CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

HOMILÍAS PARA BODAS

 


1. Homilía para novios y público con una cierta preparación y vivencia
cristiana

TEXTOS: Génesis 1,26-28.31a.

A IMAGEN DE DIOS
El hombre y la mujer, dice la Palabra, fueron creados a imagen de
Dios. Queridos hermanos, ¿habéis pensado alguna vez con detención
sobre esto? Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios... ¿No
encontráis en esto una grandeza muchas veces olvidada?
Somos imagen de este Dios que en los textos de la Biblia se nos
presenta como Padre, que da la vida, que crea belleza, que perdona sin
fin, que ama por amor... El Dios de Jesucristo no suele hacer definiciones
teóricas acerca del amor; más bien acompaña al pueblo con gestos
concretos, con hechos precisos y preciosos de amor, situados en un
marco y en unas personas determinadas. Como hoy, que en este marco y
en estas personas determinadas, N. y NN., Dios hará el gesto de unir su
amor para siempre.
A este gesto lo llamamos sacramento porque es un signo concreto de
la intervención del Padre en la historia de estos dos jóvenes. El
sacramento del matrimonio no entra ya en las nuevas generaciones por
definiciones abstractas, sino cuando la vida de la pareja es de verdad un
signo, es decir, cuando el hombre y la mujer se van definiendo como
personas auténticas, y ejercen la tarea tan humana y tan divina de dar
vida, crear belleza, perdonar siempre, amar por amor.
¿No podría ser que vivir a imagen de Dios y vivir como personas
auténticas fuesen, al fin y al cabo, una misma cosa?

EN LA MEDIDA DE DIOS
Hermanos, Dios ha privilegiado la unión del hombre y la mujer para
que reflejara, fuese imagen, del amor que El nos tiene. Por tanto, si
hubiera que medir la dignidad del amor de los esposos cristianos, habría
que hacerlo con la medida de Dios... que está fuera de toda medida
humana, gracias a su Hijo Jesucristo. Ya lo decía San Agustín: "La
medida del amor es amar sin medida".
Jesucristo, la imagen nítida del Padre, es la medida que vosotros
habéis escogido para vuestro amor. Sed siempre conscientes de ello.
Los anillos que dentro de poco os intercambiaréis, os recordarán
siempre que estáis participando de la alianza que Dios ha establecido con
su puebio, sellada con un amor que no tiene principio ni fin; como un
anillo que por su forma circular no se puede decir dónde empieza ni
dónde termina.

JESUCRISTO, GARANTIA DE FIDELIDAD
Hemos de partir siempre de que las personas son débiles, inclinadas
con frecuencia a olvidar sus compromisos, y que nuestro mundo siempre
quiere hacernos ver las cosas como no son... Yo os preguntaría: ¿quién
os puede asegurar a vosotros dos que seréis fieles? ¿Que garantía
tenéis que este amor que hoy florece no se agostará dentro de algún
tiempo? Queridos hermanos, no penséis que el sacramento actúe como
un seguro válido para todo riesgo. No. Si Jesucristo es vuestra medida,
pensad que El tiene que ser también vuestra única seguridad. ¿Y cual es
esta seguridad? Pues bien, la única garantía que nos ha enseñado
Jesucristo es esta: Que tú, N. te digas: "Amaré tanto a NN, procuraré
entenderla tanto, la perdonaré tantas veces, me sacrificaré tanto por ella,
si es necessario padeceré tanto por ella, que acabará por descubrir que
realmente la amo" Y que tú, NN., te repitas: "Amaré tanto a M, procuraré
entenderlo tanto, lo perdonaré tantas veces, me sacrificare tanto por él, si
es preciso sufriré tanto por él, que no tendrá más remedio que descubrir
que lo amo".
Este, y no otro, es el estilo de Cristo y el estilo de sus seguidores. Esta
es también vuestra única seguridad. Un matrimonio así, es indisoluble,
pero no porque lo diga una ley, sino porque el amor lo hace fuerte.
Quienes os encuentren por la vida, muy queridos N. y NN., necesitan
que seáis un signo claro y limpio de aquel Amor que no pasa ni se
destruye.
Vamos ahora a celebrarlo. Ojalá vuestro gesto de hoy nos anime a
todos a empezar de nuevo cada día el sublime deber de ser personas. A
imagen de Dios.
 



2. Homilía para novios conocidos sólo durante la preparación del
matrimonio

TEXTOS: Génesis 2,18-24

1. Dios ofrece la relación hombre-mujer
El libro del Génesis (que acabamos de escuchar) explica
ingenuamente que la vida al hombre no le funciona bien si está limitada al
dominio de la naturaleza y de los animales.
Por esto, Dios ofrece al hombre una nueva relación, poniendo a la
mujer a su lado y haciendo que se entreguen de tal modo que "sean una
sola carne".
Y esta unión no es sólo una unión momentánea, sino una atracción
profunda, que tiende a durar para siempre; que es necesario alimentar
con amor constante y que lleva a los dos a una realización más plena de
su persona.
Esta es, pues, la unión que N. y NN. quieren, al celebrar hoy su
matrimonio.

2. El amor de la pareja viene de Dios mismo.
Esta es también la gran propuesta de Dios creador. Vale la pena vivir
el amor de la pareja: un amor generoso, sin limites ni reservas; un amor
que trabaja por superar las dificultades y que llega a ser vocación de
plenitud.
Vale la pena creer en el amor de la pareja, porque Dios —que es el
Amor— la ha creado a imagen suya. Vale la pena amar al otro, porque el
amor de los esposos cristianos no es un amor cualquiera, sino que es el
mismo amor que Dios nos ha comunicado y que se comparte.
Esta gran propuesta de Dios para la pareja es la que vosotros, N. y NN
aceptáis vivir al celebrar en la Iglesia vuestro matrimonio.

3. El deber de los esposos cristianos
Los esposos cristianos sois los que habéis de anunciar al mundo
—con vuestra manera de vivir— que la propuesta de Dios no es sólo una
utopia irrealizable, sino que es la fuente de la verdadera felicidad.
Vosotros, los esposos cristianos, sois la luz del mundo y tenéis que
procurar que la gente —al ver vuestra manera de amaros— glorifique al
Padre del cielo.
Los esposos cristianos habéis de cuidar de que vuestros hijos
—cuando lleguen— descubran, a través de vosotros, la grandeza del
Amor de Dios y se sientan acogidos y amados por El.
* * * * * *
NN. y N.: ¡Felicidades por vuestro amor! ¡Que toda vuestra vida sea
una donación generosa del uno hacia el otro! Que el amor y el servicio a
los hermanos muestre claramente vuestra respuesta a la llamada que
Dios os hace hoy.
 



3. Homilía sencilla.

TEXTOS: Tobías 8,5-10

1. Una historia repetida
Esto que hacéis hoy vosotros, vuestro compromiso de amaros y de
hacer crecer siempre vuestro amor, es como continuar una historia
repetida muchas veces antes que vosotros, y que se seguirá repitiendo
después de vosotros: vosotros dos os conocisteis un día, os sentisteis
atraídos el uno hacia el otro, habéis caminado juntos durante un tiempo y
habéis experimentado que juntos erais felices, y que teníais deseos de
compartir esta felicidad y toda vuestra vida para siempre.
Amigos, familiares, vuestros padres, mucha gente ha dado este mismo
paso que vosotros, gente que conocéis y que apreciáis, y que hoy os
acompañan con gozo.
Pero mucho antes, hace muchos siglos, mucha más gente ha hecho
lo mismo. Por ejemplo, estos dos jóvenes cuya historia hemos escuchado
en la lectura que acabamos de hacer: Tobías y Sara. Una historia
seguramente parecida a la vuestra: un muchacho y una muchacha que se
encuentran, se atraen, se aman y hacen de su amor una unión estable,
para siempre. Aunque, si queréis, todavía podemos ir más atrás, mirando
las páginas de la Biblia, al comienzo de todo: aquella conocida historia de
Eva, formada de la costilla de Adán, y la exclamación gozosa de Adán al
sentirse atraído y unido a ella.

2. Una historia única
Es una historia repetida, gozosa, llena de empuje y de fuerza, un signo
de que la vida va adelante, un estimulo lleno de ilusión. Una historia
repetida, pero a la vez una historia única, propia de cada uno. Sería
hermoso que ahora, por ejemplo, os adelantarais aquí vosotros dos y nos
explicaseis el camino que habéis recorrido hasta llegar a este momento:
cómo os conocisteis, cómo habéis vivido todo este tiempo, las ilusiones
que tenéis y también los temores... (no, no tengáis miedo, que no os lo
haré hacer: os pondrías demasiado nerviosos). Pero digo que seria
bonito porque nos daríamos cuenta de que vuestra historia es única,
como es único y propio vuestro amor, diferente de todos los demás.

3. Saber estar el uno para el otro
Yo os deseo que la etapa nueva que hoy comenzáis la sepáis vivir
siempre con la misma ilusión que hoy os llena el corazón. Para esto
tendréis que saber estar en todo momento el uno para el otro, que
aprendáis cada día a conoceros y a amaros un poco más, que no os
creáis que todo funcionará bien por sí solo. Y os deseo, igualmente, que
hagáis vuestras algunas de las afirmaciones que hacían Tobías y Sara en
la lectura bíblica. Por ejemplo, lo que decía Tobías, que no se casaba
para satisfacer sus pasiones. Las pasiones pueden ser de muchas
clases: querer tener siempre la razón, imponer el propio criterio sea como
sea, no tener en cuenta los sentimientos del otro... (Y eso tanto puede
pasar en la vida sexual como en el momento de programar las vacaciones
como en la distribución del trabajo en casa, como en...).

4. Saber tener a Dios presente
Y sobre todo me gustarta que hicierais también vuestro ese espíritu de
fe con el que Tobías y Sara vivieron su casamiento. Vosotros lo habéis
querido celebrar aquí en la iglesia, delante de Dios. Tenedlo presente, a
Dios, a lo largo de vuestra vida. Que El os acompañe, os ayude, os anime
siempre. Hacedlo conocer a los hijos que tengáis. Y que toda vuestra vida
esté llena de su amor.
Y dejadme acabar todavía con el deseo y la oración que hacía Sara:
que los dos juntos viváis felices hasta la vejez. Amén.
 



4. Homilía para novios conocidos (amigos) en forma de felicitación.

TEXTOS: Romanos 12,1-2.9-18

Queridos novios:
En el marco de la celebración litúrgica de vuestro matrimonio,
permitidme unas palabras de homilía que más que una reflexión
—hecha ya en la catequesis prematrimonial—
quieren ser una felicitación en nombre de todos los aquí presentes.

La Palabra de Dios nos ha hablado
del sentido que el mismo Señor da al amor
y del pensamiento cristiano de este amor en la pareja humana.
Y vosotros queréis vivirlo.

Os habéis encontrado y os habéis amado.
Ahora, después de unos años de crecer y madurar el amor,
ha llegado el momento de darle una consistencia más plena,
de hacer un compromiso.
El momento de dar vuestro si a la vida y al amor.

En el día de vuestro matrimonio, os deseamos, pues,
que en vuestra vida matrimonial viváis en cristiano
el amor que hoy os prometéis,
y que hagáis viva y real en vosotros
la Palabra de Dios que hemos proclamado,
para que seáis totalmente felices.

¡Que el amor vaya creciendo más y más cada día en vosotros!
¡Que siempre sepáis compartir la felicidad
y abrir vuestros corazones a los demás!
Esto os hará todavía más felices.

Y ahora, delante de Dios, delante de la Iglesia,
delante de la sociedad humana,
delante de vuestros padres, familiares y amigos,
celebrando el sacramento de vuestro matrimonio,
daos mutuamente el consentimiento que os convertirá en esposo y
esposa.
FELICIDADES Y POR MUCHOS AÑOS.
 



5. Homilía para novios conocidos y público medio

TEXTOS: 1 Corintios 12,31—13,8a.

1. La fiesta del amor
Amigos: hoy celebramos una fiesta y una fiesta grande. N. y NN., que
todos sabíamos desde hace tiempo que se amaban, que no podían pasar
el uno sin el otro, hoy quieren hacerlo claramente público delante de
todos, lo quieren celebrar con esplendidez y por esto os han invitado a
todos vosotros, a sus familiares y amigos, a esta fiesta, la fiesta de su
amor.
A veces, cuando uno hace el comentario de la Sagrada Escritura, se le
hace difícil porque piensa: "Tal vez no me entenderán". Hoy me parece
que todos estamos de acuerdo, que coincidimos perfectamente: El amor
es lo más importante y deseamos a NN. y N. que el "amor no pase jamás"
de su vida.

2. Ser feliz
San Pablo, con su estilo particular, nos lo decía: "Ya podría yo hablar
las lenguas de los hombres y de los ángeles... ya podría tener una fe
como para mover montañas... Si no tengo amor, no soy nada".
Hay personas —todos las conocemos— que se creen que son felices
porque nada les falta, han triunfado en la vida, se pueden relacionar con
todo el mundo e ir por todas partes porque hablan idiomas. Hay también
personas que ocupan un lugar de decisión en las empresas o en la
Administración y tienen a mucha gente a sus órdenes, prontos a
satisfacer sus mínimos deseos. Pero si no aman, no pueden ser felices.
Son desgraciados, aunque aparenten lo contrario.
También hay parejas que se habían casado totalmente enamoradas.
Al menos lo parecía externamente. ¿Qué les ha pasado? Sencillamente:
que han dejado escapar el amor de su vida. Seguramente que un día,
muy enamorados, se dijeron que se amaban; después, a lo mejor, se lo
dirían rutinariamente, hasta que un día se olvidaron de ello o se
cansaron.

