II. ACTUAL LITURGIA AMBROSIANA

Una vez que el Vaticano II, por razones pastorales, fruto éstas a su vez del movimiento litúrgico, ratificó los principios de la reforma, también para la liturgia ambrosiana transcurrió más de un lustro durante el cual su primera preocupación fue preparar la traducción oficial de los libros litúrgicos: se podía ya utilizar la lengua italiana, abandonando la latina. Este abandono del latín asestó, sin duda, un golpe de gracia a la tradición del canto fijo o canto litúrgico ambrosiano, que incluso había experimentado un renacimiento con el card. Ferrari y posteriormente con el card. Schuster mediante la edición revisada de los cantorales y el relanzamiento del Pontificio Instituto ambrosiano de música sagrada. El entusiasmo, incluso, por el arte sacro había visto en 1921 el nacimiento de la Escuela superior de arte cristiano Beato Angélico. Durante el período que estamos analizando, tan beneméritas instituciones marcaron una especie de compás de espera y de reajuste.

Siguiendo las huellas de todo cuanto se ha venido haciendo con la liturgia romana, también la ambrosiana tuvo su traducción ad interim de los libros litúrgicos más comunes. Después de la traducción oficiosa recogida en los llamados misalitos para uso del pueblo, en 1966 vio la luz, primero en fascículos (de formato grande) y después en bloque (de formato pequeño), la edición bilingüe del Misal Ambrosiano. Se editaron también, en ediciones bilingües, los libros litúrgicos para la celebración del bautismo y del matrimonio y para los funerales. Era tan sólo el primer paso hacia la propia y verdadera reforma, de la que todavía no puede hacerse historia, sino sólo un ensayo de cronohistoria, lo cual nos va a permitir explicitar algunas peculiaridades de la actual liturgia ambrosiana. Advertimos, sin embargo, desde el principio que las peculiaridades celebrativo-rituales de la liturgia ambrosiana del pasado se han uniformado ya casi de forma total con las de la liturgia romana.

 

1. BREVE CRONOHISTORIA DE UNA REFORMA EN MARCHA.

Para tejer sintéticamente la cronohistoria de la reforma de la liturgia ambrosiana actual, bastaría repasar las intervenciones oficiales del cardenal G. Colombo hechas públicas entre el 28 de febrero de 1967 (discurso en la segunda sesión plenaria del Sínodo XLVI, en el que se preparaba oficialmente la reforma litúrgica ambrosiana) y el jueves santo, 15 de abril de 1976 (durante la misa crismal el arzobispo entregaba a los sacerdotes y fieles el nuevo Misal Ambrosiano hasta entonces elaborado). Rebasa los objetivos de una voz de diccionario entrar en detalles, por más que no dejaría de ser útil y hasta necesario conocerlos para comprender el espíritu de la reforma de la liturgia ambrosiana: remitimos a una muy lograda síntesis y a las monografías, citas, indicaciones de etapas, dificultades y logros de la reforma, puntualmente recogidos por la revista Amb, y especialmente a los artículos de Inos Biffi, que son no pocos. Aquí importa destacar dos ejes en torno a los cuales gira la reforma en marcha.

a) Conciencia de la autonomía litúrgica ambrosiana, oscurecida por indecisiones de diversa índole. El primer dato efectivo que resalta en la crónica de hechos en torno a la reforma de la liturgia ambrosiana es el agudo sentido de responsabilidad, en un careo entre la historia y la iglesia, por evitar toda eventual supresión de la liturgia ambrosiana; sentido de responsabilidad que se consolida con la progresiva toma de conciencia refleja de que la autonomía de la santa iglesia ambrosiana en materia litúrgica no es ni una extravagante improvisación de hoy, ni una obstinada reivindicación de carácter arqueológico", ni la expresión de una autonomía excéntrica o autocéfala con relación al mundo litúrgico occidental o latino-romano, sino un acontecimiento eclesial de primera importancia. En efecto, la supervivencia de una liturgia particular es un hecho eclesial que lleva consigo una voluntad conservadora y, al mismo tiempo, un espíritu renovador. Estas dos intenciones unidas entre sí son un proprium de la iglesia puesta en el mundo para transmitir el depositum fidei desarrollándolo y profundizándolo, adaptándolo incesantemente a los hombres a quienes está destinado, según el genio, carácter y condiciones culturales de un pueblo particular. Esta toma de conciencia por parte de los ambrosianistas ha crecido y madurado tanto, que ha llegado a superar un doble frente de objeciones teóricas y prácticas aparecidas en revistas y semanarios durante el decenio 1965-1975 y que no han desaparecido aún hoy del todo.

Las objeciones teóricas, de diversa índole y con distinto origen (en ocasiones, suscitadas por personas ideológica y sobre todo espiritualmente distanciadas de la archidiócesis milanesa), se pueden sintetizar así: La reforma conciliar no pretende crear una nueva liturgia, ni romana ni ambrosiana; la liturgia ambrosiana hoy no tiene razón de ser, ya que la mentalidad y espiritualidad ambrosianas no deben ser distintas de las de otras diócesis italianas, ni exigir, por tanto, una expresión litúrgica particular; la liturgia ambrosiana es una visión arcaica que queda superada, un obstáculo a la participación litúrgica de una población hoy sumamente heterogénea.

Se intenta reforzar las objeciones teóricas con otras objeciones práctico-operativas, que pueden resumirse así: En el mundo litúrgico occidental hay una cierta tendencia que está postulando uniformidad; dificultades económicas para contar con libros litúrgicos propios y con sus respectivos subsidios catequético-pastoral-litúrgicos; búsqueda de fáciles acomodaciones uniformantes de la liturgia ambrosiana con la romana; en la época actual, caracterizada por incesantes inmigraciones, una liturgia particular distinta choca con su insuficiencia pastoral; la civilización industrial, que con el turismo funde y confunde las masas de fieles, tiene otras exigencias; la presencia dedos religiosos que siguen la liturgia romana dentro de la archidiócesis ambrosiana; las islas de Monza y Treviglio, que, aun dentro del ámbito ambrosiano, usan la liturgia romana; etc. Todo esto hacía pensar en la abolición de la liturgia ambrosiana. Son los años de incertidumbre, como los definía en 1976 el card. Colombo, quien había, sin embargo, demostrado su firme e irrevocable propósito de mantener la liturgia ambrosiana y reformarla, desde 1967, al afirmar que el rito ambrosiano es "una riqueza de nuestra tradición que a ningún precio consentiremos perder". Con lo que daba una regla de oro para orientar dicha reforma: "Conservar y vivificar con conciencia amorosa y llena de celo todos los valores connaturales del rito ambrosiano", con un compromiso táctico: "Ninguna diferencia inútil con respecto al rito romano en el leccionario, en el diálogo litúrgico, en los ritos y en el canto que no esté rigurosamente exigida por la índole misma del rito ambrosiano". Se trata sustancialmente de salvar el depósito eucológico. En efecto, la eucología, la palabra litúrgica sigue siendo hoy el elemento y el medio transmisor de contenidos que caracteriza y determina lo specificum de la liturgia ambrosiana.

b) "Conservar y renovar" sobre la base de una bien entendida creatividad. La actual liturgia ambrosiana, aun conformándose no poco con la liturgia romana, salva la propia identidad al responder a un instinto de conservación dentro de la renovación. La auténtica renovación gira sobre una bien entendida creatividad eucológica, dentro de una fidelidad al depositum fidei y a las necesidades de los fíeles. "Conservar y renovar el rito ambrosiano": lo escribía el cardenal Colombo en carta al clero y pueblo ambrosianos el 21 de noviembre de 1970, que nosotros definimos como carta magna de la nueva liturgia ambrosiana. En ella se refleja el pensamiento del maestro de ceremonias ambrosiano ya .anteriormente y en distintas ocasiones ilustrado por el mismo cardenal Colombo y sobre el que había de volver después, incluso en la introducción al Nuevo Misal Ambrosiano (NMA). En tales intervenciones aparecen ya una constatación, unos sólidos principios y una "voluntad férrea" dispuesta a pasar de la teoría a la práctica.

Una constatación: las razones y motivaciones aducidas desde no pocas partes para la supresión de la liturgia. ambrosiana, contrastadas con las que abogan por su conservación y su incremento, parecen débiles y frágiles. Poco consistente, en especial, es la objeción de la movilidad de los fieles y de las diferencias que éstos encuentran en la celebración, eucarística. En la misma liturgia romana, tal celebración tiene igualmente lugar con matices y tonos tan distintos que (por ejemplo, en los años 70) -es una reflexión personal- la diferencia entre Turín, Bolonia y Nápoles era mayor que entre Roma y Milán.

