CARLO MARTINI

EL EVANGELIO ECLESIAL DE S. MATEO
(Selección)

 

PRESENCIA DE JESÚS

 

He tratado simplemente de reunir, para proponerlas a su reflexión, siete situaciones, o mejor siete dichos de Jesús, sacados del Evangelio de Mateo, en donde aparece de un modo o de otro el concepto de que Jesús está con nosotros, entre nosotros, para nosotros.

Los leo no como se encuentran en Mateo, sino según un orden que me parece progresivo, yendo de lo interno hacia lo externo.

 

-"...el espíritu de vuestro Padre es el que habla en vosotros.".

En este sentido el primer texto es el de /Mt. 10/11-20: "Cuando os entreguen, no os angustiéis sobre cómo habéis de hablar o qué habéis de decir, porque se os dará en aquel momento lo que debéis decir. Pues no sois vosotros los que habláis, es el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros". Como ven, aquí no son las idénticas palabras Mt. 28, 40, porque dice: "el Espíritu del Padre", pero es claro por todo el Evangelio que se trata de una presencia enviada por Jesús, en la cual Jesús mismo, la fuerza de Dios que él nos ha dado, se hace presente a los suyos. Tratemos de comprender el sentido de este versículo: "El Espíritu de vuestro Padre habla en vosotros". Ustedes no son los que hablan, sino que es el Espíritu del Padre el que habla en ustedes.

Estamos en el cap. 10 en el "discurso de la misión", por tanto en una situación muy semejante a la del cap. 28, cuando Jesús manda en misión: "Id a todas las gentes..."; en efecto, están introducidas en el versículo 16 con las palabras "He aquí que yo os envío como ovejas en medio de lobos..."; por tanto, recuerda muy de cerca" ...id a los paganos, yo os envío...".

Estamos en situación de misión, inmediatamente descrita por Jesús como situación de peligro y de oposición. Por tanto, no de éxito; no van a cosechar las mies, no se los espera con gusto, van a un mundo hostil, en una situación de gente que, o no los desea o, si los desea, es sólo para aniquilarlos; gente que, como lo dicen los versículos siguientes, los echa a la cárcel, los hace flagelar, los lleva ante los tribunales; gente que, a la luz de la meditación sobre la Resurrección, se defiende de la novedad del Evangelio, trata de rechazarla porque le tiene miedo. Esta situación viene descrita como propia de Pablo (2Tm 04, 16 y siguientes), cuando dice amargamente: "En mi primera defensa nadie me asistió, sino que todos me abandonaron. ¡Qué no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor me asistió y me fortaleció".

 

La misma situación el Señor prevé para los suyos, pero con algo más: no sólo dice, como Pablo, el Señor les estará cerca (aquí el término usado es muy jurídico, forense: fue mi "defensor". Me parece que es un término de confrontación para comprender el sentido de la palabra "Paráclito", es decir, el que está con ustedes cuando encuentren oposición, cuando estén solos, desorientados, sin palabras), sino que esta promesa dice algo más: habla en ustedes. Por tanto, Jesús afirma con amplitud: "No os angustiéis", es la misma palabra que usa en la exhortaciones del cristiano a la fe: "No os preocupéis del mañana, qué beberéis, con qué os vestiréis... Vuestro Padre sabe todas estas cosas". Aquí dice: No se preocupen de cómo van a hablar, qué van a decir, si tienen que usar un lenguaje agresivo o remisivo, si tienen que demostrarse moderados o si tienen que proclamar el mensaje sin defenderse: Dios les dirá cómo y también qué decir.