3. El amor sale por todas partes
Todo el mundo cree que sabe amar. El amor sale por todas partes: en
cualquier novela o película. En la televisión, en la radio, por la calle. En
todo tiempo y en cualquier parte sale el amor como protagonista o como
trasfondo.
Pero esto que llaman amor ¿es amor auténtico o es sólo una
caricatura? La diferencia entre una foto auténtica y una caricatura es que
la foto da una Imagen perfecta y completa, mientras que la caricatura es
la exageración de los aspectos grotescos, que recuerda algo de ella, pero
es una imagen deformada.
Y el amor que nos venden estos medios de comunicación no es una
imagen fiel del amor, es sólo una caricatura.

4. Qué se tiene que hacer para amar
¿Qué es el amor? ¿Qué se tiene que hacer para amar?
San Pablo, en este párrafo que hemos leído y que tiene más de 1900
años, pero que aún es totalmente válido para nuestro tiempo y para
vosotros dos, nos lo describe: "El amor es comprensivo, el amor es
servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe, no es mal
educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de
la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin
limites, espera sin limites, aguanta sin límites".
¿Qué quiere decir ser comprensivo, no llevar cuentas del mal, no
irritarse? ¿Que os tenéis que aguantar porque no queda otro remedio,
porque habéis firmado unos papeles que dejarán constancia de que sois
esposo y esposa?
San Pablo no quiere decir esto. De ninguna de las maneras. San Pablo
quiere decir que os tenéis que respetar y amar tal como sois, como
personas diferentes, con vuestro carácter propio, con vuestros
respectivos defectos y cualidades, es decir, con vuestra diferente
personalidad. Seguramente que durante el noviazgo habréis discutido
muchas veces, que hay muchos aspectos con los cuales no vais de
acuerdo. Pues bien, esto el matrimonio no lo arregla: seguiréis
discutiendo y no estaréis de acuerdo. Pero tenéis que respetar vuestros
puntos de vista. Que esta divergencia os enriquezca. Que veáis las cosas
no sólo desde el punto de vista de cada uno sino también como las ve el
otro. Así tendréis una visión más completa y más objetiva de cada punto.

Disculpar sin límites, creer sin limites, esperar sin límites, aguantar sin
límites, significa esto: teneros confianza total, deciros las cosas. Que
lleguéis a conoceros tanto que seáis capaces de adivinaros los
pensamientos y sentimientos para poderos hacer felices el uno al otro.
Y esto lo tenéis que hacer hoy, que sin duda será fácil y hermoso
hacerlo, pero también mañana y la próxima semana y dentro de diez años
y de cincuenta y siempre.
Si lo hacéis os aseguro que seréis felices, porque el amor no pasará
nunca de vosotros ni de vuestra vida. Vosotros tenéis la palabra.
 



6. Homilía conteniendo una catequesis elemental sobre el sacramento
del matrimonio. Para bodas de novios con poca formación cristiana.

TEXTOS: 1 Corintios 12,31—13,8

1. Existe más de un modo de casarse
La celebración del matrimonio es tan antigua como la misma humanidad. Desde siempre, la fundación de un nuevo hogar ha sido un motivo de gozo y de fiesta para la sociedad dentro de la cual tenía lugar este acontecimiento. Ha habido y hay tantos modos de casarse como modos de vida en sociedad, como culturas.
Hoy mismo, lo sabéis igual que yo, las personas que no consideran la dimensión religiosa de su vida, celebran el matrimonio "civilmente", como dicen. Matrimonio que es necesario respetar y apreciar en su justo valor.

Pero vosotros habéis escogido la celebración de vuestro matrimonio de una manera determinada. En el modo corriente de hablar se llama "matrimonio por la iglesia"; pero es evidente que la característica "por la iglesia" no le viene por el lugar donde se celebra, sino por la manera como la Iglesia lo entiende. Los cristianos que "se casan por la iglesia" expresan que su manera de entender el matrimonio, y la vida matrimonial que seguirá, está de acuerdo con la manera como la Iglesia los entiende.


2. Qué quiere decir "casarse por la Iglesia"
Y ¿de qué modo entiende la Iglesia el matrimonio y la vida matrimonial?
Antes de nada, es necesario insistir que en su manera de entender el matrimonio y la vida matrimonial,. la Iglesia quiere integrar todo lo bueno que hay en el corazón del hombre, Es decir, no podría haber una buena boda "por la Iglesia" si, para empezar, el hombre y la mujer que se casan no fuesen un hombre bueno y una mujer buena (no simplemente un buen hombre y una buena mujer).
¿Cuál es pues, la característica propia de la boda por la Iglesia? La Iglesia piensa que el matrimonio y la vida matrimonial toman por modelo e ideal de su amor conyugal la manera como los esposos se saben amados por Dios Padre viendo todo lo que Jesucristo ha hecho para amarlos. Los cristianos estamos convencidos que nadie nos ha amado tanto como Dios Padre y que su amor eterno e infinito ha tomado un rostro humano en la persona de Jesús de Nazaret, que pasó por el mundo haciendo el bien. Este es el modelo y el ideal de amor de los esposos cristianos.

3. El mensaje de las lecturas
En las lecturas que hemos proclamado aparece expresada de diferentes modos la forma como hemos sido amados por Dios. Jesús, al despedirse de los discípulos pocas horas antes de la pasión les recomienda que perseveren (que duren) en su amor, como él mismo es perseverante en su amor hacia el Padre. Si lo hacen así, tendrán la misma alegria que él tiene. Estas palabras las habéis de escuchar como dichas a vosotros mismos que os casáis: si sois capaces de amaros el uno al otro de esta manera como sois amados por Jesucristo tendréis el gozo más profundo que jamás pueda existir y que nada en el mundo os podrá arrebatar. Pienso también que san Pablo, cuando escribía lo que hemos leído en
la primera lectura, tenía presente (aunque no lo diga) la manera como hemos sido amados por Jesús. Cuando dice: "El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia... Disculpa sin limites, cree sin límites, espera sin límites. El amor no pasa nunca", lo que hace es describirnos cómo hemos sido amados —cómo somos amados— por Jesús. He aquí, pues, el modelo de nuestro amor.

4. El Sacramento del Matrimonio
Pero aún hay algo más en esto de "casarse por la Iglesia". Hemos conocido que Dios Padre nos ama porque hemos visto y palpado de qué modo Jesús ha amado a los hombres. Los novios cristianos no solamente "se casan por la Iglesia" sino que lo que hacen es celebrar el Sacramento del Matrimonio. Y esto quiere decir que, el uno para el otro, y los dos ante los que los rodean, tienen que manifestar visiblemente, tangiblemente, el amor que Dios les tiene. Quiero decir: el amor invisible de Dios hacia los hombres se ha hecho visible en lo que Jesús ha dicho y hecho. Ahora, en el matrimonio el amor de Jesús tiene que hacerse visible a través de los gestos de amor que os daréis el uno al otro. El esposo conocerá que Jesús lo ama, por el amor que le demostrará su esposa; la esposa conocerá que Jesús la ama, por el amor que le demostrará su esposo. Y más adelante, si es voluntad de Dios, los hijos conocerán que Jesús los ama por el amor que los padres se tendrán entre si y por el amor que los dos tendrán hacia ellos. Todo esto quiere decir "casarse por la Iglesia"; todo esto quiere decir "celebrar el Sacramento del Matrimonio". Esta es vuestra boda. Os felicitamos de todo corazón.
Es un proyecto de vida grande y hermoso. El Señor no os faltará en su ayuda para que lo podáis conducir a buen término. Vosotros procurad por vuestra parte serle fieles en todo.



7. Homilía para público medio: el sentido cristiano del sacramento del
matrimonio

TEXTOS: 1 Corintios 12,31 - 13,8a

Hermanos: acabamos de escuchar una de las páginas más hermosas
del Nuevo Testamento: el elogio del amor que hace san Pablo en su carta
a los cristianos de Corinto. Seguramente, mientras la escuchabais,
muchos habréis pensado que este texto era muy adecuado para el acto
que hoy nos congrega en torno a NN. y N. para celebrar la fiesta en que
consagrarán definitivamente su amor.
La página que se nos ha proclamado es un elogio del amor realmente
atrayente: los novios la han elegido seguramente porque han visto en
este texto algo que puede ser como el ideal de su nueva vida de casados:
"El amor es comprensivo, el amor no presume ni se engríe, no es egoísta,
espera sin límites, aguanta sin límites..." Pero me atrevo a decir que
muchos de los que hoy estáis aquí presentes, acompañando a los novios,
no sois tal vez tan optimistas como ellos. ¿Será verdad que NN. {la novia)
"disculpará sin limites"?, ¿sabrá N. (el novios ser siempre "servicial y no
egoísta"?
Hoy que tenemos tanta afición a hacer encuestas, sería muy
interesante hacer una ahora entre los presentes para saber qué piensan
del amor de estos novios. Seguramente algunos responderían que N. y
NN. son ciertamente unos novios ejemplares, que sabrán amarse toda la
vida, que ofrecen reales garantías de ser un matrimonio sólido. Otros, tal
vez no tan optimistas, pensáis que hoy estos novios lo ven todo de color
de rosa.. pero así que pase un poco de tiempo, ellos mismos
experimentarán que el matrimonio no es tan fácil como hoy se lo
imaginan, que la vida de casados tiene más dificultades de lo que
piensan, que no todo es tan bonito como ellos creen hoy.
Si me preguntaseis a mí lo que pienso del amor de estos novios... Pero
¿por qué tengo que decirlo? Al fin y al cabo, yo también me puedo
equivocar como los otros y, en realidad, si yo estoy hablando mientras
vosotros escucháis en silencio, no es ni porque yo sea más importante, ni
más sabio, ni porque tenga más probabilidades de prever el futuro de los
novios. Yo hablo ahora únicamente porque en este momento represento
a Jesucristo, y ocupo entre vosotros, los discípulos, el lugar del Señor No
me preguntéis, pues, lo que pienso yo sobre el amor de estos novios.
Exigidme, eso sí, que os anuncie lo que dice Cristo sobre el amor, sobre
aquel amor de los novios cristianos que es fortalecido por el sacramento
del matrimonio.
La lectura que hemos escuchado nos habla de un "amor que lo
disculpa todo, que espera y aguanta sin límites, que no es egoísta, que
no pasa nunca..." Este amor se realiza totalmente sólo en el novio
perfecto. Este novio perfecto es Jesús. Porque Jesús tuvo una novia,
escogió una amada, celebro sus bodas con una esposa. La esposa de
Jesús es la Iglesia. La amada de Jesús es la humanidad. Y Cristo, con
esta esposa suya ha realizado el ideal del amor: "lo ha aguantado todo, lo
ha disculpado todo, y su amor por ella no pasará nunca". Aquí,
presidiendo vuestro pacto de amor, tenéis la imagen de este novio
perfecto: Jesús clavado en la cruz por amor a ella, a su amada, a la
humanidad que es su esposa. Así amó El, hasta la muerte, a su amada.
Vuestra unión nupcial, N. y NN., no es simplemente un matrimonio
como el de los demás,'sino que, como cristianos que sois, es también
sacramento. Esto quiere decir que vuestro pequeño amor humano —no
os ofendáis porque diga "pequeño amor", cuando vosotros pensáis que
es inmenso, porque todo lo que es humano es pequeño y débil— hoy
será como injertado en el amor nupcial de Cristo para su Esposa, la
Iglesia, amor que, éste sí, es "comprensivo, servicial, no se irrita, lo
disculpa y lo aguanta todo".
Es muy posible que muchos de vosotros penséis que la afirmación de
que el matrimonio de los cristianos está como insertado en el amor
indefectible de Cristo por su Esposa y que participa de su fortaleza, es
una hermosa alegoría, una visión poética y sugerente, pero que la
realidad es muy distinta, ya que también los que se casan por la Iglesia,
aquellos cuyo matrimonio es sacramento, con frecuencia son también
deficientes en el amor y que incluso llegan a separarse, como los otros. A
esto os contestaría muy sencillamente: los novios recibirán hoy como don,
como gracia el amor nupcial de Jesús, para fortalecer su amor humano;
pero este don lo pueden echar a perder. Es un tesoro que ellos reciben
en unos recipientes frágiles, que son sus propias personas humanas.
Este don lo pueden pues, perder y estropear.
Por eso precisamente quiero terminar dirigiéndome a vosotros, los
amigos de los novios. En este momento os pediría que no engañéis a
vuestros amigos. Los engañaríais, sin duda, si, estando como estáis en
un lugar de oración —esto es la iglesia— no rezaseis por ellos en este
momento en que tanto lo necesitan. El Señor derramará hoy sobre ellos
su gracia y confirmará su amor nupcial injertándolo en el amor nupcial de
Jesucristo. Pero ellos tienen el peligro de desperdiciar este regalo de
Dios. Oremos, pues, para que reciban el don de Dios santamente y para
que lo hagan fructificar abundantemente durante toda su vida de esposos
cristianos.
 