Unos sólidos principios: la liturgia ambrosiana encierra valores tan notables, que bastan para justificar su existencia en la iglesia: de hoy: debiendo conservarse y hasta incrementarse, debe igualmente renovarse, sin por eso falsear su identidad; su supervivencia será conveniente para un sano pluralismo litúrgico, cuyo promotor ha sido el Vaticano II, así como por motivaciones de un justo sentido de libertad expresivo­litúrgica y por razones ecuménicas; conformarse a la liturgia romana, con la que convive, pero sin uniformarse con ella; la uniformidad sería un absurdo empobrecimiento, por lo que es menester una renovación sin nivelaciones; dentro de este esfuerzo resaltará todo lo que en la liturgia ambrosiana es esencial, auténtico y duradero, frente a lo que aparece, por el contrario, como secundario y caduco; en una palabra: es necesaria una clara inteligencia, una bien entendida creatividad.

Una "voluntad férrea"para pasar del campo teórico al práctico. Se creó un comité para la reforma litúrgica; pero tuvo una vida muy corta y pasó "como un meteoro por el cielo de la iglesia milanesa". En efecto, el mismo card. Colombo afirmará que "el carro no avanzaba ya; ¿qué podía hacerse razonablemente sino apearse y recorrer solo algún trecho del camino, como una particular experiencia explorativa?" La experiencia explorativa se concretó en determinados experimentos. En efecto, se prepararon el Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus iuxta ritum ambrosianum, el Missale Ambrosianum ab hebdomada quadragesimae usque ad octavam paschae, con su respectivo leccionario; y así, el competente Dicasterio romano aprobó inmediatamente, con procedimiento especial, cual conviene a una liturgia legítima y oficial como la ambrosiana, todas las partes del NMA, primera etapa de la reforma actual. Como era lógico, paralelamente tiene lugar la revisión del Calendario Ambrosiano. Los años 1970-1976 fueron años de un asiduo trabajo, durante los cuales se logró pasar del dilema "conservar o abolir" a una simbiosis entre "conservar pero renovando" y "renovar pero conservando". Desde 1976 hasta hoy la archidiócesis milanesa viene editando los libros litúrgicos ambrosianos renovados a tenor de las disposiciones conciliares.

 

2. AÑO LITÚRGICO Y CALENDARIO AMBROSIANOS.

La relación entre uno y otro es mutua. En efecto, realizada la revisión del antiguo calendario, después de un período de fatigosa y no siempre unívoca gestación (recuérdese, por ejemplo, la cuestión del adviento, que de seis domingos-semanas pasó a cuatro y después, felizmente, de nuevo a seis) y después de varios proyectos, siguiendo la línea del Calendario Romano, se confeccionó un nuevo Calendario Ambrosiano, adoptado entre 1970 y 1973. A través de múltiples vicisitudes, estudiadas por Dell'Oro tales proyectos desembocaron fundamentalmente en el Calendario adoptado en 1974: definitivamente ratificado en 1976, y en previsión de la edición del NMA, fue el primer paso de la reforma definitiva de la liturgia ambrosiana. En el NMA se encuentran las Normas generales para la ordenación del año litúrgico y del Calendario Sobre sus peculiaridades con respecto al calendario anterior a la reforma, remitimos al estudio de Borella sobre el año litúrgico ambrosiano y al de Marcora sobre el santoral ambrosiano. Para describir ahora las características del actual Calendario y, por tanto, la estructura del año litúrgico ambrosiano en relación con la liturgia romana, nos servimos de la síntesis de Dell'Oro y sobre todo de las aludidas Normas generales para la ordenación del año litúrgico y del Calendario.

a) El ciclo "de tempore" se estructura sobre el Calendario litúrgico romano de uso en Italia: la epifanía se celebra en el domingo coincidente entre el 2 y el 8 de enero; la ascensión, en el domingo VII de pascua; la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, en el domingo que sigue a la fiesta de la Santísima Trinidad. Pero el ciclo litúrgico ambrosiano tiene las siguientes peculiaridades:

El tiempo de adviento comienza con las primeras vísperas del domingo inmediatamente siguiente al 12 de noviembre y termina antes de las primeras vísperas de navidad. Los domingos se llaman I, II, III, IV, V de adviento. El VI domingo celebra la "solemnidad de la maternidad divina de la Virgen María", que en la edición oficial del Misal Ambrosiano en lengua latina se denominaba Dominica VI adventus. Beatae Dei Genetricis semperque Virginis Mariae Sollemnitas. Los días feriados 17-24 de diciembre, denominadoss prenatalicios y que en parte sustituyen a los feriados anteriores de “exceptato" están orientados hacia una más directa preparación para el nacimiento del Señor.

El tiempo de navidad comienza con las primeras vísperas del nacimiento y termina con el domingo siguiente a la epifanía, es decir, el domingo que tiene lugar después del 6 de enero. La misa de la vigilia de navidad se celebra inder vesperas en las iglesias coaligadais y, laudablemente, también en las demás iglesias. Vale lo dicho también para la misa de la vigilia de la epifanía. El IV domingo de enero se celebra la festividad de la sagrada familia de Jesús, María y José. Desaparece la fiesta de la cristoforia, introducida por el card. Federico Borromeo en 1625. Hay, pues, aquí uniformidad con la liturgia romana, ya por la tonalidad, ya por la denominación de los otros domingos, como los subsiguientes a la epifanía, que son domingos perannum. El 1 de enero se denomina in octava Nativitatis.

El tiempo de cuaresma se extiende desde las primeras vísperas del primer domingo de cuaresma (no desde el miércoles de ceniza, que no existe en la liturgia ambrosiana), llamado también VI domingo antes de pascua, hasta la misa entre vísperas in Cena Domini, con la que se abre el triduo pascual. La cuaresma ambrosiana actual conserva las siguientes características: 1) se impone la ceniza el lunes después del primer domingo de cuaresma o, por razones pastorales, en ese mismo primer domingo cuaresmal; pero no en la misa vespertina anticipada; 2) en los viernes de cuaresma, según una antigua y constante tradición ambrosiana, no se celebra la liturgia eucarística, a no ser que coincida en  alguno de ellos la solemnidad de san José o la de la Anunciación del Señor: los viernes cuaresmales son alitúrgicos, como el sábado santo romano; 3) los domingos de este tiempo se denominan también: primer domingo de cuaresma; de la samaritana, de Abrahán, del ciego, de Lázaro. El VI domingo, después del sabado in traditione symboli, con el que se abre la semana santa o "authentica”; se denomina domingo de ramos o de los olivos.

Comparando dichas denominaciones con sus correlativas romanas, pueden apreciarse algunos matices o tonalidades, pero que no diferencian demasiado la actual liturgia ambrosiana de la romana.

El triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor comienza con la misa vespertina in Cena Domini, tiene su centro en la vigilia pascual y termina con las vísperas del domingo de resurrección. El viernes santo en la pasión del Señor, y según la oportunidad también el sábado santo hasta la vigilia pascual, se celebra el ayuno pascual. En la tarde del viernes santo se celebra la pasión del Señor.

El tiempo de pascua no presenta diferencia ninguna con la actual liturgia romana. Desaparecieron así las letanías menores del anterior año litúrgico ambrosiano. Sin embargo, en la semana pascual se ofrecen dos formularios de misa: uno para la octava y otro "para los bautizados".

El tiempo per annum computa los domingos-semanas como la actual liturgia romana. Las particularidades son: 1) son más de cuatro días el período entre el lunes subsiguiente al domingo después del 6 de enero y el comienzo de la cuaresma (faltando a la cuaresma ambrosiana el miércoles de ceniza y los tres días siguientes); 2) es inferior a dos semanas el período entre el lunes  después de pentecostés y el comienzo del tiempo de adviento (al ser seis los domingos-semanas del adviento ambrosiano); 3) consiguientemente, la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del universo (último domingo per annum) se celebra con una anticipación de dos domingos con respecto a la liturgia romana; 4) el domingo III de octubre se celebra la dedicación de la iglesia catedral. Con lo que han desaparecido, entre los domingos después de pentecostés, el ciclo de domingos después de la degollación de san Juan Bautista y los domingos de octubre, los cuales a la inversa hubieran podido servir, con el domingo de la dedicación (que permanece) y los siguientes a la dedicación (suprimidos), como un ciclo que potenciase la eclesiología litúrgica.

Las letanías mayores o rogativas siguen todavía en vigor; sus modalidades celebrativas son competencia de los pastores de almas, con el consentimiento de la autoridad competente, y según la adaptación a las situaciones locales y a las necesidades de los fieles'".

