A los líderes sindicales de Chicago
Sala
Clementina
Vaticano, 8 octubre 2025
Excelencias, estimados líderes sindicales e invitados de Chicago, que han venido a Roma para celebrar el año jubilar, me complace darles la bienvenida a Roma.
Su delegación representa a miles de trabajadores cuyas habilidades impulsan el bien común y ayudan a crear una sociedad donde todos puedan prosperar. Esta es una labor importante, y les felicito a todos por su contribución.
En particular, deseo expresar mi gratitud por su colaboración con la Iglesia. El cardenal Cupich me informó de sus numerosas contribuciones, incluyendo su apoyo a los seminaristas al organizar, junto con otros líderes cívicos y empresariales, el banquete anual del Premio Rerum Novarum.
Es alentador conocer las medidas que han adoptado para ampliar la participación e inclusión de las minorías en el movimiento sindical mediante programas de aprendizaje y formación. Al mismo tiempo, su compromiso con la protección del medio ambiente, impartiendo las competencias necesarias para el desarrollo de las energías renovables, no solo es encomiable, sino también oportuno, dada la urgente necesidad de cuidar nuestra casa común.
Sobre todo, sepan que aprecio profundamente su acogida a los inmigrantes y refugiados, especialmente su apoyo a los bancos de alimentos y albergues. Si bien reconozco que se necesitan políticas adecuadas para garantizar la seguridad de las comunidades, los animo a seguir trabajando para garantizar que la sociedad respete la dignidad humana de los más vulnerables. Al hacerlo, están poniendo en práctica el llamamiento de mi amado predecesor, el papa Francisco, quien instó a todos los sindicatos a renacer cada día en las periferias (Discurso, 28-VI-2017).
Durante esta semana de peregrinación, además de cruzar la Puerta Santa y participar en otros ejercicios espirituales, les pido que dediquen tiempo a examinar cuestiones importantes sobre los derechos y deberes de los trabajadores. Ruego que este tiempo sea fructífero tanto para sus mentes como para sus corazones. Les aseguro mi recuerdo en mis oraciones, y les agradezco una vez más su visita. ¡Que Dios les bendiga!
León XIV