SALMOS
NDL


SUMARIO: I. Enfoque litúrgico-existencial - II. Los salmos en la biblia: 1. Contenido y sub-divisiones; 2. Los títulos; 3. Los géneros literarios; 4. Origen del salterio - III. Aspectos litúrgicos originarios - IV. El uso de los salmos en el NT y en la iglesia primitiva - V. El uso litúrgico de los salmos (Oriente y Occidente): 1. La salmodia en Oriente: a) La misa, b) La liturgia de las Horas; 2. La salmodia en Occidente: a) La liturgia de la misa en Roma (canto de entrada, los cantos interleccionales, el canto del ofertorio, el canto de comunión, otros usos de los salmos en la misa romana), b) La liturgia de la misa en las otras familias occidentales (liturgia africana, liturgia galicana, liturgia celta, liturgia hispánica, liturgia ambrosiana antigua), c) La distribución del salterio en el oficio romano (el primitivo oficio romano, el oficio romano del s. vii, el "cursus" de la Regla benedictina, la distribución de Quiñones, la reforma de san Pío X), d) La distribución del salterio en el oficio hispánico y ambrosiano (la celebración de la liturgia hispánica, la celebración de la liturgia ambrosiana antigua), e) Ayudas para el uso cristiano del salterio (los títulos de los salmos, las antífonas, las colectas sálmicas) - VI. Los salmos en la liturgia actual: 1. La misa; 2. La liturgia de las Horas; 3. Los sacramentos y los sacramentales - VII. Modalidades celebrativas - Vlll. Problemas litúrgico-pastorales.


I. Enfoque litúrgico-existencial

La renovación litúrgica querida por el Vat. II y programada en la constitución SC prevé, de acuerdo con las exigencias más esenciales de la liturgia, que se abran los tesoros de la biblia con mayor generosidad al pueblo fiel, de modo que la mesa de la palabra de Dios se prepare con mayor abundancia y variedad y mejor elección de textos (cf SC 24 y 35). Esas disposiciones afectan de modo especial al libro de los salmos o salterio.

El libro de los salmos, colección de ciento cincuenta composiciones de carácter poético y de contenido marcadamente eucológico, formado, según las opiniones más probables, en el ámbito cultual de Israel, constituye una herencia preciosa que el culto cristiano ha recibido y ha sabido conservar a lo largo de los siglos. Precisamente por ello la renovación litúrgica en acto desea favorecer un retorno al uso de los salmos y una mayor valoración de los mismos.

El salterio, de inspiración divina como el resto de la Escritura, es expresión de la fe y de la oración del pueblo del AT, y responde a características histórico-teológicas particulares, propias de Israel. Elementos vivos del culto en el templo y en las sinagogas, los salmos fueron utilizados en la oración tanto por Cristo como por las primeras comunidades cristianas, y la iglesia ha continuado sirviéndose de ellos tanto a nivel de culto oficial cuanto en el ámbito de la oración personal. Este uso de los salmos se ha mantenido pese a la dificultad que significa su pertenencia a un estadio de la revelación anterior a Cristo. A lo largo de la historia se ha producido, y el Vat. II insiste en su continuación, un esfuerzo de profundización del salterio, de manera que pueda ser un elemento válido y eficaz de la oración cristiana (cf SC 90; OGLH 102).

Desde el punto de vista literario, los salmos pertenecen a un género poético de índole musical: son verdaderamente cánticos de alabanza. Esta característica no debe olvidarse ni cuando se ejecutan en la celebración litúrgica ni cuando se reza con ellos en soledad y silencio. La Ordenación general de la Liturgia de las Horas (= OGLH: texto al comienzo del vol. 1 de la edición oficial castellana de la Liturgia de las Horas) insiste en el hecho de que el mismo Espíritu Santo, que ha inspirado los salmos, sigue ayudando a los que se sirven de ellos en la oración, de manera que se sientan inmersos en la historia de la salvación siempre en acto. Rezar con los salmos para el cristiano supone saberlos decir, en unión a toda la iglesia, con Cristo y en Cristo (cf OGLH 104-109).

Desde este punto de vista se puede decir que el salterio recoge la extraordinaria experiencia de un pueblo que sabía orar, o sea, que en las más diversas circunstancias de la vida sabía comunicar al Señor sus propios sufrimientos, las esperanzas, los gozos y el agradecimiento, que por lo demás son comunes a todos los hombres. Desde el momento en que Jesús hizo suyos los salmos, éstos pasaron a ser verdaderamente una escuela de oración para los hombres de todos los tiempos que desean ser sus discípulos.

La introducción de las lenguas vernáculas en la liturgia posconciliar ha hecho posible un contacto más estrecho del pueblo fiel con el salterio. Indudablemente, el uso generalizado de los salmos puede hacer sentir más vivamente la aludida dificultad que comporta el salterio. Precisamente por esta razón es necesaria una conveniente preparación, para descubrir que rezar con los salmos es rezar con la iglesia y en iglesia con composiciones que expresan los dolores y las esperanzas, las miserias y la confianza de los hombres de todos los tiempos, quienes, por encima de todo, dan gracias al Señor por la redención realizada en Cristo (OGLH 107).

Con la I reforma de los ->  libros litúrgicos, después del Vat. II, ha aparecido de manera más viva el papel que corresponde a los salmos no sólo en la misa y en la liturgia de las Horas, sino también en todos los ritos de los sacramentos y sacramentales. Sin duda se ha hecho un esfuerzo por introducir a los fieles en una comprensión de los salmos y en un uso que sepa respetar sus exigencias poéticas y musicales. Pero en este sector aún queda mucho por hacer, y sobre todo es necesario evitar la fácil tentación de sustituir el uso de los salmos con cánticos de composición reciente, que frecuentemente son de escaso valor tanto desde el punto de vista literario como del teológico.


II. Los salmos en la biblia

El libro de los salmos es una colección de cantos que, al parecer, estaba destinada al culto del templo de Jerusalén, según las indicaciones que ofrecen los títulos que los acompañan, los cuales con frecuencia tienen un carácter melódico y litúrgico. En la biblia hebrea el libro ocupa el primer lugar entre los Escritos o Ketúbim; en los LXX empieza la sección de los libros didácticos, y en la Vulgata se encuentra después de Job y antes de Prov. No es posible precisar con exactitud la época en que el libro recibió su forma actual, aunque en conjunto se puede decir que existía en el s. nI a.C., como parece confirmar Sab 47,8-10 y 1 Mac 7,17.

1. CONTENIDO Y SUBDIVISIONES. La colección comprende 150 salmos. Del 10 al 148 la numeración de la biblia hebrea tiene más unidad que los LXX y la Vulgata, que unen 9 y 10, y 114 y 115, pero cortan en dos 146 y 147. El salterio (del griego psaltérion, instrumento de cuerda que acompañaba al canto) aparece en la biblia dividido en cinco libros (quizá por analogía con los cinco libros de la Ley), que terminan con una doxología (1: 1-41, dox. 41,14; II: 42-72, dox. 72,19; III: 73-89, dox. 89,53; IV: 90-106, dox. 106,48; V: 107-150), con excepción del último, a menos que se considere el Sal 150 como una solemne doxología conclusiva de todo el libro El uso del nombre divino (Elohim o Yavé) y las indicaciones de los títulos permiten descubrir una serie de divisiones que probablemente muestran las diversas unidades preexistentes a la actual codificación. Se considera como primitiva la colección elohísta, 42-83, formada por tres colecciones: de los hijos de Coré, 42-49; de David, 51-72; de Asaf, 73-83, a las que se habrían unido otros salmos no elohístas (84-89). A esta primera colección se le habría antepuesto otra (yavista) atribuida a David (3-41, junto con dos salmos no davídicos, 2 y 33). Probablemente, el Sal 1 sería una introducción a la gran colección de salmos. En el resto del salterio hay otras colecciones, como los salmos del reino (93-100); los salmos aleluyáticos (104-106; 111-117; 135; 146-150); los cantos de las subidas (120-134); y, finalmente, otros salmos davídicos (101; 103; 108-110; 138-145).

