A la diócesis de Alençon
Palacio
Episcopal
Seez, 1 octubre 2025
Me alegra unirme a ustedes en pensamiento y oración, así como a todo el clero y los fieles aquí reunidos, al celebrar el X aniversario de la canonización de Luis y Celia Martin, en los lugares donde se santificaron durante su vida matrimonial.
Siendo la primera pareja en ser canonizada como tal, este evento es particularmente importante porque resalta el matrimonio como camino hacia la santidad. De las vocaciones a las que Dios llama a hombres y mujeres, el matrimonio es una de las más nobles y elevadas. Como dijo el cardenal Saraiva en su homilías de beatificación, «Luis y Celia comprendieron que podían santificarse no a pesar del matrimonio, sino a través , en y con el matrimonio, y que su boda debía ser vista como el punto de partida de una ascensión como pareja».
La santa pareja de Alençon es, por tanto, un modelo luminoso e inspirador para las almas generosas que han emprendido este camino o que pretenden seguirlo, con el sincero deseo de llevar una vida hermosa y buena bajo la mirada del Señor, tanto en la alegría como en la prueba.
Expreso mi deseo de que este aniversario sea una ocasión para hacer conocer mejor la vida y los méritos de estos extraordinarios esposos y padres, para que las familias, tan queridas al corazón de Dios, y tantas veces tan frágiles y probadas, puedan encontrar en ellos, en toda circunstancia, el apoyo y las gracias necesarias para proseguir su camino.
Luis y Celia no cumplieron su deseo de ser santos y criar a sus hijos en la santidad retirándose del mundo. Cumplieron con sus deberes de estado en la normalidad de la vida cotidiana. Por eso forman parte de esa inmensa multitud de santos vecinos de la que el papa Francisco hablaba a menudo.
No es difícil para los peregrinos que viajan a Alençon (que conserva su conmovedor recuerdo) comprender el contexto concreto y cotidiano en el que vivió la familia Martin, comprometida con la sociedad normanda de su tiempo a través de su parroquia, sus actividades profesionales, sus obras de caridad, sus círculos de amigos y su vida familiar.
Sin embargo, no hay que engañarse, pues esta vida aparentemente ordinaria estaba habitada por la extraordinaria presencia de Dios, que era su centro absoluto. "Dios primero" era el lema sobre el que construyeron toda su existencia.
He aquí, pues, el modelo de pareja que la santa Iglesia presenta a los jóvenes que desean (quizás con dudas) embarcarse en tan hermosa aventura. He aquí un modelo de fidelidad y cuidado de los demás, un modelo de fervor y perseverancia en la fe, de educación cristiana de los hijos, de generosidad en el ejercicio de la caridad y la justicia social. He aquí un modelo de confianza ante la prueba.
Sobre todo, esta pareja ejemplar da testimonio de la inefable felicidad y la profunda alegría que Dios concede, tanto aquí en la tierra como en la eternidad, a quienes se comprometen en este camino de fidelidad y fecundidad.
En estos tiempos difíciles y confusos, en los que a los jóvenes se les presentan tantos modelos opuestos de uniones, a menudo fugaces, individualistas y egoístas, con frutos amargos y decepcionantes, la familia tal como la concibió el Creador podría parecer anticuada y aburrida. Luis y Celia Martín dan testimonio de que eran felices, ¡profundamente felices!, al dar vida, al irradiar y transmitir la fe, al ver a nuestros hijos crecer y florecer bajo la mirada del Señor.
¡Qué alegría reunirnos los domingos, después de la misa, alrededor de la mesa donde Jesús es el primer invitado y comparte las alegrías, las penas, los planes y las esperanzas de cada uno! ¡Qué felicidad estos momentos de oración compartida, estos días de celebración, estos encuentros familiares que marcan la historia! ¡Qué consuelo estar juntos en las pruebas, y un día reunirnos en la gloria del cielo!
Queridos matrimonios, les invito a perseverar con valentía en el camino (a veces difícil y complejo, pero luminoso) que han emprendido. Ante todo, pongan a Jesús en el centro de sus familias, sus actividades y sus decisiones. Ayudemos a nuestros hijos a descubrir su amor y ternura infinitos, y esforcémonos por que él los ame como se merece. Esta es la gran lección que Luis y Celia nos enseñan hoy, y que la Iglesia y el mundo necesitan con tanta urgencia.
Les encomiendo, queridas familias, a la protección de Luis y Celia Martín y de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Implorando la intercesión de la Virgen María por ustedes, les imparto de corazón la bendición apostólica.
León XIV