Capítulo XXI

Segundo aviso acerca de diversas maneras de vidas que hay en la iglesia

     El segundo aviso sirve para no juzgar unos a otros en la manera de vida que cada uno tiene. Para lo cual es de saber que, como sean muchas las virtudes que se requieren para la vida cristiana, unos se dan más a unas y otros a otras. Porque unos se dan más a aquellas virtudes que ordenan al hombre para con Dios, que por la mayor parte pertenecen a la vida contemplativa; otros a las que nos ordenan para con el prójimo, que pertenecen a la activa; otros a las que ordenan al hombre consigo mismo, que son más familiares a la vida monástica.

     Ítem, como todas las obras virtuosas sean medios para alcanzar la gracia, unos la procuran más por un medio, y otros por otro. Porque unos la buscan con ayunos y disciplinas y asperezas corporales, otros con limosnas y obras de misericordia, otros con oraciones y meditaciones continuas, en el cual medio hay tanta variedad cuantos modos hay de orar y meditar. Porque unos se hallan bien con un linaje de oraciones y meditaciones, otros con otras; y así como hay muchas cosas que meditar, así hay muchos modos de meditación, entre los cuales aquél es mejor para cada uno en que halla mayor devoción y más provecho.

     Pues acerca desto suele haber un muy común engaño entre personas virtuosas, y es que los que han aprovechado por algunos destos medios, piensan que, como ellos medraron por allí, que no hay otro camino para medrar con Dios sino sólo aquél, y ése querrían enseñar a todos, y tienen por errados a los que por allí no van, pareciéndoles que no hay más de un camino solo para el cielo. El que se da mucho a la oración piensa que sin esto no hay salud. El que se da mucho a ayunos, parécele que todo es burla sino ayunar. El que se da a vida contemplativa piensa que todos los que no son contemplativos viven en grandísimo peligro, y toman esto tan por el cabo, que algunos vienen a tener en poco la vida activa. Por el contrario, los activos, como no saben por experiencia lo que pasa entre Dios y el ánima en aquel suavísimo ocio de la contemplación, y ven el provecho palpable que se sigue de la vida activa, deshacen cuanto pueden la vida contemplativa, y apenas pueden aprobar vida contemplativa pura, si no es compuesta de la una y de la otra, como si esto fuese fácil de hacer a quienquiera. Asimismo, el que se da a la oración mental, parécele que toda otra oración sin ésta es infructuosa; y el que a la vocal, dice que ésta es de mayor trabajo, y que así será de mayor provecho.

     De suerte que cada buhonero, como dicen, alaba sus agujas, y así cada uno, con una tácita soberbia e ignorancia, sin ver lo que hace, alaba a sí mismo, engrandeciendo aquello en que él tiene más caudal. Y así viene a ser el negocio de las virtudes como el de las ciencias, en las cuales cada uno alaba y levanta sobre los cielos aquella ciencia en que él reina, apocando y deshaciendo todas las otras. El orador dice que no hay otra arte en el mundo que iguale con la elocuencia, el astrólogo que no la hay tal como la que trata del cielo y de las estrellas, el filósofo dice otro tanto, el que se da a la escritura divina dice mucho más y con mayor razón, el que al estudio de las lenguas -porque sirven para la Escritura- dice lo mismo, el teólogo escolástico no se contenta con el lugar de en medio, sino pone su silla sobre todos. Y a ninguno le faltan razones, y grandes razones, para creer que su ciencia es la mejor y más necesaria.

     Pues esto, que se halla en las ciencias tan descubiertamente, se halla en las virtudes, aunque más disimuladamente. Porque cada uno de los amadores de las virtudes, por un cabo desea acertar en lo mejor, y por otro busca lo que más arma con su naturaleza, y de aquí nace que lo que a él está mejor, cree que es mejor para todos, y el zapato que a él viene justo, cree que también vendrá a todos los otros.