8. Homilía para novios con preparación y vivencia cristiana.

TEXTOS: 1 Juan 4,7-12

La lectura que acabamos de escuchar nos ayuda a descubrir algunas
características del acto que estamos realizando.
Es una celebración. Celebración quiere decir fiesta, gozo, alegría... y
realmente el acto que estamos celebrando es expresión de gozo, alegría
y fiesta.
Dios está con vosotros. Vosotros, novios, os amáis y por esto Dios
está con vosotros. No hay gozo más grande que éste. A medida que
crezcáis en vuestro amor también este Dios, que es Amor, al cual nadie
ha contemplado jamás, se hará mucho más presente en vosotros.
A través de la realidad de vuestro amor humano, Dios se hace
presente en nuestro mundo. Sois signo, sacramento de Dios. Sois
"misterio", esto es: a través de vuestro amor se hace presente la acción
salvadora de Dios.
Es una acción de gracias. Es una consecuencia del hecho anterior. El
gozo se transforma en gratitud. Es Dios quien os ha amado en primer
lugar y le dais gracias porque os ha elegido para ser testigos y signos de
Aquel que nunca nadie ha contemplado. ¡Ojalá seáis lo que sois! Que
todos los que contemplen vuestro amor puedan descubrir el amor de
Dios.
"Quien no ama desconoce totalmente a Dios, porque Dios es amor".
Que a partir de la experiencia profunda de vuestro amor mutuo os elevéis
al conocimiento del amor de Dios.
Es un compromiso. "Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros
tenemos que amarnos". El amor de Dios, manifestado en Jesucristo, tiene
que ser el ideal de vuestra vida. Los esposos, sabiendo que su amor
mutuo es y tiene que ser —como decíamos antes— signo del amor de
Dios a los hombres y del amor de Cristo a su Iglesia, tienen que
descubrir, en este modelo que han de imitar, el prototipo que su amor
conyugal debe realizar. Descubriendo en qué consiste el amor intentarán
aplicarlo a su vida concreta de casados.
Es también un compromiso de dar vida. "En esto se manifestó el amor
que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que
vivamos por medio de él". Evidentemente que vuestro amor tiene que ser
fecundo en los hijos, pero vuestra fecundidad no puede quedar ahí.
Habéis de ser fecundos para vosotros mismos, ayudándoos
mutuamente a llegar a ser cada vez más personas, a serlo cada vez más.
Quien os mira desde fuera tendría que ver claro que vuestro amor se
orienta hacia el ser y no hacia el tener más. No sois un equipo de trabajo
sino una comunidad de amor para llegar a ser una sola carne.
También vuestro amor tiene que dar vida a la sociedad, no puede
quedar cerrado en las paredes del hogar; pensad que sois miembros de
un pueblo que necesita de vuestra entrega. Finalmente sois miembros de
la Iglesia que también necesita de vuestra participación.
Es un encuentro. Es un encuentro con Jesús que os acompañará
siempre en vuestra vida de casados. A través de la plegaria y del
esfuerzo tenéis que hacer que su presencia actúe siempre en vosotros,
que os ayude día tras día a crecer en el amor, a superar las dificultades,
a llegar a ser de verdad una sola carne.
 



9. Homilía para novios con proyecto cristiano definido, y público vario.


TEXTOS: 1 Corintios 12,31—13,8; Mateo 5,1-12

N y NN. nos han invitado a ser testigos de la fiesta de su amor. No es
un amor cualquiera, sino un amor que para ellos procede de Dios.
Un amor que tiene como marco dos historias de fe que se encuentran
como proyecto, vivir con sencillez las Bienaventuranzas y como
características las que nos ha proclamado la carta de Pablo de Tarso.
Ellos saben que vivir este estilo, hoy, en nuestros ambientes, no es
nada fácil; por esto nos piden que los ayudemos y nos invitan también a
vivir este estilo.
Permitidme explicar este deseo suyo con un ejemplo: este estilo de
vida que nos proponen es parecido a una carrera de bicicletas.
Solamente la pueden ganar, aquellos:
—que tienen un buen entrenador que les indica los momentos claves
de la carrera,
—que actúan serenamente, sin nervios, con una sana alimentación y
con la atención puesta en lo que están haciendo,
—que tienen sentido de equipo. No corren solos. Saben que cuando
las fuerzas fallan o el cansancio se hace manifiesto, tendrán quien los
anime, y si es necesario, los releve.
NN. y N creen que su historia de amor la pueden conducir a buen
término porque a semejanza del ejemplo:
—tienen un buen entrenador: Jesús. El les da —y nos da a todos
nosotros— un plan de carrera: las bienaventuranzas;
—tienen un estilo sereno y personalizados para llevar adelante este
plan: vivir con sencillez la vida de cada día y hacer caso de las
indicaciones de san Pablo: "El amor es comprensivo, el amor es servicial
y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni
egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera
sin Iímites, aguanta sin Iímites".
—también creen en una vida de equipo. Ya hace tiempo que la han
iniciado y ahora la quieren llevar hasta las últimas consecuencias. Vida de
equipo no cerrada a ellos solos, sino abierta:
—a los futuros hijos que puedan venir,
—a la sociedad: familiares, amigos, vecinos, trabajo....
—a la Iglesia: saben que su historia de amor la comparten con una
comunidad de seguidores de Jesús, que, como ellos, hacen camino hacia
la Casa del Padre.
Ante este acontecimiento os invito a reflexionar y, a los creyentes, a
dar gracias a Dios en la Eucaristía.
 



10. Homilía breve para una pareja joven.

TEXTOS: Mateo 5,13-16

Me parece que no corro el riesgo de equivocarme si os profetizo, N y
NN., que hoy la palabra que más escucharéis (la palabra que
probablemente ya más habéis escuchado) será la palabra felicidades. Por
eso permitid que os la diga también yo: Felicidades. Y que os la diga no
sólo en nombre mio, sino en nombre de la Iglesia: que hoy sea un día feliz
para vosotros, un día que presagie un camino de humana y cristiana
felicidad para vosotros, en esta nueva —y tan importante—, etapa de
vuestra vida cayo inicio hoy celebráis y celebramos.
Pero inmediatamente quisiera añadir un ruego. Un ruego que os hago
también no sólo en nombre mío, sino —me parece que no me equivoco—
en nombre de todos los que hoy os acompañan. Y diría más: en nombre
de aquellos que os acompañarán, año tras año, por este camino que hoy
se inicia (de un ruego incluso —si me permitís decirlo— en nombre quizás
de quienes aún no han nacido y pueden ser fruto de vuestro amor).
El ruego es que seáis fieles a lo que hemos escuchado en el
evangelio. Es decir, que procuréis ser sal y luz para los demás.
Sencillamente, pero también generosamente.

AMAR ES COMPARTIR
Jesús, en el evangelio, os ha dicho: "Vosotros sois la sal de la tierra...
Vosotros sois la luz del mundo...". Os lo ha dicho a vosotros. N. y NN.
porque El espera mucho de vosotros (como también nosotros esperamos
de vosotros). Espera que seáis sal que sazone y dé vida a los demás;
espera que seáis luz que ilumine y dé calor a los demás.
Celebramos hoy el sacramento de vuestro amor, pero este vuestro
amor no debe quedar encerrado en vosotros. Como cualquier riqueza,
como cualquier belleza, como cualquier verdad, debe comunicarse, debe
ayudar a los demás. Eso es lo que hoy os pedimos.
Amar es compartir. En primer lugar —evidentemente— entre vosotros
dos. Cada vez más, en las alegrías y en las dificultades. Cada vez más,
con ilusión pero también con esfuerzo, con tenacidad, para que vuestro
amor no sólo se conserve, sino que aumente con los años. Sin perder
nada de su fuerza joven y adquiriendo la solidez de la madurez.
Amar es compartir. También con los demás. Con vuestros familiares,
con vuestros amigos, con todos aquellos que compartan vuestra vida
ahora y en el futuro. También, así lo esperamos y lo esperáis, con
vuestros hijos, deseados y queridos, como vosotros habéis sido
deseados y queridos por vuestros padres.
Y quisiera deciros que así, compartiendo vuestro amor, vuestro amor
crecerá y se enriquecerá. Será sal y luz de vida.

DIOS COMPARTE VUESTRO AMOR
Permitid que termine estas palabras de felicitación y también de ruego,
añadiendo una cosa. Os he rogado que compartáis con todos la riqueza
de vuestro amor. Ahora debo añadir algo que puede y debe dar fuerza y
esperanza y alegría a este vuestro compartir. Y es que es Dios, nuestro
Padre, el Padre de todos, quien comparte vuestro amor. Es un don, una
gracia suya. Un don y una gracia —sal y luz— que no os abandonará
nunca, que siempre hará camino con vosotros.
Por eso decimos los cristianos que el amor entre marido y mujer es un
sacramento —un signo, una manifestación, una revelación— del amor
que Dios nuestro Padre nos tiene. Por eso terminaba el evangelio que
hemos leído diciendo que 'los hombres, viendo vuestras buenas obras
—viendo vuestro amor— darán gloria a vuestro Padre que está en el
cielo".
N y NN., que así sea. Así será. Y que todos os acompañemos y —en lo
que a cada uno toque— os ayudemos, en vuestro camino que Dios
bendice y bendecirá.
 



11. Homilía para novios conocidos y público medio

TEXTOS: 1 Juan 4,7-12; Mateo 7,21.24-29

Hoy os habéis reunidos en la iglesia con un gran sentido de fiesta. Una
fiesta que habéis previsto y preparado a conciencia desde hace tiempo.
En primer lugar, vosotros, los novios, que sois los protagonistas de ella;
también vuestros padres y otros familiares, además de los amigos que
habéis querido que os acampañasen en esta solemne ocasión. Todos
habéis sido fieles a esta cita previamente señalada.

1. La fiesta del amor
Vosotros, novios, ciertamente que no habéis improvisado este
momento. En un día concreto de vuestra vida, que sin duda recordáis
muy bien, empezasteis a conoceros y nació entre vosotros la semilla del
amor que ha ido madurando cada día más. Ha madurado tanto, que os
habéis visto capaces de arriesgaros a empezar un nuevo camino en
vuestra vida, una nueva etapa en vuestra existencia.
La reunión con motivo de una boda es siempre una fiesta del amor,
una exaltación del amor, lo más bello y perdurable que Dios ha hecho
brotar en el interior de las personas. Si sentimos en nuestro interior la
capacidad de amar es porque Dios nos ha amado primero y nos ha
llamado a parecernos a El siguiendo este camino de felicidad. "Si Dios
nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a
otros". Esta es la conclusión a la que llega san Juan en la lectura que
hemos escuchado.

2. La vida debe forjar todavía más vuestro amor
La comparación de la casa edificada sobre roca o sobre arena, que
nos ha presentado el evangelio, tiene una gran incidencia en la pareja
que empieza un nuevo hogar con decisión de continuidad cara el futuro.
Antes ha salido la palabra riesgo. Tomar la decisión de compartir en
totalidad una vida es hacer una opcion bastante arriesgada. Esto no está
precisamente reñido con la fe cristiana. Al contrario. La fe, el seguimiento
de Jesucristo, presenta siempre unas connotaciones de riesgo y de
aventura, mucho mas si se le añade el empuje y la generosidad juveniles.
Ser consciente de la dosis de riesgo que comporta vuestra decisión
significa recordar que es preciso hacerla con realismo y tocando con los
pies en el suelo.
El fundamento de vuestra unión y de vuestros proyectos de futuro es
el amor. Si el amor es pura ilusión y fantasía, si se ha configurado sólo a
partir de superficialidades y de fachada, será un fundamento arenoso y
movible y se hundirá frente a cualquier contrariedad que se presente en
la vida. Si el amor, en cambio, ha ido creciendo a través de un mutuo
conocimiento realista, a través de reflexionar en qué sois iguales y en qué
diferentes, intercambiando siempre vuestros hechos, vuestras reflexiones
y actitudes, el fundamento será la roca firme, capaz de resistir cualquier
impetuosidad del viento. La vida compartida y de convivencia en el hogar
tiene sus momentos dulces y sus momentos ásperos. Preguntadlo si no, a
estos vuestros amigos que os acompañan y que llevan ya algunos años
casados. Si vuestro amor es fuerte, cualquier situación buena o mala os
servirá para fortalecerlo todavía más y para ir madurándolo en este largo
aprendizaje del conocimiento y de la convivencia. Empezad, pues, esta
nueva etapa con ilusión y gozo, convencidos, por otra parte, que la vida
tiene que forjar todavía, en gran parte, vuestro amor.

3. No hagáis solos el camino
Todos los que os acompañamos en este día tan vuestro, deseamos
sinceramente que vuestro amor sea fuerte y perdurable. No hagáis
vuestro camino en solitario. Tened vuestro hogar abierto siempre para
ayudar y para dejaros ayudar. Y todos los que acompañáis a los novios
en su fiesta no dejéis que hagan solos su camino. La amistad no es algo
de un momento ni de un día. Es necesario que tenga continuidad y, en
circunstancias concretas, vuestra presencia puede serles de gran ayuda.
Si ellos toman hoy su compromiso delante de nosotros, también nosotros
debemos sentir un poco esta responsabilidad.

4. El Señor está presente con su fuerza
Vosotros habéis querido dar una significación cristiana a vuestra boda.
Si Dios, nuestro Padre, ha iniciado en vosotros este amor os dará la
fuerza necesaria para llevarlo a buen término. En El podéis confiar
plenamente. Su amor está visiblemente presente en esta fiesta de hoy a
través del sacramento y se hará también presente durante toda vuestra
vida.
 



12. Homilía para novios y público no practicante.
TEXTOS: Génesis 1,26-28.31a; Mateo 19,3-6
Día grande, día de gozo. Hoy todo es movimiento. Parece que todo
sea diferente. Y vale la pena que sea así. Decir que uno es feliz y
compartirlo es algo muy grande. Este es vuestro deseo, hoy, N. y NN.
Hace poco nos encontramos, y compartimos juntos vuestras vivencias.
Hablabais bien de los amigos y os sentíais contentos de que
compartiesen este día, junto con los familiares
También yo, sumándome a ello, si me lo permitís, os diré dos palabras
que hoy me han llamado la atención. Porque son palabras de movimiento.


1. La palabra "hagamos"
La he sacado de la primera lectura: "Hagamos al hombre a nuestra
imagen".
Dios quiere lo mejor para el hombre y la mujer. Por esto dice:
"hagamos". Y entonces parece como si todas las palabras tuvieran vida:
creó, bendijo, creced, dominad, vio. Como vosotros dos hoy. Hagamos.
Todo es ilusión, proyectos. Algunos de ellos ya son realidad. Otros tienen
que continuar haciéndose y otros tienen que empezar todavía.
Hacedlo todo con ilusión. Como hoy. Cuando sea necesario el
esfuerzo, no os desaniméis. Si hoy os encontráis aquí, es porque habéis
hecho mucho. Habeis vencido la rutina y el desánimo. Son la polilla del
amor. Hay que luchar para que no destruyan el amor creado.
La historia del mundo se ha construido porque hombres y mujeres han
"hecho". Vuestra historia continuará construyéndose. En vuestras manos
está la herramienta: ser acogedores, comprensivos, dialogar y escuchar.

