II

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA
DEL OFICIO DIVINO


1. La herencia judía y las primeras evoluciones

Las oraciones a unas determinadas horas son herencia de Israel. Ya el Schmah Israel se ha de pronunciar cada mañana y tarde (Dt 6, 7; 11, 19). Aparte de ello, aparecen tres horas de oración más dispersas a lo largo del día (Dn 6, 11. 14). Con el exilio se creó, junto al culto del templo en Jerusalén, el servicio divino local en la sinagoga, que se asociaba al culto del templo en la medida en que los servicios divinos de la sinagoga tenían lugar a las horas del sacrificio diario en el templo, lo que tenía validez especialmente para el sacrificio de cada tarde. Fuera de Jerusalén, se congregaban los piadosos a esa hora en un servicio divino sinagogal u oraban, al menos, en privado. La oraciones matutinas y vespertinas eran ya los «puntos cardinales» de un oficio divino judío que abarcaba las cinco horas de oración. Las tres horas canónicas repartidas a lo largo del día podrían ser próximas al criterio temporal de las horas de tercia, sexta y nona, en caso de que se asigne el acontecimiento de Pentecostés por la mañana (Hch 2, 15) a una hora de oración de los apóstoles, o bien de que se piense en la visión al mediodía de Pedro mientras oraba en Joppe (Hch 10, 9) y en la curación del cojo de nacimiento a la hora de «nona», cuando Pedro y Juan entra-ron en el templo para la oración diaria (Hch 3, 1)50.

Tras la destrucción del templo, toda la configuración de la vida del servicio divino se trasladó a la sinagoga. Mientras que el oficio divino vespertino os-tentaba como puntos esenciales la alabanza y la oración de ruego, el matutino los maitines conocía también la proclamación de la palabra y los elementos ca-

50. Cfr. Martimort, 173-176: La priére juive au temps du Christ.

tequéticos. La liturgia cristiana de las horas acogió esa herencia existente y la prolongó, es decir, la trasformó conforme a sus propias directrices.

Mientras que los maitines cristianos de la mañana recibieron la impronta de la alabanza (laudes matutinae), que «en primera línea llega a producirse mediante la recitación regular de los salmos Hallel, Sal 148-150», las vísperas se caracterizaban por un tono sacrificial: la recitación del Sal 141 (140), 2 («Suba derecha mi oración como un perfume en tu presencia, sea la elevación de mis manos sacrificio de la tarde») ofrecía un «motivo para el desarrollo ritual», a lo que se añadió mediante el lucernario un segundo momento sacrificial (en el sentido del sacrificio laudatorio). Se hace referencia a la posible influencia de un rito de la luz en el ritual doméstico del sabbat y de las oraciones de bendición sobre los himnos y oraciones cristianas de la luz. Por la tarde –aunque también por la mañana– este simbolismo de la luz se trasfirió a Cristo concibiéndolo como el sol de la justicia que se levanta, es decir, como la luz que desconoce la tarde. «Además de esta instauración de las congregaciones de oración en los puntos angulares del día, también pasó del judaísmo al cristianismo la práctica de orar diariamente tres veces. Así, la Didaché, a comienzos del siglo II, prescribe lo siguiente una vez que se haya comunicado el padre-nuestro: "¡Reza así tres veces al día!" La oración del Señor ocupa aquí el lugar de la oración judía de los dieciocho ruegos» 51. Sin embargo, Gerhard, haciendo referencia a Taft, considera que «la relación de las tradiciones cristianas respecto a las judías es en realidad menos estrecha de lo que a menudo se ha supuesto. Es cierto que los cristianos continúan las costumbres judías, si bien su oración lleva impreso, en cuanto a su contenido, un cuño definitivamente nuevo a través del acontecimiento de Cristo» 52. Para la configuración concreta de la liturgia de las horas, la exhortación del apóstol san Pablo «Oren sin cesar» (1 Ts 5, 17) debió ser una motivación de no escasa magnitud.

Tertuliano (+ con posterioridad al 220) recomienda la hora de tercia, sexta y nona como horas de la oración privada, con lo que, en su trasfondo, se encuentran los misterios salvíficos de Hechos de los apóstoles, a los que se menciona en relación con la oración: la tercia es la hora del descenso del Espíritu (Hch 2, 15); la sexta, la de la visión de Pedro (Hch 10, 9-16); la nona, la de la curación del cojo (Hch 3, 1) 53. Además, Tertuliano 54 menciona la oración al comienzo del día y de la noche así como la de la noche misma como obligación que se da

  1. Cfr. A. Gerhards, «Benedicam Dominum in omni tempore>>. Geschichtlicher Überblick zum Stundengebet, en M. Klöckener/H. Rennings (Dirs.), Lebendiges Stundengebet 3-33. 6-8.

  2. A. Gerhards, Das Stundengebet in Ost und West. Neue Erkentnisse der vergleichenden Litu gienrissenschaft, en LJ 38 (1988), 164-172. 165.

