Al mundo entero, tras ser elegido papa
Plaza
San Pedro
Vaticano, 8 mayo 2025
¡La
paz sea con todos vosotros!
Queridísimos
hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo
resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También
yo quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, alcance a vuestras
familias, a todas las personas, allí donde estén, a todos los pueblos, a toda
la tierra. ¡La
paz sea con vosotros!
Esta
es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde
y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos
incondicionalmente. ¡Todavía conservamos en nuestros oídos aquella voz débil
pero siempre valiente del papa
Francisco que bendecía a
Roma!
El
papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella
mañana del día de Pascua. Permitidme que dé continuidad a aquella misma
bendición: ¡Dios nos quiere bien, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá! Estamos
todos en las manos de Dios.
Por
lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, vayamos
adelante: somos discípulos de Cristo, Cristo
nos precede. El mundo tiene necesidad de su luz. La humanidad necesita de
él como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor.
Ayudaos
también vosotros, los unos a los otros, a construir puentes, con el diálogo,
con el encuentro, uniéndonos todos para ser un
solo pueblo siempre en paz.
¡Gracias
al papa Francisco! Quiero agradecer también a todos los hermanos cardenales que
me han elegido para ser sucesor
de Pedro y caminar junto
a vosotros como Iglesia unidad buscando siempre la paz y la justicia, tratando
siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para
proclamar el evangelio, para ser misioneros.
Soy
un hijo de San Agustín, agustino, quien ha dicho: «Con vosotros soy cristiano
y para vosotros obispo». En ese sentido podemos caminar todos juntos hacia la
patria que Dios nos ha preparado.
¡A
la Iglesia de Roma, un saludo especial! Debemos buscar juntos cómo ser una
Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre
abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos, a todos
aquellos que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, del
dialogo y del amor.
Si
me permiten también, daré una palabra y un saludo, de modo particular, a mi querida
diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a
su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo
Iglesia fiel de Jesucristo.
A
todos vosotros, hermanos y hermanas de Roma, de Italia y de todo el mundo. Queremos
ser una Iglesia sinodal, una
Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la
caridad, que busca siempre ser cercano, especialmente, a aquellos que sufren.
Hoy
es el día de la súplica
a Nuestra Señora de Pompeya. Nuestra madre María siempre quiere caminar
con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y con su amor.
De este modo, querría rezar junto a vosotros. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra madre. Ave María.
León XIV