A la cumbre AI for Good
Centro
Palexpo
Ginebra, 10 julio 2025
Deseo extender mis cordiales saludos a todos los participantes en la cumbre AI for Good 2025, organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) en colaboración con otras agencias de la ONU, y copatrocinada por el gobierno de Suiza.
Dado que esta cumbre coincide con el CLX aniversario de la fundación de la UIT, deseo felicitar a todos los miembros y al personal por su labor y su continuo compromiso con la promoción de la cooperación mundial para llevar los beneficios de las tecnologías de la comunicación a las personas de todo el mundo.
Conectar a la familia humana mediante las comunicaciones telegráficas, radiofónicas, telefónicas, digitales y espaciales presenta desafíos, especialmente en las zonas rurales y de bajos ingresos, donde aproximadamente 2.600 millones de personas aún carecen de acceso a las tecnologías de la comunicación.
La humanidad se encuentra en una encrucijada ante el inmenso potencial que desata la revolución digital impulsada por la Inteligencia Artificial. El impacto de esta revolución es de gran alcance y transforma ámbitos como la educación, el trabajo, el arte, la salud, la administración, el ejército y las comunicaciones.
Este cambio trascendental exige responsabilidad y discernimiento para garantizar que la IA se desarrolle y utilice en beneficio del bien común, construyendo puentes de diálogo y promoviendo la fraternidad, y garantizando que sirva a los intereses de toda la humanidad.
A medida que la IA adquiere la capacidad de adaptarse de forma autónoma a diversas situaciones mediante la toma de decisiones puramente técnicas basadas en algoritmos, es crucial considerar sus implicaciones antropológicas y éticas, los valores en juego y las obligaciones y los marcos regulatorios necesarios para defender dichos valores. De hecho, si bien la IA puede simular aspectos del razonamiento humano y realizar tareas específicas con increíble velocidad y eficiencia, no puede replicar el discernimiento moral ni la capacidad de forjar relaciones auténticas.
Por todo ello, el desarrollo de estos avances tecnológicos debe ir de la mano del respeto por los valores humanos y sociales, la capacidad de juzgar con la conciencia tranquila y el crecimiento de la responsabilidad humana. No es casualidad que esta era de profunda innovación haya impulsado a muchos a reflexionar sobre el significado de ser humano y el papel de la humanidad en el mundo.
Si bien la responsabilidad del uso ético de los sistemas de IA recae en quienes los desarrollan, gestionan y supervisan, esta responsabilidad también recae en quienes los utilizan. Por lo tanto, la IA requiere una gobernanza ética adecuada y marcos regulatorios centrados en el ser humano que vayan más allá de los meros criterios de utilidad o eficiencia.
En definitiva, nunca debemos perder de vista el objetivo común de contribuir a esa tranquilitas ordinis o "tranquilidad del orden", como la definió San Agustín en su Ciudad de Dios, y de promover un orden social más humano, así como sociedades pacíficas y justas al servicio del desarrollo humano integral y el bien de la familia humana.
Aprovecho esta oportunidad para animarles a buscar claridad ética y a establecer una gobernanza coordinada, local y global, de la IA, basada en el reconocimiento compartido de la dignidad inherente y las libertades fundamentales de la persona humana. Os aseguro mis oraciones en su compromiso con el bien común.
León XIV