Al seminario Gerencia de la Salud
Sala
del Consistorio
Vaticano, 18 noviembre 2025
Director del seminario Gerencia ética de la Salud, participantes en dicho seminario organizado por la Academia Pontificia para la Vida, e interesandos en el diálogo sobre la ética en salud, un saludo cordial.
Muchos son los aspectos interesantes que se desgranan de los temas que van a afrontar, y tal vez demasiados para abordarlos juntos en este breve saludo. Sin embargo, me permito evidenciar un concepto que me parece los acomuna. Me refiero a la posibilidad de un sesgo, de la introducción de una condición, una premisa, una nota que falsea, tronca y excluye de forma fraudulenta la percepción que tenemos de la realidad de la sociedad y del enfermo concreto, creando una situación de injusticia en la gestión de los recursos necesarios para la recta administración de la salud.
Como individuos, y como sociedad, estamos llamados a defender activamente la inequívoca dignidad de todo ser humano, en todas las etapas y facetas de su existencia. Lamentablemente, esto no siempre es real. Instrumentos tan eficaces como la inteligencia artificial pueden ser manipulados, entrenados, orientados para que, por razones de oportunidad o interés, ya sean económicas, políticas o de otra índole, se genere ese sesgo a veces imperceptible en la información, en la gestión y en la manera en la que nos presentamos o nos acercamos al otro.
A través de estas prácticas, las personas entran en una perversa manipulación que las clasifica en virtud de los tratamientos necesarios y su coste, la naturaleza de sus enfermedades. Las personas, así quedan convertidas en objetos, en datos, en estadísticas.
La manera de evitar esto puede estar en cambiar nuestra mirada, en percibir el valor del bien con una visión amplia, en mirar como mira Dios, en no quedarnos en el lucro inmediato, en pensar lo que es mejor para todos. Esta mirada implica ser pacientes, generosos y solidarios, creando lazos y tendiendo puentes. Esta mirada implica trabajar en red, para optimizar los recursos, para que todos puedan sentirse protagonistas y beneficiarios del trabajo común.
Al mismo tiempo, Dios nos enseña que esa visión amplia nunca se debe desligar del trato humano, de la caricia, del reconocimiento de la persona concreta, en su fragilidad y en su dignidad. Es una visión profunda, una visión que llega al corazón del otro y ensancha el nuestro. Estas dos visiones serán el mejor antídoto para que nuestras estructuras gestionales no pierdan de vista lo importante: el bien que estamos llamados a custodiar.
Que el Señor nos ayude a ser fieles en este servicio. Muchas gracias.
León XIV
Act:
18/11/25
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