SEGUNDA PARTE


¡AHORA, SOLO EL ABANDONO ME GUIA!
 

 

CAPITULO VI

TERESA DESCUBRE EL CAMINO
DEL ABANDONO

 

Hemos escrutado, en la primera parte de este trabajo, el misterio más profundo del cristianismo, el de la Misericordia, a saber, que Jesús "ha venido a llamar. no a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,13). Teresa ha comprendido maravillosamente que Dios esperaba de ella la fe en la Misericordia y no el sacrificio. Y a lo largo de los Manuscritos no hará más que cantar las Misericordias del Señor para con ella.

Pero no hay que olvidar jamás que el Amor de Dios es gratuito, es decir, que no podemos pagarle con la misma moneda, pero no es nunca arbitrario. Hay en el hombre algo que puede seducir el corazón de Dios y que sólo el hombre puede darle. Díos espera del hombre una actitud que es la única que tiene en su poder y que es la humildad y la confianza. Por eso el último capítulo terminaba con estas palabras de Teresa: "Es la confianza y nada más que la confianza lo que debe llevamos al Amor".

Quisiéramos ahora en los capítulos siguientes ver cómo Teresa ha vivido esta confianza y esta humildad al filo de los días, en una actitud concreta que llamaremos el Abandono. Ella misma dirá a Madre Inés de Jesús al final del Manuscrito A:

"Ahora, sólo el abandono me guía, no tengo brújula...!
Ya no puedo pedir nada con ardor, excepto el* cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios sobre mi alma, sin que las criaturas puedan ponerle obstáculos" (Ms.A)

La palabra "abandono", en sí misma, no deja de tener ambigüedad y tiene peligro de engañarnos; por eso necesitamos hacerle un tratamiento de rayos X, para restituirle su carácter activo, tal como Cristo lo entiende en el evangelio y tal como ha sido comprendido en toda la tradición espiritual. Preferimos la expresión utilizada por el P. Victor Sion' cuando habla del "movimiento de abandono". Se trata de un movimiento que es pasivo y activo al mismo tiempo, puesto que el hombre recibe de Dios la impulsión de su amor, que reviste su inteligencia, su voluntad y su actividad y que, finalmente, hace que el hombre se entregue a este amor sin exclusivismos.

Recibir no es menos activo que hacer, pero es una actividad de otro orden que a los ojos de la impaciencia humana, se parece lamentablemente a la pasividad. Teresa ha sostenido siempre, y lo enseña en el noviciado, que su camino de infancia espiritual no tenía nada que ver con el quietismo, pero hay que comprender, en qué consiste la parte que corresponde al hombre. Su hermana Celina se expresa así:

"Aunque caminaba por esta vía de confianza ciega y total que llama su 'caminito, o 'camino de infancia espiritual', nunca descuidó la cooperación personal, dándole una importancia que llena toda su vida de actos generosos y constantes" (C y R 46).

Pero de momento quisiéramos dejar a un lado este aspecto de la "cooperación personal", prontos a volver en seguida para mostrar cómo el abandono teresiano enraiza en el evangelio y en la tradición espiritual. Estudiando las diferentes "escuelas de espiritualidad", nos ha impresionado el hecho de que en este punto concretó del abandono coinciden todas. En el fondo, es normal, toda espiritualidad particular tiene su fuente en el evangelio y en el origen hay un acontecimiento de fuego, la conversión, es decir, el encuentro conmovedor con Cristo. Se oponen cuando se enfrían y cada uno invoca "su" espiritualidad para oponerse a la del otro, en el origen hay fuego. Pero hay un punto preciso en que coinciden, es el momento en que hay que encarnar la voluntad de Dios en lo concreto de la existencia. Para la espiritualidad oriental será el filtrar los pensamientos en el Nombre del Señor Jesús; para san Juan de la Cruz, el acto anagógico; para el P. de Caussade, el abandono a la Providencia; para san Ignacio, el examen de conciencia; para otros, el momento presente, y para Teresa, este camino será el abandono.


1. Este camino es el abandono

Miremos cómo Teresa ve el abandono; no da una definición pero lo vive ante nuestros ojos. Habla de ello explícitamente a propósito de la ciencia del amor:

100 Jean Lafrance
El camino del abandono 101

"Esta es la única ciencia que deseo. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, estimo, como la esposa de los Cantares, no haber dado nada...
      Comprendo tan perfectamente que no hay cosa que pueda hacernos gratos a Dios fuera del amor, que es este amor el único bien que ambiciono.
      Jesús se complace en enseñarme el único camino que conduce a esta divina hoguera. Este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre... (Ms.B, F 1").

Luego vienen dos citas de la Escritura (Pr 9,4 y Sb 6,7), la segunda ligada directamente con la Misericordia: "La Misericordia se concede a los pequeños".

