Al Santuario de Kupfergasse
Palacio
Arzobispal
Vindobona, 16 agosto 2025
Venerable hermano Christofer, cardenal Schonborn, arzobispo emérito de Vindobona, saludos.
Sabemos muy bien que los fieles de todo el mundo han estado acostumbrados a atribuir testimonios notables de devoción y singular piedad a la Santísima Virgen María a lo largo de los años. Tenemos la certeza de que esto todavía sucede incluso en la antigua ciudad de Colonia, en la querida Alemania, donde multitudes de fieles acuden al famoso Santuario de la Madre de Dios Negra, ubicado en Kupfergasse.
Pronto se cumplirán 350 años desde que, el 8 septiembre 1675, se consagró esta capilla, con la imagen de la santísima Virgen María de la Casa de Lorena. En ella, que con razón se llama el corazón de la ilustre ciudad y archidiócesis de Colonia, se ha venerado con piadosa devoción la sagrada imagen de la santísima Virgen durante muchos siglos, que abarca a todos los miembros del cuerpo místico de Cristo y ha sido llamada por la Iglesia la "mediadora de gracias".
Por esta razón, nuestro venerable hermano Rainer Maria, cardenal Woelki, arzobispo metropolitano de Colonia, solicitó con gran humanidad a nuestro amado predecesor, el papa Francisco, que enviara a un purpurado para que ocupara el lugar del romano pontífice en Colonia y, al mismo tiempo, presidiera la celebración eucarística.
Yo, cumpliendo con el más gustoso deseo de mi predecesor, he pensado en ti, venerable hermano, adornado con la dignidad del purpurado y devoto de la devoción mariana, como el que mejor puede contribuir a que los participantes en este evento sean conscientes de la profusa caridad con que los amamos, y de la habilidad con que derramamos nuestras oraciones por ellos.
Por esta carta te confirmo esta misión extraordinaria, para que presidas la celebración de dicho evento el 14 de septiembre y expreses mi propia voz. Saludarás al arzobispo de Colonia, a todos los santos prelados, sacerdotes, religiosos y religiosas, y a los fieles laicos presentes en mi nombre, y les mostrarás mi bondad. Finalmente, deseo que mis palabras de buena voluntad se extiendan también a las autoridades civiles y a todos los participantes.
Oremos a la Madre Negra de Dios para que en este año santo nos conceda a todos una fe sincera, firme e inviolable en Cristo, el Señor, su Hijo. Él, nacido de la madre, mostró una nueva estrella del cielo a la tierra. Nacido del Padre, formó el cielo y la tierra. En su nacimiento, una nueva luz se reveló en una estrella. En su muerte en la cruz, la antigua luz se ocultó bajo el sol (San Agustín, Homilías, CXCIX). Por eso, en la oscuridad y en la duda imploramos una fe paciente y firme, que, como dice el bienaventurado apóstol Juan, es nuestra victoria que vence al mundo (1Jn 5,4).
Encomiendo tu misión, venerable hermano, a la protección de la bienaventurada Virgen María, madre de misericordia, y de San José. Te imparto con agrado mi bendición apostólica. Sé mensajero de gracias celestiales, que deseo aplicar a todos los participantes en la celebración.
León XIV