MISIONES Y LITURGIA
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SUMARIO: I. Misiones y liturgia en el NT: 1. El mandato misionero; 2. La actividad misionera como liturgia - II La liturgia en la primitiva catequesis misionera - III.-La reforma litúrgica en las misiones a partir del Vat II: 1. Los principios relativos a la reforma; 2. La reforma litúrgica en África; 3. La reforma litúrgica en Asia - IV. La liturgia, fuente y cumbre de las misiones - V. Problemas y perspectivas.


1. Misiones y liturgia en el NT

La relación entre misiones y liturgia ha de estudiarse a partir del contenido del NT, que es teología e historia. Misiones y liturgia no son conceptos abstractos, sino acontecimientos de la historia de la salvación: El NT nos ofrece los elementos fundamentales para ahondar en el significado de su relación recíproca.


1. EL MANDATO MISIONERO En el mandato misionero aparece con claridad la unión entre misión o envío y liturgia. Los apóstoles son enviados a todo el mundo no sólo para dar "el primer anuncio" (Mc 16,15; Le 24,47) y para "enseñar" (Mt 28,20), sino también para bautizar (Mt 28,19; Mc 16,16) y "hacer discípulos" de Jesús (Mt 28,19) creando comunidades de creyentes en él. El rito del bautismo y la formación de la comunidad, que tendrá como centro la eucaristía, son elementos esencialmente litúrgicos de la misión. "Así como Cristo fue enviado por el Padre, él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el evangelio a toda criatura y anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).

El día de pentecostés, que marcó el comienzo de la misión de la iglesia, "los que acogieron su [de Pedro] palabra se bautizaron, y se agregaron aquel día unas tres mil almas. Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones" (He 2,41-42). Desde el comienzo la misión de la iglesia tiene esta dimensión kerigmática y litúrgica juntamente: los misioneros anuncian el evangelio y bautizan, los neófitos forman una comunidad en torno a la eucaristía y a la enseñanza de los apóstoles. Al mismo tiempo, las nuevas comunidades reunidas y reforzadas por la vida litúrgica se abren al universalismo de la misión. En la comunidad de Antioquía, "mientras ellos [profetas y doctores] estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (He 13,2), y los dos nuevos misioneros "bajo la moción del Espíritu" comenzaron a anunciar el evangelio en el Asia Menor. Cada vez que celebramos la eucaristía, "anunciamos la muerte del Señor hasta que venga" (1 Cor 11,26). Para explicar este anuncio, Pablo utiliza el mismo verbo (katangéllo) que describe la actividad misionera de la iglesia primitiva (Rom 1,8; He 13,5.38; 16,17; 17,3.23). En un primer momento, la misión ha llevado a la liturgia; ahora, partiendo de la liturgia, la comunidad se pone en actitud de servicio al Espíritu y de partida para el anuncio.

2. LA ACTIVIDAD MISIONERA COMO LITURGIA. San Pablo presenta su trabajo misionero no sólo como una diakonía (servicio), sino también como una auténtica liturgia. "Doy culto a Dios en mi espíritu anunciando el evangelio... e incesantemente os recuerdo" (Rom 1,9). Dos verbos litúrgicos definen la obra misionera. Pablo da culto (latréuo) anunciando la palabra a aquellos de quienes se acuerda (de los que hace memoria). La actitud apostólica es siempre de alegría, "aunque tuviera que derramar mi sangre como libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe" (Flp 2,17): aquí la vida del Apóstol se convierte en una libación sacrificial. La vocación misionera entre los paganos se describe como una gracia "de ser ministro (leitourgón éinai) de Jesucristo para los gentiles, ejerciendo la tarea sagrada del evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo" (Rom 15,16). Pablo, misionero entre los paganos, es un liturgo; la evangelización es una función litúrgica, sagrada y, con su conversión a Cristo, los neófitos llegan a ser una ofrenda santificada por el Espíritu y acepta a Dios.