Tenemos también una ilustración de todo esto en los Hechos de los Apóstoles (cap. 22, 24; 26), en donde Pablo en sus tres apologías se defiende de manera muy diversa: a veces acusando, a veces aceptando, a veces con dulzura hacia quien le habla, otras con dureza: es el Espíritu que suscita la variedad de los modos de defenderse, no hay necesidad de preocuparse de esto con anterioridad. Esta exhortación está, pues, unida a todo el Evangelio; si Dios nos ha tomado de la mano, si ha venido a nuestro encuentro, mucho más estará presente en esta situación dramática en la que un pobre hebreo iletrado, ante un tribunal, tal vez entre gente de idioma distinto, no sabe qué hacer, se siente rodeado por todos. Todas las veces que nos encontramos ante el tribunal del mundo, que nos juzga, que nos critica y trata de hacernos caer en contradicción, podemos refugiarnos en las palabras de Jesús: "El Espíritu estará con vosotros". Cuando nos encontramos en el límite del miedo, de la tristeza, de la desolación, solos en la fe, incapaces de defenderla, en situaciones en las que la fe parece comprometida y nosotros con ella, en esos casos sentiremos la potencia de Dios.

Fue lo que Pablo afirmó muchas veces diciendo: "He sentido en mí la muerte que me rondaba, dentro y fuera, y esto sucedió para que la potencia de Dios triunfe". Recuerden, por ejemplo, al comienzo de la segunda carta a los Corintios, cuando él se refiere a las pruebas que ha tenido que soportar por la fe, todos los ostracismos y los peligros, las situaciones de soledad que acompañaron esta prueba: "No queremos hermanos, que ignoréis la tribulación que nos sobrevino en Asia. Nos abatió hasta el extremo sobre nuestras fuerzas, que desesperamos de nuestra vida. Hasta tuvimos como cierta la sentencia de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos". Esta es la situación del Apóstol a quien el Señor deja aparentemente abandonado a las olas de la oposición, pero en la cual Dios está presente.

 

-"...donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré en medio de ellos". /Mt. 18/10-20

Otra situación en la que encontramos a Jesús, según Mateo (cap. 18, 20), es la del discurso eclesial, en donde se habla de la vida de la Iglesia dentro de la comunidad: "En donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos". Noten: no ya "en ellos", sino "en medio de ellos". El versículo anterior (Mt. 18, 19) nos da un ejemplo concreto de este estar juntos: "En verdad os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será otorgada por mi Padre que está en los cielos". Según este ejemplo, es claro que Jesús no habla de una reunión cualquiera, de un estar juntos sólo materialmente, de cualquier modo, sino de un estar reunidos en la fe.

Este estar juntos, concretamente, se nos describe con algunas características que es interesante notar. Al leer el versículo 19, me pregunto por qué se hace hincapié en : "sobre la tierra", tal vez porque es muy raro que en la tierra dos se pongan de acuerdo, probablemente esto sucede sólo en el cielo. "Cuando dos se pongan de acuerdo": el texto griego es muy bello, dice exactamente "cuando cantan con la misma voz", es, pues, el acorde sinfónico del canto en común, la melodía de las personas que saben cantar juntas, por tanto, cuando hay esta consonancia.

 

"Cualquier cosa": aquí impacta también la expresión; no importa lo que se pida, lo que importa más, lo que vale más es la consonancia. Se trata, pues, claramente de una situación de fe: gente que se reúne con confianza en el Padre; con consonancia; gente que busca algo en conjunto; con oración: gente que pide. Por consiguiente, la oración comunitaria en la fe es el lugar por excelencia de la presencia de Jesús; siempre Jesús está presente en donde se hace comunidad, pero esto se logra cuando hay consonancia de oración en la fe. Debemos agradecer al Señor porque nos ha permitido en estos días sentir frecuentemente esa presencia suya.

Como decía respecto de la oración comunitaria como oración característica del cristiano "en el Espíritu", todos nos damos cuenta cuando hay una cierta "cualidad" en la oración de la comunidad, es decir, cuando a un cierto momento cada uno de nosotros se olvida de sí mismo; he aquí el acorde de todos para pedir la misma cosa, cuando todos piensan en el Reino, entonces el Reino viene, el Reino ya se hace.