  3. De oratione 25, CSEL 20, 197ss.

  4. De oratione 25, CSEL 20, 198.

por supuesto para los cristianos 55. Hipólito menciona una serie de horas canónicas que sólo en parte coinciden con las de la posterior liturgia de las horas. «Si se puede suponer un sistema unitario detrás de las diversas indicaciones, en su fundamento se encuentra la siguiente tradición: la oración privada al levantarse, a la hora de tercia, sexta y novena, al irse a dormir, a la medianoche y con el canto del gallo. Las congregaciones generales tienen lugar por la mañana con carácter instructivo; por la tarde, para el ágape». Con todo, las horas canónicas de tercia, sexta y nona se orientan siguiendo la cronología de la pasión del evangelio según san Marco «y, con ello, representan, probablemente, un testimonio antiquísimo de un ciclo de oración romano» 56. La cronología abarca la crucifixión (hora tercia), el eclipse de sol (hora sexta), la muerte de Cristo y el golpe con la lanza (hora nona) 57. Pascher considera, por el contrario, que Hipólito codifica la tradición cristiana en el orden de oración que presentaba a principios del siglo III: oración matutina-tercia-sexta-nona-oración vespertina-oración nocturna 58.

Las congregaciones por la mañana y la tarde tienen un valor singular. Es característico de los maitines que se celebran en la iglesia el rasgo esencial catequético: «Vas a oír algo que desconoces, y vas a sacar provecho de lo que el Espíritu Santo te va a dar a través del que instruye... También se te va a decir allí lo que has de hacer en casa. Por ello, que cada uno procure ir a la iglesia, el lugar donde florece el espíritu. Si un día no se lleva a cabo ninguna enseñanza, y todos se quedan en casa, que cada cual coja la Sagrada Escritura y lea en ella tanto como pueda y le parezca provechoso» 59. La reunión vespertina en torno al ágape está caracterizada por la acción de gracias por la luz. El diácono 60 entra la lámpara a la hora en que empieza a oscurecer, y el obispo entona la alabanza de la luz como símbolo de la luz imperecedera de Cristo sin pronunciar el sursum torda en el diálogo introductorio, que queda reservado para la celebración de la eucaristía 61. Gerhards remonta Ios orígenes de la acción de gracias de la luz a la Berakah vespertina de la sinagoga, no a la Berakah de la luz del sabbat celebrada en el seno de la familia: «El orante cristiano experimenta, por contraste a la luz del día que va despareciendo y a la entrada de la oscuri-

  1. Ad uxorem 11, 5, CSEL 70, 118.

  2. Gerhards, Benedicam 9.

  3. Cfr. TradAp. 41, ed. Geerlings 300-302.

  4. Pascher, Stundengebet 23.

  5. TradAp. 41, ed. Geerlings 300-301.

  6. Según una tesis de Plank, el diácono asume las funciones del ama de casa en el ritual vespertino judío de la tarde del sabbat, que contiene igualmente un rito de luz al encenderse los cirios del sabbat; en lugar de la comunidad doméstica, pudo ya en el judaísmo aparecer la comunidad de un círculo de discípulos en tomo al rabí en lugar de la familia, cfr. Gerhards, Benedicam, 30, nota 33.

  7. Cfr. TradAp. 25, ed. Geerlings 275-277.

dad, la presencia perpetua del resucitado, de la luz inperecedera. Es evidente que los posteriores rituales vespertinos de la luz entre los cristianos no se pueden explicar sin fisuras a partir del ritual judío de luz de la víspera del sabbat. Pare-ce que las influencias paganas han desempeñado un papel en este aspecto» 62.


2.
Oficio divino «catedral» y «monástico»

En época posterior, la liturgia de las horas se desarrolla conforme a un dualismo consistente en el tipo «catedral» y el «monástico». El «tipo catedral» —la liturgia de las horas de la comunidad en torno a su obispo y su presbiterio— se configuró en el trascurso del siglo IV, especialmente en las comunidades urbanas de oriente; éste se dispuso a partir de las congregaciones ordinarias de la mañana y la tarde, que, ocasionalmente, se completaban con las vigilias. El «tipo monástico» aspira al ideal de la oración ininterrumpida. En él, la re-citación de los salmos currente psalterio, lo que quiere decir que la selección de los salmos es independiente de las horas del día, ocupa un lugar central; «en general a la oración de impronta monástica le falta toda acción ceremonial. Por contraposición a ello, es inherente al oficio de la mañana y la tarde de las iglesias seculares una idea directriz central, que encuentra su forma de expresión en los salmos escogidos para la mañana y la tarde y en una ceremonia manifiesta» 63.

El «tipo catedral» consta de salmos, himnos y ejecuciones rituales. La acción de gracias por la luz desempeña un papel significante en todas partes. Partien-do de los datos más diversos y, por lo demás, divergentes, Gerhards considera característicos los siguientes elementos: para los maitines, los salmos y cánticos de la mañana —entre ellos Sal 62 (63)—, Gloria in excelsis, plegarias de intercesión, bendiciones y despedida. Para la tarde, el rito de la luz y el himno, salmodia de vísperas —entre la cual el Sal 140 (141) con el rito del incienso, eventualmente otros himnos y antífonas, súplicas de intercesión, bendición y despedida. Aparte, la vigilia dominical de resurrección se estructura como sigue: tres antífonas con oraciones, súplicas de intercesión, incensación, evangelio, bendición y despedida64.

La peregrina Egeria describe el oficio divino catedral de Jerusalén, que muestra ya influencias de la espiritualidad monástica65. Antes del canto del ga-

  1. Gerhards, Benedicmn 11.

  2. G. Winkler, Über die Kathedralvesper in den verschiedenen Riten des Ostens und des Westens, en ALw 16 (1974), 53-102. 53ss.

