santo se queda sobre él, ése es...» (Jn
1, 33) (·Jerónimo-SAN, Comentario al evangelio de san Marcos).

La narración de Mc acerca de la permanencia en el desierto y la tentación de Jesús
presenta, si bien en su extrema brevedad, un esplendor particular. Aquí prevalecen, en
efecto, los aspectos luminosos del acontecimiento: la comunión con Dios, la paz mesiánica,
la bendición celestial, sobre quien se deja conducir dócilmente por el Espíritu de Dios, y eso
que le hará entrar en lo obscuro de la tentación, en las pruebas de la fe y en los peligros de
la existencia. El Espíritu de Dios es más fuerte que el poder de las tinieblas (R.
Schnackenburg, El evangelio según san Marcos, Barcelona 3 1980).

Y dijo aún: nadie, que no sea tentado, puede entrar en el reino de los cielos; de hecho
-dice- quita las tentaciones, y nadie se salva (Antonio el Grande).

Y dijo más: Obediencia y continencia amansan a las fieras (Antonio el Grande).

DESIERTO/SOLEDAD SOLEDAD/DESIERTO El desierto no sostiene al hombre débil.
Lo aplasta. Sólo puede sobrevivir quien ama el esfuerzo y la lucha (Milad Aissar).

La soledad enseña a ser hombre, con toda la simplicidad (A Louf).

El desierto, la soledad, significa para el hombre pecador la prueba más terrible, la que le
hace patentes todos los demonios que lleva en sí mismo... Descubrimos en nosotros simas
de locura, y más simplemente un vacío, una angustia vertiginosa que la pantalla de las
otras criaturas no disimula (L. Bouyer).

El desierto es lugar y tiempo de pruebas: momento providencial en el que Dios se vuelve
hacia su pueblo,puesto fuera de las seguridades habituales. Entre Egipto y Palestina se
coloca el desierto con sus ocasiones de sufrimiento purificador y de profundización... Y el
evangelio de las tentaciones representa un vigoroso prefacio de todo el evangelio (A.
Gehn).

La soledad no es la única bienaventuranza, ni siquiera es bienaventuranza. La verdadera
soledad es la que destruye nuestros sentidos, nuestro corazón, nuestra alma, la que
arranca la máscara que cubre nuestro rostro (Bruno de J. M.).

El monje en el desierto más que buscar al diablo busca a Dios... Los recursos del
desierto son conscientes de que pueden resistir a las potencias del mal, sólo con la ayuda
de Dios. No aceptan enfrentarse con Satanás más que con la certeza de encontrar a Dios
(J. Steinmann).

El desierto es, fundamentalmente, una situación de inseguridad vital. Un lugar que ofrece
una solución única, una única situación objetiva al hombre-perdido-en-el-desierto: una
mirada y una espera confiada en el Dios redentor, una confianza radical y absoluta en sólo
Dios (E. Schillebeeckx).

Que un corazón de hombre pueda amar a Dios como un hijo, que un cuerpo de carne
encuentre fuerza para vivir para Dios, que el hijo de una raza pecadora, en un mundo
dominado por la riqueza, por la astucia y por la violencia, tenga el coraje de escoger la
debilidad, la pobreza, la inocencia: he aquí el testimonio supremo que Cristo ha ofrecido al
Padre en el desierto (J. Guillet).

Tenemos el peligro de pasar en silencio el aspecto de austeridad propio del desierto. Nos
encontramos demasiado a gusto en este tema. El desierto de las tentaciones de Jesús no
tiene nada de confortable. Y hay que admirarse frente a nuestra tranquilidad de alma en
ciertos retiros que llamamos desiertos, y que deberían, por el contrario, someternos a una
prueba dura: la prueba de la conversión (C. Longere).

H/MADUREZ: Sólo las cosas que ofrecen resistencia, hacen al hombre (V. G. Rossi).
(·PRONZATO-3/1.Págs. 51-56)


4 - INAUGURACIÓN DEL MINISTERIO DE JESÚS:
Mc/01/14-15   Mt/04/12-17   Lc/04/14s.