     Pues desta raíz nacen los juicios de las vidas ajenas y las divisiones y cismas espirituales entre los hermanos, creyendo los unos de los otros que van descaminados porque no van por el camino que ellos van. Casi en este engaño vivían los de Corinto, los cuales, habiendo recibido muchos y diversos dones de Dios, cada uno tenía el suyo por mejor, y así se anteponían unos a otros, prefiriendo unos el don de las lenguas, otros de la profecía, otros de interpretación de las Escrituras, otros en hacer milagros, y así todos los demás. Contra este engaño no hay otra mejor medicina que aquélla de que el apóstol usa en esta epístola contra esta dolencia. Porque aquí, primeramente, iguala todas las gracias y dones en su origen y principio, diciendo que todos ellos son arroyos que nacen de una misma fuente, que es el Espíritu Santo, y que por esta parte todos participan una manera de igualdad en su causa, aunque entre sí sean diversos, así como los miembros del cuerpo de un rey, todos en fin son miembros de rey, y de sangre real, aunque sean diferentes entre sí. Desta manera dice el apóstol que todos en el bautismo recibimos un mismo espíritu de Cristo, para que mediante él todos fuésemos miembros de un mismo cuerpo. Y así, cuanto a esto, todos participamos una misma dignidad y gloria, pues todos somos miembros de una misma cabeza. Por donde añade luego el apóstol y dice: «Si dijere el pie: Yo no soy mano, y por eso no soy del cuerpo, ¿dejará por esto de ser del cuerpo? Y si dijere el oído: Porque no soy ojo, no soy deste cuerpo, ¿dejará por eso de ser deste cuerpo?» Así que por esta parte en todos hay igualdad, para que en todos haya unidad y hermandad, puesto caso que con esto se compadezca alguna variedad.

     Esta variedad nace en parte de la naturaleza, y en parte de la gracia. De la naturaleza decimos que nace, porque aunque el principio de todo el ser espiritual sea la gracia, mas la gracia, recibida como agua en diversos vasos, toma diversas figuras, aplicándose a la condición y naturaleza de cada uno. Porque hay unos hombres naturalmente sosegados y quietos, que según esto son más aparejados para la vida contemplativa; otros más coléricos y hacendosos, que son más hábiles para la vida activa; otros más robustos y sanos, y más desamorados para consigo mismos, y éstos son más aptos para los trabajos de la penitencia. En lo cual resplandece maravillosamente la bondad y misericordia de nuestro señor, que como desea tanto comunicarse a todos, no quiso que hubiese un solo camino para esto, sino muchos y diversos según la diversidad de las condiciones de los hombres, para que el que no tuviese habilidad para ir por uno, fuese por otro.

     La segunda causa desta variedad es la gracia, porque el Espíritu Santo, que es el autor della, quiere que haya esta variedad en los suyos para mayor perfección y hermosura de la Iglesia. Porque así como para la perfección y hermosura del cuerpo humano se requiere que haya en él diversos miembros y sentidos, así también para la perfección y hermosura de la Iglesia convenía que hubiese esta diversidad de virtudes y gracias, porque si todos los fieles fueran de una manera, ¿cómo se pudiera llamar éste cuerpo? «Si todo el cuerpo -dice san Pablo- fuese ojos, ¿dónde estarían los oídos? Y si todo fuese oídos, ¿dónde estarían las narices?» Y por esto quiso Dios que los miembros fuesen muchos y el cuerpo uno, porque así, habiendo muchedumbre con unidad, hubiese proporción y conveniencia de muchas cosas en una, de donde resultase la perfección y hermosura de la Iglesia. Así vemos que en la música conviene que haya esta misma diversidad y muchedumbre de voces con unidad de consonancia, para que así haya en ella suavidad y melodía, porque si todas las voces fuesen de una manera, o todas tiples, o todas tenores, etc., ¿cómo podría haber música y armonía?

     Pues en las obras de naturaleza es cosa maravillosa ver cuánta variedad puso aquel artífice soberano, y cómo repartió las habilidades y perfecciones a todas sus criaturas por tal orden, que con tener cada una su particular ventaja sobre la otra, la otra no tuviese por qué tenerle envidia, porque también le tenía ella otra manera de ventaja. El pavón es muy hermoso de ver, mas no es dulce para oír. El ruiseñor es dulce de oír, mas no es hermoso para ver. El caballo es bueno para la carrera y para la guerra, mas no lo es para la mesa. Y el buey es bueno para la mesa y para la era, mas no sirve para lo demás. Los árboles fructuosos son buenos para comer, mas no para edificar; los silvestres, por el contrario, son buenos para edificar, mas no lo son para fructificar. Desta manera, en todas las cosas juntas se hallan todas las cosas repartidas, y en ninguna todas juntas, para que así se conserve la variedad y hermosura en el universo, y se conserven también las especies de las cosas, y se enlacen las unas con las otras por la necesidad que tienen unas de otras.

