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Amistad de David

Amistad de Jesús

 

«Padre omnipotente, te damos gracias porque nos lo has dado todo en tu Hijo y nos enseñas a imitarlo y a encontrar en él la verdad de toda nuestra existencia humana. Te damos gracias por todas las figuras mediante las cuales has preparado este misterio que es tu Hijo, y te pedimos que abras nuestro corazón y nuestra mente para que podamos interpretarlas y llegar, a través de ellas, a la realidad sublime y profunda que es Jesucristo.

Señor Jesús, Rey del universo, centro de la historia, tú nos has amado hasta la muerte y nos has llamado amigos tuyos.

Concédenos comprender tu corazón, comprender el memorial de tu muerte, de tu amistad, que es la Eucaristía.

Concédenos vivir en tu amistad y amarnos los unos a los otros según tu ejemplo, hasta la muerte.

Padre, escucha lo que te pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén».

Teniendo siempre presente el texto clave de la Carta a los Hebreos (12,1-2), vamos a preguntarnos hoy cómo perfecciona Jesús la amistad, de la que tenemos un ejemplo admirable en David. David ha sido celebrado en la historia y en la literatura por su fidelidad a la amistad, y a veces es considerado incluso como el símbolo de la amistad en cuanto tal.

La Biblia habla largo y tendido del vínculo que existía entre David y Jonatán, que se presenta como prototipo de la amistad, aunque a veces los episodios que se narran en la Biblia se lean con cierta malicia.

Hay que acercarse a estos relatos con el espíritu sencillo de los Padres de la Iglesia, que los han comentado espléndidamente.

Nosotros consideraremos la amistad de David con Jonatán como trasfondo de la amistad de Jesús, que sigue estando para nosotros en primer plano, para llegar a comprender el designio de Dios.

Ante todo, haremos una lectio de algunos pasajes sobre la amistad de David, y luego una lectio de textos del Nuevo Testamento para ver cómo perfecciona Jesús la amistad; finalmente, os sugeriré cinco puntos de meditatio, dejándoos a vosotros la contemplación de la Eucaristía, que es la prenda, el don de la amistad, el punto donde converge todo cuanto vamos a decir.

 

Lectio sobre la amistad de David

1. 1 Sam 17,57-18,4. Es el relato que nos presenta el nacimiento de la amistad entre David y Jonatán como un suceso imprevisto e inesperado y hasta un poco inexplicable.

David regresa después de haber matado al filisteo, y Abner lo conduce ante Saúl, el cual le pregunta: «¿De quién eres hijo, muchacho?» Parece como si se le presentase por primera vez. Y David dice: «De tu siervo Jesé de Belén». «Al acabar de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y le amó Jonatán como a sí mismo» (17,58-18,1). La expresión es fortísima; esta amistad será el hilo de oro que enlazará toda la historia posterior, llena de crueldad, de odio, de venganza, de sospechas, enriqueciéndola de humanidad.

«Hizo Jonatán alianza con David, pues lo amaba como a sí mismo. Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, lo mismo que su vestido, su espada, su arco y su cinturón» (18,3-4).

Así empezó todo.

2. 1 Sam 19,1-7 es la prueba del afecto, el desarrollo del relato anterior. Jonatán ama a David, porque, aun a riesgo de su vida, intercede ante su padre explicándole que David es un joven leal, fiel, respetuoso con el rey. Saúl comunicó a su hijo Jonatán y a todos sus oficiales que iban a matar a David, y Jonatán le dice: «No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha pecado contra ti, sino que te ha hecho grandes servicios. Puso su vida en peligro, mató al filisteo y concedió Yahvé una gran victoria para todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente haciendo morir a David sin motivo?» (vv.4-5).

Jonatán hace todo lo que puede por su amigo, y el rey Saúl le escucha.

3. 1 Sam 20 presenta una segunda prueba del afecto de Jonatán, que llega a desafiar las iras de su padre favoreciendo la huida del amigo. El texto, muy largo, es bellísimo y está lleno de viveza. Subrayo algunos versículos especialmente importantes, a saber, las palabras de Jonatán a David, que ponen de manifiesto el sentido teológico, religioso, de lo que está sucediendo:

«"Si para entonces estoy vivo todavía, usa conmigo la bondad de Yahvé y, si muerto, nunca apartes tu misericordia de mi casa. Y cuando Yahvé haya exterminado a los enemigos de David de la faz de la tierra, que no sea exterminado Jonatán con la casa de Saúl; de lo contrario, que Yahvé pida cuentas a David". Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo» (vv.14-17). Jonatán tiene una confianza que va más allá del amor, más allá de la muerte.

