Segunda parte deste segundo libro, en la cual se trata del ejercicio de las virtudes


 

Capítulo XIV

De tres maneras de virtudes en las cuales se comprende la suma de toda justicia

     Dicho ya en la primera parte deste libro de los vicios con que se afean y oscurecen las ánimas, digamos ahora de las virtudes que las adornan y hermosean con el ornamento espiritual de la justicia. Y porque a esta justicia pertenece dar a cada uno lo que se le debe, así a Dios como al prójimo como a sí mismo, así hay tres maneras de virtudes de que se compone: unas que principalmente sirven para cumplir con lo que el hombre debe a Dios, y otras con lo que debe a su prójimo, y otras con lo que debe a sí mismo. Y esto hecho, no resta más para cumplir toda virtud y justicia, que es para ser un hombre verdaderamente justo y virtuoso, que es lo que aquí pretendemos hacer.

     Y si quieres saber en muy pocas palabras y por unas muy breves comparaciones cómo esto se puede hacer, digo que con estas tres obligaciones cumplirá el hombre perfectísimamente si tuviere estas tres cosas, conviene saber: para con Dios corazón de hijo, y para con el prójimo corazón de madre, y para consigo espíritu y corazón de juez. Éstas son aquellas tres partes de justicia en que el profeta puso la suma de todo nuestro bien cuando dijo: «Enseñarte he, ¡oh hombre!, en qué está todo el bien y qué es lo que el Señor quiere de ti. Quiere que hagas juicio y que ames la misericordia y que andes solícito y cuidadoso con Dios.» Entre las cuales partes el hacer juicio declara lo que el hombre debe hacer para consigo, y el amar la misericordia lo que debe para con el prójimo, y el andar solícito con Dios lo que debe hacer para con él. Y pues en estas tres cosas está todo nuestro bien, dellas trataremos ahora más copiosamente, porque en el Memorial de la vida cristiana no hicimos más que pasar por ellas brevemente, reservando su declaración para este lugar.