El fundamento de esta concepción de la misión como liturgia se encuentra en el hecho de que el misionero no sólo es partícipe, como todo cristiano, de la muerte y resurrección de Cristo (Rom 6,3), sino que además lleva consigo y en sí, de una forma nueva, el misterio de la redención que debe anunciar y comunicar a los demás. "Ahora me complazco en mis padecimientos por vosotros y en compensación completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo que es la iglesia, de la que fui hecho ministro según la misión que Dios me dio para bien vuestro con el fin de dar cumplimiento a su mensaje divino" (Col 1,24-25). Una de las notas características del trabajo del misionero es esta íntima participación en la cruz de Cristo, "crucificado con Cristo" (Gál 2,19) en favor de los hombres (cf 2 Cor 4,10.12). Cristo, el enviado y el sacerdote que se ofreció por todos, permanece para siempre con los misioneros hasta el fin del mundo. Y por otra parte el / Espíritu Santo, que ocupa un puesto tan importante en la liturgia, está presente en el misionero y lo impulsa a la misión entre los no-cristianos, donde el Espíritu está también presente y prepara la futura ofrenda que se hará cristiana. La misión se convierte así en una verdadera celebración.


II. La liturgia en la primitiva catequesis misionera

Desde el comienzo, en la praxis misionera de la iglesia se reservó un tiempo de preparación para el bautismo, tiempo destinado a llevar a madurez la fe que brotaba en el corazón de los neófitos con la aceptación del primer anuncio. Más tarde este tiempo se llamará catecumenado, y catequesis la instrucción impartida en forma sistemática durante este tiempo. De la catequesis misionera formaba parte también una serie de ritos litúrgicos, ordenados a explicar el significado de este tiempo de maduración y a preparar a los neófitos a la plena participación en las celebraciones litúrgicas cristianas. Prescindiendo de su valor sacramental —en la liturgia es el Señor el que obra—, estos mismos ritos litúrgicos se convertían en una fuente de catequesis y de enseñanza para los neoconversos, porque hablaban concretamente a la mente y a los sentidos. Al mismo tiempo, la liturgia, nueva para ellos, postulaba una catequesis, porque exigía una nueva y cada vez más profunda participación que hiciese vivir las realidades celebradas.

La liturgia catecumenal misionera tenía sus notas peculiares. Ante todo era la liturgia de una iglesia que tenía intención de acoger en su seno a nuevos miembros e hijos. Esta liturgia celebraba el itinerario de una conversión a Dios e implicaba a toda la comunidad: neófitos, padrinos, catequistas y fieles. Tenía una dimensión de esperanza, porque manifestaba la aceptación del reino por parte de los catecúmenos y orientaba hacia la celebración de los sacramentos pascuales, de los que era un anticipo. Es propio de la liturgia catecumenal abrir el espacio para el diálogo entre Dios y el neoconverso, entre la iglesia madre y sus nuevos hijos. Gradualmente enseñaba a aceptar los valores de los nuevos signos y ritos litúrgicos, con los que Dios se comunica al hombre cristiano, insistiendo no tanto en su simbolismo natural cuanto más bien en el valor expresivo que había cobrado en la historia de la antigua y de la nueva alianza. En concreto, en la liturgia catecumenal se ilustraba el significado del agua, de la unción y de la eucaristía, es decir, de los llamados sacramentos de la iniciación cristiana.