Hemos descrito aquí una comunidad: gente que reunida busca el Reino, y en la oración y en la fe se pone de acuerdo para buscarlo; y el Reino viene, porque Jesús está ahí; se anticipa la Parusía; el Señor ya ha resucitado en medio de ellos. Notemos la fórmula apremiante: "Yo estoy ahí" que recuerda la fórmula de Yavé: "Soy yo".Esta segunda situación de una presencia del Señor, como ya les decía, podemos experimentarla sobre todo cuando la oración nos une verdaderamente, y entonces hay "un no sé qué", por lo cual cada uno dice: ¡cómo se estaba de bien todos juntos, cómo se rezaba de bien! Ha sucedido algo nuevo, que no es la suma de cada una de las buenas voluntades, sino que es el Espíritu el que nos ha transformado.

 

-"quien os recibe a vosotros, me recibe a mí".

La tercera situación, la de la acogida, se encuentra en /Mt. 10/40-42. Nos encontramos en el final del "discurso de misión", y Jesús presenta no la comunidad que acoge a alguien, sino a alguien que es recibido en el pueblo misionero: "El que os recibe, a mí me recibe; y quien me recibe, recibe a quien me ha enviado. El que recibe a un profeta como profeta, recibirá premio de profeta; y el que recibe a un justo como justo, recibirá el premio de justo; el que diere de beber a uno de estos pequeñuelos tan solo un baso de agua fresca, porque es mi discípulo, os digo que no perderá su recompensa".Aquí tenemos una situación de misión, en la que la persona no es rechazada, sino acogida; si se la rechaza, el Espíritu está en ella para hablar con valentía. Si se la recibe, entonces ella misma es el Señor para los demás a quienes les lleva la bendición. Por tanto, Jesús está en nosotros cada vez que vamos hacia un hermano, con una palabra evangélica en el corazón, y quien nos recibe, recibe al Señor. Es un modo especialísimo del Señor de estar con sus misioneros. El vocablo "misioneros" se puede entender ampliamente: todos los suyos que van hacia otro llevándole su palabra.

Noten el crescendo, al menos así me parece poder leer en los versículos 41 y 42. El versículo 41 me parece una palabra genérica, que después se especifica en el siguiente: "El que recibe a un profeta como profeta, recibirá premio de profeta".Este podría también ser un proverbio general sacado del Antiguo Testamento; por ejemplo, la viuda de Sarepta que recibió al profeta Elías, y a la que recibió a Eliseo tuvieron la recompensa de quien recibe a un profeta. Por consiguiente, quien acoge las palabras de Jesús, el que viene a él por medio de un hermano, también él participa de esa bendición que acompaña a quien lleva la palabra del Señor."El que recibe a un justo como justo, recibirá premio de justo", pero continúa: "el que diere de beber (aquí vuelve aquélla fórmula: aun a uno solo) a uno de estos pequeñuelos, tan solo un vaso de agua fresca, porque es mi discípulo... no perderá su recompensa". Me parece que se va en un crescendo: primero un profeta, después un justo, finalmente un sencillo, que no tiene mucho qué decir, pero viene con alguna palabra del Señor, aunque no la sepa decir muy bien.

Aun el más pequeño de los que llevan la palabra del Señor al hermano, por tanto también cada uno de nosotros que lleva la palabra de modo muy embrional, poco elaborada, pero con un mínimo de buena voluntad, es Jesús para el hermano y es la presencia de Jesús en él: todo lo que hace en su acogida participa de la bendición del Señor. Por tanto, Jesús está con nosotros que nos esforzamos de hacer algo, de llevar a alguno a los Ejercicios, de decir una palabra buena.

En (/Mt. 18/05) el cap. 18, 5 notamos la misma palabra, pero vista dentro de la comunidad, en donde ya no es el discípulo el que va y es recibido, sino que es la comunidad lugar de acogida: "El que recibe a uno solo de estos pequeñuelos en mi nombre, a mí me recibe". Creo que aquí se hace referencia precisamente a la comunidad, porque estamos en el capítulo 18, en donde el tema es precisamente la comunidad.

