San Gregorio Magno

 

Regla Pastoral

 

 

Introducción: San Gregorio y su obra

Dedicación a Juan de Ravena

 

1. LA VOCACIÓN PARA EL OFICIO PASTORAL

I . No pretendan llegar al magisterio los incapaces

II. Reproducir en el alma lo aprendido

III. El grave peso del gobierno

IV. Los negocios del gobierno disipan la vida interior

V. No vivir en retraimiento

VI. Rehusar el gobierno por humildad…

VII. Ambicionar el oficio de predicadores

VIII. Mandar por ambición

IX. Falsas ilusiones de los que aspiran al gobierno

X. Cualidades de quien es promovido al gobierno

XI. Los que no deben ser promovidos al gobierno

 

2. DE LA VIDA DEL PASTOR EN EL OFICIO PASTORAL

I. Cómo debe conducirse en el gobierno

II, El director de almas debe ser limpio

III. Ha de ser señalado en su conducta

IV. Ha de ser discreto en su silencio

V Ha de allegarse a todos por su bondad compasiva

VI. Ha de ser accesible y llano con los que obran bien

VII. Vida interior y ocupaciones exteriores

VIII. No ha de proponerse en sus obras agradar

IX. A veces los vicios adoptan apariencias de virtudes

X. Discreción para reprender y para perdonar

XI. La meditación de la Sagrada Escritura

 

3. DEL EJERCICIO DEL OFICIO PASTORAL

I. De la diversidad en el arte de exhortar

II. Cómo amonestar a los pobres y a los ricos

III. Cómo ha de amonestarse a los alegres y a los tristes

IV. Cómo ha de amonestarse a los inferiores y a los superiores

V. Cómo ha de amonestarse a los siervos y a los amos

VI. Cómo ha de amonestarse a los sabios y a los idiotas

VII. Cómo ha de amonestarse a los descarados y a los vergonzosos

VIII. Cómo ha de amonestarse a los presuntuosos y a los cobardes

IX. Cómo ha de amonestarse a los sufridos y a los impacientes

X. Cómo ha de amonestarse a los sufridos y a los impacientes

XI. Cómo ha de amonestarse a los sencillos y a los astutos

XII. Cómo ha de amonestarse a los sanos y a los enfermos

XIII. A los que temen el castigo y a los que lo  desprecian

XIV. Cómo ha de amonestarse a los callados y a los locuaces

XV. A los perezosos y a los atropellados

XVI. A los mansos y a los iracundos

XVII .A los humildes y a los soberbios

XVIII. A los tercos y a los volubles

XIX. A los que comen demasiado y a los que comen demasiado poco

XX. a los que reparten sus propios bienes y a los que se apoderan de lo ajeno

XXI. No ambicionando lo ajeno, guardan celosamente lo propio

XXII. A los perturbadores y a los sosegados

XXIII. A los pendencieros y a los pacificadores

XXIV. A los que son rudos en sagrada doctrina y cómo a los que son instruidos

XXV. A los que rechazan el cargo de predicadores por exceso de humildad

XXVI. A quienes todo les sucede a medida de sus deseos, y a aquellos a los cuales nada les resulta bien

XXVII. A  los casados y a los solteros

XXVIII. A los que han caído ya en pecados carnales y a los que están aún libres de ellos

XXIX. A los que han de llorar malas obras, y a los que sólo malos pensamientos

XXX. A los que no se enmiendan de los pecados que deploran

XXXI. A los que se jactan de las culpas cometidas, y a los que, a pesar de que las desaprueban, no saben evitarlas

XXXII. A los que pecan arrastrados por violentas pasiones, y a los que lo hacen a ciencia y conciencia

XXXIII.A los que caen en culpas leves, pero frecuentes

XXXIV. A los que no se deciden a emprender el camino del bien, y a los que le abandonan

XXXV. Al que hace alarde público del mal y obra el bien a escondidas, o viceversa

XXXVI. Que al predicar a muchos, hay que fomentar las virtudes

XXXVII. Cómo ha de emplearse el consejo en aquellos que viven dominados por opuestas pasiones

XXXVIII. Que es conveniente a veces dejar de mano los defectos más leves para aplicarse a la corrección de los vicios más graves

XXXIX. Que a los espíritus imperfectos no han de predicárseles doctrinas demasiado altas y difíciles

XL.  De las palabras y de los hechos del predicador

 

4. DE LA HUMILDAD EN EL DESEMPEÑO DEL OFICIO PASTORAL

Conclusión