Este es el tiempo favorable
Este primer resumen 1 introductorio describe la inauguración del ministerio público de
Jesús y presenta los temas de su predicación.
Mc, también en esta ocasión, se queda en vaguedades, poco preocupado por establecer
una fecha precisa. Su cronología se sitúa «en la óptica de la historia de la salvación» (J.
Weiss).
Sigue la praxis de la predicación antigua, «comienza donde comenzaban los primeros
predicadores misioneros» (Taylor).
El exordio de la actividad pública de Jesús es fijado genéricamente, coincidiendo con el
arresto de Juan. En el «apresamiento» de Juan se puede advertir una anticipación de la
suerte que tocará también al «más fuerte». También Jesús será «entregado» en manos de
los enemigos 2.
Evidentemente, entre la proclamación en Judea -predicación de Juan, bautismo,
declaración del Padre, tentación- y la aparición en Galilea, existe un vacío que Mc no se
preocupa de llenar y que puede muy bien ser completado con los relatos del cuarto
evangelio.
El verbo usado para indicar la predicación es «proclamar» 3. La intervención de Dios en
medio de nosotros tiene la contraseña, pues de la proclamación.
Así como la preocupación dominante de Mc es la actualidad, podemos concluir que la
predicación, la proclamación, hace actual la intervención de Dios. Cada vez que se anuncia
el evangelio, Dios entra en acción.
El programa-anuncio de Jesús es expresado con cuatro fórmulas muy breves:
1. El tiempo se ha cumplido;
2. El reino de Dios está cerca;
3. Es necesario convertirse;
4. Hay que creer en el evangelio.

Un programa expresado en un solo versículo.
Las dos primeras fórmulas constituyen la revelación por parte de Dios. Las dos últimas
comprenden la decisión por parte del hombre Una decisión que se expresa en dos
exigencias: conversión y fe.

Pero examinemos el texto más de cerca.
El tema de la proclamación es el evangelio, o sea el anuncio gozoso, que nos viene de
Dios.
Es importante atenerse a la traducción literal: la buena noticia es dada de parte de Dios.
«...Decía» (v. 14). Es un momento histórico, son las primeras palabras de Jesús. Después
que habló Juan, después de la declaración del Padre en el bautismo, he aquí que Jesús,
finalmente, toma la palabra.

«El tiempo se ha cumplido» (v. 15). Es el anuncio del cumplimiento. Kairós quiere decir
tiempo determinado, circunstancia favorable, pero también «medida justa». Dice Nolli: «Mc
usa esta metáfora para indicar, que estando llena la medida, ya no hay nada que añadir al
tiempo transcurrido antes del evento esperado». Por tanto Jesús no orienta hacia el futuro.
Este es el tiempo establecido por Dios, esta es la estación favorable. La atención es
dirigida al presente.

«Marcos intenta resaltar "el día" en que, a través de la palabra de Jesús, resuena la
proclamación del reino de Dios. En este "día" es cuando comienza lo que es nuevo, por el
mismo hecho de su proclamación. Su "cumplimiento" tiene la resonancia del ahora, hoy,
aquí».

RD/PRESENTE: «Y se ha hecho cercano el reino de Dios». Los especialistas encuentran
aún dificultades frente a esta expresión. Oscilan, en sus traducciones, entre «está cerca» y
«ha llegado». O sea: ¿presencia efectiva o sólo proximidad?, «¿está a las puertas» o «ha
venido»? Dejemos la palabra al filólogo: «el perfecto (usado por Mc) indica que el
acercamiento ha sido gradual y ahora ha terminado, equivale casi a presente: ha llegado,
llega, está aquí» (G. Nolli).
Son matices. El concepto que permanece es el de una realidad presente o inminente.
Algo que ha llegado a cumplimiento.
Esta realidad del reino es ofrecimiento, don. Es algo hecho por Dios, que el hombre
simplemente puede buscar, recibir.
«Principio del último tiempo (escatológico) puesto bajo el influjo del amor y de la luz de
Dios». (R. Schnackenburg).

CV/RD RD/CV Frente a esta realidad, surge la exigencia de la «conversión», o sea de un
cambio radical de postura.
La conversión exigida, más que un ir para atrás, es un mirar hacia adelante, hacia el
«nuevo», el inaudito evento. No se trata de un conocimiento de sí mismo de tipo psicológico
o de una exasperada introspección en sentido existencial. Convertirse, aquí, significa
colocarse frente a la buena noticia anunciada por Jesús y tomar postura ante la persona
misma de Jesús.

«Creed en el evangelio». Suena más bien extraña esta fórmula: fe en el evangelio.
Normalmente el objeto de la fe es una persona, Dios o Cristo. Aún «es necesario que el
evangelio se predique, a fin de que, a través de la predicación, el hombre llegue a la
conversión y a la fe. El evangelio es el camino para llegar a la fe, a Dios y a Cristo» (W.
Trilling) .
Pablo dirá: «la fe viene de la predicación» (Rm/10/17).
Creer en el evangelio, es creer en el mensaje de Cristo -palabras y acciones.
Y, así como «la alegre noticia» viene de Dios, creer significa también que las buenas
noticias sólo podemos esperarlas de Dios, o, si quieres, que de parte de Dios solamente
pueden esperarse buenas noticias...