Cuando la comunidad es capaz de acogida, es decir, no sólo recibe a quien viene de afuera, sino que le da el justo valor a cada uno de sus miembros, trata de no defraudar a nadie, de poner a cada uno en su puesto, de atraer a los que forzosamente han quedado marginados, esta comunidad, dice el Señor, me acoge a mí, si lo hace no sólo para demostrarse capaz y dinámica, sino en mi nombre, en nombre del amor que yo quiero infundir en ella.

Estas palabras tienen su contrario: "Ay de quien escandaliza a uno solo de estos pequeñuelos que creen en mí", en donde escandalizar creo que tiene el mismo significado que se le atribuye en el Nuevo Testamento, que aquí aparece en contraste con las palabras "que creen en mí"; es decir, ay de quien hace difícil creer en mí. Ellos creen en mí, pero por el modo como son aceptados en la comunidad, por el modo como se manifiestan la Iglesia y sus ministros, el creer que puede llegar a ser muy difícil para ellos, pueden tropezar, perder la fe.

De nuevo, sin quererlo, volvemos a la primera semana de los Ejercicios: de este modo estamos llamados a formar comunidad, pero es fácil que la comunidad sea un obstáculo para la fe de alguien, porque es difícil que una comunidad sea siempre tan acogedora, tan amplia, que no impida el acercamiento al Señor. Solamente el Señor puede permitirnos vivir una semejante vida comunitaria, nosotros no somos capaces, tenemos que reconocerlo. El Concilio Vaticano II lo hizo aun como Iglesia oficial, confesando en la Gaudium et Spes: "Si muchos no creen en Dios es culpa nuestra".

 

Ciertamente esta palabra de Jesús, terrible, nos lleva a esta confesión humillante: "Sería mejor para él que le colgaran una rueda de molino al cuello y lo echaran a los abismos del mar. Es inevitable que haya escándalos, pero ay del hombre por cuya culpa viene el escándalo". No existen comunidades perfectas, nunca existirán; pero Jesús nos dice dónde quiere estar presente, nos ayuda a reconocer nuestra debilidad y a admitir que sin él no podemos abrirle las puertas en nuestro vivir juntos.

 

-"... cuando hicisteis estas cosas... a mí las hicisteis".

Como quinta situación, cito el pasaje de /Mt. 25/40 en donde la identificación aparece muchas veces: "Cuándo te vimos desnudo, enfermo, en la cárcel... en verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis".He aquí otro modo de presencia de Jesús a nuestro alrededor, en todo el mundo, en todo nuestro prójimo. Según la parábola de Lucas, en todo el que encuentre y que esté en dificultad, en él está Jesús presente; o mejor, haciendo algo por él, lo has hecho a Jesús.

Aquí la visión se amplía de la comunidad hacia cualquier forma de promoción. Se señalan los ejemplos más evidentes y fáciles, como en la parábola del Samaritano, en donde es evidente la necesidad del herido; aquí se habla del hambriento, desnudos... de los necesitados más elementales, pero claro está que se entienden todos los otros casos en donde hay una necesidad.

 

-"... no hasta siete, sino hasta setenta veces siete".

He dejado de última la situación más difícil, aquella en la que no se nos exige solamente tener valentía, no omitir algo, hacer algo, sino soportar algo. En el mismo discurso comunitario se ve evidente la dificultad para vivir juntos, para no hacer el mal, para no ser obstáculo para nadie, y al mismo tiempo se crean continuamente adversidades, porque cada uno se siente engañado por los demás. Por eso Jesús, al final de este discurso, después de todos los avisos que dio para vivir en comunidad, dice a Pedro, que le pregunta cuántas veces tiene que perdonar al hermano que peca contra él: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".Es interesante ver cómo este es prácticamente el último precepto comunitario, porque en el fondo la comunidad es una comunidad de perdón, de mutua reconciliación, de mutua soportación amorosa, paciente. San Pablo dirá: "Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo". Para él este es también un precepto conclusivo: sopórtense mutuamente y serán capaces de todo el resto.