4. 1 Sam 22,7-8 es el pasaje que muestra cómo la amistad de los jóvenes era objeto de crítica por parte del rey: «Dijo Saúl a todos los servidores que le rodeaban: "Oídme todos, hijos de Benjamín: ¿también a cada uno de vosotros os va a dar el hijo de Jesé campos y viñas y os va a nombrar a todos jefes de millares y jefes de cien, pues conspiráis todos contra mí y no ha habido quien me descubriera la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé, nadie que se compadeciera de mí y me avisara que mi hijo hacía que mi servidor atentase contra mí, como ocurre hoy mismo?"».

En realidad, sabemos que Jonatán no conspiró nunca contra su padre y que le fue fiel hasta el final. Por otra parte, no puede permitir que muera su amigo y siente hacia los dos una gran lealtad.

5. 1 Sam 23,15-18. Jonatán logra, mediante una estratagema, encontrarse una vez más, en secreto, con David. Es un momento culminante, porque representa una prueba de afecto por parte de Jonatán, que arriesga su vida. Pero él corre hacia su amigo «y le dio ánimos en Dios» (v.16). Luego le dice: «"No temas, porque la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo tiene sabido" . Hicieron ambos una alianza ante Yahvé: David se quedó en Jorsa y Jonatán se volvió a su casa» (vv.17-18).

En su primer encuentro, Jonatán le había dado a David sus vestidos y sus armas. Era un gesto importante, pero quizás indicaba solamente que David lo necesitaba. Ahora, en este nuevo pacto, hay algo más, una especie de profecía de Jonatán que, por encima de lo que sugerían las apariencias, sabe captar los designios de Dios.

6. 2 Sam 1,25-26. No sólo se vive la amistad, sino que es cantada, en tonos bellísimos e impresionantes, en la elegía pronunciada por David sobre Jonatán, que, con Saúl, ha muerto en la batalla: «¡Cómo cayeron los héroes en medio del combate! ¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, por ti lleno de angustia, Jonatán, hermano mío, en extremo querido, más delicioso tu amor que el amor de las mujeres. ¡Cómo cayeron los héroes, cómo perecieron las armas de combate!».

¿Qué se deduce de todos estos textos?

Nos encontramos, sin duda, frente a un caso singular de amistad en la Escritura. Un caso conmovedor, porque los dos jóvenes son reyes: Jonatán es el heredero legal, David es el rey elegido; y entre estos dos excepcionales pesonajes hay una especie de competición de amistad del más alto nivel. Un caso extraordinario, porque cada uno consideraba al otro más importante que él. Un caso, finalmente, que puede tener algún aspecto ambiguo. Por otra parte, la Biblia se muestra tan contraria a toda forma de homosexualidad o de homofilia que no se puede pensar, en lo más mínimo, que haya querido aceptar o subrayar cualquier forma de malicia en esta relación. Así pues, tenemos que verlo como un elevadísimo ejemplo de humanidad en aquellos tiempos de crueldad y de violencia.

— En segundo lugar, veo en estos relatos de Jonatán y de David el motivo central de la historia de David. El amor de Dios, que lo ha amado y lo ha elegido, es tan grande que se derrama incluso sobre sus adversarios. Jonatán debería haber sido el adversario por excelencia de David, pero se ve investido del amor de Dios por él. A la luz de la inspiración única de las Escrituras, se da en Jonatán la intuición profética de la economía de la salvación, de la mesianidad davídica.

Hay, finalmente, un elemento que no hay que olvidar.

De los textos se deduce la belleza de un pacto de amistad que hace a las personas sensibles la una para con la otra, capaces de sacrificarse la una por la otra y de prevenir cada una los deseos de la otra. Es también ésta una realidad buena a los ojos de Dios, y por eso se narra con palabras bellas, conmovedoras. La posibilidad de un pacto entre personas que no es ni político ni económico ni conyugal, está expresamente subrayada en la Biblia como una realidad auténtica, como un valor en sí.

 

Lectio sobre la amistad de Jesús

¿Es Jesús sensible a la amistad, como David? ¿Siente la belleza de un pacto de amistad?

He elegido cinco tipos de textos, entre otros posibles.

1. Mc 10,17-22. Jesús está a punto de salir de viaje, cuando le sale al encuentro un hombre rico que le pregunta qué hay que hacer para obtener la vida eterna, supuesto que se han observado desde siempre los mandamientos de Moisés. «Jesús, fijando en él su mirada, le amó» (v.21). Es un detalle inesperado que no se encuentra en los otros sinópticos y que nos recuerda el primer encuentro entre Jonatán y David. Jesús intuyó la profunda belleza espiritual de aquel hombre y se conmovió. Es difícil comprender por qué el hombre no respondió a la mirada de amor de Jesús. Probablemente se nos indica así la gratuidad del amor divino.