Hemos dicho que este sumario sintetiza la predicación de Cristo.
Pero no es necesario concluir que Jesús fuese de una parte a otra repitiendo el mismo
estribillo, la sustancia era ésa. Por lo demás, Jesús se adaptaba a las circunstancias y a las
personas.
Es una frase, con todo, que desarrolla una fuerza misteriosa: ser creyentes al evangelio.
Y tienes la impresión de que tu vida está como aferrada y empujada hacia una decisión.
Una vida que se juega, precisamente, tomando en serio o rechazando -acoger o rehusar-
una noticia.
«El momento decisivo» es aquel en que «decido» si la cosa me interesa o más bien nada
tiene que ver conmigo...

Galilea, cuna del evangelio
Jesús elige el campo del propio trabajo. No Judea, ni siquiera Jerusalén, centro religioso
y cultural, sino Galilea.
Esta región, que es la parte septentrional de Palestina, está separada también
políticamente -a partir de la muerte de Herodes el Grande (4 a.C.) de Judea, y se resiente
del influjo helenístico. Junto con los hebreos, habitan allí numerosos paganos.
Se caracteriza por una cierta riqueza debida, sobre todo, a una agricultura bastante
floreciente, si bien una parte del territorio está en manos de extranjeros.
Jesús nació en Belén, en Judea, pero le llamaron «galileo» (Mt 26, 69) porque pasó casi
toda su vida en Nazaret (¡Mc 6, 1, llega incluso a hablar de Nazaret como de su ciudad
natal!).

Los sinópticos ambientan en Galilea la mayor parte del ministerio de Jesús. Aquí son
reclutados los primeros discípulos, y es significativo que sólo Judas, entre los doce
apóstoles, probablemente no era galileo.
También las mujeres que le acompañaban son galileas.
Mc, sin duda, tiene predilección por Galilea. En su evangelio aflora una oposición
bastante marcada entre Galilea y Jerusalén.
La primera aparece como lugar de la acogida, del «anuncio gozoso», la segunda como la
ciudadela fuerte del rechazo.
La primera parte de su evangelio (del 1, 14 al cap. 9) está ambientada en Galilea.
Después, en el capítulo 10, Jesús "sube a Jerusalén", y será ya para morir.
La cita con el resucitado, sin embargo, vuelve a concertarse en Galilea. Allí los apóstoles
podrán encontrar al Señor glorificado. «...Id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá
delante de vosotros a Galilea, allí le veréis» (/Mc/16/07).
Es significativo que Mc, a diferencia de Lc, indique precisamente Galilea y no Jerusalén
como lugar de donde ha de volver a partir el evangelio, porque es el lugar "donde la buena
noticia" comenzó a ser proclamada.
Como la misión de Jesús comienza en Galilea, así la misión continuada por sus apóstoles
debe recibir el impulso desde Galilea.
El mismo paisaje, muy dulce, con la vasta y luminosa extensión del lago, representa en
contraste con Judea, más bien áspera -el marco ideal para el anuncio gozoso.

Dejemos en paz la geografía.
Jesús no parte de un lugar importante. La cuna del evangelio es Galilea, un lugar
insignificante, un punto sin relieve, un sitio cualquiera.
Pero allí donde se siembra y se recibe la palabra, el lugar es rescatado de la
insignificancia, adquiere relieve, se hace centro del mundo.
La geografía es diseñada de nuevo por el paisaje de la palabra de Dios. Los confines
son, desde ahora, los conquistados por la «buena noticia» .
La región que cuenta, de ahora en adelante, es el corazón del hombre.
Allí donde un hombre responde al evangelio, Jesús encuentra su propia patria.

