EL SERVICIO DE LECTOR

 

Leer las lecturas no es una tarea del presidente de la celebración, sino de otro ministro: el lector.
Hacer de lector es una tarea importante dentro de la asamblea. Los que la realizan deben ser conscientes de ello, y vivir el gozo y a la vez la responsabilidad de ser los que harán posible que la asamblea reciba y celebre aquella Palabra con la cual Dios habla a sus fieles, aquellos textos que son como los textos constituyentes de la fe.El ministerio del lector corresponde, en primer lugar, a quienes oficialmente han sido "instituidos" como tales: no significa que éstos tengan que leer siempre, sino que conviene que lo hagan en las ocasiones más relevantes y que se preocupen de que la Palabra de Dios sea bien proclamada y recibida por la asamblea.

ONCE CONSEJOS PARA EL BUEN LECTOR
1. Leerse la lectura antes. Si puede ser, en voz alta y un par de veces. Leerla para entender bien su sentido, y para ver qué entonación hay que dar a cada frase, cuáles son las frases que hay que resaltar, donde están los puntos y las comas, con qué palabras puede uno tropezar, etc.
 

2. Estar a punto y acercarse al ambón en el momento oportuno, es decir, no cuando se está diciendo o cantando otra cosa. Y procurar que no se tenga que venir desde un lugar apartado de la iglesia: si es necesario, acercarse discretamente antes del momento de subir.


3. Cuando se está ante el ambón, vigilar la posición del cuerpo. No se trata de adoptar posturas rígidas, pero tampoco será bueno leer con las manos en los bolsillos o con las piernas cruzadas...!


4. Situarse a distancia adecuada del micrófono para que se oiga bien. Ya que por culpa de la distancia muy a menudo se oye mal. No empezar, por lo tanto, hasta que el micrófono esté a la medida del lector (y saber cuál es la medida correcta tiene que haberse aprendido antes: a un palmo de la boca suele ser la colocación adecuada). Y recordar que los golpes que se dan o los ruidos que se hacen ante el micrófono se amplifican...


5. No comenzar nunca sin que haya absoluto silencio y la gente esté realmente atenta.


6. Leer despacio. El principal defecto de los lectores en este país de nervios y de nula educación para la actuación pública es precisamente éste: leer deprisa. Si se lee deprisa, la gente quizá sí que con esfuerzo conseguirá entendernos, pero lo que leemos no entrará en su interior. Recordémoslo: éste acostumbra a ser nuestro principal defecto.


7. Además de leer despacio, hay que mantener un tono general de calma. Hay que desterrar el estilo de lector que sube aprisa, empieza la lectura sin mirar a la gente, y al acabar huye más aprisa todavía. Y no: se trata de llegar al ambón, respirar antes de empezar a leer, leer haciendo pausas en las comas y haciendo una respiración completa en cada punto, hacer una pausa al final antes de decir "Palabra de Dios", escuchar desde el ambón la respuesta del pueblo, y volver al asiento. Aprender a leer sin prisas, con aplomo y seguridad, ciertamente cuesta: por eso es importante hacer cuantos ensayos y pruebas sean necesarios: ¡es la única forma!


8. Vocalizar. Es decir, resaltar cada sílaba, mover los labios y la boca, no atropellarse. Sin afectación ni comedia, pero recordando que se está "actuando" en público, y que el público tiene que captarlo bien. Y una actuación es una conversación de calle.


9. No bajar el tono en los finales de frase. Las últimas sílabas de cada frase tienen que oirse igual de bien que todas las demás. Y, en cambio, resulta que a menudo en estas sílabas se baja el tono y se hacen ininteligibles.


10. Procurar leer con la cabeza alta. La voz resulta más facil de captar y el tono más alto. Si es necesario, coger el libro, levantándolo, para no tener que bajar la cabeza.


11. Antes de comenzar la lectura, mirar a la gente. Al final, decir "Palabra de Dios" mirando a la gente. Y a lo largo de la lectura, si sale natural, mirar también de vez en cuando. Estas miradas en medio de la lectura no tienen que imponerse como una obligación: si no sale natural, es mejor limitarse a mirar al principio y al final, y el resto del tiempo concentrarse en leer bien. Pero si nos resulta fácil, puede ser útil hacerlo, especialmente en las frases más relevantes: ayuda a resaltarlas, a crear clima comunicativo, y a leer más despacio.
 

 
El lector y el animador. Colección Celebrar. Centre de Pastoral Litúrgica. Barcelona 1997.