2. Los TÍTULOS. En el encabezamiento de la mayor parte de los salmos (116 en la biblia hebrea y 131 en los LXX) se encuentran títulos de origen y valor muy discutidos, pero de indudable importancia por las indicaciones que ofrecen. Pueden clasificarse de la siguiente manera: 1) títulos que indican el género literario del salmo, aunque no sean ni completa ni plenamente exactos; 2) títulos con términos musicales, no siempre de fácil interpretación; 3) títulos que se refieren al uso litúrgico; 4) títulos que se refieren a las circunstancias históricas, especialmente la atribución de ciertos salmos a David; 5) títulos precedidos por un lámed, que se referiría al autor real o presunto del salmo

3. Los GÉNEROS LITERARIOS. Una simple lectura del salterio permite apreciar que los salmos pertenecen a géneros literarios diversos. Los mismos títulos, al indicarlos como himnos, cánticos, etc., invitan a reconocer tal diversidad. El mérito de haber sido el primero en codificar los diversos géneros literarios pertenece a H. Gunkel °. El sistema de Gunkel fue completado por G. Castellino tras un estudio de las literaturas poético-religiosas del Oriente próximo.

Los géneros literarios descritos por Castellino son once: a) Lamentaciones individuales: son expresión del alma religiosa que, frente a enemigos o a las más diversas contradicciones, se dirige a Dios en demanda de ayuda. Estas oraciones son particularmente numerosas, y su contenido muy variado. A veces incluye también un canto de agradecimiento. b) Salmos de confianza: se relacionan con las lamentaciones individuales, pero el motivo de la confianza en Dios predomina y da el tono a todo el salmo. c) Lamentaciones públicas: se diferencian de las lamentaciones individuales porque a la situación individual sustituye una calamidad nacional, insistiendo en los insultos de los enemigos que, indirectamente, se reflejan sobre Dios mismo. d) Cantos de agradecimiento: normalmente estos cantos acompañaban el sacrificio de acción de gracias que el fiel, tras el cumplimiento de sus peticiones, debía realizar en el templo. Es posible que algunos de estos cantos se hayan compuesto como expresión de piedad o de sentimiento personal privado, y sólo en un segundo momento hayan sido adaptados al uso litúrgico. e) Himnos: son composiciones destinadas a cantar a Dios, celebrando sus atributos y sus manifestaciones en la creación, en el hombre, en el pueblo de Israel, en el gobierno de los pueblos. f) Salmos reales: el grupo comprende oraciones augurales e impetratorias en favor del rey, o bien oraciones del rey mismo, o también celebraciones de alegres acontecimientos reales, como bodas o grandes empresas. g) Salmos de Sión: tienen estructura hímnica y celebran la capital, Jerusalén, con rasgos más o menos idealizados, de modo que represente la capital del reino mesiánico. h) Salmos de Yavé rey: pertenecen al género hímnico, y contienen la expresión "el Señor es rey"; subrayan que el Señor es rey sobre toda la tierra y sobre todos los pueblos. i) Liturgia de la "fidelidad yavista ": pueden considerarse como secuencias litúrgicas que se recitaban con ocasión de alguna fiesta anual importante, con una asamblea general del pueblo. j) Salmos sapienciales: tienen como objeto la ley, la sabiduría, la vida moral. Parece que estaban destinados a la instrucción más que al uso litúrgico. k) Oraciones variadas: son cinco salmos cuyo esquema, muy simple, no permite determinar con mayor precisión su género literario.

4. ORIGEN DEL SALTERIO. El uso litúrgico de los salmos, si por una parte nos permite buscar su origen en el ambiente de los cantores del templo, por otra no excluye que algunas composiciones hayan tenido un origen diferente, sea como poemas debidos a personas particulares, sea como cantos populares o como escritos pertenecientes a una literatura no bíblica. Sea como fuere, los autores están de acuerdo en admitir una cierta relación de los salmos con Asaf, con Coré y con David, los más citados en los títulos. Si no todos los salmos atribuidos a estas personas deben considerarse compuestos por ellas, por lo menos figuraban en colecciones que sí habrían estado en relación con esas mismas personas. Parece, efectivamente, que una buena parte del salterio se remonta a la época monárquica, mientras que otros salmos serían de la época del exilio y el resto se habría desarrollado en torno al templo, una vez restaurado.

Los salmos han sido las oraciones del AT. Inspirados por Dios mismo, ofrecían a Israel el modo adecuado para dirigirse al Señor y para expresar sentimientos dignos de gente que vivía la realidad de la alianza. Las palabras de alabanza, de súplica o de agradecimiento contenidas en el salterio, aunque nazcan de circunstancias muy concretas, tienen un valor universal, porque expresan la genuina actitud que corresponde al verdadero creyente frente a Dios'.


III. Aspectos litúrgicos originarios

La liturgia del antiguo Israel, según las indicaciones de la biblia, comportaba un canto cultual del que, sin embargo, no se sabe nada con certeza. La existencia del libro de los salmos ha creado la hipótesis de que él sería precisamente la gran colección de los cantos litúrgicos formados en torno al santuario israelita. Efectivamente, tanto en los títulos como en los textos de los salmos hay indicaciones que aluden a las prácticas cultuales: las fiestas, la entrada en el templo, las procesiones, los sacrificios, los oráculos, las bendiciones sacerdotales. El texto deja adivinar, junto al salmista, la presencia de la multitud, mayor o menor, o bien de oficiales del culto ante los que se hacen las declaraciones de inocencia o las profesiones de fe, cuando no preguntan directamente ellos mismos al salmista. En algunos casos el salmo parece como la huella de un diálogo probablemente cultual.

Asimismo, los salmos dejan adivinar, además de la oración propiamente dicha, otras actitudes en relación con el culto: el canto, la danza, el grito de angustia o de tristeza y la aclamación de gozo y de triunfo. Ofrecen también un interesante elenco de instrumentos musicales, adecuados para acompañar el canto y las diversas celebraciones.

Otras indicaciones de carácter litúrgico se refieren a la atribución de los salmos a determinados días, a determinadas fiestas, como pascua, pentecostés, tabernáculos, dedicación del templo, etc., o a liturgias ocasionales, como celebraciones de acción de gracias, peregrinaciones, súplicas y liturgias reales.

No obstante estos elementos positivos, el hecho de que muchos salmos sean más bien manifestaciones de piedad privada o personal ha levantado dudas sobre su finalidad litúrgica. Una explicación podría ser la siguiente: composiciones de origen no litúrgico, en un segundo momento habrían sido adoptadas para el culto de Jerusalén

Considerada la diversidad de contenido de los salmos, E. Beaucamp los agrupa en tres series correspondientes a los tres momentos presuntos de la evolución cultual de Israel. De los orígenes de la monarquía a la reforma de Josías el orante, individuo o comunidad, combatido por los enemigos, viene a la presencia de Dios, y en la oración se vuelve a encontrar salvado. Oráculos, evocaciones del nombre divino, teofanías e imprecaciones contra los enemigos constituirían modos de actualización de la salvación divina. Las composiciones más arcaicas, como las colecciones davídicas y levíticas de los tres primeros libros del salterio, permiten comprender la existencia de una liturgia de salvación destinada a los individuos o a la colectividad presentes en el templo. En el segundo período, o sea, de la reforma de Josías al exilio, en el ambiente de la reforma deuteronomista, el orante, individuo o colectividad, es consciente de pertenecer al pueblo escogido, a Israel. Se siente inmerso en la historia de la salvación, y el recuerdo de los padres y de las intervenciones divinas en favor de Israel se mezcla con la experiencia personal. La montaña de Sión aparece como el signo de la solicitud de Yavé por su pueblo y el lugar donde se puede beber de las verdaderas fuentes de la salvación. Finalmente, en la época del segundo templo después del exilio, el orante es consciente de pertenecer a Israel entendido como comunidad que vive entre las naciones, para las cuales hay también una esperanza de poder participar en la salvación divina. El culto serviría más bien para reconfortar espiritualmente al orante, reavivando la esperanza de una salvación que va a llegar. La contemplación de la historia de Israel y de la misma Jerusalén es una invitación al futuro que Dios prepara para su pueblo en una Jerusalén renovada.