Históricamente, el primer rito de esta liturgia era la entrada en el catecumenado, que hoy inculca el Vat. II a todos los misioneros: "Los que han recibido de Dios, por medio de la iglesia, la fe en Cristo, sean admitidos con ceremonias litúrgicas al catecumenado" (A G 14). Sabemos que a partir del s. III los neófitos entraban (accedentes) en el catecumenado acompañados de un garante, que más tarde se llamará padrino precisamente porque participa en la función materna de la iglesia; luego se sometían a un examen consistente en una serie de interrogaciones sobre su vida y su actividad social; todo ello se concluía con la inscripción. Las ceremonias de este rito son signos sensibles de la entrada en una comunidad que pretende cerciorarse de que el neófito está en condiciones de recibir con fruto la catequesis. Después de todo esto, la iglesia delegaba a su representante el ministerio de la enseñanza (doctor audientium = catequista). En un primer tiempo, el rito más reiterado durante el catecumenado eran los -> exorcismos: pretendían manifestar la acción de Dios, el cual prepara al neófito para la nueva consagración, como en otro tiempo había preparado a su pueblo con las pruebas del desierto. A partir del s. iv tenemos noticias del rito de la insuflación (con fórmulas de exorcismo), de la consignación (con el signo de la cruz), de la imposición de la mano, de los ayunos, de la degustación de la sal (en Occidente) y de la imposición del nuevo nombre (en Siria): estos dos últimos ritos pasarán luego a la liturgia bautismal. Todas estas ceremonias jalonaban el progreso en el itinerario de la fe y en la lucha por parte del catecúmeno, que había aceptado vivir según el nuevo estilo de vida. Al final había un examen último sobre el comportamiento moral del catecúmeno.

Más tarde se hará coincidir el último período del catecumenado con el tiempo de cuaresma, en la que los catecúmenos eran promovidos al rango de competentes y elegidos. La cuaresma era un tiempo de preparación sacramental: la catequesis misionera pasaba a ser mistérica, en cuanto que daba a conocer los misterios y los sacramentos de la iglesia. En este marco tenemos los nuevos ritos, como la entrega del Símbolo y del Pater (en Roma y en España existe también la entrega de los evangelios) y los escrutinios, que tienen por objeto probar la consistencia de la fe del catecúmeno. En la vigilia pascual se colocaba luego el rito del bautismo. El Vat. II recuerda a todos los misioneros que "es de desear que la liturgia del tiempo cuaresmal y pascual se restaure de forma que prepare las almas de los catecúmenos para la celebración del misterio pascual, en cuyas solemnidades se regeneran para Cristo por medio del bautismo" (AG 14). Después del don de la nueva vida mediante el bautismo comenzaba para los iluminados un nuevo tipo de enseñanza. La catequesis misionera ahora estaba abierta a la dimensión mistagógica, que se proponía manifestar las profundidades y las bellezas de los sacramentos recibidos. [Para una descripción puntual histórico-genética de los ritos del catecumenado, -> Iniciación cristiana, II].

Cuando en la iglesia de los primeros siglos se agotó el período propiamente misionero, el catecumenado y su liturgia decayeron. Esto demuestra "que la época áurea de la simbiosis operativamente fructuosa y misionológicamente dinámica entre catequesis y liturgia es la de los padres"'. En el tiempo de los grandes descubrimientos, y cuando tuvieron de nuevo comienzo las misiones (s. xvi), el catecumenado conoció un nuevo florecimiento, sobre todo en el terreno de la enseñanza y de la adaptación. Por desgracia, en el campo de la liturgia permaneció demasiado fijo y sin producir aportaciones de relieve. Este fixismo litúrgico, que de hecho es pobreza, caracterizó también a la catequesis misionera del s. xix '.


