A los belenistas de Roma

Salón de la Bendición
Vaticano, 13 diciembre 2025

Cardenal Makrickas y todos los que hoy daréis vida al Belén Viviente de Santa María la Mayor, han venido de diversos lugares para traer a la Tumba de Pedro el testimonio de los mil rostros con los que, durante siglos, generaciones de cristianos han representado el misterio de la encarnación, a menudo con los rasgos de su propia cultura y los paisajes de su tierra. Desde aquí, partirán para cruzar la puerta santa y celebrar la eucaristía en la Basílica Liberiana, conocida como el "Belén de Occidente" por guardar la sagrada cuna.

Fue precisamente esa antigua reliquia la que, junto con el viaje a Tierra Santa, inspiró a San Francisco, en 1223, a celebrar por primera vez la Navidad de Grecio, o inicio de la tradición del belén. Desde entonces, la costumbre de representar de diversas maneras la natividad del Señor, del Dios que «viene sin armas, sin fuerza, para vencer el orgullo, la violencia y el afán de posesión del hombre y guiarnos a nuestra verdadera identidad» se ha extendido por todo el mundo (Benedicto XVI, Catequesis, 23-XII-2009).

El papa Francisco dijo que ante el pesebre, «al contemplar la escena navideña, estamos invitados a ponernos en camino espiritualmente, atraídos por la humildad de Aquel que se hizo hombre para ir al encuentro de cada hombre y mujer» (Admirabile Signum, 1). Es precisamente así, desde la gruta de Belén (donde se encuentran María, José y el niño), como nos ponemos en camino de nuevo para comenzar una nueva vida siguiendo los pasos de Cristo.

Serán testigos de ello esta tarde, con la procesión que recorrerá las calles de la ciudad. Ésta, con su coreografía, vestuario y música, será un signo gozoso de lo hermoso que es ser discípulos de Jesús, Dios hecho hombre, el sol que nace «para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lc 1,79).

Esto les convierte en peregrinos de esperanza, portadores de consuelo e inspiración para todos los que encontréis. Lo serán para los jóvenes y los ancianos, para las familias, los jóvenes y los ancianos que encuentren en su camino. Lo serán para los que se alegran y para los que sufren, para los que están solos, para los que sienten vivo en su corazón el deseo de amar y ser amados, y para los que, a pesar de sus fatigas, siguen trabajando con compromiso y perseverancia para construir un mundo mejor.

El belén, queridos, es una señal importante, que nos recuerda que formamos parte de una maravillosa aventura de salvación en la que nunca estamos solos y que, como dijo San Agustín, «Dios se hizo hombre para que el hombre se convirtiera en Dios, para que el hombre, habitante de la tierra, encontrara un hogar en el cielo» (Homilías, CCCLXXI, 1).

Difundan este mensaje y mantengan viva esta tradición. Son ustedes un regalo de luz para nuestro mundo, que necesita desesperadamente mantener la esperanza. ¡Gracias a todos por su compromiso! Les bendigo a ustedes y a sus familias de corazón. ¡Feliz Navidad!

León XIV

 Act: 13/12/25    @discursos papales       E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A