Entre las ferias, son privilegiadas las prenatalicias de exceptato, el sábado in traditione symboli, las de la semana authentica o semana santa. Las ferias de cuaresma solamente ceden a la solemnidad de san José y a la de la Anunciación del Señor.

Tanto en las solemnidades del Señor durante el tiempo per annum como en las solemnidades o fiestas de la Virgen María hay conformidad con la liturgia romana. Pero la divina maternidad de la Virgen María se celebra en el VI domingo de adviento, y la fiesta de la natividad de la bienaventurada Virgen María (8 de septiembre) goza de un especial relieve, por ser María en su nacimiento (la Madonnina) titular de la iglesia metropolitana (la catedral de Milán); el 12 de septiembre se conmemora (ha desaparecido en el Calendario Romano) el nombre de la bienaventurada Virgen María.

b) El santoral". Sin detenernos a analizar su génesis y sus particularidades, no iríamos descaminados al afirmar que el nuevo santoral ambrosiano adopta fundamentalmente los principios básicos de la reforma del Calendario litúrgico romano, cuyo esquema igualmente reproduce, con lo que se realiza por ambas reformas la ley de la simplificación, después de haberse llegado a un punto de saturación heortológica. El Calendario Ambrosiano ha integrado, al mismo tiempo, santos de la iglesia universal., profesando así, con el ciclo santoral, la catolicidad de la santidad de la iglesia.

Secundando la ley de la simplificación, la liturgia ambrosiana ha reducido, por ejemplo, las múltiples conmemoraciones de santos arzobispos milaneses, que anteriormente se hacían para cada uno. Hoy, salvo los más importantes: san Ambrosio (7; diciembre), san Carlos Borromeo (4 noviembre) -solemnidades-, san Eustorgio I (18 septiembre), san Galdino (18 abril) y san Dionisio (25 mayo) memorias-, los demás se conmemoran en la fiesta de san Anatalón y de todos los santos obispos milaneses (25 septiembre).

Pero secundando igualmente la especificidad de la liturgia ambrosiana y sus tradiciones, se reponen fiestas o memorias de santos (o beatos) locales o que nacieron en su ámbito regional y que ab immemorabili han venido siendo venerados en Milán, tanto más por aparecer insertos en el canon, como los santos Protasio y Gervasio (19 junio), Nabor y Félix (12 julio), Nazario y Celso (28 julio) y san Víctor (8 mayo). Hubiéramos preferido que se hallaran presentes en el calendario ambrosiano todos los santos y santas mencionados en el canon. Entre los santos o beatos nacidos en la región recordamos, por ejemplo, a san Gerardo de Monza (6 junio), san Arialdo (27 junio), el beato Contardo Ferrini (16 octubre), las beatas Catalina y Juliana del S. Monte de Varese (27 abril), san Antonio María Zaccaría (memoria obligatoria, 5 julio). Recordamos también a santos que trabajaron, influyeron o fueron objeto de devoción en la archidiócesis milanesa: las santas Bartolomea Capitanio y Vicenta Gerosa (18 mayo), san José Benito Cottolengo (30 abril), san Omobono (13 octu­bre), santa Francisca Cabrini (13 octubre), y que no son mencionados en el calendario romano italiano.

Están presentes además las me­morias de santos venerados de manera especial en Milán: san Babil y los tres niños mártires (23 enero), san Pedro de Verona, que sufrió el martirio en la vía Comacina (Seveso) (6 abril), santa Marcelina (17 julio) y san Sátiro (17 septiembre) (hermanos de san Ambrosio), san Alejandro mártir (26 agosto), san Mauricio y compañeros mártires (22 septiembre), san Roque (16 agosto); de santos que se relacionaron especialmente con Milán: Eusebio de Vercelli (2 agosto) y Honorato de Vercelli (29 octubre); Abundio y Félix, obispos de Como (31 agosto); Zenón de Verona (12 abril); Virgilio, obispo, y Sisinio y Alejandro, mártires de Trento (29 mayo); Siro, primer obispo de Pavía (9 diciembre); o que "emigraron" de Milán: Ansel­mo de Lucca (8 octubre).

Para mantener el carácter aheortológico de la cuaresma, la liturgia ambrosiana traslada a otras fechas las memorias de santos que la liturgia romana celebra dentro de la misma cuaresma. A excepción de las solemnidades de san José y de la Anunciación, san Cirilo de Jerusalén se traslada del 18 de marzo al 9 de octubre; san Casimiro, del 4 de marzo al 10 de octubre; las santas Perpetua y Felicidad, del 7 de marzo al 7 de febrero; san Juan de Dios, del 8 de marzo al 28 de octubre. Para salvar la prioridad de las ferias "de exceptato" sobre el santoral, san Juan de Kety se traslada del 23 de diciembre al 16 de diciembre, y san Pedro Canisio, del 21 de dic. Al 15 de diciembre.

Por razones circunstanciales o para dar prioridad a celebraciones de santos propios dentro de la tradición litúrgica ambrosiana, tienen igualmente lugar otros traslados: san Roberto Belarmino, del 17 de septiembre (san Sátiro, hermano de san Ambrosio) al 20 de ese mismo mes; santa Eduviges, del 16 de octubre (beato Contardo Ferrini) al 12 de este mismo mes; santa Margarita María Alacoque, del 16 de octubre al 13 de dicho mes.

La actual liturgia ambrosiana conoce -como la liturgia romana- las solemnidades, fiestas, memorias obligatorias y memorias libres para la celebración del santoral. Sin embargo, siguiendo también aquí una antigua tradición ambrosiana, en lugar de la lectio profética (la primera de las lecturas de la misa), se hace la lectio hagiográfica, es decir, se lee la passio o la depositio del santo contenidas en los leccionarios o pasionarios, cuya existencia viene atestiguada por varios manuscritos. Ello tiene hoy lugar para santa Catalina y los santos Benito, Francisco de Asís, Carlos Borromeo, Ambrosio, así como para el Leccionario Ambrosiano, del que hablaremos después.

Concluyendo: el Calendario Ambrosiano recoge la memoria de treinta santos propios, más dos fiestas de beatos y la memoria del nombre de María Virgen. Por otra parte, se han elevado a memoria obligatoria los santos Sebastián, Jerónimo Emiliani, Antonio Zaccaría y Eusebio de Vercelli; a fiesta, los santos Bernabé, Protasio y Gervasio, el martirio de san Juan Bautista; a solemnidades, los santos Carlos Borromeo y Ambrosio. Por razones varias, se han trasladado dieciocho memorias a fecha distinta de la del Calendario Romano.

 

3. EL NUEVO MISAL AMBROSIANO.

Brevemente analizada, ya su génesis, digamos ante todo que, como la del MR, la presentación del NMA no es enteramente clásica; es decir, no lleva las lecturas bíblicas, con su respectivo salmo responsorial, ni el canto del evangelio -para los que se deberá acudir al Leccionario-, sino sólo la parte eucológica y los cánticos de entrada (introito romano), para después del evangelio, en la fracción del pan y en la comunión.

a) Visión global. Globalmente considerado, en las subdivisiones se diferencia el NMA del anterior por la nueva estructuración del año litúrgico. Como queda dicho, no existen ya los domingos después de pentecostés, después de la degollación de san Juan Bautista, de octubre, después de la dedicación; uniformándose con el MR, lleva en primer lugar el propio del tiempo (desde adviento a pentecostés) y a continuación los domingos per annum. Dividido en dos volúmenes, dado su tamaño, en el primero se recogen los formularios para el tiempo de adviento y navidad; los formularios del tiempo per annum de los domignos I-IX, con la solemnidad del Señor en dicho tiempo per annum, a saber: la sagrada familia de Jesús, María y José, en el IV domingo de enero los formularios del tiempo cuaresmal hasta el sábado in traditione symboli; sigue el propio de santos, desde el 11 de noviembre (san Martín) hasta el 25 de marzo (la Anunciación); viene a continuación el rito de la misa con el pueblo, enriquecido con seis plegarias eucarísticas, las bendiciones solemnes y el rito de la misa sin pueblo; siguen los formularios de las misas comunes, de las misas rituales, de las misas y oraciones por varias necesidades (por la santa iglesia; por la sociedad civil; en diversas circunstancias de la vida social; por algunas necesidades), de las misas votivas, de las misas de difuntos; un apéndice y los índices. El segundo volumen contiene el propio del tiempo: semana santa (o authentica), triduo pascual, tiempo pascual y tiempo per annum desde la V hasta la XXXII semana per annum; las demás solemnidades del Señor en tiempo per annum, entre ellas la de la Santísima Trinidad (domingo después de pentecostés) y la dedicación de la iglesia catedral (III domingo de octubre); sigue el restante propio de los santos, desde san José hasta san Martín (11 de noviembre); se repiten después los demás elementos anteriormente mencionados: rito de la misa con el pueblo, etc.