El reino de Dios
RD/QUÉ-ES Otro concepto fundamental expresado en la "proclamación" de Cristo es el
del «reino de Dios». Tendremos ocasión de volver a desarrollar este tema, sobre todo
comentando las parábolas.
Ahora es suficiente esbozar algunos trazos.
La expresión de Cristo no es en absoluto nueva. «Toda la suma de lo que esperaba
Israel del futuro se resumía en el concepto del reino de Dios» (Bousset).
Es verdad que, en algunas partes, la idea de «reino» o de monarquía resulta más bien
rara. Y será necesario incluso decidirse por inventar alguna fórmula más expresiva.
Se trata, esencialmente, del señorío, del dominio, de la soberanía de Dios sobre el
mundo.
«El reino de Dios no es un lugar, una situación o un grupo de personas, sino el hecho de
que Dios reina y las potencias que se le oponen (pecado, muerte, Satanás), son vencidas»
(A. Comba).
Israel en cuanto pueblo se consideraba «cliente» de derecho para este reino, porque
había recibido de Dios la ley (torá) y a ésta acomodaba la propia vida.
Es cierto que no se excluía una visión universalista y escatológica (con referencia al fin
de los tiempos). Porque el poder real de Dios deberá extenderse a toda la tierra y durar
para siempre.
Pero mientras tanto la espera se teñía de fuertes tonos nacionalistas.
Poco a poco esta espera se transformó en un ideal político. Era escandaloso el hecho de
que Israel -fiel a la voluntad de Dios- estuviera bajo el poder de los pueblos que rechazaban
el dominio de Dios. He aquí entonces que la espera del reino se convierte en espera del día
de la venganza, en el que serán castigados los enemigos de Dios (esto es, de su pueblo).
La predicación de Cristo, pues, volviendo a tomar el antiguo tema del reino, contrasta
netamente con esta última perspectiva temporalista.
Su reino es espiritual.
«El reino de Dios anunciado por Jesús está más bien en oposición con el reino de
Satanás que con los reinos paganos de este mundo... Los discípulos deben orar por la
"liberación del mal", (Mt 6, 13), no por la libertad política del imperio romano» (J. Schmid).
Aunque el reino encontrara en el futuro su pleno cumplimiento -cuando Dios será todo en
todas las cosas (I Cor 15, 28)-, ya ahora está presente en su persona y en su obra
(predicación y obras).
La entrada en el reino no está garantizada por pertenecer a un pueblo, sino que se
llevará a cabo mediante una respuesta personal -conversión, elección, decisión,
compromiso, capacidad de sacrificar todo a sus exigencias radicales.
Si existen privilegiados allí, éstos son los que no tienen derecho: los débiles, los
pequeños, pecadores, pobres, extranjeros.
Permanece, de todos modos, la idea de fondo en la proclamación inicial: el reino de Dios
está presente en Jesús. Su misterio es el misterio de la persona de Cristo. Dodd habla de
«escatología realizada». Proclamar el evangelio, de ahora en adelante, significa manifestar
que Dios actúa en los acontecimientos.
En la perspectiva de Cristo, finalmente, puesto que el reino viene determinado
esencialmente por la relación entre Dios y los hombres, más que la extensión importa la
profundidad.
Como puede verse, también en el tema del reino de Dios, Cristo representa la
continuidad, y al mismo tiempo, la ruptura.


CONFRONTACIONES

Solidario y separado
Entre Cristo y Satán, entre el reino de Dios y el reino del mundo existe un contraste
irreductible . El Mesías es solidario con la historia, pero no con la lógica de Satanás que
con frecuencia le sirve de guía: precisamente, puesto que está de parte del hombre, no
acepta el pecado. Así el Mesías aparece al mismo tiempo solidario y separado.
Siempre es difícil para el cristiano encontrar la medida justa (pero podemos también
hablar de justa «originalidad») en su manera de situarse dentro de la historia.
Dos modos serían fáciles (y precisamente por esta facilidad suya y claridad se convierten
en tentaciones) : el conformismo y la fuga.
Pero la historia del hijo de Dios -que es el modelo de la originalidad cristiana- no permite
ni una cosa ni la otra: el discípulo no puede aceptar el conformismo (de esa manera ya no
sería portador de la "novedad" del reino), y tampoco puede salvar su diversidad en la fuga,
evitando el conflicto (no sería ya signo de la «solidaridad» de Dios), más bien debe
manifestarse a sí mismo en un esfuerzo (bastante incómodo) de participación crítica». (B.
Maggioni, El relato de Marcos, Madrid 1982).

No de este mundo, pero en este mundo
/Jn/18/36 El reino de Dios no es de este mundo, pero está en este mundo para conseguir
convertirlo en otro mundo (Una comunitá legge il vangelo...).

