En la inauguración de la aldea Laudato Si

Borgo Laudato Si
Castel Gandolfo, 5 septiembre 2025

Queridos hermanos y hermanas, en el texto del evangelio de Mateo que acabamos de escuchar, Jesús dirige varias enseñanzas a sus discípulos. Me gustaría centrarme en una de ellas, que parece especialmente apropiada para esta celebración. Dice: «Observen las aves del cielo. Observen los lirios del campo, cómo crecen» (Mt 6,26-28).

No es raro que el maestro de Nazaret haga referencia a la naturaleza en sus enseñanzas. La flora y la fauna suelen ser elementos destacados de sus parábolas. Pero en este caso, hay una clara invitación a observar y contemplar la creación, acciones encaminadas a comprender el plan original del Creador.

Todo ha sido sabiamente ordenado, desde el principio, para que todas las criaturas contribuyan a la realización del reino de Dios. Cada criatura tiene un papel importante y específico en su plan, y cada una es un bien, como enfatiza el libro del Génesis (Gn 1,1-29).

En el mismo pasaje evangélico, refiriéndose a los pájaros y a los lirios, Jesús plantea a sus discípulos dos preguntas: «¿No valéis vosotros más que ellas?», y: «¿No hará mucho más con vosotros?» (Mt 6,30).

Casi como si repitiera implícitamente el relato del Génesis, Jesús enfatiza el lugar especial reservado, en el acto creativo, para el ser humano: la criatura más hermosa, hecha a imagen y semejanza de Dios. Pero este privilegio conlleva una gran responsabilidad: la de cuidar a todas las demás criaturas, respetando el plan del Creador (Gn 2,15).

El cuidado de la creación, por tanto, representa una verdadera vocación para todo ser humano, un compromiso que debe llevarse a cabo dentro de la propia creación, sin olvidar jamás que somos criaturas entre criaturas y no creadores. Por ello, es importante, como escribió mi predecesor, «recuperar una serena armonía con la creación, reflexionar sobre nuestro estilo de vida y nuestros ideales, contemplar al Creador que vive entre nosotros y en todo lo que nos rodea» (Francisco I, Laudato Si, 225).

El borgo Laudato Si, que inauguramos hoy, es una de las iniciativas de la Iglesia encaminadas a realizar esta «vocación de ser custodios de la obra de Dios» (Francisco I, op.cit, 217). Se trata ésta de una tarea exigente, pero hermosa y fascinante, que constituye un aspecto primario de la experiencia cristiana.

El borgo Laudato Si es una semilla de esperanza, que el papa Francisco nos ha dejado como legado, una «semilla que puede dar frutos de justicia y paz» (Francisco I, Mensaje para la X Jornada Mundial de la Creación). Y lo hará manteniéndose fiel a su mandato, como modelo tangible de pensamiento, estructura y acción, capaz de promover la conversión ecológica mediante la educación y la catequesis.

Lo que vemos hoy es una síntesis de extraordinaria belleza, donde la espiritualidad, la naturaleza, la historia, el arte, el trabajo y la tecnología conviven en armonía. Esta es, en definitiva, la idea de un pueblo, o lugar de convivencia y proximidad. Todo esto no puede dejar de hablarnos de Dios.

León XIV