     Pues esta misma orden y hermosura que hay en las obras de naturaleza quiso el Señor que hubiese en las de gracia, y para esto ordenó por su espíritu que hubiese mil maneras de virtudes y gracias en su Iglesia, para que de todas ellas resultase una suavísima consonancia y un perfectísimo mundo y un hermosísimo cuerpo compuesto de diversos miembros. De aquí nace haber en la Iglesia unos muy dados a la vida contemplativa, otros a la activa, otros a obras de obediencia, otros de penitencia, otros a orar, otros a cantar, otros a estudiar para aprovechar, otros a servir enfermos y acudir a hospitales, otros a socorrer a pobres y necesitados, y otros a otras muchas maneras de ejercicios y obras virtuosas.

     La misma variedad vemos en las religiones, que aunque todas caminan para Dios, cada una lleva su propio camino. Unas van por el camino de la pobreza, otras por el de la penitencia, otras por el de las obras de la vida contemplativa, otras de la activa. Y por esto unas buscan lo público, otras lo secreto; unas procuran rentas para su instituto, otras aman la pobreza; unas quieren los desiertos, y otras las plazas y los poblados, y todo esto religiosamente y por caridad.

     Y en una misma orden y monasterio veréis esta misma variedad, porque unos están en el coro cantando, otros en sus oficios trabajando, otros en sus celdas estudiando, otros en la iglesia confesando, y otros fuera de casa negociando. Pues, ¿qué es esto? Muchos miembros en un cuerpo y muchas voces en una música, para que así haya hermosura, proporción y consonancia en la Iglesia. Porque por eso hay en una vihuela muchas cuerdas y en unos órganos muchos caños porque así pueda haber consonancia y armonía de muchas voces. Ésta es aquella vestidura que el patriarca Jacob hizo a su hijo José de diversos colores, y éstas aquellas cortinas del tabernáculo que mandó Dios pintar con maravillosa variedad y hermosura.

     Pues siendo esto así, y siendo necesario que sea así para la orden y hermosura de la Iglesia, ¿por qué nos andamos comiendo unos a otros, y juzgando y sentenciando unos a otros, porque no hacen unos lo que hacen otros? Eso es destruir el cuerpo de la Iglesia, eso es destruir la vestidura de José, eso es deshacer esta música y consonancia celestial, eso es querer que los miembros de la Iglesia sean todos pies o todos manos o todos ojos. Pues si todo el cuerpo fuese ojos, ¿dónde estarían los oídos? Y si todo oídos, ¿dónde estarían los ojos?

     Por donde parece aún más claro cuán grande yerro sea condenar a otro porque no tiene lo que tengo yo, o porque no es para lo que soy yo. ¿Cuál sería si los ojos despreciasen a los pies porque no ven, y los pies murmurasen de los ojos porque no andan y los dejan a ellos con toda la carga? Porque realmente así es necesario que trabajen los pies y descansen los ojos, y que los unos anden arrastrados por tierra y los otros estén en lo alto limpios de polvo y de paja. Y no hacen menos los ojos descansando que los pies caminando, así como en el navío no hace menos el piloto que está par del gobernalle con la aguja en la mano que los otros que suben a la gavia y trepan por las cuerdas y extienden las velas y limpian la bomba, antes aquel que parece que menos hace, ése realmente hace más. Porque no se mide la excelencia de las cosas con el trabajo, sino con el valor e importancia de ellas, si no queremos decir que más hace en la república el que cava y el que ara que el que la gobierna con su consejo y prudencia.

     Pues quien esto atentamente considerare dejará a cada uno en su llamamiento, esto es, dejará al pie ser pie y a la mano mano, y no querrá, ni que todos sean pies ni todos manos. Esto es lo que tan largamente pretendió persuadir el apóstol en la epístola susodicha, y esto mismo es lo que nos aconseja cuando dice: «El que no come, no menosprecie al que come.» Porque por ventura aquel que come tendrá por una parte necesidad de comer, y por otra quizá tendrá otra virtud más alta que ésa que tú tienes, de que tú carecerás, por donde en lo uno no tendrá culpa y en lo otro te hará ventaja. Porque así como no menos sirven para el canto los puntos que están en regla que los que están en espacio, así no menos sirve a la consonancia y música espiritual de la Iglesia el que come que el que no come, y el que parece que está ocioso que el que está ocupado, si en su ocio trabaja por alcanzar con que pueda después edificar a su prójimo.

     Esto mismo nos encomienda muy encarecidamente san Bernardo, avisando que excepto aquéllos a quien es dado ser jueces y presidentes en la Iglesia, nadie se entremeta en querer escudriñar ni juzgar la vida de nadie, ni comparar la suya con la de nadie, porque no le acaezca lo que al monje que tenía por agravio que su pobreza se igualase con las riquezas de Gregorio, a quien fue dicho que más rico era él con una gatilla que tenía, que el otro con todas sus riquezas.