IV. El uso de los salmos en el NT y en la iglesia primitiva

La praxis del AT que hacía de los salmos un elemento importante de la liturgia, explica el hecho de su presencia en el NT. El libro de los salmos es uno de los libros del AT que con más frecuencia aparece citado en el NT, en cuanto se lo consideraba, junto con el Pentateuco (Ley o Moisés) y con los Profetas, uno de los más válidos testigos de la revelación (cf Lc 24,44). La familiaridad de Cristo con los salmos se muestra por el hecho de que tanto los sinópticos cuanto Juan ponen en labios del Señor citas de salmos en el curso de las discusiones (sinópticos: Sal 8, 109 y 177; Jn: Sal 40, 68 y 81). No hay indicaciones precisas acerca del uso de los salmos en la oración de Cristo, excepto la cita del Sal 21 en la cruz en Mateo y Marcos. El uso litúrgico de los salmos en la primera comunidad cristiana se puede deducir solamente de unas pocas indicaciones suministradas por las cartas paulinas y católicas (cf Ef 5,19; Col 3,16; Sant 5,13, y quizá Rom 15,9 y 1 Cor 14,15.26). En He 16,25 se recuerda que Pablo y Bernabé, en la cárcel de Filipos y durante la noche, se entretenían cantando himnos, probablemente salmos.

El uso de los salmos en la liturgia cristiana de los primeros siglos es sin duda una realidad, aunque las noticias precisas sean escasas. La proveniencia del judaísmo de muchos de los primeros cristianos y los testimonios sobre su participación en el culto del templo y de la sinagoga antes del año 70 pueden considerarse una confirmación. Como dejan entender Ef 5,19 y Col 3,16, junto al uso del salterio aparece, en el culto cristiano, el himno de origen eclesiástico, que conoce una amplia difusión. Pero por ello no se marginó el salterio, sino que continúa teniendo un papel importantísimo tanto en las controversias antignósticas y antijudaicas (cf la literatura de los padres apostólicos y de los apologistas, por ejemplo Ireneo y Justino) como en la vida espiritual de la iglesia. Así se explica que se hayan escrito tantos comentarios patrísticos al libro de los Salmos, de los que tenemos noticias (Hipólito de Roma, Orígenes, Atanasio de Alejandría, Basilio Magno, Didimo el Ciego, Gregorio de Nisa, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Cirilo de Alejandría, Hilario de Poitiers, Ambrosio de Milán, Jerónimo, Agustín, Arnobio el Joven, Casiodoro).

Después del año 200 la himnodia cristiana, comprometida radicalmente por los abusos del gnosticismo, pierde el puesto importante que tenía en la liturgia y es sustituida por el libro de los Salmos, que seguirá presente en el culto cristiano hasta hoy. El s. Iv ofrece múltiples testimonios sobre el uso de los salmos litúrgicos, como, por ejemplo, nos dice el Diario de viaje de la peregrina española Egeria a Jerusalén. Desde este momento, la interpretación de los salmos adquiere indudablemente el carácter cristológico característico de la liturgia. En los salmos Cristo habla a la iglesia; y la iglesia se dirige a Cristo o habla de él al Padre ".


V. El uso litúrgico de los salmos (Oriente y Occidente)

Los salmos se usan en la liturgia cristiana según un doble criterio. En primer lugar, la elección de determinados salmos de acuerdo con su significado, para unirlos sea con las lecturas (hechas) de la Sagrada Escritura, sea con la celebración o con la hora de oración. En segundo lugar, tomando su origen de la praxis monástica, la recitación de los salmos según el orden numérico del salterio. Efectivamente, el uso litúrgico de los salmos está íntimamente unido a la historia de la liturgia de las Horas tanto en las iglesias diocesanas como en los ambientes monásticos.

La finalidad de la presente voz es ilustrar el uso del salterio en la liturgia de la misa y del oficio divino. En general es común a todos los ritos el modo de ejecutar los salmos en la celebración. Pueden resumirse en tres las formas de ejecución de la salmodia: a) Forma responsorial: el salmo es recitado o cantado por solistas, y la asamblea interrumpe de vez en cuando repitiendo uno o algunos versículos; b) Forma continuada (in directum): el salmo se ejecuta sin interrupciones, bien por un solista, bien por un coro o por la asamblea; c) Forma alternada: la asamblea, distribuida en dos coros, canta alternativamente los versículos del salmo. Un elemento relacionado con la ejecución del salmo es la antífona: se trata de un versículo, generalmente tomado del salmo, que sirve o como respuesta en la forma responsorial o para indicar el tono musical con que se debe ejecutar el salmo.

1. LA SALMODIA EN ORIENTE. En todos los ritos del Oriente cristiano se usan los salmos tanto en la liturgia de las Horas como en la misa, aunque menos uniformemente.

a) La misa. El uso de la salmodia en la celebración de la eucaristía puede encontrarse en la liturgia de la palabra como canto interleccional, o también en algunos ritos al comienzo de la celebración. En el grupo alejandrino (rito copto y etiópico) el salmo se encuentra después de la lectura apostólica, y consta generalmente de tres versículos ejecutados de forma responsorial. En el grupo antioqueno, el rito bizantino conoce los salmos llamados typicos en el rito inicial entre las letanías y algunos versículos sálmicos antes del evangelio; los ritos maronita y armenio tienen un salmo antes de la lectura apostólica, mientras el rito siro-antioqueno no conoce el uso del salterio en la misa. En el grupo sirooriental (ritos caldeo y malabar), el salmo interleccional lo cantan alternativamente dos coros.

b) La liturgia de las Horas. El uso de los salmos en el grupo alejandrino (rito copto y etiópico) tiene un claro origen monástico. El salterio, del que se han suprimido setenta y ocho salmos, se divide en seis secciones de doce salmos, cada una de las cuales se le asigna a una de las seis horas más importantes del oficio. El grupo antioqueno conserva esencialmente las costumbres litúrgicas de la iglesia en Jerusalén; es característico el hecho de que los salmos se escojan según las características de las horas y queden unidos a ellas. Una recitación continuada del salterio, de origen monástico, no se ha aceptado en los ritos siro-antioqueno y maronita, y sólo más tarde se admitió en los ritos bizantino y armenio.

En el rito bizantino actualmente están los salmos fijos (aproximadamente cincuenta, una tercera parte del salterio), asignados a determinadas horas, y los salmos llamados variables, de origen monástico. En los libros bizantinos el salterio actualmente se divide en veinte cathismos, cada uno de los cuales se subdivide en tres stasis. El rito armenio posee una distribución semejante del salterio en ocho cánones, que se repiten en las diversas horas. En el grupo siro-oriental (ritos caldeo y malabar) el salterio está dividido en veinte hullale, a su vez subdivididos en tres o cuatro marmitha. El salterio se recita dos veces a la semana '°.

2. LA SALMODIA EN OCCIDENTE. Una reseña del uso de los salmos en Occidente debe necesariamente tener en cuenta, además del rito romano anterior y posterior a la reforma litúrgica del Vat. II, también los otros ritos occidentales aún existentes (ambrosiano e hispánico) o ya desaparecidos (africano, galicano, celta).

a) La liturgia de la misa en Roma. Conocemos el uso de los salmos en la antigua misa romana gracias a las indicaciones ofrecidas por los Ordines romani, sobre todo por el I y el XV 15, y por los antifonarios y colecciones de cantos para la misa' El material en los antifonarios aparece agrupado según los diversos días litúrgicos, en el orden del año litúrgico, comenzando con el I domingo de adviento. Para cada día se presenta el canto de entrada, el responsorio o gradual, el verso del aleluya o el tracto, la antífona de ofertorio y el canto de comunión. Se presentarán las características propias de cada uno de estos elementos.