III. La reforma litúrgica en la misiones a partir del Vat. II

1. LOS PRINCIPIOS RELATIVOS A LA REFORMA. La promulgación de la constitución Sacrosanctum concilium (4 de diciembre de 1963) señaló el punto de partida de una verdadera renovación litúrgica en las misiones. Una sección entera de la constitución (SC 37-40) ofrece normas concretas para la t adaptación de la liturgia a la mentalidad y a las tradiciones de los pueblos, con una referencia explícita a las misiones (SC 38). De ahora en adelante la facultad de decidir sobre la introducción y extensión de la lengua vulgar (nacional) en la liturgia (SC 36) no está ya reservada a la Santa Sede, sino que es competencia de las conferencias episcopales nacionales'; así como la facultad de determinar las adaptaciones, especialmente respecto a la administración de los sacramentos, a los sacramentales, a las procesiones, a la música sagrada y a las artes (SC 39); la facultad de admitir en el culto divino eventuales elementos provenientes de las tradiciones y de la índole de los diferentes pueblos (SC 40); la facultad de preparar cuanto antes los rituales particulares adaptados a las necesidades de cada una de las regiones (SC 63); la facultad de instituir una comisión litúrgica y un instituto de liturgia pastoral, de los que no se excluyan, si es necesario, miembros laicos particularmente expertos (SC 44; Inter oecumenici 46). En particular, en los lugares de misión se tiene la facultad de admitir, junto a los elementos propios de la tradición cristiana, también elementos de la iniciación en uso entre cada pueblo (SC 65); preparar un rito propio para la celebración del matrimonio que responda a los usos de los lugares y de los pueblos (SC 77); animar a la práctica penitencial según las posibilidades de las diversas regiones, y también según las condiciones de los fieles (SC 110); revisar el año litúrgico, con tal que se mantenga su carácter original, para alimentar debidamente la piedad de los fieles en la celebración de los misterios de la redención (SC 107); revisar cuanto se refiere a la construcción digna y apropiada de los edificios sagrados, la forma y la erección de los altares, la funcionalidad del baptisterio, la materia y la forma de las vestiduras sagradas (SC 128); admitir nuevos instrumentos musicales (SC 120; Musicam sacram 1, 12). Estas son las tareas que el concilio encomendó a las conferencias episcopales de las misiones.

Además, el decreto A G sobre las misiones recuerda que las nuevas iglesias particulares, conservando toda la riqueza de sus tradiciones junto con las cualidades específicas de cada comunidad nacional, tendrán su puesto propio en la comunión eclesial. Ante este hecho teológico y pastoral, "es de desear, más todavía, es de todo punto conveniente que las conferencias episcopales se unan entre sí dentro de los límites de cada uno de los grandes territorios socio-culturales, de suerte que puedan conseguir de común acuerdo este objetivo de la adaptación" (AG 22).

2. LA REFORMA LITÚRGICA EN AFRICA. Las nuevas iglesias de África son las que más se han empeñado en la renovación litúrgica. Esto se debe, en parte, a la estructura psicológica, cultural y religiosa del hombre africano. Tanto los etnólogos como los misioneros han definido al hombre africano como un ser cultual, que tiene necesidad de exteriorizar en la comunidad y con ella sus experiencias religiosas. El cristianismo africano, o se convertirá en un cristianismo preferencialmente litúrgico o no llegará nunca a ser un verdadero cristianismo. Todos los miembros de las jóvenes iglesias se han dedicado con gran empeño a la renovación litúrgica, que exigirá ciertamente tiempo, por tratarse de un proceso de asimilación y de expresión. La liturgia es algo más profundo que una simple asunción de ritos, y supone una mentalidad cristiana que sea capaz de cambiar y cristianizar el significado de estos ritos asumidos. No pocos liturgistas africanos están convencidos de que la solución mejor sería no la de abandonar la liturgia occidental, sino la de buscar su intuición más profunda y sus valores más auténticos, para enriquecerlos e integrarlos luego con una ideología africana y expresarlos con ritos propiamente africanos (inculturación). Esta parece ser también la mens del concilio (A G 22).

En el ámbito de las realizaciones prácticas, los institutos de liturgia, de pastoral y de catequesis han dado una contribución excepcional. Por ejemplo, el Instituto de Butare (Rwanda) ha trabajado para realizar la unión entre el catecumenado y la liturgia con óptimos resultados. Los ritos de los exorcismos han tenido una amplia acogida porque responden mejor al ambiente religioso del africano, que vive hasta cierto punto en la angustia religiosa al sentirse rodeado de espíritus malos que quieren atormentarlo física y moralmente.