Con su promulgación (11 de abril de 1976) quedaban suprimidas las anteriores ediciones típicas del Missale Ambrosianum, incluida la bilingüe en vigor desde 1966; a su vez, y para comodidad de los fieles, se prepararon ediciones manuales o de bolsillo, que contienen también las lecturas de la palabra de Dios. Por último, vio la luz la prometida edición típica latina del mismo NMA que constituye una preciosa base para futuras traducciones italianas, así como para el estudio de la eucología ambrosiana a nivel internacional.

Son importantes los Principios y Normas para el uso del Misal Ambrosiano que encabezan dicho NMA y que, juntamente con él, fueron objeto de un convenio. Con relación al MR, al que el NMA se ha acercado notablemente, además de las ya anotadas, son particularidades propias los formularios de misas por varias necesidades, que la liturgia ambrosiana desarrolla con un método sui generis: se cuentan sesenta y nueve formularios, de los que dieciocho son de nueva composición y no aparecen en el MR (por ejemplo, por la libertad de la iglesia, por la educación cristiana, por la profesión de fe de los adolescentes, por la tercera edad, por las reuniones espirituales, para promover la justicia, por la libertad civil, etc.). Asimismo, en los formularios para las misas de difuntos, y en cuanto a su perfil estructural, el NMA se asemeja al MR; hay, sin embargo, notables diferencias en lo tocante a los prefacios, a algunas oraciones propias y a otras comunes con el MR, pero con adaptaciones.

Lo verdaderamente específico del NMA es, como queda dicho, la eucología, es decir, el conjunto de fórmulas y formularios típicos. Con palabras del card. Colombo, se puede afirmar que el NMA "se presenta como una realidad radicalmente autónoma y original. No hay nostalgia alguna por formas arcaicas de misales inmutables; no hay preocupaciones maniáticas de continuas y caprichosas nuevas experiencias. La eficacia de la liturgia depende, más que de la teatralidad de los signos, de la profundización vital en la unión con Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo...".

b) Estructura de la celebración eucarística. Si bien la forma ritual­ celebrativa del Ordinarium Missae ambrosiano es muy similar al Ordo Missae romano, conviene señalar las diferencias que, con la introducción de las últimas innovaciones en la edición típica del NMA, caracterizan la estructura de la celebración eucarística en la liturgia ambrosiana. Pueden cotejarse con las propias de la anterior edición típica del Misal Ambrosiano. Se le señalan al celebrante en una cartulina suelta e inserta en el primer volumen del NMA. Interesa ahora subrayar dos grupos de características: las de la eucología y las de carácter ritual.

Las características eucológicas: nos hemos referido a ellas en otro lugar y son objeto de estudios detallados por parte de I. Biffi, el artífice del NMA. Tales características son funcionales en el marco de la reforma actual, si bien el problema de la redacción literaria de la eucología ambrosiana plantea, en el campo de su estudio, algunos interrogantes y ha creado, en el campo de la pastoral, algunas dificultades frente a su dicción áulica. Con todo, debe tenerse presente que el lenguaje litúrgico se ha caracterizado siempre por su nivel más elevado que el del lenguaje ordinario del pueblo y se ha visto obligado siempre, por los contenidos que transmite y propaga, a utilizar una terminología propia. Desde un punto de vista cuantitativo, la eucología ambrosiana se ha incrementado: se cuentan en conjunto más de dos mil quinientas fórmulas eucológicas, un millar más que las actuales fórmulas eucológicas romanas. Todo formulario de misa posee, en efecto: una oración más que la liturgia romana (la oración conclusiva de la liturgia de la Palabra), dos cantos más (después del evangelio y en la fracción del pan); por lo demás, hay casi siempre un prefacio propio. En conjunto, un formulario eucológico ambrosiano para la celebración eucarística de hoy comprende: el canto de entrada (la antigua ingressa; el introito romano); la oración al comienzo de la asamblea litúrgica (la antigua oratio super populum; la collecta romana); el canto después del evangelio (la antigua antiphona post evangelium, desconocida en la liturgia romana); la oración conclusiva de la liturgia de la Palabra (la antigua oratio super sindonem, desconocida en la liturgia romana); la oración sobre los dones (la antigua oratio super oblata; la romana sobre las ofrendas); el prefacio (casi siempre propio: se mantiene así una característica ambrosiana); el canto al partir el pan (el antiguo confractorium, desconocido en la liturgia romana); el canto de la comunión (el antiguo transitorium, equivalente, en la liturgia romana, a la antífona de comunión),- la oración después de la comunión (la antigua oratio post communionem; la postcommunio romana). Desgraciadamente desapareció, como en la liturgia romana, el canto del ofertorio. Además, con relación a la anterior liturgia ambrosiana, cayó el psalmellus (canto entre la primera y segunda lectura, cuando no eran tres) y el cantus entre las lecturas o la lectura y el evangelio. En cambio, se han recuperado el salmo responsorial y el canto al evangelio (como en la liturgia romana).

Las peculiaridades de las cuatro oraciones de la actual liturgia eucarística ambrosiana pueden sintetizarse así. La oración al comienzo de la asamblea litúrgica pone de relieve el papel que desempeñan los fieles en la celebración; va precedida por la invitación Oremos, como en la liturgia romana, hasta ahora desconocida para los ambrosianos. La oración conclusiva de la liturgia de la Palabra sigue a la plegaria de los fieles cuando ésta tiene lugar, pero no se deberá trasladar nunca; tiene un papel distinto con respecto a la antigua oratio super sindonem, si bien ocupa su puesto: sirve, efectivamente, para cerrar la interpelación que la palabra de Dios suscita en la comunidad de los fieles, introduciéndolos gradualmente en el corazón de la eucaristía. La oración sobre los dones, cuya función es acentuar la separación de los dones presentados en el altar, respecto a su uso ordinario, para destinarlos al servicio divino y al culto de Dios, tiene las mismas características que su paralela oración romana. Dígase otro tanto del prefacio y de la oración después de la comunión.

Finalmente, la eucología sinásico-eucarística de la actual liturgia ambrosiana se ha enriquecido -frente al canon ambrosiano (con dípticos de los santos propios, con la narración de la última cena, típica y única del Occidente litúrgico, y con la doxología final especial)- con tres nuevas plegarias eucarísticas (II, III y IV) de la reforma litúrgica romana y con otras dos plegarias eucarísticas tomadas de la antigua liturgia ambrosiana con algún retoque y arreglo complementario. La V plegaria eucarística, al centrarse en la temática eucarística y sacerdotal, debe utilizarse en la misa vespertina en la Cena del Señor y puede usarse también en las misas que tengan como tema el misterio de la eucaristía, en las ordenaciones sacerdotales, en los aniversarios de ordena­ciones y en las reuniones sacerdotales. La VI plegaria eucarística debe usarse en la vigilia pascual; se puede usar también en las misas por los bautizados y en las misas rituales de la iniciación cristiana. El NMA contiene igualmente las bendiciones solemnes al término de la eucaristía.

En conclusión: nos hallamos ante una notable riqueza y una creatividad eucológica que hacen resaltar contenidos y sensibilidades pastorales específicas, aun después de habernos acercado también en esto a la liturgia romana.

Las características de tipo ritual: algunas son fruto de simplificaciones y de agilización celebrativa, a tenor de los principios establecidos por la SC y por la codificación litúrgica latina posconciliar; otras son innovaciones peculiares de la liturgia ambrosiana, que conserva del pasado y adecua al presente características propiamente suyas; otras incluso constituyen reposiciones especiales en la celebración eucarística.

Recordemos en primer lugar, brevemente, estas últimas. La plegaria de los fieles (o plegaria universal), de uso constante en los domingos cuaresmales de la antigua liturgia ambrosiana (con fórmulas diversas para los domingos I, III y V y para los domingos II y IV), puede, según convenga, ir introducida por el diácono con la invitación Pongámonos de rodillas y concluirse con el Levantémonos para la plegaria del sacerdote, a lo que responde el pueblo: Nos levantamos a ti, Señor, siguiendo a continuación la oración conclusiva de la liturgia de la Palabra. El rito de la paz (la antigua liturgia ambrosiana recogía, al ofertorio, la invitación del diácono: Pacem habete, con la respuesta: Ad te, Domine; y, después del embolismo del Pater noster, otra segunda invitación del diácono: Offerte vobis pacem, con la respuesta: Deo gratias), después de haberlo situado, como en el actual Ordo Missae romano, antes de la comunión, se ha restablecido antes del ofertorio con la invitación La paz sea con vosotros, o bien Según el precepto del Señor, antes de presentar nuestros dones en el altar intercambiémonos un signo de paz; pero a tenor de la legislación litúrgica ambrosiana se permite todavía hoy un doble intercambio de paz como en el pasado. Existen fórmulas propias de la liturgia ambrosiana, como: La paz y la comunión de nuestro Señor Jesucristo sean siempre con vosotros; las tradicionales fórmulas ambrosianas para la presentación del pan y del vino (opcionales con las tomadas del actual Ordo Missae romano); la fórmula para la infusión del agua en el vino: Del costado abierto de Cristo salió sangre y agua. En cambio, no existe el Agnus Dei.

