Capítulo XIII

Del segundo privilegio de la virtud, que es la gracia del espíritu santo que se da a los virtuosos

     Esta paternal providencia es, como dijimos, la fuente de todos los otros privilegios y beneficios que Dios hace a los suyos. Porque a esta providencia pertenece proveerles de todos los medios necesarios para conseguir su fin, que es su última perfección y felicidad, así ayudándoles y dándoles la mano en todas sus necesidades, como criando en sus ánimas todas aquellas habilidades y virtudes, y todos los hábitos infusos, que para esto se requieren. Entre los cuales el primero es la gracia del Espíritu Santo, que después de esta divina providencia es el principio de todos los otros privilegios y dones celestiales. Y así, ésta es aquella primera vestidura que se dio al hijo pródigo cuando fue recibido en la casa de su padre. Y si me preguntares qué cosa sea esta gracia, dígote que gracia, como declaran los teólogos, es una participación de la naturaleza divina, esto es, de la santidad, de la bondad, de la pureza y nobleza de Dios, mediante la cual despide el hombre de sí la bajeza y villanía que le viene por parte de Adán, y se hace participante de la santidad y nobleza divina, despojándose de sí y vistiéndose de Cristo. Esto declaran los santos con un común ejemplo del hierro echado en el fuego, el cual, sin dejar de ser hierro, sale de ahí todo abrasado y resplandeciente como el mismo fuego, de manera que permaneciendo la misma sustancia y nombre de hierro, el resplandor y el calor y otros tales accidentes son de fuego. Pues desta manera la gracia, que es una cualidad celestial, la cual infunde Dios en el ánima, tiene esta maravillosa virtud de transformar el hombre en Dios. De tal manera que, sin dejar de ser hombre, participe en su manera las virtudes y pureza de Dios, como las había participado aquel que decía: «Vivo yo, ya no yo; mas vive en mí Cristo.»

     Gracia es otrosí una forma sobrenatural y divina, la cual hace al hombre vivir tal vida, cual es el principio y forma de do procede, que es también sobrenatural y divina. En lo cual resplandece maravillosamente la providencia de Dios, que así como quiso que el hombre viviese dos vidas, una natural y otra sobrenatural, así para esto le proveyó de dos formas, que son como dos ánimas destas vidas, una para vivir la una, y otra para la otra.

     De donde, así como del ánima, que es forma natural, proceden todas las potencias y sentidos con que se vive la vida natural, así de la gracia, que es forma sobrenatural, proceden todas las virtudes y dones del Espíritu Santo con que se vive la otra vida sobrenatural, que es como quien proveyese a un hombre que tuviese dos oficios de dos maneras de instrumentos para entender en ellos.

     Gracia, otrosí, es un atavío y ornamento espiritual del ánima hecho por mano del Espíritu Santo, el cual la hace tan graciosa y hermosa en los ojos de Dios, que la recibe por hija y por esposa suya. En el cual atavío se gloriaba el profeta cuando decía: «Gozando me gozaré en el Señor, y mi anima se alegrará en mi Dios; porque él me ha vestido con vestidura de salud y cercado de ropas de justicia, y así como a esposo me ha puesto una corona en la cabeza, y como a esposa me ha ataviado con todas sus joyas y atavíos» -que son todas las virtudes y dones del Espíritu Santo con que el ánima del justo está adornada y ataviada por mano de Dios-. Esta es aquella vestidura de muchas colores de que está vestida la hi a del rey, y sentada a la diestra de su esposo, porque de la gracia proceden las colores de todas las virtudes y hábitos celestiales en que está su hermosura.