En la renovación de la liturgia de los sacramentos, las iglesias africanas han encontrado un campo abierto, y los resultados obtenidos hasta ahora son positivos. Todo el simbolismo africano, purificado de la mentalidad mágica, puede servir eficazmente para la encarnación del misterio de Cristo y su celebración en Africa. Como experimento, se han elaborado algunos rituales para la celebración del matrimonio, que han tenido en cuenta las características comunitarias, dinámicas y rituales del matrimonio africano. Estos rituales comprenden diversas etapas, como el noviazgo (que en la tradición africana tiene un relieve muy importante), las nupcias y las celebraciones complementarias; por ejemplo, los aniversarios También los demás sacramentos son objeto de investigación, en constante apertura para acoger cuanto de válido ofrecen el ritualismo africano y el sentido de solidaridad comunitaria del hombre africano. Sin embargo, sigue siendo verdad que en los sacramentos hay elementos instituidos por Cristo, sobrenaturales, y por tanto supranacionales, que no pueden ser sacrificados.

Las celebraciones funerarias son uno de los momentos más significativos de la vida africana, donde afloran muchos elementos culturales que deben ser cristianizados. En este campo, la liturgia cristiana está todavía dando sus primeros pasos. Para muchos pueblos la verdadera muerte, o liberación de los espíritus de la materia y del cuerpo, se produce sólo progresivamente, y está casi siempre íntimamente vinculada a los ritos. Una vez liberados, los espíritus viven en la selva o en otros lugares vecinos, de donde retornan a menudo para visitar a los familiares. Pertenecen a la familia, pero en la categoría de los antepasados.

En la liturgia cristiana se ha integrado con gran éxito la música africana con instrumentos y expresiones propias, como la danza. De todos modos, no pocos sacerdotes africanos son del parecer que los cantos litúrgicos deben madurar ulteriormente, porque los de hoy manifiestan una serie de sentimientos a veces opuestos, y con frecuencia su contenido teológico es pobre. En estos últimos años se ha redescubierto el valor de la religiosidad popular, en especial de las fiestas comunitarias; y ahora se trabaja intensamente para integrar esta religiosidad en la liturgia.

3. LA REFORMA LITÚRGICA EN ASIA. En las misiones de Asia la renovación litúrgica se desarrolla a un ritmo mucho más lento. Las mismas conferencias episcopales advierten esta lentitud y el papel poco relevante de la liturgia en sus jóvenes iglesias. Gracias a Dios, en la India, y más precisamente en Bangalore, hay un centro cargado de dinamismo y de creatividad. En 1968 se celebró el primer encuentro indio de liturgia, que fue el punto de arranque de numerosas iniciativas'. Al año siguiente, en un nuevo encuentro, se trabajó con el fin de encontrar los caminos para que "la liturgia pudiera asumir lós valores culturales y las aspiraciones religiosas del pueblo indio"". A partir de este momento se habla ya de Indian Liturgy y se abandonan otras expresiones como Indian Rites. Los principales objetivos han sido la creación de una liturgia catecumenal y la búsqueda de las bases para una liturgia común de la India ("a basically common Indian Liturgy").

Las grandes dificultades que la liturgia cristiana ha encontrado en Asia, especialmente si las comparamos con las de Africa, se deben principalmente al carácter religioso del hombre asiático y a la naturaleza de las grandes religiones existentes en aquel continente. Una de las dificultades más sentidas es la de la traducción de los textos. Por una parte, el vocabulario religioso asiático tiene una connotación más que bimilenaria, y es difícil aceptar sus palabras sin aceptar su contenido, conservado en una larga tradición escrita. Por otra parte, en India, por ejemplo, hay muchos dialectos y diversas lenguas; en Japón hay estilos diversos (literario y vulgar), y la terminología es demasiado concreta, por lo cual resulta tarea muy difícil traducir conceptos abstractos.