Señalemos ahora las simplificaciones con respecto a la liturgia romana. El beso del evangeliario no va acompañado por la fórmula La palabra del evangelio borre nuestros pecados. El celebrante no dice nada al lavarse las manos, gesto opcional -que debe cumplirse si fuera necesario- y que de su an­terior colocación infra actionem, antes de la narración de la santa cena, se ha situado antes de la oración sobre los dones, como en el Ordo Missae romano. De igual manera, después de la fracción del pan, que tiene lugar al concluirse la doxología final de la plegaria eucarística, el celebrante- completa el rito con la immixtio sin decir nada, terminando o recitando el canto en la fracción del pan. La purificación  del cáliz se realiza igualmente sin decir nada.

Se acentúan, por fin, intencionadamente algunas antiguas peculiaridades de la liturgia eucarística ambrosiana, si bien con adaptaciones y retoques. Las señalamos siguiendo el esquema de la celebración. Los tres "Kyrie eleison"; que anteriormente se encontraban al final del Gloria in excelsis, se recitan hoy conjuntamente por el sacerdote y los fieles en la tercera fórmula del acto penitencial y en las que la sustituyen. Las lecturas de la palabra de Dios van precedidas por un diálogo entre lector o diácono y celebrante principal, con fórmulas que comprenden el Bendígame, Padre y las bendiciones específicas. Las lecturas bíblicas en los. domingos y solemnidades, así como en las fiestas, son tres. En esto la reforma romana ha seguido a la antiquísima liturgia ambrosiana. El celebrante bendice a cada uno de los fieles al presentar éstos en el altar los dones, diciendo: Que el Señor te bendiga a ti y estos tus dones. La profesión de fe o credo -por encontrarse dentro del NMA donde se encuentra en el MR, últimamente, como consecuencia de estudios hechos- y de la intervención del maestro de ceremonias ambrosiano- se ha situado de nuevo, como en la antigua liturgia ambrosiana, después del ofertorio. Al diálogo de despedida (El Señor esté con vosotros; Y con tu espíritu) añade el pueblo un triple Kyrie eleison; se imparte después la bendición y, finalmente, a la invitación Vayamos en paz responde la asamblea: En nombre de Cristo.

Es característica constante en la ordenación del resto de la misa, aunque desigualmente acentuada, la continuidad (tanto en la simplificación como en la imitación de la liturgia romana) con la antigua liturgia ambrosiana. Hasta el mismo hecho de presentar el Misal en dos volúmenes -muy esmerados desde el punto de vista gráfico (piénsese también en las estupendas miniaturas que lo enriquecen)- es con toda probabilidad un retorno a la tradición de los antiguos misales (o sacramentarios) ambrosianos; en efecto, "los más antiguos misales conocidos de la liturgia ambrosiana o milanesa se dividen en hiemales (que contienen las misas desde adviento a pascua), estivales (que contienen las misas desde pascua hasta adviento) y de todo el año”.

c) El Leccionario Ambrosiano (LA). Recibe esta denominación un libro litúrgico para la celebración de la eucaristía en la liturgia ambrosiana editado ad experimentum por orden del card. Colombo en 1976. Después de algunas introducciones, que comprenden una presentación, una introducción y la tabla anual de las principales celebraciones del año litúrgico, siguen generalmente tres lecturas, y muchas veces con posibilidad de elección (forma larga o breve; incluso otras perícopas) para cada día del tiempo de adviento, de navidad, de cuaresma, de la semana santa, del triduo pascual y de la octava de pascua, para las fiestas y solemnidades del Señor en el tiempo per annum, para el propio de santos (según el Calendario Ambrosiano), para las misas por varias necesidades (especialmente para las propias del NMA) y las lecturas hagiográficas de las que ya hemos hablado anteriormente. Para las demás fiestas litúrgicas, la liturgia ambrosiana ha adoptado hasta hoy el Leccionario Romano. Aun sin dejar de ser creativo, el LA imita los sistemas A, B, C, adoptados por la liturgia romana para los domingos.

Las características más salientes del LA son las del ciclo litúrgico en sí mismo y las de sus contenidos. La liturgia ambrosiana no ha tenido nunca un leccionario como el actual, si bien la palabra se ha utilizado por Leclercq para designar la recolección de las primeras lecturas usadas en la antigua liturgia ambrosiana. Tal vez existieron los capitularla lectionum, por lo que sólo impropiamente se puede hablar de leccionario. Habría sido editado por Cagin, y también Paredi alude a él al presentar la edición del sacramentarium Bergomense. Se sabe, en cambio, que un conjunto de lectiones, coleccionadas aparte, era el contenido en un manuscrito del fondo: Libros del maestro de ceremonias, hoy perdido. Lo editó afortunadamente Cagin. Es segura la existencia de otros manuscritos, en espera de ser editados. En todo caso, el antiguo leccionario ambrosiano solamente habría contenido las primeras lecturas. Para las segundas lecturas se ha hablado de epistolario (capitulare epistolarum) ambrosiano. Parece que circuló en el ámbito ambrosiano un célebre capitulare epistolarum. Es cierto que no todos los manuscritos referentes al tema se han editado hasta ahora. Valga como ejemplo el ms. A 28 Inf de la Biblioteca Ambrosiana que contiene al final también veinte epístolas para las principales festividades ambrosianas, además de cuatro lecturas hagiográficas. En cambio, es segura la existencia del evangeliario o capitulare evangeliorum ambrosiano.

El actual LA camina por una pista paralela a la del Leccionario Romano y contiene tanto lecturas como cantos interleccionales, que han sido romanizados; en efecto, el psalmellus se ha convertido en salmo responsorial y el cantus se ha transformado en canto al evangelio. Es la aplicación del principio formulado por el maestro de ceremonias ambrosiano card. Colombo: "Queremos con amor intenso seguir en todo a la iglesia romana, sin renunciar por eso a nuestra justa autonomía". Se ha salvado lo específicamente ambrosiano mediante la conservación de las tres lecturas: uso éste que la liturgia romana posconciliar ha hecho suyo, de conformidad con el espíritu de los decretos conciliares, que inculcan una mayor utilización de la palabra de Dios en la liturgia, aunque no para todas las fiestas ni para las misas por varias necesidades, como, por el contrario, lo hace la actual liturgia ambrosiana. El LA conserva, además, para los tiempos fuertes, perícopas o sistemas de lecturas propios con esquemas bastante próximos a algunas tradiciones orientales.

Los artífices de este leccionario, conocedores de la palabra de Dios, han sabido salvar también los filones más vitales de una metodología catequético-pastoral implícita en un determinado uso de la palabra de Dios, que, sin ser instrumentalizada por tal metodología, evidenciaba la peculiaridad educadora de la palabra de Dios que llega hasta nosotros, para retornar a Dios rica de frutos producidos en los fieles. Sólo queda ya desear que el LA pase de la fase ad experimentum a la aprobación definitiva, después de haberse completado en la armonización de las perícopas bíblicas con esquemas que sintonizan con toda la tradición litúrgica ambrosiana.

