A la Cumbre Mundial del Clima
Parque
da Cidade
Belem, 9 noviembre 2025
Señor presidente de la ONU, distinguidos jefes de estado y de gobierno, señoras y señores, extiendo un cordial saludo a todos los participantes en la XXX Conferencia de las Partes (COP-30) sobre Cambio Climático de la ONU, y les aseguro mi cercanía, apoyo y aliento.
Si queremos cultivar la paz, protejamos la creación, porque existe una clara conexión entre construir la paz y cuidar la creación. Como decía uno de mis predecesores, «la búsqueda de la paz por parte de todas las personas de buena voluntad se verá sin duda facilitada por el reconocimiento compartido de la relación inseparable que existe entre Dios, los seres humanos y toda la creación» (Benedicto XVI, XLIII Jornada Mundial de la Paz, 1-I-2010).
Si bien en estos tiempos difíciles la atención y la preocupación de la comunidad internacional parecen centrarse principalmente en los conflictos entre naciones, también existe una creciente conciencia de que la paz se ve amenazada por la falta de respeto debido a la creación, el saqueo de los recursos naturales y el deterioro progresivo de la calidad de vida debido al cambio climático.
Dada su naturaleza global, estos desafíos ponen en peligro la vida de todos los habitantes del planeta y, por lo tanto, exigen cooperación internacional y un multilateralismo cohesionado y con visión de futuro que sitúe en el centro la sacralidad de la vida, la dignidad inherente a todo ser humano y el bien común.
Lamentablemente, observamos enfoques políticos y comportamientos humanos que van en la dirección opuesta, caracterizados por el egoísmo colectivo, la indiferencia hacia los demás y la miopía.
En un mundo que arde, tanto por el calentamiento global como por los conflictos armados, esta conferencia debe convertirse en un signo de esperanza, a través del respeto mostrado a las ideas de los demás en un intento colectivo de buscar un lenguaje común y un consenso, dejando de lado los intereses egoístas, teniendo presente nuestra responsabilidad mutua y para con las generaciones futuras.
Ya en la década de 1990, el papa Juan Pablo II enfatizó que la crisis ecológica es "un problema moral", y puso de relieve la «urgente necesidad moral de una nueva solidaridad, especialmente en las relaciones entre los países en desarrollo y los países altamente industrializados». A este respecto, recordó que «los estados deben mostrar una solidaridad y complementariedad mutua cada vez mayores para promover el desarrollo de un entorno natural y social pacífico y saludable» (Juan Pablo II, XXIII Jornada Mundial de la Paz, 1-I-1990).
Trágicamente, quienes se encuentran en las situaciones más vulnerables son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación. Por lo tanto, el cuidado de la creación se convierte en una expresión de humanidad y solidaridad.
Desde esta perspectiva, es esencial traducir las palabras y reflexiones en elecciones y acciones basadas en la responsabilidad, la justicia y la equidad para lograr una paz duradera cuidando la creación y a nuestro prójimo. Además, dado que la crisis climática nos afecta a todos, las medidas correctivas deben involucrar a los gobiernos locales, alcaldes y gobernadores, investigadores, jóvenes, emprendedores, organizaciones religiosas y ONGs.
Hace una década, la comunidad internacional adoptó el Acuerdo de París, reconociendo la necesidad de una respuesta eficaz y progresiva ante la urgente amenaza del cambio climático (ONU, Acuerdo de París, preámbulo). Lamentablemente, debemos admitir que el camino para alcanzar los objetivos establecidos en dicho Acuerdo sigue siendo largo y complejo. Ante este panorama, se insta a los estados partes a acelerar con valentía la aplicación del Acuerdo de París y de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático.
Hace diez años, el papa Francisco firmó la encíclica Laudato Si, en la que abogó por una conversión ecológica que incluyera a todos, puesto que «el clima es un bien común, que pertenece a todos y está destinado a todos». A nivel global, «es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana» (Francisco I, Laudato Si, 23).
Que todos los participantes en esta COP-30, así como quienes siguen activamente sus deliberaciones, se inspiren para abrazar con valentía esta conversión ecológica en pensamiento y acción, teniendo presente el rostro humano de la crisis climática.
Que esta transformación ecológica inspire el desarrollo de una nueva arquitectura financiera internacional centrada en las personas, que garantice que todos los países, especialmente los más pobres y vulnerables a los desastres climáticos, puedan alcanzar su máximo potencial y que se respete la dignidad de sus ciudadanos. Esta arquitectura también debe tener en cuenta el vínculo entre la deuda ecológica y la deuda externa (Benedicto XVI, XLIII Jornada Mundial de la Paz, 1-I-2010).
Que se promueva la educación en ecología integral que explique por qué las decisiones a nivel personal, familiar, comunitario y político dan forma a nuestro futuro común, al tiempo que se crea conciencia sobre la crisis climática y se fomentan mentalidades y estilos de vida orientados a respetar mejor la creación y salvaguardar la dignidad de la persona y la inviolabilidad de la vida humana.
Que
todos los participantes en esta COP-30 se comprometan a proteger y cuidar la
creación que Dios nos confió para construir un mundo pacífico. Les aseguro
mis oraciones y cercanía, mientras toman decisiones importantes para el bien
común y el futuro de la humanidad.
León XIV