Prólogo

 

En el presente volumen, David pecador y creyente, se han recogido las meditaciones y las homilías de unos Ejercicios Espirituales dados por el cardenal Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, en julio de 1988, a jesuitas y a otros misioneros y misioneras llamados a vivir su apostolado en el Tchad.

Los Ejercicios Espirituales son, para quien los hace, un episodio de la historia de la salvación; por consiguiente, hay una estrecha relación entre los Ejercicios y la Biblia.

Siguiendo el método que nos ofrece Ignacio de Loyola en sus célebres Ejercicios Espirituales, el arzobispo reflexiona sobre la figura de David, el antiguo rey del pueblo elegido, para profundizar en el conocimiento del proyecto salvífico de Dios que resplandece en Jesucristo.

Si la vida cristiana no es más que la toma de conciencia de nuestro ser de hijos de Dios en Jesús y, por tanto, un camino progresivo hacia la identificación con Cristo, Hijo unigénito del Padre, es fundamental entonces comprender de qué manera el Antiguo Testamento es camino hacia esta meta.

Jesús es anunciado como el cumplimiento de las Escrituras antiguas, el que perfecciona y lleva a su término el proyecto que comienza en Abrahán y que pasa por la realeza davídica mesiánica.

El olvido del Antiguo Testamento corre siempre el peligro de caer en la visión o de un Jesús revolucionario, libertador político, o de un Jesús fuera de la historia; impide la contemplación del verdadero Jesucristo, Señor de nuestra vida y de toda la historia de los hombres.

Así pues, para comprender a Jesús y su evangelio, hemos de conocer las etapas de preparación que Dios dispuso en el Antiguo Testamento.

En este sentido, son especialmente significativos los títulos de las meditaciones del Cardenal, tal como aparecen en el índice general. Poco a poco los ejercitantes se van aficionando a la figura de David y de los grandes testigos del pueblo hebreo. David es el tipo del hombre según el corazón de Dios, y no ya porque tenga una moralidad superior, sino por su fe, por su obediencia al Señor, por su sentido de la santidad trascendente de Dios. La comparación entre el rey temporal y el Rey universal Jesús resulta sugestiva y rica en enseñanzas; es una comparación que el arzobispo lleva hasta las raíces, en un intento de encontrar en la historia de David algo parecido a los evangelios de la infancia; y lo hace reflexionando, al final de los Ejercicios, sobre Rut, la antepasada de David y, por tanto, de Jesús.

No nos detenemos a subrayar el valor que tienen para la vida cristiana los Ejercicios Espirituales. Creemos útil, sin embargo, decir unas palabras para recordar la originalidad del texto de San Ignacio de Loyola. El cardenal Martini, en una entrevista concedida a la Televisión Italiana el 1 de julio de 1988, afirmó que ese libro se escribió «para enseñar a pensar en cristiano», y lo definió como «un viaje de la mente interesantísimo, porque hace descubrir cómo algunas realidades nos atraen, pero luego nos desilusionan, mientras que otras, que al principio nos asustaban, luego acaban llenando nuestra vida».

La Iglesia, por su parte, siempre ha exhortado a la práctica de los Ejercicios Espirituales. Pío XI, en la encíclica Mens Nostra, de 1929, quiso especificar que «entre todos los métodos de Ejercicios Espirituales... el de los Ejercicios de San Ignacio es el más recomendable y fructuoso».

El estilo de las meditaciones es muy familiar, sencillo, sin disquisiciones críticas. Esto aumenta la fascinación de David, pecador y creyente. Dejamos a cada lector la tarea de rehacer su camino de ejercitante, que le llevará a descubrir cosas antiguas y cosas nuevas en el tesoro de la salvación, con la certeza de que este libro podrá ayudar a cada cristiano a comprenderse en relación con el pueblo hebreo y a confesar que aún está lejos de haber asimilado plenamente la persona y el mensaje de Cristo, a pesar de estar ya inserto en él gracias al bautismo.