  3. Cfr. Gerhards, Benedicam 14.

  4. Egeria, Peregrinatio-Egérie, Journal de Voyage. Introduction, texte et traduction par P. Maraval. París 1982 (SChr 296).

llo, monjes, vírgenes y laicos se dirigen a la iglesia del sepulcro para guardar vela temprano. Hasta la salida del sol se cantan himnos y, alternativamente, salmos, así como antífonas; cada himno concluye con una oración, que corresponde a las funciones de los clérigos igualmente presentes. Al rayar el día, se cantan los matutini hymni. Cada vez, aparece el obispo, pronuncia las plegarias de súplica en las que menciona los nombres, bendice a los catecúmenos y, tras una oración, a los fieles 66. A la décima hora se celebra en Jerusalén el lucernario. El pueblo se reúne en la anástasis, y se encienden en la luz eterna de la gruta sepulcral tantas antorchas y cirios, quefit lumen infinitum. Se cantan los psalmi lucernares, sed et antiphonae diutius. En presencia del obispo y su presbiterio se cantan hymni et antiphonae. El diácono recita previamente una letanía del kyrie, seguida de una oración a cargo del obispo. Siguen las oraciones con inclinación de cabeza a cargo de los catecúmenos y fieles, antes de que el obispo bendiga a la comunidad, que le acompaña hasta la reliquia de la cruz 67. Forman parte de la vigilia dominical, un rito del incienso y la proclamación del evangelio de la resurrección a cargo del obispo 68. Junto a la selección de los salmos adecuada a los días de domingo y festivos, «de forma que su contenido se adecúe al motivo de los restantes textos del día en cuestión», forma parte del oficio de las horas jerosolimitano descrito por Egeria: «1. Clero, ascetas y pueblo (con los catecúmenos) celebran conjuntamente los maitines (cum luce, matutini) y las vísperas (lychnikón, lucernare). 2. Oración comunitaria de los aputacticae (= monjes) son las horas canónicas de tercia (en la cuaresma), de sexta y de nona (durante el año). Los peregrinos y el pueblo participan también voluntariamente en ellas. 3. A su vez, es obligación de monjes y clérigos, maturius vigilare, es decir, en las horas noctursas antes del canto del gallo. También una parte del pueblo participa voluntariamente en este officium nocturnum. 4. El contenido de este oficio divino consta de salmos con antífonas, oración, responsorios (psalmi responsorii), himnos, lecturas del Antiguo y el Nuevo Testamento. La lectura del evangelio, sobre todo las lecturas de la resurreción en domingo, le corresponden mayormente al obispo que sólo ha de aparecer a la conclusión de las horas e imparte la bendición. 5. Especialmente clara se manifiesta aquí por primera vez la orientación de las horas: la selección de los salmos, antífonas, oraciones, lectura e himnos según el motivo de las fiestas. Esto llamó la atención de la peregrina precisamente por constituir una diferencia respecto a la tradición occidental que conocía. Así, en Jerusalén, bajo el episcopado de Cirilo, se adopta por primera vez en el servicio divino público la

  1. Egeria, Peregrinatio 24, 1, 2-4, SChr 296, 234-237.

  2. Ibid., 24, 4-7, SChr 296, 238-241.

  3. Cfr. ibid., 24, 10, SChr 296, 244ss.

celebración litúrgica completa del día entero, que, retomada de la práctica de los ascetas, está bajo la dirección del obispo y el clero, y es concelebrada por todo el pueblo» 69.

El «tipo monástico» del oficio divino está cimentado sobre la singular espiritualidad del monacato, que pretende aproximarse lo más posible al ideal de la oración ininterrumpida. Así, Pacomio convierte en obligatoria para los monjes la oración ininterrumpida, independientemente de donde se encuentren o lo que estén haciendo. Aparte de ello, hay horas comunes de oración por la mañana, por la tarde y durante la noche, que son obligatorias como tarea fija: en la Vita s. Pachomii se informa de un ángel que ordenó que se había de rezar doce salmos a cada hora. Goltzen considera que «la concepción del servicio de la oración entendido como tarea» es uno «de los pensamientos más trascendentes para la evolución global del oficio divino» 70. El monacato egipcio de Tebas y la tradición monástica de Capadocia desarrollaron los dos tipos primigenios del oficio divino monástico: «Los monjes egipcios se reunían sólo por la mañana y la tarde para la meditación en común de doce salmos continuos, con los que se en-lazaban dos lecturas. El monacato urbano de Capadocia había retomado, por el contrario, del oficio catedral los salmos escogidos para la mañana y la tarde, y, además, el oficio divino, que desde los siglos II al IV sólo se recomendaba a todos los cristianos, esto es, la tercia, sexta, nona completa y la oración a media noche. Estas horas constituyen ahora el elemento fijo del cursus monástico. Con todo, el oficio de media noche de las comunidades monásticas basilianas se remonta en su estructura a la tradición egipcia. Aquí, la psalmodia currens habitual en Egipto por la mañana y la tarde se desplazó temporalmente al oficio de la noche. Una posición intermediaria entre el tipo anacorético del sur y la forma urbana del norte la ocupa el oficio monástico siro-palestino» 71.

