MIÉRCOLES DE CENIZA

CELEBRACIÓN LITÚRGICA

PARA SER CONDUCIDA POR UN LAICO

INTRODUCCIÓN

La Cuaresma es una experiencia de conversión para todo el pueblo cristiano que, a ejemplo de Jesús, reflexiona sobre su propia realidad y se dispone para la acción de Dios que le seduce nuevamente y lo lleva a vivir plenamente el proyecto de vida propuesto por el Maestro.

Del porqué de este guión litúrgico

Esta experiencia cuaresmal comienza cada año con la celebración del Miércoles de Ceniza, donde renovamos el compromiso de vivir según el Evangelio. Esta celebración la presiden ordinariamente los ministros ordenados a quienes corresponde por la función que tienen en la Iglesia.

El mismo Señor constituyó a algunos ministros que, ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñaran públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal a favor de los hombres, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que "no todos los miembros tienen la misma función" (Cf. Rom 12, 4)

Sin embargo, no es raro que, por diversas circunstancias, en algunos casos deban designarse laicos para la celebración de este sacramental. Es por ello que he realizado este guión litúrgico, para servir a los laicos en el cumplimiento de este encargo excepcional.

Cuando la necesidad o la utilidad de la Iglesia lo exige, los pastores pueden confiar a los fieles no ordenados, según las normas establecidas por el derecho universal, algunas tareas que están relacionadas con su propio ministerio de pastores pero que no exigen el carácter del Orden

 

De la estructura de la celebración.

La liturgia de los sacramentos posee una estructura general que le da sentido pleno como celebración cristiana, esta consiste en dos partes fundamentales e in-desligables: Celebración de la Palabra y Celebración del Sacramento. Esta estructura, por su valor litúrgico y pastoral, es retomada en la celebración de los sacramentales. Así pues, sobre esta estructura básica se alza el armazón de esta celebración, que se ha enriquecido con una Plegaria Común – como lo pide la Iglesia – y se ha completado con la introducción y el envío, que pretenden servir de puntos de entronque entre experiencia vital y experiencia celebrativa.

 

ALGUNOS ELEMENTOS A TENER EN CUENTA

Sobre las Competencias del Laico

Por el carácter extraordinario de esta celebración presidida por un laico, es importante tener en cuenta algunos elementos:

El laico deberá ser designado para este menester por el párroco o pastor de almas con jurisdicción en el lugar donde se llevará a cabo la celebración. Esta designación debe quedar clara para la asamblea.

Si la asamblea que se va a reunir es muy numerosa, conviene que también se autorice a otros laicos para la imposición de la ceniza.

Es ordinariamente el sacerdote o el diácono quien bendice la ceniza y la entrega a quien a quien(es) ha designado para animar la celebración.

Los laicos no tienen la potestad de bendecir, ni de imponer las manos, ni de predicar en nombre de la Iglesia.

Sobre la Celebración

Son unas pautas básicas respecto al desarrollo de la celebración.

En la celebración aquí presentada, no se prevé la distribución de la Comunión.

El laico puede estar o no estar revestido con el alba. Si es un ministro instituido es preferible que esté revestido.

Deberá colocarse un asiento especial para quien va ha presidir la celebración, este estará ubicado en un lugar visible para que desde allí pueda conducirla asamblea en su oración. Si la celebración se lleva a cabo en un templo, no podrá usarse la sede, aún cuando ésta sea móvil, sino que se dispondrá otro asiento diferente en un lugar adecuado.

Antes del canto o silencio inicial, o después del saludo del animador, es conveniente que se haga una monición que introduzca toda la celebración. Ésta podrá ser realizada por el animador, pero también por otro laico.

En la Celebración de la Palabra pueden utilizarse todas las lecturas con el salmo respectivo y el verso (o canto) antes del Evangelio; o la lectura del Antiguo Testamento con el salmo, el verso (o canto) antes del Evangelio y el Evangelio; o sólo el Evangelio, que puede estar antecedido de un canto que invite a la escucha de la Palabra de Dios. Téngase en cuenta, sin embargo, la importancia de la escucha de la Palabra de Dios en la celebración cristiana y, de manera especial, en el tiempo de cuaresma.

