A los gitanos de toda Europa

Aula Pablo VI
Vaticano, 18 octubre 2025

Queridos hermanos y hermanas romaníes, sinti y caminantes, ¡oh Del si tumentsa!, el Señor esté con ustedes.

Han venido a Roma desde todas partes de Europa, algunos incluso de fuera de ella, como peregrinos de esperanza. Con su presencia nos recuerdan que "la esperanza es itinerante" (el título de nuestro encuentro) y que hoy todos nos sentimos impulsados a emprender el camino gracias al don que traen al papa: su fe firme, su esperanza inquebrantable sólo en Dios, la confianza sólida que no cede ante las dificultades de una vida a menudo al margen de la sociedad.

¡Que la paz de Cristo esté en sus corazones, hermanos y hermanas romaníes, sinti y caminantes! Y que la paz esté también en los corazones de los numerosos agentes pastorales que están aquí presentes y los acompañan incansablemente.

Hoy se conmemoran los 60 años del histórico encuentro mundial que el papa San Pablo VI tuvo con sus comunidades en Pomezia, el 26 septiembre 1965. Aquí hoy, casi como testigo de aquel acontecimiento, se encuentra la imagen de Nuestra Señora, a quien el propio pontífice coronó como Reina de los Roma, Sinti y Caminantes.

En estos 60 años, los encuentros con mis predecesores se han sucedido cada vez con mayor frecuencia, en diferentes contextos, signo de un diálogo vivo y de una especial atención pastoral hacia ustedes, una porción amada del pueblo peregrino de Dios. Sí, Dios Padre les ama y les bendice, y la Iglesia también los ama y los bendice.

Pueden ser testigos vivos de la centralidad de estas tres cosas: confiar sólo en Dios, no apegarse a las posesiones terrenales y demostrar una fe ejemplar con palabras y obras. Vivir así no es algo que se da por sentado. Se aprende acogiendo la bendición de Dios y permitiendo que obre para transformar nuestros corazones.

Durante casi 1.000 años han sido peregrinos y nómadas en un contexto que ha construido progresivamente modelos de desarrollo que han demostrado ser injustos e insostenibles en muchos aspectos. Por ello, las sociedades llamadas progresistas los han rechazado sistemáticamente, marginándolos siempre a los márgenes de las ciudades, a los márgenes de los derechos, a los márgenes de la educación y la cultura.

Ese mismo modelo de sociedad, que les marginó y les hizo itinerantes (primero en caravanas estacionales, luego en campamentos en las afueras de las ciudades), es lo que ha creado las mayores injusticias sociales a nivel mundial durante el último siglo, las enormes desigualdades económicas entre individuos y poblaciones, las crisis financieras sin precedentes, los desastres ambientales y las guerras.

Nosotros, en la fe en Jesucristo, sabemos que «la piedra que desecharon los constructores se ha convertido en piedra angular» (Mt 21,42), y así nos fortalece cada vez más la convicción de que los mismos valores que los pobres defienden con gran dignidad y orgullo son aquellos a los que todos debemos recurrir para cambiar de rumbo.

Su presencia en las periferias de Occidente es, sin duda, una señal que apunta a la eliminación de muchas estructuras de pecado, para el bien y el progreso de la humanidad hacia una convivencia más pacífica y justa, en armonía con Dios, con la creación y con los demás.

El papa Benedicto XVI, cuando les encontró en 2011, les dijo que «sois un pueblo que en los siglos pasados no vivió ideologías nacionalistas, no aspiró a poseer una tierra ni a dominar a otros pueblos» (Discurso, 11-VI-2011). También hoy, liberaos de toda tentación de poseer, de todo apego injusto a las cosas, para permanecer itinerantes en el Espíritu, pobres de espíritu y por esto bienaventurados.

Decía el papa Francisco que «los grupos étnicos han desarrollado un tesoro cultural al permanecer vinculados a la naturaleza, con un fuerte sentido de comunidad, y por eso perciben fácilmente nuestras sombras, que no reconocemos en medio del supuesto progreso» (Querida Amazonia, 36).

