Encuentro Religioso de Estambul

Catedral del Espíritu Santo
Estambul, 28 noviembre 2025

Excelencias, reverencias, queridos sacerdotes, religiosas y religiosos, agentes de pastoral, hermanos y hermanas todos, es una gran alegría encontrarme aquí en medio de ustedes. Agradezco al Señor que me haya concedido, en mi primer viaje apostólico, visitar esta tierra sagrada que es Turquía, en la cual la historia de Israel encuentra el cristianismo naciente, el AT y el NT se abrazan, y se escriben las páginas de numerosos concilios.

La fe que nos une tiene raíces lejanas. En efecto, obediente a la llamada de Dios, nuestro padre Abraham se puso en camino desde Ur de los caldeos hasta Aram, y desde Aram (al sur de la actual Turquía) hacia la Tierra Prometida (Gn 12,1).

En la plenitud de los tiempos, después de la muerte y resurrección de Jesús, también sus discípulos se dirigieron hacia Anatolia. Sobre todo San Pablo, que recorrió todas estas regiones a lo largo de sus viajes apostólicos, fundando muchas comunidades. Fue también en la costa de Anatolia, en Éfeso, donde habría residido y fallecido el evangelista Juan, discípulo amado del Señor (Ireneo de Lyon, Contra los Herejes, III, III, 4; Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, V, XXIV, 3).

Recordamos también con admiración el gran pasado bizantino, el impulso misionero de la Iglesia de Constantinopla y la difusión del cristianismo en todo el Levante. Aún hoy, en Turquía viven numerosas comunidades cristianas de rito oriental, como armenios, sirios y caldeos, así como las de rito latino. El patriarcado de Constantinopla sigue siendo un punto de referencia tanto para sus fieles griegos como para los que pertenecen a otras denominaciones ortodoxas.

Queridos hermanos, también ustedes han sido engendrados de la riqueza de esta larga historia. Hoy son ustedes la comunidad llamada a cultivar la semilla de la fe que, desde Abraham, los apóstoles y los padres de la Iglesia, nos ha sido transmitida. La historia que nos antecede no es simplemente para recordar y después archivar en un pasado glorioso, mientras observamos resignados cómo la Iglesia católica se ha reducido numéricamente. Al contrario, estamos invitados a adoptar la mirada evangélica, iluminada por el Espíritu Santo.

Cuando miramos con los ojos de Dios, descubrimos que él ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros. Este es el estilo del Señor que todos estamos llamados a testimoniar. Los profetas anunciaron la promesa de Dios acerca de un pequeño germen que brotará (Is 11,1), y Jesús elogia a los pequeños que confían en él (Mc 10,13-16), afirmando que el reino de Dios no se impone llamando la atención (Lc 17,20-21) sino como la más pequeña de todas las semillas plantadas en la tierra (Mc 4,31).

Esta lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia. En efecto, esta fuerza no reside ni en sus recursos ni en sus estructuras, ni los frutos de su misión derivan del consenso numérico, de la potencia económica o de la relevancia social. La Iglesia, al contrario, vive de la luz del Cordero y, reunida en torno a él, es impulsada por el poder del Espíritu Santo en los caminos del mundo.

En esta misión, la Iglesia está llamada a confiar constantemente en la promesa del Señor: «No temas, pequeño bebaño, porque el Padre ha querido darles el reino» (Lc 12,32). Al respecto, recordemos estas palabras del papa Francisco: «En una comunidad cristiana donde los fieles, los sacerdotes, o los obispos, no toman este camino de la pequeñez, no hay futuro, porque el reino de Dios brota siempre en lo pequeño» (Homilía, 3-XII-2019).

La Iglesia que vive en Turquía es una pequeña comunidad que, no obstante, permanece fecunda como semilla y levadura del Reino. Por eso, los animo a cultivar una actitud espiritual de esperanza confiada, fundada en la fe y en la unión con Dios. Es necesario, ciertamente, dar testimonio del evangelio con alegría y mirar hacia el futuro con esperanza.

Algunos rasgos de esta esperanza ya están presentes. Por ello, pidamos entonces al Señor que los sepamos reconocer y cultivar. Otros rasgos, quizás, tengan que ser expresados por nosotros de manera creativa, perseverando en la fe y en el testimonio.

Entre los signos prometedores más hermosos, me vienen a la mente los muchos jóvenes que tocan a las puertas de la Iglesia Católica, trayendo consigo sus preguntas y sus inquietudes. A tal propósito, les exhorto a continuar con el riguroso trabajo pastoral que llevan a cabo. Del mismo modo, les invito a escuchar y acompañar a los jóvenes y también a atender aquellas áreas en las cuales la Iglesia en Turquía está llamada a trabajar: el diálogo ecuménico e interreligioso, la transmisión de la fe a la población local, el servicio pastoral a los inmigrantes y refugiados.

Este último aspecto merece una reflexión. La presencia tan significativa de los inmigrantes y refugiados, en este país, supone para la Iglesia el desafío de acoger y servir a aquellos que se encuentran entre los más vulnerables. Al mismo tiempo, esta Iglesia está formada por extranjeros y muchos que, como ustedes, proceden de otras tierras. Esto requiere de su parte un compromiso especial con la inculturación. Que la lengua, los usos y las costumbres de Turquía se conviertan cada vez más en los suyos. La comunicación del evangelio pasa, de hecho, por esta inculturación.