Conversión
¿Qué significa convertirse?
CV/QUE-ES: La conversión nace, ante todo, como respuesta a un evento (supone, por
tanto, la fe), esa alegre noticia que debería dilatar el corazón: en Jesús se nos ha
aparecido, en toda su profundidad, el increíble y sorprendente amor de Dios hacia
nosotros, hacia el hombre, hacia cada hombre. He ahí el evento que debe aceptar, del que
debo fiarme y sobre el que he de modelarme ("creer en el evangelio" /Mc/01/15): he ahí la
conversión.
No es un cambio parcial, sino un verdadero y preciso vuelco, un paso (sin calcular las
consecuencias) del egoísmo al amor, de la defensa de mis privilegios a la solidaridad más
radical.
Es un cambio que no puede contenerse en las viejas estructuras (personales, mentales,
sociales): las rompe.
Las viejas estructuras fueron creadas para servir a otro tipo de Dios y para otra visión del
hombre (B. Maggioni).

Galilea, lugar de lo cotidiano
El inicio no fue puesto en un lugar privilegiado, sino en Galilea, el lugar donde siempre se
había desarrollado la vida de Jesús: el lugar de lo cotidiano, que se convierte así en el
lugar donde se encuentra a Dios (Una comunitá lege...).

....................
1. Los sumarios, en el evangelio de Mc, son una especie de resúmenes que hablan de forma breve y general
de la enseñanza y de la actividad de Jesús durante un cierto periodo de tiempo. Ofrecen, en suma, un
cuadro sintético del desarrollo de los acontecimientos. Cf. Taylor. 53.
2. El verbo "entregar" (que hemos traducido por «arrestar») implica la idea de una "entrega" que entra en el plan
de Dios, y representa un punto característico de la teología de Mc. Es una palabra-clave que se encuentra
especialmente en la narración de la pasión. Pertenece al lenguaje del martirio.
3. Keryssein. Juan proclama el "bautismo de conversión" (1.4), y "el más fuerte", que venía detrás de él (1, 7). Y
Jesús "proclama el evangelio de parte de Dios" (1 14). Más adelante explicará que "ha salido para eso" (1,
38-39). Más tarde confiará a los doce la tarea de "proclamar" (3, 14). Y, de hecho, vemos a éstos que
"proclamaban" que la gente se convirtiera (6, 12).

(·PRONZATO-3/1.Págs. 59-66)


5 - LLAMADA DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS:
Mc/01/16-20   Mt/04/18-22   Lc/05/01-11

Un Jesús siempre en movimiento
El Jesús de Mc es un Jesús siempre en movimiento.
En la primera fase, este movimiento se sitúa en una región precisa, Galilea. Y aquí
adquiere un relieve excepcional el lago, o mar, como se le llama comúnmente según el uso
semita 1. Es un espejo de agua de 21 km. de largo, 11 de ancho, con una profundidad
máxima de 45 metros, que está a 212 metros bajo el nivel del mar, y es conocido por la
abundancia de peces. Rodeado de una crestería de montañas, representa un lugar de paso
importante, y se ve salpicado por numerosas ciudades y pueblos de pescadores.
En las orillas del mar de Galilea, Mc ambienta la escena de la llamada de los primeros
cuatro discípulos.
El Jesús en movimiento es también un Jesús que pone en movimiento a las personas.
La narración resulta esquemática, descarnada, desprovista de connotaciones
psicológicas.
Las informaciones se reducen a lo esencial: se trata de pescadores, que están haciendo
su oficio. Entre las dos parejas, la única diferencia está en que los dos últimos gozan de una
cierta holgura económica porque tienen asalariados a su servicio.
Lc coloca la llamada de los primeros discípulos después del episodio de la pesca
milagrosa (5, I s).
Jn se manifiesta más preocupado por explicar, por seguir el desarrollo de la vocación. Hay
una graduación. En efecto, al menos dos discípulos (Simón y Andrés) pertenecían al círculo
del Bautista y habían tenido ya contactos anteriores con Jesús (Jn 1, 35 s). Por lo que ésta
sería una segunda llamada, o vocación explícita.
A Mc le importa el final. El presenta hechos, unos resultados, no lo que está pasando en
la intimidad de las personas. El recoge la decisión final, no los estadios intermedios. Su
esquema de vocación es muy simple: llamada-respuesta.
Y el asunto es tanto más sorprendente cuanto podía haber obtenido de uno de los
interesados -Pedro- material de primera mano bastante abundante con el que construir una
narración completa.
O. quizás, es que al mismo Pedro se le había quedado en la memoria sólo el encuentro
decisivo, el momento de la respuesta.
El instante en que pronunció el sí debió terminar por oscurecer los tiempos preparatorios.