Por eso, hoy les exhorto yo: ¡No se desanimen! Al estar más cerca de la condición de Cristo, pobre y humillado, recuerdan a la humanidad cuál es el paradigma de la vida cristiana. Les animo a creer en la belleza salvadora que su cultura y su situación itinerante traen consigo.

El papa Francisco, en 2019, les hizo una emotiva llamada: «Les pido, por favor, que tengan un corazón más grande, aún más amplio: sin rencor. Y que sigan adelante con dignidad: la dignidad de la familia, la dignidad del trabajo, la dignidad de ganarse el pan de cada día (esto es lo que los mantiene en pie) y la dignidad de la oración» (Discurso, 9-V-2019). Que la dignidad del trabajo y la dignidad de la oración sean su fuerza, para derribar los muros de la desconfianza y el miedo.

Lo que acabo de decir me parece que resalta la verdadera misión que tienen en la Iglesia. El papa Benedicto XVI ya subrayó que «ustedes también están llamados a participar activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia» (Discurso, 11-VI-2011). Más recientemente, el papa Francisco, al reunirse con ustedes en junio de 2019 en Blaj (Rumania), les dijo: «Ustedes, como pueblo, tienen un papel protagónico que asumir y no deben tener miedo de compartir y ofrecer esas características específicas que los constituyen y marcan su camino, y que tanto necesitamos» (Discurso, 2-VI-2019).

Hoy, por tanto, hago mía la invitación de mis predecesores: sed protagonistas del cambio de época en curso, caminando junto a otras personas de buena voluntad en los lugares donde os encontréis, superando la desconfianza recíproca, dando a conocer la belleza de vuestra cultura, compartiendo la fe, la oración y el pan que nace del trabajo honesto.

Agradeciendo al Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral y a la Fundación Migrantes el gran esfuerzo realizado para organizar tan hermoso Jubileo, los invito, agentes pastorales con los gitanos, sinti y caminantes, a impulsar con renovado vigor los objetivos formulados por el V Congreso Mundial de Pastoral de los Gitanos, celebrado en Budapest (Documento Final, 7-VII-2003).

Me refiero en particular a los relativos a la educación y la formación profesional, la atención pastoral familiar y comunitaria, la inculturación de la liturgia y la catequesis (incluida la cuestión lingüística) y el diálogo ecuménico e interreligioso en el mundo gitano, sinti y caminantes. Finalmente, espero que cada diócesis desarrolle una adecuada atención pastoral dedicada a las comunidades gitanas, sinti y caminantes, para un verdadero crecimiento humano integral.

Queridos hermanos y hermanas, que la peregrinación jubilar los fortalezca en la fe y la esperanza, y les impulse a caminar con valentía por el camino del evangelio. Que la Virgen María les proteja y mi bendición los acompañe.

Niño 1: Buenos días, santo padre, ¿cómo podemos los jóvenes ser mejores amigos de Jesús?

Creo que esta es una pregunta muy importante. Y la pregunta en sí misma ayuda a abrir el corazón. Ser amigo de Jesús empieza por ser amigo. Es muy importante aprender a ser amigos, respetarnos y ver lo hermoso que es tener una verdadera amistad. Ser amigo de Jesús significa conocerlo. No podemos ser amigos de alguien que no conocemos. Ser amigo significa intentar conocer al otro y que el otro me conozca.

Por eso, el diálogo con Jesús, que ocurre especialmente en la oración, es un elemento importante. Sinceridad, porque ninguna amistad es buena si no hay verdad y sinceridad. Por eso, como jóvenes, debemos aprender a ser siempre honestos con la verdad en nuestras vidas, con nuestros amigos.