 

4. REFORMA DE OTROS LIBROS LITÚRGICOS AMBROSIANOS.

A medida que los libros litúrgicos romanos iban editándose en versión italiana oficial y definitiva, iba también adaptándolos el clero ambrosiano: parecía así que tanto el ritual como el breviario ambrosianos estaban destinados a desaparecer. Bien es verdad que algunos sacerdotes ambrosianos usaban, como era su deber, ya la traducción ad interim del anterior ritual para la celebración del bautismo y del matrimonio, ya el Ordo Exsequiarum, aunque bilingüe y provisional, para la celebración de los funerales; pero fueron pocos los sacerdotes que continuaron rezando el breviario en lengua latina con el Breviarium Ambrosianum. Si, además, se deseaba celebrar la liturgia de las horas con el pueblo, como lo aconsejaba el Vaticano II y era costumbre en la archidiócesis de Milán (las vísperas en los domingos y en las solemnidades de precepto y completas en la octava del Corpus Domini), había entonces que recurrir a las versiones italianas de la Liturgia Horarum romana. Urgía, pues, una vez emprendida la vía de la reforma litúrgica ambrosiana, poner tam­bién a punto los demás libros litúrgicos.

a) El Ritual Ambrosiano. La última edición típica latina del ritual ambrosiano se remonta a 1906; siguieron después -reimpresiones y reediciones. En las posteriores a la promulgación de CDC (1917) se incorporaron las modificaciones exigidas por la nueva legislación codificada in re liturgica sacramentaria. Por utilidad práctica, se procuraron varias ediciones de excerpta del ritual ambrosiano, incluso las bilingües anteriormente aludidas. Con la reforma en marcha, y dentro de la fecha en que escribimos, podemos afirmar que fervet opus para el Ritual para la celebración del bautismo, en el que esperamos quede a salvo todo aquello que es propio de la antigua tradición ambrosina y ambrosiana. Lo cual sería, en realidad, pastoral y catequéticamente útil también para los fieles de hoy. Es sabido igualmente que se está preparando el Ritual relativo al culto eucarístico fuera de la misa, con particularidades ambrosianas: desde las relativas al color rojo de las vestiduras litúrgicas para el culto eucarístico hasta las más importantes relativas a la eucología y los cantos. Por lo que respecta a la eucaristía, es importante el decreto .del arzobispo Carlos M. Martini, fechado el primer domingo de adviento de 1981 (15 noviembre), sobre "Ministros extraordinarios de la comunión y responsabilidad de los presbíteros acerca del ministerio eucarístico", que contiene características del todo específicas, como es también importante el "Rito de la institución de los ministros extraordinarios de la comunión”. No se tiene noticia acerca del Rito para la celebración del matrimonio, para el cual se deberá utilizar, a tenor de la legislación litúrgica, la traducción de 1965. Lo cual valdría igualmente para el bautismo. Mientras tanto, y por desgracia, se están utilizando los rituales romanos en lengua italiana también para el Rito de la penitencia y para el de la Unción de los enfermos, por más que, en especial para este último, la antigua liturgia ambrosiana poseyese en un mismo período de tiempo diferentes rituales teológicamente ricos y, desde el punto de vista celebrativo, específicos. Pero la reforma en marcha llegará sin duda progresiva­ mente a editar todos los Ordines para la celebración ambrosiana de los sacramentos y sacramentales.

De estos últimos se ha publicado el Nuevo Rito de las Exequias que anula todas las ediciones anteriores, incluso la bilingüe de 1965, y obliga a abandonar la edición romana italiana que en algunas parroquias ambrosianas venía indebidamente utilizándose. El nuevo rito, promulgado por decreto del card. Colombo con fecha de 19 de junio de 1977, entró en vigor para todas las parroquias y comunidades de rito ambrosiano desde el 2 de noviembre de ese mismo año. Este rito, que por comodidad se había ya editado en un excerptum aparte del ritual ambrosiano de 1687 que continúa la tradición de las agenda defunctorum (o mortuorum) ambrosianas, se ha redactado siguiendo los principios de renovación con fidelidad a la tradición; ambrosiana, potenciando la índole pascual de la liturgia funeraria y la dimensión eclesial-comunitaria del paulino "llorar con el que llora", mas como fieles que viven en la esperanza. La estructura se moldea según el correspondiente rito romano posconciliar, salvando, sin embargo, su ambrosianidad. Comprende la velada de oración en la casa del difunto y la verdadera y propia celebración de las exequias. Considera ésta el traslado a la casa, la procesión a la iglesia, la pausa en la iglesia, la procesión y conducción al cementerio. Los elementos presentes en esta estructura y pertenecientes ya a la eucología con oraciones nuevas, ya a los cantos, se ajustan a la inspiración ambrosina, a la tradición ambrosiana y a la igualdad pastoral con una viveza creativa y con sensibilidad para las diversas situaciones. Y así, nos encontramos con oraciones de sufragio y de consuelo para los religiosos y religiosas, para el padre y/o la madre que dejaron hijos de tierna edad, para el joven esposo, para un fiel muerto de repente, en su juventud, en su vejez, o después de larga enfermedad. Como es lógico, se tienen en cuenta las exequias para un obispo, presbítero y diácono, así como para los niños (bautizados o no, pero hijos de cristianos). Por lo demás, este nuevo rito presenta cuatro esquemas distintos para las celebraciones de sufragio, combinadas con moniciones, preces, responsorios, lecturas de la palabra de Dios, plegarias de los fieles, letanías de santos, salmodias (es decir, una serie de antífonas de índole bíblica -cual versículos de salmos- o de libre composición). Ha sido acogido por la archidiócesis milanesa y está utilizándose con gran eficacia pastoral .

Al final de la reforma litúrgica ambrosiana en lo tocante a los sacramentos y sacramentales de competencia ministerial no episcopal, se podría llegar a la composición de un volumen que, según la antigua denominación ambrosia­na, podría llamarse Manual o, como prefiere Biffi, Manual del pastor de almas-.

b) El Pontifical Ambrosiano. Como afirma Borella, debemos lamentar la falta de un Pontifical Ambrosiano. Y, sin embargo, ha debido existir este libro litúrgico, ya que en ningún Misal, ni aun en el destinado para uso del arzobispo Ariberto, se encuentran formularios para las sagradas órdenes. Sobre lo concerniente a la antigüe­dad ambrosiana, Magistretti ha editado un Pontificale del s. IX in usum ecclesiae mediolanensis. Se encuentra allí un Ordo ad ecclesiam dedicandam, un Ordo de sacris ordinibus benedicendis, una Ordinario ad abbatem faciendum vel abbatissam, una Consecratio sacrae virginis, quae in epiphania vel in secunda feria paschae aut in apostolorum natal¡ celebratur, con otras muchas oraciones y bendiciones. El mismo Gamber da la ficha de Pontificales Ambrosianos, y en la Bibliotheca Italiae Liturgica aparece programada la edición de un Pontificale ad usum ecclesiae mediolanensis citada por tres manuscristos.

Es opinión común que estos denominados Pontificales Ambrosianos no tenían una fisonomía típica de la tradición milanesa. Unos estudios detallados, serios y minuciosos harían caer, sin duda, muchas afirmaciones de este géne­ro. Es cierto y aceptamos aquí plenamente la opinión de Biffi que, conociendo los propios documentos, elaborando una estructura propia y ofreciendo nuevos textos según los principios por los que se rige la actual reforma litúrgica ambrosiana ya parcialmente realizada, la santa iglesia milanesa es capaz de crear un Pontifical Ambrosiano. No debe resultar extraño que una liturgia particular, que dispone de libros litúrgicos propios, pueda contar entre éstos con un Pontifical propio.

Desde el punto de vista jurídico litúrgico ateniéndonos a las constituciones apostólicas de Pablo VI que inauguran cuatro Ordines romanos reformados a tenor del

Vaticano II, y como base de un estudio comparado de las cuestiones o partes finales de las mismas se debiera concluir que en el futuro y deseable Pontifical Ambrosiano tendremos que conformarnos, para la administración de la confirmación, con la liturgia romana. Aun entonces, sin embargo, le quedaría igualmente a la liturgia ambrosiana un amplio espacio para la creatividad de todas las demás partes del Pontifical.

c) El Breviario Ambrosiano. La más genuina tradición ambrosiana conoce códices (Psalterium-Cantica y Officia totius anni), editados en parte por Magistretti, que atestiguan un ordenamiento propio de la salmodia y una selección particular de perícopas bíblicas. De los códices se pasó a las ediciones impresas con diversas revisiones y arreglos, cuya historia nos ha trazado Cattaneo y sintetizado Borella. La liturgia ambrosiana había llegado hasta el Vaticano II con un breviario rico en peculiaridades y fuente de una genuina espiritualidad. El vendaval posconciliar, los titubeos al emprender la reforma del breviario y la manía de lo nuevo llevaron a una parte del clero ambrosiano a usar la liturgia romana de las horas. Sin embargo, y mientras tanto, circulaban ya subsidios ambrosianos para el vesperal del domingo y más aún Laudes y Vísperas editado por el arzobispado. Posteriormente, en 1971, los hermanos Fernando y Lorenzo Longoni fueron comisionados por la autoridad diocesana para emprender la reforma del breviario. En 1973, bajo la dirección de la Acción católica milanesa, ve la luz Assieme a Cristo nella chiesa in preghieraa". La reforma, entre tanto, había centrado su interés en la cuaresma y en el período de pascua-pentecostés. Se estaba intentando seguir un iter establecido de antemano; mas, por motivos que los historiadores analizarán, no se pudo seguir. Se siguió, sin embargo, trabajando, y en 1975 circulaba en la archidiócesis milanesa un libro promanuscripto con el título Da quaresima a pentecoste. Documentazioni su una proposta per la liturgia delle hore secondo il rito ambrosiano. Siguieron después dos volúmenes: Lodiamo il Signore, I, Preghiere per il tempo di quaresima; II, Preghiere per il tempo di pasqua. Eran los primeros ensayos concretos de reforma del Breviario Ambrosiano.