El oficio divino del monacato griego recibió la impronta de la regla de Basilio Magno (t 379), cuyo ideal también es el de la oración ininterrumpida: «Puesto que, incluso en virtud de una ley (Ef 5, 20), la acción de gracias es preceptiva a toda hora y, como se ha demostrado, le es necesaria tanto a la naturaleza como a la razón de acuerdo con nuestra vida, de este modo, las horas de oración estipulados en las hermandades no deben omitirse» 72. Se mencionan los maitines (órthros), tercia, sexta y nona, y una hora canónica que se rezaba cuando el día se acercaba a su fin, otra al anochecer así como una hora

  1. Goltzen, 140ss. Cfr. también Winkler, 58ss.

  2. Cfr. Goltzen, 136.

  3. Winkler, 57.

  4. Cfr. Basiliusregel, 37, ed. por H.U. von Balthasar, en idem (Dir.), Die großen Ordenregeln. Einsiedeln 19743, 97.

a medianoche, aparte de ello también se menciona una hora litúrgica antes del crepúsculo matutino 73. Goltzen interpreta ésta como una hora canónica nueva que se ha desprendido de la vigilia. «Hay que preguntarse si la oración de media noche y la de antes del crepúsculo matutino surgieron originariamente de la vigilia completa que, como es natural, no se podía mantener regularmente y fue sustituida por una celebración simbólica de las estaciones de la noche» 74.

Antes del 390, el abad Juan Casiano residió75 en un monasterio de Belén; permaneció allí unos siete años junto a los monjes egipcios en el Escete, y entre el 417 y el 425 fijó por escrito sus experiencias en su obra De institutis coenobiorum76, con la que pretendía reformar el monacato galo. Los monjes egipcios no conocían las horas de tercia, sexta y nona, sino que unían sus oraciones con el trabajo. Las laudes matutinas no se distinguían por constituir un oficio divino propio.

«El centro neurálgico de las horas canónicas son doce salmos que currente psalterio, es decir, ininterrumpidamente, eran recitados por cada uno individualmente. Entre los salmos hay fases de oración callada, que, rezada de pie con los brazos levantados, interrumpida por una prostración, concluye con una colecta del que presidía la oración. El salmo decimosegundo, un salmo Hallel, concluye con el Gloria Patri. A continuación de la salmodia, sigue un oficio de lectura con dos lecturas...» Ya tenían vigencia los typica del oficio divino monástico: los salmos no se seleccionan temáticamente, sino que se rezan siguiendo un orden continuo; tampoco hay antífonas que los interrumpan; «las formas de oración acuñadas constituyen menos una finalidad en sí que un marco de la oración personal» que el monje practica ininterrumpidamente también durante el trabajo 77. «Sin embargo, Juan Casiano hace referencia al hecho de que "también los egipcios se levantaban, en determinados períodos, inclusive antes del canto del gallo y prolongaban las vigilias, después de la celebración de la hora canónica de oración, hasta que amanecía, para que la inminente luz de la mañana se hallase en ese fuego del espíritu" (Instituciones III, 5)» 78.

En Palestina se cultivaban también las horas del día; de su estancia en Belén, Casiano informa acerca de la introducción de las laudes matutinas para que se

  1. Cfr. ibid., 98ss.

  2. Goltzen, 137.

  3. Schnitzler, Stundengebet 77, lo define como «precursor de san Benito y padre del monacato y —más como padre de la devoción occidental— puente entre la Iglesia de oriente y occidente, punto de intersección de las líneas que parten de Antonio Magno, de la herencia de Orígenes, de san Agustín y León».

  4. Título más preciso: De institutis coenobiorum et de acto principalium vitiorum remedüs, ed. J.C. Guy, SChr 109, París 1965.

  5. Gerhards, Benedicam 16.

  6. Pascher, Stundengebet 35.

llegase a las siete veces que expresa el salmo (Sal 118, 164). «Esta hora matutina entró en competencia con la oración a la hora del canto del gallo; pero Casiano subraya que el antiguo orden de los salmos no había sido afectado por esta reciente introducción. Según él, se cantan al final de las vigilias, que solían concluirse después del canto del gallo y antes del crepúsculo matutino, los salmos 148-150, y se rezan en la nueva hora los salmos 50, 62, 89. También en la tercia, sexta y nona, se rezan tres salmos y oraciones» 79.

Las completas están enraizadas en una tradición, según la cual sólo los sábados y los domingos después de las vísperas se celebraba una cena especial, y, sólo en esos días, tenía lugar un acto singular de devoción antes de irse a dormir sin que se las denominase todavía con el nombre de completas. «La altera matutina (= prima) y la oración antes de irse a dormir (= las posteriores completas) surgieron, de forma distinta a las horas que se celebraban hasta ese momento, de las circunstancias de la vida monástica cenobítica, mientras que a las horas más antiguas se les da un fundamento bíblico. Así, este orden adaptado ahora a la vida monástica precisaba sólo la fijación resumida para el monacato occidental, que, por aquel tiempo, había de encontrarse en la regla de san Benito» 80.

En occidente, fue san Benito de Nursia (t 547) «el que redactó para los monasterios por él fundados el primer ordo del oficio divino que se ocupa incluso de los detalles pormenorizados» 81. Este ordenamiento no era nuevo, enlazaba con el que existía en la Iglesia romana 82. «AI esquema antiguo ya se le había añadido antes de él la prima y las completas. La víspera es una hora canónica. En consecuencia, las horas canónicas del día eran: prima, tercia, sexta, nona y víspera. Para la noche regían: las completas, nocturnas y maitines (=laudes)... Por primera vez, se tiene noticias de una fijación de los salmos para todo el oficio de la semana. Sin embargo, san Benito da cuenta de la libertad de opción en el hecho de que no insista necesariamente en su distribución, con la sola condición de que cada semana se rece todo el salterio» 83. Como tarea fundamental del oficio se puede considerar la siguiente: Psalterium per hebdomadam, scriptura per annum» 84. La distribución que tiene en cuenta el equilibrio entre cada

  1. Pascher, Stundengebet 36.

  2. Goltzen, 143ss.

  3. Pascher, Stundengebet 44. Con todo, san Benito le confiere a su regla en el capítulo 18 una libertad sorprendente: «Sobre todo, es nuestro interés atenernos a lo que sigue: si a éste o a aquél no le complaciese esta distribución de los salmos, que la cambie como mejor pudiera parecerle. Él tiene en todo caso que procurar que cada semana se rece el salterio entero con sus 150 salmos, y que se vuelva a comenzar de nuevo siempre en domingo en la vigilia nocturna». H.U. von Balthasar (Dir.), Die großen Ordenregeln. Einsiedeln 1973, 214ss.

