Visita a los enfermos mentales
Hospital
de la Cruz
Jal ed Dib, 2 diciembre 2025
Queridos hermanos y hermanas, buenos días y gracias por vuestra cálida acogida.
Era mi deseo encontrarme con ustedes porque aquí habita Jesús, tanto en ustedes, los enfermos, como en las hermanas que les cuidan, los médicos y todos los trabajadores sanitarios y administrativos. En primer lugar, quisiera saludarles con afecto y asegurarles que están en mi corazón y en mis oraciones. Les agradezco el hermoso himno que han cantado. Gracias al coro y a los compositores por ese mensaje de esperanza.
Este hospital fue fundado por el padre Yaacub, incansable apóstol de la caridad cuya santidad se manifestó en el amor a los más pobres y a los que sufren. Las hermanas franciscanas de la cruz, fundadas por él, continúan su obra y prestan un precioso servicio. Gracias, queridas hermanas, por la misión que llevan adelante con alegría y dedicación.
También quisiera saludar con profunda gratitud al personal del hospital. Su presencia competente y solícita, así como el cuidado de los enfermos, son un signo tangible del amor compasivo de Cristo. Son como el buen samaritano, que se detiene junto al herido y lo cuida para aliviarlo y curarlo.
A veces puede sobrevenir el cansancio o el desánimo, sobre todo por las condiciones no siempre favorables en las que trabajan. Por ello, les animo a no perder la alegría de esta misión. A pesar de algunas dificultades, les invito a tener siempre presente el bien que pueden realizar. Es una gran obra a los ojos de Dios.
Lo que se vive en este lugar es un aviso para todos, para su tierra y para toda la humanidad. No podemos olvidarnos de los más frágiles, y tampoco podemos imaginar una sociedad que corre a toda velocidad aferrándose a falsos mitos de bienestar, ignorando tantas situaciones de pobreza y fragilidad.
Los cristianos, que somos la Iglesia del Señor Jesús, estamos llamados a cuidar de los pobres. El evangelio mismo nos lo pide (no lo olvidemos), y nos interpela el grito de los pobres como una llamada que atraviesa toda la Escritura. Como recordé hace poco, «en el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo» (León XIV, Dilexi Te, 9).
A ustedes, queridos hermanos y hermanas marcados por la enfermedad, quisiera recordarles que están en el corazón de Dios, nuestro Padre. Él les lleva en la palma de sus manos, les acompaña con amor y les ofrece su ternura a través de las manos y sonrisas de quienes cuidan de su vida. A cada uno de ustedes, el Señor les repite hoy: Te amo, te quiero, eres mi hijo. ¡No lo olviden nunca! Shukrán, Allah ma’akum, gracias y que Dios esté con ustedes.
León XIV
Act:
02/12/25
@viaje
a líbano
E D I T O R I
A L
M
E
R C A B A
M U R C I A
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