Algunos hablan, y con razón, de escena ideal o llamada tipo, en donde, precisamente en
la trama de una narración reducida a lo esencial, cada uno puede encontrarse a sí mismo, la
relación personal con Cristo.

Los componentes de una llamada
Teniendo, pues, presente esta escena "«ejemplar" podemos fijar algunos elementos
siempre válidos para la llamada de los discípulos. Por parte de Cristo: mirada, iniciativa,
urgencia.

1. Una mirada.
E1 «vio» no es una anotación banal (para dirigirse a una persona, hace falta verla...). Se
trata de una mirada que encandila a un individuo, una mirada que elige, escoge. Lo saca
fuera de la gente. «Aquella es la persona que me interesa, que me importa para lo que llevo
entre manos». En suma, que el encuentro comienza con el «ver» a la persona. La mirada
se hace mensaje, propuesta de comunión. Así se desarrollará también la llamada de Levi
(2, 14). En el episodio del joven rico (10, 21) la mirada expresará una nota de afecto.

2. Iniciativa.
En el judaísmo contemporáneo eran los discípulos los que buscaban, elegían al maestro.
El rabino no llamaba para sí a los discípulos, sino que él era «llamado», «elegido» por ellos.

Cristo, por el contrario, toma la iniciativa. La llamada viene de él, y sólo de él. Y la
invitación es el signo de la absoluta gratuidad, quiero decir de la no-motivación (por parte
del hombre). Resulta, pues, más bien desconcertante.
La vida cristiana es respuesta cuando se manifiesta la gracia, no decisión autónoma. Si
me decido es porque he sido invitado en esta dirección por alguien que se ha decidido a
favor mío.
El hombre puede ponerse en camino sólo después de que Dios haya comenzado a andar
por los caminos del hombre.
No somos nosotros los que vamos a la búsqueda de Dios. Es Dios quien se pone a
buscar al hombre.
«El seguimiento no es una conquista: es un ser conquistado».
El discípulo no captura al maestro, sino que es asido por él.

3. Urgencia.
«...E inmediatamente» (v. 20). Puesto que es el «momento favorable», la «estación
oportuna» (el kairós), la llamada asume carácter de urgencia. Cristo está impaciente, quiere
que se aprovechen inmediatamente de la ocasión que se les ofrece. La invitación es
categórica. Urgente. Mejor el rechazo explícito que los titubeos.
En la llamada se revela la eficacia de la palabra. Es una palabra «creadora», la que crea
los discípulos.

Los componentes de la respuesta
Por parte de los discípulos, podemos destacar: fe, desprendimiento, seguimiento, dejarse
hacer.

1. Fe. El discípulo se caracteriza por la fe, que es un «fiarse» de una persona, responder
a su llamada, si bien no se miden, concretamente, todas las consecuencias de ella. Es
aceptar vivir una aventura de la que no se calculan con precisión las dimensiones y los
riesgos.
Cristo no presenta la lista detallada de sus exigencias, no dice lo que quiere, y adonde
llevará, exige una adhesión decidida, incondicional .
Y el discípulo no pide explicaciones. Aquel maestro, por otra parte, más que dar
explicaciones, señala tareas. Las explicaciones, en todo caso, llegarán más tarde. Después
que el discípulo haya «hecho». El significado de lo que ha sucedido, de lo que se ha vivido,
se descubre únicamente cuando las cosas están hechas.
«La importancia y la función de la fe en Mc son reales, si bien difícilmente reducibles a
fórmulas claras. No hace especulaciones sobre la fe, como Pablo. La recuerda como un
advenimiento, como una respuesta generosa al contacto con Jesús... Se presenta la fe
como antídoto del miedo» (B. Rigaux). Y me atrevería a decir del cálculo de la prudencia
humana, del miedo a comprometerse.

2. Desprendimiento. Al «inmediatamente» (v. 20) de la llamada corresponde el «al
instante» (v. 18) de la respuesta. Y la decisión se expresa por una separación : de las
redes, de un oficio, de las cosas, de los lazos familiares.
La respuesta se traduce en una separación, en una renuncia, en un alejarse.