Hacedlo. Y se podrá decir que habéis construido un amor que bien
vale la pena.
Haréis realidad las palabras del Génesis: que Dios creó el hombre a su
imagen, lo creó hombre y mujer.
Y ojalá que de vosotros se pueda decir que todo lo que habéis hecho
es verdaderamente bueno.

2. La otra palabra es "abandonar"
También lo dice el evangelio: "Por eso abandonará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer".
También vosotros, por el paso de hoy, habéis tenido que abandonar
muchas cosas. Entre ellas, a los que os han enseñado a amar y vosotros
amáis: vuestros padres.
Padres, nadie os va a dejar solos. Al contrario, vuestro amor se
ensancha. NN. y N., como mensajeros vuestros, porque es de vosotros de
quienes han aprendido a amar y amarse, construyen una nueva familia.
Poneos a su lado.
Y todos nosotros, familiares y amigos, tengámoslos en nuestro
pensamiento, rezando por ellos. Que se amen, que se realicen, y que su
hogar sea abierto y acogedor.
 



13. Homilía para ambiente vario, pero de una cierta cultura (aunque
no necesariamente religiosa), y con la introducción de un par de signos
peculiares, que se mencionan en el texto.

Textos: Génesis 2, 18-24; 1ª Corintios 12, 31-13,8a; Mateo 19, 3-6

LECTURA POÉTICA DEL LIBRO DEL GÉNESIS
La primera lectura hay que entenderla según su género literario. No es
un escrito científico, ni histórico, ni siquiera novelístico.
Es un gran poema, una gran poesía, a través de la cual se expresa la
fe del pueblo de Israel.
El pueblo de Israel cree que el hombre no es un ser solitario, sino que
ha sido creado para ser un ser solidario.
El pueblo de Israel cree que el hombre y la mujer san iguales, capaces
de amarse, de compartir, de complementarse, capaces de ser un solo
corazón y un solo espíritu.
Y ellos creen que éste es el proyecto de Dios sobre el hombre y el
mundo.
Un proyecto lleno de poesía, porque es un proyecto de ternura, de
sentimiento, de capacidad de conmover, de posibilidad de crear
En el acto de hoy, en esta boda, también se encuentra mucha poesía.
Podríamos escribir un poema de este acto y seria semejante al de la
creación.
La imposición de los anillos, que después realizarán los novios, es un
acto muy poético, porque es simbólico.
Es preciso que no perdáis nunca el sentido poético de vuestro amor y
de vuestra vida.
Es preciso que nunca os falte la ternura, la sensibilidad, la
imaginación,
Estáis llamados a ser una sola carne y un solo espíritu. Pero no os
quedéis en la periferia del amor, de la ternura.
Haced como en la poesfa, como en lo simbólico, que hay que ir más a
lo interior, descubrir todo su significado, todo lo que se encuentra detrás
de las palabras.
Buscad y cread una comunión profunda de vida, de sentimientos, de
deseos.
Jesus os ha dicho: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre".
Dejad que Dios una vuestros corazones, vuestros anhelos, vuestras
vidas, de verdad.

LECTURA PROSAICA DE SAN PABLO
—Os ayuda a poner los pies en el suelo. Lo cual es, naturalmente,
muy importante.
— ¡Es la prosa de la vida!
—Es su monotonía, pero también es su grandeza.
—El amor es comprensivo. Sabed aguantaros
—El amor no tiene envidia. Confiad siempre el uno en el otro.
—El amor no se enprie. No dejéis nunca de dialogar, de compartir.
—No dejéis entrar nunca en vosotros la polilla del recelo, de la
desconfianza.
—El amor no es egoísta. Sed cada uno el mejor amigo para el otro.
Nada de encerrarse en uno mismo. Hundid barreras y paredes entre
vosotros.
—El amor no lleva cuentas del mal. Perdonaros de corazón y siempre.
El perdón es la fuente de la sabiduría y del perdón.
—El amor goza con la verdad. Jugad siempre limpio. Y esforzaros
siempre en comprenderos.
—El amor disculpa sin límites. Sacrificaros el uno por el otro. Sin
medida.
—El amor cree sin limites, espera sin límites. Gastaos. Consumíos.
Daos completamente.
—Ya veis que todo esto es muy prosaico.
—Pero también es todo esto lo que os ayudará a vivir la vida con gozo,
con ilusión, con esperanza, con discernimiento, que es igual que decir
con sentido cristiano.
—También es muy prosaico el acto de consentimiento, que haréis
ahora los novios.
—Pero sin embargo es magnífico, expresivo, y muy emotivo.

FIDELIDAD EN LA POESIA Y EN LA PROSA DE LA VIDA
Fidelidad cuando todo sea muy poético, cuando sintáis la caricia de la
ternura de la amistad, el gozo de la compañía mutua, la conciencia de
que sois un signo del amor de Dios.
Podríamos expresar esta fidelidad con estas dos lámparas encendidas
cada una de color diferente, porque vosotros sois diferentes pero que
Iluminan, crean un clima, son signos de toda una misteriosa realidad.
Fidelidad cuando os atenace la prosa de cada día, cuando las
dificultades entorpezcan vuestro camino, cuando se rompa el suave velo
de la convivencia.
Podríamos expresar esta fidelidad con este ramo de rosas, bonitas,
tiernas, suaves pero que pueden pinchar.
Fidelidad porque el Señor os dará su fuerza, su bendición, su amor. Es
lo que ahora, con sinceridad, pediréis al celebrar el sacramento del
Matrimonio.
 



14. Homilía para público medio
TEXTOS: 1 Corintios 13,4-8a; Mateo 19,3-6

1. El amor no pasa nunca
¿Os habéis fijado, queridos novios, en esta frase del apóstol San
Pablo, "el amor no pasa nunca" que acabamos de escuchar? Es lo que
vosotros, estoy seguro deseáis para vosotros mismos. SÍ, repito, "el amor
—vuestro amor— no pAsa nunca". San Pablo lo dice del Amor de Dios,
este amor manifestado en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que
ha muerto y ha resucitado por todos, pero que a nosotros, los humanos,
el hombre y la mujer que se unen en matrimonio, los cristianos,
seguidores de Jesucristo, nos es posible realizar, porque El, el buen Dios,
nos hace capaces de ello.
SÍ, "el amor no pasa nunca". También es lo que hemos escuchado en
las palabras de Jesús en el evangelio según san Mateo, cuando afirma
que el hombre y la mujer serán una sola carne. Y esto que nos dice la
palabra de Dios, es preciso recordarlo, lo valoramos muy mucho en la
vida humana, cuando celebramos con gozo los aniversarios de hechos
humanos, años de vida, de amistad. AsÍ celebramos desde décimos
aniversarios a milenarios, de obras, instituciones y acontecimientos, el
nacimiento y la muerte de personas amadas o ilustres. Por esto lo que la
Iglesia llama "amor indisoluble" de los esposos, es algo que forma parte
del talante de la persona humana y de la sociedad. Y aún podemos decir
más, que según la Palabra de Dios en la Biblia, la posibilidad de la
fidelidad mutua entre los esposos, toda la vida, tiene sus orígenes al
principio de la humanidad.

2. Las cualidades del amor
Sin embargo, esta fidelidad y amor pide de parte de los que se han
unido en matrimonio que pongan los medios para hacerlo crecer. El
apóstol Pablo nos señala cómo tiene que ser el "amor que no pasa
nunca": "es comprensivo, servicial, no tiene envidia, no presume ni se
engríe, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites...".
Debemos tenerlo muy en cuenta.
De hecho, el camino que iniciáis hoy indica este compromiso para
hacerlo realidad. ¡Qué gozo sienten los esposos que crecen día tras día
en esta fidelidad! No penséis que con la promesa de fidelidad que os vais
a hacer de inmediato tenéis bastante. Es preciso que reviséis
constantemente los pasos que dais, tanto en los momentos favorables
como en los adversos, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en
la pobreza. Con serenidad, con calma, mirad lo que pasa en vuestras
relaciones y también con las otras personas. Dios está presente en
aquellos que buscan sinceramente hacer su voluntad de bien, de verdad,
de respeto, de construcción del matrimonio, de la familia, de la sociedad,
de la Iglesia.

3. El amor nos abre a los demás
Que vuestros hijos, que serán fruto de vuestro sincero amor, puedan
recibir el inmejorable testimonio de vuestra palabra y ejemplo. Que los
familiares y amigos, que están aquí presentes, se encuentren acogidos
por vuestra manera limpia de vida. Que vuestros compañeros de trabajo y
los vecinos comprendan que vuestra unión les proporciona una ayuda en
su vida. Que Dios, por Jesucristo y la fuerza de su Espíritu, sea la fuente
de amor de vuestro nuevo caminar unidos.
 



15. El autor llama a este texto: "Pre-homilía popular y cuasi-laica
para el matrimonio". Para público popular, ilusionadora y cordial. Las
lecturas bíblicas no se leen antes, sino que se proclaman en el interior del
texto (y quizás convendría parafrasearlas para que se entiendan mejor).

TEXTOS: Efesios 5,2a.21-33; Mateo 19,3-6

Sed bienvenidos. En especial vosotros dos, N y NN.
Con vuestro permiso os diré unas palabras; lo haré ahora. No es hoy
un día para muchas palabras. Será, más que nada, fijarnos en lo que
estamos viviendo. Para vivirlo más plenamente.

1. Una fiesta para una unión
Lo primero que vemos es que estamos celebrando una fiesta. Los
vestidos, las caras, vosotros dos... todo lo indica.
Pienso que puedo decir en nombre de todos que nuestra fiesta... es
por vuestra fiesta. Si estamos contentos es porque hoy es un día de
alegría para vosotros dos. Os queremos acompañar, solidarizarnos con
vosotros.
Y vosotros dos estáis de fiesta, tenéis —junto a la seriedad del
hecho— una profunda alegría porque... os casáis. Os amáis y ahora,
dentro de unos minutos, no muchos, celebraréis vuestra unión para
siempre, delante de todos; ante vuestros familiares y amigos, ante todos
los hombres y ante Dios.
Es de esperar que tengáis algun hijo. Y quizás sucederá que alguien
de los aquí presentes, al verlo dirá: "es igual que N. su padre"; y poco
después cuando otro llegue dirá: "mira cómo se parece a su madre, NN.".
Y ninguno de los dos mentirá. Porque los niños tienen parecidos del
padre y de la madre.
Pues este hijo, con algo del padre y de la madre, es como la imagen
de lo que ha de ser vuestra vida. Ahora de dos vidas queréis hacer una.
De alguna manera, seréis una sola cosa. Si hasta ahora, tus alegrías, tus
trabajos los tenías que llevar tú solo, N., ahora seréis dos a vivirlo juntos
Y para ti, NN., igual. El amor que os tenéis os lleva a querer vivir juntos
alegrias y penas, satisfacciones y trabajos. Toda la vida.

2. Un amor que crecerá
Ante esto os quiero decir una cosa: hay no es el día que os amaréis
más. Ni esta semana. Ni este año. Ahora, con la boda, no celebraremos
una etapa final; al contrario, una etapa móvil, una meta volante...
Cada vez me impresiona más ver cómo se aman algunos matrimonios
mayores que he conocido últimamente. ¡Cuando ves cómo viven el uno
para el otro! {se puede partir del ejemplo de algún matrimonio en el que
uno cuida del otro, enfermo ya para siempre, sin nada a cambio).
Si sois fieles al amor que os tenéis, si vais respondiendo a lo que la
vida os vaya pidiendo, cada día os amaréis de una manera más total.
Quizás sin tanto sentimiento, pero de verdad, profundamente.
Esto es lo que dice una lectura que ahora escucharemos. Os podáis
llegar a amar, dice, de una manera que haga pensar en el amor que
Jesucristo ha demostrado por los hombres. Un amor que da la vida.

Lectura: Efesios 5,21-33

De manera que tú, N., al pensar en el futuro, no pienses solamente:
"Ahora sí que estaré bien: mi casa, NN., me satisfacerá, me cuidará..."
sino que además has de tener la preocupación de decirte "¿Cómo lo
tengo que hacer para que NN. sea feliz?, cómo lo tengo que hacer para
vivir para ella? Para darle, en una palabra, mi vida".
Y tu NN., igual (se puede repetir con las variantes ad hoc; por hoc,
entiéndase sexo).

3. Una unión que durará
Mi felicitación es que viváis así. Y seguramente que muchos de los
presentes que llevan varios años de matrimonio, os dirían lo mismo y
mejor que yo. El mal que mata el amor es el egoísmo.
Un último consejo, éste personal, mío: deciros las cosas. Un
resentimiento, cuando se calla, quema, va separando, es como una pared
que va levantándose. Esperar el momento oportuno, pero contaros las
cosas. Un tumor, cuando se abre, deja de causar enfermedad. Mirad de
hacerlo con la calma que ayuda a no herirse, pero tened la valentía y la
fortaleza de hacerlo: así, a través de crisis, a través de dolores, las raíces
de vuestro amor se irán profundizando.
No tengáis miedo. Viviendo así lo que se os vaya presentando podéis
estar seguros y confiados: vuestra unión durará tanto como ahora
deseáis. Por siempre. Como Dios también la quiere. Mirad lo que dice
Jesucristo en el evangelio de san Mateo.

Lectura: Mateo 19,3-6.
 