Es siempre Jesús el que enseña a Teresa desde dentro y le muestra el camino que debe seguir. Y, desde fuera, la Escritura viene a confirmar esta palabra interior. Tenemos aquí una ley de la vida espiritual muy importante. En cuanto un hombre ora verdaderamente con el corazón, Dios se compromete a hablarle al corazón. El gran espiritual Silvano de Athos escribía:

"Cuando un alma se abandona enteramente a la voluntad de Dios, el mismo Señor comienza a guiarla, mientras antes lo era por los maestros y por la Escritura".

Y Cristo no puede enseñar a Teresa otra cosa que lo que él mismo vivió a lo largo de su vida, cuyo alimento era el abandono a la voluntad del Padre (Jn 4,33-34). Cristo revela aquí lo que fue fundamental en toda su existencia: "No busco mi propia voluntad, sino la volun-tad del que me ha enviado". El abandono no es otra cosa que una puesta total de nuestra voluntad en la vo luntad del Padre. Cuando Jesús sale del Padre para venir al mundo, toma a cuenta las palabras del salmo 39, según el autor de la carta a los Hebreos:

"Por eso, al entrar en este mundo dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: "¡He aquí que vengo —pues de mí está escrito en el rollo del libro—a hacer, oh Dios, tu Voluntad" (Hb 10,5-7).

Cristo entra en toda la descendencia de los grandes testigos de la fe de la que habla la carta a los hebreos en los capítulos XI y XII. Todos estos hombres dan una preferencia permanente al pensamiento de Dios sobre el suyo. La Virgen dirá también: "¡Héme aquí", pues ha comprendido que "nada hay imposible para Dios". Urs Von Balthasar dirá que Cristo ha aprendido de la Virgen a pronunciar este "sí" a lo largo de toda su existencia. Y es esto lo que constituye el parentesco verdadero de los discípulos de Cristo: "El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana, mi madre" (Mc 3,35). Y cuando Cristo enseñe a orar a sus discípulos, les hará pedir al Padre: "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo". Notemos de paso la forma pasiva de esta oración: el hombre pide a Dios que se haga su voluntad y se abandona en seguida a esta voluntad.

Es significativo que en el mismo pasaje en el que Teresa dice que Jesús le ha enseñado el camino del abandono, cita otro salmo en el que se dice que Dios no tiene necesidad de nuestros sacrificios, sino de nuestra alabanza (Sal 50,9-13).


2. Jesús pide sólo el abandono

"¡Ah! Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de vuestra pequeña Teresa, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cumbre de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes obras, sino solamente abandono y agradecimiento... He aquí todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras, sino solamente de nuestro amor" (Ms.B, F1').

Toda la vida de Cristo fue una adhesión amorosa y un abandono total al beneplácito del Padre. Desde el momento en que Jesús en el Bautismo ha escuchado la palabra del Padre: "Tú eres mi Hijo muy Amado, tienes todo mi amor", hasta el momento en que dirá en la Cruz: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Lc 23,46), Jesús interiorizará este amor y lo vivirá concretamente en un movimiento de abandono.

Hay en la vida de Cristo un momento en que este abandono culminará y brillará a los ojos de los tres apóstoles, es la agonía en el huerto de Getsemaní. Ora para que esta copa se aleje de él, pero añade en seguida: "No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú". Cristo sabe muy bien que el Padre escucha toda oración, él mismc lo ha enseñado a los suyos (Mt 7,7), pero sabe también por experiencia que el Padre escucha nuestras oraciones de una manera totalmente distinta de como nosotros lo esperábamos.

En la carta a los Hebreos (5,7), se dice que la oración de Jesús en el huerto de los Olivos fue escuchada por su actitud reverente, y que Dios le resucitó de entre los muertos. Pero no se trata de una respuesta inmediata de Dios que hubiera liberado a Cristo de su Hora. Dios ha dado a Cristo la fuerza para aceptar, consentir y abandonarse para cumplir su obra de salvación. Con el mismo espíritu podemos pedir la intercesión de los santos; les presentamos nuetros deseos, pero les confiamos el cuidado de hacerlos encajar en la voluntad de Dios que ellos conocen muy bien.

Así obraba Teresa "cuando expresaba su deseo de `hacer bien sobre la tierra', ponía esta condición":

"Antes de escuchar a todos los que me supliquen, empezaré por mirar bien a los ojos de Dios para ver si no pido una cosa contraria a su voluntad.
Nos hacía notar que este abandono imitaba la oración de la Santísima Virgen que, en Caná, se contenta con decir: "No tienen vino". Del mismo modo, Marta y María dicen juntas: "El que amas está enfermo". Exponen sencillamente sus deseos, dejando a Jesús libre para hacer su voluntad" (C y R II, 45).

Pero volvamos al texto del comienzo en el que Teresa evoca el camino del abandono que le ha sido enseñado por el mismo Jesús y precisa por qué hay que abandonarse. La razón es sencilla: "somos niños en los brazos del Padre" (Ms.B, F 1'). Cuando un niño está en los brazos de su padre, no tiene necesidad de ponerse tenso y crisparse, puede descansar y abandonarse al amor del que lo lleva pues experimenta su ternura.