3. Seguimiento. Pero el acento no se pone tanto sobre el dejar (v. 18 y 20) cuanto sobre
el seguir (v. 18 y 20).
Discípulo no es alguien que ha abandonado algo. Es quien ha encontrado a alguien.
La «pérdida» es compensada con creces por la ganancia.
El descubrimiento hace palidecer lo que se ha dejado atrás.
«Si alguno quiere venir en pos de mí...» (/Mc/08/34). El seguimiento es precisamente lo
que justifica la separación.
El discípulo, pues, es alguien, que sigue a Cristo, se pone en su compañía, establece
una comunión de vida con él.
«La palabra seguir es la que caracteriza al discípulo, no la palabra aprender» (B.
Maggioni). El discípulo no acepta una doctrina, sino un proyecto de vida 2. No discute con
el maestro.
Lo sigue. Cristo llegará a ser conocido a medida que se camina tras él. Se trata de
aceptar su «praxis» .
«El seguimiento, pues, no es una decisión ética autónoma ni una aceptación intelectual
de doctrinas, sino que es concretamente un nuevo hacer y un nuevo pensar que emerge
del evento de la gracia» (E. Schweizer).
Y también para nosotros, discípulos de hoy, que no hemos participado en la historia
terrena de Cristo, permanece válida la dimensión de «seguimiento», que algunos traducen
por «imitación». Se trata de recorrer el mismo camino de Cristo, hacer sus mismas
opciones, repetir sus gestos, asumir sus pensamientos y sus tomas de postura, inspirarse
en sus criterios, tener sus preferencias.
Habrá gente que ni siquiera sabrá qué significaba todo esto. Lo aprenderán llevándolo a
la vida.

4. Dejarse hacer. «Haré de vosotros pescadores de hombres» (v.17). Conocen el oficio
de pescadores de peces. Otra cosa, no.
Tenemos así el último rasgo que caracteriza al discípulo: «dejarse hacer» por el maestro.

«Haré de vosotros...».
Es difícil, por no decir imposible, encontrar un discípulo ya completamente hecho,
perfecto, «en la meta».
Discípulo es simplemente aquél que se está haciendo.

Los discípulos
En el evangelio de Mc es muy raro encontrar a Cristo solo. Lo vemos habitualmente en
compañía de los discípulos.
B. Rigaux ha calculado que, de 671 versículos que constituyen el evangelio de Mc, 498
versículos (esto es, el 76%) refieren palabras y acciones de Jesús, de las que son testigos
los discípulos. Pero no son pocos los casos en que Mt y Lc, en lugares paralelos, olvidan a
los discípulos para nombrar únicamente a Jesús.
Por el contrario Mc une estrechamente al maestro con los discípulos. Ordinariamente
Jesús está con sus discípulos. Es la imagen preferida por el evangelista.
Hay una excepción: cuando manda a los doce a misionar. En esta circunstancia se diría
que Mc nada tiene que contar a propósito de Jesús. Cuando faltan los discípulos, Mc se
encuentra extrañamente molesto, es más, se diría que anda escaso de material. Y entonces
llena el hueco refiriendo las opiniones de Herodes acerca de Cristo, y el martirio de Juan el
Bautista.
Sólo cuando vuelven los doce, el evangelista puede reanudar la narración interrumpida
(cf. 6, 14-29).
«La única circunstancia en la que Jesús se queda solo es en Getsemaní. Para su pasión,
Jesús está solo, los discípulos han escapado. Esta visión de Jesús solo se hace entonces
dramática.
«Desde el principio, Jesús está siempre con sus discípulos y Mc no puede decir nada
acerca de él, si los discípulos no están presentes. Esto explica por qué la llamada de los
cuatro está puesta al principio. Se trata de una elección deliberada del autor" (J. Delorme).

Así pues, Jesús se hace presente a través de la presencia de sus discípulos.


PROVOCACIONES

1. Lo que Mc cuenta no se refiere a una categoría privilegiada de personas, de
super-invitados a una aventura privilegiada, de superdotados para una empresa
excepcional.
Es algo que atañe a todos aquellos que deciden tomar en serio el evangelio, creer en la
"buena noticia".

2. La llamada de Cristo no se sitúa en un espacio sagrado, en un momento religioso, sino
en un cuadro profano.
Gente que trabaja. Simón y Andrés, Santiago y Juan, caen en la red de Cristo
precisamente cuando realizan su oficio de pescadores.
En la iglesia estoy al abrigo, puedo sentirme relativamente tranquilo. Cuando me
encuentro en la Galilea de lo cotidiano, atareado con el quehacer de cada día, es cuando
corro el riesgo de encontrarme cara a cara con alguien que necesita de mi oficio para...
cambiármelo, para darle un sesgo distinto, que me llama «a otro lugar», aun dejándome en
el puesto acostumbrado. Entonces puedo continuar haciendo el mismo oficio, pero con otra
perspectiva. E incluso estoy autorizado a considerarme satisfecho también cuando no
obtengo resultado alguno, no consigo nada, o sea... gano todo.
Se puede anunciar el evangelio desempeñando cualquier oficio. Corren peligro los que
se consideran especialistas, expertos, profesionales del evangelio, obreros del reino a
tiempo completo, y no caen en la cuenta de... hacer otra cosa... O sea, precisamente lo
contrario de los primeros discípulos: se consideran ya dentro desde la llamada, en el
interior de un espacio sagrado, y el evangelio, en sus manos, se convierte en un
instrumento con el que «pescan» de todo, excepto hombres para el reino»