Después de diez años (1971-1981) de trabajo febril, y no sólo para el Breviario se pudo llegar a la Institutio general que regula la estructura y cada una de las partes de la liturgia ambrosiana de las horas, aprobada por el competente Dicasterio romano el 11 de junio de 1981. Y el 8 de septiembre de 1981 promulgaba el arzobispo Martini la Diurna laus para uso de las parroquias y comunidades ambrosianas, encareciendo dicho uso precisamente por ser un libro litúrgico ambrosiano. Se preparaba así la abolición de la anomalía de usar el Breviario romano con el Misal y Calendario ambrosianos.

No sin contrastes y dificultades, pero con una conciencia cada vez más clara y con una voluntad cada vez más operativa, dentro de 1983 -año en que se celebra en Milán el Congreso eucarístico nacional- se intentó publicar todo el nuevo Breviario Ambrosiano en cinco volúmenes. Dos metas se han alcanzado hasta ahora: la aprobación de su estructura general; la aprobación y publicación de un "texto litúrgico de nuestra iglesia -escribe el arzobispo Martini-, la cual, antes incluso que en los sacerdotes y religiosos, ha pensado en las comunidades cristianas y en cada uno de los fieles y ha preparado un libro que contiene, parcialmente pero de forma definitiva, nuestra oración oficial diurna". El título de este libro (Diurna laus) y, sobre todo, el contenido (los laudes, la hora intermedia, las vísperas y las completas de las cuatro semanas de la nueva liturgia ambrosiana de las horas) prosiguen en parte la tradición del Diurnum Ambrosianum. Este último no contenía ni los laudes ni un repertorio de himnos para los tiempos fuertes ni de oraciones para los diversos tiempos y las diversas categorías de santos, a diferencia de la actual Diurna laus o Salterio popular (como lo llama el maestro de ceremonias ambrosiano), que contiene incluso los oficios de la santa Cruz, de la eucaristía, de la bienaventurada Virgen María y de difuntos. El arzobispo Martini desea que la prudencia de los pastores de almas pueda proponer tales oficios en forma votiva en los días que litúrgicamente los permitan.

Tracemos las características de la Diurna laus con las palabras del decreto de su promulgación: "Queremos recordar algunos elementos característicos de nuestra Liturgia Horarum presentes ya en la Diurna laus: las invocaciones a Cristo, Hijo de Dios, Señor de la humanidad y de la historia, con que se concluyen los laudes; el rito de la luz o lucernario, que abre la oración vespertina; las conmemoraciones bautismales, que en la tarde despiertan en nosotros el recuerdo de nuestro origen y dignidad de hijos de Dios, renacidos en la fuente sagrada, y, por tanto, el compromiso de manifestarlas en nuestra vida evangélica. Queremos, finalmente, exhortar y recomendar estas oraciones, tan densas y varia­das, según el estilo de nuestro rito".

Es indiscutible la ambrosianidad de esta primera parte de la reforma del breviario, aun habiéndosenos de una u otra manera unifor­mado con la liturgia romana de las horas: la disposición del salterio en cuatro semanas, además de otras particularidades que no vamos ahora a analizar, atestiguan que ha tenido lugar una simplificación del antiguo salterio ambrosiano; la eucología es en ocasiones de nuevo cuño y en ocasiones reproduce la anterior. Sin embargo, no todo es acertado o no todo está históricamente comprobado (como la cuestión de las antífonas ad crucem).

d) ¿Otros libros litúrgicos? De tener en cuenta los manuscritos litúrgicos y los libros impresos en uso durante los siglos anteriores, la liturgia ambrosiana debería preparar la reforma de otros libros litúrgicos. Los mediolanenses, en su práctica, utilizaron himnarios, salterios, antifonarios, procesionarios para el Triduum litaniarum y para las Rogationes, como lo atestigua la floración de manuscritos litúrgicos (siglos IX-X) hasta la invención de la imprenta. También los libros impresos contarán, junto a otras cosas, con antifonarios, salterios, matutinarios y de nuevo el Liber litaniarum. Tal vez, cuando se haya preparado el ritual (o, mejor, el Manual ambrosiano), se puedan procurar los excerpta para comodidad de los celebrantes y de los fieles. Se pasará así del verdadero y propio libro litúrgico al que podrá llegar a ser auxiliar litúrgico­pastoral para una verdadera y plena participación en la liturgia. Sin incluir entre los libros litúrgicos el famoso y benemérito Parroquiano ambrosiano, recordemos que cada vez se está sintiendo más la necesidad de subsidios litúrgicos ambrosianos.

Así como la liturgia romana conoce un Ordo Cantus Missae, un Kyriale, un Graduale simplex y tiene en proyecto otros libros litúrgicos para el canto, de igual manera necesita también la liturgia ambrosiana, dentro siempre del surco de su tradición renovada, otros libros litúrgicos para el canto ambro­siano.

 

III. CONCLUSION

La liturgia ambrosiana es una concretización de la fe vivida por la "santa iglesia milanesa" dentro de la tradición cristiana, más aún, dentro de la comunión con la iglesia una, santa, católica y apostólica, que a su vez se visibiliza y seconcreta en las iglesias locales. La presencia y supervivencia de esta liturgia particular significa vitalidad local y vida con unas tonalidades específicas del único depositum fidei. Se trata de una típica aplicación y realización de la lex orandi - lex credendi. La liturgia ambrosiana presta, pues, un valioso servicio al futuro litúrgico de la iglesia universal al recordar a las distintas iglesias locales todo lo que el Vaticano II ha ratificado solemnemente acerca de la conservación e incremento de las diversas tradiciones litúrgicas. Desde un punto de vista ecuménico con relación a las hermanas iglesias orientales -entre las cuales se ha aireado a veces el fantasma de la fagotización de sus tradiciones litúrgicas por parte de Occidente en el momento en que se realice la deseada comunión completa con la Sede de Pedro-, el hecho de que en Occidente mismo y en una archidiócesis tan próxima a Roma no se haya realizado tal fenómeno coopera a descubrir la presencia del Espíritu Santo en la reforma litúrgica posconciliar. Además, la supervivencia y el incremento que la liturgia ambrosiana está hoy adquiriendo con la reforma posconciliar se están igualmente convirtiendo en estímulo de salvación y potenciación de una sensibilidad pastoral­catequético-litúrgica que desde hace siglos caracteriza la actividad del clero y de los seglares ambrosianos (cofradías ayer, grupos de animación eclesial hoy; catequistas, institutos e instituciones, etc.).

 

1. LITURGIA AMBROSIANA: CONCRETIZACIÓN DE LA ÚNICA PERENNE TRADICIÓN LITÚRGICA.

La liturgia ambrosiana, en su conjunto, convalida una serie de leyes propias de la tradición litúrgica perenne, la cual, mediante formas especiales, se encarna en tradiciones particulares.

a) Ley del aumento del depósito eucológico. Por sus contactos con otros centros eucológicos, así como por las reformas y revisiones a las que se ha visto sometida por factores internos o externos, la liturgia ambrosiana ha venido purificándose de elementos ya superados, pero enriqueciéndose al mismo tiempo con nuevos formularios litúrgicos. Mas existe también el reverso de esta ley: tal vez el incremento ha sido sólo cuantitativo (y no cualitativo); tal vez se ha degradado la calidad ambrosiana en un como allanamiento hacia una uniformación (especialmente) con la liturgia romana en el campo de la heortología (fiestas del Señor, de la Virgen María, conmemoraciones de santos), de los formularios eucológicos y de las perícopas escriturísticas.