Ser honestos con Jesús significa ser humildes, dialogar con Jesús en la oración, con la palabra de Dios. Éste es un valor importante para nuestra realidad, así como buscar a Jesús también en comunidad. Jesús, a través de la Iglesia, se nos presenta, y por lo tanto, amar a Jesús, ser amigo de Jesús, significa ser amigo en la Iglesia: y así la vida en la Iglesia, los sacramentos, la Santa Misa. Buscar la ayuda de la Iglesia también es un camino muy importante para ser siempre amigo de Jesús. Gracias.

Niño 2: Buenos días, papa León. Quería preguntarle algo. ¿Podemos los niños crecer en un mundo sin guerra? ¿Podemos hacer algo para que esto suceda?

Es muy importante para los niños, pero también para nosotros, los adultos. Todos queremos vivir en un mundo sin guerras. Y por supuesto, debemos esforzarnos siempre por ser promotores de la paz, constructores de puentes, y estar firmemente convencidos de que la paz es posible, que no es solo un sueño, que podemos vivir en paz. Así que, para vivir en paz, también nosotros debemos encontrar la manera de ser personas de paz.

Si queremos cambiar el mundo, debemos empezar por nosotros mismos, con nuestros amigos, nuestros compañeros de clase, en nuestras familias, entre familias. Es muy importante que siempre busquemos esta capacidad de diálogo, de respeto mutuo y de promover los valores que nos ayudan a construir un mundo de paz. Creo que es posible, y espero que un día todos encontremos y veamos un mundo donde reine la paz y donde todos podamos vivir en paz. Gracias.

Niño 3: Papa León, ¿cómo acoges a los diferentes? ¿Cómo superas los prejuicios contra quienes pertenecen a una minoría desfavorecida?

En cierto sentido, creo que es una pregunta de adultos, porque a los niños no les preocupan tanto las diferencias. Cuando ven a otro niño, quieren jugar, quieren ver cómo hacer amigos. No les preocupa la diversidad, sino que dicen: Todos somos niños, podemos jugar juntos, podemos vivir juntos en paz. ¡Eso es muy bonito y típico de los niños! No obstante, con frecuencia los adultos empezamos a decir: Él es así, ella es así, esta cultura, esta nación o esta religión son cosas diferentes. Así es como empezamos a hacer ciertas distinciones y juicios.

Realmente creo que la actitud de un niño es correcta. Jesús lo dice en el evangelio: «Quien se porta como un niño, ese pertenece al reino de Dios». Así que, intenten dejar de lado esta distinción de quién es diferente y comiencen por respetar a todos los seres humanos. Cada ser humano nace a imagen de Dios. Ya sea que alguien sea pobre, provenga de una familia adinerada, tenga propiedades o no, todos somos hermanos. Así que respetemos esta hermandad y veremos que el mundo también puede cambiar allí. Gracias.

Niño 4: Santidad, quisiera preguntarle: ¿Qué debemos hacer los niños para amar más a los pobres?

Todos somos seres humanos, ricos y pobres. Amar a los pobres es amar a un hombre, a una mujer, sin hacer estas distinciones y respetando a la persona como hombre de Dios. También estamos un poco seguros de las ventajas que podemos tener; a veces pensamos: No, no quiero saber por qué tienes una casa poco segura o no tienes casa. Esto, o aquello, no se ve bien con la "última moda".

El Señor nos enseñó algo muy diferente. Jesús, en el evangelio, hace estas distinciones. Amar a todos, querer ser amigo de todos. Si buscas todo. Y entonces hay una lección que todos podemos aprender: que al ofrecer un pan, o al ir a otra casa, puedes aprender a aceptar lo que te ofrecemos y acogerlo con el corazón abierto.

Al decidir que todas las personas son buenas, podemos descubrir la esclavitud en cada persona. Caminemos con los demás (con este respeto por la dignidad de la persona) y reconozcamos que a los ojos de Dios no existe tal distinción. El Señor nos enseñó a amar a todos, a ser amigos de todos, y a no eliminar ni evitar a quienes, por pobreza económica o de otro tipo, son un poco más difíciles. Lo que aprendemos es esto: a amar a todos, como hermanos y hermanas. Gracias.

León XIV