Canto de entrada. Para el canto de entrada, en el antifonario se indica sobre todo la antífona, que en general se toma del salterio, salvo alguna excepción ". Sigue siempre la indicación de un versículo del salmo que se debe ejecutar, generalmente el primero (el incipit) u otro, cuando la antífona toma el comienzo del salmo',. En caso que la antífona no sea de origen sálmico, nunca falta la indicación del salmo que se debe recitar 19. Este particular de la presencia constante del salmo hace pensar que una buena parte del mismo, si no todo, debía ser ejecutada, al menos durante un período de tiempo, y que sólo posteriormente se limitó al simple versículo indicado. La elección de los salmos y de las antífonas se hizo teniendo en cuenta el carácter propio de los diversos tiempos litúrgicos 20, o bien, como sucede en los domingos del tiempo ordinario (o domingos después de pentecostés), siguiendo el orden del cursus del salterio 21.

Los cantos interleccionales. Los cantos que tienen lugar en la liturgia de la palabra son, en los antifonarios, de tres tipos: el responsum o graduale, el versículo del aleluya y el tractus.

El responsum o graduale, que no falta en ningún formulario, está formado de dos elementos, llamados respectivamente responsum y versus, y en general están tomados los dos del libro de los Salmos. Está claro que este tipo de canto, como figura en los antifonarios, es una reducción del antiguo salmo responsorial ocasionada probablemente por razones musicales. La primera parte o responsum tenía la función de antífona, o sea, debía repetirse después de los diversos versículos del salmo, reducidos, en la época de la redacción de los antifonarios, a uno solo. El responsum de la misa del día del nacimiento de san Juan Bautista (24 de junio) es un ejemplo del carácter repetitivo de la primera parte del canto: efectivamente, el versus pide la repetición del responsum por razón del sentido del texto.

El versum del aleluya es un texto, frecuentísimamente tomado también del salterio, precedido de la indicación del aleluya. Falta en los formularios de las misas feriales de adviento y del tiempo ordinario, y en los formularios del período que va desde septuagésima a pascua.

El tractus, canto típico del tiempo que precede a pascua —o sea, cuando la liturgia omite el aleluya—, consiste en una serie de versículos sálmicos, dos, tres o más, sin ninguna repetición prevista. En tres casos, a saber: el I domingo de cuaresma, el domingo de ramos y el viernes santo, presentan el texto del salmo casi completo, respectivamente, los salmos 90, 21 y 139.

Esta rápida mirada a los cantos interleccionales, tal como los presentan los antifonarios, muestra la importancia del salterio como libro que suministra los textos para los cantos que acompañan a la liturgia de la palabra de todo el año litúrgico.

El canto de ofertorio. Para el canto que debe acompañar la ofrenda de los dones, después de la liturgia de la palabra, y que por su finalidad recibe el nombre de offertorium, está prevista una antífona, casi siempre tomada del libro de los Salmos, que va siempre acompañada de algunos versículos sálmicos, dos o tres, y en algunos casos hasta cuatro o cinco, tomados del mismo salmo al que pertenece la antífona. Cuando la antífona no es sálmica, los versículos que siguen pertenecen al mismo texto bíblico utilizado. Para los domingos del tiempo ordinario, del I al XVI, los salmos empleados siguen el orden del salterio.

El canto de comunión. El canto previsto para acompañar a la comunión comporta también una antífona, que puede ser sálmica o tomada de otro texto bíblico, frecuentemente el evangelio del día. Así y todo, el antifonario prevé el salmo que se debe ejecutar de manera responsorial 29. Para el tiempo de cuaresma y para los domingos ordinarios, del 1 al XVII, los salmos se han elegido según el orden del salterio.

Otros usos de los salmos en la misa romana. Aunque se trate de usos más recientes, hechos obligatorios sólo con el Misal promulgado por el papa san Pío V, debemos citar la recitación del salmo 42 en los ritos introductorios y de un trozo del salmo 25 en el rito del lavabo de la misa, después de la presentación de las ofrendas.

b) La liturgia de la misa en las otras familias occidentales. El panorama que nos ha ofrecido la liturgia de la iglesia de Roma sobre el uso del salterio en la misa permite hacer comparaciones con las características propias de las otras familias litúrgicas occidentales.

Liturgia africana. Aunque no nos hayan llegado libros litúrgicos propiamente dichos, es posible conocer en conjunto la estructura de la misa en las iglesias del Africa latina, partiendo de los testimonios dispersos en la abundante literatura eclesiástica del tiempo (padres y concilios) ". Así, se puede afirmar la existencia de un salmo responsorial entre la lectura apostólica y el evangelio; de un salmo que se debía ejecutar en el momento del ofertorio, y del uso del salmo 33 durante la distribución de la comunión.'

Liturgia galicana. Por lo que se refiere a la liturgia galicana, se debe decir que no se nos ha conservado ningún fragmento del antifonario de la misa, y que las descripciones de la celebración eucarística que se han conservado deben interpretarse con gran cautela, pues reflejan una situación de decadencia del rito. La celebración comenzaba por el praelegendum: canto procesional, probablemente sálmico, que acompañaba la entrada de los ministros ". El único canto interleccional que se conoce es el himno de los tres jóvenes de Daniel. Probablemente el sonum y los laudes, que se ejecutaban durante el ofertorio, eran en realidad dos cantos típicos de la liturgia de la palabra, que habían sufrido un desplazamiento. Durante la distribución de la comunión se ejecutaba el trecanum, que era probablemente un canto compuesto de tres versículos, quizá tomados del salmo.

Liturgia celta. La estructura de la misa celta, en la medida en que se la puede reconstruir permite reconocer la existencia del salmo responsorial, después de la lectura apostólica, y los cantos ofertoriales y de comunión, probablemente de carácter sálmico, aunque no se pueda llegar a una certeza plena al respecto.

Liturgia ->  hispana. Esta liturgia conoce, con la excepción del tiempo de cuaresma y días feriales, un canto inicial, el praelegendum, semejante al introito romano. Consta de una antífona y de un versículo sálmico con Gloria. Con mucha frecuencia, la antífona se toma del salterio, sobre todo en el tiempo ordinario.

Los cantos interleccionales hispánicos son tres: el psallendum, el clamor y los laudes. El psallendum, que corresponde al gradual o responsum romano y sigue siempre a la primera lectura, está compuesto por una antífona o estribillo y uno o más versículos: se trata por tanto de un canto responsorial, actualmente reducido a la mínima expresión, pero que conserva las características del antiguo salmo responsorial. Por regla general se toma de los salmos. El clamor es un canto típicamente hispánico propio de ciertos días solemnes y está en estrecha relación con el psallendum; puede afirmarse su carácter eminentemente sálmico. Los laudes, que corresponden al versículo del aleluya romano, pero se ejecutan después de la homilía como conclusión de la liturgia de la palabra, son un versículo tomado casi siempre del salterio.

El sacrificium, o canto ofertorial de la misa hispánica, es un canto de carácter responsorial formado de una antífona y de diversos versículos. El texto de los sacrificia, siempre de origen bíblico, proviene del salterio sólo en trece casos.

Para la comunión, el rito hispánico prevé el canto ad accedentes, compuesto sobre el salmo 33, y tiene como estribillo el "Gustad v ved"".