Es curioso que Teresa acude como por instinto a las comparaciones utilizadas por la Biblia. Así, cuando Oseas quiere evocar la ternura que Yavé experimenta por Israel, toma la imagen del padre que lleva en brazos a sus hijos:

"Cuando Israel era niño, yo le amé y de Egipto llame a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mi...; tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer" (Os 11,1-4).
 

3. El niño en los brazos de su padre

El abandono a la voluntad de Dios sería una superchería si Dios no fuese un Padre atento al menor deseo de sus hijos. Habría que leer Lc 12,22 a 32, donde Jesús dice: "No os inquietéis por la comida o el vestido... Todo esto lo buscan sin descanso los paganos de este mundo, pero vosotros, vuestro Padre, sabe que tenéis necesidad". Cuando se ha comprendido que Dios es un Padre que vela sobre cada instante de nuestra vida y que cuenta cada uno de nuestros cabellos, uno no puede menos que abandonarse a él y ya no se tiene miedo. A partir del momento en que uno se descrispa y pone las dificultades en las manos del Padre, se da en nosotros una liberación que nos sitúa en la paz. Si hay que abandonarse, es sencillamente porque Dios es un Padre tierno y atento a las necesidades de sus hijos. Del mismo modo, Jesús se abandonó a su Padre, porque estaba seguro de su amor indefectible.

Cuando Jesús nos dice esto, dice lo que ha visto en casa de su Padre que ve y conoce nuestras dificultades. Jesús hace aparecer esta mirada atenta del Padre porque él mismo ha experimentado la alegría permanente de vivir bajo esta mirada: "Tú eres mi Hijo amado". Y esta certeza de ser mirado por un Padre atento e interesado, es la fe que Jesús pide y propone a los suyos. Fe difícil, porque no es evidente, porque el silencio de Dios es más sensible que su atención. Esta es la fe que se fia de Dios para no pedirle signos, que lo estima bastante grande para atreverse a contar con su criatura.

Habiendo experimentado por dentro la infancia espiritual, Teresa comprenderá instintivamente el camino del abandono. No acabaríamos nunca de citar todos los textos en los que ella evoca esta paternidad divina en sentido estricto. Se llama "hija, objeto del amor proveniente de un Padre" (Ms.A, F39'). Es "el niño que mira los tesoros de su Padre" (Ms.A, F66"). Puede dar "el nombre de Padre a nuestro Padre que está en los cielos" (Ms.C, F19").

Por eso el abandono vivido por Teresa es un componente de su espíritu filial. Cuando sus hermanas hablen luego de su camino de infancia espiritual, hay que cuidarse mucho de ver en ello un simple comportamiento moral o una actitud piadosa que toma para parecer amable. Para Teresa, es la vida misma de Cristo o el alma del Verbo. El primero que ha tenido el espíritu de infancia y nos ha enseñado el abandono, es el Verbo. Más exactamente, el Verbo tiene el espíritu filial, primera componente del espíritu de infancia, dice el P. Molinié y la criatura le añade un matiz de pequeñez que busca refugio.

Para comprender el abandono teresiano, hay que creer que Dios nos engendra por adopción tan estrictamente como engendra a su Verbo por naturaleza y por eso el camino de infancia no es una voz rebajada, es el secreto mismo de Cristo que ha venido a revelar a los suyos. En el fondo, la razón misma de la venida de Jesús a la tierra fue comunicarnos, por medio de su Espíritu, la experiencia del Padre que era suya eternamente y enseñarnos el abandono.

No hay más que el espíritu de infancia que pueda escrutar las profundidades del Padre; ahora bien, tenemos el deber de escrutar estas profundidades y conocer los dones que Dios nos ha hecho (1 Cor 2,12). Teresa dice que todo buen pensamiento pertenece al Espíritu Santo y no a nosotros, "puesto que san Pablo dice que sin este Espíritu de Amor no podemos dar el nombre de "padre" a nuestro Padre que está en los cielos" (Ms.C, F19"). Muchas inquietudes e indelicadezas con Dios se evitarían si se le considerase como a un Padre y se abandonase a él. En un próximo capítulo consideraremos cómo la estructura del movimiento de abandono teresiano se articula en el conjunto de la tradición espiritual, alejando de nosotros el miedo y haciéndonos vivir en un clima de alegría y de paz. Luego nos detendremos en torno a la oración de Teresa que baña este movimiento de abandono. Se considera allí como un débil pajarito que querría volar hacia el sol, pero no está en su "pequeño poder".

"¿Qué será de él? ¿Morirá de pena al verse tan impotente?... ¡Oh, no! El pajarillo ni siquiera se afligirá. Con audaz abandono, quiere seguir mirando fijamente a su divino Sol..." (Ms.B, F4").

Pienso que no hay una mejor definición de la oración que estas últimas palabras.