Al Santuario Santa Ana de Auray
Congr.
para Culto Divino
Vaticano, 25 junio 2025
A mi venerable hermano Robert, cardenal Sarah, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
El Altísimo se digna revelar los misterios inefables del Reino de los Cielos, especialmente a los niños pequeños (Mt 11,25-26). Por esta razón, por la gracia de Dios, Santa Ana, madre de la dulcísima Virgen María, se apareció milagrosamente al agricultor Ivo Nicolazic, para que la fe del pueblo aremérico se reavivara con una llama espiritual.
Se construyó allí una pequeña capilla que, gracias a la frecuente congregación de devotos, se convirtió en un santuario notable dedicado a Santa Ana d'Auray, y en un lugar muy deseado por innumerables peregrinos. Finalmente, en un soleado día de septiembre de 1996, nuestro predecesor, San Juan Pablo II, también llegó allí con alegría para alimentar y avivar la fe, la esperanza y la caridad de su familia.
Aprovechando la ocasión propicia del 400 aniversario de las apariciones de Santa Ana en la ciudad de Santa Ana d'Auray, el próximo mes de julio, el venerable hermano Raymond Centene, obispo de Venecia, solicitó con gran humanidad al papa Francisco que designara a algún destacado purpurado para presidir las celebraciones en conmemoración de Santa Ana en nombre del sumo pontífice, y pronunciar palabras de aliento espiritual.
Deseando acceder a esta piadosa petición y confirmando la designación expresada por mi predecesor, el papa Francisco, recurro a ti, venerable hermano dotado de piedad y erudición, trabajador eminente y diligente en la viña del Señor. Por eso, te designo como mi misión extraordinaria para las celebraciones de las que he hablado más arriba, que tendrán lugar los días 25 y 26 del próximo mes de julio, memoria de Santa Ana, en la localidad de Santa Ana de Auray, según el rito propio.
Animo a todos los participantes en este acontecimiento a mantener viva, con renovada fuerza y nuevo ímpetu, la esperanza de alcanzar las promesas de Dios, pues han recibido de este Jubileo abundantes beneficios espirituales y gracias de bondad celestial, que sin duda les aportan mucha ayuda en su trabajo diario de resistencia.
Saludarás en mi nombre al arzobispo de la diócesis de Venecia, a todos los fieles allí reunidos, a los venerables prelados, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a las autoridades públicas y a los fieles laicos, y les manifestarás mi buena voluntad.
Yo mismo, venerable hermano, te acompañaré con mis oraciones en el cumplimiento de tu misión, por intercesión de Santa Ana y de su incomparable hija, la bienaventurada Virgen María, y te imparto de buen grado mi bendición apostólica, signo de mi benevolencia hacia ti y prenda de dones celestiales, que deseo que sea debidamente transmitida a todos los participantes en las celebraciones.
León XIV