Debe recordarse que mientras las lecturas se anuncian, el salmo y el verso antes del evangelio no se anuncian, de ahí que aparezcan en letra diferente su enunciación.

En cuaresma está prohibido el canto del Aleluya, por ello debe cantarse el verso antes del Evangelio señalado para este día u otro canto adecuado.

En vez de la homilía, que sólo corresponde a un ministro ordenado, puede hacerse una de las lecturas patrísticas propuestas o el mensaje para la cuaresma que el Papa publica cada año, o el mensaje para la cuaresma del obispo de la propia diócesis, u otro texto adecuado que halla sido aprobado por el párroco o sacerdote con jurisdicción en el lugar.

Es recomendable que durante la imposición de la ceniza se cante o recite el salmo 50, por su carácter penitencial. Sin embargo, pueden emplearse otros cantos.

En la oración común, al finalizarse las preces que se presentan en el guión litúrgico, pueden añadirse intenciones libres. Éstas deben corresponder con el carácter universal de la oración oficial de la Iglesia, más que a intenciones particulares.

No es necesario que luego de cada una de las intenciones libres se diga o cante la respuesta de la asamblea. Debe recordarse, sin embargo, que esta respuesta sí ha de hacerse después de cada una de las intenciones propuestas en este guión litúrgico.

Lavarse las manos después de la imposición de la ceniza, es, en esta celebración, una necesidad y no un gesto ritual, por lo cual deberá llevarse a cabo con gran sobriedad y, preferiblemente, en privado o en la sacristía, según el caso.

La exhortación que finaliza la celebración debe ser de verdad corta y no una catequesis. Luego de esta podrá cantarse, si se considera oportuno, un canto a la santísima Virgen María.

 

 

MIERCOLES DE CENIZA

 

INTRODUCCIÓN

Canto o silencio

La celebración puede iniciarse en silencio o con un canto adecuado. Podrían cantarse las letanías de los santos.

Signación

El animador se signa junto con toda la asamblea.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Saludo**

El animador saluda con las manos juntas a la asamblea con una de las siguientes invocaciones.

1. Nuestro auxilio es el nombre del Señor

R. Que hizo el cielo y la tierra.

2. Sea bendito nuestro Dios en todo tiempo y lugar, ahora y

por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Monición

El animador u otro de los presentes, puede hacer una monición que introduzca la celebración. He aquí un modelo:

«Conviértanse y crean en el Evangelio», ésa es la invitación que Jesús nos hace hoy a través de la Iglesia.

Convertirse quiere decir volverse hacia Dios. Supone más un dirigirse hacia Alguien que llama que un desprenderse del egoísmo y optar por una nueva concepción de la vida. Para acoger un mensaje, hay que elevar ante todo los ojos hacia el mensajero.

Por este motivo, Jesús hizo una llamada a la conversión en el momento en que iba a anunciar a los hombres la Buena Nueva del Reino de Dios, y Pedro reitera esa misma llamada el día de Pentecostés. La conversión, a la que somos invitados, consistirá, ante todo en una intensificación de nuestra relación personal con Jesús.

Oración colecta

El animador invita a orar, y todos harán silencio por breves momentos. Si lo desea puede utilizar el tradicional Oremos. Luego hace la siguiente oración con las manos extendidas.

Padre bueno,

Concédenos poder inaugurar con este ayuno santo

la vigilancia propia

de nuestro combate cristiano,

para que el vigor que comunica

a nuestro ser la austeridad de la Cuaresma

afirme nuestra fortaleza

en la lucha cotidiana contra el mal

y en el progreso de la virtud.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

CELEBRACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

El animador o, preferiblemente, otro(s) laico(s) que se encuentre(n) presente(s) proclama(n) las lecturas, incluido el Evangelio. Si se considera más oportuno, puede hacerse sólo la lectura del Antiguo Testamento con el salmo y el Evangelio, o sólo el Evangelio, precedido de un canto adecuado.

