Al buque Escuela de Paz

Marina di Ostia
Ostia, 17 octubre 2025

Eminencia y todos los miembros del buque Escuela de Paz, muchas gracias por su invitación.

Saludo también a todos los que viven en Ostia, en esta zona, porque es un puerto verdaderamente importante en la historia del mundo, en la historia de la Iglesia, en la historia de San Agustín y Santa Mónica. Como agustino, he venido a esta zona muchas veces, porque Ostia siempre ha sido un puerto muy importante, y es especialmente importante hoy gracias a ustedes. Gracias por estar aquí. Saludos a todos en esta hermosa tarde.

Me alegra mucho haber podido venir aquí esta tarde y formar parte de este breve momento y del larguísimo viaje que ustedes, junto con tantos otros jóvenes, han emprendido recientemente. Hoy, el mundo necesita signos y expresiones que inspiren esperanza, más que palabras. Con el nombre de este barco, así como con la presencia aquí de todos ustedes, son un verdadero signo de esperanza para el Mediterráneo y para el mundo.

Quisiera centrar mis palabras en tres ideas que estoy seguro han experimentado durante el tiempo que han vivido, trabajado y viajado juntos en este barco por el Mediterráneo.

La primera palabra es diálogo. ¡Qué importante es aprender a dialogar, sentarnos, aprender, escuchar, expresar nuestras ideas y respetarnos mutuamente, para que los demás se sientan verdaderamente escuchados! La experiencia de diálogo que están promoviendo en varios países mediterráneos es una verdadera señal de esperanza para el mundo y para todos nosotros, así como para ustedes mismos, al aprender a experimentar un aspecto importante de la vida humana. Esto nos ayuda a todos a aprender a respetarnos mutuamente. Es una verdadera señal de esperanza.

A partir de este diálogo, creo que podríamos hablar de "construir puentes". No necesariamente un puente que cruce el Mediterráneo, sino un puente entre todos nosotros, personas de tantas naciones diferentes. Al saludar a todos, les pregunté específicamente: ¿De dónde son? ¡Qué maravillosa experiencia fue aprender a conocer gente mientras navegaba por el Mediterráneo, viniendo de diferentes países y culturas, y hablando diferentes idiomas! Han encontrado una manera muy humana de hacerlo.

Estoy seguro de que cuando hay tanta gente viviendo en un barco tan pequeño (yo ni siquiera he estado debajo todavía) hay que aprender a convivir, a respetarse y a resolver las dificultades. Esta también es una experiencia extraordinaria para todos ustedes, jóvenes, pero también es algo que pueden enseñarnos a todos.

Por supuesto, la tercera idea es "aprender a ser pacificadores". Debemos aprender a ser promotores de la paz en un mundo que se inclina cada vez más hacia la violencia, el odio, la separación, la distancia y la polarización. Podemos estar juntos aunque provengamos de diferentes países, tengamos diferentes idiomas, culturas y religiones, y aun así, todos somos seres humanos. Somos hijos e hijas del único Dios. Todos vivimos juntos en este mundo y todos tenemos la responsabilidad común de cuidar juntos la creación, de cuidarnos unos a otros y de promover la paz en todo el mundo.

Les felicito a todos y a cada uno, y me alegra mucho estar aquí esta tarde para compartir estos breves momentos con ustedes. Gracias por ser parte de esta señal en el mundo, que verdaderamente nos da esperanza a todos.

Creo que mi experiencia misionera me ha abierto el corazón y la mente a la comprensión de que debemos trabajar juntos en el mundo para marcar la diferencia. Con tantos grandes desafíos que enfrentamos, estoy convencido de que, gracias a la tecnología y la capacidad productiva que tenemos en el mundo actual, nadie debería pasar hambre. Sin embargo, sabemos muy bien que el hambre existe. Es un problema. Y la violencia también existe... Hola, ¿cómo te llamas?

Niña 1: Soy Hanan, y quisiera hacerle una pregunta: Si tanta gente puede vivir en un espacio tan pequeño y estar en paz y hacerse amiga, ¿por qué no podemos hacerlo en un mundo tan grande?

Claro que sí. Sin embargo, para lograrlo se necesita voluntad, una señal contundente y el testimonio de muchas personas, incluyéndote a ti, para difundir este mensaje.

Como misioneros, por supuesto, lo intentamos. Y hay muchas otras personas que también lo intentan. Siempre recuerdo una cita de San Agustín (aquí, que estamos en Ostia) que dijo: «Si quieres cambiar el mundo, y hacerlo un lugar mejor, primero debes empezar por cambiarte a ti mismo».

Espero y rezo para que esta también sea una lección aprendida por cada uno de ustedes durante este tiempo. ¿Cómo puedo ser mejor persona? ¿Cómo puedo ser promotor de la paz? ¿Cómo puedo convertirme en una persona verdaderamente comprometida con la promoción de la justicia, la fraternidad, el entendimiento mutuo y el respeto?

Creo que Jesucristo enseñó esto muy claramente, y nos salvó a todos mediante su sufrimiento en la cruz. Él nos invitó a imitar su vida y a servirnos unos a otros. Con esta reflexión adicional, creo que realmente podemos cambiar el mundo. Gracias.

León XIV