Actualmente se está todavía en el tiempo de la búsqueda y de la siembra. El tiempo de la cosecha y de los frutos vendrá más tarde. La música indígena, con sus instrumentos, ha encontrado un buen puesto en la liturgia de Java, por ejemplo, mientras que en algunas regiones de la India se cantan salmos en talmid con tono indio. En Japón hay sólo intentos, a pesar del genio musical de los japoneses En la joven iglesia de este país algunos misioneros han estructurado el catecumenado de adultos dentro de una auténtica dimensión litúrgica. Se ha querido adaptar a la mentalidad del país también el acto penitencial y la confesión. Uno de los intentos más interesantes ha sido la aprobación por parte de la Conferencia episcopal de un ritual para el matrimonio de los no-cristianos. En efecto, son muchos los no-cristianos que, atraídos por la liturgia cristiana, piden casarse en la iglesia. Para estos matrimonios se ha elaborado un rito de lecturas bíblicas, bendiciones, etc. '"


IV. La liturgia, fuente y cumbre de las misiones

La liturgia no es la única actividad de la iglesia; sin embargo, está íntimamente vinculada a todas las demás, y se la considera fuente y cumbre de todo apostolado (SC 10), y por tanto también de las misiones. Cumbre, porque todo en la actividad misionera está ordenado a que los hombres, mediante el bautismo, se inserten en la iglesia, donde, reunidos en comunidad, puedan alabar a Dios y participar en la mesa del Señor. Todos los sacramentos se revelan como cumbre del trabajo misionero. El fin de la misión es la formación de una comunidad o iglesia particular, y sólo con la viva participación en los sacramentos se puede conseguir este fin.

Además, la liturgia es fuente de toda actividad misionera, y sobre todo de todo fruto misionero. La glorificación de Dios en Cristo, la conversión de los hombres y su santificación "se obtiene con la máxima eficacia" por medio de la liturgia, y sobre todo por medio de la eucaristía, porque aquí se encuentra la fuente de la gracia (SC 10). No podemos olvidar que Cristo, el apóstol, el enviado del Padre, está presente en las acciones litúrgicas para continuar su obra salvífica universal: "Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente a su iglesia sobre todo en la acción litúrgica" (SC 7). Después de la ascensión al cielo, Cristo no ha olvidado su obra ni la ha dejado sólo en las manos de la iglesia. El permanece siempre con nosotros, y con nosotros realiza hoy la salvación. De esta inserción en Cristo misionero y salvador, a través de la liturgia y concretamente a través de los sacramentos, brota el derecho y el deber de todo cristiano al trabajo misionero: "Todos los fieles, como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a él por el bautismo, por la confirmación y por la eucaristía, tienen el deber de cooperar a la expansión y dilatación del cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a la plenitud" (A G 36).

La liturgia es anamnesis [-> Memorial], o sea, memoria de la alianza y del -> misterio pascual, no sólo en cuanto acontecimiento del pasado, sino para hacerlo presente hoy y poder aplicar sus frutos al mundo. Para precisarlo mejor: la gracia divina, que sostiene y hace fructificar el apostolado misionero, encuentra su fuente en la liturgia. La caridad es el alma de toda obra apostólica, repite el concilio (AA 3; LG 33), porque la caridad edifica la iglesia; sin la caridad no hay verdadera misión y participación en la misión del Hijo, que fue enviado por el amor sin principio del Padre (AG 2), y que por amor salvó al mundo. En los sacramentos, y particularmente en la eucaristía, encontramos el manantial de esta caridad que "enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo" (SC 10). También el Espíritu Santo, que hoy es el agente principal de la misión y que fue enviado por Cristo para que los misioneros pudieran colaborar eficazmente, siempre y por doquier, en la realización de la salvación (AG 4), se nos da en los sacramentos.