Monición.

El llamamiento que hace el profeta Joel al pueblo de Dios para una celebración comunitaria de penitencia y su alusión a la conversión íntima nos dispondrán a escuchar la invitación de San Pablo, que nos pide "por Cristo, que nos dejemos reconciliar con Dios», pues «ahora es el día de la salvación». Al ver seguidamente en Jesús con qué espíritu se debe hacer la limosna, la oración y el ayuno, descubriremos que no es la Iglesia quien ha elaborado las diversas modalidades de penitencia, sino que las ha recibido de su Señor.

 

Lecturas bíblicas y cantos interleccionales.

Del libro del profeta Joel (2, 12-18)

Dice el Señor todopoderoso: Convertíos a mi de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones no las vestiduras: Convertíos al Señor Dios vuestro; porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas. Quizá se convierta y se arrepienta y nos deje todavía la bendición, la ofrenda, la libación del Señor nuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión; congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba; la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: «Perdona, Señor, perdona a tu pueblo, no entregues tu heredad al oprobio; no la dominen los gentiles, no se diga entre las naciones: «¿Dónde está su Dios?» Que el Señor sienta celo por su tierra y perdone a su pueblo.

Palabra de Dios.

 

Salmo 50

R. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa.

Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti sólo pequé. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará su alabanza. R.

 

De la 2ª carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,20-6,2)

Hermanos: Somos embajadores de Cristo, siendo Dios el que por medio nuestro os exhorta; os lo pedimos por Cristo: dejaos reconciliar con Dios. El cual, por nosotros hizo pecado al que no conocía el pecado, para que por él llegáramos a ser justicia de Dios. Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: «En el tiempo de la gracia te escucho ¡en el día de la salvación te ayudo» Pues mirad: Ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación.

Palabra de Dios.

 

 

Verso antes del evangelio

No endurezcáis hoy vuestro corazón;

escucha la voz del Señor.

 

Hechas las lecturas y el salmo, o si estos no tuvieron lugar, se lee el texto evangélico.

Escuchen la Palabra del Señor, según el Evangelio de san Mateo (6, 1-6. 16-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos, de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha ¡así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Cuando recéis no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que esta en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis no andéis cabizbajos, como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que esta en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor.

 

Lectura de un texto apropiado.

Después de la proclamación del Evangelio y de unos breves momentos de silencio, puede hacerse una de las lecturas patrísticas del oficio o la lectura de un texto aprobado por el párroco o sacerdote con jurisdicción.

 

IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

El animador y, si es el caso, otros laicos, impone(n) la ceniza a los presentes diciendo a cada uno:

Conviértete y cree en el Evangelio.

O bien:

Acuérdate que polvo eres y en polvo te has de convertir.

Mientras tanto pueden cantarse las antífonas y el responsorio que se proponen a continuación otro canto apropiado.

Antífona 1 Cf. Jl 2, 13

Cambiemos nuestro vestido por la ceniza y el cilicio: ayunemos y lloremos delante del Señor, porque nuestro Dios es compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados.

Antífona 2 Jl 2, 17; Est 13, 17

Entre el atrio y el altar lloran los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: Perdona, Señor, a tu Pueblo, no cierres la boca de los que te alaban.

Antífona 3 Sal 50, 3

Señor, borra mi culpa.

Está última antífona puede repetirse después de cada una de las estrofas del salmo 50:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa,

lava del todo mi delito

limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra Ti, contra Ti sólo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de u rostro,

no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso.

Enseñaré a los malvados tus caminos,

Los pecadores volverán a Ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios,

Dios, salvador mío!,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen,

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado,

un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Responsorio

V. Corrijamos aquello que por ignorancia hemos cometido, no sea que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos, sin poder encontrarlo, el tiempo de hacer penitencia.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad porque hemos pecado contra Ti.