Juan Pablo II, en su Carta a los jóvenes de todo el mundo, fechada el 31 de marzo de 1985, comenta largamente el texto de Marcos y explica cómo la mirada de Jesús es el reflejo de la primera mirada que Dios posa sobre el hombre, el reflejo del amor creador y santificador.

El hombre que no acoge esta mirada, que no sabe que es amado, es un infeliz, porque no conoce su destino.

2. Jn 11,3.5. Es otro pasaje singular. El evangelista nos hace saber que un tal Lázaro está enfermo y que sus hermanas, Marta y María, mandan a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres esta enfermo» (v.3).

Nos quedamos asombrados, porque antes no se había hablado nunca de Lázaro; no sabemos quién era, y mucho menos por qué lo amaba Jesús, qué tipo de relación había entre ellos.

Lázaro es una figura casi sin rostro, sin fisonomía, pues el evangelio nos lo presenta cubierto con el sudario.

Lo que cuenta es, simplemente, el amor de Jesús, el hecho de que Jesús era amigo suyo. Y no sólo eso, sino que también «Jesús amaba a Marta y a su hermana» (v.5). Es la prolongación de la amistad de Jesús.

Ahora se comprende mejor el pasaje de Lucas 10, 38-42: la visita familiar de Jesús a la casa de María y de Marta no es un hecho aislado, sino probablemente una costumbre. Esta amistad hacia los tres hermanos se alimentaba de momentos de convivencia. Jesús se encontraba a gusto en aquella casa, donde era siempre bien recibido, y se refugiaba gustoso entre ellos para pasar unos días con toda tranquilidad. No es casual que el último banquete antes de la gran semana de Pascua lo hiciera Jesús en Betania.

Así pues, Jesús tenía este tipo de amistades y, aunque los evangelistas no hablan mucho de ellas, lo cierto es que, como alguien ha dicho, había tres tiempos en su vida: tiempo para Dios —la oración de las noches prolongadas—; tiempo para la acción pastoral —para los demás, para la gente—; y tiempo para la amistad.

En el relato de Juan, Jesús resucita a Lázaro exponiéndose a la muerte, ya que los sumos sacerdotes y los fariseos se convencen entonces de la necesidad de acabar con él.

La suya es una amistad fiel hasta las últimas consecuencias.

3. Un tercer grupo de textos se refiere al discípulo amado.

Jn 13,23-26 es el anuncio de la traición de Judas: «Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: "Pregúntale de quién está hablando". El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: "Señor, ¿quién es?". Le responde Jesús: "Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar"».

Entre Jesús y Juan hay una amistad llena de confianza, sin secretos.

Jn 19,26-27. En el momento decisivo de la cruz, vuelve a hablarse del «discípulo a quien amaba». Jesús, «viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre" . Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa».

Este texto tiene, ante todo, un valor simbólico, ya que Juan representa a la Iglesia que recibe las gracias de la cruz. El es admitido en una gran intimidad, en los acontecimientos del misterio pascual, que contienen todo lo que Jesús hace por el mundo. Es la señal de que esta amistad no quedó a un lado, sino que entró plenamente en la obra de Cristo.

En efecto, vuelve a aparecer en el acontecimiento de la resurrección. María de Magdala va al sepulcro de Jesús y se da cuenta de que han quitado la piedra. «Echa a correr, llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quena, y les dice: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Salieron Pedro y el otro discípulo y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó antes al sepulcro» (Jn 20, 2-4). Pero Juan no entra en el sepulcro, sino que espera la llegada del compañero. Llega Pedro, y «entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado antes al sepulcro; vió y creyó» (v.8).

Jn 21, 7. Están pescando algunos discípulos en el lago de Tiberíades, pero no capturan ningún pez; entonces Jesús se presenta en la orilla, sin que lo reconozcan. Les pide de comer, les invita a echar de nuevo la red, que se llena de una cantidad enorme de peces. Entonces «el discípulo a quien Jesús amaba dice a Pedro: "Es el Señor"». Un grito de fe muy hermoso.

— El final del cuarto evangelio se refiere al futuro de este discípulo. Pedro ha escuchado la palabra del Señor: «Sígueme», y, volviéndose, «ve al discípulo a quien Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?". Viéndole Pedro, dice a Jesús: "Señor, y éste, ¿qué?". Jesús le respondió: "Si yo quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú sígueme" . Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: "No morirá", sino: "Si quiero que se quede hasta que yo venga"» (Jn 21,20-24).