b) Ley de la autodeterminación litúrgica, propia de las diversas encarnaciones del depositum liturgicum ambrosianum en las culturas sucesivas dentro del área geográfica donde estaba en vigor tal depósito. Reflexionando sobre los hechos, se llega a tomar conciencia de que cada parte culturalmente homogénea de la iglesia universal loza de un derecho de autodeterminación en materia de expresividad litúrgica, de acuerdo siempre con la competente autoridad de la Sede Apostólica, mediante la cual se realiza la comunión con todas las demás iglesias locales y se salva el depositum fidei. El inciso culturalmente homogénea, así como la acepción que se atribuya al término cultura, puede dar lugar a un equívoco. En el contexto ambrosiano, la cultura abraza lo que podemos llamar la ambrosianidad, de la que nuevamente se está tomando una conciencia refleja en la que se están vitalmente insertando las supervivientes memorias de la ambrosianidad tanto de la liturgia como del rito. Ahora bien, si es cierto que la Trinidad no necesita de las fórmulas cristalizadas de una determinada cultura y que la objetividad del culto no aumenta ni disminuye con una mayor o menor belleza, elegancia o adaptación de las fórmulas expresivo-litúrgicas, también es cierto que los fieles tienen necesidad de todo eso. La santa iglesia ambrosiana ha tenido siempre esta ley y la ha concretado en ese crear y recrear, fundir y refundir, reformar y revisar la propia liturgia, si bien no siempre lograra obedecer a los principios de una sana ambrosianidad litúrgica. De ella, sin embargo, y en última instancia, el responsable es el archiepiscopus mediolanensis, maestro de ceremonias de la liturgia ambrosiana

c) Ley de las diversidades expresivo-litúrgicas como contra­prueba de la veracidad de la viva tradición ambrosiana: El hecho de que las fórmulas expresivas de la liturgia ambrosiana, aun dentro de sus diversidades, jamás hayan desaparecido, antes bien hayan seguido vivas, es ya una prueba de su ortodoxia. El sarmiento separado de la vid muere: en el centro de la liturgia está la acción de Cristo, única siempre en todas las liturgias legítimas y existentes en el seno de la iglesia universal. Polifacetismo de manifestaciones locales significa unidad en la multiplicidad. Lo cual, como un paradigma propio del cristianismo, se ha realizado y es realizable en el caso de la liturgia ambrosiana. Mas la ley de que  hablamos tiene también su reverso: la multiplicidad de las expresiones litúrgicas, confrontadas entre sí, urge la revisión de las mismas con miras a su clarificación o agilización. En esta dirección se han movido algunas revisiones o reformas a las que se ha sometido la liturgia ambrosiana en el transcurso de los siglos. Ya hemos recordado y dado a entender cómo se tiende hoy a desarrollos amplificativos y a limitaciones simplificadoras, signos de una vitalidad con que crece y se robustece la liturgia ambrosiana.

 

2. LA TEOLOGÍA LITÚRGICA AM­BROSIANA, CON MIRAS A UNA ESPI­RITUALIDAD AMBROSIANA.

Globalmente, el conjunto eucológico, ceremonial, estructural de la liturgia ambrosiana aparece como una liturgia viva girando en torno a unos ejes que son a su vez fuente de vida.

a) El punto de apoyo de la tradición. Los textos litúrgicos ambrosianos, como los de toda liturgia digna de este nombre, se inspiran ante todo en la sagrada escritura, ya que la liturgia es el lugar privilegiado para la actuación eclesial de la palabra de Dios. Se inspiran igualmente en el pensamiento de los padres y en una tradición sellada por la autoridad y santidad de tantos obispos milaneses, con Ambrosio a la cabeza de todos ellos. La eucología ambrosiana de ayer y de hoy bien puede definirse como una eucología bíblico-patrística: por el filtro del pensamiento patrístico, la palabra de Dios pasa a nuevos cauces. Esta vis traditionis ecclesiae ambrosianae hace de la "iglesia ambrosiana no una simple circunscripción administrativa, sino una verdadera y propia iglesia particular, cuya dignidad, prerroga­tivas y peculiaridad fundamenta"

b) El punto de apoyo de la experiencia. Comprender la teología litúrgica ambrosiana en el ámbito de la experiencia significa que los verdaderos motivos de la supervivencia de la liturgia ambrosiana (sean éstos conocidos o desconocidos, reflexivamente perceptibles o emotivamente vividos) se han de buscar en la voluntad de transmitir, salvándolos, algunos filones en los que se encarnara el depositum fidei; que las motivaciones de ciertos fermentos metodológico-catequéticos y temático-pastorales han de buscarse en el deseo de inmunizar al pueblo cristiano contra errores bien concretos que circulan en el ambiente que rodea a la liturgia ambrosiana. Vale ello tanto para hoy como para ayer. De esta manera, la liturgia ambrosiana descubre las raíces más profundas de su existencia en los mismos frutos que ha producido en hombres vivos y en fieles practicantes.

c) El punto de apoyo de la comunión con otras iglesias locales. En la parte histórica no hemos tratado de las "emigraciones" de clero milanés a España (siglo VI) o a Palestina (siglo VII), o de tantos obispos que, también últimamente, ha dado la iglesia de Milán a otras iglesias; ni hemos hablado del movimiento misionero (por ejemplo, en el siglo pasado, el clero enviado por Milán a las misiones de Oriente -del que nacerá el PIME-; y hoy, la misión ambrosiana en Zambia, Africa); ni hemos podido hablar de instituciones (como los oblatos de Rho) que han recorrido y beneficiado a las diócesis (no sólo) más próximas.

Al concluir, queremos recordar aquí que, si ha recibido influencias de otras liturgias (romana, galicana, hispano-visigótica, céltica, bizantina, copto-alejandrina), la liturgia ambrosiana ha ejercido también sus influjos (en la romana y en su reciente reforma, en la hispano-visigótica, en la galicana, etcétera); incluso, estudios más particulares (y todavía en curso) están demostrando lo particularmente fecundo, comunicativo y sintonizante que ha sido su influjo en otras iglesias locales. Hecho éste que evidencia cómo la vida de la iglesia, siendo una, se encarna y se diversifica en las distintas iglesias locales. Y así es como, a través de cambios cultuales (y de otra índole), fomentan dichas iglesias la verdadera comunión. Es más que natural que la misma fe lleve a orar de la misma manera. Sin embargo, aunque las fórmulas expresivo­litúrgicas sean diversas -y es deseable que lo sean-, la comunión radical entre las iglesias es elemento de unificación que lleva a confesar, profesar y celebrar esa misma y única fe.

Bien es verdad que a veces se ha confundido la comunión con la conformación a unos mismos usos y maneras expresivas. Pero no es vano recordar que en la conformación está siempre presente la imitación, la cual puede constituir un primer estadio de comunión y, desde el punto de vista litúrgico expresivo, el primer estadio de la creatividad; no, la imitación no está nunca en oposición con la encarna­ción histórica del perenne depositum fidei: imitando se transmite fielmente.

En la escuela de la historia de la liturgia ambrosiana -es decir, tanto desde los flujos, influjos y reflujos de la misma en otras liturgias como desde la comunión entre la iglesia ambrosiana y las demás iglesias- se debe, pues, afirmar que cambios recíprocos y comunión habrán de reflejar la paritariedad en la veracidad. Con otras palabras: es necesaria o esencial la convergencia en la verdad. La misma actual reforma litúrgica ambrosiana ha respetado tal enunciado al utilizar una metodología equidistante tanto de una acrítica asimilación a o de la liturgia romana (o de otras), como de la mezquina y estéril conservación, que más se parecería a un museo arqueológico que a la expresión orante de una liturgia viva.

De la vitalidad de la liturgia ambrosiana, atestiguada por la comunión de la iglesia milanesa (que celebra y vive su propia liturgia) con las demás iglesias, brotará la necesidad misma de potenciar cada vez más eficazmente la espiritualidad ambrosiana. Espiritualidad ambrosiana significa compenetración cualitativa entre liturgia e instituciones de la archidiócesis de Milán. De igual manera, la espiritualidad ambrosiana exige sinergia y sintonía con las demás iglesias locales, no sólo con las geográficamente limítrofes, sino también con todas aquellas con las que está católicamente en comunión.

Se comprende, en este contexto, por qué aun hoy algunas parroquias no pertenecientes ya a la archidiócesis milanesa utilizan la liturgia ambrosiana: lo cual no significa conservación de un residuo histórico (arqueologismo litúrgico), sino más bien una sana y abierta perspectiva de comunión eclesial. En efecto, la universalidad de la iglesia local y la perennidad de la liturgia caminan a la par. Por una parte, la iglesia local trasciende las dimensiones espaciales . para alcanzar la universalidad de los lugares (catolicidad en sentido etimológico y real): así, y en última instancia, sería justificable una eventual reextensión de la liturgia ambrosiana más allá de sus límites actuales, es decir, a lugares donde ya en el pasado se usaba y de los que, por causas ajenas a ella, fuera expulsada. Por otra parte, la litur­gia ambrosiana, como manifestación de una iglesia local, trasciende igualmente los límites del tiempo para alcanzar así en el tiempo mismo la perennidad propia del sacerdocio de Cristo, único y sumo mediador (unicidad del culto), perennidad que se actualiza en la concreta existencia de la liturgia ambrosiana, que, por eso, goza de la indefectible promesa de Cristo a su iglesia, que viene realizándose y concretándose en las liturgias locales no sólo existentes actualmente (in esse), sino incluso en su devenir (in fleri).