16. Homilía breve para un público sencillo o quizás simplemente
desconocido.

TEXTOS: Mateo 22,35-40

Hemos escuchado unas palabras importantes del Evangelio de
Jesucristo. Le preguntan qué es lo más importante y él responde: amar.
Me parece que son palabras muy adecuadas para la fiesta que
celebramos. N. y NN afirmarán seguidamente su sentido compromiso de
vivir amándose, compartiendo su vida. Y la Iglesia de Jesucristo, en este
día, les dice a ellos—y nos dice a todos nosotros—que no hay nada más
importante en la vida del hombre que amar. Que la voluntad de Dios es
que nos amemos.
Pero no que nos amemos de cualquier manera. Hemos escuchado en
el Evangelio que es necesario amar "con todo el corazón, con toda el
alma con todo el pensamiento". Es decir, totalmente. No a medias, sino
dándose del todo, en un intento de comunicación, de comprensión, de
expresión que nunca se contente con aquello que parece obligado o
indispensable, sino que avance hacia un amor más profundo, más cordial.
Que lleve a compartir, a ayudar. En una palabra, a dar vida y felicidad.
Este es nuestro deseo y nuestra oración—que seguidamente
expresaremos—para vosotros dos. Vosotros, N. y NN., os comprometéis
con gozo y esperanza. Todos los que hoy os acompañan, familiares y
amigos, se comprometen también a ayudaros en aquello que cada uno
pueda. Que realmente vuestro amor—fruto del camino que ya habéis
hecho juntos— crezca cada vez más, que supere las dificultades que
podáis encontrar, que dé fruto. Esto es—repito—nuestro deseo y nuestra
plegaria.
Porque de esta manera conseguiréis la felicidad que Dios quiere para
vosotros. Una felicidad que -nos ha dicho la palabra de Jesucristo- se
concreta en saber amar totalmente. Y así —quizás muchas veces sin
daros cuenta— Dios estará con vosotros, bendecirá vuestro amor, os
ayudará en las dificultades y compartirá vuestras alegrías.
 



17 Homilía para público poco practicante

TEXTOS: Colosenses 3,12-17; Marcos 10,6-9

Queridos novios, hermanos y amigos:
Acabamos de escuchar la palabra de Cristo que, hoy y entre nosotros,
viene a iluminar y fortalecer una realidad humana, que siempre, cuando
empieza, está llena de ilusiones y esperanzas.

UN PLAN DE SALVACION DE DIOS DESDE EL PRINCIPIO
En el Evangelio, Jesús os ha dicho, amados novios, que esto que
ahora realizáis, el compromiso de vivir unidos y de fundar una familia es
voluntad de Dios. Una voluntad manifestada en la primera pareja humana
en la aurora de la creación, en el principio de la humanidad. El Dios
Creador que quiere salvar a todo el mundo, es decir, que quiere que
todos sean felices por el cumplimiento de su voluntad, quiso que el
hombre y la mujer fuesen distintos y que se unieran en una unidad
indisoluble y admirable para formar una sola familia. Fijaos bien, no
obstante, que en la última frase de Jesús que hemos escuchado, éste
afirma que es Dios mismo el que une al hombre y a la mujer. No es, por
tanto, la del matrimonio una simple unión humana, la decisión de una
pareja que no tiene otra trascendencia: no, Dios está allí donde se
produce esta unión, de tal forma que nadie, ninguna voluntad humana,
podrá separar aquello que Dios mismo ha unido.
Hay, pues, en vuestra unión de ahora, amados N. y NN., una presencia
de Dios, una fuerza de Dios que da solidez a vuestro consentimiento y a
vuestra decisión de vivir juntos, de fundar un hogar, de perpetuar la
humanidad y la historia.
Jesús, que vino a llevar a término la salvación de la humanidad,
recordó a todos, con sus palabras, la intención de Dios al crear al hombre
y la mujer. Jesús ratifica y lleva a la perfección aquello que Dios hizo al
principlo, aquello que Dios estableció con su voluntad al principio de la
historia humana.
Jesús quiere que sus seguidores, los que nos llamamos cristianos,
acepte más esta voluntad creadora y salvadora de Dios en una realidad
tan decisiva para el bien de la humanidad como es el matrimonio.

VIVIR EL MATRIMONIO COMO HIJOS DE DIOS
Pero Jesús no viene a recordarnos sólo una decisión de Dios ni una
ley. Jesús ha venido a salvar: ha venido a darnos una fuerza para que
podamos vivir como hijos de Dios en todos los estamentos, en todas las
situaciones de la vida. El es el que ha venido a enseñarnos, en primer
lugar, de que el amor es capaz de transformar nuestra vida.
Bien sabemos que el matrimonio tiene que ver mucho con el amor, con
el amor sacrificado, desinteresado, que nace de uno mismo para
entregarse al otro. No hablo aquí de esto que con frecuencia se llama
amor y no es más que un egoísmo escondido.
En la primera lectura san Pablo nos ha enseñado a vivir amando. Se
ha dirigido especialmente a vosotros, en este gran día de vuestro amor,
de vuestra donación mutua y personal. El Apóstol os ha amonestado con
gran amabilidad y con palabras claras, fáciles de entender. Pero no os ha
escondido las dificultades que pueden nacer en el camino que hoy
empezáis. El os ha hablado acerca de unos sentimientos que a veces son
difíciles de tener y de demostrar, pero que ciertamente hacen que quien
los tiene haga feliz al que convive con él. San Pablo os ha hablado de
bondad, de humildad, de serenidad, de paciencia, de perdón. Os ha
hablado de amor, ya que el amor "es el ceñidor de la unidad consumada".
No os faltarán momentos difíciles, combates que tendréis que sostener;
pero si vivís amando, la paz de Cristo os mantendrá unidos y reinará en
vuestros corazones y en vuestro hogar.
Mirad, pues, cuán grande es el ideal del matrimonio cristiano que hoy
aceptáis, cuya gracia y fuerza salvadora os comunicáis por el sacramento
de vuestra donación conyugal. Haced que, en tanto dependa de vosotros
esté siempre viva la fuerza que recibís de Dios que os une, que os une
sobre todo por el amor que todo lo une y perfecciona.
Viviréis cristianamente vuestro matrimonio si hacéis que la palabra de
Cristo tenga permanencia en vosotros con toda su riqueza, si lo hacéis
todo, de palabra y de obra, en nombre de Jesús. Si cristianamente habéis
querido unir hoy vuestras vidas, procurad que éstas respondan siempre
al nombre de cristianas que libremente y responsablemente habéis
asumido al celebrar como sacramento vuestro matrimonio. Esto sin duda
os hará felices, porque aceptar el plan de Dios en la vida del hombre y de
la mujer es fuente inagotable de gozo. Y éste es precisamente el augurio,
la felicitación cordial que yo, en nombre de la Iglesia, os deseo de
corazón: que vuestros jóvenes corazones y el hogar que hoy empezáis
estén siempre llenos del amor verdadero que proviene de Dios, que
Jesucristo nos ha enseñado y que ha hecho penetrar en lo más profundo
de nuestro espíritu.
 



18. Homilía para ambiente popular. Intenta ayudar a descubrir el
sentido del sacramento.

TEXTOS: Juan 2,1-11

Queridos amigos:
Nos hemos reunido en esta celebración festiva para compartir el gozo
de este solemne acto en el cual queréis decirnos a todos los que os
acompañamos que os amáis y que queréis compartir vuestro amor toda la
vida unidos en matrimonio.
El amor ha nacido en vuestros corazones, os habéis conocido, os
amáis y queréis que este amor una total y definitivamente vuestras vidas.
Vosotros, N. y NN., os habéis manifestado creyentes y libremente queréis
dar el paso al matrimonio aquí en la Iglesia como cristianos para recibir la
bendición de Dios.

EL SEÑOR COMPARTE EL GOZO DE LOS NOVIOS
El evangelio que acabamos de escuchar os ayuda a comprender el
sentido propio y profundo de lo que estáis celebrando aquí en la Iglesia.
Hemos escuchado cómo Jesús en una ocasión estuvo presente en
unas bodas compartiendo el gozo y la alegría de los novios y también
cómo El, que era un invitado, al final los convidó a todos y les dio un vino
mucho mejor. (Ahora no es el momento de explicar los detalles de este
milagro de Jesús, pero sí que os puede decir mucho el gesto de Jesús
dispuesto a ayudar cuando lo necesitaban).
La palabra de Dios os dice hoy a vosotros que de la misma forma que
Jesus compartió el gozo de aquellos novios de Cana de Galilea también
hoy quiere compartir la alegría y la fiesta de vuestro amor. Jesucristo
comparte todas vuestras ilusiones, esperanzas y alegrías; todo el deseo
de felicidad que tenéis, las ansias de plenitud y relización de vuestras
personas, el anhelo de empezar un nuevo hogar... Todo lo que sentís,
deseáis y queréis vivir, y en la medida que es sincero y auténtico, es
compartido y bendecido por el mismo Dios.

JESUCRISTO DA SU FUERZA EN EL SACRAMENTO
Y no solamente esto, sino que Jesucristo se compromete a daros su
fuerza para que sea así, para que todo esto se vaya haciendo realidad
durante toda vuestra vida.
De la misma manera que Jesús les dio el vino mejor, también a
vosotros os quiere dar su gracia para que seáis fieles a los compromisos
que delante de El hoy vais a asumir.
Por el sacramento del matrimonio os comprometéis a vivir vuestro amor
de una manera total y completa. Entregándoos el uno al otro. Os
comprometéis a vivir el amor de la misma forma que lo habéis aprendido
de Dios: un amor generoso, que busca siempre el bien y la felicidad de la
persona amada, un amor capaz de sacrificio y perdón; por esto, de la
misma forma Jesucristo se compromete a ayudaros, a daros su gracia, a
fin de que vuestro amor sea capaz de superar todas las dificultades que
podáis encontrar en vuestro camino.
En vuestro matrimonio no todo será de color de rosa, no os faltarán
dificultades, pero podéis estar seguros que la ayuda de Dios no os faltará
nunca y os dará fuerza para que vuestro amor pueda superar los
momentos difíciles que vengan: dificultades económicas, enfermedades,
momentos de incomprensión. La bendición que recibiréis será signo de
que nunca os faltará la fuerza del Señor para ser fieles al compromiso
que hoy asumís delante de El y de todos nosotros.
* * * * * *
Que Jesucristo os bendiga, que vuestro amor sea fecundo y podáis
recibir a los hijos como un don de Dios. Amadlos con el mismo amor con
que vuestros padres os han amado, ayudadlos a crecer como personas y
educadlos cristianamente: que ellos sean vuestro gozo y vuestra alegría.

Y que durante toda vuestra vida os podáis sentir siempre
acompañados por todos los que ahora estamos aquí compartiendo
vuestra fiesta porque queremos también compartir siempre vuestra
amistad.
 



19. Homilía sencilla para público medio. Una llamada a convertir, por
el amor, en valiosas todas las cosas, y a ver en ello el signo de la
presencia de Dios.

TEXTOS: Juan 2 1-11

Apreciados N. y NN. Me parece muy apropiado el fragmento del
evangelio que acabamos de leer, porque en él vemos a Jesús actuando
en el marco de una fiesta como la que vosotros hoy celebráis: en una
boda.

1. Llamados a convertir el agua en vino
El texto nos ha presentado cómo de la colaboración entre Jesús y
María surgió un hecho admirable, el primero de los signos obrados por el
Señor. Y san Juan nos ha subrayado que la conversión del agua en vino
fue motivo de alegría para los novios que veían cómo su fiesta corría el
riesgo de "aguarse" por causa de un descuido, y para los invitados que
así podían continuar alegres la fiesta. Y al mismo tiempo, hizo que
creciera la fe en Jesús de los discípulos que habían presenciado el
hecho.
También vosotros estáis llamados, ejerciendo cada uno su papel
propio, a "convertir el agua en vino". Y os hablo —ya me entendéis— con
un lenguaje simbólico. Cuando os digo que debéis "convertir el agua en
vino" no pretendo que entendáis estas palabras al pie de la letra. ¿Qué
os quiero decir? Que de las cosas más habituales y cotidianas, esas que
valoramos tan poco —esto es "el agua"—, vosotros debéis hacer "vino",
algo de valor, sabroso y que alegra a quien lo bebe.
Vuestro amor, vuestra fidelidad en las penas y en las alegrías... es lo
que convertirá lo vulgar y diario —el "agua"—, en motivo de alegría para
los demás, para aquellos a quienes trataréis y os observarán. Y así a la
vez en vuestro amor haréis visible a Dios, Aquel a quien nadie ha visto
pero a quien san Juan se atreve a definir como "el Amor". De esta manera
siempre que vosotros actuéis con amor seréis motivo de que aumente la
fe de los que os observen, de la misma manera que creció la fe en los
discípulos que acompañaban a Jesús y a su madre en las bodas de
Caná.

2. Todos los que estamos aquí: llamados al amor
Y todos los que hoy participamos de esta fiesta, aprovechemos la
ocasión que N y NN. nos brindan para hacer que reviva en nosotros el
único mandamiento que recibimos del Señor: "Amaos unos a otros como
yo os he amado". Ellos van a expresar ahora ante todos nosotros su
compromiso de amor para siempre. Al escucharlo, pensemos si nosotros
amamos de verdad. Sea cual sea nuestra condición: pequeños o
mayores, padres o hijos solteros o casados... Es indiferente. Nuestra vida
sólo tiene sentido, tan sólo nos podemos llamar cristianos, si nos
esforzamos en amar a los demás como Jesús nos amó. Que el ver y
escuchar a estos jóvenes que así lo quieren hacer, nos impulse a hacer
como ellos.
 