Liturgia -> ambrosiana antigua. El canto inicial de la liturgia ambrosiana (anterior a la reciente reforma) es el ingressa, formado por una antífona sola. Aunque su función corresponda a la del introito romano o del praelegendum hispánico, no ofrece ningún versículo sálmico, como estos últimos. Con gran frecuencia el texto del ingressa está tomado del libro de los Salmos, y unos setenta ingressa corresponden en el texto y en las melodías a introitos del antifonario romano.

El psalmellus y el cantus de la liturgia milanesa corresponden al responsum y al tractus romanos: se trata de cantos interleccionales, cuyo texto proviene del salterio, como en la liturgia romana. Otros cantos de la liturgia de la palabra son el versículo del aleluya, y las antífonas ante evangelium (en algunas solemnidades) y post evangelium, característica de Milán: quizá se trata de formas evolucionadas del canto de aclamación que precedía y seguía al evangelio. Estos cantos algunas ocasiones presentan un texto sálmico.

El canto ofertorial u offerenda es una antífona que acompañaba al salmo, ejecutado durante la presentación de las ofrendas. Con el tiempo desapareció el salmo o se redujo a un solo versículo. El canto ofertorial milanés, en determinadas ocasiones, se toma del salterio.

En el rito de comunión, la liturgia ambrosiana conoce dos cantos: el confractorium, antífona que acompañaba a la fracción del pan, y el transitorium, ejecutado durante la procesión del pueblo para la comunión o durante el traslado procesional de las especies sagradas al sagrario. Los textos del transitorium son muy elaborados y contienen con frecuencia referencias al salmo 33. A veces estos dos cantos se toman del salterio.

c) La distribución del salterio en el oficio romano. Dejando aparte las tradiciones no del todo confirmadas, se puede afirmar que, entre los ss. tv y vn, en las basílicas romanas tiene lugar una primera organización del oficio, que tiene como elemento primordial la recitación del salterio, siguiendo antiguas costumbres orientales a menudo de origen monástico.

El primitivo oficio romano. Los estudios sobre el primitivo oficio romano están de acuerdo en señalar el principio, que se hace fundamental en el ámbito de la liturgia romana hasta el Vat. II, de la recitación semanal del salterio. Este aparece dividido en dos grandes grupos: el primero, formado por los salmos 1-108, estaba destinado a la oración de las horas matutinas, que acababa con los salmos 148-150; el segundo grupo, salmos 109-147, se distribuía para la oración de la tarde de los días de la semana. Semejante división ha dejado huellas en la liturgia milanesa y en la liturgia monástica benedictina. Quizá en un primer momento esta celebración no incluía las horas menores, que aparecieron más tarde. Esta aparición comportará la introducción de variaciones en la distribución de los salmos del primer grupo, para abastecer a cada oficio de un cuerpo de salmodia.

El oficio romano del s. vii. En el s. vii aparece plenamente estructurada la distribución del salterio para el oficio cotidiano, que estará en vigor en la liturgia romana hasta la reforma de san Pío X (1913). Para el oficio de las vigilias se reservan los salmos del primer grupo tradicional (1-108), de modo que se aseguren para cada día doce salmos, más el salmo 94, con el que empieza la celebración cada día. El oficio de laudes comprende un grupo de salmos que se repiten todos los días, más un salmo propio del día. Para las horas menores se reserva el largo salmo 11864. Para las vísperas se mantienen los salmos 109-147, y para la hora de completas se repiten los tradicionales salmos 4; 30,1-6; 90 y 133, adecuados a las horas nocturnas. Tal distribución del salterio es justamente una combinación del principio de la recitación continuada con la asignación de determinados salmos a determinadas horas, respetando su sentido propio.

El "cursus" de la Regla benedictina. La Regula monasteriorum, que ha llegado a ser la norma por excelencia del monaquismo occidental, presenta una ordenación de la celebración cotidiana que tiene estrechas relaciones con la romana; y no podemos aquí pasarlo por alto. Después de la introducción al oficio cotidiano (salmos 3 y 94), para las vigilias se respeta estrictamente el principio de los doce salmos por noche. El oficio matutino o laudes comprende un núcleo de salmos fijos, más los salmos propios del día en número de dos. Para las horas menores la Regula propone salmos propios para la hora de prima, mientras que se reservan para las otras horas el salmo 118 y los salmos graduales. Para las vísperas se mantiene el grupo clásico 109-147, y para las completas los tradicionales salmos romanos 4, 90 y 133.

La distribución de Quiñones. En la primera mitad del s. xvi hubo en el ámbito de la iglesia romana un intento de distribución del salterio tendente a hacer el oficio divino más asequible. El card. Quiñones 69 recibió del papa Clemente VII el encargo de una reforma del oficio. Aprobado por Pablo III en 1535, el nuevo oficio tuvo un gran éxito, pero fue suprimido, tras sólo treinta y tres años de vida, en 1568'°. Manteniendo el principio de la recitación semanal del salterio, Quiñones distribuye los 150 salmos según tres principios nuevos: se abandona el sistema de la recitación del salterio según el orden numérico; no se debe repetir ningún salmo a lo largo de la semana; se asignan tres unidades solamente para cada hora ". Pese a sus méritos, la obra de Quiñones fue objeto de severas críticas, una de las cuales fue, precisamente, que no había respetado las asignaciones tradicionales de ciertos salmos a funciones u horas determinadas.

La reforma de san Pío X. En 1911 el papa Pío X creó una comisión para la reforma del Breviario romano; y en 1913 se promulgó el nuevo oficio, que contenía una nueva distribución del salterio. Los principios seguidos por la comisión son un feliz compromiso entre la tradición romana y algunos aspectos del Breviario de Quiñones. Efectivamente, la nueva distribución mantiene la recitación semanal de los 150 salmos, pero sin ninguna repetición. Los salmos de la mañana disminuyen y cada hora recibe salmos propios, aplicando los principios de la división de los salmos más largos y la atribución de tres unidades a cada nocturno y a cada hora menor, excepto laudes y vísperas.

La distribución de los salmos se hace de tal manera que se mantiene, dentro de lo posible, la atribución de los dos grandes grupos de salmos que era tradicional en Roma desde los comienzos mismos. La nueva distribución se mantiene hasta los años del posconcilio, cuando en 1967 la segunda instrucción litúrgica Tres abhinc annos permitía simplificar la recitación del salterio.

d) La distribución del salterio en el oficio hispano y ambrosiano. Entre las liturgias occidentales no romanas, la hispánica y la ambrosiana han conocido una organización más característica de la liturgia de las Horas, de la que intentaremos dar una breve descripción por lo que se refiere al uso del salterio.

La celebración de la liturgia hispana. La liturgia de las Horas hispánica comprende un oficio eclesial (o catedral) y un oficio monástico. El oficio eclesial conoce solamente la hora de la mañana y la hora vespertina; las horas menores de tercia, sexta y nona se recitan solamente en los días feriales de carácter penitencial". El oficio monástico, además de las horas de la mañana y de la tarde (las mismas del oficio eclesial), tenía las horas siguientes: los nocturnos, las horas menores diarias y completas (llamadas las horas canónicas). Además, como preparación o complemento de las horas canónicas, estaban las horas llamadas peculiares. En general, sea el oficio monástico, sea el oficio eclesial, tras la introducción llevaban una parte salmódica.

La estructura de la salmodia de la hora de la mañana comprendía elementos provenientes del oficio de vigilia y elementos propios del oficio de la mañana. La parte de vigilia de los días feriales se compone del salmo 3 y de una missa de tres salmos. El domingo, en cambio, comienza con los tres salmos canónicos, o sea, los salmos 3, 50 y 56, seguidos por una missa cuyos salmos se reducen a un solo versículo más el Gloria. En los días festivos, después del Sal 3, sigue una o diversas missae, semejantes a la del domingo. La parte propiamente matutina de los días feriales comprende el salmo 50, el cántico del AT, el salmo matutino y los tres salmos 148-150. El domingo presenta el cántico del AT, las Bendiciones de Daniel, el sonum y los salmos 148-150. Los días festivos, en cambio, tienen el salmo 50, el cántico del AT, las Bendiciones, el sonum y los salmos 148-150.

