II. LOS COMIENZOS

 

La verdadera tarea de la liturgia, en adoración y glorificación del Dios vivo y para salvación de los hombres, es la realización (representación) del misterio salvífico de la pascua de Cristo. A fin de que esto fuese Historia de la liturgia posible, los apóstoles predicaron y reunieron a los fieles para realizar acciones cultuales.

 

1. EN LA VIDA DE JESÚS.

 

Podemos hablar de primeras formas de acciones cultuales solamente en la edad apostólica. Los documentos al respecto -las cartas de los apóstoles y los Hechos - se remontan a una época que dista ya algunos decenios de los comienzos. En las confesiones de fe en el Señor resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo ya se celebran acciones cultuales. Pero ya en la redacción de los evangelios se refiere que el fundamento y los primeros pasos de esas acciones se deben buscar en la vida de Jesús anterior a la resurrección. Los evangelios delinean la figura de Jesús como la del hijo de una familia que vive según la ley de Moisés: circuncisión del niño al octavo día (Lc 2, 21), sacrificio de la purificación en el templo (2, 22), peregrinación anual de toda la familia al templo por la fiesta de pascua (2,41). Al comenzar la actividad pública, Jesús se hace "bautizar" por Juan (3,21; Mt 3, 13 ss; Mc 19 ss); enseña en las sinagogas (Mc 1,21; Mt 4, 23 Lc 4 14 ss) y participa activamente en el culto sinagoga¡ (Lc 4,17-21). Es el gran orante, que pasa las noches en oración (Lc 6, 12) y enseña a los discípulos a orar (11,1-4). Con frecuencia se acerca al templo, aunque nunca se nos dice que participe en los sacrificios que allí se realizaban. Pero celebra las fiestas de Israel, y sobre todo, se señala, celebra con sus discípulos la cena pascual, en la que introduce la nueva acción memorial de la ofrenda de su cuerpo y de su sangre bajo las especies del pan y del vino. Seguramente habrá pronunciado, quizá en el seno de su propia familia, muchas de las oraciones cotidianas de los judíos piadosos de su tiempo: efectivamente, conoce y recuerda el Schemá Israel ("Escucha, Israel") de la oración de la mañana (Mc 12 29), utiliza las alabanzas (berakoth) (Mc 6,41; 8,7; 14,22-23) y las transforma en su propia oración (alegría mesiánica: Mt 11,25-27). Por otra parte, hace sentir su crítica y propugna la pureza y la sencillez del culto: cuando expulsa a los vendedores del templo (Mc 11,15); cuando explica la recta observancia del sábado, del que es señor el Hijo del hombre (Mc 2,1828); cuando exige una actitud interior recta en el sacrificio, y sobre todo en la oración (Mt 5, 23; 6, 5 ss; Lc 18, 13). Finalmente, el evangelio de Juan pone en sus labios palabras relativas al verdadero culto de Dios: "Llega la hora, y ésta es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn 4, 23). Los evangelistas hablan de la explícita institución de acciones cultuales: el mandato de bautizar (Mt 28, 19s) y el encargo de celebrarla cena: "Haced esto en recuerdo mío" (Lc 22, 19).

 

2. LAS PRIMERAS REALIZACIONES APOSTÓLICAS.

 

Enviados por el Señor y fortalecidos por el descenso de la fuerza de lo alto, los apóstoles predicaron la buena noticia de la resurrección, del perdón de los pecados y del don del Espíritu Santo (He 2, 38-40). Administraron el bautismo, y los nuevos discípulos se agruparon alrededor de ellos: "Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones" (He 2, 41-42). Seguían participando cotidianamente en el culto del templo, mientras que en las casas hacían una comida en común, "partían el pan... con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios" (2, 46 s).Entre los actos cultuales del templo se menciona, por ejemplo, la oración "ala horade nona" (3,1). En este cuadro general de una comunidad estrechamente unida podemos insertar los datos particulares mencionados en los escritos neotestamentarios, es decir, los Hechos de los Apóstoles, las cartas y el Apocalipsis de Juan: el baño (la inmersión) bautismal, administrado "en el nombre del Señor Jesús" (He 19, 5); a éste sigue la imposición de las manos para comunicar el Espíritu Santo (He 8, 15-17; 19, 56); la reunión de la comunidad para hacer una comida de una naturaleza especial, el deípnon kyriakón, consistente en una "fracción del pan" acompañada de una "eucharistía" y en la ofrenda del cáliz de vino, sobre el que se pronuncia una "euloguía"; "cuantas veces coméis este pan y bebéis este cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que venga"( 1 Cor 11, 20-26 y 10, 16-17). En estos alimentos sobre los que -en evidente conexión con las palabras del Señor- se pronuncian una "eucharistía" y una "euloguía", se recibe el cuerpo y la sangre del Señor, como explica ampliamente Jn 6. Esa comida se incluye todavía dentro de una comida normal completamente. Por He 20, 7-11 vemos ya que tiene lugar al final de una enseñanza doctrinal bastante larga por obra del Apóstol (20,7), y precisamente en el "primer día de la semana"; es decir, en el día en que el Señor se apareció a los suyos después de la resurrección; en el que descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles; en el que, según 1 Cor 16, 2, se hacía la colecta dentro de la asamblea de la comunidad, día que en Ap 1, 10 ya se llama "día del Señor". Se practica mucho la oración en común, y se hace con constancia, participando en las horas de oración en el templo o en la sinagoga, o bien dentro de la comunidad ya separada de los judíos, y se ora también de noche (He 16,25: hacia medianoche).