20. Homilía para público cristianamente preparado. Con Eucaristía.

TEXTOS: Génesis 1,26-28.31a; Salmo 148; 1 Corintios 2,31—13,8;
Juan 2,1-11

1. Sabemos que Dios es amor porque nosotros nos amamos
Hermanos y hermanas:
En nuestras caras se nota que estamos contentos, y estamos
contentos porque nos amamos. El amor da felicidad, y hoy queremos
compartir nuestra alegría y nuestro gozo, con estos amigos nuestros que
celebran el sacramento del matrimonio.
Ellos se quieren y por eso han decidido amarse toda la vida, nosotros
seremos testigos de ese compromiso, nosotros también les queremos. Y
ese amor que ahora mismo sentimos y experimentamos, es como un
trozo, un poco, del Amor de Dios. Dios es Amor, dice san Juan, y lo
sabemos porque nos amamos.
Hoy, nos hemos reunido para celebrar y dar gracias a Dios que es
Amor, la fuente del Amor. Vosotros que os amáis intensamente, y
nosotros que nos queremos y os amamos.

2. Dios que es Amor, ha hecho todas las cosas buenas
Hay personas que piensan que Dios es un ser alejado, y poco amigo
de los hombres. También hay personas que ven las cosas y el mundo
como malo. Y hemos escuchado en la lectura del libro del Génesis, como
el hombre y la mujer somos imagen y semejanza de Dios, y cómo Dios
quiere que sean los señores de la creación. Y el mismo Dios se admira, y
¡era muy bueno!
Nosotros deberíamos saber descubrir, mientras caminamos por la vida
todas esas cosas buenas que hay en nosotros y en los demás, que hay
en toda la creación. Y de ahí, brotar de nuestro corazón una acción de
gracias constante al Padre por su bondad escondida en todas las
personas y cosas. Y nosotros en nombre de esa creación, o de los
hermanos o hermanas que se olvidan, alabarle, darle gracias al Señor.

3. Jesús nos dice que Dios es nuestro Padre
Jesús que es el Hijo de Dios nos ha hablado de su Padre y por eso
nosotros le podemos conocer. Y nos ha dicho que ese Dios es Padre y
Padre nuestro. Esta es la Buena Noticia que Jesús nos da.
Jesucristo para decirnos cuánto nos quiere el Padre y cuánto nos
quiere El, ha sido capaz de dar la vida por nosotros. Ha muerto y ha
resucitado y vive. Y ahora en esta Eucaristía, en esta Misa, lo estamos
celebrando.
Y vosotros, queridos amigos que estáis celebrando el matrimonio, de
aquí en adelante, seréis como unos signos, que con vuestro amor vais
diciendo cuánto Jesús quiere a la Iglesia, que somos todos nosotros. Para
decirlo más sencillamente: como N. quiere a NN. y NN. quiere a N., así
quiere Jesucristo a la Iglesia, a nosotros, a todas las personas. Y esto es
el sacramento del matrimonio.
Ahí está la grandeza del matrimonio, y también la responsabilidad:
decir con toda vuestra vida, y con todo vuestro amor, cuánto os queréis, y
por tanto, cuánto Jesucristo nos quiere.

4. ¿El amor es el tesoro más grande?
Vivimos rodeados de mucho materialismo, y quizás ese cáncer se nos
ha podido pegar. Y entonces ciertamente que para nosotros el amor no
será el valor más importante de nuestra vida. Pero para los cristianos, los
seguidores de Jesús, lo tiene que ser, porque para Jesús lo es.
En Jesucristo vemos el Amor del Padre, amor que es único, exclusivo,
para siempre, que comprende, que perdona, que olvida, que siempre da
otra oportunidad, que no nos esclaviza, que nos ayuda a crecer como
personas, que nos hace sentir válidos para los demás y para nosotros
mismos, amor dialogante y que se relaciona con nosotros.
Solamente así podemos entender las palabras de san Pablo, que son
ciertamente difíciles y hasta utópicas. Pero posibles, con la fuerza de
Jesucristo resucitado, presente en vuestra vida de aquí en adelante por
el sacramento del matrimonio.

5. El compromiso de los padres, familiares y amigos
Pero en este camino gozoso, en esta responsabilidad, no estáis solos.
La presencia de vuestros padres, familiares, amigos, que os acompañan
y la presencia de la comunidad cristiana, de la Iglesia, es también para
nosotros un compromiso a examinarnos cómo vivimos nuestros
compromisos matrimoniales y otros compromisos de servicio a Dios y a
los hermanos. En estos momentos no podemos ser unos espectadores.
Os acompañamos con nuestra presencia y con nuestra ilusión, y os
queremos decir que vale la pena amarse y que es posible amar toda la
vida, con la gracia de Dios.
Es el compromiso que nosotros, padres, familiares, amigos, testigos, y
yo mismo, adquirimos hoy con vosotros y que procuraremos cumplir.

6. La Eucaristía es un banquete de bodas
En el Antiguo Testamento, en los Profetas y en el Cantar de los
Cantares para indicar el amor de Dios hacia su pueblo, se hace con las
palabras y los signos del amor humano.
Y Jesucristo, en el Nuevo Testamento, en muchas ocasiones se
presenta como el Esposo que invita al banquete de bodas. La Iglesia,
nosotros somos la esposa, a la que el Esposo alimenta con su Palabra
que se hace Pan-carne que da vida.
Participemos con gozo en esta fiesta de bodas, que es signo, señal del
amor de Cristo Esposo a su esposa la Iglesia, nosotros. Y la Palabra de
Dios que hemos escuchado, nos iluminará en nuestro caminar, y la
Eucaristía en la que participaremos plenamente en la comunión, será
también la fuerza que haga realidad nuestro amor cada dia.
 



21. Homilía para novios que se han preparado conscientemente y
para público practicante. Con Eucaristía.

TEXTOS: 1 Juan 4,7-12; Juan 2,1-11

Queridos novios y amigos que celebráis esta fiesta de bodas:
Al empezar mis palabras quiero expresaros el deseo de que aquello
que hemos leído hace poco, al final del Evangelio de Juan, sea una
realidad en esta fiesta entrañable que hoy nos ha reunido aquí. Si,
hermanos: que el Señor empiece hoy a actuar como Salvador en el hogar
que vosotros, novios, fundáis, que Jesús manifieste entre nosotros su
gloria en el sacramento que celebramos, y que todos nosotros, creyentes
en Cristo, fortalezcamos y aumentemos nuestra fe en El.

JESUS NOS DA SU VINO
Podemos realmente afirmar que ahora se realiza nuevamente aquello
que la narración de las bodas de Cana nos ha presentado. Vosotros, que
dentro de breves instantes seréis nuevos esposos, habéis convidado a
vuestra boda a Jesús mismo. Lo habéis convidado para que bendiga
vuestro amor, vuestra unión. Ante él queréis prometeros amor para toda
la vida. Deseáis que la vida conyugal que hoy iniciáis esté de acuerdo
con el plan salvador de Dios sobre el hombre y la mujer, ratificado por el
mismo Jesucristo en su Evangelio. Consideráis que vuestra unión no es
solamente un contrato humano, sino que tiene una referencia a Jesús, a
la salvación que El vino a darnos. Asumís vuestro matrimonio como una
realidad salvadora dentro de la Iglesia y lo queréis vivir de acuerdo con el
Evangelio del Señor. Os casáis en el Señor, como afirmaban los primeros
cristianos. Referid, pues, vuestra decisión de vivir en comunión de amor y
de todos los bienes, a esta realidad suprema para todo cristiano, que es
el Señor y su Iglesia.
Jesús, para comenzar sus signos, signos de la Nueva Alianza, busca el
ambiente festivo y sugerente de unas bodas. El mismo se presenta como
el Esposo que dará a su Esposa, la Iglesia, el vino nuevo y
sobreabundante del Reino de Dios.
En el Evangelio y en el Nuevo Testamento aparece esta comparación
tan bella que hace que vuestro matrimonio sea sacramento, es decir, una
realidad significadora y portadora de la salvación de Cristo. Vuestra unión
es sacramental porque significa y hace presente aquí, en la tierra, este
misterio altísimo de la unión de Cristo con la comunidad de los redimidos,
de los creyentes, que es la Iglesia.
Jesús, para explicar el amor de Dios a los hombres, y para hacernos
entender su donación amorosa y fecunda a la humanidad nos propone la
comparación de la unión del esposa y la esposa. Esta, por tanto, cuando
es asumida y vivida con fe, se convierte en significación y en presencia
del amor sin medida, sacrificado, generoso hasta el extremo, del Señor a
su Esposa, la Iglesia.
Esta donación, Jesús la realizó una vez por siempre en su muerte y
resurrección, que es la hora del Señor, anticipada ya en las bodas de
Caná según la referencia del texto que hemos leído.
La donación suprema del Señor a su Iglesia queda aquí de manifiesto
en la donación del vino.

DIOS, QUE ES AMOR, HA ENVIADO A SU HIJO
Queridos novios: os acercáis al Señor para que os dé el vino de su
sangre, de su vida, de su amor. Humildemente le aportáis el amor que
brota de un corazón joven y emprendedor para que él lo convierta en
amor auténtico que viene de Dios, del Dios que es amor, como antes nos
decía san Juan en la primera lectura. Hoy sí que entráis vosotros en esta
gran corriente de amor que tiene a Dios mismo como fuente, que se
manifiesta en la persona, en la vida, en la salvación de Jesús, el Hijo de
Dios; el amor que realmente ha recibido todo aquél que es hijo de Dios.
Haced que, en esta celebración, por los sacramentos del Matrimonio y
de la Eucaristía, vuestro amor entre plenamente en este misterio salvador
que penetre en el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, porque sólo en el
amor del Padre que nos ha tenido y que ha resplandecido en su Hijo y
Salvador nuestro, Jesucristo, encontraréis la fuerza capaz de mantener
por siempre el amor que os prometéis; sólo en este amor, que es más
fuerte que la misma muerte, encontraréis el fuego que purificará de
cualquier escoria el amor que habéis de teneros mutuamente; sólo este
amor tiene la fuerza de transformar el agua de un amor egoísta y rutinario
en el vino siempre nuevo, alegre y generoso, del amor auténtico que
viene de Dios y que, por la unión en Jesús, se extiende al prójimo.
Que éste sea, amados novios, el amor que el Espíritu Santo infunda
hoy en vuestros corazones, como un vino nuevo que embriague vuestras
vidas con la fuerza y la dulzura, la paz y la hermandad, el gozo y la
paciencia que son el gran don de Dios, que ahora, como cordial y
afectuosa "enhorabuena", imploramos y auguramos sobre vuestras
personas que dentro de breves momentos serán, para nosotros y para
todo el mundo, signos del amor de Cristo hacia todos los hombres.
 



22. Homilía para novios con vivencia de fe y un deseo manifestado
de seguir el compromiso que implica la vida cristiana

TEXTOS: 1 Juan 4 7-12; Juan 15,9-12

1. La fuerza del Amor, la fuerza de Dios
Amigos: con gran gozo en la celebración de vuestro matrimonio,
acabamos de escuchar la palabra de Dios. Y ella, hoy y siempre es la que
nos acompaña y da sentido a todo lo que vamos haciendo, en los
momentos mas solemnes y en los más simples de nuestra vida.
Vosotros ahora y aquí, hacéis una profesión solemne de vuestro amor
y de vuestro compromiso, y lo hacéis como cristianos, queréis proclamar
delante de la comunidad que reconocéis que Aquél que os ha dado la
vida y ha hecho nacer y crecer el amor en vuestros corazones es lo
suficientemente fuerte para acompañaros siempre y para hacerse
presente a través de vuestro testimonio de fidelidad, entre todos los que
comparten vuestra vida.
Por esto en los textos que acabamos de escuchar encontramos el
sentido exacto del acto que estamos celebrando: Dios se nos revela como
el Amor, como el Amor que toma forma, cuerpo y entrega en la vida de un
hombre como nosotros, que se entrega generoso para decirnos que Dios
es un Padre bueno y que está dispuesto a rubricar esta fe hasta las
últimas consecuencias, y lo hace.

2. Vuestro amor, vivencia y señal del don de Dios
Por este motivo, los cristianos, precisamente desde la fe en Jesús,
entendemos la entrega amorosa de Dios, entendemos todo acto de amor
como símbolo de lo que Dios es y hace, y que por tanto, entendemos el
amor de un hombre y de una mujer como vosotros, como un signo
privilegiado del amor que Dios siente para todos los hombres para
siempre. Así pues, la fidelidad del amor de un matrimonio cristiano no es
sólo una conquista difícilmente conseguida, sino la vivencia agradecida
de un don que Dios nos hace. Dejándole que comparta vuestro amor
conseguiréis que éste crezca siempre más y más y dé sentido a vuestras
vidas y a las que de los que os rodean.
De este modo, la apertura de vuestro amor se podría concretar en los
hijos que nazcan de vuestra unión, que veréis como un fruto de plenitud y
no como mengua de vuestra libertad. Planteándoos serenamente los hijos
que queráis tener, cómo y cuándo, estaréis contribuyendo desde vuestra
madurez humana y cristiana a crear esta gran familia que es el proyecto
definitivo de Dios.

3. Un esfuerzo acompañado
Y todo esto que os acabo de decir no es un bello sueño irrealizable,
sino que a través de vuestra vida de cada día, del esfuerzo continuado de
poner en común lo que sois y lo que queréis —que siempre seréis
diferentes pero siempre podréis también ir construyendo vuestro proyecto
común—, a través de vuestras propias limitaciones, de vuestros errores y
de vuestros aciertos, de las circunstancias concretas de vuestra vida, el
Señor se hará presente y os ayudará a ser signo de su amor entre
nosotros. Y os pido que le hagáis un lugar en vuestra vida: os aseguro
que no existe mejor compañero para el camino.
Y esto no lo vais a hacer solos: que vuestro amor no os lleve a
encerraros dentro de vosotros mismos; compartid con los otros vuestro
gozo y vuestra esperanza que así, poco a poco, juntos, cada uno desde
su lugar, iréis abriendo paso a una sociedad más justa, más
auténticamente fraterna, como El la quiere; en vuestras manos y en las
nuestras están su paz, su gracia y su fuerza que nunca nos faltarán.
Os deseo mucha felicidad y buen camino.
 