La oración de la tarde comprende el vespertinum con el salmo lucernario y otros dos salmos. En el domingo y en los días festivos los tres salmos se reducen a un versículo con el Gloria".

En el oficio eclesial, por tanto, la salmodia es bastante reducida. A los salmos de las horas de la mañana y de la tarde hay que añadirles los tres salmos de cada una de las horas menores en las ferias penitenciales. En el oficio monástico, en cambio, la salmodia era mucho más abundante: 30 salmos los días feriales y 36 el domingo, por lo que se refiere a las horas canónicas, más los numerosos salmos de las horas peculiares.

La distribución del salterio respondía a un doble sistema: por una parte estaban los salmos elegidos para una función específica en la celebración"; por otra, la lectura continua del salterio, en el sentido de que los salmos, recitados según el orden numérico, se retomaban en el punto donde había terminado la hora precedente. Este doble sistema se encuentra sobre todo en el oficio monástico, y en parte también en el oficio eclesial, aunque en este último no parece que se recitase todo el salterio en un determinado período de tiempo'.

El uso del salterio en la liturgia hispánica no se puede valorar solamente a partir de la salmodia de las horas del oficio. Efectivamente, el libro de los Salmos constituye un elemento de primera importancia en el conjunto de la celebración, en cuanto que una buena parte de los elementos de la misma (antífonas, psallenda, sonum, responsorios, oraciones, etc.) se toman en gran medida del salterio, especialmente en el oficio ferial""

La celebración de la liturgia ambrosiana antigua. El oficio ambrosiano ha sufrido a lo largo de los siglos influencias provenientes de ambientes litúrgicos no milaneses, así como de la liturgia romana [-> Ambrosiana, Liturgia, 1], que afectan precisamente a la parte de la salmodia.

La vigilia matutina milanesa conoce la salmodia solamente en el oficio de cinco días de la semana, del lunes al viernes incluidos; en cuanto al domingo, en lugar de los salmos, tiene tres cantos del AT, y el sábado un cántico del AT y el salmo 118. La disposición de estos dos últimos días sería primitiva y propia de Milán. Para la salmodia de los otros días se han asignado, como en Roma, los salmos 1-108. Estos salmos han sido divididos en diez grupos, llamados decurias, cinco para una semana y cinco para la otra, dando lugar así a la recitación del salterio en dos semanas, en vez de en una sola, como en Roma.

Para la parte final del oficio matutino o laudes, después del cántico del Benedictus, el domingo presenta los cánticos de Éxodo, Cantemus, y de Daniel, Benedicite; las ferias, de lunes a viernes, el salmo 50, y el sábado el salmo 117. Siguen tres salmos típicos (148-150 y 116), y por último un salmo llamado directus, propio de cada día.

Las horas menores entraron en el esquema del oficio ambrosiano en un segundo momento y repiten todos los días el salmo 118, como se hacía en el oficio romano desde el s. vii hasta el 1913.

Las vísperas ambrosianas ofrecen una estructura tripartita, formada por el lucernario, la salmodia y la parte estacional, esta última para los días festivos. El lucernario, elemento primitivo y más antiguo de las vísperas Y2, usa versículos sálmicos que ilustran el tema de Dios luz 41. La parte salmódica ofrece tres modalidades, dos propias de Milán y la tercera de influencia romana. La primera, para las grandes solemnidades del Señor, se compone de un salmo propio, al que siguen los salmos 133 y 116. La segunda, para las fiestas de los santos, presenta un salmo propio con los salmos 133 y 116, y un segundo salmo propio. Finalmente, para las vísperas del domingo y de las ferias, cinco salmos para cada día de la semana, retomando así el grupo de salmos 109-147 que usaba la liturgia romana para la oración de la tarde. La salmodia de completas ofrece una combinación de elementos propios y de elementos romanos.

La antigua celebración ambrosiana conocía otras dos vigilias, además de la matutina: una vigilia vespertina con tres salmos y una vigilia nocturna, propia de las mayores solemnidades, con la recitación del salterio entero.

Además de la salmodia, el oficio ambrosiano contiene otros elementos (antífonas, psallenda, versículos, etcétera) tomados del salterio o estrechamente unidos a él, como las oraciones que acompañan a algunos salmos.

e) Ayudas para el uso cristiano del salterio. El libro de los Salmos ha sido considerado como elemento insustituible de la oración cristiana desde los primeros tiempos de la iglesia, pero sobre todo a partir del s. ni". El salterio, como hemos dicho [1 supra, I], supone una cierta dificultad como libro de oración para el cristiano. Conscientes de ello, las generaciones cristianas han ideado auxilios para ayudar a comprender el texto sagrado y facilitar su lectura cristiana. Entre éstos conviene recordar especialmente los títulos de los salmos, las antífonas y las colectas sálmicos.

Los títulos de los salmos. En el encabezamiento de la mayor parte de los salmos, en la biblia (hebrea y de los LXX) se encuentran títulos [-> supra, II, 2-3]. Su origen y su valor son muy discutidos, pero tienen una indudable importancia por las indicaciones que suministran para la historia del salterio y de su utilización litúrgica en Israel.

También en diversos manuscritos latinos de salterios para el uso litúrgico cristiano se dan los títulos al comienzo de los salmos, que, sin embargo, son diferentes de los bíblicos. Se trata de breves sentencias, que tienen la finalidad de facilitar la interpretación cristiana del salmo y ayudar a la plegaria del orante. Estos títulos cristianos han sido objeto de una investigación minuciosa por obra de dom Pierre Salmon, y publicados después por él mismo.

La obra de dom Salmon contiene seis series de títulos, cuya composición puede establecerse en el arco de tiempo que va desde las postrimerías del s. ni o comienzos del w hasta el final del s. vi. Se trata en general de obras anónimas, a excepción de dos series atribuidas, respectivamente, a Eusebio de Cesarea y a Casiodoro y Beda.

Sobre el contenido de estas series de títulos se puede decir que, en general, intentan dar una explicación e interpretación del texto sagrado siguiendo los principios de una exégesis espiritual, o sea, viendo en los salmos profecías de la obra redentora de Cristo e intentando hacer de los mismos salmos un texto vivo, una plegaria actual, un canto que se inserta en la gran realidad del misterio de Cristo y de la iglesia 103. Las series IV y VI ofrecen una interpretación cristiana del género literario del salmo 1". La importancia espiritual de estos títulos cristianos de los salmos ha sido reconocida por los que han preparado la nueva Liturgia Horarum de la iglesia romana querida por el Vat. II, ya que han enriquecido el nuevo libro de oración litúrgica con títulos semejantes a los de las antiguas series (cf OGLH 111).

Las antífonas. La historia de la liturgia testifica que, desde el s. iv, la recitación de los salmos conocía el uso de las antífonas. La antífona es un estribillo que tiene una doble función. La primera es musical, ya que designa y prepara el tono sobre el que debía modularse el salmo: desde este punto de vista, la antífona podía ejecutarse al principio y al final del salmo, o bien repetirse entre los versículos en forma responsorial. La segunda función de la antífona, la más importante, es la de sugerir el sentido preciso que se quiere dar al salmo en la celebración. Esto aparece sobre todo en las antífonas llamadas sálmicas, formadas con breves frases tomadas del incipit del salmo o de los versículos más característicos

La función de la antífona se nos recuerda en la OGLH 113 así: "Las antífonas... ayudan a poner de manifiesto el género literario del salmo; lo transforman en oración personal; iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar según las diversas circunstancias".