  4. Cfr. Bäumer, 170-172.

  5. Pascher, Stundengebet 45.

  6. Goltzen, 154.

una de las horas atestigua, según Goltzen, tanto la «templanza» como virtud fundamental de san Benito, como la división mesurada del trabajo de los monjes. Ésta concluye con las vísperas, que se han de rezar en horas lo suficientemente tempranas de la tarde para que no sea todavía necesaria la luz de la lámpara. Las completas ponen fin al trascurso monástico del día 85.

«Cuando los langobardos, en torno al 580, destruyeron el monasterio de Montecassino, los monjes que huyeron encontraron refugio en Roma. Gelasio II 1es dio alojamiento en el palacio de Letrán, donde pronto florecieron varios de sus monasterios. En los siglos siguientes, surgieron también en las demás Iglesias principales de Roma monasterios benedictinos que acogieron en sus basílicas el oficio divino de las horas. San Benito había creado su orden probablemente bajo la influencia de las tradiciones romanas. Ahora, regresaban éstas en la forma benedictina y podían, desde aquí, emprender su marcha triunfal sobre toda la Iglesia occidental» 86. A causa del desmoronamiento de la cultura antigua de la ciudad durante la invasión de los pueblos germánicos, los monasterios cobraron una enorme importancia. Muchos obispos que pro-cedían de los monasterios introdujeron en sus iglesias el oficio divino de san Benito. Con Ios monjes misionales benedictinos, la liturgia romana de las ho-ras Llegó a la Europa del norte y a Britania. Según Gerhards, Gregorio VII la «introdujo probablemente en la península ibérica, de forma que en la Edad Media prácticamente en todas partes regía el oficio romano, después de que hubiese desplazado la mayor parte de las tradiciones locales» 87.

Sin embargo, no hay que hacer caso omiso de estas tradiciones no romanas. Así, la Iglesia española distinguía, según Martimort, hasta entrado el siglo XI entre el ordo catedral (Quod est matutini et vespertini sive completi officium) y cuantas horas canónicas introdujeron los monjes (Officium sollicite exsolvendum monacis) 88. La Iglesia de Milán pudo también preservar en la liturgia de las horas sus propias tradiciones, que experimentaron una renovación incluso en el espíritu del concilio Vaticano II89. Como elementos típicos del oficio divino milanés –cuyas horas menores se corresponden con las del romano– menciona Martimort el lucernario de vísperas, la conmemoración bautismal unida a una procesión al baptisterio en una celebración de vísperas o maitines, la antipho-

  1. Cfr. Goltzen, 155-157.

  2. Pascher, Stundengebet 44ss.

  3. Gerhards, Benedicam 23.

  4. Martimort, 263.

  5. Martimort, 266: «La reformé de l'office ambrosien dans l'esprit de Vatican II a reçu un commencement de mise en pratique avec la publication en 1981 d'un diurnal, Diurna laus. II s'agit surtout d'alléger l'office par une meilleure répartition des psaumes, de mieux mettre en valeur la commémoration baptismale et les intercessions, de réviser le répertoire euchologique».

na ad crucen que recuerda a la liturgia de las horas de Jerusalén así como una gran profusión de textos eucológicos para días festivos 90.


3. Del oficio divino a la oración del breviario

La transición a la liturgia de las horas como servicio divino celebrado para la recitación privada del breviario está relacionada, según Pascher, también con una nueva práctica de ordenación: hasta el siglo XI la ordenación se administraba para ejercer el ministerio en una iglesia determinada. A ella iba unida la obligación de celebrar allí la liturgia de las horas. Cuando se empezó a ordenar sacerdotes sin asociarlos a una iglesia determinada, la obligación del oficio divino no ligaba ya al lugar del ministerio, sino que se convirtió en menester personal del ordenado. Cuanto más intensamente se fue desprendiendo la ordenación de la unión a una iglesia, la recitación privada del oficio divino fuera del coro fue obteniendo la supremacía cada vez más. Con ello, también la liturgia de las horas empezó a desprenderse del tiempo natural; «ahora la oración de la noche podía recitarse de día, incluso el día antes» 91. El «breviario» creó la oración de las horas fuera del coro: los libros que contenían textos compilados para aquellos ministros que individualmente desempeñaban un papel determinado no se tomaron en absoluto en consideración para la recitación privada. Junto a las abreviaciones de las lecturas, cánticos y oraciones se recopiló todo lo necesario para la recitación privada en un libro, el breviarium. Fue decisivo que la corte papal rezase el oficio divino conforme al Breviarium secundum consuetudinem curiae Romanae y que éste lo retomase la nueva orden franciscana 92.