23. Homilía para novios conocidos y público medio

TEXTOS: Cantar 2,8-10.14.16a; 8,6-7a; Juan 15,12-16

1. Nos habéis querido decir, sin miedo, que os amáis muy
intensamente
Nos habéis querido leer, en el día de vuestra boda, como primera
lectura este poema de amor del Cantar de los Cantares. Un poema de
amor lleno de ingenuidad, de ternura. Un poema de amor que expresa
sentimientos llenos de entusiasmo, de enamoramiento, de deseo del uno
por el otro como revelándonos sin miedo lo que os pasa por dentro a
vosotros dos.
"Mi amado es como una gacela, es como un cervatillo". "Levántate
amada mía, hermosa mia, ven a mi". Tal vez vosotros no lo diríais con las
mismas palabras que este poema que hemos leído, pero en todo caso
esto es lo mismo que os pasa a vosotros por dentro. Y vale la pena que
nos lo hayáis querido decir así, tan ingenuamente, tan sin miedo.
Porque oíros decir que os amáis, y que os amáis con esta ternura, y
que queréis ser totalmente el uno para el otro, y que eso os remueve las
entrañas, es algo que reconforta, que nos reconforta.

2. Es un anuncio gozoso en este mundo que enseña a desconfiar los
unos de los otros
Porque resulta que en este mundo nuestro, a menudo parece que se
nos quiera convencer de que las personas hemos de tener miedo de las
otras personas, y que hemos de estar a la defensiva los unos de los otros
y que hemos de ver en el que tenemos al lado un posible enemigo, y que
debemos procurar ser más fuertes que el vecino, y que hemos de evitar
expresar nuestros sentimientos porque nos podrían tomar el pelo... En
este mundo nuestro, con demasiada frecuencia nos quieren meter en la
cabeza que hay que buscar sólo el propio interés, y sacar todo el
provecho posible de los demás, y no fiarse de nadie. En este mundo
nuestro parece como si el manifestar demasiada ternura y expresar la
alegría de amar sea casi hacer el ridículo.
Vosotros, en cambio, habéis querido escuchar y hacernos escuchar,
en el día de vuestra boda, un texto que habla de amor entusiasmado, de
sentimientos llenos de gozo del uno para el otro, de enamoramiento sin
miedo. Os lo agradecemos. Y os agradecemos que, al casaros, queramos
ser un signo de lo que proclamaba la lectura: un signo de amor libre y
abierto, capaz de mirar hacia delante sin temor, como una invitación a
vivir las cosas con esperanza, con ilusión, con ímpetu.

3. Seréis un signo del amor
Nosotros, los que os acompañamos en esta fiesta, estamos
convencidos de que la nueva etapa que hoy iniciáis, será un signo de
todo eso.
Lo será porque vuestro amor de hoy continuará creciendo siempre,
durante toda vuestra vida. Y lo será porque este amor vuestro no lo
viviréis cerrados en vosotros y en vuestra tranquilidad personal, sino que
lo viviréis con los ojos abiertos y el alma atenta a los que os rodean, a
todo lo que pasa en nuestro mundo, para poner en todas partes un poco
del amor y la esperanza que vosotros sentís.

4. Jesucristo os acompañará para que déis fruto
Que seáis siempre muy felices, y que la fuerza de Jesucristo os
acompañe en vuestro camino.
En el evangelio que hemos escuchado, Jesús mismo os decía: "Os he
elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto
dure". El estará a vuestro lado y hará que realmente déis fruto. Y este
fruto será precisamente lo que decíamos antes: vuestra capacidad de
amaros, y de hacer de vuestro amor un signo estimulante para todas las
personas que estén a vuestro lado a lo largo de toda vuestra vida.

5. Un estímulo de amor para todos los que compartes esta fiesta
Y que a todos nosotros, a todos los que compartimos la alegría de esta
fiesta, las palabras que acabamos de escuchar y el compromiso de amor
al que ahora asistiremos nos impulsen también a creer que vale la pena
vivir con el espíritu abierto, con ganas de amar.
Muy especialmente, que esta fiesta sea, para los que estáis casados,
un reforzamiento de vuestro amor, y para todos, un estímulo para poner
amor en todo lugar donde se desarrolle nuestra vida. Porque al fin y al
cabo, y digan lo que digan, el amor es lo único que nos puede hacer
felices.
 



24. Homilía dirigida a creyentes no practicantes.

TEXTOS: Cantar 2,8-10.14.16a;8,6-7a; Juan 15,12-16

1. "Mi amado es para me y yo para él"
Vivir para el otro, estar atento al otro, es amar. Este es el mensaje que
hemos escuchado en la palabra de Dios, queridos novios y todos los
asistentes a esta celebración.
Proponeos trabajar vuestro amor sin egoísmo. Jesús dice: "Nadie tiene
amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Amar, pues, es
dar, amar es dar la vida por la persona amada. Amar es escuchar al otro,
hacerlo feliz, comprenderlo.
Esto es muy hermoso, pero nada fácil. Es necesario encontrar tiempo
para el diálogo, para comunicarse. El ritmo de nuestro mundo impide la
comunicación. Sería muy necesario que hicierais un esfuerzo para poder
encontrar este tiempo tan necesario. El otro es más importante que ver la
televisión, el otro es más importante que leer el periódico o una revista...


2. "El amor es fuerte como la muerte"
Debéis tener un gran concepto del amor. Si creéis que el amor que
ahora sentís pudiera tener fin, tenéis un concepto estrecho, pequeño, del
amor. Pero vosotros os amáis. Por esto habéis venido aquí a celebrar
vuestro matrimonio. Así como tenéis cuidado de una planta, de la misma
manera debéis estar atentos a vuestro amor y regarlo con afecto y
delicadeza.
Si tenemos cuidado del amor, no pasará. Si el amor de algunas
parejas se rompe, es que algo ha fallado.
Por tanto, no os acostumbréis a estar uno al lado del otro, no os
acostumbréis a pensar que el otro no puede cambiar, no os acostumbréis
a aceptaros con resignación con vuestros defectos. En una palabra, no
os acostumbréis a la rutina.

3. "Mi mandamiento es que os améis"
Si hay amor de verdad, tiene que haber también crecimiento. Cuando
uno ama y se siente amado, es feliz, no hay nada que lo desanime
completamente ni hay ninguna dificultad que lo hunda. El amor es un
fuego que no puede apagar ningún océano. Es lo que hemos escuchado
en la primera lectura.
¿Cómo podréis conseguir este amor indestructible? San Pablo nos lo
explica en una carta que escribió a los primeros cristianos de Galacia.
Nos dice que hemos de tener buenos sentimientos, "sentimientos de
compasión, de bondad, de humildad, de serenidad, de paciencia..." Y
saber perdonarse con generosidad.
Todos estos sentimientos son fruto de un amor auténtico que cada día
debéis alimentar con más firmeza. Estos sentimientos os ayudarán a
avanzar por el camino del amor. Serán un importante fundamento.
Ahora quisiera concretaros cuáles deben ser los cimientos del edificio
de vuestro amor. Me referiré a tres: confianza, comprensión y fe en Jesús.

Confianza entre vosotros, que tiene que ser total, absoluta y completa.
Que os confiéis mutuamente de tal modo que seáis como un espejo en el
cual podáis contemplar el corazón del otro. Que no haya niebla de
ninguna clase que esconda vuestro interior.
Comprensión, que es también muy importante, pero que es a la vez
muy difícil. Comprender es entender al otro, comprender es acertar por
qué el otro piensa de esta manera, por qué reacciona de esta manera,
por qué actúa de esta manera.
Fe en Jesús. Dentro de poco os casaréis, recibiréis el sacramento del
matrimonio. Jesús os ama y quiere daros su don, su gracia. Jesús os
quiere ayudar. El quiere ser vuestro compañero de viaje por los caminos
de vuestro amor y de vuestra vida. ¡Pensadlo de verdad! Jesús quiere
ayudaros. Dejaros ayudar por El. Pedidle que sepáis amaros como El nos
ha amado, como El os ama.
 



25. No es exactamente una homilía: el celebrante lee unas
reflexiones escritas por los padres de los novios.

TEXTOS: Tobías 8,5-10; 1 Corintios 12,31—13,8a; Juan 15,12-16

Una madre de familia, periodista ella, publicó no hace mucho en una
revista cristiana un articulo titulado "sermón de bodas". Os leeré el
comienzo:
"Asistí no hace muchos días a una boda. Una boda seria, una boda
que podríamos calificar como litúrgicamente bien hecha. El sacerdote que
presidía habló a los novios de la nueva aventura que comenzaba para
ellos, del camino que habían de hacer juntos, del amor que no es mirarse
el uno al otro sino mirar juntos en la misma dirección... Todo estaba muy
bien, a pesar de que eran frases que a mí me parecían como envueltas
en algodones y faltas de realismo. Y se me ocurrió pensar si no hubiera
sido muy diferente si esas palabras dirigidas a los novios las hubiera
dicho una madre o un padre de familia. (Porque también los padres y
madres de familia pueden hablar de la Palabra de Dios. Ellos son
precisamente los primeros que hacen conocer la Palabra de Dios a sus
hijos)."
Hasta aquí las palabras de nuestra periodista. Al leerlas, pensé que
tenía razón. Por eso, queridos novios, para esta ceremonia de vuestra
boda decidimos —como ya sabéis— conceder la palabra a vuestros
padres. Ellos, ya hace años, en un acto parecido al que ahora nos
congrega, se prometieron amor y fidelidad delante de Dios. En el seno de
este amor, en dos hogares que han querido ser cristianos, habéis nacido
vosotros, habéis crecido, os habéis hecho personas adultas. Escuchad,
pues, lo que os dicen ahora vuestros padres y que yo os voy a leer a
continuación, aunque son ellos los que lo han escrito.
* * * * *
Queridos N. y NN.
En esta hora solemne en que os disponéis a unir para siempre
vuestras vidas, os toca escuchar estas reflexiones, en cierto modo
profanas unas, religiosas otras, pero encaminadas todas a haceros
meditar un poco sobre el futuro que se abre delante de vosotros.

1. Pedir que Dios ayude a vuestro amor
Habéis escuchado el maravilloso pasaje de la Escritura en que Tobías
y Sara, poco antes de contraer matrimonio, oran a Dios y le piden que les
ayude. Y Sara acaba su oración con aquellas dos frases impagables:
"Ten compasión de nosotros! Señor, ten compasión. Que los dos juntos
vivamos felices hasta nuestra vejez".
También habéis oído las palabras con que san Pablo describe las
características del verdadero amor, de aquel amor que "no pasa nunca".

Palabras hermosísimas todas ellas, que ahora os toca a vosotros
convertir en hechos. Tenéis delante de vosotros una vida que os
deseamos larga, fecunda y gozosa. Hoy todo os sonríe. Veis la felicidad
como algo seguro e inalterable. Pero tened presente que la felicidad no
es gratuita ni automática. La felicidad hay que conquistarla a pulso cada
día y mantenerla sin desmayo. En el matrimonio no todo es luz. Hay horas
y jornadas de sombra. Las horas esplendorosas no vienen solas: las
tenéis que forjar vosotros mismos. Y las horas de adversidad las tenéis
que afrontar con ánimo sereno y esforzado.

2 Paciencia, comprensión y respeto
Hay tres elementos esenciales que conviene que tengáis presentes
como fundamento para la conquista de la felicidad: paciencia,
comprensión y respeto. Como veréis a continuación, un elemento deriva
del otro y los tres juntos acaban desembocando en un amor fuerte.
Paciencia para soportar juntos las incomodidades, para no extremar, y
si conviene disimular o corregir con dulzura, los defectos de cada uno.
Tiene que haber, eso sí, reciprocidad. La virtud no siempre fácil de la
paciencia, os conducirá a la comprensión mutua: comprensión para no
convertir en problemas tantas y tantas cosas que se pueden resolver sin
alboroto y sin romper nada. Y la comprensión os conducirá al respeto del
uno al otro: respeto de las opiniones de las acciones, de las actitudes, de
las aficiones de cada uno, siempre, se entiende, que nada de todo ello
vaya contra los rectos principios. No os consideréis nunca en posesión de
la verdad absoluta. Pensad que es posible que el otro tenga razón. El
respeto comienza ya en las palabras. No olvidéis que una palabra fuera
de tono puede herir más que una cuchillada y puede dejar una marca
más honda que una herida física, aunque aparentemente haya
cicatrizado ya. El respeto recíproco tiene su origen en la educación que
habéis recibido y que se debe traslucir en todo. Respeto, cortesía en
todos los actos de la vida en común, también en la plena intimidad.
Estos tres elementos —paciencia, comprensión y respeto— comportan
una serie de sacrificios y de renuncias que no son fáciles de practicar:
reprimir el orgullo, renunciar a determinadas parcelas de la propia
personalidad, renunciar a ciertas ideas prefabricadas y que uno cree que
son inatacables...

3. No echéis a perder el tesoro de vuestro amor
Estas reflexiones no son literatura, sino producto de la experiencia. Si
las tenéis siempre presentes, saldréis ganando mucho en el áspero
camino de la vida, sobre todo porque, como os decíamos antes, la
paciencia, la comprensión y el respeto os ayudarán a conservar y
aumentar vuestro amor.
El amor profundo y sincero de los esposos no tiene precio. Lo puede
todo, hasta lo que parece imposible. No echéis a perder este tesoro, que
vale más que todas las riquezas de la tierra. Y glosando y aplicando el
último mandamiento del Salvador—"amaos los unos a los otros como yo
os he amado"—os decimos ahora: amaos el uno al otro como os han
amado vuestros padres. Si cumplís este precepto inmortal, cuando os
acerquéis al final del camino, cuando lleguéis al otoño de la vida, podréis,
con plena conciencia del deber cumplido, transmitir a vuestros hijos la
antorcha de este mensaje, y les podréis decir también: "amaos como
vuestros padres os han amado".
Como complemento de todo esto, conservad intacta vuestra fe. Estad
seguros de que existe el milagro de cada día. La vida os lo demostrará si
tenéis ojos para saberlo ver. Y no olvidéis el pasaje del evangelio en que
san Pedro, en el momento en que duda de las palabras de Jesús que le
invita a caminar sobre las aguas y hacer algo que parece físicamente
imposible, se hunde y está a punto de ahogarse. Es entonces cuando
Jesús le dice: "hombre de poca fe, ¿por qué has dudado". La fe es la raíz
de la esperanza, y la esperanza, que en definitiva significa confianza, es
el núcleo de la caridad, es decir, es la esencia pura del amor, de aquel
amor que, como dijo el poeta, "mueve el sol y las otras estrellas".
 




