A la Conferencia Italiana de Superiores
Sala
Clementina
Vaticano, 7 noviembre 2025
Queridos participantes en la LXV Asamblea General de la Conferencia Italiana de Superiores Mayores, un cordial saludo a todos vosotros.
El tema que has elegido es "gobernar bajo formas y estilos de gobierno provincial". Se trata de una perspectiva que invita a la reflexión, pues refleja la riqueza y la complejidad del tiempo que vivimos.
La comunidad de creyentes nunca ha rehuido los estímulos y desafíos de los tiempos y lugares en que ha vivido, y hoy desea seguir haciéndolo con confianza y generosidad, llevando el mensaje de Cristo a todos los ámbitos de la sociedad y a todos los rincones del mundo. En este empeño, la presencia de los religiosos siempre ha sido significativa y providencial, como fermento, profecía y fortaleza para todo el pueblo de Dios (Vaticano II, Lumen Gentium, 44). El tema que ustedes ha propuesto confirma su fidelidad a este papel, particularmente en el marco del camino que estamos viviendo en los últimos años.
El reciente Sínodo de la Iglesia, a este respecto, señaló que es característico de las familias religiosas haber madurado, a lo largo de los siglos, prácticas contrastadas de vida sinodal y discernimiento comunitario, aprendiendo a armonizar los dones individuales con la misión común (Documento Final, 65).
La sinodalidad, intrínseca a la vida de la Iglesia, es aún más específica de vuestra vocación, lo que os capacita especialmente para contribuir a los esfuerzos que se realizan en todo el mundo en este sentido. A esto se suma el valor de la creciente interculturalidad de las comunidades consagradas, que también responde a las necesidades de las sociedades en las que vivimos (Francisco I, Discurso, 18-IX-2021).
Sin embargo, el patrimonio formado por estos recursos no puede considerarse algo definido y estático, sino que es fruto de un dinamismo de vida y fe que necesita continuamente evolucionar, crecer, desarrollarse y expresarse, tanto en la multiplicidad de contextos carismáticos como en la constante novedad de situaciones y relaciones.
Esto implica la necesidad de cuidar los recursos como si fueran el fruto de un organismo vivo, necesitado de alimento, atención y sanación. El ministerio de autoridad puede contribuir significativamente a ello, con formas y estilos de gobernanza adecuados para inspirar esperanza en el camino de nuestros hermanos y hermanas, apoyando su generoso y fecundo apostolado.
Al buscar directrices para avanzar hacia este objetivo, podemos recurrir a las sugerencias del Documento Final del sínodo referido, del cual se desprenden tres actitudes importantes: discernimiento eclesial, atención a los procesos de toma de decisiones, compromiso de rendir cuentas de las propias acciones y evaluar sus resultados y métodos (Ibid, 79).
Como subraya dicho documento, se trata de procesos interconectados que se apoyan y corrigen mutuamente. Además, el diálogo sincero, el compartir y la corrección fraterna pueden contribuir en gran medida a evitar y contrarrestar cualquier tendencia particularista y auto-referencial (Francisco I, Discurso, 25-V-2023).
En definitiva, éste es un camino de purificación que busca que las personas y las comunidades tengan cada vez mayor libertad para hacer el bien, tanto en términos de crecimiento personal como en el ejercicio de la caridad. Esto también fomenta claramente una fidelidad carismática renovada, que requiere un desprendimiento constante de estructuras y vínculos que no son esenciales, o incluso perjudiciales para la plena implementación de la misión original inspirada por los fundadores en el mundo actual.
Con este fin quisiera destacar, en particular, la importancia de fomentar, en las formas de gobernanza, una rotación fructífera de responsabilidades y funciones, evitando actitudes estáticas que corren el riesgo de generar rigidez y esclerosis. A este respecto, el papa Francisco nos ha advertido repetidamente del "peligro de las aguas estancadas".
San Agustín, en sus Soliloquios, pregunta: «¿Por qué queréis que vuestros seres queridos vivan y convivan con vosotros?», y ofrece esta hermosa respuesta: «Para que juntos podamos investigar nuestras almas y a Dios. Así, quien primero resuelva el problema, fácilmente conducirá a los demás a la misma conclusión» (Soliloquios, I, 12.20). Me parece una reflexión muy significativa también para nosotros, sobre todo en lo que respecta a la dimensión sinodal de la responsabilidad que se nos ha confiado para con nuestros hermanos.
Queridos hermanos, les agradezco la fidelidad con la que llevan a cabo su difícil tarea. Les acompaño con mis oraciones y les bendigo de todo corazón. Gracias.
León XIV