Las colectas sálmicas. Desde el s. iv, en Oriente y Occidente, sobre todo en los ambientes monásticos, se sintió la necesidad de introducir una pausa de oración silenciosa entre salmo y salmo. Con las pausas de silencio se trataba de profundizar las ideas sacadas del salmo que se acababa de recitar. De la pausa de oración silenciosa se pasó a la improvisación de una oración en voz alta que resumiera en pocas palabras el resultado de la meditación. En un momento posterior, esta praxis originó la redacción de colectas para ser rezadas durante la celebración. El nombre de colecta derivaría de la expresión "colligere orationem".

Las colectas sálmicas, aun habiendo tenido un gran éxito, como atestigua su difusión, encontraron una verdadera dificultad para penetrar en la liturgia oficial. La liturgia hispánica fue la única que conservó su uso en la liturgia de las Horas.

Las diversas series o colecciones de colectas sálmicas que se conservan son objeto de cuidadosas investigaciones a causa de su rico contenido teológico y espiritual. La más antigua, probablemente de la segunda mitad del s. v, es la serie "Visita nos"; compuesta íntegramente por un solo autor. De la mitad del s. vi es la que se llama serie romana, o mejor itálica, atribuible quizá a Casiodoro. De la época carolingia queda una serie compuesta por un autor anónimo sobre algunas colectas de origen hispánico. Finalmente existe la abundante colección de colectas de origen hispánico, que con gran probabilidad estaban originalmente reunidas en un libro litúrgico llamado liber orationum psalmographus, del que se ha publicado recientemente una recomposición.

Los autores de las colectas se inspiraron en los comentarios patrísticos, en las series de títulos y con frecuencia en las antífonas, así como en los salmos mismos. Indudablemente, las colectas sálmicas son un admirable ejemplo de actualización de la espiritualidad vivida en la celebración de la liturgia, en concreto de la interpretación cristiana del salterio. Precisamente por ello se ha dicho que las colectas constituyen una especie de catequesis de la sacramentalidad de la celebración litúrgica.


VI. Los salmos en la liturgia romana actual

El n. 24 de la SC recuerda la máxima importancia de la Sagrada Escritura en la celebración litúrgica, citando explícitamente el valor de los salmos en relación con el canto. En la -> reforma litúrgica, ejecutada según los principios establecidos por el Vat. II, el papel del salterio es notable en todos los libros litúrgicos.

1. LA MISA. La Ordenación General del Misal Romano (OGMR) prevé el uso de los salmos en cuatro momentos de la celebración: el canto de entrada, el canto interleccional, el canto de ofertorio y el canto de comunión. Para el canto de entrada (n. 26) y para el canto de comunión (n. 56, i) está previsto el canto de la antífona, con mucha frecuencia tomada de los salmos (figura en el formulario correspondiente del Misal, y, con notación musical, en el Gradual romano o en el Graduale simplex), que puede ir acompañada por el respectivo salmo. No obstante, junto a este uso de los salmos, la OGMR prevé también el uso de un canto alternativo cuyo texto, sin embargo, debe estar aprobado por la conferencia episcopal. Esta autorización puede legitimar un cierto real abandono del salterio en estos dos momentos de la misa. El canto del ofertorio (OGMR 50) se encuentra en las mismas condiciones, con la particularidad de que en la actual edición del Misal Romano no figura ninguna antífona para el canto en palabras. Hay que buscarla en el Gradual romano o en el Graduale simplex.

Ha sido mucho más lograda la recuperación del salmo responsorial, considerado parte integrante de la liturgia de la palabra (OGMR 36). Se discute si este salmo debe considerarse como una ulterior lectura de la Sagrada Escritura o bien como una respuesta de la asamblea a la palabra de Dios. Para el salmo responsorial, el Leccionario prevé para cada formulario de misa el texto más adecuado, relacionado estrechamente con las lecturas del día y de la celebración. Pero la introducción al Leccionario añade en el n. 9: "Para que el pueblo pueda más fácilmente decir la respuesta salmódica, la distribución de las lecturas señala algunos textos de salmos y de respuestas seleccionados para los diversos tiempos del año o para las diversas categorías de santos, los cuales podrán emplearse en vez del texto que corresponde a la lectura, siempre que el salmo sea cantado" "°. En lugar de los salmos responsoriales indicados más arriba, la OGMR prevé la posibilidad de usar el gradual que figura en el Gradual romano "' o los salmos responsoriales con notaciones musicales que se encuentran en el Graduale simplex.

2. LA LITURGIA DE LAS HORAS. El n. 91 de la SC establece normas concretas para una utilización mejor y más adecuada a las necesidades actuales de la iglesia del tesoro de los ciento cincuenta salmos. Además de promover una revisión del texto del salterio (ya felizmente concluida), se pide que el salterio se distribuya en un período de tiempo que supere la semana. En 1971, con la publicación de la edición típica de la Liturgia Horarum la iglesia inauguraba una nueva distribución del salterio. Está ordenado según un esquema de cuatro semanas; en general, los salmos se usan una sola vez, exceptuados los más significativos, que se repiten varias veces. Son treinta y seis los salmos que aparecen dos o más veces a lo largo de las cuatro semanas. Los salmos 57, 82 y 108, considerado su carácter imprecatorio, no aparecen en la oración de la iglesia, y también varios salmos han sido privados de los versículos que se consideraba que podían crear dificultades en los orantes. El principio más usado en la elección de los salmos es el de la elección según el carácter de la hora y del día. Así los nn. 126ss de la OGLH revelan los criterios de selección: para el primer salmo de laudes se ha elegido un salmo matutino, mientras el último es, según la antigua tradición, un salmo de alabanza; para las vísperas, desgraciadamente, no se ha conservado el uso de un salmo lucernario, como en otras liturgias; para el domingo se han escogido salmos estrechamente relacionados con el misterio pascual, mientras que al viernes se le han asignado salmos de carácter penitencial o capaces de ser referidos a la pasión; los salmos 77, 104 y 105, que narran la historia de la salvación en el AT, han sido reservados para los tiempos litúrgicos de adviento, navidad, cuaresma y pascua; para las fiestas, la elección de los salmos se ha hecho de manera que se subraye el carácter de la celebración. Indudablemente la nueva distribución del salterio está orientada a ayudar a los fieles para una utilización más viva de las riquezas que contiene. El hombre moderno difícilmente se puede adaptar a las largas salmodias en uso durante los siglos pasados. Al reducir el número de salmos y escoger los salmos más significativos para las horas de laudes y vísperas, se pone a disposición de los fieles una parte de la Escritura, que ha servido como libro de oración a generaciones enteras.

Para que se facilite el uso de los salmos en la oración cristiana, la nueva Liturgia Horarum prevé tres elementos, recuperados de la tradición precedente: los títulos, las colectas sálmicas y las antífonas. En el salterio distribuido en cuatro semanas, cada salmo lleva un título, que se refiere a su significado y su importancia para la vida humana del creyente. Además, cada salmo va acompañado de una frase tomada del NT o de los escritos de los padres, que invita a orar con el salmo en sentido cristológico (OGLH 111). Se prevé también la publicación de colectas sálmicas, en la línea de la tradición medieval (OGLH 112). Por desgracia, tal publicación oficial no ha tenido lugar todavía. En algunos países, provisionalmente, se han preparado algunas series de colectas sálmicas, que indudablemente son de gran utilidad. Las antífonas ayudan a descubrir el género literario del salmo, y con frecuencia ponen de relieve aspectos importantes del mismo. El n. 114 de la OGLH prevé que en la celebración sin canto, durante el tiempo ordinario, puedan sustituirse las antífonas por las sentencias bíblicas o patrísticas que preceden a los salmos mismos.

El salterio está todavía presente en otros elementos del oficio divino, como los versículos y los responsorios, que se encuentran en las diversas horas del oficio.

3. LOS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES. El n. 35 de SC prescribe la lectura de la Sagrada Escritura más abundante, más variada y mejor elegida, en las celebraciones sagradas. Por esta razón, todos los nuevos rituales de los sacramentos y de los sacramentales presentan un elenco de lecturas bíblicas —o sea, un verdadero leccionario adaptado a cada rito—, entre las que se encuentra un número de salmos que responden a las características de las diversas celebraciones. De este modo el salterio sigue teniendo un papel insustituible en cualquier celebración del culto católico.


