A la catedral de Gozo

Secretaría del Sínodo
Vaticano, 14 julio 2025

A mi venerable hermano Mario, cardenal Grech, secretario general de la Secretaría General del Sínodo.

La Virgen Inmaculada, predestinada y establecida por Dios desde el principio de los tiempos sobre todas las criaturas, como defensora de la gracia y modelo de santidad para su pueblo, que ha de alcanzar en el misterio pascual de la exaltación de Cristo (es decir, para alabanza de su gloria; Ef 1,14), es incesantemente alabada por los fieles.

La Iglesia contempla y admira con amor su bendita asunción al cielo y su otra admirable exaltación, y le dedica con devoción diversas imágenes y efigies por todo el mundo, que los fieles de Cristo, para enseñar el inefable amor de Dios hacia los hombres, adornan con piadosa y dulce intención coronas de oro y piedras preciosas.

Por las cartas del venerable hermano Antonio Teuma, obispo de Gozo, y su cabildo catedralicio, me enteré que en la misma iglesia, dedicada a la Dormición de María, se celebrará el 50 aniversario de la coronación de la imagen de la asunción (que se coloca en el altar de esta iglesia desde 1791) como signo de la fiel devoción y unión en la fe de esta comunidad, durante las misas del 15 de agosto, concretamente en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

Habiendo considerado la humilde petición ya escrita por el mencionado prelado, me parece oportuno elegir, para representar con mayor cuidado la importancia y la alegría de este acontecimiento, a un padre purpurado que lleve y confirme a los reunidos, de forma adecuada y apropiada, la alegría del evangelio.

Habiendo considerado atentamente las circunstancias del asunto (es decir, en virtud de esta carta), y siguiendo la voluntad de mi predecesor, te confirmo a ti, venerable hermano, que desempeñas diligentemente el oficio de secretario general de la Secretaría General del Sínodo, como mi misionero extraordinario para cumplir solemnemente el evento mencionado, de buen grado y con espíritu confiado

Preside los sagrados ritos en mi nombre y enseña diligentemente al pueblo de Dios la intercesión de la bienaventurada Virgen María y su ascensión por el bien de los fieles cristianos, en la que se da testimonio de que su Hijo venció a la muerte y que también en ella, su amada madre y discípula, desea traer a la vida a todos los que nacen del agua y del Espíritu (Jn 3,5).

Venerable hermano, te pido encarecidamente que saludes cordialmente a todos los hermanos en el episcopado, a las autoridades civiles, a los sacerdotes, a los diáconos y a los miembros de vida consagrada, así como a los fieles laicos allí presentes, mostrándoles nuestra buena voluntad. A todos ellos les exhorto a que, durante el tiempo de este año santo, den testimonio de fe, esperanza y caridad, incluso desde el corazón.

Acompaño tu misión con mis oraciones y la encomiendo a la protección de la santísima Virgen María, asunta al cielo, y de su esposo San José. Te extiendo mi bendición apostólica íntegra, para que la comuniques a todos a quienes ahora eres enviado.

León XIV