 

La índole y el contenido de esas oraciones nos los indica, por ejemplo, Ef 5, 18-20: "... llenos del Espíritu, hablando unos a los otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo al que es Dios y Padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (cf Col 3, 16-17). En caso de enfermedad los presbíteros oran sobre el enfermo y lo ungen con aceite en nombre del Señor para que sane y obtenga la remisión de los pecados (Sant 5, 14-15). Todo se centra siempre en el Señor Jesús; en élse han cumplido las promesas; hacia él ha conducido la ley como pedagogo (Gál 3, 24). Ahora ésta ha sido abolida por la realidad definitiva, presente en Cristo. Todo lo que se ha verificado antes era sólo una imagen ha sucedido typikós ( I Cor 10, 11) "para nosotros, que hemos llegado a la plenitud de los tiempos" (10, 11). Esto se ve claramente sobre todo por el modo diferente de celebrar las fiestas: ya no son una observancia literal de los tiempos festivos (Gál 3, 8-11; Col 2, 16s); Cristo mismo es el verdadero Cordero pascual (1 Cor 5, 7s); participando de él celebramos la verdadera fiesta (heortázomen). En esa libertad del Espíritu Santo, en el abandono progresivo de las costumbres sinagogales, en la interpretación que refiere la imagen del tiempo pasado (del AT) a la nueva realidad presente en Cristo, se va delineando en unas pocas formas la liturgia del nuevo pueblo de Dios.

 

3. EL CONTEXTO.

 

Sin embargo, esto no significa que los apóstoles y sus comunidades, para poder entrar en contacto y hacerse entender, no se hayan servido en muchos casos de formas preexistentes, las hayan modificado y después hayan pasado a proponer de manera creativa algo nuevo. Esto era simplemente necesario.

 

a) El culto judío del siglo I

Así como Jesús de Nazaret se había movido dentro de las formas de la sociedad de su tiempo y de su tierra, así también los apóstoles y las primeras comunidades judeocristianas asumieron con gran naturalidad unas formas de oración y de culto que les eran familiares. Los baños, las inmersiones y emersiones, los bautismos no eran realidades desconocidas. Eran frecuentes, de una u otra manera, en el AT y en la comunidad de Qumrán. Juan Bautista los había administrado. Jesús mismo se había hecho "bautizar"; y, ya durante su vida, también los discípulos habían bautizado (cf Jn 4, 1-3). El bautismo cristiano, la manera de administrar el bautismo, ha asumido diversas cosas de las formas ya habituales, aunque todo recibe una interpretación y una orientación completamente nuevas: se bautiza en el nombre del Señor Jesús (crucificado y resucitado), para participar en su muerte y resurrección (Rom 6, 1-11; Col 2, 6-15; 3, 1-5 ss).

 

La costumbre de los primeros cristianos de "orar sin cesar" (1 Tes 5, 17), o sea, continuamente, varias veces a lo largo del día y de la noche, se remite a ejemplos del AT y de la oración del templo y de la sinagoga de la época de Jesús: oración de la mañana y de la tarde; tres veces al día (cf Dan 6, 11; He 3, 1; 10, 9). Las fórmulas de estas oraciones son libres (cf He 4, 24) o bien se utilizan los salmos. De considerable importancia para la oración de los cristianos, de un contenido indudablemente nuevo, fue el género literario de las alabanzas (berakoth), quizá la herencia más preciosa de la oración veterotestamentaria judía. Este es su esquema: invocación en alabanza del nombre de Dios; mención del motivo de la alabanza: recuerdo de las obras maravillosas de Dios; doxología final: "Bendito seas tú, Dios omnipotente, Señor nuestro; has realizado esta gran acción a nuestro favor; a ti, Señor, la alabanza eternamente. Amén". Encontramos fórmulas de oración semejantes en los escritos del NT; de manera más breve, por ejemplo, en el gozo de Mt 11, 25; de manera más larga, en Rom 16, 25-27; Ef 1, 3-14. Semejante a esto debe haber sido el contenido de las alabanzas que, en la narración de la multiplicación de los panes y de la última cena, se denominan eucharistíai y euloguíai. Tenemos ejemplos de esas oraciones judías de acción de gracias dichas en la mesa y que se remontan casi hasta la época de Jesús. Todo esto se asume y se utiliza con soberana libertad, en un progresivo y lento alejamiento de la antigua costumbre y, sobre todo, con un espíritu completamente nuevo: Jesús, el Cristo, el Señor, y su acción salvífica pascual son la gran obra de Dios, que se celebra con alabanzas. En la composición de las nuevas fórmulas de oración se evitan todas las expresiones que indiquen directamente una costumbre cultual veterotestamentaria. El culto antiguo está abolido en Cristo. Para celebrar el culto memorial de Cristo y dar gracias a Dios por él se reúnen lejos del templo y de la sinagoga, o sea, en las casas de la comunidad, donde, con unas pocas acciones, aquellos que han sido instruidos y creen son introducidos en el acontecimiento salvífico de Cristo, para que estén siempre "en Cristo Jesús" (Gál 3,28; Ef 2, passim).

 

b) Las formas cultuales del helenismo contemporáneo. Se trata de los templos y de los múltiples sacrificios ofrecidos a los llamados dioses en el culto del sol, del Sol invictus, y en el culto del emperador. Frente a todo esto se asume una actitud de total oposición: ni actos cultuales ante el emperador o ante los dioses, ni sacrificio material ni templo; por el contrario, se practica la adoración espiritual e interior del verdadero Dios invisible en la celebración de la memoria de Jesucristo y en la unión con él y con su obra a través del bautismo en su nombre o de la comida memorial que proclama su muerte. A este respecto algunas tendencias de la filosofía popular del tiempo, orientadas hacia un culto espiritual de Dios, hacia una loguiké thysía, aportaron algunas cosas, bien desde el aspecto terminológico, bien de cara a una elaboración conceptual y a una explicitación del patrimonio tradicional del ambiente helenístico.