VII. Modalidades celebrativas

El n. 121 de la OGLH recuerda que los salmos pueden ejecutarse de diferentes maneras, según lo exijan el género literario, la extensión, la lengua en que se celebra el oficio, etcétera. Los salmos, se afirma, han sido ordenados en el oficio según su contenido y según el carácter específico de cada uno de ellos. Como se ha indicado más arriba hablando de los géneros literarios, los salmos son verdaderos poemas, y cada uno de ellos tiene su especificidad, que debe respetarse si se quiere que la celebración adquiera su sentido festivo.

La tradición, como hemos señalado en los párrafos precedentes, nos ha transmitido diversos modos de ejecutar los salmos, y la renovación querida por el Vat. II se ha preocupado por revitalizarlos. Así, para la celebración de la misa se ha reintroducido con carácter obligatorio el salmo responsorial después de la primera lectura. Sólo en el caso del canto gregoriano (latino) se permite retomar el gradual, canto sálmico de carácter reducido (OGMR 36). Por lo que se refiere a las otras celebraciones de la palabra en conexión con los diversos sacramentos y sacramentales, el salmo responsorial es obligatorio. Para la liturgia de las Horas, el n. 122 de la OGLH recuerda los modos tradicionales de ejecutar los salmos: de manera continuada (in directum), o bien alternando sea los versículos, como era la costumbre latina más común, sea las estrofas entre dos coros o partes de la asamblea, respetando la disposición tipográfica de los nuevos libros litúrgicos; o bien de manera responsorial [->  supra, VI. De hecho, sólo el salmo 94 del invitatorio se presenta de manera responsorial. Aunque no se hable de ello en los documentos oficiales, en la práctica de la liturgia renovada se ha llegado a comprender que ciertos salmos, como el 106 y el 117, son de hecho estructuras de celebraciones cultuales de acción de gracias, y se ha logrado devolver vida expresiva a dichos textos distribuyendo sus partes entre los diversos participantes. Por lo que se refiere a las diversas posibilidades, en el ámbito castellano recordamos solamente las publicaciones de P. Farnés y A. Aparicio.


VIII. Problemas litúrgico-pastorales

El uso del salterio como libro de oración para el cristiano de hoy comporta evidentemente problemas, algunos de los cuales ya se han insinuado a lo largo del tratado. Como conclusión, es oportuno señalar dos importantes núcleos de problemas, que conviene considerar atentamente desde un punto de vista litúrgico-pastoral: los derivados del contenido del salterio y los que conciernen a la interpretación celebrativa de los salmos.

La marcada impronta veterotestamentaria del salterio exige a quien desea rezar los salmos en el espíritu del evangelio un mínimo de preparación o ambientación bíblica. Efectivamente, los salmos se han leído en el ámbito del culto cristiano como profecías relativas al misterio de Cristo, el cual a su vez permite interpretar el sentido último de los salmos. Así, la posterior tradición cristiana patrística y litúrgica ha aprendido a leer a Cristo en los salmos y a los salmos en Cristo. El auténtico modo de orar con los salmos se puede colegir del siguiente texto de san Agustín:

"Como el Cristo total es cabeza y cuerpo, por eso en todos los salmos, al oír la voz de la Cabeza, oigamos la del cuerpo. Pues no quiso hablar separadamente el que no quiso separarse, conforme lo atestigua: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos. Si está con nosotros, habla con nosotros, de nosotros y por nosotros; como también nosotros hablamos en él, y por eso hablamos verdad, porque hablamos en él"'. Por ello no debe olvidarse el papel de válida ayuda que, para una recta interpretación de los salmos, tienen las antífonas, las frases bíblicas y los títulos que aparecen en los libros litúrgicos, sin olvidar las colectas sálmicas. Los problemas derivados del contenido de los salmos pueden superarse con un trabajo de mentalización y de conocimiento del salterio dentro de la historia de salvación que se actúa en la liturgia.

El segundo núcleo de problemas se refiere a la interpretación celebrativa de los salmos. La OGLH en el n. 103 recuerda: "Los salmos no son lecturas ni preces compuestas en prosa, sino composiciones poéticas de alabanza. Por tanto, aunque posiblemente hayan sido proclamados alguna vez en forma de lectura, sin embargo, atendiendo a su género literario, con acierto se les llama en hebreo Tehillim, es decir, cánticos de alabanza, y en griego Psalmoi, es decir, cánticos que han de ser entonados al son del salterio. Es verdad, todos los salmos están dotados de cierto carácter musical, que determina el modo adecuado de recitarlos. Por tanto, aunque los salmos se reciten sin canto, e incluso de modo individual y silencioso, convendrá que se atienda a su índole musical: ciertamente ofrecen un texto a la consideración de la mente; pero tienden sobre todo a mover los corazones de quienes los recitan y los escuchan, e incluso de quienes los tocan con arpas y cítaras". La interpretación celebrativa de los salmos en la liturgia sigue siendo, por tanto, un amplio campo de investigación, en el que los técnicos y pastores deben empeñarse a fondo para encontrar las formas más adecuadas a los diversos tipos de comunidades y a las diversas celebraciones. Del modo de interpretación dependerá indudablemente el interés del pueblo fiel por servirse de los salmos en su oración.

J. Gibert Terruel

BIBLIOGRAFÍA:

1. En general

Alonso Schoekel L., Treinta salmos: poesía y oración, Cristiandad, Madrid 1981; Dujvers P., Los salmos. Introducción a su contenido espiritual y doctrinal, Herder, Barcelona 19642; Franquesa A., Lectura cristiana de los salmos y sentido de las lecturas, en "Vida Religiosa" 36 (1974) 39-54; González A., El libro de los salmos, Herder, Barcelona 1966; Gourgues M., Los salmos y Jesús, Jesús y los salmos, "Cuadernos Bíblicos" 25, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1979; Guichou P., Los salmos comenta-dos por la Biblia, Sígueme, Salamanca 1966; Helewa G., Salmos, en DE 3, Herder, Barcelona 1984, 332-337; Lack R., Salmos, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 1228-1242; Raguer H., La Iglesia y los salmos, en "Phase" 134 (1983) 91-108; Vernet J.M., 22 salmos para vivir, "Dossiers CPL" 22, Barcelona 1984.

2. En la liturgia

Alonso Schoekel L., Salmos. Texto original litúrgico, introducción y notas, Cristiandad, Madrid 1966; Aparicio A.-García J.C.R., Los salmos oración de la comunidad. Para celebrar la liturgia de las Horas, Publicaciones Claretianas, Madrid 1981: Canals J.M., Las colectas de salmos de la serie "Visita Nos"; Publicaciones Claretianas, Madrid 1978; Cols D., La salmodia, en "Oración de las Horas" 5 (1983) 152-154; 7 (1983) 222-224; López Martín J., La oración de las Horas, Secretariado Trinitario, Salamanca 1984, 203-220; Pinell J., "Liber Orationum Psalmographus' Colectas de salmos del antiguo Rito Hispánico, Instituto S. de Investigaciones Científicas, Madrid 1972; VV.AA., La oración de los salmos, en "Phase" 17 (1963) 169-216; VV.AA., Los salmos en la liturgia, en "Phase" 134 (1983) 85-177.

3. El salmo responsorial

Cols D., El salmo responsorial y la aclamación del aleluya, en "Oración de las Horas" 3 (1981) 82-84; Deiss L., El salmo gradual, en VV.AA., Presentación y estructura del nuevo Leccionario, Ed. Litúrgica española, Barcelona 1969, 65-93; Farnés P., El salmo responsorial, en "Phase" 134 (1983) 123-145; Taule A., El salmo responsorial, en "Phase" 56 (1970) 177-181.