Precisamente fue el clero secular el que se vio afectado por este nuevo oficio divino. Gerhards justifica esto en referencia a la reconfiguración de la estructura eclesiástica: Durante el primer milenio, en las ciudades, las iglesias episcopales eran centros litúrgicos. En el ámbito rural, había igualmente centros de clérigos y monjes que vivían de forma comunitaria. En estos centros pudo tener lugar una división del trabajo entre la oración del coro y la cura de almas. Con la evolución de la parroquia en el sentido actual desde el siglo XII, y el aislamiento del clero que resultaba de ello, fue imposible la celebración comunitaria de la liturgia del día. «En lugar de reducirla a los elementos originarios catedrals, se favoreció ahora la evolución a la recitación privada del oficio entero». Ya Chrodegan de Metz (+ 766) prescribió que los canónicos regulares recitaran

  1. Cfr. Martimort, 264-266.

  2. Pascher, Stundengebet 56.

  3. Cfr. ibid.. 57ss.

en privado el oficio en ausencia de la oración del coro; entre los canonici de época carolingia se concebía también a todos los clérigos 93.

El sacerdote secular quedó prácticamente abolido con esta evolución: «Con la ordenación, se confiere a su vez, automáticamente, la dignidad monástica, no sólo en lo que atañe al modo de vida, sino también en relación a la espiritualidad. Hasta la reforma litúrgica más reciente, el sacerdote era, por lo que hace referencia al breviario, una especie de "monje de viaje" con la obligación que le ligaba al ejercicio privado de la oración del coro que desde hacía tiempo ya no existía como tal» 94. De hecho, el viaje daba ocasión, en muchos aspectos, a la recitación privada: los monjes mendicantes que vivían sin stabilitas loci no podían participar en la oración del coro fuera de los conventos y rezaban las horas en privado. También los estudiantes clérigos de las universidades medievales, que, como beneficiados, tenían las obligación del oficio divino, «aspiraban, movidos por el consejo de los moralistas», a reparar, cuanto más posible, la pérdida causada por la estancia alejada de su iglesia «mediante la recitación privada» 95. Tanto más tuvo esto validez cuando también con el «cumplimiento» del oficio divino (ya sea privado o en el coro) se pagaban los ingresos (beneficios) de los clérigos.

También la devoción subjetiva de la Alta y la Baja Edad Media incentivó la evolución hacia la oración clerical jerárquica 96. La compañía de Jesús recién fundada en el siglo XVI se las arregló sin ningún tipo de oración coral, sus miembros se limitaban a la recitación obligatoria del breviario. Desde el siglo X se desarrolló a partir del oficio divino oficial el officium parvum, un oficio adicional menor en honor de la Trinidad, la Virgen María o un santo. Desprendido del oficio principal, se convirtió en una oficio divino independiente que sobre todo fue practicado por laicos doctos. Pero también en su caso, se llevaba a cabo bajo la forma de la oración individual extraída de los «libros de las horas», algunos de los cuales obtuvieron celebridad en virtud de su ornamentación artística 97. Muchas congregaciones monásticas de la Edad Moderna adoptaron el Oficio Mariano Menor como oración obligatoria diaria de sus miembros 98.

  1. Cfr. P. Salmon, Die Verpflichtung zum kirchlichen Stundengebet, en J.A. Jungmann (Dir.), Brevieistudien. Referate aus der Studentagung von Assisi 14.-17. September 1956. Tréveris 1958, 85-116. 94ss.

  2. Gerhards, Benedicam 24. Similar es el juicio de Winkler 54.

  3. Salmon, Verpflichtung 101.

  4. Cfr. Salmon, Verpflichtung 111.

  5. Respecto a los breviarios de los laicos o «Livres d'heures» cfr. H. Bacht, art. Laienbrevier: LThK2 VI 743.

  6. Cfr. art. «Officium parvum»: Adam-Berger, 370.

Por mandato de Clemente VII, el cardenal franciscano español Francisco de Quiñones publicó en el año 1535 un breviario para uso meramente privado. Quiñones justificó la obligación del breviario a cargo del sacerdote bajo tres aspectos: El sacerdote debe rezar por y en lugar del pueblo que está ocupado en sus menesteres; debe dar ejemplo a otros y aprender de la lectura diaria del breviario para la catequesis. El oficio divino se había convertido por completo en oración jerárquica clerical 99. En principio muy exitoso, este breviario tuvo sólo una historia de siglo y medio. Jungmann expone las razones que se adujeron en contra de este breviario reformador, si bien indica también las repercusiones del mismo después de la publicación del breviario romano de 1568; así en el Book of Common Prayer inglés, en los breviarios neogalicanos de los siglos XVIII y XIX, en los breviarios para órdenes no clericales y en los breviarios particulares de diversas diócesis 100. El breviario elaborado por Quiñones expresamente para la recitación individual era, de hecho, una ruptura demasiado grande con la tradición: «Esta consecuencia no fue compartida por la autoridad suprema; no se quería renunciar a la pretensión teórica de que el oficio divino es oración de la Iglesia» 101.

Distinto es el breviario que —encomendado por el concilio de Trento— se publicó en el año 1568 y habría de tener validez durante cuatrocientos años. Análogamente a lo que acontecía con el misal sólo aquellas Iglesias que tenían una tradición propia de una antigüedad de dos siglos, podían conservarla. El nuevo breviario iba dirigido a la recitación tanto pública como privada 102 y se divulgó muy rápidamente. Fue revisado ya bajo el pontificado de Urbano VIII (t 1644); los himnos fueron refundidos conforme al modelo clásico, y se introdujo el asterisco en el salterio 103. Sin embargo, persistieron las deficiencias fundamentales del breviario entendido como libro de oración jerárquica clerical; «en relación al carácter comunitario» no contenía «nada más que una actualización de la anterior condición» 104. Hubo principio de reforma en Alemania durante el período de la Ilustración, cuando se aspiró a introducir las «vísperas

  1. Cfr. Pascher, Stundengebet 59; el breviario de Quiñones se llamó también «breviario de la cruz», puesto que su redactor era sacerdote cardenal de Santa Croce in Gerusalemme.