3. «Haré de vosotros pescadores de hombres...». Sucede, a veces, que se encuentra
uno con ciertos "llamados" que se les ha hecho ser... quien sabe qué, pero ciertamente no
«pescadores de hombres». Frente a ciertas tareas encomendadas, hay que preguntarse si
una vocación puede ser impunemente «vaciada» de su finalidad más esencial. Es verdad
que lo importante es lo que se es, no lo que se hace. Pero existe un «hacer»
-especialmente en el campo burocrático-administrativo- que está demasiado lejos del oficio
de «pescadores de hombres» y que se justifica (mejor: no se justifica en absoluto) sólo
porque la pesca resulta productiva, pero no en términos evangélicos... Es aún más grave el
caso de personas a las que se les priva de un contacto directo con los hombres y se les
obliga a manejar papeles sofocando así sus más profundas exigencias y mortificando las
aspiraciones más legítimas en relación incluso con la vocación que han elegido.
Cristo «hará discípulos», o sea, les hará crecer en la linea del desarrollo de su persona
en relación a las exigencias del reino. Algunos «responsables» (!), sin embargo, saben
solamente «utilizar» a las personas, Cristo «promociona». Mientras algunos logran sólo
mortificar y sofocar, Cristo «llama». Estos otros «se sirven».
Dígase lo que se diga, la «voluntad de Dios» sólo puede ser invocada para la promoción
de las personas, no para su utilización en clave instrumental y de intereses prácticos.

4. Ser discípulo significa seguir a Cristo, recorrer su mismo camino. Cuando uno no
comparte el proyecto del Maestro, sus actitudes de servicio, ya no es uno que sigue, sino
uno que se distancia de Cristo.

5. Los discípulos siempre están presentes con Jesús en el evangelio de Mc. Podemos
decir también: la presencia de Jesús está asegurada en el mundo por la presencia de los
discípulos. Si éstos no se dejan ver, la escena queda vacía, Cristo está como «bloqueado»,
se encuentra en la imposibilidad de actuar, el evangelio no tiene nada que decir.


CONFRONTACIONES

Con esta narración Mc no pretende hacer otra cosa que exponer de una manera típica lo
que ha de acontecer cuando Jesús llame a los hombres a ser sus discípulos. Deben
obedecer, y nada más. Esto se palpa con una claridad incomparable, en aquello que no se
dice en la narración: no sabemos nada de la emoción que en aquel momento debe haber
sobrecogido el corazón de los pescadores, nada acerca de la solemnidad de aquel
momento, en el que por vez primera han sido arrancados de la apatía de una vida de
pequeños burgueses, para tomar parte en acontecimientos de importancia histórica. Ni una
palabra sobre la gravedad de la hora, sobre la amargura de la renuncia, cuando deben
dejar su profesión (en la que también se puede servir a Dios), abandonar la mujer, los hijos,
la casa, la patria, por una suerte incierta y precaria. Oímos una sola palabra: «seguidme», y
como respuesta solamente esto: «ellos, dejando al instante las redes y a Zebedeo, su
padre, se fueron tras él». Jamás una historia de vocación ha sido contada más brevemente
(G. Dehn).

¿Qué quiere decir el «lago» en la presentación de Mc? El lago es el lugar en que vive la
gente de Galilea y donde trabaja: Jesús busca y encuentra a la gente en la propia
situación. Mc nos presenta a Jesús que va por los caminos del mundo a buscar a la gente
allí donde está (C. M. Martini).
................
1. Lc habla de "lago de Genesaret". Jn usa la denominación «lago de Tiberíades».
2. Aquí encontramos el otro elemento diferenciador con respecto a los rabinos. Sus discípulos, en efecto, son atraídos por la doctrina del maestro de la que quieren posesionarse, captar de ella todos los secretos, y así convertirse ellos a su vez en maestros. Con Cristo no se hace uno nunca "maestro", se permanece siempre y sólo discípulo.

(·PRONZATO-3/1.Págs. 67-74)