Todos estos textos exigen una prolongada contemplación, y podríamos pedir al Señor que nos hiciera comprender el misterio de su amor a este discípulo. Realmente es difícil decir por qué lo amaba Jesús con un amor preferencial. Es el discípulo de la primera hora, el que sumergió su mirada en la profundidad del corazón de Cristo y comprendió cómo el hombre Jesús amaba a los hombres con el corazón de Hijo de Dios. Fue Juan el que vivió esa amistad de la que nació el evangelio del amor.

4. Lc 23,41-43. He escogido este pasaje porque es muy conmovedor: no habla expresamente de amistad, pero me parece que se refiere a ella implícitamente.

Jesús está en la cruz, y cerca de él están crucificados dos malhechores. Uno lo insulta, y el otro, a pesar de las angustias de la agonía, tiene el coraje de reprenderle, recordándole que están condenados al mismo suplicio: «Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Admira a Jesús y se dirige a él con confianza, como a un amigo: «"Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu reino" . Jesús le dijo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso"». Es un estupendo pacto de amistad, estipulado en el momento de la muerte.

5. Señalo dos últimos textos que sirven para prolongar la reflexión. En Jn 13,34-35, Jesús se propone como ejemplo de amistad: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros».

Podríamos preguntarnos si este amor es amor de amistad. La respuesta la encontramos claramente en Jn 15,12-15: «Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer».

Es una llamada expresa a entrar en la riqueza de la amistad de Jesús por los suyos y, sobre todo, a vivirla.

 

Puntos de meditatio

¿Qué mensajes o valores hemos de sacar de los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que hemos recordado?

  1. Ante todo, que la amistad es un don divino, gratuito; es un misterio; no puede ser exigida; no se la pueda programar rigurosamente. Es un don que viene de arriba, y podemos disponemos a recibirla con actitudes de bondad, de benevolencia, de cortesía, de humanidad para con los demás.

  2. La amistad es hermosa: da sabor a la vida, la ilumina, enriquece las relaciones, transforma a las personas. En este sentido, es un valor enorme.

  3. La amistad es fidelidad en las pruebas hasta la muerte. La historia de Jonatán con David nos enseña esta fidelidad a toda prueba; el discípulo predilecto, Juan, acude junto a la cruz de Jesús aun a sabiendas de que es muy peligroso, de que pueden matarlo.

    Jesús afirma expresamente que la amistad es dar la vida. Por eso es un don escasísimo que no hay que confundir con la camaradería.

  4.  

  5. La amistad va más allá de la muerte. Jonatán le pide a David que le sea fiel hasta después de su muerte. David lo será mostrando su bondad con el hijo de su amigo (cf. 2 Sam 9,1 ss). La muerte no pone fin a la amistad, como aparece de forma espléndida en Jesús. Porque la Eucaristía es el signo de la amistad de Jesús en la muerte y más allá de la muerte. Cada vez que celebramos la Eucaristía, celebramos la muerte de Jesús por amor y recordamos que la muerte por amor vence incluso a la muerte. La Eucaristía es el momento culminante de la contemplación de la amistad: en ella hay fidelidad, perseverancia, riesgo de la vida, amor eterno.

    Así pues, la contemplación de toda nuestra meditación sobre la amistad debería ser la adoración de la Eucaristía.
     

  6. Una última observación. ¿Puede ser peligrosa la amistad? La experiencia nos responde afirmativamente. Todas las realidades hermosas de este mundo son ambiguas, tienen dos lados.

Se puede confundir una falsa amistad con la verdadera; una amistad destructiva con la constructiva; una amistad que nos obliga a deternernos o a volver atrás con la amistad que nos ayuda a crecer en el camino de la fe.

Por eso se necesita el discernimiento. Además, la Biblia presenta varios grados de amistad, varias maneras de relacionarse con los demás.

Me parece interesante recordar, para nuestra reflexión, que un sacerdote, una religiosa o un religioso no tienen que tener amistades exclusivas. La amistad que se nos ha dado es la amistad de Jesús, que hemos escogido en la consagración de nuestra vida. Las amistades son buenas; es justo que las cultivemos; pero hemos de vivirlas como las vivió Jesús, a pleno día, a la luz del sol, participándolas a los demás. Las amistades que se tienen sólo para uno mismo acaban degenerando en ambigüedad y creando problemas y sufrimientos.

Dejo estos puntos para vuestra reflexión, pero sugiriéndoos que dediquéis un largo rato a la contemplación y adoración de la Eucaristía, memorial de lo que Dios ha hecho por nosotros, zarza ardiente en la que está encerrado el misterio del amor trinitario en su expresión dinámica, renovadora y vivificante.