  2. Cfr. J.A. Jungmann, Warum ist das Reformbrevier des Kardinals Quiñonez gescheitert? en idem: Liturgisches Erbe und pastorale Gegenwart. Studien und Vorträge. Innsbruck-Viena-Munich 1960, 265-282.

  3. Gerhards, Benedicam 25.

  4. Cfr. Salmon, Verpflichtung 108: «En los decretos del concilio de Trento, resultaría tarea vana buscar un texto que justifique la recitación privada o incluso algún otro que la disponga como obligatoria. Por contra, no faltan los cánones, que vuelven a traer a la memoria la obligación del oficio divino incluso en las parroquias».

  5. Cfr. Pascher, Stundengebet 61-63.

  6. Gerhards, Benedicam 25.

alemanas» como servicio divino de la comunidad 105. «Los elementos todavía existentes del servicio divino latino en las parroquias fueron reelaborados mediante traducciones al alemán y la introducción de canciones alemanas para la participación de los fieles en su ejecución» 106. No obstante, para el sacerdote no cambió nada; seguía estando obligado el domingo por la tarde, en una celebración comunitaria de vísperas, a rezar «su» breviario durante la oración de los fieles si no es que había «anticipado» la correspondiente hora.

Hubo una reforma bajo el pontificado de Pío X, que el 1.11.1911, con la bula «Divino afflatu spiritu, confirió un nuevo orden al salterio», que debía rezarse una vez por semana. Con el motu proprio In cotidianis precibus del 24.3.1945 Pío XII permitió la utilización de una nueva traducción latina de los salmos que seguía el texto original hebreo, aunque una reforma profunda del breviario se-guía estando por hacer 107. Un decreto de la Congregación de Ritos del 23.3.1955 simplificó las rúbricas, pero con ello se había conseguido todavía poco en relación al retomo a la celebración comunitaria del oficio divino.

La participación activa de los fieles en los sagrados misterios como programa del Movimiento Litúrgico habría de abarcar también al oficio divino. En su escrito La pieté liturgique, publicado en el año 1914, Lambert Beaudoin hizo un llamamiento para preservar las vísperas y las completas de domingo, o, en su caso, para restablecerlas. Lo mismo reclamó en el año 1925 el benedictino de la abadía Maria Laach A. Wintersig. En el año 1923, R. Guardini empezó por la elaboración de traducciones explicatorias del oficio divino para laicos; se publicaron las de prima, vísperas, completas y los maitines de la Semana San-ta para la celebración comunitaria en Burg Rothenfels. La celebración comunitaria de las horas del oficio divino forma parte igualmente de la práctica del círculo en tomo a Pius Parsch los.


4. El oficio divino renovado

La necesidad de reforma del oficio divino estaba, en el Concilio, fuera de toda duda: «En casi todos los discursos de los Padres, se expresaba vivamente la preocupación de si la oración del breviario no se había convertido actual-mente para el sacerdote, incesantemente activo, más en una carga agobiante

  1. Cfr. L. Brinkhoff, art «Vesperdienst (en avondoefening)»: LW II, 2796ss.

  2. F. Kohlschein, Die Tagzeitenliturgie als «Gebet der Gemeinde» in der Geschichte, en HID 41 (1987), 12-40. 29.

  3. Cfr. Th. Klauser, De ratione reformandi Breviarium romanuni, en EL 63 (1949) 406-411; B. Fischer, Brevierreform. Ein Vorschlag. Tréveris 1950.

  4. Respecto a la liturgia de las horas canónicas en el Movimiento Litúrgico cfr. Kohlschein, Tagzeitenliturgie 30-37.

que en un incentivo real del hombre religioso». Se presentaron quejas acerca del dualismo existente entre la devoción personal del que reza el breviario y la espiritualidad del oficio divino, en suma, una falta de calidad espiritual en el breviario así como un pensamiento del deber según el cual la cantidad de oración obligatoria se cumplía (se «anticipaba») a cambio de una cantidad no menor de cada una de las horas, independientemente del criterio de la adecuación al tiempo natural 109.

El concilio Vaticano II le dedicó a la reforma del oficio divino un capítulo propio (SC 83-101) en la Constitución sobre la liturgia. SC 89 expone las siguientes líneas directrices para la reforma: «a) Las laudes, como oración matutina, y las vísperas, como oración vespertina, que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio del oficio divino, deben considerarse como las dos horas de oración primordiales y celebrarse como tales. b) Las completas deben configurarse de tal modo, que se correpondan por completo con el final del día. c) La hora llamada de maitines, aunque tenga que conservar en el coro el carácter de alabanza nocturna de Dios, debe configurarse de tal modo, que pueda rezarse provechosamente a cualquier hora del día, y tiene que constar de menos salmos y lecturas más largas. d) La prima debe omitirse. e) En el coro se deben conservar las horas menores, tercia, sexta y nona. Fuera del coro, se puede escoger una de ellas, la que se corresponda más adecuadamente al momento del día en cuestión». SC 88 establece la veritas temporis: la reforma ha de posibilitar «restablecer el curso tradicional de las Horas, de modo que, en la medida de lo posible, éstas correspondan al tiempo natural y, al mismo tiempo, se tengan en cuenta las condiciones de la vida moderna en que se encuentran especialmente aquellos que se dedican al trabajo apostólico».