26. Para asamblea de practicantes, acostumbrados a las lecturas
bíblicas.

TEXTOS: Tobías 8,5-10; Efesios 5,2a.21-33; Juan 15, 12-17.

1. El matrimonio: un hecho humano que nos llena de alegría
Reflexionemos unos momentos, a la luz de la Palabra de Dios que
acabamos de escuchar, para captar el sentido de lo que estamos
celebrando y para descubrir en la Palabra de Dios una luz para vuestra
vida de casados.
Estamos celebrando un sacramento. Es decir, somos unos cristianos
reunidos en una celebración, en la cual, a través de unos signos,
Jesucristo se hace presente entre nosotros comunicando su gracia.
Todos veremos y oiremos cómo vosotros dos, N. y NN., os prometéis
fidelidad como esposos para toda la vida. Esto es un hecho humano, que
no es exclusivo de los cristianos. Es un hecho que llena de alegría y que
merece ser celebrado con los familiares y amigos. Es un hecho
fundamental en la vida de los hombres.

2. Para nosotros: Dios está presente en el amor
Pero para los cristianos es más todavía. Hemos oído cómo Tobías y
Sara, dos israelitas llenos de fe, se daban cuenta de que su matrimonio
tenía un significado muy profundo: su amor no era un amor ciego, sino
que era un don de Dios. Ellos sabían que eran miembros de un pueblo
santo, el pueblo escogido, y llenos de fe bendicen a Dios, que es quien
ha creado al hombre y ha querido el amor de los esposos; y le piden
saber amarse, tener una larga descendencia, dones que vienen de Dios.

También vosotros, NN. y N., formáis parte de un pueblo santo, el nuevo
pueblo de Dios, que no es ya Israel, sino la Iglesia. También para
vosotros el matrimonio, el amor de los esposos, los hijos, la vida, son un
don de Dios.

3. Un signo del amor de Jesucristo
Como cristianos que sois, el matrimonio, vuestra vida de esposos, es
un signo del amor que nos tiene Jesucristo. Los esposos cristianos han
de amarse de tal manera que su vida sea como un espejo que refleje el
amor de Jesucristo a los hombres que él ha salvado.
Pero un sacramento no es sólo un signo, sino que es un signo eficaz:
aquello que creemos por la fe, se realiza verdaderamente; Jesucristo
mismo está presente en vuestra vida y os comunica su gracia. Y de esta
manera el matrimonio es para todos los cristianos un camino de santidad,
una manera de seguir a Jesús en su entrega generosa. El matrimonio es
una vocación.
Fijaros como san Pablo, al hablar de las exigencias que comporta el
amor de los esposos, nos dice en qué se fundamenta. Desde el punto de
vista humano hay muchos motivos para que los esposos se amen
fielmente. Pero para el cristiano hay uno todavía más profundo: es la
presencia de Jesucristo, es la exigencia radical de amar como Jesucristo.

Por ello san Pablo dice: amad a vuestras mujeres como Jesucristo amó
a la Iglesia, someteos a vuestros maridos como la Iglesia se somete a
Cristo.

4. Amar como Jesucristo
Vemos que no se trata de una sumisión ciega a los caprichos del otro,
sino que los dos os tenéis que amar como Jesucristo nos ha amado. Y en
esta página del evangelio, bella e íntima, que hemos escuchado,
Jesucristo mismo nos dice cómo es su amor.
Un amor generoso, entregando toda la vida: "Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos". Un amor que nunca
retrocede hasta dar la vida, hasta la muerte: vosotros hoy os prometéis
amaros como esposos toda la vida, en la prosperidad y en la adversidad,
en la salud y en la enfermedad. Un amor que es comunión personal, que
abre el corazón al otro: "Ya no os llamo siervos...; a vosotros os llamo
amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer".

Esto es el fundamento más profundo del sacrificio, de la renuncia a
uno mismo que comporta el amor entre los esposos: Jesucristo mismo es
la medida del amor, y los cristianos, en el amor a los demás, hemos de
avanzar siempre en el seguimiento de Jesucristo.
Este es el mandato nuevo, el mandamiento que nos ha dejado
Jesucristo. No es sólo amar al otro como a uno mismo, sino como él nos
ha amado. Este mandamiento, que es luz de vida para todo cristiano, ha
de ser también la guía de vuestra vida de esposos, de padres; de vuestra
vida familiar y de vuestra relación con los hombres que os rodean. Es
ciertamente una fuente de exigencia, pero a la vez una fuente de alegría.
También a vosotros Jesucristo os dice: "Vosotros sois mis amigos, si
hacéis lo que os mando". Y "Soy yo quien os ha elegido, para que deis
fruto, y lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé".
Por ello, lo que estamos haciendo es una celebración: celebramos el
amor que nos tiene Jesucristo, y damos gracias porque N. y NN. se
quieren amar como Jesucristo nos ha amado.
 



27. HOMILIA PARA BODAS DE ORO O PLATA

TEXTOS: Juan 2,1-11 (habrá que añadir por lo menos otra lectura
antes del evangelio)

1. Jesús, presente en las bodas
Jesús aceptó la invitación. Estuvo presente en la fiesta de aquellos
novios del pueblo de al lado. Fue con algunos discípulos, y con su Madre.

Su gesto lo podemos interpretar como un "sí" al amor, a la amistad, a
la fiesta. Ya era predicador del Reino, y empezaba a ser famoso: pero
acudió a aquella fiesta, pueblerina pero alegre y solemne. Y además hizo
allí el primer milagro. Cuando su Madre le hizo notar que se había
acabado el vino, Él inició su serie de milagros y signos convirtiendo
aquellos cántaros de agua en el mejor vino.
Hoy también está Cristo Jesús presente en vuestra fiesta. Habéis
querido precisamente celebrar vuestro aniversario de boda con El, en la
iglesia, con esta Eucaristía. De nuevo El bendice el amor y está presente
en vuestra alegría.

2. El vino bueno, a los 50 (25) años
Hoy hace 50 (25) años que N. y NN celebraron cristianamente el
sacramento del matrimonio, sellando ante Dios su amor. Y tienen la
alegría de conmemorar hoy estas bodas de oro (plata) rodeados de sus
hijos (y de sus nietos), de tantas personas que les muestran su amistad y
su solidaridad.
Una fecha así dice mucho del mérito de su amor y de su mutua
fidelidad. No habrán sido 50 años fáciles, seguramente. Vivir juntos,
levantar una familia, superar las mil dificultades (económicas, sociales...),
permanecer en el amor, no es algo que la vida nos da espontáneamente:
ha supuesto un esfuerzo, una generosidad. Han ido creciendo en el amor
precisamente porque han compartido preocupaciones y obstáculos.
Ahora, el amor de 50 (25) años de matrimonio tiene todavía más mérito
que aquel primer amor. Ahora su amor se nos presenta más adulto, más
maduro, probado por la vida, menos romántico. Aquí sí que se puede
decir que el último vino es el mejor. NN. y N nos dan un ejemplo de cómo
es posible el amor hecho comprensión, paciencia, respeto mutuo; un
amor constructivo, fecundo, en el que con seguridad les ha ayudado
mucho su sentido cristiano de la vida, su fe en Cristo Jesús.
¿No es esta fe cristiana la que más nos ayuda a todos en los
momentos difíciles y convierte el agua de la vida diaria en vino sabroso
de generosidad y fiesta?

3. Motivo de alegría para todos
Estas bodas de oro son un evidente motivo de alegría para todos
nosotros.
Para ellos, porque pueden mirar hacia atrás con la conciencia de una
vida lograda y fecunda, no siempre escrita con páginas luminosas, pero
vivida con esfuerzo y fidelidad.
Para todos los demás, porque es algo hermoso contemplar a una
pareja que celebran una fecha así, llena de resonancias humanas y
cristianas, que han seguido diciéndose mutuamente "sí" a lo largo de
tantos años, y diciendo también "sí" a la vida y a las demás personas.
(Sus hijos, sus nietos, tantas personas que hoy nos hemos reunido para
celebrar con ellos este día...). Son un ejemplo para todos. Las
circunstancias sociales, económicas y familiares habrán cambiado tanto
durante estos años: pero las actitudes fundamentales son las mismas
entonces y hoy, la fidelidad, el trabajo, la disponibilidad, la entrega mutua,
la alegría de vivir, el amor... En los tiempos que corremos, en que se
vende tan barata la palabra "amor", y parece que lo que se ensalza es la
capacidad del divorcio, o la facilidad en desligarse del compromiso de la
entrega mutua, una familia así, que tiene la alegría de celebrar unida tan
hermoso aniversario, es como una bocanada de aire puro en medio de
nuestra sociedad. No porque ellos ni nosotros idealicemos en exceso lo
que ha sido su vida, sino porque reconocemos que con la ayuda de Dios
han sabido mantener y madurar su amor, y hacerlo fecundo a su
alrededor.

4. Jesús y su Madre, siguen presentes en su vida
Jesús estuvo presente en Caná. Jesús sigue estando presente aquí,
en la vida de N. y NN y para todos nosotros.
También nos alegra pensar que está con nosotros la Madre de Jesús,
Maria, atenta, servicial, Madre. Dándose cuenta de lo que nos falta.
Deseosa de que la felicidad colme nuestras vidas. E intercediendo por
nosotros ante su Hijo.
Ojalá ellos conviertan también hoy en vino de fiesta y de amor, en
alegría e ilusión, todo lo que hay en nuestras manos. Que ellos, tanto
para N. y NN., a los que deseamos todavía otros muchos años de
felicidad, como para nosotros, que les acompañamos un poco con envidia
y deseos de imitarles, nos llenen de su bendición y den un sentido de
esperanza a nuestra vida de cada día.
En nuestra Eucaristía, una vez más, Cristo Jesús, además de estar
presente con nosotros, y habernos iluminado con su Palabra de
salvación, nos va a hacer el mejor Don: El mismo se nos da como comida
y bebida, como Pan de vida y Vino nuevo de amor y de comunión.
Felicidades. Que siga creciendo todavía vuestro amor. Y el nuestro.



28.
Tengo la impresión de que la mayoría de los esposos cristianos viven
su matrimonio sin sospechar siquiera la grandeza que encierra su vida
matrimonial.

Escuchan de la Iglesia una cuidada predicación sobre los deberes
matrimoniales, pero pocas veces se sienten invitados a vivir con gozo la
mística que debería animar y dar sentido a su matrimonio.

Y, sin embargo, las exigencias morales del matrimonio sólo se
entienden cuando se ha intuido de alguna manera el misterio que los
esposos están llamados a vivir y disfrutar. Por esto tal vez lo más urgente
y apasionante para las parejas cristianas sea entender bien qué significa
«casarse por la Iglesia» y «celebrar el sacramento del matrimonio».

«Sacramento» es una palabra gastada que apenas dice hoy algo a
muchos cristianos. Bastantes no saben siquiera que, en su origen,
«sacramento» significa «signo», «señal». Cuando dos creyentes se casan
por la Iglesia, lo que buscan es convertir su amor en sacramento, es
decir, en signo o señal del amor que Dios vive hacia sus criaturas.

Esto es lo que los novios quieren decir con su gesto en el momento de
la boda: «Nosotros nos queremos con tal hondura y fidelidad, con tanta
ternura y entrega, de manera tan total, que nos atrevemos a presentaros
nuestro amor como "sacramento", es decir, como signo del amor que Dios
nos tiene. En adelante, cuando veáis cómo nos queremos, podréis intuir,
aunque sea de manera deficiente e imperfecta, cómo os quiere Dios.»

Pero su amor se convierte en sacramento precisamente porque cada
uno de ellos comienza a ser «sacramento» de Dios para el otro. Al
casarse, los esposos cristianos se dicen y prometen así el uno al otro: "Yo
te amaré de tal manera que cuando te sientas querido/a por mí, podrás
percibir cómo te quiere Dios. Yo seré para ti gracia de Dios". A través de
mí te llegará su amor. Yo seré pequeño "sacramento" donde podrás
presentir el amor con que Dios te quiere.»

Por eso, el matrimonio no es sólo un sacramento, sino un estado
sacramental. La boda no es sino el inicio de una vida en la que los
esposos pueden y deben descubrir a Dios en su propio amor
matrimonial.

El amor íntimo que ellos celebran y disfrutan, los gestos de cariño y
ternura que se intercambian, la entrega y fidelidad que viven día a día, el
perdón y la comprensión que sostienen su existencia, todo tiene para
ellos un carácter único y diferente, misterioso y sacramental. A pesar de
todas sus deficiencias y mediocridad, en el interior de su amor han de
saborear ellos la gracia de Dios, su cercanía y su perdón.

Nunca es tarde para aprender a vivir con más hondura. Aquel Jesús
que iluminó con su presencia la boda de Caná puede enseñar a los
esposos cristianos a beber todavía un «vino mejor».
(·PAGOLA-2.Pág. 61 s.)


29.
Habéis pasado de "no querer vivir el uno sin el otro" a "no poder vivir el
uno sin el otro".
Os habéis querido de tal manera que habéis hecho la promesa del
"amor sin retorno".
Entonces es cuando el amor conyugal se convierte en signo del amor
de Dios al hombre.