EPÍLOGO

A punto de ser enviado este libro a imprenta, el 21 de diciembre de 1989, su autor recibe una carta de M.B.B., un chico de 14 años de Málaga. Se trata de un adolescente normal, inteligente y muy simpático.

Entre otras cosas escribe: «Lloré cuando leí un libro que tengo que se llama Soy amigo de Jesús, y amargamente; pero bueno, por eso vale la pena».

¿Quién piensa que la mística es algo exclusivo de los religiosos contemplativos? ¿Quién piensa, siquiera, que es asunto sólo de adultos?

Esta frase, esas simples palabras escritas sin ninguna pretensión, en confidencia, constituyen el mejor epílogo al presente conjunto de meditaciones, y una buena apertura a nuestra esperanza en la Resurrección.

Porque El vive, las lágrimas y la compasión de este muchachito valen la pena.

Porque hay chicos así, escribir un libro como éste vale la pena.