A lo Largo de siete años, un grupo de trabajo, el «Consejo romano para la liturgia», estuvo trabajando en la elaboración del oficio divino renovado; el día de todos los santos del año 1970, fue aprobada con la Constitución apostólica Laudes canticum del papa Pablo VI 110, y en la pascua de 1971 se publicó el primer volumen de la editio typica de la Liturgia Horarum 111. A ella le siguieron posteriormente las diferentes ediciones en lengua vernácula 112.

SC 95-98 se ocupan de la obligación del oficio divino. Los clérigos no obligados a coro que tengan órdenes mayores están obligados a rezar el oficio

  1. E.J. Lengeling, Die Konstitution des Zweiten Vatikanischen Konzils über die heilige Liturgie. Texto latino y alemán con comentario. Münster 19652 (Lebendiger Gottesdienst 5/6), 176.

  2. Kaczynski nn. 2196-2214.

  3. Kaczynski nn. 2538.

  4. Así, en el año 1969, una preedición del libro de las horas francés; en los años 1970/71, una preedición alemana con el título de «Neues Stundenbuch»; la verdadera edición para el dominio lingüístico alemán se publicó en los años 1978/1979 en tres volúmenes.

divino en común o en privado (SC 96); por consiguiente, aquí se diferencia la ejecución comunitaria y la privada. Según SC 99, el cumplimiento del oficio divino en comunidad es claramente preferencial. A pesar de toda la importancia que se le da a la oración comunitaria, según Richter, todavía están presentes en la Constitución sobre la liturgia relictos de una concepción clericalista del oficio divino. Según él, es sintomático que, aunque se recomiende a los laicos el oficio divino después de hacer mención de todos los obligados a ello, (SC 100) en este caso ya no se hable de un encargo por parte de la Iglesia. Del pensamiento de Taft, recoge Richter la consideración de que también el concilio Vaticano II, como en el pasado, ha seguido considerando al oficio divino como libro de oración para sacerdotes y religiosos, y de que se ha partido de la premisa de que por regla general su cumplimiento es privado y sólo en casos excepcionales su celebración se lleva a cabo en el marco del servicio divino de la comunidad. Con ello, según él, la base histórica para la obra de la reforma ha sido incompleta en muchos aspectos porque está edificada casi exclusivamente sobre la tradición latina posmedieval 113. Así, el principio de la Liturgia semper reformanda tiene validez precisamente para la liturgia de las horas. Posteriormente, debía de reflexionarse si una compilación de material que no ofrece ningún orden fijo, sino, más bien, una suerte de ordo marco con renuncia a una elaboración detallada, «no sería una paso concreto más allá para arrebatarles a esas celebraciones litúrgicas tan descuidadas en nuestras comunidades y, de hecho, tan necesarias la última apariencia de oración que sólo le corresponde al clero» 114. Según Häußling, la Liturgia Horarum y las ediciones en lengua vernácula derivadas de ella no han conseguido hasta ahora responder a la necesidad de oración de los cristianos en particular ni de la comunidad, ni guiarlos a la oración. El «objetivo del Concilio de "profundizar cada vez más la vida cristiana entre los fieles" y poner en marcha como vía hacía esa meta "una renovación general de la liturgia" (SC 1 y 21), todavía no se ha conseguido ni de lejos en el ámbito de la liturgia de las horas, a pesar de algunos trabajos admirables» 115.

  1. Cfr. K. Richter, Die Reform des Stundengebetes nach dem Zweiten Vatikanischen Konzil, en M. Klöckener/H. Rennings (Dirs.), Lebendiges Stundengebet. Vertiefung und Hilfe (Miscelánea en homenaje a Brinkhoff). Friburgo-Basilea-Viena 1989, 48-69. 54.

  2. Ibid., 65.

  3. A.A. Häußling, Ist die Reform der Stundenliturgie beendet oder noch auf dem Weg? en Th. Maas-Ewerd (Dirs.), Lebt unser Gottesdienst, 227-247. 242.


BIBLIOGRAFÍA

S. Bäumer, Geschichte des Breviers, Friburgo de Brisgovia 1895.

R. Biron, Histoire du Bréviaire, 2 vols., Paris 1905, reimpresión Roma 1967.

H. Goltzen, Der tägliche Gottesdienst. Die Geschichte des Tagzeitengebets, seine Ordnung und seine Erneuerung in der Gegenwart, Leitourgia III, Kassel 1956, 99-294.

J.A. Jungmann (Dir.), Brevierstudien. Referate aus der Studientagung von Assisi 14.-17 September 1956. Tréveris 1958.

R. Kaczynski, Schwerpunkte der Allgemeinen Einführung in das Stundengebet, En: LJ 27 (1977), 65-91.

A.G. Martimort, La priére des heures, L'Eglise en priére IV, Paris 1983. 169-293 (existe edición española La Iglesia en oración, Herder, 1992).

J. Pascher, Das Stundengebet der römischen Kirche, Munich 1954.

J. Pinell, Liturgia delle ore, Anamnesis — Introduzione storico-teologica alta Liturgia 5, Génova 19912.

M. Righetti, Manuale di storia liturgia 11, L'Anno Liturgico – Il Breviario, Milán 1955, 469-558, La storia dell'Ufficio.

Th. Schnitzler, Was das Studengebet bedeutet. Hilfe zum geistlichen Neubeginn, Friburgo-Basilea-Viena 1980.

R. Taft, The Liturgy of the Hours in East and West. The Origins of the Divine Office arel its Meaning for Today, The Liturgical Press Collegeville 1986.