Todo lo que la teología y el concilio han dicho sobre la liturgia como fuente y cumbre de la misión, lo aplican no pocos textos conciliares más concretamente a la eucaristía. "Los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada eucaristía y a ella se ordenan. Y es que en la santísima eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la iglesia, a saber: Cristo mismo, nuestra pascua y pan vivo... Por lo cual la eucaristía aparece como la fuente y la culminación de toda la predicación evangélica" (PO 5). En el misterio del sacrificio eucarístico se ejerce ininterrumpidamente la obra de la redención del mundo. "Toda misa, aun la celebrada privadamente por un sacerdote, no es privada, sino acción de Cristo y de la iglesia, la cual, en el sacrificio que ofrece, sabe que se ofrece a sí misma como sacrificio universal, y aplica a la salvación del mundo entero la única e infinita virtud redentora del sacrificio de la cruz. Pues cada misa que se celebra se ofrece no sólo por la salvación de algunos, sino también por la salvación de todo el mundo" (Mysterium fidei 32). Este texto demuestra la dimensión universal y misionera de la misa y su gran capacidad salvífica. En fin, la meta de la misión, como hemos indicado, es la formación de una iglesia, porque "plugo a Dios llamar a los hombres a participar de su vida no sólo individualmente, sin mutua conexión alguna entre ellos, sino constituirlos en un pueblo en el que sus hijos, que estaban dispersos, se congreguen en unidad" (AG 2; LG 9). Podrá existir una comunidad-iglesia sólo cuando haya eucaristía, porque "la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo en Cristo, está representada y se realiza por el sacramento del pan eucarístico" (LG 3). En las misiones no será posible formar una nueva comunidad cristiana si no se tiene como quicio y raíz la celebración eucarística, de la que nace todo movimiento tendente a formar el espíritu verdaderamente cristiano y católico.

La misión aspira a realizar en el mundo y en la historia el designio de Dios, en virtud del cual todo elemento de verdad y de gracia presente entre los paganos, lejos de perderse, queda purificado y devuelto a su autor, es decir, a Cristo (A G 9). Para obtener esta dimensión histórica y escatológica, la iglesia misionera hace presente en la eucaristía a Cristo, autor de toda salvación que transforma el mundo. La eucaristía misma se presenta como la realidad en que se ha obrado una auténtica transformación de los elementos naturales cultivados por el hombre. La iglesia misionera contempla en la eucaristía estas realidades de la naturaleza y de la cultura en cuanto que han sido transfiguradas, y percibe en ellas la capacidad del mundo para ser recapitulado en Cristo.


V. Problemas y perspectivas

Uno de los problemas más urgentes hoy es el redescubrimiento de la dimensión misionera de la liturgia. Hasta ahora la liturgia se ha contemplado y vivido más bien como un hecho cultual. No se ha advertido su dimensión misionera. La celebración eucarística, "para ser sincera y plena debe conducir tanto a las varias obras de caridad y a la mutua ayuda como a la acción misional y a las varias formas de testimonio cristiano" (PO 6). Quizá la actual reforma litúrgica ha ignorado esta dimensión misionera. Gracias a Dios, sin embargo, en las misiones se trabaja por descubrir y vivir todos los aspectos misioneros de la liturgia.

En todas las misiones se habla hoy de inculturación, es decir, de los modos de asimilar y vivir en las propias categorías culturales el mensaje de Cristo y la liturgia cristiana [-> Adaptación, IV, 2]. En su viaje a Africa, Juan Pablo II explicó que la africanización abarca contextos vastos y profundos que "todavía no han sido suficientemente explorados", y entre éstos cita el de la "expresión más congenial en la liturgia". En el mismo discurso (a los obispos del Zaire) añadía: "En el campo de los gestos sagrados y de la liturgia es posible un enriquecimiento completo (SC 37-38), a condición de que el significado del rito cristiano se mantenga siempre bien y que el aspecto universal, católico de la iglesia aparezca claramente (unidad sustancial del rito romano) en unión con las demás iglesias locales y de acuerdo con la Santa Sede" (Ecclesia n. 1982, 17-5-1980; 12 [588]). El papa habla también de una futura exploración en este campo. Son cuestiones arduas, cuya solución vendrá sólo de una verdadera y profunda colaboración a nivel nacional y del diálogo con Roma, que se traduzca en una comunicación confiada con la sede apostólica. No se puede olvidar la solidaridad de cada iglesia particular con la iglesia universal.