V. Socórrenos, Dios Salvador nuestro,

por el honor de tu nombre, líbranos, Señor.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad porque hemos pecado contra Ti.

Terminada la imposición de la ceniza, el animador y, si es el caso, sus colaboradores, se lavan las manos.

PLEGARIA COMÚN

El animador de la celebración, con las manos juntas, invita a la oración con estas palabras:

Hermanos:

Pidamos confiadamente a Dios, Padre misericordioso, para que, por la penitencia y la escucha de su Palabra, vivamos en santidad y justicia todos nuestros días. Digámosle:

Santifica, Señor, a tu pueblo.

U otra invocación adecuada.

Otro laico, o el mismo animador, hace las preces.

Padre santo, que nos diste a Cristo como pastor de nuestras vidas, ayuda a los pastores y a los pueblos a ellos confiados, para que no falte nunca al rebaño la solicitud de sus pastores ni falte a los pastores la obediencia de su rebaño. R.

Dirige, Señor, el sentir de los pueblos y la mente de sus gobernantes por los caminos de tu voluntad, para que procuren con empeño el bien común. R.

Tú que creaste a todos los hombres a imagen tuya, haz que sintamos horror de las injusticias y desigualdades entre los hombres. R.

Llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti, y a nosotros enséñanos cómo podemos ayudarlos. R.

Pueden añadirse algunas intenciones libres.

Padrenuestro

A continuación, el animador, con las manos juntas, exhorta a la asamblea con estas u otras palabras.

Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre diciendo: Padre nuestro…

Oración

El animador, con las manos extendidas, concluye la Oración Común diciendo:

Dios, que conviertes a ti los corazones de los creyentes,

escucha nuestras súplicas:

Concédenos abandonar los senderos del error

para seguir a Cristo tu Hijo,

por el camino que conduce a la vida;

para que fieles a las promesas del bautismo,

vivamos coherentemente con nuestra fe,

testimoniando con valor la verdad de tu Palabra.

Por Cristo nuestro Señor.

ENVÍO

Bendición**

El animador, con las manos juntas, invoca la bendición de Dios sobre la asamblea con una de estas fórmulas.

Dios nos colme de todo gozo y esperanza en la fe.

La paz de Cristo reine siempre en nuestros corazones.

El Espíritu Santo infunda sobre nosotros la abundancia de sus dones.

R. Amén.

Si parece oportuno que la bendición se haga según una fórmula más solemne, podrá utilizarse la siguiente fórmula:

El Señor, Dios de Israel, visite y redima a su pueblo.

R. Amén.

Nos dé la gracia de servirlo en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida.

R. Amén.

Ilumine a quienes están en las tinieblas y en las sombras de la muerte y dirija nuestros pasos por el camino de la paz.

R. Amén.

 

Despedida

El animador de la celebración despide a los fieles con una breve exhortación a vivir este tiempo de cuaresma como un camino de conversión. He aquí un modelo:

Que esta ceniza sea signo de nuestro compromiso

de vivir la cuaresma como un camino de conversión

que nos lleve al encuentro personal con Jesucristo resucitado,

liberador del hombre caído en esclavitud.

 

 

 

APÉNDICE I

LECTURAS PATRISTICAS ***

 

LH. Miércoles de Ceniza, Oficio de lecturas.

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

(Cáp. 7, 4 – 8; 5 – 9,1; 13, 1 – 4; 19, 2: Funk 1, 71 – 73. 77 – 78. 87)

Convertíos

Fijémonos atentamente en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos del Dios y Padre suyo, ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión.

Recorramos todas las etapas de la historia y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios.

Los ministros de la gracia divina, inspirados por el Espíritu Santo, hablaron acerca de la conversión. El mismo Señor de todas las cosas habló también de la conversión, avalando sus palabras con juramento: Por mi vida – dice el Señor –, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta, añadiendo además a aquellas palabras tan conocidas: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como la grana y rojos como escarlata, si os convertís a mi de todo corazón y decís: "Padre", os escucharé como a mi pueblo santo que sois.»