     De lo dicho se puede luego entender cuáles sean los efectos que esta gracia obra en el ánima donde mora. Porque un efecto suyo, y el más principal, es hacer el ánima tan graciosa y hermosa en los ojos de Dios que la tome, como dijimos, por hija, por esposa, por templo y morada suya donde tenga sus deleites con los hijos de los hombres. Otro efecto es, no sólo hermosearla, sino también fortalecerla mediante las virtudes que della proceden, que son como otros cabellos de Sansón, en los cuales consiste, no sólo la hermosura, sino también la fortaleza del ánima. Y de lo uno y de lo otro es alabada en el libro de los Cantares, cuando maravillándose los ángeles de su hermosura, dicen: «¿Quién es esta que sube a lo alto como la mañana cuando se levanta, hermosa como la luna, escogida como el sol, y terrible como las haces de los reales bien ordenados?» Por do parece que la gracia es como un arnés tranzado que arma el hombre de pies a cabeza y le hace fuerte y hermoso. Y tan fuerte que, como dice santo Tomás, el menor grado de gracia basta para vencer todos los demonios y todos los pecados del mundo.

     Otro efecto suyo es hacer al hombre tan grato y de tanta dignidad en los ojos de Dios, que todas cuantas obras deliberadas hace, que no sean pecados, le son gratas y merecedoras de vida eterna. De suerte que no sólo los actos de las virtudes, mas las obras naturales, como son el comer, el beber y el dormir, etc., son gratas a Dios y merecedoras deste tan grande bien, porque por serle tan agradable el sujeto, es agradable y meritorio todo cuanto hace, no siendo malo.

     Otro efecto es hacer al hombre hijo de Dios por adopción y heredero de su reino, y escribirle en el libro de vida donde están escritos todos los justos, y así tener derecho a aquella riquísima heredad del cielo. Éste es aquel privilegio que encarecía el Salvador a sus discípulos cuando, viniendo ellos muy ufanos por ver que hasta los demonios les obedecían en su nombre, les respondió, diciendo: «No tenéis de qué alegraros por tener señorío sobre los demonios, mas alegraos porque vuestros nombres están escritos en el reino de los cielos», pues está claro que éste es el mayor bien que el corazón humano en esta vida puede desear.

     Finalmente, por abreviar, la gracia es la que habilita al hombre para todo bien, la que allana el camino del cielo, la que hace el yugo de Dios suave, la que hace correr al hombre por el camino de las virtudes, la que restituye y sana la naturaleza enferma, y así hace que le sea ligero lo que antes, cuando estaba enferma, le era pesado, y la que por una manera inefable reforma y arma, mediante las virtudes que della proceden, todas las potencias de nuestra ánima, alumbrando el entendimiento, encendiendo la voluntad, recogiendo la memoria, esforzando el libre albedrío, templando la parte concupiscible para que no se desperezca por lo malo, y esforzando la irascible para que no se acobarde para lo bueno. Y demás desto, porque todas las pasiones naturales que están en estas dos fuerzas inferiores de nuestro apetito son unos como padrastros de la virtud, y unos postigos y entraderos por donde los demonios suelen entrar en nuestras ánimas, para remedio desto pone una guarda, y uno como alcaide en cada uno destos lugares para guardar aquel paso, que es una virtud infusa venida del cielo, y que allí asiste para asegurarnos del peligro que por parte de aquella prisión nos podría venir. Y así, para defendernos del apetito de la gula pone la virtud de la templanza, para el de la carne la de la castidad, para el de la honra la de la humildad, y así en todos los demás.

     Y sobre todo esto, la gracia aposenta a Dios en el ánima para que, morando en ella, la gobierne, defienda y encamine al cielo. Y así está ella como rey en su reino, como capitán en su ejército, como padre de familia en su casa, como maestro en su escuela y como pastor en su ganado, para que allí ejercite y use espiritualmente todos estos oficios y providencias. Pues si esta perla tan preciosa, de que tantos bienes proceden, es perpetua compañera de la virtud, ¿quién habrá que no huelgue de buena gana de imitar la prudencia de aquel sabio mercader del evangelio que dio todo cuanto tenía por alcanzarla?

Arriba