Más concretamente, se deben examinar de nuevo las traducciones de los textos litúrgicos. En muchas misiones el vocabulario actual no está en consonancia con el lenguaje cultual (Evangelii nuntiandi 63). Junto al tema del lenguaje está el problema de los signos, y hoy se estudia atentamente el simbolismo y los problemas semióticos de los diversos países. El redescubrimiento de la -> fiesta ha abierto nuevos caminos para una integración en la liturgia de las fiestas tradicionales, a menudo vinculadas a los acontecimientos de la naturaleza. En las misiones se ha subrayado un nuevo problema, el de la -> psicología de la liturgia. La teología considera la liturgia como el misterio de la presencia del Dios trascendente. La psicología no mira a esta realidad, sino que observa la actitud del hombre y sus experiencias en la liturgia, y, por ejemplo, las del hombre africano y las del hombre asiático son diferentes. La liturgia tiene sus motivaciones psicológicas; y, de nuevo, la diversidad y variedad de estas motivaciones es muy grande, según las culturas. Así, mientras el silencio atrae al hombre asiático, el ruido pone al africano en contacto con la divinidad. En consecuencia, ha surgido un nuevo interrogante: ¿está psicológicamente motivada la liturgia en las misiones?, ¿responde a las estructuras del hombre de los nuevos países? La liturgia catecumenal puede ser renovada a la luz de esta psicología.

La liturgia en las misiones debe cobrar un carácter creativo, fruto de su íntima relación con el Espíritu Santo. La creatividad no se opone a la uniformidad sustancial y a cierto orden, que debe ser determinado por la jerarquía. Habrá siempre una puerta abierta para que la estructura de la celebración responda mejor a la naturaleza profunda de aquello que la celebración misma proclama y obra ". En fin, la liturgia debe actualizar el misterio de Cristo no sólo en los ritos, sino también en la vida, y así debe volver al centro de la vida cristiana y de cada comunidad. La liturgia no puede quedar ausente de la vida del neoconverso y de la nueva iglesia todavía en vías de desarrollo y expansión.

[-> Adaptación; -> Creatividad; -> Iniciación cristiana; -> Catecumenado].

J. López-Gay


BIBLIOGRAFÍA: Dournes J., Las culturas étnicas en la liturgia. Investigaciones y observaciones sobre el binomio actividad misionera-acción litúrgica, Ed. Litúrgica Española, Barcelona 1969; Ela J.M., Los antepasados y la fe cristiana: un problema africano, en "Concilium" 122 (1977) 174-195; López-Gay J., El catecumenado en la misión del Japón del s. XVI, Roma 1966; La liturgia en la misión del Japón del s. XV!, Roma 1970; Liturgia y misión. Un decenio de estudios y experiencias, en "Ephemerides Liturgicae" 68 (1974) 221-231; Un rito cristiano para matrimonios no cristianos. Una experiencia de la Iglesia en Japón. ib, 93 (1979) 505-514; Maltre H.B., La cuestión de los ritos chinos y malabares, en "Concilium" 27 (1967) 76-85; Mas-son J., Liturgia y misiones, en G. Barauna, La sagrada liturgia renovada por el concilio, Studium, Madrid 1965, 385-412; Mulago V., Simbolismo religioso africano. Estudio comparativo con el sacramentalismo cristiano, BAC 407, Madrid 1979; Puthanangady P., lnculturación de la liturgia en la India a partir del Vaticano II, en "Concilium" 182 (1982) 260-269; Sanon A.T., Arraigo cultural de la liturgia en África desde el Vat. Il, ib, 245-259; VV.AA., Evangelización y catecumenado en la Iglesia mundial, en "Concilium" 22 (1967) 343-348 (África); 348-360 (Asia). Véase también la bibliografía de Adaptación, Antropología cultural y Cultura y liturgia.