Queriendo, pues, que todos los que él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia con su voluntad omnipotente.

Sometámonos, pues, a su espléndida y gloriosa voluntad, e, implorando humildemente su misericordia y benignidad, refugiémonos en su clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez, y pongamos por obra lo que está escrito, pues dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, quien se gloríe que se gloríe en el Señor, buscándolo a él y obrando el derecho y la justicia, recordando las palabras del Señor Jesús, con las que enseña la equidad y la bondad.

En efecto, él dijo: Sed misericordiosos y alcanzaréis misericordia; perdonad y seréis perdonados; como vosotros hagáis, así se os hará a vosotros; dad y se os dará; no juzguéis y no seréis juzgados; en la medida en que seáis benignos, experimentaréis la benignidad; con la medida con que midáis se os medirá a vosotros.

Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.

De este modo, imitando las obras de tantos otros, grandes e ilustres, corramos de nuevo hacia la meta que se nos ha propuesto desde el principio y que es la paz; no perdamos de vista al que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en la munificencia y exhuberancia del don de la paz que nos ofrece.

 

LH. Jueves después de Ceniza. Oficio de Lecturas.

De los sermones de San León Magno, Papa

(Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2; PL 54, 285-287)

Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia

Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu.

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección debemos esforzarnos para que nadie se encuentra bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta el punto que no pueda querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad, el se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen.

 

LH. Sábado después de Ceniza. Oficio de Lecturas.

Del tratado de San Ireneo, Obispo, contra las herejías

(Libro 4, 13, 4-14; 1: Sch 100, 534-540)

La amistad de Dios

Nuestro Señor Jesucristo, Palabra de Dios, comenzó por atraer hacia Dios a los siervos, y luego liberó a los que se le habían sometido, como Él mismo dijo a sus discípulos: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Pues la amistad de Dios otorga la inmortalidad a quienes la aceptan.

Al principio, y no porque necesitase del hombre, Dios plasmó a Adán, precisamente para tener en quien depositar sus beneficios. Pues no sólo antes de Adán, sino antes también de cualquier creación, la Palabra glorificaba ya a su Padre, permaneciendo junto a Él, y, a su vez, era glorificada por el Padre, como la misma Palabra dijo: Padre, glorifícame cerca de Ti, con la gloria que yo tenía cerca de Ti, antes que el mundo existiese.

Ni nos mandó que lo siguiésemos porque necesitara de nuestro servicio, sino para salvarnos a nosotros. Porque seguir al Salvador equivale a participar de la salvación, y seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado.

Efectivamente, quienes se hallan en la luz no son lo que iluminan a la luz, sino ésta la que los ilumina a ellos; ellos, por su parte, no dan nada a la luz, mientras que, en cambio, reciben su beneficio, pues se ven iluminados por ella.

Así sucede con el servir a Dios, que a Dios no le da nada, ya que Dios no tiene necesidad de los servicios humanos; Él, en cambio, otorga la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que lo siguen y sirven, con lo que beneficia a los que lo sirven por el hecho de servirlo, y a los que lo siguen por el de seguirlo, sin percibir beneficio ninguno de parte de ellos: pues Dios es rico, perfecto y sin indigencia alguna.

Por eso Él requiere de los hombres que lo sirvan, para beneficiar a los que perseveran en su servicio, ya que dios es bueno y misericordioso. Pues en la misma medida en que Dios no carece de nada, el hombre se halla indigente de la comunión con Dios.

En esto consiste precisamente la gloria del hombre, en perseverar y permanecer en el servicio de dios. Y por esta razón decía el Señor a sus discípulos: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo quien os he elegido, dando a entender que no lo glorificaban, al seguirlo, sino que, por seguir al Hijo de Dios, era éste quien los glorificaba a ellos. Y por esto también dijo: Éste es mi deseo: que éstos estén donde Yo estoy y contemplen mi gloria.

Diego Acevedo Peña
Medellín, Colombia