A esto se une una parábola (/Mt. 18/23-35), muy conocida y que apenas les quiero recordar: el rey que pide cuentas a sus siervos. (...)Aquí el rey se identifica con el siervo más débil y le dice al otro: al no perdonarlo a él, cometiste una falta contra mí. No hay una verdadera identificación como en las otras situaciones, pero también aquí vemos que el rey se pone en el lugar del deudor, de tal manera que el acreedor, tratando con él, en cierto sentido es como si tratara con el rey. Es muy importante esta afirmación inserta en el discurso de la comunidad, porque demuestra cómo Jesús nos ha perdonado una deuda irreparable, es decir, la incapacidad de amar, y exige que nosotros hagamos lo mismo los unos con los otros. Este es también un modo de presencia de Jesús, porque nosotros continuamos su acción perdonante. Esta palabra de Jesús es la ley fundamental del vivir en la Iglesia: sabernos perdonar sin límites, porque sin límites el Señor nos perdona. Sin esta voluntad de perdón no hay comunidad.

 

-"... Yo estoy contigo".

Volvamos a la última palabra de /Mt. 28/20 : "Yo estaré con vosotros, paralela al Emmanuel de /Mt. 01/23: "Dios con vosotros"."Estaré con vosotros" con la fórmula de alianza y de promesa que Yavé hizo con su pueblo en el Antiguo Testamento y en la que podemos ver alguna explicación muy hermosa, por ejemplo en Isaías; son los pasajes que más inspiraron al Nuevo Testamento, y nos damos cuenta cómo frecuentemente resuena la fórmula "Contigo"./Is/43/01ss: Dios forma la comunidad de los que ama, que no puede abandonar, de los que no puede olvidarse, porque a cada uno le ha dado el nombre bautismal de salvación, a los cuales les está siempre cerca para que se reúnan en la comunidad de los salvados. Jesús en medio de nosotros es la presencia de Dios que nos reúne, que hace de nosotros un pueblo, que, por medio de la acción de los que suscitan discípulos, reúne al pueblo de Dios desde los extremos de la tierra, desde todas las naciones, desde todas las situaciones humanas, hacia una ciudad en donde reine la justicia, la verdad de las relaciones humanas, de la amistad vivida, la capacidad de conocerse, de amarse. Este Reino tiene en el centro a Jesús Señor, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra y que es el único que puede hacer todas esas cosas.

Pidámosle al Señor que quite de nuestro corazón el temor, incluso por el porvenir, porque él está con nosotros. Muchas veces se regresa de los Ejercicios a casa con un poco de angustia y de ansiedad. Este temor no tiene nada de malo, porque en el fondo somos vasos de barro y el Señor no nos quita esta fragilidad; pero nos repite la palabra: "No temas, yo estoy contigo".Dejemos que nos repita estas palabras y oremos: Te damos gracias, Señor, porque estás con nosotros y estarás con nosotros. Estás con nosotros hoy, aquí reunidos en esta tranquilidad, en este lugar en donde estamos protegidos de los vientos y de las tempestades, de todo lo externo que nos puede perturbar.

Te damos gracias porque estás con nosotros en nuestra oración y en nuestro canto, has estado con nosotros en nuestro esfuerzo por sostenernos mutuamente, aunque solamente con el silencio, con el servicio discreto, con la atención de los unos para con los otros. Te damos gracias, Señor, porque estarás con nosotros mañana y pasado mañana, y siempre: no habrá día en que no estés con nosotros. Concédenos, Señor, aceptar de ti esta certidumbre de que aunque no destruya totalmente nuestros temores, nos cambia internamente el corazón.

Te damos gracias, Señor, Dios Padre, que por medio de la Muerte y Resurrección de Jesús nos das el Espíritu Santo que pone en nuestro corazón este certidumbre, destinada a permanecer por los siglos de los siglos. Amén.

(·MARTINI-2.Pág. 256ss)