No quiero olvidar, además, que en esta tierra se celebraron los primeros ocho concilios ecuménicos. Este año se cumple el 1700 aniversario del Concilio de Nicea, «cimiento en el camino de la Iglesia y de la humanidad entera» (Francisco I, Discurso, 28-XI-2024), un acontecimiento siempre actual que nos plantea algunos retos que me gustaría mencionar.

El primer reto consiste en la importancia de acoger la esencia de la fe y del ser cristianos. En torno al Símbolo de Fe, la Iglesia de Nicea encontró la unidad. Por lo tanto, no se trata sólo de una fórmula doctrinal, sino de la invitación a buscar siempre, incluso dentro de las distintas percepciones, espiritualidades y culturas, la unidad y la esencialidad de la fe cristiana en torno a la centralidad de Cristo. Nicea nos invita a reflexionar sobre esto: ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué significa, en su núcleo esencial, ser cristianos?

El Símbolo de Fe, profesado de modo unánime y común, se vuelve de esta manera criterio para discernir, brújula orientadora, eje sobre el cual deben girar nuestro creer y nuestro actuar. A propósito del nexo entre la fe y las obras, quiero agradecer a las organizaciones internacionales, de modo especial a Caritas Internationalis y a Kirche in Not, por el apoyo a las actividades caritativas de la Iglesia y la ayuda prestada a las víctimas del terremoto de 2023.

El segundo desafío consiste en la urgencia de redescubrir en Cristo el rostro de Dios Padre. Nicea afirma la divinidad de Jesús y su igualdad con el Padre. En Jesús, nosotros encontramos el verdadero rostro de Dios y su palabra acerca de la humanidad y de la historia. Esta verdad pone constantemente en crisis nuestras representaciones de Dios cuando no corresponden a lo que Jesús nos ha revelado y nos invita a un constante discernimiento crítico sobre las formas de nuestra fe, de nuestra oración, de nuestra vida pastoral y, en general, de nuestra espiritualidad.

Hay otro desafío, que yo definiría como un "regreso al arrianismo" y que está presente en la cultura actual, y a veces hasta en los propios creyentes. Consiste en ver a Jesús con admiración humana, e incluso con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero presente entre nosotros.

La divinidad de Jesucristo, Señor de la historia, queda oscurecida con esta visión arriana, y reducida a "mero personaje histórico más", a forma de maestro sabio, profeta que luchó por la justicia y nada más. Nicea nos recuerda que Jesucristo no es un personaje del pasado, sino el Hijo de Dios presente entre nosotros que guía la historia hacia el futuro que Dios nos ha prometido.

Por último, el tercer desafío tiene que ver con la mediación de la fe y el desarrollo de la doctrina. En un contexto cultural completo, el Símbolo de Nicea logró mediar la esencia de la fe a través de las categorías culturales y filosóficas de la época. No obstante, pocos decenios después, en el Concilio I de Constantinopla, dicho Credo fue profundizado y ampliado, y gracias a esa profundización de la doctrina se llegó a una nueva fórmula: el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, que comúnmente profesamos en nuestras celebraciones dominicales.

En esto aprendemos una gran lección. Siempre es necesario mediar la fe cristiana en los lenguajes y categorías del contexto en el que vivimos, como lo hicieron los padres de Nicea y de otros concilios. Al mismo tiempo, debemos distinguir el núcleo de la fe de las fórmulas y formas históricas que lo expresan, las cuales siempre son parciales y provisorias, y pueden cambiar a medida que profundizamos en la doctrina.

El doctor de la Iglesia San John Henry Newman insiste en el desarrollo de la doctrina cristiana, porque no es una idea abstracta y estática, sino que refleja el misterio mismo de Cristo. Se trata, por tanto, del desarrollo interno de un organismo vivo, que saca a la luz y explica mejor el núcleo fundamental de la fe.

Queridos hermanos, quisiera recordarles la figura de San Juan XXIII, que amó y sirvió a este pueblo, y que dejó escrito: «Yo amo a los turcos, aprecio las cualidades naturales de este pueblo» (Diario del Alma, 234). Cierto día, bservando desde la ventana de la casa de los jesuitas a los pescadores del Bósforo, trabajando entre las barcas y las redes, escribió:

«El espectáculo me emociona. La otra noche, hacia la una, llovía a cántaros, pero los pescadores estaban allí, impávidos en su ruda tarea. Imitar a los pescadores del Bósforo, trabajar día y noche con las lámparas encendidas, cada uno en su propia barca, a las órdenes de los jefes espirituales: ese es nuestro grave y santo deber» (Diario del Alma, 235).

Deseo que sean animados por esta pasión, que conserven la alegría de la fe, que trabajen como pescadores intrépidos en la barca del Señor. Que María Santísima, la Theotokos, interceda por ustedes y les cuide. Gracias.

León XIV

 Act: 28/11/25    @viaje a turquía       E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A